Mi primera pregunta se refiere a la reelección de Emmanuel Macron como presidente de la República. ¿Qué puede significar para el futuro de las relaciones franco-alemanas? Usted escribe en su libro World in danger, publicado en 2020, «Tenemos una oportunidad común en los próximos años para hacer avanzar a Europa con un dúo franco-alemán más fuerte; la pareja franco-alemana, como dicen en París». ¿Es esto aún más cierto hoy en día y qué perspectivas abre esta elección?

WOLFGANG ISCHINGER – Permítanme empezar diciendo que los alemanes debemos felicitar a nuestros vecinos franceses por el resultado de estas elecciones. La alternativa habría sido difícil de digerir, por decirlo diplomáticamente. Me siento extremadamente feliz y aliviado de que Emmanuel Macron haya sido reelegido. Si cuando escribí mi libro ya existía la oportunidad de que Francia y Alemania llevaran juntas a la Unión hacia un nuevo nivel de respetabilidad y de capacidad, ahora esa oportunidad es aún mayor.

A diferencia de la situación en la que nos encontrábamos hace dos años, ahora es urgente avanzar. De hecho, hoy en día, cuando Europa está amenazada, el presidente francés tiene una capacidad única para cambiar la situación, gracias a sus prerrogativas como comandante de las Fuerzas Armadas y ministro «supremo» de Asuntos Exteriores. Por supuesto, no ocurre lo mismo en Alemania, pero Olaf Scholz fue elegido el pasado otoño, por lo que estos dos líderes entran en un periodo de estabilidad de al menos tres años y medio, antes de las próximas elecciones en Alemania. Creo que si no aprovechan esta oportunidad para hacer avanzar a la Unión, para transformar el statu quo, se habrá perdido una oportunidad histórica.

Permítanme añadir que Alemania perdió la oportunidad de responder adecuadamente a las iniciativas propuestas por el presidente Macron en 2017, en el famoso discurso de la Sorbona. Así que creo que ya es hora de que estos dos líderes transformen Europa. Esto no significa que Alemania y Francia puedan dirigir la Unión como lo hicieron en la época de Mitterrand y Kohl. La situación ahora es más complicada porque hay muchos más Estados miembros. Sin embargo, pueden mostrar juntos el camino y hacer un llamado a otros Estados miembros capaces de ser colíderes, ya sea Italia, España o Polonia. Se trata de una tarea compleja pero extremadamente urgente e importante. Espero que la oportunidad se aproveche en las próximas semanas, no en los próximos años. París y Berlín deben enviar una primera señal en esta crisis tan difícil para la seguridad europea.

Estos dos líderes entran en un periodo de estabilidad de al menos tres años y medio, antes de las próximas elecciones en Alemania. Creo que si no aprovechan esta oportunidad para hacer avanzar a la Unión, para transformar el statu quo, se habrá perdido una oportunidad histórica.

WOLFGANG ISCHINGER

Una de las dificultades en las relaciones franco-alemanas es la cuestión de la energía y el posible embargo del gas y petróleo rusos. La posición del canciller alemán está evolucionando muy rápidamente en este punto. El 4 de mayo, la Comisión propuso un embargo de seis meses sobre el petróleo y el gas. ¿Cree que se resolverá esta importante cuestión del petróleo y el gas y cómo ve la evolución de la posición alemana en este punto?

En el terreno de la energía tenemos una tarea especialmente difícil. La política energética francesa es muy diferente de la alemana. Esto ha sido así durante muchos años. Francia confía en la energía nuclear, mientras que nosotros la hemos abandonado. Personalmente, creo que fue un error, pero la decisión se tomó. Si queremos trabajar en la construcción de la Unión para que sea reconocida como un actor creíble de la política exterior en el resto del mundo, no podemos dejar de lado el suministro de energía ni la política energética en la formulación de la política exterior y de seguridad común de la Unión. La energía debe incluirse en la reflexión sobre la política exterior y de seguridad europea. En el pasado, Alemania ha insistido en su propia política energética nacional. Esta es una de las razones por las que lanzamos Nord Stream I y luego Nord Stream II, a pesar de las advertencias de muchos de nuestros socios, entre ellos Francia, el Parlamento Europeo y nuestros vecinos del este. Hoy, en retrospectiva, Alemania cometió un enorme error estratégico. Ahora estamos tratando de arreglarlo rápidamente. Alemania ya aceptó que la energía debe formar parte de la reflexión colectiva sobre la política exterior europea. El acceso al gasoducto Nord Stream I ahora está sujeto a la normativa europea, ya no a la alemana. Creo que el gasoducto Nord Stream II no entrará en funcionamiento durante nuestra vida. Por el momento no es un problema real.

