Ya es Navidad. Si está leyendo esto y quiere hacer un regalo a sus seres queridos —o a sí mismo— al tiempo que apoya el trabajo de una redacción independiente, tómese un momento para pensar en suscribirse al Grand Continent
English version available at this link
La caída de Al Asad tiene enormes repercusiones más allá de Medio Oriente —la rapidez con la que el régimen se derrumbó en sólo diez días envía un mensaje a los líderes autoritarios—. Como líder de la resistencia contra Alexander Lukashenko desde 2020, ¿qué efectos podría tener este colapso?
Los dictadores se sienten invencibles —hasta que caen—. Sobreviven a base de miedo, y cuando ese miedo desaparece del pueblo, del aparato y del ejército, pagan el precio. En esos momentos críticos, nadie vendrá en su rescate. Ni siquiera sus supuestos aliados, porque saben que el dictador ya no está en el poder. No es una cuestión de relaciones sinceras: si ya no eres útil, te abandonan.
Para Lukashenko, que es un dictador ilegítimo, hay un mensaje que viene de Siria: por mucho que te acerques a Rusia –incluso si eso significa ceder la soberanía de Bielorrusia a Moscú– Putin no vendrá a salvarte. En 2020, Moscú acudió en ayuda de Lukashenko después de que el pueblo se levantara contra él por haber robado las elecciones. Pero entonces las circunstancias eran diferentes. Hoy, Rusia también está sometida a una enorme presión.
El caso de Siria demuestra al pueblo bielorruso que nunca debe rendirse, que nunca debe perder la esperanza de que un día caiga el dictador. Seamos claros: quiero una transición pacífica para Bielorrusia, el pueblo quiere libertad, quiere cambio, quiere democracia. Tarde o temprano, lo conseguirán. Pero también me gustaría subrayar que Rusia no es tan poderosa como a algunos les gusta pensar. Lo que ha ocurrido en Siria es importante porque se lo muestra al mundo entero. Ninguna cantidad de propaganda puede ocultarlo.
¿Le sorprendió que Al Asad se refugiara en Moscú? ¿Es Rusia el último recurso del dictador?
Los dictadores tienen pocos amigos, sobre todo cuando pierden el poder. Putin no pudo salvar a Al Asad esta vez. El hecho de que Rusia le haya ofrecido asilo no me sorprende. No es la primera vez, y probablemente no será la última si nos guiamos por la historia. Pero creo que es importante subrayar que la presencia de Asad en Rusia también simboliza una derrota para la Rusia de Putin, a la que le habría gustado que Asad estuviera en el poder en Siria en lugar de exiliado en Moscú.
¿Su presencia en Rusia tiene repercusiones en Bielorrusia?
Putin había enviado a Prigozhin a Bielorrusia antes de ser asesinado, y se trajo a sus hombres con él. Es peligroso que Bielorrusia se convierta en un refugio para dictadores.
Bajo la dirección de Giuliano da Empoli.
Con contribuciones de Josep Borrell, Lea Ypi, Niall Ferguson, Timothy Garton Ash, Anu Bradford, Jean-Yves Dormagen, Aude Darnal, Branko Milanović, Julia Cagé, Vladislav Surkov o Isabella Weber.
Rusia parece estar retirándose de posiciones antes estratégicas, como Siria, mientras la guerra en Ucrania agota sus recursos humanos, militares y financieros. ¿Cómo puede afectar esto al equilibrio de poder entre Minsk y Moscú?
Recuerdo hace diez años cuando Al Asad bromeaba diciendo que nunca huiría como Viktor Yanukóvich huyó de Ucrania. La señal enviada a Lukashenko es que, en un momento crítico, nadie te salvará. Es un mensaje poderoso. Aunque creas que tienes una red de partidarios, sólo te apoyarán mientras seas útil a sus intereses. Cuando observo lo que ha ocurrido en Siria, no hay un detonante, un momento concreto, que derribe al dictador. Es el resultado de una combinación de circunstancias. Nuestra tarea es prepararnos y esperar ese momento.
Ocurrirá. Nuestra responsabilidad es estar preparados cuando se den las circunstancias.
Usted ha dicho a menudo que está convencida de que el régimen de Lukashenko llegará a su fin. ¿Le ha dado esto esperanzas de que, más allá de la política, como ciudadana bielorrusa, el final está cerca?
No puedo permitirme perder esa convicción.
Veo que el pueblo bielorruso no se rinde, así que yo tampoco puedo rendirme. Lukashenko sabe que ha perdido el apoyo del pueblo. Vive con miedo. Bielorrusia ganará esta batalla y el régimen de Lukashenko también llegará a su fin. Los presos políticos de Bielorrusia me inspiran. He visto las imágenes en Siria: gente torturada en túneles de varios pisos. Ese es el problema de las dictaduras. Hay un nivel de brutalidad en la superficie, pero lo peor siempre está oculto tres niveles más abajo. Espero ver el día en que podamos liberar a nuestros presos políticos y revelar el alcance del dolor causado por este dictador. El mundo necesita verlo. Espero que la situación en Siria también dé nuevas energías a nuestros aliados y a los países democráticos para que nos apoyen y permanezcan con nosotros, aunque lleve tiempo y no sea fácil. Los dictadores no son eternos; pueden producirse cambios.
