Este informe publicado por el WWF constata, en primer lugar, los grandes desequilibrios en  biodiversidad. A escala mundial, los datos recogidos sobre 32.000 poblaciones de 5.230 especies muestran que las poblaciones de animales protegidos se redujeron en un 69% entre 1970 y 2018, cifra que alcanza el 94% en América Latina y el Caribe. La actividad humana, incluida la contaminación de los ríos y la deforestación, es directamente responsable. 

Este descenso está en consonancia con el aumento de las temperaturas del aire y del océano en las últimas décadas.

  • En 2014, el aumento de las temperaturas del aire mató a más de 45.000 murciélagos en Australia.
  • El aumento de la temperatura de los océanos ha sido la principal causa de la desaparición del 83% de las especies de animales de agua dulce observadas desde 1970.

La relación entre la biodiversidad y el clima es tanto más importante cuanto que los bosques almacenan más carbono que todo el petróleo, el gas y el carbón explotables en la Tierra. Entre 2001 y 2019, los bosques absorbieron 7,6 gigatoneladas de CO₂ de la atmósfera cada año, es decir, alrededor del 18% de todas las emisiones humanas.

El efecto combinado de los bosques enfría el planeta unos 0,5º C. Sin embargo, cada año la deforestación provoca la pérdida de unos 10 millones de hectáreas de bosque, el equivalente a la superficie de Portugal. 

Los seres humanos utilizan una cantidad de recursos ecológicos que equivale a una cantidad que necesitaría 1,75 Tierras. Los distintos niveles de la huella ecológica se deben a los diferentes estilos de vida y patrones de consumo, incluyendo la cantidad de alimentos, bienes y servicios consumidos, los recursos naturales utilizados y el CO2 emitido para proporcionar estos bienes y servicios.

Hay varias opciones sobre la mesa para aliviar los efectos de la pérdida de biodiversidad y limitar el calentamiento global a 1,5ºC. 

  • La descarbonización y la diversificación de la producción de alimentos a través de nuevos sistemas de cultivo y ganadería, aumentaría la resistencia al cambio climático y conservaría la biodiversidad, reduciendo al mismo tiempo la inseguridad alimentaria.