Espectacular, brutal, caótico: el proyecto civilizacional de Donald Trump parece desarrollarse de manera imparable.

El 20 de julio se cumplirán seis meses desde que llegó a la Casa Blanca. Ante el vértigo de los numerosos cambios iniciados en Washington, ¿cómo hacer balance?

Para hacer un balance provisional de una presidencia que quiere cambiar el curso de la historia transformando la vieja república estadounidense en un imperio, publicamos esta semana nuestra primera serie de verano para tratar de comprender, más allá de las fuentes, lo que Donald Trump ha puesto en práctica concretamente durante seis meses.

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¿Cómo hemos podido ser tantos los que nos hemos dejado cegar hasta tal punto? Jorge Luis Borges, en su relato titulado «Pierre Ménard, autor del Quijote», 1 cuenta la historia de un sorprendente juego de manos. Pierre Ménard, un escritor del siglo XX, se propone reescribir, palabra por palabra, el Don Quijote de Cervantes. Sin embargo, aunque el texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente idénticos, no tienen nada que ver. El «segundo es casi infinitamente más rico», precisa Borges. Donde Cervantes es directo, predecible, evidente y, en definitiva, plano, Menard se muestra alusivo, erudito y maneja a la perfección la ironía. El contexto se ha burlado del texto.

Crónica de una ceguera

Así, el escritor ciego de Ficciones nos ayuda a comprender lo que pudo haber provocado nuestra propia ceguera. Víctimas del «síndrome de Ménard», hemos tomado el eslogan Make America Great Again de Donald Trump en 2024 como equivalente al que lanzó en 2016. Sin embargo, aunque se trata de la misma frase —las mismas cuatro palabras, el mismo acrónimo, MAGA—, ha adquirido un nuevo significado. No porque sea más cierta, sino porque ahora está cargada de un capital narrativo y simbólico que no tenía en 2016.

Uno de los momentos más destacados de este «síndrome de Ménard» se produjo el 14 de octubre de 2024.

Ese día, en Oaks, Pensilvania, Donald Trump celebra un mitin en el que, tras el desmayo de algunas personas del público, se limita a bailar durante 39 minutos ante sus seguidores sin pronunciar una sola palabra. El episodio desata burlas y preocupaciones sobre el estado mental del candidato, mientras que, al mismo tiempo, el «baile de Trump» se convierte en un meme viral en las redes sociales, imitado como un gesto de triunfo por estrellas del deporte.

Este mismo episodio podía verse de dos maneras diferentes. O bien como la descalificación definitiva por su balance político: aturdido por la derrota, lastrado por los escándalos —y marcado por los estigmas de la edad—, palideciendo en las encuestas y llevando una campaña cada vez más errática y desesperada. O bien como la manifestación profética de la victoria del candidato republicano: ¡ya ni siquiera necesitaba hablar!

Porque, paralelamente, se libraba otra batalla, oculta a plena vista, no en el ring político donde se enfrentaban sus adversarios, sino en el terreno cultural y simbólico, que ofrecía una perspectiva radicalmente diferente de este acontecimiento.

A partir de 2020 se produjo una fermentación narrativa, también oculta a plena vista: como si todo el pasivo político de Trump se transformara en un activo simbólico. La derrota y el fatídico episodio del Capitolio el 6 de enero de 2021, que deberían haber supuesto su caída, sirvieron, por el contrario, de fermento para una nueva narrativa que hizo que MAGA fuera «casi infinitamente más rico».

Una operación casi alquímica en el crisol de las redes sociales, que vio cómo el eslogan rupturista Make America Great Again se cristalizaba en una matriz identitaria: donde el optimismo conquistador se convierte en la consigna del estado de sitio frente a la victoria robada; el eslogan táctico, en un archipiélago de símbolos; y la promesa de restauración nostálgica, en el acrónimo-paraguas de todas las revueltas contra la modernidad liberal.

Víctimas del «síndrome de Ménard», tomamos el eslogan Make America Great Again de Donald Trump en 2024 como equivalente al que lanzó en 2016.

Paul Vacca

MAGA: una franquicia ideológica

La ilusión era perfecta: porque el Donald Trump de 2024 nos parecía idéntico al de 2016 y 2020, con su «imagen de marca» inmutable: corbata roja, gorra roja y melena de fuego. Pensábamos retomar la serie donde la habíamos dejado, pero su personaje ya no es en 2024 el showman de los reality shows de 2016, heredero de los humbugs de Barnum, ni el perdedor de 2020. Se ha convertido en el centro de gravedad de un universo narrativo que hace de MAGA no solo un simple grupo político, sino una franquicia ideológica.