Donald Trump inicia su segundo mandato en enero. Ha dejado claro que Estados Unidos no se involucrará en conflictos internacionales y quiere que la guerra en Ucrania termine lo antes posible. Al mismo tiempo, el regreso de un Estados Unidos más impredecible y asertivo no parece favorecer necesariamente de forma explícita los intereses de Putin, al menos por el momento. ¿Cuáles son las consecuencias para Bielorrusia?
Como todo el mundo, escuché atentamente lo que dijo el candidato Trump durante la campaña. Todos oímos que quería poner fin a la guerra en 24 horas. Ahora que ha sido elegido, esto significa que está decidido a acabar con la guerra rápidamente.
Entiendo que algunas personas hayan interpretado esta declaración como negativa para Ucrania, existe la idea de que podría detener el flujo de dinero y armas, pero no creo que eso vaya a suceder. No creo que su mandato sea necesariamente negativo para el país. Lo que puedo decir por mi experiencia es que, en el caso de Bielorrusia, tuvimos cuatro años de fuerte apoyo bipartidista del gobierno estadounidense. En 2020, cuando Donald Trump estaba en la Casa Blanca, fue el primer líder en aprobar sanciones contra Lukashenko después de que amañara las elecciones. Apoyó las protestas y al pueblo de Bielorrusia. Donald Trump tiene una visión geopolítica. Nuestro trabajo ahora es establecer una relación de trabajo, reiterar la importancia de Bielorrusia para Estados Unidos y establecer un vínculo con la nueva administración de Trump —algo que ya empezamos a hacer—.
Una mala paz para Ucrania tendrá graves repercusiones en toda la región. ¿Hasta qué punto le preocupa un mal acuerdo para Ucrania que pudiera desestabilizar aún más no sólo Kiev, sino también cualquier perspectiva de una transición democrática y pacífica del poder en Bielorrusia?
Los destinos de Bielorrusia y Ucrania están ligados.
Rusia no ve a Ucrania ni a Bielorrusia como Estados independientes. Quieren hacernos retroceder a la órbita soviética. En Ucrania, Rusia descubrió que la gente estaba dispuesta y preparada para luchar muy duro. Ucrania también será una oportunidad para los bielorrusos. Por eso tenemos que convencer a la nueva administración de Trump de que Bielorrusia es estratégicamente importante para la región. Sin una Bielorrusia libre, no habrá paz ni seguridad en Ucrania. Lukashenko es un riesgo y una amenaza para la región y sus vecinos —incluida Polonia— y creo que la cuestión bielorrusa debe incluirse en las conversaciones sobre Ucrania.
¿Puede explicarlo con más detalle?
Exigimos la retirada total de las tropas rusas, no sólo de Ucrania, sino también de Bielorrusia. También exigimos la retirada de las armas nucleares de nuestro territorio. Bielorrusia fue utilizada como plataforma de lanzamiento para atacar Ucrania. Pero nunca se ha consultado al pueblo bielorruso, y puedo garantizarles que los bielorrusos no quieren verse implicados en una guerra que está matando ucranianos. Estas dos condiciones son necesarias para liberar a Bielorrusia de la influencia rusa. Pero necesitamos un fuerte apoyo de nuestros socios democráticos. Por eso insisto en que la cuestión de Bielorrusia no puede quedar sin resolver.
Rusia ha sugerido que misiles Oreshnik podrían desplegarse en Bielorrusia a partir de 2025. ¿Teme usted una grave escalada desde Bielorrusia y posiblemente un mayor nivel de combates de Bielorrusia en Ucrania, lo que también podría amenazar la arquitectura de seguridad europea en general?
Un escenario posible es la escalada.
Como ya he dicho, Rusia está utilizando Bielorrusia como teatro de operaciones. Esto supone una gran amenaza para nosotros. Nos preocupa que el país se convierta en un premio de consolación para Rusia en las conversaciones de paz. No podemos permitir que eso ocurra. La comunidad internacional debe garantizar que Bielorrusia siga siendo un Estado soberano y no una moneda de cambio en las negociaciones. Nuestro país no es un premio de consolación. No podemos permitir que la ocupación y el arsenal nuclear ruso se conviertan en permanentes. Es una amenaza para la seguridad de nuestro pueblo, pero también para el resto de Europa.
La nueva Comisión von der Leyen está por fin en marcha. ¿Qué espera de la nueva dirección, incluida Kaja Kallas como principal diplomática, en su campaña por una Bielorrusia libre?