En segundo lugar, Alemania acaba de acordar con la mayoría de sus socios dejar de importar petróleo de Rusia. Se trata de una decisión trascendental que, en este preciso momento, se está traduciendo en una decisión en Bruselas. Por supuesto, no se trata de un embargo completo, porque algunos países son tan dependientes que no pueden detener todas sus importaciones de petróleo ruso por el momento. Se trata de un paso muy audaz, porque la dependencia del petróleo es aún más importante en nuestras relaciones con Rusia que la del gas. En cuanto al gas, el nuevo gobierno alemán está trabajando muy duro para reducir nuestro nivel de dependencia. En este ámbito, estoy bastante convencido de que, en unos meses, no en unos años, podremos ponernos de acuerdo para dejar de pagar por completo o casi por completo las facturas de gas a Rusia, que le permiten financiar su aventurerismo militar. Ahora está en marcha un proceso de convergencia que les permitirá a Alemania y Francia, partiendo de situaciones energéticas muy diferentes, encontrar una posición común. Estamos bien encaminados en el proceso de convergencia, que es una condición previa para adoptar medidas comunes en todos los ámbitos relacionados con la política exterior, la seguridad y también la defensa.

Alemania ya aceptó que la energía debe formar parte de la reflexión colectiva sobre la política exterior europea.

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Usted nos acaba de recordar que estamos entrando en un periodo de tres años y medio sin elecciones en Alemania y Francia, y por tanto, en un periodo de estabilidad en las relaciones franco-alemanas. Durante este periodo, ¿en qué proyecto de defensa cree que deberían centrarse Francia y Alemania? ¿Qué proyecto europeo de defensa tiene más posibilidades de éxito? Recientemente, vimos cierta tensión en torno al Futuro Sistema Aéreo de Combate. Quizás el ambiente actual sea más propicio para sacar adelante estos proyectos.

Wolfgang Ischinger: En primer lugar, en los últimos años, el gasto en defensa ha estado sometido a una gran presión financiera. Francia hizo su tarea y ahora Alemania tiene que hacer la suya. Como saben, Scholz anunció un aumento de cien mil millones de euros para defensa. Esta base financiera, que permite ideas más creativas y proyectos de mayor envergadura, ya está en marcha.

En segundo lugar, me gustaría volver a los dos grandes proyectos que se han propuesto y que ya están en marcha, a saber, el Futuro Sistema Aéreo de Combate (FCAS, por sus siglas en inglés), y el Sistema Principal de Combate Terrestre (MGCS, por sus siglas en inglés). Francamente, si se deja este proyecto en manos de las empresas nacionales implicadas, es obvio que surgirán problemas. Ya sea Thales, Dassault o Airbus, o Rheinmetall por parte de Alemania, tratarán de conseguir la mayor rebanada del pastel. Es un ámbito que necesita liderazgo político. Propongo que la próxima vez que Emmanuel Macron y Olaf Scholz se reúnan, dediquen una parte importante de su agenda a decir: «Contra viento y marea, llevaremos a cabo estos dos proyectos. Es una decisión común y una resolución común de nuestras dos naciones”. Estoy seguro de que obtendrán el apoyo de sus parlamentos si se manifiestan firmemente a favor de este proyecto. Si no hubiéramos utilizado este método hace cinco décadas, Airbus nunca habría despegado. Se necesitó una fuerte determinación política en el periodo inicial. Tengo la esperanza de que estos dos proyectos, a pesar de las tensiones y dificultades que ha mencionado, puedan acelerarse ahora.

