Esta conversación es una transcripción de la mesa redonda «Building a European industrial base in times of extended war», moderada por Olivier Schmitt, que reunió a Margarita Robles, Guillaume Faury, Stefano Pontecorvo, Stefano Sannino, Jonatan Vseviov y Martin Briens en la primera edición del Grand Continent Summit, celebrada en Valle de Aosta del 18 al 20 de diciembre de 2023. Publicamos las actas de la Cumbre y los vídeos de las sesiones públicas.
Olivier Schmitt
¿Cuál es el mayor reto al que se enfrenta la Unión Europea para construir una base industrial de defensa?
Margarita Robles
Esta conversación tiene lugar precisamente en un momento en que nuestro viejo continente se enfrenta a retos de seguridad sin precedentes que vienen de todas direcciones, empezando por una guerra en suelo europeo.
Es en estos tiempos de conflicto, marcados por las afirmaciones de líderes que desprecian el derecho internacional y dan la espalda al multilateralismo, cuando el diálogo es más necesario que nunca para construir la paz y la prosperidad. Por eso quiero subrayar la relevancia del Grand Continent Summit y desearle un gran éxito y un futuro prometedor.
La brutal agresión de Rusia contra Ucrania llevó a los europeos a realizar considerables esfuerzos para mostrar su solidaridad con un país atacado. Nuestros países reaccionaron al unísono, acogiendo a millones de refugiados, proporcionando material militar, ayudando al gobierno de Kiev a cubrir las necesidades básicas de su pueblo y aplicando duras sanciones contra el agresor.
Además, hemos proclamado en todos los foros internacionales que el comportamiento de Putin no es aceptable en un mundo en el que el respeto al derecho internacional debe caracterizar las relaciones entre las naciones. Nuestro modelo inicial de ayuda a Ucrania se guio por la urgencia. Primero enviamos ayuda humanitaria y medios de defensa inmediatos. Después suministramos artillería esencial para neutralizar la superioridad rusa y permitir a Ucrania recuperar los territorios ocupados. Luego vinieron los medios de defensa aérea cuando, en un nuevo episodio de terror, los misiles y drones rusos empezaron a llover sobre ciudades, centrales eléctricas y sistemas de riego ucranianos.
Su valentía y nuestro apoyo permitieron a los ucranianos sobrevivir como Estado soberano, y el agresor, aunque seguía ocupando gran parte del territorio invadido, perdió toda esperanza de lograr sus objetivos iniciales.
Hoy, nuestro apoyo a Ucrania debe entrar en una nueva fase. Ya no se trata de la supervivencia de Ucrania como Estado independiente, que, salvo catástrofe imprevista, ya está asegurada. Ahora se trata de restablecerse como un Estado europeo moderno capaz de ofrecer a sus ciudadanos las mejores condiciones de vida posibles. Por tanto, el apoyo debe ser más amplio de lo que ha sido hasta ahora. La ayuda militar sigue siendo esencial, ya que Putin continúa, de manera obstinada, con sus intentos de socavar cualquier posibilidad de una Ucrania próspera y democrática. Poco a poco, tendremos que dedicar nuestra ayuda a reconstruir un país a partir de los daños de una guerra que no se limita a objetivos militares. Debemos volver a coser todos los hilos que unen a Ucrania con Europa, a la que pertenece por historia y por decisión de su pueblo. Debemos ayudar a Ucrania a cumplir con las condiciones para una rápida acogida en nuestra Unión Europea. El desarrollo industrial será crucial para la modernización de Ucrania. El país cuenta ya con una larga tradición industrial, aunque tenga que recuperarse de la guerra y abandonar modelos anticuados. En este contexto, la industria de defensa será un motor esencial para el futuro de Ucrania, ya que seguirá proporcionando capacidades de defensa y será también un factor de desarrollo.
Los europeos debemos aprender de esta lección y de lo que pasa con Ucrania. Hemos tenido grandes dificultades para suministrar los equipos y municiones necesarios para el conflicto. También hemos aprendido que la industria de defensa es una garantía esencial de nuestra propia resistencia, soberanía e independencia. Ucrania, lo reconocemos, ha actuado como un detonante, un catalizador para tomar conciencia de la necesidad de invertir en defensa. Los sentimientos de compasión hacia nuestros vecinos ucranianos y el horror de una guerra tan cercana han convencido a nuestras poblaciones de que la inversión en defensa es imprescindible para la seguridad y para sostener un futuro de empleos altamente calificados.
Las claves de un mundo roto.
Desde el centro del globo hasta sus fronteras más lejanas, la guerra está aquí. La invasión de Ucrania por la Rusia de Putin nos ha golpeado duramente, pero no basta con comprender este enfrentamiento crucial.
