Los pueblos de Europa Central y Oriental que vivieron el imperialismo ruso y la represión soviética aún lo recuerdan vívidamente, mientras que muchos de Europa Occidental ignoran su existencia. Continuamos nuestra serie «Violencias imperiales», codirigida por Juliette Cadiot y Céline Marangé. Para recibir nuevos textos de la serie, suscríbete.

La frontera entre Polonia y Ucrania, que es también un segmento de la frontera oriental de la Unión Europea, es una línea cuya historia se traslapa con la de la Segunda Guerra Mundial: desde el pacto germano-soviético de agosto de 1939 hasta el establecimiento de las nuevas fronteras territoriales de la URSS dentro de sus límites occidentales ampliados al final del conflicto. Antes de aparecer de repente en las portadas de los medios de comunicación en los días posteriores a la invasión de Ucrania por el ejército ruso el 24 de febrero de 2022, esa frontera había permanecido durante mucho tiempo en las sombras del mapa mental de los europeos. Emergió, por así decirlo, en forma de mareas humanas que huían de los bombardeos para refugiarse en Polonia y más al oeste de Europa. En un momento en que la violencia de las armas en Ucrania causaba conmoción y pavor, la frontera aparecía como un símbolo vivo de apertura y solidaridad, lo cual contrasta con la historia de su creación, a la que nos proponemos volver.

La historia de la frontera occidental de Ucrania se abordará aquí a través de la posición soviética que defendió Stalin a lo largo de la Segunda Guerra Mundial para justificar su demarcación. Esa posición presenta ciertas paradojas que ilustran la versatilidad ideológica o el cinismo de Stalin a la hora de legitimar la expansión territorial de la URSS hacia Occidente. El jefe del Kremlin era un paladín del Estado-nación y, en este caso, hizo un intenso alegato a favor de la «reunificación de las tierras ucranianas» durante la guerra y al final de la guerra, el periodo fundacional de la nueva Europa, cuando era precisamente la extensión de la URSS hacia el oeste —los países bálticos, Ucrania y Bielorrusia occidentales, Moldavia— lo que se percibía más claramente como un imperio.

Antes de aparecer de repente en las portadas de los medios de comunicación en los días posteriores a la invasión de Ucrania por el ejército ruso el 24 de febrero de 2022, esa frontera había permanecido durante mucho tiempo en las sombras del mapa mental de los europeos.

Catherine Gousseff

Una región disputada en las fronteras de los imperios

Las regiones occidentales de Ucrania se integraron tardíamente a la Ucrania soviética durante la Segunda Guerra Mundial. La Galitzia Oriental, que constituye la mayor parte de esos territorios, sugiere en los nombres históricos de su capital la sucesión de sus filiaciones: Lviv, Lvov, Lwów, Lemberg… Los polacos fueron los amos del lugar hasta la división de Polonia a finales del siglo XVIII entre los imperios de la región, habiendo heredado los Habsburgo ese territorio hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Después de 1918, la Galitzia Oriental se incorporó de nuevo al restaurado Estado polaco, que reclamó la región como parte integrante de sus antiguos dominios. Esta situación duró sólo dos décadas. 

La guerra en la región comenzó en septiembre de 1939, con el espectacular acercamiento germano-soviético como telón de fondo. Aunque esos dos Estados habían sido radicalmente antagónicos entre sí poco después de la llegada de Hitler al poder, la firma del pacto germano-soviético el 23 de agosto de 1939 dio un vuelco al equilibrio de poder en Europa. Los dos nuevos aliados no sólo firmaron un tratado de no agresión, sino que también planearon una nueva división de Polonia en los protocolos adicionales secretos del pacto.

Las regiones occidentales de Ucrania se integraron tardíamente a la Ucrania soviética durante la Segunda Guerra Mundial.

Catherine Gousseff

Con el ataque a Polonia por parte de la Wehrmacht desde el oeste y del ejército soviético desde el este 15 días más tarde, el país fue ocupado en tres semanas. El 28 de septiembre de 1939, los dos aliados se reunieron para establecer la línea de demarcación entre sus zonas de ocupación. Gracias a un documento de Gustav Hilger, secretario del embajador alemán en la URSS, en el que se recogen las actas del intercambio y que se descubrió tardíamente, es posible rastrear con precisión las negociaciones, mismas que fueron difíciles con respecto a Galitzia Oriental.

Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores alemán, no ocultó el interés de su gobierno por la región de Drohobycz, centro industrial situado al sur de Lwów (Lviv) que, con sus recursos petrolíferos, constituía un auténtico polo estratégico. La propuesta fue firmemente rechazada por los soviéticos. Stalin basó su postura en la necesidad de «reunificar las tierras ucranianas» y propuso una línea de demarcación situada mucho más al oeste, a lo largo del río San. Basaba su propuesta en el proyecto defendido sin éxito por los delegados ucranianos durante las conversaciones internacionales que habían seguido a la Primera Guerra Mundial. La región de San se caracterizaba por tener una alta concentración de ucranianos, de los cuales la ciudad greco-católica de Przemyśl era el bastión.

Stalin dijo a los alemanes que el gobierno soviético había prometido asignar las regiones al este del San a los ucranianos. “Los ucranianos —continuó— eran nacionalistas empedernidos que nunca renunciarían a esas tierras.  Nunca podría imaginar pedir que los ucranianos hicieran semejante sacrificio», concluyó Stalin.1 Y efectivamente, la línea de las aguas del San, y del Bug más al norte, iba a delimitar las zonas de ocupación hasta que la Wehrmacht invadió la URSS en junio de 1941. Algunas ciudades, empezando por Przemyśl, quedaron literalmente cortadas en dos, ocupadas por los alemanes al oeste del río y por los soviéticos al este.

En la escena internacional, la URSS justificó su intervención armada denunciando el imperialismo polaco.

Catherine Gousseff

En la escena internacional, la URSS justificó su intervención armada denunciando el imperialismo polaco, ya que la República de Polonia había ejercido su dominio sobre tierras donde los polacos étnicos eran minoría. La URSS, proclamó Viacheslav Molotov, ministro de Asuntos Exteriores de Stalin, no se presentó como un Estado beligerante o conquistador, sino como un libertador con el deseo de reparar la historia devolviendo a los pueblos sus territorios. Esto se aplicaba por igual a los ucranianos del oeste y, más al norte, a los bielorrusos de la región de Grodno.

El cinismo de Stalin sobre la cuestión ucraniana

El argumento esgrimido por Stalin, y que prevaleció, no carecía de cierto cinismo si tenemos en cuenta las purgas llevadas a cabo en el seno del Partido y de las élites de la República Soviética de Ucrania, principalmente en nombre de la lucha contra el nacionalismo ucraniano… La primera década estalinista estuvo marcada por la gran violencia infligida a la Ucrania soviética: la colectivización forzosa de las explotaciones campesinas no era exclusiva de Ucrania, pero había adquirido una virulencia particular en el granero de la URSS. La hambruna de 1932-1933, que se cobró casi 4 millones de víctimas en la república ucraniana, fue directamente atribuible a la política del Kremlin, y esta misma tierra pagó un alto precio durante las represiones masivas del Gran Terror de 1937-1938, que afectaron a más de 300 mil personas.

Por lo tanto, que Stalin se erigiera de repente en el gran defensor de la causa ucraniana podría haber parecido extremadamente imprudente. En cierto sentido, sin embargo, el jefe del Kremlin se mantuvo fiel a su concepción de las nacionalidades, a las que reconocía esencialmente el derecho a la existencia de un territorio nacional en el marco de repúblicas socialistas sometidas al poder central de Moscú.

Al oeste de la frontera del pacto, las regiones fueron incorporadas al régimen de ocupación alemán del Gobierno General polaco. En el este, los soviéticos pusieron en práctica su alegato a favor de la reunificación de las tierras ucranianas y bielorrusas. En los territorios conquistados se organizaron campañas para las elecciones de diputados a las asambleas parlamentarias, celebradas el 22 de octubre de 1939. Con resultados nada sorprendentes, la primera decisión de estas asambleas fue pedir que las nuevas regiones se anexionaran a sus repúblicas tutelares de Bielorrusia y Ucrania, petición respaldada por el Soviet Supremo de la URSS a principios de noviembre de 1939.

Al oeste de la frontera del pacto, las regiones fueron incorporadas al régimen de ocupación alemán del Gobierno General polaco. En el este, los soviéticos pusieron en práctica su alegato a favor de la reunificación de las tierras ucranianas y bielorrusas.

