En 2025, enfrentada a un Trump imperialista y a una Rusia cada vez más agresiva, Europa podría encontrarse definitivamente fuera de juego: ¿cómo debemos sortear esta crisis? Si nos lees y quieres apoyar a un equipo editorial independiente, considera suscribirte al Grand Continent

1 — Escenarios para Ucrania: ¿un buen deal, un mal deal o ningún deal?

El futuro de Ucrania sigue siendo la cuestión más importante para la defensa europea este año, ya se trate de cuestiones muy concretas, como el apoyo militar que pueden aportar los europeos, o de cuestiones más estructurales, como el futuro del orden de seguridad europeo.

Con los anuncios de Donald Trump de que quiere poner fin a la guerra en Ucrania «en 24 horas», parece probable que la administración busque efectivamente concluir un acuerdo lo antes posible. Para los europeos, esta trayectoria tiene varias implicaciones. En primer lugar, deben tratar de seguir siendo —o más bien convertirse— en un interlocutor relevante para la administración de Trump. Esta será una condición si quieren tener un lugar en la mesa de negociaciones y garantizar que los intereses europeos y ucranianos se tengan en cuenta en cualquier deal. Para ello, tenemos que empezar a pensar en las prioridades y las líneas rojas de dicho acuerdo, y ser capaces de comunicarlas de forma clara y unificada a la nueva administración estadounidense. De lo contrario, la participación europea en un acuerdo sería aún más improbable. Washington impondría sus ideas, su método y su agenda.

En términos muy concretos, los europeos deben reflexionar sobre las garantías de seguridad que están en condiciones de proporcionar a Ucrania y hasta qué punto podría avanzar el proceso de adhesión de Ucrania a la Unión si su ingreso en la OTAN, previsto como etapa previa o paralela, es bloqueado por Estados Unidos. En segundo lugar, deben estar preparados para desempeñar un papel clave una vez alcanzado cualquier acuerdo, sea cual sea su naturaleza. Después de todo, Washington no se hará cargo de la gestión del país, ni proporcionará a Ucrania apoyo militar o económico. Aunque esté ausente del deal, la Unión probablemente tendrá que seguir desempeñando un papel central para llenar el vacío que dejaría la retirada estadounidense. Dependiendo de la naturaleza del acuerdo, esto podría incluir también una fuerza de mantenimiento de la paz desplegada en Ucrania. En tercer lugar, también es posible que no se alcance ningún acuerdo entre Washington y Moscú, y que continúe la guerra de desgaste, con el riesgo de agotamiento militar y derrota de Ucrania ante el gigante ruso. Las implicaciones de este escenario para la seguridad europea serían considerables, pero los europeos deben empezar a prepararse para ello. Haría falta un gasto aún mayor para garantizar la defensa del continente frente a una amenaza rusa mucho mayor.

Por último, no se puede descartar que Trump busque provocar una escalada militar del conflicto a corto plazo si Rusia se niega a concluir un acuerdo en los términos previstos por Washington, con el riesgo de que los europeos se conviertan aún más en el blanco de las represalias de Moscú, ya sean híbridas o convencionales. No es seguro que estemos preparados para afrontar esta realidad, tanto en términos civiles como militares.

Aunque esté ausente del deal, es probable que la Unión tenga que seguir desempeñando un papel central para llenar el vacío que dejaría una retirada estadounidense.

Gesine Weber

2 — La reanudación de los debates sobre el envío de tropas europeas a Ucrania

Aunque en las últimas décadas las operaciones y misiones de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) se han desplegado principalmente en Medio Oriente y África, al igual que las misiones nacionales de los distintos países europeos, el año 2025 podría cambiar todo eso.

En el marco de los debates sobre un posible acuerdo de paz en Ucrania, se plantea periódicamente la posibilidad de desplegar una operación europea. Parece haber varias opciones posibles para su secuenciación. Sería posible que algunos países europeos decidieran desplegar una «coalición de voluntarios» para entrenar a las fuerzas ucranianas o apoyarlas sobre el terreno en Ucrania, principalmente para enviar una señal a Washington de que están dispuestos a asumir un mayor compromiso con la seguridad europea.

