Subscriba nuestra Newsletter para recibir nuestras noticias actualizadas
Esta pieza de doctrina también está disponible en inglés en el sitio web del Groupe d’études géopolitiques.
La guerra contra Ucrania demuestra que Europa está aún más en peligro de lo que pensábamos hace sólo unos meses. La brutal invasión rusa de Ucrania no sólo es un ataque no provocado a un país soberano que defiende sus derechos y su democracia, sino que es el mayor desafío al orden de seguridad europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Están en juego los propios principios en los que se basan las relaciones internacionales, incluidos los de la Carta de las Naciones Unidas y el Acta Final de Helsinki.
Si las crisis tienden a cristalizar las evoluciones, ésta ha mostrado aún más claramente que vivimos en un mundo configurado por una brutal política de poder, donde todo está militarizado y donde nos enfrentamos a una feroz batalla de narrativas. Todas estas tendencias ya eran evidentes antes de la guerra en Ucrania; hoy se están acelerando.
Eso significa que nuestra respuesta también debe acelerarse, y así lo hemos hecho. Hemos tomado medidas rápidas en todo el espectro político y hemos roto varios tabúes en el camino: sanciones sin precedentes y apoyo masivo a Ucrania, incluyendo, por primera vez, la financiación de la entrega de equipos militares a un país atacado. También hemos puesto en marcha una amplia coalición internacional para apoyar a Ucrania, aislar a Rusia y restablecer el derecho internacional. Desde cualquier punto de vista, la respuesta de la UE ha sido impresionante, aunque, como la guerra continúa, todavía no es suficiente.
No sabemos cómo ni cuándo terminará esta guerra. Como lo señala le Grand Continent en su primer número impreso, seguimos navegando en el interregno 1. Pero ya podemos decir que la guerra ucraniana de 2022 ha visto el nacimiento tardío de una Unión geopolítica. Los europeos llevan años debatiendo sobre cómo hacer que la Unión sea más consciente de su propia seguridad, con una unidad de objetivos y capacidades para perseguir sus metas políticas en la escena mundial. En las últimas semanas hemos avanzado más por este camino que en la década anterior. Nos alegramos de ello, pero debemos garantizar que el despertar geopolítico de la Unión se convierta en una permanencia estratégica. Queda mucho por hacer, en Ucrania y en otros lugares.
Hacer de Europa un hard power
Estoy convencido de que la Unión debe ser más que un soft power: también necesitamos un hard power. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que el concepto de hard power no puede reducirse a los medios militares: se trata de utilizar toda la gama de nuestros instrumentos para lograr nuestros objetivos. Se trata de pensar y actuar como una potencia. Poco a poco se van dando las condiciones para que esto ocurra.
En primer lugar, los europeos son cada vez más conscientes de que se enfrentan juntos a las amenazas. También están tomando conciencia de cómo están vinculados sus destinos. Hoy en día, nadie en Europa puede creer o pensar que lo que ocurre en Ucrania no le concierne, por muy lejos que estemos del drama. Por lo tanto, nuestro apoyo a Ucrania no es sólo un acto de solidaridad, sino también una forma de defender nuestros intereses comunes y de defendernos de un agresor despiadado y fuertemente armado.
En segundo lugar, los pueblos de Europa han alcanzado un nivel de prosperidad y bienestar social sin precedentes, que se ha visto reforzado por la pertenencia a la Unión. Esto hace de Europa una zona fundamentalmente pacífica, construida en torno a la idea de que la interdependencia genera prosperidad y paz. Sin embargo, una de las lecciones de la guerra de Ucrania es que la interdependencia económica por sí sola no puede garantizar nuestra seguridad. Al contrario, puede ser utilizada en nuestra contra. Por lo tanto, debemos estar preparados para actuar contra quienes quieran utilizar los beneficios de la interdependencia para perjudicarnos o hacer la guerra.
Eso es lo que ocurre hoy. Al adoptar sanciones sin precedentes contra la invasión rusa de Ucrania, estamos haciendo que el coste de la agresión sea cada vez más prohibitivo. Al mismo tiempo, tenemos que seguir reforzando nuestra capacidad de resistencia y reducir nuestras vulnerabilidades estratégicas, ya sea en infraestructuras críticas, materias primas, productos sanitarios u otros ámbitos.