Me gustaría mencionar un tercer punto, quizás más importante, que es la energía nuclear. Sucede que Francia es una potencia nuclear y Alemania no. Hemos visto comentarios en las discusiones alemanas de que, si la amenaza de Rusia aumenta, quizá Alemania debería pensar en desarrollar su propia arma nuclear. Me asusta este debate, que parte de una premisa falsa. Por supuesto, esto violaría no sólo el Tratado de No Proliferación (TNP), sino también el Tratado 2+4 que Francia, la RDA, la RFA, el Reino Unido, Estados Unidos y Rusia firmaron en 1990 en Moscú. Entonces creo que debemos tratar de evitar ese camino. ¿Cuál es la solución? Esto es lo que propuso Macron cuando habló en la Escuela Militar hace dos años y luego repitió más o menos igual cuando habló en mi conferencia en Múnich en 2020. Propuso lanzar una reflexión sobre la estrategia nuclear francesa a un nivel que nunca antes se había hecho. Creo que los alemanes deberíamos aceptar ahora esta oferta e iniciar un proceso confidencial, no un debate público, para pensar, como europeos, en los métodos para reforzar la disuasión en la era nuclear. Francia es la única potencia nuclear de la UE, pero, por supuesto, el Reino Unido y Estados Unidos aportan una potencia nuclear extra en la OTAN. En el pasado, mi país ha sido cauto a la hora de acercarse a Francia en cuestiones nucleares. Tendíamos a temer que esto se viera en Estados Unidos como una señal de que Alemania se estaba alejando de ese país y metiéndose tal vez por un «camino francés o europeo» diferente, lo que socavaría la cohesión de la OTAN o la garantía de su Artículo V. No creo que ese temor siga teniendo fundamento hoy en día, y espero que todos los dirigentes estadounidenses serios reconozcan y comprendan que el refuerzo de la disuasión por parte de Europa no debilita ni margina a la OTAN, sino que permite que la OTAN en su conjunto sea considerada una potencia nuclear internacional aún más fuerte, una alianza nuclear como siempre destaca el secretario general Stoltenberg. Resulta que somos una alianza nuclear mientras haya armas nucleares en el mundo. Así que creo que podríamos mantener un debate serio y confidencial sobre cómo proteger no sólo el territorio francés, sino también a los vecinos de Francia: ¿hasta qué punto es posible? ¿Qué hay que hacer? ¿Cómo lo financiaríamos? ¿Qué tipo de consideraciones estratégicas habría que discutir? No es algo que pueda resolverse de la noche a la mañana, pero ya es hora, en mi opinión, de iniciar un debate serio al respecto.

Propongo que la próxima vez que Emmanuel Macron y Olaf Scholz se reúnan, dediquen una parte importante de su agenda a decir: «Contra viento y marea, llevaremos a cabo estos dos proyectos. Es una decisión común y una resolución común de nuestras dos naciones”.

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Permítanme subrayar un cuarto punto: si gastamos más dinero que antes en proyectos como el FCAS y los tanques, deberíamos tener siempre presente que nuestro objetivo final no es militarizar Alemania ni convertir a Francia en una gran potencia militar mundial, sino fortalecer la Unión Europea. Por eso, propongo que, en cada etapa, cuando haya que tomar decisiones sobre estos sistemas de armas, pensemos siempre en cómo podemos reforzar su dimensión europea. Tenemos que preguntarnos si podemos incluir a España, Italia, Polonia o a cualquier otro miembro de la UE que tenga capacidades en este tipo de actividad industrial o de desarrollo. Tenemos que tener en cuenta que, a largo plazo, nuestro esfuerzo de defensa tiene que estar al servicio de la capacidad de la UE para defenderse.

Para la idea de reforzar la disuasión nuclear, quizá podamos inspirarnos en la disuasión mutua entre el Reino Unido y Francia tras el acuerdo de Lancaster House, en el que ambos países consideran que no pueden «imaginar una situación en la que los intereses vitales de uno de los dos países puedan estar amenazados sin que los intereses vitales del otro también lo estén».

Alemania y Francia están unidos por el Tratado del Elíseo de 1963. Hace unos años, este tratado fue revisado, modernizado, y pasó a ser conocido oficialmente en Alemania como el nuevo Tratado de Aquisgrán. En este tratado bilateral, hay una referencia al apoyo militar mutuo formulada en un lenguaje muy fuerte. Por lo tanto, tenemos una base muy útil para presentarle al resto de la UE nuestra determinación de hacer avanzar estos temas juntos.

