• Antes de que comenzara el conflicto, la tasa de dependencia energética de los países de la Unión Europea con respecto a Rusia en cuanto a las importaciones de hidrocarburos variaba de un Estado a otro, influida en gran medida por la ubicación geográfica, así como por la proporción de energía renovable en la combinación energética.
  • Según el Center for Research on Energy and Clean Air (CREA), Rusia ha reducido considerablemente sus exportaciones de gas a la Unión Europea en 2022 en comparación con el año pasado1. Sin embargo, las importantes subidas del precio del gas natural -provocadas por las repetidas paradas del gasoducto Nord Stream 1, así como la incertidumbre sobre los futuros suministros reflejada en los mercados- han provocado una escasa reducción de los ingresos de Rusia por las ventas de hidrocarburos, que en agosto se situaron en niveles similares a los del pasado febrero.
  • La dependencia energética (calculada a partir de las importaciones totales frente a la demanda de hidrocarburos) de los países europeos respecto a Rusia ha disminuido poco en los tres primeros meses del conflicto, con algunas excepciones, sobre todo para Lituania. Algunos países incluso se hicieron más dependientes de Rusia en el periodo de enero a mayo de 2022, como Hungría, Eslovaquia e Italia, según la Agencia Internacional de la Energía2.
  • Las importaciones europeas de crudo ruso han disminuido aproximadamente un tercio desde febrero de este año, y se espera que sigan cayendo hasta el 90% en diciembre, de acuerdo con el embargo propuesto por la Comisión y aprobado por los Estados miembros en mayo. La pérdida de ingresos por la venta de petróleo en los mercados europeos se ha compensado con un aumento de las exportaciones, principalmente a los países asiáticos: India, China y Emiratos Árabes Unidos en primer lugar.
  • En el caso del gas, las importaciones europeas procedentes de Rusia han disminuido en torno al 75% desde el inicio de la guerra, y las importaciones de Noruega, Argelia y el gas natural licuado (GNL) se han mantenido más o menos constantes. La caída del consumo de gas, debida en gran parte a la explosión de los precios de la energía, ha tenido importantes consecuencias económicas, como en Alemania, donde algunas industrias han ralentizado o incluso detenido la producción.
  • En términos de proporción del total, la disminución de las importaciones de gas ruso se ha visto compensada por un aumento de las importaciones de gas procedentes de Noruega, Azerbaiyán y otros países productores más pequeños. El porcentaje de GNL también ha aumentado considerablemente, ya que algunos –entre ellos la ministra española de Transición Ecológica, Teresa Ribera– consideran que esta fuente ofrece más flexibilidad y, por tanto, soberanía3.
  • Así, Europa se aleja poco a poco de su dependencia energética de Rusia, pero la desvinculación total sigue siendo impensable a corto y medio plazo. Además, este desapego tiene efectos directos en la economía rusa, cuyo presupuesto se redujo en un 23% de sus ingresos anuales por la venta de hidrocarburos en agosto4. Según un documento interno del gobierno ruso visto por Bloomberg, Rusia espera un choque económico más severo de lo previsto en los próximos años, con una caída del PIB del 11% en 2023 en el peor de los casos5.