Una franquicia ideológica capaz de suscitar el compromiso de su base —la esfera MAGA— al igual que las franquicias de entretenimiento como Marvel, Star Wars, Harry Potter, el juego Minecraft o Taylor Swift logran suscitar el de su fanbase.

Una franquicia ideológica que, a diferencia de las grandes maquinarias del entretenimiento, no es fruto de una ingeniería narrativa controlada, 2 sino de una generación espontánea, de un big bang cultural en el que un choque original hizo implosionar el campo político estadounidense, atrayendo hacia sí a dispersos viveros ideológicos.

Un big bang que nace de la primera onda de choque de los eslóganes, que se enriquecen con líneas narrativas para llenar el espacio de un universo MAGA en expansión.

Pero, de forma muy similar a los grandes universos del entretenimiento, la constelación MAGA ha logrado poner en tensión las tres palancas determinantes en la era de la economía de la atención y la hiperconectividad como tres sacudidas fundacionales: captar la atención en un mundo sobrecargado de estímulos; cautivar con relatos; y atrapar en un universo habitable y participativo.

Trump se ha convertido en el centro gravitatorio de un universo narrativo que ha convertido a MAGA en algo más que un simple grupo político, en una franquicia ideológica.

Paul Vacca

Lo que proponemos aquí es el sismograma de este big bang cultural, siguiendo las ondas de choque que han dado forma a una nueva tectónica del poder y cuyos ganchos cognitivos —los hooks— constituyen la primera sacudida.

El 10 de julio de 2007, Donald Trump lanza su línea de mobiliario de oficina «Trump Office». Las piezas se venden en exclusiva en Staples. © HO/ Frances Roberts

I

Técnica del “Hook de Estado”

Los eslóganes trumpianos en la era de la economía de la atención

En la era de la postalfabetización, ya no leemos el mundo, lo desplazamos. El scrolling, ese gesto de desplazamiento lineal y potencialmente infinito, ha sustituido progresivamente a la lectura secuencial como forma de aprehender el mundo. 3

Nuestra atención ya no se centra de forma natural en desarrollos dialécticos o lógicos, sino que es captada y desviada por microimpulsos, ganchos cognitivos que denominamos hooks.

El hook —«anzuelo» o «gancho» en inglés— designa un estímulo visual o sonoro destacado (títulos, imágenes, sonidos, formatos cortos, introducciones) que capta nuestra atención. A la vez dispositivo de captación inmediata, interfaz emocional y puerta de entrada sensorial, el hook interviene antes de cualquier reflexión, como desencadenante de la atención.

El imperio del gancho

El papel que desempeña en nuestra atención contemporánea encuentra una perfecta ilustración en la industria musical. 4 El gancho musical, al igual que el deseo de captar la atención, no es nada nuevo. 5

Sin embargo, hoy en día, en un entorno musical saturado en el que plataformas de streaming como Spotify lanzan cada día más de 120.000 nuevos títulos, el gancho ya no es solo un adorno: se convierte en el salvavidas del músico ahogado en el océano de las listas de reproducción y los títulos disponibles, zarandeado al capricho de los flujos algorítmicos. 6 De ahí su naturaleza más compacta y percusiva y el lugar estratégico que ocupa dentro del éxito.

Así, el gancho ha ido sustituyendo progresivamente al estribillo como elemento central de una canción. Mientras que antes las canciones se desarrollaban de forma clásica siguiendo una estructura orgánica de estrofas y estribillos, 7 hoy en día no es raro que los éxitos se compongan de una sucesión de ganchos.

Más allá del aspecto puramente técnico, esto refleja un cambio profundo en la función social de la música.

Mientras que el estribillo transmitía una forma de involucramiento colectivo —el término «chorus» significa «estribillo» y deriva del latín para designar el «coro»—, el gancho, por el contrario, tiene como objetivo captar la atención del oyente inmerso en la economía de la atención. 8 Es el reflejo de una escucha «airpodizada», individualizada y en flujo continuo en las plataformas de streaming.

Su formato breve —de solo unos segundos— convierte al gancho musical en un vector de viralidad mucho más eficaz que un estribillo y más adecuado para los formatos cortos de TikTok, entre otros.

La política spotificada: Trump como capitán garfio

¿No responde hoy en día el panorama político a las mismas exigencias?

Del mismo modo que los músicos deben captar la atención en pocos segundos, ¿no deben también los líderes políticos hacerse inmediatamente visibles y audibles en un flujo informativo saturado?

Quizás entonces resulte más comprensible que un personaje como Donald Trump haya logrado imponerse dos veces en un mundo político spotificado.

Este ecosistema fragmentado, rápido, sobrecargado y dominado por la atención parece haber sido hecho a su medida. Domina sus códigos e incluso habla su lengua vernácula mediante el uso casi exclusivo de frases cortas. La parataxis, esa figura retórica en la que las proposiciones se yuxtaponen sin palabras de enlace, es su lenguaje natural.