En toda la Unión hay una clara voluntad de aprender las lecciones correctas de esta crisis. Significa que por fin nos estamos tomando en serio las amenazas a nuestros intereses estratégicos de las que éramos conscientes pero sin siempre ir más que allá en nuestros actos. Pensemos por ejemplo en el sector energético. Hace años que sabemos que la energía desempeña un papel desproporcionado en las relaciones entre la Unión y Rusia y que ésta la utiliza como arma política. Ahora estamos plenamente movilizados para reducir nuestra excesiva dependencia de las importaciones energéticas rusas (petróleo, gas y carbón).
Del mismo modo, la guerra en Ucrania hace más urgente dar un salto cualitativo en la seguridad y la defensa de la Unión. Se trata de subrayar que las inversiones adicionales que los Estados miembros de la Unión están realizando ahora -y que son bienvenidas- deberían implicar una mayor coordinación dentro de la Unión y la OTAN. No se trata sólo de decir que cada uno de nosotros debe gastar más. Todos debemos, colectivamente, gastar más.
Un nuevo mundo de amenazas
La guerra en Ucrania es la crisis de seguridad más grave en Europa desde hace décadas, pero las amenazas para la seguridad europea provienen de una gama mucho más amplia de fuentes, tanto dentro como fuera de Europa. Nuestros intereses de seguridad están en juego en los Balcanes Occidentales, en el Sahel, en el amplio Oriente Medio, en la región del Indo-Pacífico, etc.
Mientras la guerra en Ucrania se prolonga y se cobra un terrible tributo, no debemos olvidar que el mundo está lleno de situaciones de este tipo en las que nos enfrentamos a tácticas y dinámicas híbridas de competencia, intimidación y coerción. De hecho, en Ucrania como en otros lugares, las herramientas del poder no son sólo soldados, tanques y aviones, sino también sanciones financieras o prohibiciones de importación y exportación, así como flujos de energía, y operaciones de desinformación e injerencia extranjera.
Además, en los últimos años hemos asistido a la instrumentalización de los flujos migratorios, la privatización de los ejércitos y la politización del control de las tecnologías sensibles. Si a esto añadimos la dinámica de los Estados fallidos, el declive de las libertades democráticas, así como los ataques al « bienes públicos globales » que son el ciberespacio, la alta mar y el espacio exterior, la conclusión es clara: la defensa de Europa necesita un concepto de seguridad integral.
Afortunadamente, ahora existe una mayor concienciación y acuerdo en Europa sobre la naturaleza de las amenazas a las que nos enfrentamos, así como un proceso de convergencia estratégica sobre qué hacer con ellas.
La brújula estratégica: un salto adelante para la seguridad y la defensa europeas
Si queremos evitar ser espectadores en un mundo formado por y para otros, debemos actuar – juntos -. Es la filosofía de la Brújula Estratégica que presenté el pasado mes de noviembre y que fue ultimada por los Ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Unión el 21 de marzo 2. La brújula es muy detallada y consta de 47 páginas, agrupadas en cuatro ejes de trabajo (Actuar, Asegurar, Invertir y Asociar). Destacaré algunas de las ideas principales:
Para reforzar nuestra capacidad de acción, trabajaremos para consolidar nuestras misiones y operaciones de gestión de crisis y desarrollaremos una capacidad de la Unión que nos permita desplegar rápidamente hasta 5.000 efectivos en diferentes tipos de crisis. Mejoraremos la preparación de nuestras fuerzas mediante ejercicios regulares en vivo -algo que nunca se ha hecho a nivel de la Unión-, reforzaremos nuestros acuerdos de mando y control y promoveremos una toma de decisiones más rápida y flexible. Desarrollaremos nuestra capacidad para luchar contra las amenazas cibernéticas, la desinformación y la injerencia extranjera. Y profundizaremos la inversión en los habilitadores estratégicos necesarios y en las capacidades de nueva generación. Esto convertirá a la Unión en un mejor proveedor de seguridad para sus ciudadanos, pero también en un socio global más fuerte, que trabajará por la paz y la seguridad internacionales.
