La relación que existe entre ciencia, tecnología y seguridad nacional se está transformando por la creciente competencia internacional. Los Estados están ampliando el alcance de los bienes considerados relevantes para su soberanía y autonomía estratégica. A la vanguardia de estas tecnologías, se encuentran las digitales, por su carácter ubicuo y dual. Sin embargo, en estos ámbitos considerados «críticos», los Estados europeos dependen de empresas privadas extranjeras, sobre las que no tienen el mismo control que sobre empresas de los sectores estratégicos tradicionales. 

Entre las tecnologías críticas, las tecnologías emergentes son aquellas que, como las tecnologías cuánticas, se encuentran en un nivel bajo de madurez y cuyo desarrollo es, principalmente, fruto de la investigación académica. Los Estados disponen de palancas de intervención más directas para financiar, orientar y supervisar la investigación que las que tienen a su disposición para guiar el desarrollo de tecnologías más maduras ya en manos de la industria. Por consiguiente, para Europa, como para muchos Estados, estas tecnologías se consideran una oportunidad para recuperar la autonomía tecnológica a largo plazo. 

Aunque la investigación académica se basa en la apertura internacional y en el intercambio de conocimientos, conciliar el deseo de soberanía con la colaboración internacional plantea nuevos dilemas: ¿hasta qué punto debemos permanecer abiertos al desarrollo de tecnologías emergentes, en un contexto de rivalidad y competencia internacional? ¿Con quién debemos cooperar? La «securitización» o «titulización» de las tecnologías emergentes se reduce, en última instancia, a la cuestión de alianzas tecnológicas que Europa decida forjar en las próximas décadas. 

Conciliar el deseo de soberanía con la colaboración internacional plantea nuevos dilemas: ¿hasta qué punto debemos permanecer abiertos al desarrollo de tecnologías emergentes, en un contexto de rivalidad y competencia internacional?

ALICE PANNIER

Nuevas tecnologías, nuevas dependencias 

Aunque el Estado siempre ha mantenido su ambición de autonomía con una industria puntera en la mayoría de los sectores estratégicos, la situación se ha complicado con la llegada de la transición digital. En términos de producción y adquisición de tecnologías, este fenómeno ha modificado enormemente la relación entre los actores estatales y sus proveedores. Ha creado una fuerte dependencia del Estado con respecto a actores civiles, por lo general, externos a Europa, para la adquisición de equipos y servicios informáticos, incluso, para funciones estratégicas1. Así, para secciones enteras de las herramientas digitales del Estado, las necesidades se han cubierto mediante contratos con proveedores estadounidenses, como el suscrito por la Dirección General de Seguridad Interior con Palantir o la dependencia estructural del Ministerio de las Fuerzas Armadas hacia Microsoft2

A escala europea, algunos operadores tienen un alcance mundial en tecnologías digitales ya maduras (semiconductores, equipos de telecomunicaciones, informática de alto rendimiento, software profesional, lanzadores espaciales, etcétera). Sin embargo, a medida que las grandes empresas tecnológicas estadounidenses, por no hablar de las chinas, diversifican sus actividades (por ejemplo, Space-X, Meta, Google y Amazon en el espacio, los cables submarinos y, ahora, las tecnologías cuánticas), existe el riesgo de que aumente la dependencia francesa y europea de estas empresas extranjeras en el sector civil, incluso, para la realización de nuestras actividades militares o más sensibles en general.

Sin embargo, el contexto de endurecimiento de las relaciones internacionales, caracterizado por una voluntad de disociación tecnológica entre Estados Unidos y China, plantea incertidumbres sobre el acceso a las tecnologías y la libertad de acción en ausencia de un proveedor nacional o alternativo. El ejemplo histórico del embargo estadounidense de ordenadores nos recuerda que este tipo de restricciones pueden afectar a los aliados. En ausencia de embargo, se puede presionar para intentar orientar su política exterior, hoy en día, en particular, con respecto a China3

El movimiento hacia la securitización de tecnologías críticas y emergentes

La pérdida de control del Estado sobre los actores que producen tecnologías estratégicas y la aparición de lagunas en importantes ámbitos de tecnología avanzada distan mucho de ser un fenómeno meramente francés. Francia es, sin embargo, un ejemplo particularmente flagrante por el nivel de ambición establecido por las élites francesas, ya en los años cincuenta, en el contexto del desarrollo de una disuasión nuclear nacional. Además, las ambiciones de soberanía tecnológica o de autonomía estratégica, ahora, están en la mira de muchos Estados y de la propia Unión. Las llamadas tecnologías «críticas», que abarcan un número creciente de sectores, están al centro de estas estrategias. 