«We’re going to win big. Nobody does it better. Hillary is corrupt. Jobs are leaving. I’ll fix it».

Mitin de campaña en Phoenix, Arizona, 31 de agosto de 2016

«I’m going to cut taxes. People love it. Hillary can’t do that. I know business. That’s what I do».

(Entrevista en 60 Minutes, octubre de 2016)

«Iran is talking very boldly. They won’t last long. We are the greatest military. Nobody comes close. America First!».

(Twitter, 6 de enero de 2020)

Una yuxtaposición de juicios, acusaciones y constataciones sin relación entre sí.

Un discurso que prescinde de toda lógica argumentativa.

Un verbo sin explicaciones ni matices.

¿Qué es la parataxis sino una sucesión de ganchos, de uppercuts verbales?

Al igual que los ganchos musicales, los eslóganes MAGA son cápsulas emocionales que proporcionan shots de dopamina individual e identitaria.

Paul Vacca

You’re fired!: el gancho primario

Un gancho en particular consagró la entrada de Donald Trump en el ámbito mediático: el famoso «You’re fired!» en el centro del dispositivo de The Apprentice, su programa de telerrealidad9 Dos palabras, tajantes, instantáneas, un uppercut sin retorno, perfectas para captar la atención del telespectador.

«You’re fired !» es su gancho primario, el que contiene todo lo que viene después. En él ya se encuentra ese instinto bruto del eslogan que transmite todo el ethos trumpiano: el placer de la brutalidad, el culto a la ruptura y el disfrute de humillar. Condensa su relación con el poder: unilateral, brutal y simplista. Cristaliza una puesta en escena de la dominación que anuncia la forma futura de su política: el poder de ejecución a través de la palabra, como lo serán sus eslóganes, sus tuits, sus insultos o sus decretos.

Anatomía del gancho trumpiano

Por supuesto, Donald Trump no inventó el eslogan impactante, pero fue con él cuando el eslogan entró en la era de la economía de la atención y la hiperconectividad.

Lo ha hecho más compacto y percusivo, lo ha alimentado con exageraciones, excesos y simplificaciones para que se polarice y suscite una adhesión individualizada. Así, con Trump, el eslogan-gancho sustituye también al eslogan-estribillo clásico, como «Yes We Can» «Ich bin ein Berliner» o «When We Fight We Win», que funcionaban como antífonas abiertas y federadoras.

Al igual que los ganchos musicales, los eslóganes MAGA son cápsulas emocionales que proporcionan shots de dopamina individual e identitaria.

Anatomía de los 7 “ganchos” MAGA

1 «Make America Great Again»: el gancho imperial

Solemne, recitado con regularidad, este eslogan se graba en la memoria colectiva como una canción patriótica. Evoca la nostalgia de una grandeza pasada, reactiva un orgullo nacional herido y transmite una ambición soberanista. Encierra una sensación de poder recuperado, como una promesa de restauración identitaria.

2 «Build the Wall!»: el gancho fortaleza

Percusivo y recitado en tres tiempos, juega con un ritmo marcial y excluyente. El eslogan crea una frontera sonora tan nítida como la que reivindica en la realidad. Se basa en el miedo al otro, la percepción de una amenaza exterior y la necesidad de delimitar una identidad. Este gancho proporciona una cápsula emocional de seguridad, como un baluarte contra el caos.

3 «¡Fake News!»: el gancho revólver

Corto, seco, viral, surge como un disparo en el espacio mediático. Funciona mediante un choque verbal y binario: se señala al enemigo y se le invalida al instante. Este gancho deslegitima y siembra la sospecha, generando una dopamina de confianza, no en los hechos, sino en la descalificación inmediata del otro.

4 — «Drain the Swamp!»: el gancho purgativo

Da la impresión de una aspiración, de una limpieza sonora. Este gancho expresa la necesidad de purificación moral frente a una supuesta corrupción del poder. Desencadena una catarsis: la purificación del panorama político mediante la purga de las élites, ofreciendo así la ilusión de una regeneración política.

5 — «Drill, Baby, Drill!»: el gancho fósil

Síncopado, con un ritmo festivo, estimula el oído con un tono alegre y enérgico. Este gancho glorifica la explotación energética sin límites, el capitalismo desinhibido y el crecimiento visto como liberador. Una libido primitiva y fósil de libertad, la de un mundo en el que se consume sin restricciones, donde la energía fluye a raudales.

6 — «Lock Her Up!»: el gancho vengativo

Funciona como un canto de multitud, fácil de corear colectivamente, casi tribal. Este eslogan designa a un enemigo —en este caso, Hillary Clinton— y reclama justicia punitiva. Atiza la ira, la necesidad de castigar, ofreciendo un chivo expiatorio: la rabia compartida, unida por un objetivo común.