Si los europeos no deciden enviar tropas a Ucrania antes de un posible acuerdo, es muy posible que lo hagan una vez firmado un deal, especialmente si prevé una fuerza internacional de mantenimiento de la paz. También en este caso pueden considerarse varias opciones: la opción «clásica» sería un despliegue multinacional en el marco de la ONU o una misión en el marco de la PCSD de la Unión, con un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, una misión de este tipo requeriría el acuerdo de todos los Estados miembros de la Unión. En este escenario, los países más reticentes, en particular los neutrales como Austria, podrían abstenerse de prestar apoyo militar activo a Ucrania amparándose en el artículo 44 del Tratado de la Unión Europea, que permite a la Unión delegar, por unanimidad, una misión de la PCSD en «un grupo de Estados miembros que lo deseen y que dispongan de las capacidades necesarias para dicha misión». Si esta opción fracasa, los Estados dispuestos también podrían desplegar, obviamente en el marco del derecho internacional, una coalición de voluntarios fuera del marco institucional de la Unión. Aunque varios países europeos, como Alemania y Polonia, han descartado esta posibilidad en el pasado, otros países con una cultura estratégica más intervencionista, como Francia y el Reino Unido, podrían promover esta opción y garantizar su aplicación.

Sensibilizar a la opinión pública europea sobre la injerencia rusa y la amenaza híbrida que supone Moscú será crucial para todos los Estados miembros.

Gesine Weber

3 — Frente a la amenaza rusa, la Unión podría desarrollar una defensa híbrida

Aunque la amenaza que supone Rusia para la Unión no se manifiesta en ataques convencionales en el territorio de los Estados miembros de la Unión o de la OTAN, es claramente visible en la injerencia rusa en las políticas internas de los Estados miembros de la Unión, los ataques selectivos contra infraestructuras críticas, los ciberataques y los asesinatos.

En diciembre de 2024, el Consejo Europeo impuso por primera vez sanciones contra individuos y entidades responsables de acciones desestabilizadoras rusas en el extranjero, y la Unión ya dispone de una «caja de herramientas híbrida» para anticipar y responder mejor a este tipo de amenazas. Los últimos meses han demostrado que existe un vínculo entre el aumento, e incluso la intensificación, de los ataques híbridos por parte de Moscú y el apoyo europeo a Ucrania: nuestras herramientas para contrarrestarlos se pondrán a prueba en 2025. Un factor importante para lograrlo será mejorar la cooperación entre la Unión y la OTAN en este ámbito, de modo que los instrumentos existentes se apliquen de forma complementaria y se evite la duplicación.

Además de los instrumentos colectivos y nacionales, la sensibilización de la opinión pública europea sobre la injerencia rusa y la amenaza híbrida que supone Moscú será esencial para todos los Estados miembros, especialmente en el contexto del creciente apoyo a las fuerzas abiertamente prorrusas, como ha demostrado la campaña electoral federal en Alemania.

4 — El papel de la Unión en la industria de defensa

Responder a las múltiples amenazas a las que se enfrenta Europa requerirá tanto capacidades como financiación. Si bien la mayoría de los países europeos gastan actualmente el 2% o más de su PIB en defensa, como se acordó en la cumbre de la OTAN de 2014, es sobre todo la retirada de Estados Unidos de la seguridad europea y el cuestionamiento de la fiabilidad de este socio lo que hace necesaria una mayor inversión y una mejor coordinación de la misma.

En 2024, la Unión Europea adoptó una estrategia de la industria de defensa para desarrollar una defensa europea «made in Europe» y reducir su dependencia estratégica. Según un estudio publicado por el Parlamento Europeo, una mejor coordinación de las economías europeas podría ahorrar entre 72 mil y 57 mil millones de euros al año. Pero la coproducción y el codesarrollo resultan a menudo costosos y políticamente complicados, como ilustra el programa franco-alemán SCAF, cuyas dificultades se han convertido en un símbolo de los obstáculos al desarrollo de una base industrial europea de defensa.