El término «tecnologías críticas» fue acuñado, a finales de los ochenta y principios de los noventa, por la administración estadounidense. Este concepto abarca determinadas tecnologías con propiedades que las hacen especialmente importantes para el interés nacional; tecnologías «críticas» para el crecimiento económico a largo plazo, pero que no reciben suficiente apoyo de las empresas privadas; ámbitos caracterizados por la competencia internacional y sujetos a riesgos de espionaje4. El alcance práctico del concepto siempre ha sido objeto de debate, en la medida en la que se utiliza ampliamente para abarcar cuestiones de competitividad económica, así como cuestiones más específicas de superioridad de los sistemas de armas. En todos los casos, las tecnologías críticas requieren la actuación del Estado. En la misma línea, Francia adoptó, en 1995, el concepto de «tecnologías clave», para las que el Estado debe llevar a cabo una «dirección estratégica» de la investigación y determinar las áreas prioritarias. 

Por su parte, la Unión Europea ha tomado el relevo en materia de tecnologías críticas con la llegada de la Comisión presidida por Ursula Von der Leyen. En 2019, publicó su extensa lista de tecnologías «críticas»5. El objetivo declarado es que Europa domine y posea las tecnologías clave6. Francia adoptó el término tecnologías críticas en la ley de 2019 sobre el crecimiento y la transformación de las empresas y se centró en la ciberseguridad, la inteligencia artificial, la robótica, la fabricación aditiva, los semiconductores, las tecnologías cuánticas y el almacenamiento de energía7. La lista se amplió, en enero de 2022, para incluir la biotecnología y las tecnologías relacionadas con la producción de energías renovables8

En todos los casos, las tecnologías críticas requieren la actuación del Estado.

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Para controlar estas tecnologías críticas, los Estados recurren, con mayor o menor éxito, a una serie de herramientas y medidas destinadas tanto a promoverlas como a protegerlas a escala nacional: planes de inversión, restricciones al comercio y a la transferencia de tecnología, controles de inversiones extranjeras entrantes (y, quizás, el día de mañana, salientes9)y, cada vez más, protección de la investigación. En otras palabras, las tecnologías críticas se están «securitizando» a lo largo de toda la cadena de suministro. Se trata de garantizar la seguridad de las propias tecnologías (contra las amenazas cibernéticas, pero, también, en términos de normas técnicas), la seguridad económica del Estado (contra la pérdida de control sobre las industrias estratégicas), la seguridad de los suministros de tecnologías, componentes y materias primas y la seguridad de la investigación y el desarrollo tecnológico, en particular, para las tecnologías emergentes. 

Las tecnologías emergentes como palanca de la soberanía: el ejemplo de la cuántica

Entre las tecnologías «críticas» o «clave», las tecnologías emergentes son aquellas que, aunque identificadas como estratégicas, «aún no han alcanzado un grado de madurez suficiente para que el mercado las utilice» o que están destinadas a un mercado que aún no está suficientemente desarrollado10. En la medida en que son el resultado de descubrimientos científicos de investigaciones a largo plazo, las tecnologías emergentes plantean interrogantes sobre la relación entre el deseo de los Estados de controlar las tecnologías de manera soberana y el carácter abierto de la investigación científica. 

Las tecnologías cuánticas ilustran cómo las tecnologías emergentes, incluso en fase de investigación y experimentación, se adentran en cuestiones geopolíticas y plantean dilemas entre la apertura y el cierre. Debido a su potencial altamente perturbador11, se considera que cualquier retraso en el desarrollo de las tecnologías cuánticas implica graves riesgos en términos de ciberseguridad, pérdidas económicas y dificultad de acceso a las tecnologías12. Por el contrario, se considera que el dominio de las tecnologías cuánticas (incluido un ordenador cuántico a gran escala) proporcionará una ventaja estratégica al primer participante. Como resultado, muchas naciones se apresuran a desarrollar sus propios (eco)sistemas cuánticos en lo que empieza a parecer una auténtica carrera espacial. 

Las tecnologías cuánticas ilustran cómo las tecnologías emergentes, incluso en fase de investigación y experimentación, se adentran en cuestiones geopolíticas y plantean dilemas entre la apertura y el cierre.