7 — «Stop the Steal!»: el gancho sedicioso

Inspirado en el léxico contestatario del hip-hop, es un grito callejero. Transmite la idea de que el orden establecido es corrupto e ilegítimo. Este gancho está en el origen de la fermentación narrativa de MAGA: transformando el deseo de cambio en sedición y dando lugar a la «realidad alternativa» de una victoria robada.

Por supuesto, Donald Trump no inventó el eslogan impactante, pero fue con él cuando el eslogan entró en la era de la economía de la atención y la hiperconectividad.

Paul Vacca

De la cápsula al relato

Los eslóganes trumpistas tienen la capacidad de cumplir las funciones propias del gancho, operando a varios niveles a la vez:

  • Como ganchos de atención por su prosodia sincopada y escandida, que evoca los ritmos del hip-hop contestatario y una pulsación sonora que capta tanto la mente como el cuerpo;
  • Como interfaces emocionales, «magdalenas de Proust con esteroides», que condensan en pocas palabras afectos crudos como el miedo, la nostalgia o la ira, activando cada eslogan una resonancia afectiva específica;
  • Como vectores de viralidad que se convierten, como «Stop the Steal!», por ejemplo, en éxitos en 24 horas que se propagan como gritos de guerra, hashtags, memes, videoclips o productos derivados, al igual que un single promocionado en alta rotación;
  • Como trampolines ideológicos que, tras su brevedad, abren relatos, construyen pertenencias y polarizan el espacio simbólico

Pero, en un sentido más amplio, constituyen puertas de entrada sensoriales hacia una construcción narrativa más amplia: la de los relatos.

En un acto festivo celebrado la víspera de su investidura, Donald Trump ejecuta su ya icónico paso de baile con el grupo Village People al son de la canción Y.M.C.A. Washington, DC, domingo 16 de enero de 2025. © AP Photo/Alex Brandon

II

Maquinaria narrativa, modo de empleo

El ecosistema narrativo en la era de las franquicias

Durante la campaña de 2024, Trump propuso una disrupción narrativa. Rompió el proyecto político de Kamala Harris —que retomaba el de Obama— basado en un relato central: la unidad en la diversidad, la esperanza y la superación de las fracturas raciales y sociales… Al igual que rompió su propio relato de 2016, que también se basaba en una estructura clásica: Trump como outsider, héroe del pueblo en guerra contra las élites corruptas, que promete devolver la grandeza a Estados Unidos. Una narración de tipo «búsqueda», un relato lineal de conquista populista con el tríptico protagonista/obstáculo/victoria, un relato de ascenso al estilo clásico de Hollywood (al estilo de Rocky): el self made man que derriba el orden establecido.

Pero no lo ha hecho ofreciendo un relato alternativo o un contrarrelato siguiendo los cánones habituales de la narrativa política. Ha propuesto un mosaico narrativo en el que se mezclan el relato del declive estadounidense, el de la élite corrupta contra el pueblo, relatos conspirativos (QAnon, deep state…), relatos identitarios (América blanca, cristiana, viril…), relatos económicos (antiglobalismo, industria a salvar…), relatos guerreros o mesiánicos (Trump como salvador, outsider, víctima…).

Más bien ha obedecido a una lógica de fragmentación, de relatos múltiples, a menudo contradictorios, pero que todos resonaban emocionalmente con su base. Una mezcla narrativa, fluida y viral, adaptada al ecosistema mediático actual (redes, canales partidistas, memes…).

Si MAGA 2016 era un relato político, MAGA 2024 se ha convertido en una plataforma narrativa total que adopta las estrategias de las grandes franquicias culturales —desde Marvel hasta Juego de Tronos—, donde los relatos se conciben como ecosistemas narrativos: entrelazándose, reciclándose, repitiéndose y declinándose a través de una maquinaria ficcional productivista. Personajes arquetípicos, arcos cíclicos, la promesa de un mundo por restaurar o defender: estos universos se alimentan de estructuras reconocibles que fidelizan y movilizan a su público.

En este sentido, MAGA 2024 se presenta como una matriz narrativa que pretende sabotear las narrativas federativas e inclusivas: es una matriz de relatos anti-grandes relatos.

MAGA, una matriz de relatos anti-grandes relatos

Al igual que las franquicias culturales, los relatos MAGA son abiertos: no están hechos para encontrar una conclusión, sino para renacer constantemente. A través de bucles narrativos deliberadamente infinitos, cada victoria proclamada genera una nueva amenaza, reiniciando perpetuamente el relato desde su comienzo. Este storytelling de esencia «mitológica» o «milenarista» —una de las constantes del discurso populista— sigue una mecánica implacable: crisis → lucha → heroización → persecución → venganza → nueva crisis, etc.

