Recientemente, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko llamó la atención sobre su país al anunciar la creación de un «grupo regional conjunto» que incluye fuerzas rusas, así como por otras declaraciones más oscuras sobre una hipotética amenaza de agresión en las fronteras de su país.

  • Si bien este discurso repite la retórica clásica de Lukashenko -que trata de disimular su colaboración con Rusia e introducir una cierta separación entre Moscú y Minsk-, el anuncio se refiere a la llegada de un contingente ruso a su territorio y a la amenaza velada, dirigida a Kiev, de una mayor implicación bielorrusa en la guerra.
  • El contexto de estos anuncios es indisociable del terreno: la contraofensiva ucraniana y la reconquista de territorios en el este y el sur provocaron una escalada por parte de Moscú, que se sintió acorralado: ataques a ciudades, destrucción de infraestructuras mediante el uso de misiles y drones, especialmente energéticos, y el anuncio relativo a Bielorrusia.

Con el epicentro de la violencia en el sur y el este de Ucrania, el objetivo principal de estos anuncios es táctico. La amenaza de una ofensiva desde el norte podría obligar al ejército ucraniano a trasladar parte de sus fuerzas a la frontera con Bielorrusia, con el riesgo de abandonar las reconquistas territoriales de las últimas semanas.

Sin embargo, dos factores disminuyen la importancia de esta amenaza: el primero es que los rusos ya habían invadido Ucrania desde el norte en las primeras semanas de la guerra, con el objetivo de tomar Kiev, pero no lo consiguieron. 

  • Ucrania ya ha demostrado que es capaz de responder a las ofensivas en esta zona.
  • El segundo factor es el terreno: la frontera entre Bielorrusia y Ucrania, de casi 900 km de longitud, está densamente arbolada y no es propicia para el paso de hombres, equipos y vehículos, por no hablar del hipotético paso por la zona contaminada de los alrededores de Chernóbil, ahora campo de entrenamiento de las tropas ucranianas.

Una forma de reforzar esta amenaza es agitar el espectro de que Bielorrusia entre en guerra con Rusia. Aunque el país ya está implicado en cierta medida en la guerra -las tropas rusas atraviesan su territorio y han disparado misiles hacia Ucrania-, los militares de Minsk aún no han intervenido directamente en el conflicto.

Aunque Bielorrusia está ayudando a Rusia diplomática y logísticamente, su entrada en la guerra ampliaría el conflicto al incorporar un Estado más. Además de las consecuencias militares (el estado del ejército bielorruso y su arsenal son inciertos para un conflicto de esta envergadura), las consecuencias diplomáticas y geopolíticas serían importantes.

  • Aparte del teatro ucraniano, la entrada de Bielorrusia en el conflicto también aumentaría la presión sobre el Corredor de Suwałki, la franja de tierra que divide el óblast de Kaliningrado, Bielorrusia, Lituania y Polonia.
  • Además, la entrada de un tercer actor complicaría aún más cualquier esfuerzo por lograr un alto el fuego, que tendría que tener en cuenta una variable adicional (aunque el país esté subordinado a Rusia).

Hay que insistir en la cuestión de la posición de vasallaje de Bielorrusia frente a Rusia, ya que la posible entrada en guerra de Minsk dependerá del grado de dificultad que perciba Moscú, con el poder de Lukashenko garantizado por su homólogo en el Kremlin, donde se decide realmente la política exterior de Minsk. A pesar del intento de Lukashenko de matizar la adhesión de Bielorrusia a la línea rusa, los hechos, como su reciente visita a la república escindida de Abjasia, indican lo contrario1.

Aunque Bielorrusia es, internacionalmente, una especie de protectorado ruso, internamente la situación es probablemente más complicada.

  • En primer lugar, en el aparato del gobierno bielorruso, el apoyo para ir a la guerra no está garantizado y, socialmente, no hay que olvidar el alcance de las manifestaciones de hace dos años: aunque fueran reprimidas violentamente, el descontento con el gobierno actual sigue presente.
  • Con el poder bielorruso ya muy cuestionado en el pasado (hasta hace poco), la cuestión es si la sociedad civil aceptaría la decisión de enviar a sus jóvenes a luchar junto a los rusos.

La narrativa rusa que tendía a ver a los bielorrusos y ucranianos como pueblos «derivados» de los rusos (una visión que se remonta al Imperio ruso, cuando se hablaba de «pequeños rusos» y «rusos blancos») ha pasado por dificultades desde el comienzo de la guerra, atrapada entre la negación de la identidad ucraniana y su designación como nazis. Sin embargo, la retórica de los pueblos hermanos está muy presente en la relación ruso-bielorrusa, y es también un argumento importante para la profundización de la unión estatal entre ambos países.

Notas al pie
  1. Aleksandr Lukashenko visits historical places on north-eastern Black Sea coast, meets with Aslan Bzhania, President of the Republic of Belarus, 28 de septiembre de 2022.