Catherine Gousseff

El proceso de anexión finalizó con el decreto del 29 de noviembre por el que se concedía la ciudadanía soviética a la población. Más conocido como «pasaportización», el proceso de registro de personas y expedición de nuevos documentos de identidad distaba mucho de ser una mera formalidad, ya que conllevaba citas en comisarías para interrogatorios inquisitoriales sobre el origen social y las opiniones de los individuos, y podía dar lugar a prohibiciones de residencia en las ciudades donde se registraban los hogares. Además, esta medida se aplicaba por igual a los residentes oficiales y a los refugiados recién llegados, ya que la negativa a asumir la ciudadanía soviética se trataba como un delito penal. Más de 80 años después, tales prácticas han resurgido de forma casi idéntica para los residentes de las regiones de Ucrania anexionadas por Rusia…

La sovietización de los nuevos territorios fue acompañada de grandes oleadas de deportaciones de personas consideradas «socialmente extranjeras» y/o «políticamente sospechosas». Cerca de 400 mil personas fueron enviadas al Extremo Norte y a Asia Central durante los 21 meses que duró esa primera sovietización. Fue interrumpida bruscamente por el lanzamiento de la Operación Barbarroja en junio de 1941.

La sovietización de los nuevos territorios fue acompañada de grandes oleadas de deportaciones de personas consideradas «socialmente extranjeras» y/o «políticamente sospechosas».

Catherine Gousseff

Negociaciones entre los Aliados sobre el futuro de Ucrania

Mientras se unía al bando de los aliados angloamericanos, Stalin mantuvo firmemente su postura sobre la nueva frontera occidental de la URSS y reiteró sus argumentos en varias ocasiones. En las negociaciones al final de la guerra, volvió a posicionarse como el reivindicador de la historia, pero esta vez basó hábilmente su argumentación en el proyecto que la diplomacia británica había defendido después de 1918 en las divisiones nacionales de esta parte de Europa, conocida como la «Línea Curzon», en honor al ministro de Asuntos Exteriores británico de la época.

En las negociaciones de entonces, relativas a las fronteras entre Polonia y sus vecinos orientales, principalmente Ucrania, Lord Curzon defendió el principio de una línea que ajustara las fronteras territoriales de los nuevos estados a su población étnica mayoritaria. Pero con el telón de fondo de la guerra civil que asolaba Ucrania, a la que se había superpuesto la guerra soviético-polaca a partir de 1919, los diversos escenarios debatidos para determinar los límites étnicos de los territorios quedaron sin resolver. Al final del enfrentamiento polaco-soviético, el Tratado de Riga de marzo de 1921 refrendó finalmente la adscripción de Galitzia Oriental y Volinia a la República de Polonia. 

25 años más tarde, en el verano de 1944, Stalin convocó en Londres a representantes del gobierno polaco en el exilio. Al primer ministro de ese gobierno, que afirmó que los polacos no podían aceptar perder Lwów, Stalin respondió con firmeza: «La Línea Curzon no fue prevista ni por los polacos ni por los rusos. Apareció como una respuesta británica» (en alusión a las diversas propuestas de la época). Más tarde, Stalin volvió a subrayar que los ucranianos no podían soportar que el gobierno soviético abandonara Lwów a los polacos. «En lugar de Lwów, los polacos recibirán Breslau» (actualmente Wrocław, al oeste de Polonia), precisó Stalin.2 Cuando uno de los miembros de la delegación polaca subrayó la importancia histórica de Lwów para Polonia, Stalin preguntó: «¿Y los ucranianos?». «Los ucranianos tienen Kiev», le respondieron. Stalin añadió: «Los polacos tienen Varsovia y Cracovia».3

A pesar de la intransigencia soviética, el gobierno polaco en Londres mantenía la esperanza de que los aliados occidentales hicieran cambiar de opinión al Kremlin. Por lo tanto, hubo que esperar hasta principios de febrero de 1945 para saber lo que se decidiría en las grandes ligas en la conferencia de Yalta. En Crimea, la cuestión polaca fue uno de los temas más pesados de la reunión tripartita, sobre todo por las negociaciones fronterizas. Sobre este punto, Roosevelt abrió la discusión señalando que Estados Unidos apoyaba la idea de una futura delimitación que mantuviera la Galitzia Oriental dentro del territorio polaco. El presidente estadounidense anunció desde el principio que esta propuesta no constituiría en modo alguno un obstáculo para la continuación de las negociaciones. Churchill intervino para apoyar la propuesta de Roosevelt. En particular, argumentó que Lwów nunca había sido rusa, pero Stalin replicó que Varsovia sí. Una forma de anular el argumento de su oponente…