Pero Sísifo nunca baja solo, arrastra consigo a sus fieles, convencidos de que en la próxima subida, la piedra aguantará un día más…

Al igual que en los cuentos o las mitologías populares, los relatos MAGA son posmodernos: reciclan, remezclan y parodian, ofreciendo el placer regresivo de reencontrarse con figuras familiares como el salvador, el traidor, el enemigo invisible, la multitud enfurecida o el retorno de la justicia… El reconocimiento de estos tropos, lejos de provocar aburrimiento, genera una forma de complicidad: 10 todos anticipan los giros y la repetición controlada —sorprender con lo que se espera— crea una forma de ritual de complicidad.

Si MAGA 2016 era un relato político, MAGA 2024 se ha convertido en una plataforma narrativa total que adopta las estrategias de las grandes franquicias culturales —desde Marvel hasta Juego de Tronos— en las que los relatos se conciben como ecosistemas narrativos.

Paul Vacca

Por último, estas historias pueden ser apropiables y modulables, como en las franquicias. El más mínimo fragmento puede ser retomado, desviado, remezclado o radicalizado.

Cada meme es un ladrillo, cada indignación, una posible articulación. La historia de MAGA es el resultado de una infinidad de combinaciones compatibles.

Es el principio mismo de las fan fictions: la producción de una variación personal.

El poder de la narrativa proviene de esta escritura colectiva y distribuida que permite la adhesión a través de la cocreación.

MAGA, un canon narrativo informal

El movimiento MAGA no solo fabrica relatos, sino también una cultura narrativa en la que todos, desde el líder hasta los trolls anónimos, se convierten en contribuyentes.

Cinco grandes líneas conforman el canon informal de la franquicia MAGA:

1 — La restauración heroica frente al declive (el relato de la esperanza)

Sinopsis: El otrora glorioso Estados Unidos se ha visto debilitado por la corrupción y la traición, pero solo Trump es capaz de restaurar su grandeza.

Una historia que evoca un pasado mitificado, describe un presente en crisis y presenta a Trump como un salvador providencial. Haciendo eco de «Make America Great Again», «I alone can fix it»

2 — El pueblo contra los enemigos (el relato de la ira)

Sinopsis: El pueblo ha sido traicionado por las élites, los medios de comunicación, los traidores internos y los enemigos externos. Un relato que pretende polarizar la opinión, señalar chivos expiatorios y justificar medidas radicales. Haciendo eco de «¡Drenen el pantano!», «¡Enciérrenla!» y «¡Construyan el muro!»

3 — La guerra por los valores y la verdad (el relato de la indignación)

Sinopsis: Los valores tradicionales y la verdad son constantemente atacados por las ideologías «woke» y un sistema corrupto. Un relato que pretende movilizar moralmente a los partidarios y cuestionar la legitimidad de las instituciones. Haciendo eco de «Woke is a virus», «Stop the Steal!»

4 — La resistencia frente a la adversidad (el relato de la lealtad)

Sinopsis: Un llamado a la lealtad hacia Trump, héroe perseguido: «Lo atacan porque defiende al pueblo, pero nunca se rendirá». Un relato que alimenta un culto a la personalidad y galvaniza a los fieles. Haciendo eco de «Never Surrender», «Witch Hunt!»

5 — La acción por una edad de oro (el relato del compromiso)

Sinopsis: Hay que golpear fuerte para castigar a los enemigos y restaurar una edad de oro estadounidense. Un relato que justifica políticas extremas en nombre de la nostalgia y la urgencia. Haciendo eco de «Law and Order!», «Fight! Fight! Fight!».

La escritura colaborativa trumpista: una sala de guionistas al aire libre

Pero, al igual que no existe un relato único, normalizado y calibrado, MAGA no conoce los derechos de autor.

A diferencia de las franquicias de entretenimiento, el movimiento MAGA no cuenta con un equipo de guionistas secreto: todo sucede como si estuviéramos ante una sala de guionistas al aire libre.

En este sentido, el movimiento MAGA cuenta con el equipo de guionistas con el que soñaría cualquier gran ejecutivo de un estudio de Hollywood: sin paredes, sin estructura fija, sin presupuesto, sin huelgas, trabajando las 24 horas del día, los 7 días de la semana, sin reivindicaciones… Y, sin embargo, con una rentabilidad apreciable, ya que produce las historias más omnipresentes de nuestra época.

Y si uno de los «guionistas estrella» se vuelve demasiado ambicioso, 11 es sustituido inmediatamente sin que el line up se vea afectado. En los equipos MAGA, la redacción de las historias corre a cargo de una multitud de colaboradores más o menos conscientes de que participan en esta gran ficción.