Nuestra época está atravesada por un fenómeno oculto y estructurante que proponemos denominar: guerra ampliada.
¿Qué medidas políticas recomendaría para impulsar la consolidación industrial y tecnológica de nuestra defensa europea?
Sin duda, la guerra de Ucrania ha reafirmado y estimulado la necesidad de una base industrial europea de defensa. Ahora corresponde a nuestras industrias y a nuestros dirigentes políticos aprovechar este impulso. Afortunadamente, ya disponemos de instrumentos como el Fondo Europeo de Defensa, la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO, por sus siglas en inglés), la revisión anual coordinada en materia de defensa y la Agencia Europea de Defensa (AED, por sus siglas en inglés).
Creo que si el Consejo, la Comisión y el Parlamento Europeo siguen presentando un frente unido, como lo hicieron durante el semestre de la presidencia española, podremos sentar las bases de una revisión estratégica muy ambiciosa de la PESCO para 2025, que debería servir para anclar la nueva cultura de cooperación industrial europea en materia de defensa.
Como ya he dicho, los instrumentos para promover nuestra base industrial de defensa existen, pero necesitan un mayor impulso político para convertirse en los motores de la transformación de nuestra industria de defensa.
Con programas emblemáticos como el SCAF o el futuro Escolta Europeo, necesitamos visión y solidaridad por parte de las grandes empresas europeas, para no dejar fuera a industrias que están dispuestas y son capaces de aportar su contribución.
Por último, debemos fomentar un entorno «abierto» para integrar a las industrias que, caso por caso, puedan aportar innovación tecnológica y valor añadido al proyecto europeo de defensa. La guerra de Ucrania nos ha demostrado que no hay tiempo que perder. Nuestra capacidad para mantener a Europa en paz, libertad y prosperidad requiere un nuevo impulso, que sólo puede lograrse si mantenemos la unidad y la solidaridad, en definitiva, el europeísmo, que hasta ahora ha caracterizado nuestro apoyo a Ucrania.
¿Cómo evoluciona la política europea de defensa?
Stefano Sannino
Me gustaría continuar donde terminó de hablar la ministra, subrayando la necesidad de conciliar nuestros esfuerzos en los próximos años. En materia de defensa europea, ya disponemos de herramientas y tendremos que crear otras. Esto sin dejar de apoyar a Ucrania. Además tenemos que reforzar nuestras propias capacidades de defensa. Suscribo plenamente la importancia de prestar mayor atención a la seguridad de todas nuestras sociedades.
En Bruselas está surgiendo una verdadera convergencia sobre estas cuestiones, como demuestra el trabajo realizado en 2023. El alto representante Josep Borrell, que ha estado siempre a la vanguardia esforzándose por reforzar la dimensión militar y seguridad de la Unión Europea, presentará el 24 de febrero, junto con el resto de la Comisión, una estrategia industrial europea de defensa. Este enfoque no se limita a las estructuras dedicadas a la seguridad y la defensa. Todo el aparato institucional europeo está profundamente implicado en esta iniciativa. El Parlamento Europeo ha pedido recientemente la creación de un comisario de Defensa en la próxima Comisión. También ha pedido la creación de un Comité de Seguridad y Defensa independiente, en lugar de un mero subcomité dentro de la Comisión de Asuntos Exteriores (AFET, por sus siglas en inglés). Del mismo modo, el Consejo Europeo ha abordado en repetidas ocasiones la cuestión de la seguridad y la defensa, desde la Brújula Estratégica hasta la Declaración de Versalles, pasando por sus recientes conclusiones de diciembre, que dieron lugar a un importante paquete de medidas de defensa y seguridad.
Actualmente hay muchas iniciativas en marcha. Los trabajos en materia de seguridad y defensa ya habían comenzado antes de la agresión rusa contra Ucrania, pero ya sea en términos de ritmo o de escala, esta última ha intensificado nuestro compromiso en este ámbito. Es imperativo proseguir nuestros esfuerzos en este sentido, sobre todo con miras a reforzar la autonomía estratégica de la Unión Europea, haciendo especial hincapié en el componente de la seguridad.
¿Cómo puede contribuir la Agencia Europea de Defensa a que la estrategia europea tome forma?
Para empezar, es imperativo examinar el desarrollo de proyectos a gran escala, evaluar las oportunidades de colaboración y establecer políticas encaminadas a alcanzar estos objetivos. La adopción de una política industrial de defensa por parte de la Unión Europea, una innovación importante, marca una ruptura con las anteriores reticencias de Bruselas en materia de políticas industriales activas, donde tradicionalmente se daba primacía a la competencia leal y a la regulación de los mercados.