El refuerzo de las capacidades de defensa de la UE podría permitir actuar y apoyar a Ucrania con más fuerza desde el punto de vista militar. De hecho, mientras se desarrolla la guerra en el Donbas, el Congreso estadounidense está a punto de votar por una nueva ayuda para Ucrania que podría ascender a 20 mil millones de dólares. ¿Cómo podemos estar seguros de que los objetivos europeos y estadounidenses en el Donbas y en esta nueva etapa de la guerra son los mismos? ¿No sería útil que Europa pudiera ayudar a Ucrania sin depender de la inversión masiva de Estados Unidos?

Permítanme empezar con un comentario de orden político. En un momento en el que Europa, en el que los miembros de la UE, en el que los miembros de la OTAN están bajo amenaza directa de agresión rusa, podemos decir que somos extremadamente afortunados de tener un liderazgo estadounidense pro-transatlántico. Tendría pesadillas si tuviera que pensar en lo que estaría pasando hoy, en mayo de 2022, si Donald Trump hubiera sido reelegido. Podría haberle dicho a Vladimir Putin: «Adelante, toma Ucrania, no me importa”. No creo que nosotros, como europeos, hubiéramos podido tomar ninguna medida para ayudar a Ucrania de forma significativa. El liderazgo estadounidense en la situación actual es extremadamente importante y debemos ser conscientes de ello.

Dicho esto, no es bueno —y estoy totalmente de acuerdo con la idea central de su pregunta— que Estados Unidos siga tomando la iniciativa en relación con Rusia y en la ayuda a Ucrania, ofreciendo por su cuenta más ayuda militar y quizás también no militar que todos los países de la UE juntos. Creo que no es el equilibrio adecuado. Así que, efectivamente, creo que una mayor capacidad de defensa europea supondría una gran diferencia y es importante que en el futuro nos acordemos constantemente de que todos somos, en términos globales, países pequeños. Incluso Francia es un país pequeño comparado con China o con Estados Unidos. Y si bien es cierto que todos somos países pequeños, ya sea que hablemos de Estonia, Portugal, Alemania o Francia, tenemos que entender que, si no unimos nuestras capacidades militares de manera más sistemática y eficaz, estamos desperdiciando mucho dinero. ¿Por qué permitimos que los pequeños países de la UE compren 12 aviones a Estados Unidos o a quien sea?, ¿por qué no podemos imaginarnos que los compremos juntos? Si la UE compra treinta barcos al mismo constructor naval, probablemente pagará menos por barco que si un país compra sólo uno. Con una buena negociación, podríamos conseguir un mejor trato. En otras palabras, Europa tiene un enorme potencial que utilizamos eficazmente en el comercio y la inversión en todo el mundo. Somos socios en las negociaciones importantes con muchas otras regiones del mundo. Pero no estamos logrando en absoluto aprovechar nuestro poder de compra y negociación cuando actuamos en materia militar y de defensa, como si siguiéramos en el siglo XIX. Cada país equipa a su propio ejército sin preocuparse por lo que hagan sus vecinos. Esto es anticuado, no es lo que deberíamos hacer en el siglo XXI. También en este caso, mi respuesta sería: más Europa es mejor que menos Europa, y se necesita urgentemente más Europa si queremos tener más poder de combate por el mismo número de euros que podemos gastar.

En un momento en el que Europa, en el que los miembros de la UE, en el que los miembros de la OTAN están bajo amenaza directa de agresión rusa, podemos decir que somos extremadamente afortunados de tener un liderazgo estadounidense pro-transatlántico.

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Es casi como establecer un paralelismo entre el papel de la Comisión en la compra de la vacuna y la compra colectiva de material militar.

Tenemos el fondo de defensa y la brújula de seguridad y defensa. No necesitamos empezar de cero, porque podemos basarnos en las decisiones y programas existentes y convertirlos en algo que realmente funcione y no sea sólo retórico, sino que tenga sentido en la creación de capacidades militares.