En este grupo de autores descentralizado y colaborativo, se nota la ausencia de un verdadero showrunner, salvo el propio algoritmo que, como sabemos, exige peripecias, indignación, división y rabia. 12

De hecho, esta sala de guionistas imaginaria está animada por una constelación de autores más o menos coordinados, que transforman las redes sociales en salas de montaje, a los fieles en guionistas espontáneos y la realidad política en un espectáculo permanente.

Más allá de las historias, el movimiento MAGA también ofrece, al igual que las grandes franquicias del entretenimiento, un imaginario habitable a través de un universo ampliado. Más allá de las líneas narrativas que seguimos, consiste en ofrecer un universo en el que podemos entrar, permanecer, involucrarnos y vivir experiencias prolongadas, emocionales y comunitarias.

Rosemary Carver, partidaria de Trump, llega a la velada electoral organizada en el Mar-a-Lago Club de Palm Beach, Florida, el martes 15 de marzo de 2016. © AP Photo/Gerald Herbert

III

Cosmogonía de un imaginario habitable

El universo ampliado y la tribu MAGA: el «Trump Chaotic Universe»

A fuerza de réplicas y reconfiguraciones, todas las historias acaban conformando un vasto decorado. Al igual que una réplica tectónica que redibuja el paisaje, estas narraciones conforman un universo narrativo y mitológico, una metanarrativa autónoma y expansiva: lo que se denomina un imaginario habitable o un universo extenso: un mundo en el que permanecemos, en el que pasamos nuestro tiempo.

La tercera sacudida trumpista es, por tanto, la de la transición a un Trump Chaotic Universe (TCU), donde lo imaginario se convierte en estructura y la ficción se erige como una forma de organización de lo real.

Del gancho al mito: la franquicia como imaginario habitable

Más allá de los ganchos, que serían puntos, y de las historias, que serían líneas, las franquicias culturales se distinguen por su capacidad para producir imaginarios habitables: un universo narrativo se convierte en algo más que la suma de las historias que lo componen. Un espacio ampliado en el que el público puede entrar y apropiarse de signos, roles, elementos del lenguaje o rituales.

Es el espacio de la participación activa, del juego y de la inmersión.

En Star Wars, esto se traduce en sus paradigmas referenciales, sus convenciones o su mitología colectiva.

En Taylor Swift, se convierte en los Swifties que viven al ritmo de sus épocas (las «Eras»), de sus guiños codificados («los Easter eggs»), las teorías de los fans o los outfits coordinados.

En este punto, la historia se convierte en una experiencia compartida, duradera, transmitida y desarrollada por la propia comunidad.

Los arcanos del TCU

¿Cómo podría ser la cohesión de un universo cuyo motor es el caos?

Al igual que en Tolkien, se crea todo un mundo nuevo con su propia mitología: el fruto de un colectivo de arquitectos de un nuevo orden que no cuentan historias directamente, sino que producen teorías, metarrelatos, infraestructuras ideológicas, ideas matriciales o proponen espacios de difusión para que este imaginario pueda arraigarse, perdurar, reproducirse y mutar. Colaboradores a su pesar, en lo que podría parecer una «oficina de leyendas», producen conjuntamente un platillo ideológico, un sincretismo mitológico que va desde la restauración conservadora hasta el tecno-utopismo más desenfrenado. 13

«Trump Chaotic Universe»: un universo alternativo

El Trump Chaotic Universe constituye, al igual que otras franquicias, un mundo coherente en el espacio y en el tiempo, donde pueden coexistir varias historias diferentes que interactúan y enriquecen un mismo marco global: la combinación de una geografía y una historia.

Una geografía alternativa

Un universo extenso es, ante todo, una geografía, un espacio compartido, coherente y vasto, con lugares emblemáticos, una lógica espacial interna y la posibilidad de exploración.

Al igual que un territorio habitable, el TCU tiene sus cuatro puntos cardinales:

La brújula política: una visión simplificada del mundo

Donald Trump es la brújula absoluta. Sus discursos y sus publicaciones en Truth Social marcan el rumbo: la soberanía nacional, el rechazo de las élites, el conservadurismo cultural y el populismo, oponiéndose al «verdadero» Estados Unidos obrero frente a las élites. Los «leales» (figuras como MTG, Gaetz, los medios de comunicación pro-Trump) defienden la línea, mientras que «The Swamp», la «Woke Horde» y los «RINOs» (republicanos moderados) encarnan a los enemigos.