En primer lugar, la planificación estratégica y la programación conjunta son cruciales para reducir la fragmentación del mercado. Desarrollaré este punto más adelante. En segundo lugar, es vital simplificar la normativa para crear un marco que fomente la cooperación. Un buen ejemplo es nuestra iniciativa sobre compras conjuntas, especialmente en el sector de las municiones, donde la Agencia ha consolidado contratos para varios Estados miembros. Este enfoque es especialmente ventajoso para los países con una contribución significativa en términos de PIB, pero cuyo tamaño limita su influencia en la industria. Estas naciones aspiran a maximizar la eficacia de sus inversiones financieras. El tercer aspecto se refiere a la explotación óptima de las tecnologías de doble uso. Concretamente, los avances en movilidad militar nos han permitido desarrollar infraestructuras que benefician tanto al sector civil como al militar. Debemos intensificar nuestros esfuerzos en este ámbito.
Por último, el cuarto punto tiene que ver con la movilización de fondos, tanto públicos como privados. El Consejo Europeo le ha pedido varias veces al Banco Europeo de Inversiones que intensifique su participación en este sector. Es fundamental señalar que, hasta hace poco, los gastos militares estaban excluidos de la taxonomía del Banco Europeo, situación que ha cambiado significativamente. También es esencial reflexionar sobre cómo implicar mejor a las pequeñas y medianas empresas, dado su potencial de innovación en la investigación y su papel en la ampliación de la base industrial europea».
Actualmente se están estudiando algunas ideas, como la exención del IVA para las compras conjuntas. Esto nos lleva a la cuestión más espinosa: fabricar armas juntos. Ya he subrayado la importancia de la interoperabilidad, que es uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector industrial. Recientemente, el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano señaló con razón que la entrega de los arsenales de munición no es el final del proceso, porque hay que adaptarlos y hacerlos funcionar en diferentes sistemas y mecanismos. Este es otro aspecto crucial a tener en cuenta. La idea de un mercado integrado en la región o en el sector de la seguridad y la defensa es fundamental. Para maximizar el efecto, así como para cooperar con otros actores, especialmente la OTAN, quizá sea prematuro abrir este último capítulo. La cooperación con la OTAN ya es una realidad, pero la interoperabilidad y la necesidad de colaborar estrechamente serán cuestiones clave en el futuro. En última instancia, el objetivo es desarrollar un mercado exclusivamente europeo, o incluso ampliarlo a otros países o continentes para crear un mercado de seguridad transatlántico.
Europa Central y Oriental están ahora en primera línea. Países como Estonia tienen que tomar decisiones importantes sobre la estructura y el equipamiento de sus fuerzas.
Jonatan Vseviov
Como diplomáticos, nuestro papel consiste a menudo en explicar los discursos de nuestros dirigentes. En varias ocasiones, Kaja Kallas ha calificado la guerra contra Ucrania de existencial para nosotros: como diplomáticos estonios, nuestra tarea es viajar por el mundo para explicar lo que ella quiere decir con eso. En este caso, es bastante fácil, porque dijo exactamente lo que quería decir.
Esta guerra es existencial, no por su proximidad geográfica –las líneas del frente en Ucrania están tan lejos de nosotros como las fronteras de Alemania–, sino porque esta guerra terminará algún día, y la paz que le siga dependerá de cómo termine. Las normas fundamentales de Europa y la seguridad han sido atacadas, y esta guerra influirá en cómo evolucionen en el futuro. Determinará si aceptamos como norma el hecho de que un gran Estado pueda alterar las fronteras de su pequeño vecino por la fuerza militar; si las grandes potencias pueden volver a repartirse partes de nuestro continente para convertirlas en sus esferas de influencia; si se legitimará la agresión como medio de gobierno en determinadas circunstancias. Esta es la cuestión existencial para nosotros como Estado casi en primera línea o en “la línea de fuego”, como usted ha dicho. Pero también es una cuestión existencial para la Unión Europea y para nosotros como europeos. Habiéndolos vivido antes, conocemos el posible resultado de este tipo de escenarios.
Además, Rusia no ha cambiado sus objetivos estratégicos en esta guerra. En lugar de escucharme a mí, los invito a escuchar a su presidente, que lo confirmó recientemente en un discurso [https://legrandcontinent.eu/fr/2023/09/10/pour-poutine-cette-guerre-na-rien-a-voir-avec-lukraine-une-conversation-avec-grigori-yudin/]. Esta continuidad también está clara en sus documentos estratégicos y propuestas de tratados. Su ambición es apoderarse de toda Ucrania y redefinir fundamentalmente la arquitectura de seguridad europea, incluida la creación de una esfera de influencia de facto que, por desgracia para nosotros, incluiría a Estonia, algo a lo que nos oponemos categóricamente.