Es posible que no se alcance ningún acuerdo entre Washington y Moscú, y que la guerra de desgaste continúe en Ucrania. Este escenario exigiría un gasto aún mayor para garantizar la defensa del continente frente a una amenaza rusa mucho mayor.

Gesine Weber

A mediano y largo plazo, sin embargo, parece inevitable una mayor cooperación europea en la industria de defensa, dadas las limitaciones presupuestarias de los Estados miembros y los retos de seguridad a los que se enfrentan. Para dar el impulso financiero necesario, un sistema de endeudamiento conjunto de la Unión Europea, como en el caso del plan de recuperación de la pandemia del Covid-19 o en respuesta a la subida de precios tras la invasión de Ucrania, podría ser una solución, aunque algunos Estados sigan oponiéndose a ello. Si esta oposición persiste, una alternativa sería cambiar las normas de endeudamiento de los Estados miembros. Una posibilidad sería excluir los gastos militares de los límites anuales de deuda. Esta medida podría animar a los Estados miembros a gastar más en su defensa sin enfrentarse al riesgo de un procedimiento de déficit excesivo.

Soldados ucranianos entrenan en un campo de tiro improvisado cerca del pueblo de Komar, en la región ucraniana de Donetsk. Lev Radin/Pacific Press

5 — ¿La aparición de una defensa colectiva «a la europea»?

Cuando los europeos hablan de defensa mutua, piensan sobre todo en el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. A menudo olvidada, la cláusula de asistencia mutua de los tratados de la Unión Europea merece más atención. Según este artículo, si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembros le deben ayuda y asistencia por todos los medios a su alcance. Los europeos deben reflexionar sobre las implicaciones de este apartado 7 del artículo 42 del Tratado de la Unión Europea, sobre todo a la luz de dos posibles acontecimientos futuros: la prevista adhesión de Ucrania a la Unión —más aún si se produce antes de la adhesión a la OTAN— y un posible abandono por parte de Estados Unidos de su garantía de seguridad para los aliados europeos a través de la OTAN.

Aunque el Artículo 42(7), comparado con el Artículo 5 de la OTAN, no incluya una garantía nuclear, puede ser una herramienta muy poderosa. Sobre todo, obliga a las principales potencias militares de la Unión, como Francia, a reflexionar sobre la naturaleza del apoyo que prestarían en una situación en la que un país europeo hiciera uso paralelo del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte y del Artículo 42(7) del Tratado de la Unión Europea, pero en la que los países miembros de la OTAN se negaran a considerar este ataque como un ataque contra la Alianza y, por lo tanto, no respondieran colectivamente.

Los Estados miembros de la Unión también deben adaptar los escenarios de utilización del Artículo 42(7) para que los demás miembros europeos de la OTAN puedan contribuir y cubrir también el frente de la guerra híbrida. Por último, la señal de solidaridad europea será crucial: para que el artículo 42(7) del TUE sea eficaz en términos de disuasión y defensa mutua, son esenciales garantías creíbles entre los Estados miembros de la Unión y hacia los agresores potenciales.

6 — ¿Qué liderazgo: Macron, los “E5” o Bruselas?

¿Qué jefe de Estado o de gobierno logrará reunir a los europeos en torno a la causa de la defensa europea, presentar propuestas y allanar el camino hacia soluciones concretas y ambiciosas?

En la historia de la Unión, la pareja franco-alemana ha desempeñado tradicionalmente un papel impulsor del consenso. Pero las lecciones extraídas de la guerra de Ucrania en París y Berlín son casi diametralmente opuestas: la versión francesa hace hincapié en la soberanía europea, mientras que Berlín promueve el fortalecimiento del eje transatlántico.