El anclaje cultural: un entorno con valores reificados

Los símbolos físicos —la gorra roja de MAGA, la bandera estadounidense militante, el «muro» fronterizo…— marcan la identidad y la lealtad. Las reuniones de MAGA crean una comunión emocional con Trump, mientras que Mar-a-Lago sirve como fortaleza simbólica. Truth Social asegura el discurso oficial, los foros «patriotas» (Telegram, Gab) y los medios alternativos (OANN, Newsmax, podcasts) eluden las «fake news».

La máquina militante: el sentimiento de eficacia colectiva

Los partidarios amplifican los mensajes de Trump a través de publicaciones virales, financian la causa con microdonaciones, participan en mítines y cuestionan los relatos de los medios tradicionales. Recopilan información local («Grassroots Intel») y exhiben símbolos —gorras, banderas, pegatinas— para afirmar su resistencia. El fervor, alimentado por los discursos y el sentimiento de persecución, alimenta la motivación, mientras que grupos privados y medios alternativos coordinan el esfuerzo.

La ciudadela identitaria: las creencias del grupo

Un lenguaje codificado («Based», «Let’s Go Brandon») y memes virales marcan la pertenencia. Los enemigos comunes —«The Swamp», «Woke Horde», «Fake News»— unen al grupo, y cualquier crítica externa se considera un ataque. La narrativa de una minoría valiente que lucha por triunfar refuerza la resiliencia. La lealtad a Trump es lo primero, valorando a los influencers, organizadores y donantes.

Una historia alternativa

Un universo amplio también es una historia común, una línea temporal compartida y una mitología propia.

El caos como motor

En el TCU, la historia común es el caos. A diferencia de lo que ocurre en el mundo real, en el mundo de Trump, el caos no es una anomalía, sino el modo de expansión, la coherencia de su universo y lo que lo mantiene unido. La entropía deseada es el sentido de la historia: perturbar las normas, desestabilizar las instituciones y generar hostilidad informativa garantiza su viabilidad. La estabilidad equivaldría a la muerte. El desorden también actúa como un vector autorrealizador: el colapso del sistema valida la razón de ser de MAGA («Trump tenía razón»).

Un presente perpetuo

El TCU opera en una línea temporal paradójica. Por un lado, está inmerso en una aceleración viral: un flujo incesante de información, memes y eslóganes que absorben la atención en la inmediatez. Por otro, está atrapado en una circularidad sin fin: al igual que las sagas de Marvel o Star Wars, las historias se repiten en bucle (precuelas, spin-offs, teorías alternativas…), sin resolución. En consecuencia, cada fiel evoluciona en un presente eterno, habitando bucles narrativos que reciclan tensiones y enemigos.

El mito del derrocamiento

La mitología del TCU se basa en el relato fundacional de un pueblo traicionado, llamado a levantarse anclado en una visión maniquea del mundo: el héroe perseguido (Trump), el pueblo puro, la élite corrupta. Al igual que en los relatos bíblicos o épicos, invierte las jerarquías: las instituciones son pecadoras, los marginados se convierten en profetas y el derrocamiento del orden no es una crisis, sino una restauración sagrada. El resultado es un relato sacralizado que resiste la falsabilidad: cualquier contraargumento se convierte en prueba de persecución y, por lo tanto, en confirmación del mito.

A pesar de su aparente dimensión emancipadora, la viralidad en MAGA constituye una falsa válvula de escape: cuanto más se comparte, más nos encerramos. Los memes, los directos de Telegram y las indignaciones de TikTok refuerzan la dependencia del flujo narrativo más que liberar la palabra. © Laura Brett/ZUMA Press Wire

Tras este sismograma del big bang cultural, tal vez deberíamos liberarnos de la fascinación que suscita la relectura menardiana de MAGA en Trump Chaotic Universe. Si bien permite poner al descubierto los engranajes de la fascinación que ejerce MAGA, no debe ceder a su vez a la fascinación.

Quizás entonces haya que decidirse a llamar —con perdón de Borges— al pan, pan, y al movimiento político, movimiento político: si MAGA adopta la forma de una franquicia cultural, no es una franquicia cultural. No propone una huida a un universo ficticio, sino una reescritura armada de la realidad: la bandera de MAGA plantada en el Capitolio no era solo un meme.

Un universo sin límites: la viralidad como horizonte de encierro

A pesar de su aparente dimensión emancipadora, la viralidad en MAGA constituye una falsa válvula de escape: cuanto más se comparte, más se encierra uno. Los memes, los directos de Telegram y las indignaciones de TikTok refuerzan la dependencia del flujo narrativo más que liberar la palabra.

La base se convierte en un «vector-rehén» de un marco regresivo: una indignación/exaltación sustituye a otra —QAnon lleva a Sound of Freedom, luego al Great Awakening y luego a Trump mesías—, pero siempre permanecemos confinados en el mismo marco interpretativo.

