Freud: «Frente a los bárbaros del otro punto cardinal»
En el verano de 1933, pocos meses después de que Adolf Hitler llegara al poder, Sigmund Freud expresa por primera vez a Marie Bonaparte su preocupación por lo que está surgiendo. En esta breve carta, comentada por Olivier Mannoni, aflora una clarividencia preocupante -como una premonición-.
- Autor
- Olivier Mannoni •
- Portada
- FREUD EN 1932 © AP FOTO/SIGMUND FREUD MUSEUM
La correspondencia entre Marie Bonaparte y Sigmund Freud tiene miles de cartas. Las cartas de Marie Bonaparte pueden tener a veces varias páginas, las de Freud son generalmente más concisas. Pero pocas son tan densas y terribles como ésta.
Es la primavera de 1933, y mientras Marie Bonaparte lucha en París por preservar el psicoanálisis profano, Freud, tras un largo periodo de incredulidad compartida por una gran mayoría de intelectuales alemanes y austriacos, comprende la magnitud del monstruo que está tomando forma ante él.
Unos años más tarde, Freud envió a Marie Bonaparte una lista de familiares que debían salir del país urgentemente. Después, tras haber comprendido que ni siquiera los más ancianos se librarían del ciclón del odio, una segunda, la de sus hermanas difíciles de trasladar, a las que Freud y Marie intentarían, en vano, evacuar a tierras más clementes -un documento que desmiente de paso las aserciones repugnantes hechas hace unos años por un polemista como siempre muy mal informado-.
Entre el psicoanálisis de Marie Bonaparte y los relatos de su tumultuosa vida, esta correspondencia es también un impresionante viaje a través de la historia: la historia del psicoanálisis, de las traducciones de Freud, del ascenso del nazismo y de la derrota del pensamiento.
Mi querida Marie,
¡Gracias por su diálogo radiofónico! Todo lo que ha dicho no sólo es correcto, sino tan hábil y claro que debe bastar para las exigencias del genio latino. Será una buena introducción a su Poe.
Pasamos aquí el tiempo en tensa expectación, por saber si los acontecimientos de 1683, cuando la ola del asalto turco rompió las murallas de Viena, se repetirán ahora frente a los bárbaros del otro punto cardinal. En aquel entonces, un ejército de reserva acudía para ayudar, pero hoy el mundo que nos rodea parece tan miope como para abandonarnos a nuestras propias fuerzas.
Probablemente no sea tanto el miedo a la invasión lo que le atenaza en este momento. El asalto turco fue un ataque militar contra un país. Lo que se vislumbra en el horizonte alemán, ahora teñido de fascismo, es un asalto general al pensamiento -y es precisamente por esta razón por la que Freud utiliza aquí la palabra «bárbaros»-: la inteligencia, la libertad, la capacidad humana de vivir en luz y armonía están ahora amenazadas también en Viena, uno de sus refugios.
En tales condiciones, el ambiente no es de trabajo.
Saludos cordiales de su Freud.
Viena IX, Berggasse 19
22 de junio de 1933