Mucho más que los documentos habituales que elaboramos en Bruselas, la Brújula Estratégica establece acciones concretas con plazos claros para medir los avances. Se trata de un documento que pertenece a los Estados miembros y que ahora es adoptado por el Consejo. A lo largo del proceso, los Estados miembros han sido los protagonistas. Al firmarlo, se comprometen a aplicarlo. Y habrá un sólido proceso de seguimiento para garantizar su aplicación. Se trata de grandes diferencias con respecto a la Estrategia de Seguridad de la Unión Europea de 2003 y la Estrategia Global de 2016.
Una Unión más fuerte significa también una asociación transatlántica más fuerte
En este punto del razonamiento, la gente suele decir: « todo esto está muy bien, pero ¿qué pasa con la OTAN? ». La OTAN sigue siendo el centro de la defensa territorial de Europa. Nadie lo pone en duda. Sin embargo, esto no debe impedir que los países europeos desarrollen sus capacidades y lleven a cabo operaciones en nuestra vecindad y más allá. Deberíamos ser capaces de actuar como Unión Europea en escenarios como el del año pasado en Afganistán -asegurando un aeropuerto para una evacuación de emergencia- o de intervenir rápidamente en una crisis en la que la violencia amenaza la vida de los civiles.
Estoy convencido de que una mayor responsabilidad estratégica europea es la mejor manera de reforzar la solidaridad transatlántica. No se trata de la Unión o de la OTAN: se trata tanto de la Unión como de la OTAN. Agrego que las dudas sobre el avance de esta agenda « a causa de la OTAN » provienen del interior de la Unión, no de Estados Unidos. La declaración conjunta que el Secretario Blinken y yo publicamos el pasado diciembre era muy clara. Afirmaba que Estados Unidos quería: « una defensa europea más fuerte y capaz que contribuya a la seguridad global y transatlántica ». Lo que Estados Unidos dice básicamente es: « No hablen, actúen. Pónganse a trabajar y ayúdennos a compartir la carga de la seguridad ».
Si no es ahora, ¿cuándo?
Los que, como yo, quieren un cambio radical en la seguridad y la defensa deben explicar por qué creen que « esta vez será diferente ». Hay que reconocer que en la historia de la defensa europea ha habido muchos planes e iniciativas, llenos de siglas, que van desde el Plan Pleven hasta la Comunidad Europea de Defensa; pasando por el inicio de la Política Exterior y de Seguridad Común tras Maastricht; por las guerras de la antigua Yugoslavia y la « hora europea » de San Malo; por el inicio de la PESD, luego la PCSD, el Objetivo Principal de Helsinki, la PESCO, el Fondo Europeo de Defensa y el Fondo Europeo de Paz, etc.
Sin embargo, la seguridad y la defensa es probablemente el ámbito de la integración europea con mayor diferencia entre las expectativas y los resultados. Entre lo que podríamos ser y lo que exigen los ciudadanos, y lo que realmente hacemos.
Así que es hora de volver a intentarlo. Y la razón por la que creo que la Brújula Estratégica podría tener más impacto que los planes anteriores es la velocidad a la que cambian y empeoran las tendencias mundiales y el contexto geopolítico. Esto hace que la necesidad de actuar sea urgente, imperiosa. Esto es particularmente cierto en el caso de la guerra en Ucrania y las implicaciones más amplias de una Rusia revisionista para la seguridad europea.
Pero va más allá: todas las amenazas a las que nos enfrentamos se intensifican. La capacidad de los Estados miembros para hacerles frente es inadecuada y está disminuyendo. La brecha se está acentuando y esto no puede continuar.
Mi trabajo ha sido esbozar una salida. Pero sé muy bien que los resultados no dependen de los documentos estratégicos, sino de las acciones. Las acciones pertenecen a los Estados miembros: ellos tienen las prerrogativas y los activos.
La buena noticia es que cada día vemos que más Estados miembros están dispuestos a invertir más en seguridad y defensa. Debemos asegurarnos de que esta bienvenida inversión adicional se realice con un espíritu de colaboración y no de forma fragmentada y nacional. Debemos aprovechar este nuevo impulso para asegurarnos de que por fin tenemos la mentalidad, los medios y los mecanismos para defender a nuestra Unión, a nuestros ciudadanos y a nuestros socios.
