El viernes 13 de septiembre, el Primer Ministro griego, Kyriákos Mitsotákis, envió una carta a la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la que destacaba la fuerte subida de los precios de la electricidad pagados por Grecia en los últimos meses1.

  • En agosto de 2024, el precio medio al por mayor del kilovatio/hora en Grecia era el más alto de la Unión: 129,81 euros, un 116% más que en abril.
  • Con la excepción de España y Portugal, que se benefician de un sistema de «excepción ibérica», los países del sudeste de Europa son los que más pagan por su electricidad.

Según Mitsotákis, este aumento se debe a varios factores: las altas temperaturas, exacerbadas por el cambio climático, los cortes de electricidad, la escasez de lluvias, que ha secado los embalses que abastecen a las centrales hidroeléctricas, y la falta de interconexiones transfronterizas.

El Primer Ministro griego también atribuye la responsabilidad a los ataques rusos contra la red eléctrica ucraniana.

  • Estos han obstaculizado considerablemente la capacidad nacional de producción de electricidad de Ucrania.
  • A finales de marzo, la empresa energética ucraniana VTEK —que explota varias decenas de centros de producción de electricidad en todo el país— declaró que los ataques rusos habían contribuido a destruir o dañar el 80% de su capacidad de producción en tan sólo un mes.
  • Como consecuencia, Ucrania se ve obligada a importar de sus vecinos mucha más electricidad de lo habitual, lo que contribuye a reducir la oferta en los países exportadores y, por tanto, a hacer subir los precios.

El gráfico anterior ilustra el impacto del ataque sistemático del ejército ruso a la infraestructura energética de Ucrania: entre principios de abril y finales de agosto, Ucrania importó 10 veces más electricidad de Hungría que a principios de año. Al mismo tiempo, sus exportaciones cayeron a 0 durante más de dos meses.

La realización del mercado interior de la electricidad que reclama Mitsotákis debería conducir a una reducción global de los costes, así como a una disminución de las grandes disparidades que pueden surgir entre países, lo que perjudica especialmente a la competencia entre Estados miembros. En un mercado integrado, en el que la electricidad producida en un país puede venderse y consumirse en otro sin obstáculos, se intensifica la competencia entre mayoristas y minoristas, lo que anima a las empresas a invertir en nuevas tecnologías y reducir así los costes2.