[Leer más: descubra otros extractos de los debates de alto nivel del Grand Continent Summit]
Ante semejante política de agresión, ¿cuál podría ser la estrategia de Estonia?
Estaba bastante claro, tomando en cuenta lo que estaba en juego. Los líderes europeos, entre ellos Kaja Kallas, han subrayado regularmente que lo que está en juego va mucho más allá de la simple cuestión de Ucrania y su destino. Nuestra articulación puede mejorarse, pero si evaluamos nuestra actuación en los dos últimos años de guerra, podemos afirmar con seguridad que nuestra estrategia se basa en tres pilares fundamentales que hemos tratado de poner en práctica.
En primer lugar, hemos tratado de aumentar el costo de la agresión mediante sanciones y el aislamiento internacional. En segundo lugar, hemos tratado de apoyar a Ucrania de la mejor manera posible, proporcionándole ayuda material, sobre todo militar, y acercándola al mundo euroatlántico al que aspira. Por último, hemos velado porque los responsables de los crímenes cometidos rindan cuentas.
Estos tres pilares fundamentales definen nuestra estrategia. En una guerra de importancia existencial, sería lógico esperar una implicación total. Sin embargo, está claro que no estamos totalmente implicados. Hemos dejado claro que no nos implicaremos desplegando tropas. Mantenemos vínculos comerciales con el agresor, permitiendo el tránsito de mercancías sancionadas a través del territorio ruso. Nos enfrentamos a obstáculos bien conocidos a la hora de ayudar a Ucrania a obtener armas. Las conversaciones sobre la creación de un tribunal internacional para juzgar los crímenes de agresión siguen su curso. La buena noticia es que avanzamos en la buena dirección. Margarita Robles señaló que la Unión Europea ha adoptado el paquete de 12 sanciones, y estamos aumentando nuestro gasto en defensa. Como dijo Stefano Sannino, la Unión está tomando medidas para desempeñar un papel constructivo en la seguridad de nuestro futuro. Estamos claramente en el buen camino.
También es positivo que todo eso no represente una carga financiera excesiva. En cuanto a la ayuda militar a Ucrania, nos hemos comprometido públicamente a destinar el 0.25% de nuestro PIB nacional a la defensa de Ucrania.
¿Guiará esto nuestra estrategia industrial de defensa?
En primer lugar, suponiendo que mantengamos el rumbo, y no creo que nos desviemos, debemos entender que las democracias necesitan tiempo para tomar impulso y crear una dinámica. Convencer a la opinión pública, al Parlamento y aumentar el gasto en defensa son procesos que llevan tiempo. Sin embargo, si mantenemos el rumbo, nuestros presupuestos y capacidades aumentarán gradualmente. Aunque estamos saliendo de tres décadas de inversión insuficiente, la situación mejorará a largo plazo. A pesar de las afirmaciones de Putin, el tiempo no está de su parte. El reto es que las guerras pueden determinarse a corto plazo, y es imperativo encontrar formas para cerrar dicha brecha.
Francamente, no hay otra forma de hacerlo que inyectando dinero fresco. Ya sea que lo llamemos bono, préstamo o un impuesto militar adicional especial, la clave está en aportar recursos financieros adicionales. Que esto se tome de otras áreas de gasto depende de las preferencias políticas de cada país. En segundo lugar, es esencial garantizar que los fondos se utilicen eficazmente. Las dificultades encontradas en Europa, a menudo señaladas por los estadounidenses, para poner en práctica ciertas ideas como el establecimiento de una economía europea integrada, el trabajo en el mercado común y la normalización, requieren una atención especial para garantizar que los contribuyentes europeos obtengan el valor que esperan.
Por último, es hora de reconocer que la industria de defensa no es sólo una rama de la industria, sino que desempeña un papel estratégico en la guerra. Este es un paso crucial para tomar medidas decisivas. Ya hemos adoptado un enfoque similar con el COVID y la transición a las tecnologías verdes. Es imperativo que el gobierno y la Unión Europea promuevan el desarrollo de la industria de defensa como un verdadero pilar estratégico de nuestro poder nacional. En conclusión, nada de esto debe descuidarse, y esta perspectiva debe recordarse constantemente. ¿Estamos cansados? ¿Podemos estarlo cuando se trata de defender nuestra existencia? ¿Cuál es la alternativa? ¿Borrarnos de la historia? Como representante de un país que estuvo ocupado durante 32 años, créanme, esa no es una opción.
¿Cómo conciliar los retos políticos, las cuestiones de orden público general y los retos industriales, en particular desde una perspectiva francesa?