Desde el punto de vista político, considero que la elección a la que nos enfrentamos es similar a la de lanzar el euro o el plan de recuperación. Esos fueron los momentos en los que los costes de la « no Europa » fueron tan altos que la gente estuvo dispuesta a replantearse sus líneas rojas e invertir en soluciones verdaderamente europeas. Dimos el salto, por así decirlo, juntos, y en ambos casos los resultados son claros y positivos. Demos un salto similar en la seguridad y la defensa europeas, como esperan nuestros ciudadanos. Si no es ahora, ¿cuándo?
Repensar el lenguaje del poder
Para bien o para mal, sospecho que mi mandato como Alta Representante de la Unión Europea se asociará a una frase que utilicé en mi comparecencia de octubre de 2019 en el Parlamento Europeo, a saber, que los europeos deberían « aprender a hablar el lenguaje del poder ».
Argumentaba que el impulso original de la integración europea provenía de un rechazo al poder por parte de los Estados que participaron en el proyecto en sus inicios. El proyecto europeo había logrado transformar los problemas políticos en tecnocráticos y sustituir los cálculos de poder por procedimientos legales. En la historia de las relaciones internacionales y de nuestro continente devastado por la guerra, esto fue una revolución copernicana. También tuvo un éxito espectacular, ya que cimentó la paz y la cooperación entre partes anteriormente enfrentadas, creando instituciones, mapas mentales y vocabulario únicos.
Pero este capítulo histórico ha llegado a su fin. La Unión ha estado lidiando con diferentes crisis, ha tenido que absorber diferentes choques: la crisis financiera, la crisis del euro, la crisis migratoria, el Brexit… Todo esto ha desencadenado debates intensamente políticos sobre la naturaleza de nuestra Unión y las fuentes de solidaridad y legitimidad. Estas cuestiones no pueden resolverse con las tácticas habituales de la Unión Europea de despolitización y soluciones técnicas y de mercado.
Desde hace varios años, vivimos una nueva fase de la historia europea que no tiene que ver tanto con los espacios -los favorecidos por Bruselas de las fronteras abiertas y la libre circulación- como con los lugares -de dónde viene la gente y a dónde pertenece, su identidad-. Parece que nos centramos menos en las tendencias -globalización, progreso tecnológico- que en los acontecimientos históricos y en cómo respondemos 3. La pandemia y el ataque de Rusia a Ucrania son dos de esos acontecimientos.
También hay un importante factor externo. El éxito de la integración europea y el método elegido de despolitización también han tenido un precio: la falta de voluntad y la incapacidad de aceptar que, fuera de nuestro jardín posmoderno, « la selva volvía a crecer », por utilizar la frase del neoconservador Robert Kagan 4. Hace treinta años, muchos debates y libros apostaban por que el mundo era plano, que la historia había terminado y que Europa y su modelo liderarían el siglo XXI. Hoy, los mismos autores muestran cómo esta interdependencia se ha convertido en un arma, y cómo Europa sería ingenua y estaría mal adaptada a la era del retorno del poder.
Durante todo este tiempo, he estado convencido por dos puntos esenciales:
En primer lugar, debemos ser realistas y reconocer que la fase actual de la historia y la política mundial exige que pensemos y actuemos en términos de poder, de ahí la expresión « el lenguaje del poder ». La guerra contra Ucrania es el último y más dramático ejemplo de ello.
En segundo lugar, la mejor manera de influir en los acontecimientos, de darles forma y de no sufrirlos, es a nivel de la Unión: requiere una mejor inversión en nuestra capacidad de acción colectiva.
Todo lo demás es sólo un adorno.
Por lo tanto, tenemos que equiparnos con la mentalidad y los medios para enfrentarnos a la era del poder, y tenemos que hacerlo a gran escala. No ocurrirá de la noche a la mañana, teniendo en cuenta quiénes somos y de dónde venimos. Sin embargo, creo que estamos poniendo algunos de los bloques de construcción en su lugar y la crisis ucraniana ha acelerado esta tendencia.
En 2021, hemos demostrado que estamos dispuestos a adoptar una postura firme para contrarrestar las muestras abiertas de política de poder en nuestras fronteras orientales. Además de nuestro apoyo a Ucrania, hemos hecho lo mismo con Bielorrusia, donde nos hemos mantenido firmes, incluso en la instrumentalización de los migrantes, y con Moldavia, donde hemos ampliado nuestro apoyo.