Hablara con quien hablara, Stalin defendía sistemáticamente el derecho del pueblo ucraniano a controlar su propia tierra. Era el único argumento que tenía para justificar la anexión de territorios que nunca habían formado parte del Imperio ruso y que los soviéticos habían ocupado brevemente entre 1939 y 1941.

Catherine Gousseff

Frente a las posiciones angloestadounidenses, Stalin respondió con un largo discurso que, en la cuestión de la frontera, sonó más que un poco a déjà vu. Refiriéndose a la propuesta de Roosevelt, Stalin repitió el alegato curzoniano: «¿Qué dirían los ucranianos si los dirigentes soviéticos aceptaran las propuestas de los aliados? Podrían decir que Stalin y Molotov demostraron ser defensores mucho menos fiables de los ucranianos que Curzon y Clemenceau. ¿Cómo se vería Stalin a su regreso a Moscú?”.4

En 1939, Stalin había tenido cuidado de no referirse a Curzon al negociar la línea de demarcación con la Alemania nazi, pero cuando se enfrentó a Churchill, se reapropió con evidente fruición de las posiciones de la diplomacia británica tras la Primera Guerra Mundial. En 1939, como en 1944-1945, hablara con quien hablara, Stalin defendía sistemáticamente el derecho del pueblo ucraniano a controlar su propia tierra. Era el único argumento que tenía para justificar la anexión de territorios que nunca habían formado parte del Imperio ruso y que los soviéticos habían ocupado brevemente entre 1939 y 1941.

Una mirada retrospectiva al argumento estalinista muestra su carácter eminentemente instrumental. De 1939 a 1945, Stalin utilizó las reivindicaciones territoriales ucranianas de 1918 para justificar la anexión de lo que se convirtió en Ucrania occidental, que comprendía Volinia (Lutsk, Rivne) y Galitzia Oriental (Lviv, Drohobych, Ivano-Frankisk). Este alegato proucraniano no implicaba en absoluto una defensa de Ucrania como tal, una de las repúblicas soviéticas más castigadas por las décadas de represión de Stalin contra el campesinado, las minorías y las élites del país. Stalin defendió el principio del Estado-nación para esclavizar a las poblaciones que iba a reprimir de nuevo llevando a cabo deportaciones a gran escala. Del mismo modo, Putin afirma que rusos y ucranianos son el mismo pueblo para alienar a ese país.

Notas al pie
  1. Ingeborg Fleischhauer, «The Molotov-Ribbentrop Pact: the German Version», International Affairs, vol. 37/8, 1991, p. 122. 37/8, 1991, p. 122. Publicación anotada del acta de la reunión del 28 de septiembre de 1939, registrada por Hilger, secretario del embajador F. Von Schulenburg.
  2. Hay que recordar que el territorio polaco se desplazó unos 200 km hacia el oeste, extendiéndose hasta las regiones anexionadas del este de Alemania. La anexión de la Galitzia Oriental a la Ucrania soviética y la construcción de la nueva frontera polaco-soviética provocaron un vasto intercambio de poblaciones, la minoría polaca en Ucrania y la minoría ucraniana en Polonia, llamadas cada una a regresar a su patria tutelar, véase Catherine Gousseff, Échanger les peuples. Le déplacement des minorités aux confins polono-soviétiques, 1944-1947, París, Fayard, 2015, que traza la historia de esta persecución migratoria.
  3. Acta de la reunión del 3 de agosto de 1944 en Moscú, reproducida en T. V. Volotikina (ed.), Sovetskij faktor v vostočnoe Evrope, T. I , 1944-1948, (El factor soviético en Europa del Este), Moscú, Rosspen, 1999, pp. 72-73.
  4. Minutas de las conferencias de Yalta en Serhii Plokhy, Yalta.The Price of Peace, Nueva York, Viking, 2010, p. 167.