Martin Briens
Permítame compartir primero algunas observaciones. La base industrial de la defensa europea actual se apoya en hipótesis y condiciones establecidas a lo largo de los últimos 30 años. En primer lugar, reducciones sustanciales de los gastos de defensa. En segundo lugar, estrategias de adquisición principalmente nacionales con inversiones concentradas en un número limitado de plataformas militares de alta tecnología, lo que conlleva costos unitarios más elevados. En tercer lugar, el abandono, es decir la externalización de ciertas capacidades, como ilustra el ejemplo de los misiles antirradar en Francia. También se han producido carencias en el gasto en municiones y adiestramiento, así como un nivel de interoperatividad garantizado por la OTAN pero que, en realidad, no era lo amplio que debería haber sido.
También es notable la evolución de las propias empresas, que han pasado de ser arsenales o entidades similares a arsenales a empresas modernas, donde la rentabilidad es un parámetro clave. Lógicamente, las exportaciones se han vuelto cruciales para su supervivencia, obligándolas a ser competitivas frente a sus competidores no europeos.
No obstante, no debemos subestimar los esfuerzos de consolidación que se han llevado a cabo con éxito en esta industria. Airbus y MBDA son excelentes ejemplos de ello, al igual que varios proyectos de cooperación pasados y presentes, como el mencionado por Margarita Robles. Hoy en día, el contexto estratégico está cambiando con la vuelta de los conflictos a nuestras fronteras y la carrera tecnológica entre Estados Unidos y China. El reto actual es gestionar simultáneamente el pasado, el presente y el futuro. Para el pasado, se trata de compensar las insuficientes inversiones realizadas en los últimos 30 años, como lo demuestran nuestras limitadas reservas de municiones y nuestros sistemas de defensa antiaérea excesivamente escasos. Para el presente, debemos responder rápidamente a nuestras necesidades inmediatas de defensa, en particular apoyando a Ucrania, lo que, como ha señalado mi colega estonio, no es tarea fácil. Por último, para el futuro, debemos prepararnos mediante la investigación y el desarrollo, porque es esencial prepararse para la guerra de mañana, no para la de ayer o la de hoy.
Como saben, existe el riesgo de que nos quedemos rezagados no sólo con respecto a Estados Unidos, sino también cada vez más con respecto a China. Así que tenemos que conciliar cuatro aspectos esenciales. En primer lugar, la necesidad operativa de fuerzas, la capacidad de actuar en todos campos de todos los escenarios posibles para todo tipo de contingencias, donde Ucrania es un elemento clave pero no exclusivo. En segundo lugar, la interoperatividad, como he mencionado antes. En tercer lugar, el imperativo de invertir en capacidades estratégicas clave para el futuro, como el ciberespacio y la energía nuclear. Este último punto es de crucial importancia para Francia. También es esencial garantizar la accesibilidad financiera para las fuerzas armadas, asegurando al mismo tiempo la rentabilidad de las empresas de defensa. En cuarto lugar, debemos garantizar un mayor grado de autonomía, no concebida como un fin en sí mismo, sino como un medio para probar, exportar y explotar nuestros sistemas de armas sin estar sujetos a la voluntad y a las prioridades cambiantes de actores externos.
Los retos son considerables, pero hay algunas buenas noticias que merece la pena destacar. En primer lugar, los países europeos son cada vez más conscientes de la grave situación y están reinvirtiendo seriamente en defensa. Es el caso, en particular, de Francia, donde, desde la elección del presidente Macron, se han aprobado dos leyes sucesivas de programación militar, lo que ha creado una importante trayectoria de reinversión. En segundo lugar, la Unión Europea ha tomado cartas en el asunto con iniciativas como el Fondo Europeo de Defensa, el programa ASAP de suministro de munición a Ucrania y la futura estrategia europea de la industria de defensa incluida en las conclusiones del Consejo Europeo.
Todo ello se inscribe en un contexto más amplio en el que la Unión desarrolla lentamente elementos de política industrial en ámbitos estratégicos como las baterías, los semiconductores y el espacio, mostrando una toma de conciencia que va más allá del ámbito de la defensa.
Para concluir, me gustaría destacar nueve palabras clave para intensificar nuestros esfuerzos. La primera es «europeo». Cuando hablamos de la industria europea de defensa, es crucial definir qué entendemos por «europea». Aunque valoremos las bases industriales estadounidenses o surcoreanas, nuestras inversiones deben dirigirse claramente a desarrollar la base industrial de defensa europea, reflejando nuestro compromiso con lo genuinamente europeo. Esta aclaración reviste una importancia fundamental, dado que estamos utilizando el dinero de los contribuyentes continentales.