A este respecto, también me gustaría decir que, si queremos llevar a la UE a un nuevo nivel de capacidad y respetabilidad en materia de política exterior, hay dos maneras de hacerlo. La primera sería superar gradualmente la necesidad de consenso. Tenemos que avanzar hacia la toma de decisiones por mayoría, incluso en el ámbito de la política exterior. Esto es ambicioso y difícil. Muchos países miembros no quieren seguir este camino, pero creo que es inevitable si queremos tener un proceso de toma de decisiones de política exterior creíble para 27 países o más. La otra forma de proceder es el método de los círculos concéntricos. Si Polonia o Hungría no están interesadas en una nueva etapa de integración de la UE en este momento, ¿por qué no invitar a los países miembros que comparten las convicciones franco-alemanas a sumarse a una iniciativa, como hicimos con el sistema Schengen o con el euro? Los tratados europeos lo permiten. ¿Por qué no crear una Unión de Política Exterior con un pequeño círculo que le demuestre al resto de la Unión Europea que es una buena idea y que el papel de los pequeños países de Europa será mucho más importante si hablan con una sola voz en un mundo de turbulencias, rivalidad y competencia entre grandes potencias? Tenemos que encontrar la mejor manera de superar los obstáculos que le impiden a la UE ser un actor más creíble, competente y respetado, ya sea con reglas mayoritarias o círculos concéntricos.

También tengo una pregunta más relacionada con su pasado, de cuando fue director político del Auswartiges Amt en los años 90 y estuvo a cargo de las negociaciones de paz en Bosnia y durante la crisis de Kosovo. Fue un momento muy importante para tomar conciencia de la importancia de la política exterior de la UE. Creo que ahora estamos viviendo un nuevo momento fundamental de conciencia. ¿Cuáles son las diferencias y similitudes entre la toma de conciencia que usted presenció en los años 90 y la que estamos presenciando hoy, también en términos de percepciones individuales?

Cuando pienso en la situación de los años 90, casi todo es diferente. En primer lugar, la Rusia de los años 90 era un país dispuesto a colaborar con Occidente. Hoy en día hay quien dice que esto sólo fue así porque Rusia era financiera y políticamente débil. Pero, de hecho, trabajamos juntos en muchas cuestiones, incluso para poner fin a la guerra en Bosnia, y después, la de Kosovo. Hubo diferencias y conflictos, pero conseguimos trabajar juntos. Aparte de eso, lo que ha cambiado radicalmente es tanto la constitucionalidad de la UE como la situación mundial. El sistema internacional que parecía funcionar bastante bien en la década de 1990, incluido el Consejo de Seguridad de la ONU, hoy en día no está funcionando en absoluto. Sólo podemos esperar una resolución significativa del Consejo de Seguridad que ponga fin a la guerra en Ucrania si Rusia está de acuerdo con el texto. Y estoy seguro de que Rusia sólo aceptará un texto que describa una victoria rusa. Así que, en este momento, en 2022, hay una incapacidad total del Consejo de Seguridad de la ONU en algunos ámbitos, incluida la seguridad europea, y eso es extremadamente preocupante. Creo que el Consejo de Seguridad es la única institución de este tipo que tenemos y no debemos condenar su incapacidad, sino tratar de repararla siempre que sea posible. Sin embargo, esto requeriría un enfoque completamente diferente por parte de la Federación Rusa.

¿Por qué no crear una Unión de Política Exterior con un pequeño círculo que le demuestre al resto de la Unión Europea que es una buena idea y que el papel de los pequeños países de Europa será mucho más importante si hablan con una sola voz en un mundo de turbulencias, rivalidad y competencia entre grandes potencias?

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La otra diferencia, que es casi alucinante, es que en los años 90, cuando por fin pudimos poner fin a la guerra en los Balcanes, los líderes europeos anunciaron que había llegado la hora de Europa. Era tarea de Europa intervenir y detener el derramamiento de sangre en Bosnia. Fracasamos estrepitosamente en su momento y fue necesaria la participación activa y el liderazgo militar de Estados Unidos para lograr un milagro y acabar con la guerra. Hoy ya no tenemos la excusa de que la UE no tenía legitimidad en materia militar.

