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Nos encontramos ante un conflicto que dura ya desde hace más de dos años, y las elecciones estadounidenses hacen que el futuro del conflicto sea muy incierto. ¿Diría que los países que apoyan a Ucrania han hecho todo lo posible para ayudarle a ganar la guerra?
La guerra comenzó en 2014, e incluso antes de la invasión a gran escala, Rusia estaba tratando de desestabilizar Ucrania. Había combates y bajas cada semana, y es esencial recordarlo.
Desde febrero de 2022, hemos hecho mucho, pero no lo suficiente. Empezamos enviando mantas y cascos, y ahora estamos enviando tanques, FGM-148 Javelin y F16. Por desgracia, entretanto se ha perdido un tiempo valioso. La contraofensiva de Járkov no tuvo el impulso suficiente para lograr la victoria. Los ucranianos no recibieron equipo suficiente y no pudieron avanzar manteniendo el control del territorio. Hoy, ambos bandos están empantanados y, para marcar la diferencia en el campo de batalla, Ucrania necesitaría mucha más ayuda. Tenemos que decidir si queremos que Ucrania gane —o simplemente que siga luchando—. Parafraseando a Shakespeare: la cuestión es saber si hay que ganar o no ganar —Rusia sigue atacando, asaltando ciudades, destruyendo infraestructuras críticas—. No han parado porque hay elecciones en Estados Unidos. No tenemos derecho, y Ucrania desde luego no puede permitirse el lujo de esperar al resultado de estas elecciones. Si existe una ventana de oportunidad entre ahora y el día de la toma de posesión el 20 de enero, no debemos esperar.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha dicho en repetidas ocasiones que los aliados no deben distraerse con una posible reelección de Donald Trump y deben centrarse en la tarea que tienen que llevar a cabo. Sin embargo, Trump habla de poner fin a la guerra en 24 horas. ¿Está preocupado?
Cuando voy al Capitolio y hablo con miembros del Congreso, observo un apoyo bipartidista a Ucrania. ¿Cambiarán las cosas, subirán o bajarán de intensidad? Podemos especular, pero lo que quiero decir es que por eso la Unión Europea tiene que hacer mucho más para demostrar a Estados Unidos que nos tomamos en serio nuestra seguridad.
Usted ha dicho recientemente que las limitaciones impuestas a Ucrania en cuanto al uso de la ayuda militar proporcionada, especialmente en lo relativo a la capacidad de golpear a Rusia en profundidad, son contraproducentes. ¿Se trata de una lucha desigual?
Estas restricciones tienen un efecto negativo, porque los ucranianos no pueden aprovechar plenamente las capacidades occidentales y actuar con todo su potencial en el campo de batalla. En el lado positivo, si se puede decir así, Ucrania está modernizando rápidamente su industria como respuesta. Hoy vemos que tienen sistemas de armas fabricados en Ucrania que pueden alcanzar 1.000 kilómetros dentro del territorio ruso. No me cabe duda de que desarrollarán su industria todo lo posible. Construir un misil no es ciencia espacial. Es sólo cuestión de tiempo que alcancen la capacidad de un Storm Shadow. Pero el tiempo es crucial, por eso debemos proporcionarles todo lo que necesiten y levantar todas las restricciones.
Bajo la dirección de Giuliano da Empoli.
Con contribuciones de Josep Borrell, Lea Ypi, Niall Ferguson, Timothy Garton Ash, Anu Bradford, Jean-Yves Dormagen, Aude Darnal, Branko Milanović, Julia Cagé, Vladislav Surkov o Isabella Weber.
El canciller alemán Olaf Scholz ha dejado claro que Berlín no cambiará su postura sobre los misiles Taurus. ¿Son estas restricciones producto del miedo a Moscú y a lo que podría significar una Rusia derrotada?
No oigo eso al más alto nivel político, ni entre los ministros de Defensa ni entre los primeros ministros. Por eso insisto en que debemos dejar de hablar de escalada. No es una cuestión de escalada ucraniana. Rusia no ha dejado de escalar, de deportar niños, de violar mujeres, de matar civiles y de despreciar todos los aspectos del derecho internacional. Ucrania no está escalando, y eso es lo principal. No deberíamos hablar de escalada ni de límites.
Entonces, ¿por qué persisten estas limitaciones?
Deberíamos preguntar a los gobiernos que aún las mantienen. La posición de mi gobierno es clara. No existe una solución mágica. Ninguna arma por sí sola traerá la victoria. Es una combinación: el envío de armas, tanques, artillería, misiles SCALP y Storm Shadows representa la esperanza para los soldados en las trincheras. Necesitan esa motivación y ver que tienen los medios para defender a su país. Por eso es tan importante. También les permitiría atacar objetivos, destruir los depósitos de municiones y misiles que Rusia está utilizando contra ellos. Vemos que los ucranianos son capaces de hacerlo.
También es un mensaje. Dar a Ucrania una oportunidad justa de defenderse demostraría que estamos dispuestos a apoyarla durante todo el tiempo que sea necesario.
El Presidente Volodímir Zelenski desveló su plan para la victoria la semana pasada. Algunos sostienen que está pidiendo más entregas de armas, pero sin dar ninguna pista diplomática o política. ¿Cómo responde a esto, especialmente frente a ideas como la necesidad de ceder territorio a cambio de una rápida entrada en la OTAN o la Unión Europea?
Todos sabemos lo que necesita Ucrania para ganar la guerra. Zelenski también lo sabe. Podríamos entrenar a más ucranianos, entrenarlos mejor. Estonia está dispuesta a ayudar. Hay decisiones que podríamos tomar sobre municiones, defensa aérea, superioridad aérea, envío de más F-16, sistemas de armas de largo alcance para ataques de precisión en profundidad. Son medidas que podemos adoptar. Sólo después deberían tener lugar los debates políticos y diplomáticos sobre, por ejemplo, la adhesión a la Unión Europea como complemento y quedándose de momento como cuestión secundaria. Los ucranianos deben ganar primero la guerra.