En segundo lugar, debemos cuestionar nuestro nivel de exigencia. Es necesario un debate en profundidad sobre las capacidades que necesitamos desarrollar de forma soberana. Por lo que respecta a Francia, las capacidades vinculadas a la disuasión nuclear están claramente identificadas. Debemos compartir y mutualizar las capacidades pertinentes con nuestros socios, como en el sector espacial. La cooperación también es crucial, en particular para los futuros aviones de combate y sistemas de combate aéreo. Por último, cuando el mercado pueda desempeñar un papel significativo, debemos tenerlo en cuenta, como hicimos al elaborar nuestra Estrategia de Defensa Nacional de 2017.
En tercer lugar, debemos pensar en los controles a la exportación. Sin entrar en detalles sobre este punto, todos somos conscientes de su importancia. Los controles de las exportaciones no deben obstaculizar a nuestras empresas, porque la exportación sigue siendo crucial para su supervivencia. En cuarto lugar, y este punto está relacionado con el anterior, debemos implicar a los actores del mundo de las finanzas. Además de explicar a nuestros conciudadanos la necesidad de invertir en defensa, debemos sensibilizar a las instituciones financieras, las aseguradoras y los fondos sobre la oportunidad de financiar la defensa. Es innegable que queda trabajo por hacer en este ámbito.
En quinto lugar, la cooperación es un objetivo que todos compartimos. Reconocemos su complejidad y el tiempo necesario para ponerla en marcha. Aunque a veces es costosa, la alternativa sigue siendo aún más cara.
En sexto lugar, debemos apostar realmente por la innovación. Es imperativo superar la mentalidad de riesgo cero que está presente aquí y allá, y poner en marcha medidas concretas para estimular realmente la innovación. Esto va más allá de los aspectos financieros, ya que también es una cuestión de mentalidad.
En séptimo lugar, tenemos que trabajar en la cuestión de la previsibilidad. Somos conscientes de la necesidad crucial de las empresas de defensa, y podemos garantizarla mediante programas de adquisición plurianuales. Sin embargo, es importante reconocer que siempre habrá un elemento de riesgo inherente a cualquier empresa comercial. En octavo lugar, la industria de defensa debe invertir en el cumplimiento de los plazos, invertir en investigación y desarrollo, garantizar el servicio posventa y controlar los costos. Esta cuestión debe integrarse en un diálogo entre la industria y los gobiernos que allane el camino a mejoras tangibles. Por último, abordemos la cuestión del talento. No sólo necesitamos expertos para equipar nuestros carros de combate, aviones de combate, buques y cibercapacidades, sino también profesionales para producirlos, mantenerlos, etcétera. Sin embargo, nos estamos dando cuenta de que el sector de la defensa es menos atractivo hoy en día. Así que, tanto para la industria como para nuestras fuerzas armadas, hay que hacer esfuerzos sustanciales para que el sector de la defensa sea más atractivo.
Las claves de un mundo roto.
Desde el centro del globo hasta sus fronteras más lejanas, la guerra está aquí. La invasión de Ucrania por la Rusia de Putin nos ha golpeado duramente, pero no basta con comprender este enfrentamiento crucial.
Nuestra época está atravesada por un fenómeno oculto y estructurante que proponemos denominar: guerra ampliada.
¿Cómo puede adaptarse la industria europea de defensa a la nueva situación?
Stefano Pontecorvo
Cuando hablamos del sistema europeo de defensa, a veces se le compara con Gulliver, frenado por los liliputienses de la incertidumbre. Lo que se percibe como egoísmos nacionales, en realidad propios de la industria y la formación, se comprende mejor si los vemos como la expresión de intereses nacionales, a veces divergentes.
Cuando la ministra Margarita Robles invierte en la industria de defensa española, es lógico que esta inversión beneficie a la industria española, como es el caso de todos los industriales de la defensa en Europa. Aunque el sector se presenta como fragmentado, esto no es tan cierto en el caso de los grandes equipos. Por ejemplo, en Europa hay dos grandes actores en el sector de los helicópteros: Airbus y nosotros. En cuanto a los aviones de combate, actualmente hay tres en servicio: el Rafale, el Eurofighter y el Gripen. Mirando con optimismo al futuro de esta industria, seguirán existiendo dos actores, el Programa Aéreo de Combate Global (GCAP) y el Sistema Aéreo de Combate Futuro (SCAF), en ese preciso orden.