Nuestra situación es ligeramente diferente porque no somos un país candidato a la Unión, pero eso no significa que nuestra cooperación sea menos importante. La relación que hemos desarrollado no tiene precedentes para un país no miembro. La Unión Europea nos ha apoyado durante estos difíciles cuatro años y creo que se ha comprometido a poner a Bielorrusia en la senda democrática. Mi objetivo es reforzar la relación que hemos construido y convencer a nuestros socios de que acercar a Bielorrusia a la Unión redunda en interés mutuo. Esta también se beneficiará de tener un país fiable, pacífico y socio en su vecindad.
También es importante para el pueblo bielorruso. Uno de los argumentos que Lukashenko esgrime es que los europeos no nos acogen, pero Rusia sí. Su estrategia es hacer que la gente se sienta aislada, apartada del resto de Europa, para que Rusia se convierta en nuestro mejor y único amigo. Me preocupa el efecto que puede tener esta narrativa, especialmente en las generaciones más jóvenes. Realmente necesitan una perspectiva europea para el futuro. Podríamos perder a toda una generación que sólo conocerá Bielorrusia y Rusia.
En lo que respecta a Kaja Kallas en particular, algunos de sus socios de Europa del Este han depositado mucha confianza en ella como diplomática de alto nivel. Pertenece a una nueva generación y procede del Báltico, lo que quizás le aporte una visión y sensibilidad en lo que se refiere a seguridad y democracia. ¿Está de acuerdo?
La gente que creció en lo que suele llamarse el orden «postsoviético» sabe lo que es vivir bajo una dictadura. Lo entienden. Han experimentado la tiranía, y valoran la democracia porque no la dan por sentada. Eso puede hacernos más decididos. Kaja Kallas también aporta un toque muy personal. Se preocupa mucho por estos temas. Creo que para ella va más allá de las ambiciones personales, se trata realmente de hacer lo correcto. Si nos fijamos en Ucrania y en nuestra situación en Bielorrusia, para ella no se trata sólo de política.
Los resultados de las recientes elecciones en Rumanía han sido anulados y las autoridades temen una campaña dirigida por Rusia para desestabilizar la votación e interferir en el resultado. ¿Son las democracias europeas demasiado ingenuas y débiles ante la agresión rusa?
Lo primero que hay que entender es que Rusia no juega según las reglas democráticas: no respeta estas reglas, que considera débiles e inconvenientes. Moscú tiene tiempo y está dispuesta a sacrificar personas. Controla los recursos del Estado, los tribunales, la policía, los medios de comunicación. No es una lucha justa, pero el poder de una dictadura tampoco es ilimitado.
Las democracias son más fuertes porque hay un propósito común. Un dictador puede caer rápidamente —un sistema democrático es más difícil de destruir—. Pero las democracias necesitan fortalecerse. Deben mostrar más dientes. No pueden permitir que su opinión pública sea envenenada en internet. Hay una guerra en el campo de batalla, así como una guerra por las mentes de las personas. En mi opinión, las democracias todavía tienen que hacer ese cambio, interiorizar que el mundo ya no es lo que era y que este nuevo mundo requiere mucha más autodisciplina.
Bielorrusia debe celebrar nuevas elecciones en enero de 2025, que la comunidad internacional ha condenado como una farsa porque no son ni libres ni democráticas. ¿Qué papel desempeñará usted?
El pueblo bielorruso comprende que no se trata de unas elecciones reales. Saben que se les obligará a acudir a los colegios electorales. Lukashenko hará hincapié en la participación, pero nadie contará los votos, nadie irá con las cifras reales, todo es falso. Temo que se obligue físicamente a la gente a ir a votar, por eso aconsejamos a todo el mundo que presente la papeleta «contra todos».
Pedimos a nuestros aliados que declaren ilegítimo el voto por adelantado y que señalen que el mundo civilizado no volverá a las andadas con Lukashenko tras esta farsa electoral. Es muy importante que todos, absolutamente todos, digan esto. Mantenemos un diálogo estratégico con Estados Unidos, que con Trump no reconoció las elecciones de 2020, y con las instituciones europeas. Necesitamos el apoyo de la comunidad internacional para que Lukashenko entienda que no hay camino hacia unas relaciones normales para él y que el proceso democrático continúe junto a la sociedad civil. Nuestros socios han permanecido con nosotros durante cinco años, les pedimos que vuelvan a hacer lo mismo; permanezcan con nosotros el tiempo que haga falta.
Tuvo que huir de Bielorrusia, la declararon traidora, su marido sigue en la cárcel y su futuro es incierto. ¿Seguirá luchando?
Me tomo la vida día a día. No pienso en términos de cinco o diez años. No cuento mi tiempo en términos de días, meses, años, lo cuento en términos de hacer el trabajo. Ese es mi deber. Nuestra gente está en la cárcel. Están sufriendo. Tenemos que seguir trabajando. Tenemos que pensar con originalidad y presionar más. Podemos hacer mucho más. Tenemos que estar preparados porque las piezas pueden encajar, de repente hay una apertura y el dictador cae.
Nuestro trabajo es estar preparados y asegurarnos de que nuestros aliados también lo estén.