La disolución de la Asamblea Nacional, las elecciones parlamentarias anticipadas y la dificultad de formar un gobierno estable han debilitado al jefe del Estado francés en la escena internacional, mientras que Alemania se enfrenta a un periodo de inestabilidad política sin precedentes antes de unas elecciones anticipadas a las que probablemente seguirá un periodo de negociaciones de coalición que podría durar hasta principios del verano. Aunque el Reino Unido ha desempeñado un papel crucial en el apoyo europeo a Ucrania, el balance de los primeros meses del primer ministro Starmer en política interior limita considerablemente las posibilidades de que Londres tome la iniciativa. Polonia, especialmente durante su presidencia del Consejo en el primer semestre de 2025, podrá sin duda hacer propuestas, al igual que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que parece bien situada con su firme postura sobre Rusia y sus relaciones privilegiadas con el Estados Unidos de Donald Trump. Sin embargo, parece poco probable que cualquier propuesta de estos Estados pueda llevarse a cabo sin el acuerdo de Francia y Alemania, cuyo peso político, militar y económico hace inevitable su participación en cualquier decisión clave.

En este contexto, parecen posibles tres escenarios.

  • El liderazgo de un «grupo de los cinco» mencionado a continuación (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Polonia), que podría formar un «núcleo» para la toma de decisiones a nivel europeo.
  • Liderazgo de Francia, siempre que el primer ministro y su gobierno sean suficientemente estables. Incluso en este escenario, Emmanuel Macron no sería ciertamente ni un líder indiscutible ni la opción preferida de algunos, pero gracias a las capacidades militares críticas de Francia, su papel como actor internacional y su vínculo existente con la administración de la Casa Blanca, es quizás la mejor opción posible.
  • Por último, la Unión Europea se ha dotado de un trío de figuras destacadas: la presidenta de la Comisión, von der Leyen, la alto representante para Asuntos Exteriores, Kallas, y el comisario de Defensa, Kubilius. Este trío situará las cuestiones europeas de seguridad y defensa en lo más alto de la lista de prioridades y podría ayudar a encontrar soluciones creativas para movilizar los instrumentos existentes de la Unión.

7 — Europa ante el vuelco del orden regional en Medio Oriente 

La caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria ya empezó a cambiar profundamente el orden regional en Medio Oriente. El futuro de Siria reviste una importancia estratégica considerable para Europa, ya que el proceso de transformación que seguirá a la caída del régimen determinará el equilibrio de poder entre las potencias regionales, mientras que la implicación de los actores internacionales en este territorio pondrá de manifiesto su capacidad o incapacidad para mediar.

Sin embargo, parece casi seguro que este nuevo orden se construirá sin la participación europea. En un momento en que los Estados europeos están decidiendo individualmente si clasifican a la milicia HTS como grupo terrorista, al tiempo que tratan de establecer vínculos con ella, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha perdido una importante oportunidad de ejercer influencia en la región.

La Unión podría optar por implicarse estratégicamente en la reconstrucción de Siria.

Gesine Weber

Las divisiones europeas sobre la situación en Gaza —en cuestiones como el reconocimiento de un Estado palestino o las acusaciones de genocidio— han dañado considerablemente la narrativa europea de una Unión al servicio de un orden internacional basado en normas.

La Unión podría optar por implicarse estratégicamente en la reconstrucción de Siria. La situación ofrece una oportunidad para influir en la región, aunque menos que las potencias regionales. En este contexto, la unidad y la rapidez serán los factores decisivos. Europa podría, por ejemplo, hacer una oferta a Siria para apoyar la transformación del país: levantando las sanciones económicas contra el país para facilitar la reconstrucción, Bruselas podría tratar de entablar relaciones constructivas con el HTS, subrayando al mismo tiempo que el apoyo depende de la modernización y destacando los puntos fuertes de la oferta europea en comparación con otros actores.

Otro asunto igualmente importante es la cuestión nuclear.

