«Putin podría bombardear el despacho del presidente Zelenski»: tras los ATACMS, las nuevas «líneas rojas» del Kremlin
Visto desde Rusia, ¿es la decisión sobre los ATACMS un punto de inflexión?
La autorización que dio la administración de Biden a Ucrania para atacar suelo ruso con misiles estadounidenses es la última de una larga serie de «líneas rojas» cruzadas desde febrero de 2022. Aunque esta nueva capacidad no provocará un bombardeo ruso a Estados Unidos o Polonia, es probable que conduzca a ataques rusos aún más brutales contra Ucrania, según el analista Anton Barbašin, entrevistado por Meduza.
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- Guillaume Lancereau •
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- © AP Photo/Marko Ivkov
El martes 19 de noviembre, el ministro de Defensa ruso afirmó que las fuerzas armadas ucranianas habían atacado la región de Briansk con seis cohetes ATACMS, misiles supersónicos con un alcance de hasta 300 kilómetros. Por su parte, los medios de comunicación ucranianos objetaron que el Estado Mayor del país «no tenía información sobre el ataque», aunque la agencia de noticias RBK-Ukraina, basándose en una fuente anónima, había mencionado previamente el uso de esos misiles. El ataque se produjo inmediatamente después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunciara el día anterior una decisión con la que autorizaba a Kiev a llevar a cabo este tipo de ataques, en respuesta a las reiteradas peticiones de Volodimir Zelenski.
Ese mismo día, el presidente de la Federación Rusa firmó una ucase sobre la disuasión nuclear, introduciendo cambios sustanciales en la versión anterior del texto, fechada en junio de 2020. Las adiciones en cuestión pretenden ser amenazadoras: su principal objetivo es subrayar que cualquier ayuda militar prestada por Occidente a Ucrania califica a esta última, a ojos de Rusia, de cobeligerante, susceptible como tal de represalias nucleares. Se ha añadido la siguiente aclaración al noveno párrafo de la ucase: «La disuasión nuclear también se aplica a los Estados que pongan su territorio, espacio aéreo y/o marítimo, así como sus recursos, a disposición de la preparación o ejecución de una agresión contra la Federación Rusa».
Otros dos párrafos importantes de esta nueva versión del texto pretenden anunciar a la OTAN y a la Unión que cualquier ataque de uno de sus Estados miembros contra la Federación Rusa exigiría represalias contra todos los países del Tratado o de la Unión:
10. Una agresión lanzada por cualquier Estado miembro de una coalición militar (bloque, unión) contra la Federación Rusa y/o sus aliados será considerada como lanzada por dicha coalición (bloque, unión) en su conjunto.
11. Una agresión contra la Federación Rusa y/o sus aliados lanzada por cualquier Estado no poseedor de armas nucleares con la participación o el apoyo de un Estado poseedor de armas nucleares se considerará como un ataque conjunto de esos dos Estados.
Para arrojar algo de luz sobre esta situación, Anton Barbašin, analista político y director editorial del centro de análisis Riddle, concedió una entrevista al medio opositor Meduza sobre cómo el uso de misiles estadounidenses de largo alcance apuntando a territorio ruso podría alterar el curso de la guerra.
Las autoridades ucranianas han pedido en repetidas ocasiones a los dirigentes occidentales permiso para utilizar misiles de largo alcance contra el territorio de la Federación Rusa. Todas estas peticiones han sido rotundamente denegadas. ¿Por qué los países occidentales, empezando por Estados Unidos, se negaron a considerar esta posibilidad?
En primer lugar, temían una escalada por parte rusa y les resultaba difícil ver con claridad dónde estaban las «líneas rojas» tan a menudo mencionadas por Sergei Lavrov, Vladimir Putin y otros funcionarios rusos. Podría enumerar unas quince de estas «líneas rojas» que ya se han cruzado desde el inicio del conflicto: la entrega a Ucrania de tanques occidentales y sistemas de misiles HIMARS, pero también los ataques a los territorios de Crimea anexionados en 2014, la entrega de aviones F-16 y el envío de tanques soviéticos o MiG desde Europa Central y Oriental.
Permítanme recordarles que el principio mismo de la ayuda militar directa a Ucrania representó en un principio una «línea roja», al igual que las incursiones de las fuerzas ucranianas en el territorio de la Federación Rusa, que el Kremlin interpretó inmediatamente como una maniobra posible gracias a la inteligencia, las instrucciones y el asesoramiento occidentales. El uso de datos de inteligencia occidentales para atacar a las tropas rusas era, a ojos de Rusia, otra línea que no debía cruzarse.