La pregunta que se plantea ahora es cuánto tiempo puede durar este hechizo narrativo. ¿Cuánto tiempo puede durar este «síndrome de Ménard»? ¿Puede MAGA ser eternamente, en palabras de Borges, «infinitamente más rico»?

La ficción política de MAGA no teme a la verdad factual, pero le aterroriza el aburrimiento: es su kriptonita.

Paul Vacca

Salir de la fascinación: ¿regreso a la realidad?

Una mitología sin héroes

Si Donald Trump es el centro gravitatorio del universo MAGA, ¿podemos imaginar que este le sobrevivirá? El personaje es tan consustancial a la historia que su desaparición plantearía una cuestión mucho más espinosa que la del universo Marvel sin Iron Man o la de Star Wars sin Skywalker.

Es cierto que MAGA tiene ahora sus propios códigos, sus spin-offs, sus narradores secundarios, pero ninguna figura tiene aún el poder de polarización simbólica de Trump.

El desgaste de una franquicia

A fuerza de repetirse en bucle y reciclarse constantemente, el fenómeno de la franquicia fatigada, tan temido por las grandes empresas del entretenimiento estadounidense, también podría afectar al universo MAGA.

Si cada arco narrativo debe cerrarse con un cliffhanger, cada victoria convertirse en traición, cada enemigo regresar con una nueva máscara, entonces la historia se expone a la saturación. El universo MAGA, al alimentarse exclusivamente de la indignación, la repetición y el caos, ¿corre el riesgo de dejar de provocar nada?

La ficción sin creencias

Por último, queda una pregunta más ácida: ¿por qué sigue funcionando esta historia a pesar de los golpes de la realidad?

Quizás porque sigue obedeciendo al teorema de Barnum, según el cual todo el mundo sigue participando en el espectáculo mientras encuentre en él algún interés, ya sea identitario, emocional, tribal o simplemente un poco de distracción. No es tanto la coherencia del mundo MAGA lo que atrae, sino su capacidad para absorber deseos, miedos, frustraciones y fantasías. La ficción política de MAGA no teme a la verdad factual, pero le aterroriza el aburrimiento: es su kriptonita.

El caos, que ha dado lugar a este universo, quizá lo condene a estancarse en una circularidad eterna, reciclando las mismas ira, los mismos enemigos, sin abrir nunca nuevos horizontes. Cuando el caos se convierte en rutina…

Entonces, el «síndrome de Ménard», que ha enriquecido a MAGA con un capital simbólico, podría convertirse en una maldición: en una condena a soportar el infierno de una serie que dura demasiado o de una secuela de más, y tener que enfrentarse finalmente a su único enemigo real, el desinterés.

Notas al pie
  1. Jorge Luis Borges, Ficciones, Editorial Sur, 1944.
  2. El papel del «gran arquitecto» en la construcción de universos narrativos puede ilustrarse con Kevin Feige, director del Marvel Cinematic Universe (MCU), un ejemplo emblemático de universo extenso y coherente a escala industrial.
  3. Esta evolución puede explicarse a partir de la obra de Zygmunt Bauman, Liquid Modernity (Polity Press, 2000), pero también de los trabajos de Walter J. Ong, Oralité et écriture. La technologie de la parole (Les Belles Lettres, 2014) y los relativos a la posalfabetización (post-literacy), que cuestionan nuestra relación con los textos y su recepción en la era digital.
  4. Ver L’empire du hook — L’accroche musicale, nouveau graal à l’ère du streaming  ? Nota del autor para la Fundación Jean-Jaurès.
  5. El «ta-ta-ta-taaaa» de la Quinta Sinfonía de Beethoven ya puede considerarse un gancho.
  6. Más de 100 millones de títulos están disponibles con solo un clic en Spotify.
  7. Con la fórmula canónica estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente-estribillo-estribillo-estribillo (ABABCBBB).
  8. Nate Sloan y Charlie Harding, «The Culture Warped Pop, for Good», The New York Times, 14 de marzo de 2021.
  9. The Apprentice en la cadena NBC de 2004 a 2015 (10 temporadas)
  10. Un fenómeno que se observa en la nueva novela romántica, donde la asimilación de una novela a un tropo —como «enemigo-amante», por ejemplo— no constituye un defecto, sino un argumento de venta y un vector de viralidad.
  11. Elon Musk, por ejemplo, ya no forma parte de la sala de guionistas.
  12. Voir Giuliano da Empoli, Les Ingénieurs du chaos (Folio 2023) y La Rabbia e l’algoritmo (Marsilio, 2017)
  13. Para obtener una visión más clara y detallada de esta «oficina de leyendas», lea Le Grand Continent, L’Empire de l’ombre. Guerre et terre au temps de l’IA, Gallimard, 2025.