En aquel momento, Carl Bildt, que había sido primer ministro de Suecia, representaba a la Comunidad Europea en las negociaciones de paz. Cada vez que se planteaba una cuestión militar en esas discusiones, Rusia o Estados Unidos señalaban que Carl Bildt no tenía ninguna razón para estar en la sala, ya que no tenía ningún poder para discutir cuestiones militares. El representante europeo de ese entonces tenía una enorme limitante que ya desapareció. El señor Borrell o el presidente del Consejo, Charles Michel, pueden hablar con cierta autoridad. Ahora tenemos un compromiso de defensa. En los tratados europeos, tenemos el artículo 42.7 que vincula a los miembros de una manera muy íntima. Lamento decir que la mayoría de los ciudadanos europeos parecen no haber oído hablar nunca del artículo 42. Cuando voy a Finlandia o Suecia, saben exactamente lo que dice, porque no son miembros de la OTAN y el único apoyo que pueden esperar en caso de amenaza o ataque es el de sus socios de la Unión Europea. Espero que nuestros ciudadanos sean conscientes de que tenemos un compromiso político y, si es necesario, militar con los demás miembros, que está definido en los tratados de la Unión Europea. Así que ahora hay una base muy diferente para la acción colectiva europea. Ésa es la principal diferencia entre los años 90 y la situación actual. Creo que ya no hay excusa para que la Unión Europea no asuma y exija un papel acorde con nuestra fuerza económica y nuestro interés político en la defensa de los derechos humanos y de nuestros valores. No podemos dejar esto en manos de los estadounidenses, de los canadienses, ni siquiera de nuestros amigos británicos que recientemente abandonaron la UE.

Ha mencionado el Consejo de Seguridad de la ONU y su incapacidad para detener la guerra en Ucrania. Lo que me llama mucho la atención de la situación actual es que, aunque en 2014-2015 hubo fuertes tensiones entre Occidente y Rusia por Siria, Crimea, e incluso por las sanciones, se firmaron el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) y la COP21 de París, que son acuerdos multilaterales fuertes y ambiciosos para la seguridad o la lucha contra el cambio climático. Como alguien que ha contribuido con una nueva forma de multilateralismo, ¿cree que éste es el fin de la cooperación internacional entre las grandes potencias y, si no es así, cómo podríamos sanar la cooperación internacional, al menos con China y los demás grandes países en desarrollo?

Espero que la situación actual no sea una señal del fin del multilateralismo efectivo. Creo que el mundo necesita más que nunca un multilateralismo eficaz. Una de las razones más importantes es el desafío climático. Usted ha mencionado el PAIC, cuyas negociaciones para su regreso no han finalizado. Creo que es del interés de todo el mundo no seguir dañando el régimen internacional de no proliferación. A todas las potencias regionales les interesa, aunque tengan dudas al respecto, revitalizar el proceso del PAIC. En otras palabras, hay muchas razones por las que no debemos relajar nuestros esfuerzos para reforzar las instituciones internacionales.

La ONU es mucho más que el Consejo de Seguridad. La familia de la ONU hace muchas cosas en todo el mundo. Piense en la alimentación, la salud, la gestión de crisis, etc. Como miembros de la Unión, estamos llamados a mantener nuestras políticas para fortalecer un orden internacional liberal basado en el Estado de derecho. Por lo tanto, aunque el sistema de la ONU esté actualmente amenazado y sea incapaz en ciertos aspectos, no debería permanecer así para siempre. Si no utilizamos todas nuestras capacidades para atraer a otros a la mesa de negociación, estaríamos cometiendo un error. Cuando escribí mi libro hace unos años, elegí el título de World in danger porque, ya en ese entonces, estaba claro que el sistema internacional, el mismo que Francia, Estados Unidos y otros habían creado al final de la Segunda Guerra Mundial y al que entonces se invitó a unirse a Alemania y Japón, estaba debilitado. Hoy, sin duda, Alemania es uno de los mayores contribuyentes en el sistema de la ONU en varios aspectos, incluido el financiero. Estamos muy contentos de apoyar el multilateralismo a través de nuestro apoyo financiero a la ONU. Sin embargo, está claro que el multilateralismo está atravesando la crisis más difícil que he visto desde la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Debemos hacer todo lo posible para que China, Rusia y otros países no intenten abandonar este sistema existente y crear sus propias instituciones y sistemas rivales. Eso dividiría al mundo y no creo que tener una situación mundial aún más polarizada que la actual sirva a la idea de la paz y la prosperidad globales. Nuestra misión debe ser revivir, revigorizar las instituciones multilaterales existentes, incluida la OSCE, que ha sido totalmente marginada a causa de la agresión rusa en Ucrania, lo que, por supuesto, es lamentable.