Sin embargo, todas estas líneas rojas han sido cruzadas una tras otra, y luego olvidadas, hasta el punto de que nadie parece recordar que existieran siquiera hace poco tiempo. Sin embargo, los ataques directos en territorio ruso seguían siendo percibidos por los líderes occidentales como un límite de naturaleza completamente diferente: de ahí su veto contra Ucrania.
Antes del ataque del 19 de noviembre en la provincia de Briansk, el ejército ucraniano ya había utilizado misiles occidentales (en particular Storm Shadow/Scalp) para atacar objetivos en Crimea, considerada por Moscú parte integrante de su territorio.
Uno de los elementos que cambió la situación fue la participación de militares norcoreanos en la guerra de Ucrania. Por el momento, no tenemos conocimiento de los objetivos concretos que se les han asignado, pero nadie niega el hecho de que están recibiendo entrenamiento militar en Rusia y participando en los combates que tienen lugar en la región de Kursk. Al utilizar tropas norcoreanas, la Federación Rusa ha introducido, por tanto, a un tercer país en la ecuación. Los últimos informes indican que Corea del Norte está dispuesta a enviar hasta 100 mil soldados al frente ucraniano. Esto supondría un verdadero punto de inflexión en la guerra, sobre todo teniendo en cuenta que la falta de soldados disponibles es actualmente un grave problema tanto para Ucrania como para Rusia.
En mi opinión, el cálculo occidental es el siguiente: si nada impide el experimento de Vladimir Putin con un contingente inicial de 10 mil soldados norcoreanos, y si el experimento tiene éxito, Rusia podrá desplegarlos no sólo dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas, sino también en el territorio que ocupa en Ucrania. Por tanto, Occidente desea evitar la implicación directa de un tercer país en este conflicto bilateral, más aún cerca de las fronteras de la OTAN.
La llegada de tropas norcoreanas al frente de Kursk en las últimas semanas es una de las escaladas más significativas desde el lanzamiento de la invasión a gran escala en febrero de 2022. Hasta ahora, ningún país había enviado combatientes a la línea del frente en apoyo de Moscú o Kiev.
Hay rumores de que Joe Biden podría haber permitido a Ucrania utilizar misiles de largo alcance para ataques dirigidos a la región de Kursk debido a la derrota de los demócratas en las elecciones estadounidenses, para dificultar que Donald Trump corte la ayuda a Ucrania en un futuro próximo. ¿Qué opina al respecto?
La elección de Donald Trump y toda su retórica hacia Ucrania fueron sin duda un factor importante en esta decisión. Si hemos de creer a los periodistas estadounidenses, Donald Trump pidió a Vladimir Putin en una conversación reciente que facilitara su papel de mediador no agravando mientras tanto la situación en Ucrania.
Es muy posible que, de aquí a la toma de posesión de Donald Trump el 20 de enero, la situación sobre el terreno cambie por completo. Si Ucrania persiste en atacar territorio ruso con misiles ATACMS, Rusia intensificará sus ataques contra las infraestructuras civiles y energéticas ucranianas. La escalada militar, la intensificación de las represalias rusas y el aumento del número de víctimas civiles harían imposible que Donald Trump diera marcha atrás en su posición sobre la ayuda a Ucrania: se vería obligado a seguir la línea de Biden.
Como proveedor de estas armas, ¿dispone Estados Unidos de medios para imponer restricciones sobre los objetivos a atacar?
Al parecer, las condiciones fijadas por Estados Unidos sólo permiten atacar zonas que son actualmente escenario de operaciones militares, como la región de Kursk, mientras que prohíben los ataques en profundidad en territorio ruso. Como ocurre con todas las entregas de ayuda y equipos militares occidentales, la principal restricción se refiere a la naturaleza de estos objetivos, que deben ser exclusivamente militares.
Con 56.800 millones de euros entre enero de 2022 y finales de agosto de 2024, Estados Unidos es el principal contribuyente de ayuda militar a Ucrania. Desde el inicio de la invasión rusa a gran escala, la administración demócrata, apoyada por el Congreso, se ha «deshecho» de los procedimientos que limitaban y ralentizaban la ayuda militar que Washington puede proporcionar a los países que se enfrentan a situaciones de emergencia.
Las sociedades occidentales son sociedades democráticas en las que todo tiene lugar bajo la atenta mirada y el escrutinio del electorado. Si un ataque con misiles ATACMS provocara importantes víctimas civiles en Rusia, tendría enormes repercusiones políticas en Occidente. Por eso los objetivos militares son los únicos que se consideran legítimos, ya sean bases militares, centros logísticos o puntos de concentración de tropas.
¿Cree posible que se permita a Ucrania atacar con misiles las infraestructuras energéticas rusas?