Además, hemos reforzado nuestro planteamiento respecto a China y expuesto cómo la Unión podía reforzar su compromiso en y con la región indopacífica. En cuanto a China, nos hemos vuelto menos ingenuos y hemos hecho los deberes para contrarrestar el reto de la apertura asimétrica, poniendo en marcha políticas de selección de inversiones, 5G, contratación pública y el instrumento de lucha contra la coacción, como lo ha también expuesto Sabine Weyand en estas columnas.
Con nuestra estrategia Indo-Pacífica, estamos además inmersos en un proceso de diversificación política, invirtiendo en nuestros vínculos con el Asia democrática. En el centro de este esfuerzo se encuentra nuestro trabajo sobre la estrategia de Global Gateway, cuyo objetivo es aclarar nuestra oferta y cómo se diferencia de la de otros actores. El objetivo de esta estrategia es crear vínculos, no dependencias. De hecho, muchos socios africanos y asiáticos acogen con satisfacción este enfoque europeo de la conectividad, con su énfasis en las normas acordadas en común, la sostenibilidad y la propiedad local. Pero este es un campo competitivo. Hay una batalla de normas en curso. Por eso tenemos que ser concretos y no limitar nuestra posición a declaraciones generales de principios e intenciones. La Comisión Europea ha destinado 150.000 millones de euros específicamente a África, así como varios programas emblemáticos, para que la cooperación sea lo más concreta y tangible posible.
Podríamos seguir, pero lo principal es subrayar que, poco a poco, la noción de una Unión con conciencia geopolítica ya estaba tomando forma antes de la guerra contra Ucrania. La tarea que tenemos por delante es inscribir este despertar geopolítico de Europa en el tiempo y hacerlo más consistente. Para ello, no sólo debemos aprender el lenguaje del poder, sino también hablarlo.
A mitad de mandato: ¿qué hacer diferente y mejor?
Esta Comisión Europea comenzó en diciembre de 2019. Más de dos años después y tras analizar la forma de hacer política exterior de la Unión, mi principal preocupación es que no estamos a la altura. Como dice mi amigo y primer Alto Representante de la Unión, Javier Solana, el tiempo en política, como en física, es relativo: si la velocidad a la que cambias es inferior a la velocidad de cambio de tu alrededor, retrocedes. Y eso es algo que no podemos permitirnos. Nuestra respuesta a la crisis de Ucrania demuestra lo que se puede hacer si la presión es extrema. Sin embargo, es demasiado pronto para concluir que esto se ha convertido en el modus operandi general de la política exterior de la Unión.
Por lo tanto, compartiré algunas ideas sobre lo que podrían ser los cuatro ingredientes clave para el éxito de la Unión y un mayor impacto en un mundo turbulento:
1-Pensar y actuar como una potencia
Los europeos, con razón, siguen favoreciendo el diálogo sobre la confrontación, la diplomacia sobre la fuerza, el multilateralismo sobre el unilateralismo. Pero para que el diálogo, la diplomacia y el multilateralismo tengan éxito, deben estar respaldados por el poder y recursos. Cada vez que lo hemos hecho -en Ucrania, en Bielorrusia o con nuestra diplomacia climática- hemos tenido un impacto. Cuando hemos optado por declarar posiciones de principio sin especificar los medios para aplicarlas, los resultados han sido menos impresionantes.
Me parece que las ideas sobre el lenguaje del poder o la militarización de la interdependencia son ahora ampliamente aceptadas. Sin embargo, la aplicación y los recursos y compromisos necesarios siguen siendo un reto.
2-Tomar la iniciativa y estar preparado para experimentar
En general, estamos demasiado a menudo en modo reactivo, reaccionando a los planes y decisiones de otros. También creo que hay que evitar cierta rutina burocrática (« ¿qué hicimos la última vez? ») y recuperar el sentido de la iniciativa.
Además, tenemos que estar preparados para experimentar más. A menudo es más seguro atenerse a lo que conocemos y a lo que siempre hemos hecho. Pero no siempre es la mejor manera de conseguir resultados.