Durante su primera presidencia, Donald Trump decidió abandonar el acuerdo nuclear Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) con Irán, resultado de más de quince años de intensas negociaciones diplomáticas destinadas a controlar el programa nuclear de Teherán. En el marco de su política de «máxima presión», es muy probable que Washington intente cerrar un nuevo acuerdo con Irán, pero parece cada vez menos probable que los europeos desempeñen un papel en este proceso, como hicieron en 2015. Aunque la cuestión nuclear iraní no es la máxima prioridad para los europeos, el éxito o el fracaso de cualquier acuerdo podría afectar, al menos indirectamente, a la seguridad europea, sobre todo por la relación cada vez más estrecha entre Rusia e Irán.

8 — La posición de Europa en el Indo-Pacífico

En 2025, el enfoque europeo en el Indo-Pacífico seguirá siendo uno de los puntos clave de la defensa europea. Pero los acontecimientos de 2024, en particular la cumbre de la OTAN en la que la alianza subrayó públicamente que China desempeñaría «un papel decisivo en la guerra de Rusia contra Ucrania», y el resultado de las elecciones estadounidenses han complicado aún más su definición.

Si la nueva administración estadounidense decide intensificar la competencia con China hasta el punto de la confrontación directa, es muy posible que pida a los europeos que sigan su ejemplo.

En varios escenarios, el apoyo europeo a Estados Unidos en el Indo-Pacífico podría convertirse en la condición sine qua non de una garantía de seguridad estadounidense para Europa. Este escenario de coerción estadounidense representa sin duda el compromiso estratégico más difícil. Pero incluso sin la presión de Washington, los europeos se encuentran en una situación en la que la mayoría de los principales países, como Francia, Reino Unido, Alemania e Italia, quieren aumentar su implicación militar en la región al tiempo que mantienen relaciones económicas con Pekín y cumplen los compromisos adquiridos.

Aunque es probable que en 2025 continúen las maniobras bilaterales o multilaterales con socios de la región o con varios socios europeos y locales, no parece probable que los europeos decidan alinear sus planteamientos militares en el marco de la Unión, en la línea de las «presencias marítimas coordinadas».

En términos más generales, el enfoque que se adopte respecto a China, que influirá en la estrategia Indo-Pacífica, y la cuestión de incluir un componente de seguridad serán probablemente una de las prioridades de la política exterior europea. Sin embargo, dadas las diferentes relaciones que los Estados miembros mantienen con Pekín y los divergentes análisis de la relación, no parece realista prever una estrategia europea unificada en este momento. Por otro lado, la UE movilizará sin duda algunas de sus herramientas actuales, como la estrategia de seguridad económica y la iniciativa Global Gateway, para definir su actuación en la región Indo-Pacífica.

En varios escenarios, el apoyo europeo a Estados Unidos en el Indo-Pacífico podría convertirse en la condición sine qua non de una garantía de seguridad estadounidense para Europa.

Gesine Weber

9 — Escenarios conectados y recursos limitados

Ya se trate de la llegada de soldados norcoreanos al frente ruso en Ucrania, del auge de la cooperación ruso-iraní, de la influencia rusa en Libia o de la priorización estadounidense del Indo-Pacífico en detrimento de la seguridad europea, está claro que los distintos escenarios de la seguridad internacional están conectados por sus actores.

En otras palabras, la dinámica que se observe en uno de ellos tendrá un fuerte potencial sobre los demás. Estas dinámicas representan un reto colosal para la defensa europea, ya que requieren una lectura sistémica de los conflictos, es decir, un enfoque que tenga en cuenta su ubicación dentro del prisma más amplio de la seguridad global.

Sin embargo, a lo largo de su historia, la Unión nunca se ha considerado un actor geopolítico. Los recursos necesarios para desarrollar un pensamiento y una estrategia geopolíticos europeos son extremadamente limitados.