No. Todos los daños infligidos a depósitos de combustible y plantas de refinado en territorio ruso han sido el resultado de ataques de drones, saboteadores, agentes reclutados por Ucrania o servicios especiales ucranianos. No cabe duda de que el uso de armas estadounidenses contra infraestructuras civiles plantearía graves problemas. Por lo tanto, todo apunta a que las autorizaciones se limitarán estrictamente a objetivos militares.
En marzo de 2024, ante el temor de que la subida del precio del crudo se reflejara en los galones de gasolina pagados por los estadounidenses tras los ataques de drones ucranianos contra la industria petrolera rusa, la Casa Blanca «instó a Ucrania a cesar sus ataques contra las infraestructuras energéticas rusas». Además del impacto de estos ataques en los mercados, la administración demócrata también había advertido a Kiev del riesgo de «represalias» por parte de Rusia.
En respuesta, Rusia no bombardeará Estados Unidos ni Polonia. En su lugar, apuntará a la propia infraestructura ucraniana. Los objetivos potenciales de infraestructura civil en Ucrania están lejos de agotarse, por no mencionar que todavía hay una serie de «centros de toma de decisiones» que Rusia podría atacar; Vladimir Putin podría enviar unos cuantos misiles directamente a la oficina del presidente Zelenski en la calle Bankova.
Está claro para Ucrania, como lo está para Occidente, que Rusia tiene todo el derecho a continuar la guerra actual, y a hacerla aún más brutal. También está claro que si Ucrania se ciñe a objetivos estrictamente militares, utilizando medios militares, la reacción rusa será un poco menos brutal.
El problema aquí es que los límites son difusos. A menudo, cuando Rusia anuncia que ha llevado a cabo ataques contra un objetivo militar en Ucrania, sus misiles resultan impactar contra viviendas civiles [como, hace diez días, el edificio completamente destruido de Krivói Rog, en la región de Dnipropetrovsk]. Siempre es difícil saber si esto se hizo intencionalmente, si fue un error de puntería o los restos de un misil interceptado. Sea como fuere, es probable que este tipo de errores, deliberados o no, sean cada vez más frecuentes en caso de ataques ucranianos contra objetivos civiles en territorio ruso.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias si Ucrania decidiera utilizar sus misiles para atacar no sólo zonas fronterizas, sino también otros territorios rusos?
Occidente sigue controlando la situación: Ucrania depende directamente de que continúen las entregas de armas, sobre todo porque está lejos de haber recibido toda la ayuda prometida por Joe Biden. El principal mecanismo de disuasión sería suspender las futuras entregas y la ayuda financiera. Todo el proceso podría interrumpirse en cualquier momento, y Ucrania se vería privada de una ayuda con la que ya cuenta.
A finales de octubre, los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de los países del G7 ultimaron el acuerdo que permitirá desbloquear a Kiev un préstamo de 50 mil millones de dólares de aquí a finales de año. En la práctica, los partidarios de Ucrania que han contribuido al préstamo deberían utilizar los beneficios generados por los 280 mil millones de dólares de activos del Banco Central ruso congelados en los países del G7 (la mayoría en la Unión) para devolver sus contribuciones. Según nuestras estimaciones, estos activos podrían generar hasta 5 mil millones de euros al año.
A principios de otoño, Vladimir Putin anunció que el uso de misiles estadounidenses en dirección al territorio de la Federación Rusa se interpretaría como una implicación directa de la OTAN en la guerra. Ahora que este escenario está tomando forma, ¿cómo puede reaccionar Rusia?
Rusia ya declaró que considera que Occidente está plenamente implicado en esta guerra, aunque sólo sea por el hecho de compartir datos de inteligencia militar con Ucrania. Creo que Rusia dispone de medios técnicos para agravar la situación: podría atacar las rutas occidentales de suministro de armas entre Polonia y Ucrania, es decir, llevar a cabo ataques en los alrededores de Lviv. También podría intensificar sus bombardeos sobre Kiev, otras ciudades o infraestructuras militares. Podría decidir apuntar a sus diversos objetivos de forma aún menos precisa que en la actualidad, o aumentar el número de actos de sabotaje o ciberataques en Europa. Si la situación sigue degenerando, incluso hasta el punto de una guerra nuclear, Rusia podría desencadenar una catástrofe tecnológica que paralizara temporalmente todas las operaciones.
Cualesquiera que sean los diversos escenarios, en mi opinión el más probable es una continuación de la tendencia actual, con una mayor destrucción de las infraestructuras civiles y un empeoramiento del número de víctimas humanas.
Hace tres días, el canciller alemán Olaf Scholz telefoneó a Vladimir Putin (por primera vez en casi dos años). Según Bild, esta llamada fue aprobada por otros líderes occidentales y el presidente Zelenski también había sido informado. Esto coincide con el momento en que Estados Unidos informó a Ucrania de la decisión de Joe Biden sobre el uso de misiles de largo alcance en la región de Kursk. Por último, fue precisamente después de esta llamada de Scholz cuando Ucrania se vio sometida al bombardeo más intenso de los últimos tres meses. ¿Cree que estos tres acontecimientos están relacionados?