3-Crear diversas coaliciones y tomar decisiones más rápidamente
Tenemos que pensar más en nuestros objetivos y en cómo podemos movilizar a los socios en torno a nuestras prioridades, punto por punto. Debemos reconocer que, junto a las coaliciones de socios afines, también tenemos países que trabajan con nosotros en algunas cuestiones y se oponen en otras. Y si el gobierno central de estos países no nos ayuda, tenemos que trabajar más con las fuerzas locales o los grupos de la sociedad civil.
En la Unión estamos muy ocupados con nosotros mismos y lleva mucho tiempo establecer posiciones comunes. Cuando los Estados miembros están divididos, la regla de la unanimidad en política exterior y de seguridad es una receta para la parálisis y los retrasos. Por eso apoyo el uso de la abstención constructiva y de otras opciones previstas en los tratados, como el uso de la votación por mayoría cualificada (VMC) en determinados ámbitos, para facilitar una toma de decisiones más rápida 5.
Existe el riesgo de que prioricemos la búsqueda de la unidad interna sobre la maximización de nuestra eficacia externa. Para cuando finalmente llegamos a una posición común -a menudo con mucha agua añadida al vino- el resto del mundo ha seguido adelante.
4-Darle forma a la narrativa
Después de haber pasado décadas en la política, estoy convencido de que probablemente el ingrediente más importante para el éxito es dar forma a la narrativa. Es la verdadera moneda del poder mundial.
Por eso, al principio de la pandemia, hablé de la existencia de una « batalla de narrativas » 6 y subrayé la importancia de invertir en una cultura estratégica común, que requiere un debate europeo, un espacio para discutir lo que podemos y no podemos hacer en la política exterior de la Unión y por qué. En consecuencia, contribuyo regularmente en esta revista y en los seminarios del Groupe d’études géopolitiques, que considero un ejemplo tangible de la aparición de un debate estratégico, político e intelectual a nivel continental 7.
A los ciudadanos de la Unión no les importa quién hace qué en Bruselas, ni las discusiones abstractas. No les importa cuántas declaraciones hagamos, ni qué sanciones adoptemos. Nos juzgan por los resultados, no por los medios. En otras palabras, sobre los resultados: ¿son más seguros o más prósperos gracias a la acción de la Unión? ¿Es la Unión más o menos influyente, incluso en la defensa de nuestros valores, que hace un año? ¿Somos más o menos confiables para los demás? ¿Hemos conseguido más o menos resultados en el apoyo a nuestros socios? Estos son los indicadores que cuentan.
La guerra contra Ucrania ha dejado claro que en un mundo de políticas de poder necesitamos reforzar nuestra capacidad de defensa. Sí, eso incluye los medios militares, y tenemos que desarrollarlos más. Pero la esencia de lo que ha hecho la UE en esta crisis ha sido utilizar todas las políticas y palancas -que siguen siendo principalmente de naturaleza económica y reguladora- como instrumentos de poder.
Deberíamos basarnos en este enfoque, en Ucrania pero también en otros lugares. La principal tarea de la « Europa geopolítica » es sencilla: utilizar nuestro nuevo sentido de la finalidad y convertirlo en la « nueva normalidad » de la política exterior de la Unión. Para proteger a nuestros ciudadanos, apoyar a nuestros socios y cumplir con nuestras responsabilidades de seguridad global.
Notas al pie
- Le Grand Continent, « Politiques de l’interrègne », Gallimard, 2022
- Leer más: https://eeas.europa.eu/sites/default/files/en_updated_foreword_-_a_strategic_compass_to_make_europe_a_security_provider_v12_final.pdf
- Véase, por ejemplo, los análisis de Luuk van Middelaar: https://legrandcontinent.eu/es/2021/04/15/el-despertar-geopolitico-de-europa/
- Ver el libro de Robert Kagan de 2018, https://www.brookings.edu/books/the-jungle-grows-back-america-and-our-imperiled-world/
- Ver: https://eeas.europa.eu/headquarters/headquarters-homepage/86276/when-member-states-are-divided-how-do-we-ensure-europe-able-act_en
- Ver: https://eeas.europa.eu/headquarters/headquarters-homepage/76379/coronavirus-pandemic-and-new-world-it-creating_en
- https://geopolitique.eu/en/2021/05/05/european-foreign-policy-in-times-of-covid-19/