Soldados ucranianos entrenan en un campo de tiro improvisado cerca del pueblo de Komar, en la región ucraniana de Donetsk. © Lev Radin/Pacific Press

Soldados ucranianos se entrenan en un campo de tiro improvisado cerca del pueblo de Komar, en la región ucraniana de Donetsk. Lev Radin/Pacific Press

Sería demasiado simplista, como hacen algunos analistas estadounidenses, reducir esta dinámica a un «eje de agitación», porque la agrupación de Rusia, Irán, Corea del Norte y China no puede ignorar las diferencias entre estos países y sus especificidades individuales. Además, el surgimiento  de bloques en varias regiones del mundo lleva a los europeos a replantearse sus alianzas y su alineamiento más allá de la geografía europea. En este contexto, la definición de un enfoque común —que logre un equilibrio entre alianzas y asociaciones, por un lado, y consiga mitigar los riesgos resultantes en el contexto de escenarios conectados, por otro— constituirá un reto estratégico.

En la medida en que la atención política de los europeos siga centrada en su propio continente, también es posible que la Unión y sus miembros vean limitado su margen de maniobra bajo la fuerte restricción de la fijación de prioridades.

10 — La defensa europea ante la posibilidad de un enfrentamiento transatlántico

Con la segunda presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, el año 2025 podría cambiar profundamente el orden de seguridad europeo a mediano y largo plazo.

Durante décadas, la disuasión y la defensa colectiva en Europa han estado garantizadas por Washington. Pero Donald Trump ha cuestionado muy abiertamente su voluntad de defender a los aliados europeos en caso de ataque. Los europeos podrían encontrarse entonces en una situación en la que tendrían que construir ellos mismos esta alternativa si Washington optara por incumplir sus compromisos. Aunque Estados Unidos se adhiera al principio de garantizar la seguridad en el marco de la OTAN —con la condición de que los europeos aumenten su presupuesto de defensa, por ejemplo— los debates sobre el futuro del orden de seguridad europeo deben seguir siendo profundamente europeos.

Estados Unidos ha sido la potencia del statu quo en la seguridad europea, mostrando poca creatividad y escaso deseo de replantearse el papel de la Unión Europea o de los europeos en general. Pero es probable que Washington tenga aún menos interés en invertir sus recursos estratégicos en la construcción de un nuevo orden de seguridad europeo, sobre todo teniendo en cuenta que la atención de los responsables políticos se centrará claramente en el Indo-Pacífico y Medio Oriente. Por tanto, corresponderá a los europeos tomar cartas en el asunto. En concreto, estas reflexiones deberían centrarse en la contribución europea a la alianza, así como en el papel de la Unión en la construcción de un orden de seguridad europeo. A medio y largo plazo, esto implicará también un diálogo nuclear.

En términos políticos, de seguridad y económicos, Europa tendrá que empezar a acostumbrarse a la nueva situación: defender nuestros intereses frente a Estados Unidos.

Gesine Weber

Otro reto político será reforzar la unidad europea. Gracias a su importante peso dentro de la OTAN, Estados Unidos ha sido históricamente capaz de establecer o forzar un compromiso entre los países europeos en caso de desacuerdo. Si esta presión externa se debilita, la fragmentación política y la incapacidad de actuar se sumarán a los riesgos potenciales para la defensa europea.

En el contexto de una segunda administración de Trump, los europeos también deberían esperar que las tensiones transatlánticas se multipliquen y aumenten.

Desde Mar-a-Lago, Donald Trump ha amenazado por primera vez la soberanía de un Estado miembro —Dinamarca— al reiterar sus pretensiones imperialistas sobre Groenlandia, sin provocar ninguna reacción significativa de los miembros de la Unión, con la excepción de Jean-Noël Barrot. A esto se añade una dimensión cada vez más preocupante de la política interior: el apoyo abierto y asumido de Elon Musk a las fuerzas de extrema derecha del continente, como atestigua su larga entrevista con la líder de la extrema derecha alemana, Alice Weidel, en X antes de las elecciones alemanas.

La excesiva dependencia de Europa de Estados Unidos será una formidable palanca y medio de coerción en manos del nuevo presidente. No dudará en utilizarlos para obtener el mejor deal posible. Los europeos, por su parte, también deben pensar en un mundo en el que la relación transatlántica se vuelva conflictiva. En términos políticos, de seguridad y económicos, Europa tendrá que empezar a acostumbrarse a la nueva situación: defender nuestros intereses frente a Estados Unidos.