Es totalmente posible, pero no lo sabremos hasta que se desclasifiquen los documentos pertinentes. No tengo ninguna información privilegiada al respecto, pero debo decir que, en conjunto, esa llamada telefónica me pareció extraña. Según la información disponible en el sitio web del Kremlin, Vladimir Putin se limitó a repetir a Scholz sus condiciones habituales: «Todo este conflicto es una agresión de la OTAN, exigimos la rendición total de Ucrania».
Me cuesta entender la lógica de Scholz, que corre serio peligro de perder su puesto. ¿Cuál era el objetivo de esta llamada? ¿Qué esperaba conseguir? Se trata de una maniobra diplomática sobre la que nos falta mucha información para establecer la secuencia exacta de los acontecimientos.
Poco antes de ponerse en contacto con Vladimir Putin, Olaf Scholz también habló con Donald Trump, que dice querer asumir el papel de mediador en las negociaciones de paz. ¿Cómo cree que la decisión de Joe Biden sobre los misiles de largo alcance podría influir en la posición de Rusia en estas negociaciones?
No sé cuál sea el plan de paz de Donald Trump, pero dudo que facilite mucho las cosas a Vladimir Putin. Tal y como están las cosas, a juzgar por las últimas declaraciones, parece que Estados Unidos está realmente decidido a reducir la ayuda a Ucrania, siempre que Rusia acepte concesiones. Sin embargo, por el momento no hay ninguna señal de compromiso por parte de Moscú.
Vladimir Putin está demostrando de todas las maneras posibles que no tiene la menor intención de abandonar sus demandas originales, incluido el estatus neutral para Ucrania y la «retrocesión» de los territorios que Rusia considera suyos. Está claro que, a pesar de las grandes pérdidas, el ejército ruso está avanzando sobre el terreno, pero su objetivo no es, evidentemente, consolidar la línea del frente existente y detenerse ahí.
No creo que el equipo de Donald Trump tenga un plan de paz bien establecido. Sí vimos al anterior presidente de Estados Unidos reconciliarse con Corea del Norte durante su anterior mandato: hizo el viaje, se hizo la foto con Kim Jong-un, pero ¿cambió eso algo en el comportamiento de Corea del Norte? En absoluto.
A principios de septiembre, el compañero de fórmula de Donald Trump, J.D. Vance, reveló cuál podría ser el plan del candidato para «acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas», como ha repetido en numerosas ocasiones. En el debate contra Harris, Trump fue más allá y dijo que, de ser elegido, pondría fin al conflicto «antes incluso de ser presidente», algo que evidentemente no ha sucedido, dos semanas después de su elección.
Vance dijo entonces: «Creo que Trump se sentará y dirá a los rusos, los ucranianos y los europeos que deben encontrar una solución pacífica. Y probablemente sea algo así: la actual línea de demarcación entre Rusia y Ucrania se convierte en una especie de zona desmilitarizada. Estará fuertemente fortificada para que los rusos no vuelvan a invadirla y Ucrania conserve su soberanía independiente. Rusia obtiene una garantía de la neutralidad de Ucrania y ésta no entra en la OTAN ni en ninguna otra institución aliada».
Así que, incluso antes de que se autorizaran los misiles ATACMS, me preocupaba que los intentos de Donald Trump se quedaran en nada. Hará lo que pueda, será un fracaso y todo seguirá como antes.
En otras palabras, ¿cree que la probabilidad de que Rusia esté dispuesta a revisar sus condiciones previas para un acuerdo de paz es casi nula?
Rusia podría aceptar ciertos compromisos, por ejemplo sobre las armas y el equipamiento militar que Ucrania podría conservar tras un acuerdo de paz, pero estos acomodos sólo podrían referirse a puntos secundarios. Las exigencias esenciales de Rusia no se refieren tanto a los territorios ucranianos (tanto más cuanto que hoy son verdaderos campos de ruinas), sino más bien a la neutralidad y el desarme de Ucrania. Me cuesta ver cómo Ucrania podría aceptar estas condiciones. También cabe preguntarse qué garantías impedirían a Rusia relanzar las hostilidades en un futuro próximo, para derrocar a Zelensky o apoderarse de Kiev.
Es poco probable que Rusia revise sus exigencias de neutralidad y control de facto de una parte de la soberanía ucraniana. ¿Por qué se derramarían hoy tales torrentes de sangre si Vladimir Putin se encontrara finalmente frente a un Estado ucraniano fuerte dispuesto a reclamar sus territorios? Si esto no ocurre en vida de Putin, es seguro que ocurrirá después de su muerte.