En el ámbito de las fuerzas terrestres y de la electrónica de defensa, la situación es más matizada, pero se están haciendo esfuerzos para consolidar y establecer alianzas, como la que se ha establecido con KNDS, los fabricantes del Leopard 2. Aunque producimos nuestro propio carro de combate italiano, estamos intentando crear un centro europeo, al tiempo que mantenemos nuestra fructífera asociación con los franceses en tres proyectos diferentes de aviones y en el sector espacial con Airbus y Thales. También tenemos previsto colaborar con los alemanes, una colaboración que, a primera vista, parece más fácil que con los franceses. Lo que parece faltar es la necesidad de exigir a nivel supranacional de la Unión el desarrollo de una política común de abastecimiento común. Las palabras de Stefano Sannino son alentadoras en este sentido, y estoy convencido de que se lograrán avances. El reto reside en el hecho de que la Unión, antaño percibida como un distribuidor automático de fondos, ya no lo es. La pandemia de COVID y el Pacto Verde, que fueron programas esenciales, de éxito innegable pero costosos, la han llevado al límite. Si la defensa ha de ser una prioridad compartida, entonces tenemos que considerar un gasto común, posibilitado por los eurobonos, o cualquier otro término que prefiramos utilizar. Se trata de una emergencia europea: todos estamos en primera línea. Nuestro gobierno ha expresado claramente su total apoyo a Ucrania, mientras que nuestra milenaria historia de cercanía a los rusos nos une de manera especial. Habiendo servido nueve años en Moscú como diplomático, he podido ver por mí mismo cómo ha evolucionado la relación italo-rusa. Me gustaría subrayar que, como países del Sur, somos solidarios. No están solos.
Para ilustrar la situación con algunas cifras, China gastará 292 mil millones de dólares en defensa en 2022, lo que supone un aumento del 4.2% con respecto a 2021 y del 63% con respecto a 2013. Rusia ha aumentado su gasto militar un 9.2% en un solo año, según cifras rusas. Hoy en día, el 50% del PIB ruso se dedica a gastos militares: es una economía de guerra. Para establecer una comparación con Europa, en 2022, el gasto militar del continente habrá aumentado significativamente en un 13% en comparación con 2021, lo que demuestra un cierto coraje político por parte de nuestros líderes a pesar de las limitaciones políticas, y habrá alcanzado niveles comparables a los de la Guerra Fría. Sin embargo, en comparación con 2013, el aumento del gasto es sólo del 30%, la mitad que el de China.
Como ya se ha señalado, la industria de defensa ya no funciona como un arsenal, sino más bien por encargo. Para acelerar la producción de artículos con largos plazos de entrega, es necesario producirlos en mayores cantidades. Actualmente, como campeones nacionales implicados en el GCAP, tenemos previsto construir un avión para 2035, o incluso 2040, es decir, en los próximos 15 años. Para los cinco primeros años, esto representa 8 mil millones de euros para los tres países miembros de la iniciativa: Italia, Reino Unido y Japón. Aunque es posible que los británicos tengan una perspectiva distinta en cuanto al orden de los pedidos, esto aún está por confirmar. La empresa conjunta se firmó recientemente. Como ya se ha dicho, estas inversiones no pueden hacerse de golpe. Como productores de munición, fabricamos un tipo particular de munición guiada, el Vulcano, que es de alta calidad pero representa costos considerables. Podríamos duplicar la producción en ocho meses, pero eso exigiría grandes inversiones. Con un 30% de nuestra empresa en manos del Estado y un 70% en el mercado, por primera vez en la historia de Italia, los inversores forman parte del Consejo de Administración como una empresa semipública. Serán exigentes en cuanto a la política de adjudicación de contratos, lo que supone un reto adicional.
El segundo reto al que nos enfrentamos se refiere a las inversiones, tanto a corto como a largo plazo. Por tanto, es esencial compensar la infrainversión a corto plazo y comprometerse con inversiones a largo plazo, aunque la visión precisa de este futuro lejano aún se nos escape. Ya me he referido al GCAP, que debería ser una realidad dentro de 15 años. Estamos dedicando todos nuestros esfuerzos a la modelización. Con Leonardo, operamos el sexto superordenador más potente del mundo, y el único de los 10 primeros que pertenece al sector privado. Controlamos nuestro ámbito de actividad actual, pero el futuro sigue siendo incierto. ¿Cómo llamaremos a un avión dentro de 15 años? Frente al concepto tradicional de avión pilotado por un ser humano, el GCAP prevé un «sistema de sistemas» que incluya un piloto humano altamente calificado y unos cuarenta drones con diversas funcionalidades, todo ello interconectado a través de enlaces por satélite, helicópteros, barcos, etc. La cuestión fundamental es saber si, dentro de 15 años, los aviones seguirán siendo piloteados por humanos o por inteligencia artificial u otra forma de entidad, como el control cibernético. La necesidad de un diseño radicalmente distinto para esta evolución, que requiere miles de millones de dólares de inversión, representa un reto considerable. No se trata simplemente de sustituir un ordenador por una computadora: eso sería reduccionista. Es necesario un replanteamiento completo, que plantee interrogantes sobre la viabilidad económica para todos nosotros. Dudo que todos estemos en condiciones de soportar semejante inversión.