Espero que el interregno no nos lleve a una situación en la que haya que recrear todo esto, o abandonarlo y sustituirlo.

WOLFGANG ISCHINGER

El primer capítulo de su libro se titula «El mundo desarticulado». Me recordó que en el Gran Continente publicamos recientemente Politiques de l’interrègne. Intentamos proponer este concepto para pensar las grandes crisis: la rivalidad entre Estados Unidos y China, la crisis ecológica que tiene consecuencias en términos de energía en Europa en este momento y, por último, la transformación de la política con la aparición de nuevas formas de partidos, algo muy claro en Francia en este momento. ¿Está de acuerdo con el concepto de “interregno”?, ¿le recuerda a sus propias reflexiones en World in danger?

La idea me recuerda a lo que decía el filósofo italiano Gramsci: «lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer, estamos en un periodo de transición». Esto es lo que se expresa con la palabra interregno, que entiendo perfectamente. Espero que el interregno no suponga la desaparición de los logros alcanzados desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pensemos, por ejemplo, en los tribunales internacionales. La Corte Penal Internacional es un gran paso adelante en términos de justicia global y de prevención del genocidio, etc. No funciona tan bien como debería, pero es algo que los dirigentes no podrían haber imaginado hace cien años. Así pues, hemos avanzado considerablemente en los setenta años transcurridos desde la Segunda Guerra Mundial. Espero que el interregno no nos lleve a una situación en la que haya que recrear todo esto, o abandonarlo y sustituirlo. Espero que podamos conservar los elementos de la globalización, del multilateralismo, que han ayudado a sacar a cientos de millones de personas de la pobreza extrema. Han ayudado a erradicar muchas de las enfermedades que han asolado a los países africanos durante muchas generaciones. No ignoremos los progresos que se han hecho en términos de prosperidad, en términos de salud, etc.

Por desgracia, Occidente está actualmente a la defensiva, me temo que el autoritarismo va en aumento. Fíjense en el orgullo y la confianza con que se presenta Vladimir Putin. Veo el mismo tipo de lenguaje corporal cuando observo cómo se presentan los líderes chinos. No tienen ningún problema en alabar su sistema autoritario que no permite la libertad de expresión ni la libertad de prensa, que omite la cuestión central de la dignidad de los seres humanos, de los individuos. El autoritarismo y el antiliberalismo están ganando fuerza. Los sistemas democráticos basados en los valores occidentales están en declive y a la defensiva. El centro de investigación estadounidense Freedom House ha publicado un informe anual en el que enumera de forma muy precisa los países que avanzan hacia un sistema más democrático y más respetuoso del Estado de derecho, y los que van en dirección contraria. Los países autoritarios se han vuelto más numerosos y los democráticos han disminuido en número durante la última década o más. Estamos a la defensiva y por eso creo que tenemos una misión y una responsabilidad especial como miembros de la Unión Europea. Somos uno de los mayores bloques económicos del mundo, somos más ricos que muchas otras regiones del mundo. Por eso tenemos la responsabilidad de demostrar que nuestros valores y nuestro sistema aportan prosperidad, felicidad y bienestar a los individuos, las familias y las naciones, y que nuestro sistema funciona. Debemos defender la democracia. No de una manera misionera. No es nuestro papel ser misioneros del mundo entero. Debemos tener la suficiente confianza para demostrarles a los demás Estados que nuestro sistema funciona y que, a la larga, es superior a los regímenes autoritarios o dictatoriales, porque no ignora la necesidad de que cada ser humano siga sus aspiraciones. La libertad forma parte de la naturaleza humana y creo que nosotros y nuestro sistema representamos la libertad mejor que el sistema de la competencia. Soy optimista. Hay que ser optimista si se quiere ser un buen diplomático en ejercicio de sus funciones. He aprendido a ser optimista incluso en momentos que solían ser bastante desfavorables.