Repasando la historia de su propio país, ¿qué opina sobre la cuestión de ceder territorios?
Ceder territorios no es una solución a la guerra, y la historia nos demuestra por qué. En Estonia, bajo la ocupación soviética, no teníamos derecho a decidir por nosotros mismos: alguien en un comité en Moscú lo hacía por nosotros. Esto es inaceptable en el siglo XXI. La única nación que puede decidir cómo quiere vivir es Ucrania y el pueblo ucraniano.
Si empezamos a hablar de alto el fuego, de negociaciones de paz, eso es exactamente lo que quiere Rusia, porque significa que estamos obligando a Ucrania a sentarse a la mesa de negociaciones. Lo único en lo que todos deberíamos estar de acuerdo es en el respeto del derecho internacional. Esto significa volver a las fronteras establecidas tras el colapso de la Unión Soviética. Si los ucranianos recuperan las tierras ocupadas, aunque estén destruidas, la guerra terminará.
Si Ucrania se ve obligada a aceptar un acuerdo de paz, ¿qué significaría eso para su seguridad?
Es crucial que la OTAN se mantenga fuerte y unida, porque es la única garantía de seguridad para nosotros en Europa. Uno para todos, defendiendo cada país, cada centímetro de territorio. Si este principio cayera, la OTAN ya no sería la misma. Por eso es tan importante que Ucrania reciba una invitación para entrar en la Organización; si de algo estoy seguro es de que Ucrania sería la primera en defender a Estonia.
¿Cree que Rusia podría atacar a un país de la OTAN?
La historia muestra un patrón de comportamiento. Rusia tiene ambiciones imperialistas. Fíjese en Chechenia, Georgia, Crimea, el discurso de Putin en la Conferencia de Múnich de 2008 —tiene un plan para restablecer una especie de zona gris y, si pudiera, recrearía un imperio—. Esto es algo que ha estado en proyecto durante veinte años.
La OTAN es una alianza defensiva. No tenemos ningún interés en llegar a Moscú, ni siquiera hasta Pskov, en la frontera con Estonia. La OTAN no es una amenaza para Rusia. Si Putin quiere crear una zona desmilitarizada, puede hacerlo en territorio ruso. Pero tenemos que tomarnos en serio esa posibilidad —así es como actúa el oficial del KGB Vladimir Putin—. Es la mentalidad de la Guerra Fría.
El General Rajmund Andrzejczak sugirió que la disuasión de la OTAN debería ser más enérgica, diciendo a Rusia que un ataque contra los Estados Bálticos o Polonia iría seguido de una respuesta contundente «en cuestión de minutos». ¿Comparte este mensaje?
Por supuesto que lo comparto. Nos defenderíamos desde el primer minuto. Ese es el único planteamiento posible para defender a Estonia, Lituania, Letonia y Polonia.
Si nos atacaran, contraatacaríamos desde el primer minuto.
¿Está convencido de que sus aliados reaccionarían con la misma fuerza?
Si no estuviera convencido, no estaríamos en una alianza.
Lo que les diría a cada ciudadano español, portugués e italiano es que no se trata sólo de los Estados bálticos o de Polonia. Hemos construido una alianza que ha defendido a nuestros países y mantenido la paz durante 75 años. Hemos definido claramente lo que los países de la OTAN deben hacer para defender la Alianza. Hay que tener confianza en los expertos militares. Debemos estar preparados, y debemos estarlo juntos. Las cifras demuestran que no hemos hecho lo suficiente en los últimos 30 años. Permítanme darles dos cifras: el gasto en defensa de Rusia ha aumentado casi un 600% en 25 años; en la Unión Europea, la cifra es del 43%. Incluso con esta enorme diferencia, somos colectivamente más fuertes que Rusia. Pero una disuasión creíble también significa invertir más, producir más y aprender de lo que está ocurriendo en Ucrania.
En este escenario de preparación colectiva, ¿contempla el regreso del servicio militar obligatorio?
Eso depende de cada país, porque no podemos comparar países pequeños como Estonia o Finlandia, que tienen una larga frontera terrestre con Rusia, donde tenemos un ejército de reserva y el servicio militar obligatorio, con países como Alemania, Francia o España, que tienen poblaciones mucho mayores. Corresponde a cada país decidir cuál es el mejor modelo y cómo organizar su defensa.
Lo que yo diría es que debemos ser capaces de respetar los criterios que hemos acordado juntos en el seno de la OTAN y en el nuevo plan regional para la defensa de Europa.
Polonia ha propuesto que el gasto militar quede exento de las reglas presupuestarias con el fin de crear más margen financiero para lo que considera una prioridad estratégica de seguridad. ¿Apoya usted esta idea?
No quiero precipitar estos cambios porque la estabilidad presupuestaria también forma parte de nuestra soberanía. En términos fiscales, si no podemos gestionar nuestras finanzas, será muy difícil gestionar el gasto en defensa y todo lo demás que necesita el Estado, como la sanidad y la educación. Por eso me parece más interesante la idea de adquisiciones conjuntas, o incluso la emisión de bonos de defensa. Hay necesidades específicas, pero también hay una amplia gama de necesidades comunes —todos necesitamos munición, defensa antiaérea, capacidades de ataque de precisión a larga distancia—. Cuando Ursula von der Leyen presentó su propuesta de 500.000 millones de euros para defensa, eso es exactamente lo que deberíamos hacer. Pongámonos de acuerdo en un esfuerzo conjunto y entonces no tendremos que discutir sobre déficits del 3% y exenciones para cada país.