¿Cuál es el futuro de la industria europea de defensa?
Guillaume Faury
Hay razones para seguir siendo positivos. Es cierto que, como ya se ha dicho, Europa va muy a la zaga de Estados Unidos y China en gastos de defensa. La disparidad entre Europa y Estados Unidos se estima en torno a uno a cuatro en términos de gasto. Además, mientras que Estados Unidos unifica los requisitos de un sistema o aplicación, Europa tiene dos, tres o incluso 27 sistemas diferentes. Esta fragmentación hace que los recursos financieros se dividan en pequeños pedazos para los proyectos de pequeña envergadura, en comparación con otros actores mundiales, lo que se traduce en series más limitadas, en ausencia de reparto de series, y una multiplicación de las inversiones no recurrentes. En una industria de defensa centrada en sistemas de gama alta que requieren una escala significativa, esta fragmentación es perjudicial. Para remediarlo, se podría empezar por asignar más fondos a las empresas europeas, contribuyendo así a crear una lógica de escala.
La cuestión fundamental es saber cómo aumentar nuestros mercados en nuestro campo. La cooperación es la clave, y eso es lo que defiendo firmemente. Aquí es donde nos enfrentamos a mayores dificultades. Podemos generar una escala adoptando sistemas duales, invirtiendo tanto en productos civiles como militares. En Europa ya somos bastante competentes en este enfoque, que ofrece una forma de aumentar los ingresos. Sin embargo, implica invertir en plataformas y tecnologías con aplicaciones civiles, lo que requiere una estrategia flexible de acceso al mercado. La cooperación, la dualidad y las exportaciones son, por tanto, componentes cruciales. Las exportaciones son especialmente importantes para la ampliación, aunque los productos sean diferentes. Sin embargo, la exportación no ofrece una libertad total. Actualmente, en el marco de los programas de cooperación, es imperativo obtener el apoyo de todos los Estados participantes para poder exportar, lo que no siempre está garantizado. Estas restricciones pueden obstaculizar la cooperación cuando algunos socios no permiten la exportación de bienes desarrollados conjuntamente.
Durante varios años, Alemania ha restringido la exportación de bienes desarrollados en cooperación con otros socios europeos, lo que ha creado obstáculos a la cooperación. Otras formas de cooperación funcionan mejor, como con España.
La obsesión de los países europeos es seguir siendo competitivos sin dejar de cooperar. Sin embargo, esto puede llevar a una intensa competencia en Europa para mantener una posición en la segunda división. Para ser competitivos en esta división es necesaria una cooperación sincera, la transferencia de capacidades a otros países y la renuncia a parte de la soberanía nacional en favor de la soberanía europea. El compromiso real con la soberanía europea aún no ha sido plenamente asumido por las naciones de Europa. Airbus, como empresa europea, representa un ejemplo concreto de esta cooperación con accionistas de distintos países europeos. Me gustaría contar una anécdota sobre la aviación comercial. Nadie discute nuestro éxito en este campo. Llevamos cinco años consecutivos siendo líderes mundiales. Pero si hubiera cuatro fabricantes diferentes –digamos franceses, alemanes, españoles y británicos– no habría ningún fabricante europeo de aviones porque estaríamos infradimensionados: eso sería nuestra muerte. En este ámbito, las naciones europeas se han comprometido a poner al alcance de todos sus activos y compartirlos. Por tanto, hemos aceptado renunciar a una parte de nuestra soberanía nacional en materia de aviones comerciales en favor de la soberanía europea.
En materia de defensa, este enfoque no está muy extendido, con algunas excepciones como MBDA. Se trata de una empresa que surgió para rescatar a los fabricantes nacionales de misiles que perdían competitividad. Sin embargo, su gobernanza, aunque responde a las expectativas de los gobiernos, muestra cierta reticencia a abandonar por completo la soberanía nacional.
Nos encontramos en una coyuntura crítica. Si persistimos en competir con otras naciones europeas por mantenernos en la segunda división, la distancia entre ésta y la primera división seguirá aumentando, a pesar de que, en el campo del poder aéreo, especialmente con programas como el FCAS y el GCAP, tenemos una oportunidad única de volver a la vanguardia. Estos programas, cruciales para la superioridad aérea, requieren enormes inversiones en términos de competencias, talento, dinero y capacidad industrial. Requieren una cooperación total, porque el fracaso no es una opción.