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Estados Unidos y China tienen las capacidades cuánticas más avanzadas y ambos afirman haber alcanzado la «supremacía cuántica», es decir, la capacidad de resolver problemas matemáticos que a un ordenador convencional le llevaría millones de años. El progreso estadounidense y chino se explica por la magnitud de la inversión, aunque es difícil de evaluar. A diferencia de la mayoría de las tecnologías digitales maduras, Europa está bien posicionada en la carrera cuántica mundial gracias a su ecosistema de investigación. Alemania, Francia, Países Bajos y Austria cuentan con importantes capacidades de investigación en este campo y prósperos ecosistemas de creación de empresas, al igual que Canadá y Reino Unido. Australia, la India, Japón y Corea del Sur también han entrado en la carrera de la tecnología cuántica. 

Joe Biden observa el One Quantum Computer de IBM en Poughkeepsie, Nueva York, el 6 de octubre de 2022 © AP Foto/Andrew Harnik

Aunque las estrategias cuánticas responden a intereses económicos y de seguridad nacionales (o regionales, en el caso de Europa), estas tecnologías de baja madurez no pueden desarrollarse de forma aislada. Estas tecnologías todavía se encuentran en fase de investigación y experimentación, donde la colaboración internacional es esencial para las publicaciones académicas y la reproducción de experimentos, necesaria, a su vez, para la validación de conceptos. Además, para los Estados más pequeños, en particular, la cooperación internacional es vital para atraer talento extranjero y formar equipos de tamaño suficiente. La cooperación internacional en ciencia cuántica es, por lo tanto, crucial. Dentro de la Unión, existe un programa de investigación dedicado a tecnologías cuánticas: Bruselas ha invertido mil millones de euros, desde 2018, para cofinanciar programas de investigación colaborativa intraeuropea durante diez años13. Más allá de la Unión, en los últimos uno o dos años, se han hecho innumerables anuncios para poner en marcha colaboraciones internacionales dedicadas a las tecnologías cuánticas, por ejemplo, entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia; Estados Unidos y Dinamarca; Estados Unidos e India; India y la Unión Europea; la Unión y Canadá, etcétera.

Sin embargo, en la práctica, el paso de las tecnologías cuánticas de la fase de investigación académica fundamental a las aplicaciones disruptivas en defensa y más allá crea dilemas para la ejecución de proyectos concretos de colaboración e, incluso, para la divulgación del conocimiento científico. La pasada cooperación entre investigadores europeos y chinos en comunicaciones cuánticas es una lección en este sentido, ya que ha servido para consolidar los avances de Pekín en este campo hasta hoy14. Esta cooperación ya no sería posible, hoy en día, en un campo tan estratégico, debido al cuestionamiento por parte de China de los derechos de propiedad intelectual y de la libertad académica y a sus prácticas de coerción económica15.

Las preocupaciones europeas sobre la cooperación con Estados Unidos reflejan otras cuestiones. Por un lado, la narrativa del mantenimiento de la superioridad tecnológica estadounidense, piedra angular de su superpotencia, contrasta con el deseo declarado de un enfoque asociativo del desarrollo tecnológico, ya que dicha cooperación serviría, en última instancia, para mantener la superioridad estadounidense. Esta asimetría no asumida parece una ambigüedad (si no, una hipocresía) en la postura estadounidense y alimenta el temor entre los socios sobre una cooperación unidireccional. Esto es tan cierto como que las universidades, las empresas privadas y los fondos de inversión estadounidenses disponen de medios financieros para contratar talentos y comprar empresas emergentes en el extranjero. Por lo tanto, no es fácil crear asociaciones equilibradas y beneficiosas para todos con Estados Unidos en el ámbito de las tecnologías emergentes. Además, el hecho de que las grandes empresas tecnológicas estadounidenses inviertan, sin duda, tanto o más que las universidades crea diferencias estructurales en los ecosistemas de investigación cuántica entre Estados Unidos y sus socios, ya sean europeos o asiáticos, lo que también complica la cooperación. 

La narrativa del mantenimiento de la superioridad tecnológica estadounidense, piedra angular de su superpotencia, contrasta con el deseo declarado de un enfoque asociativo del desarrollo tecnológico, ya que dicha cooperación serviría, en última instancia, para mantener la superioridad estadounidense.

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La cooperación entre potencias tecnológicas de mediana envergadura presenta menos riesgos de asimetría, pero aún hay reticencias. Por ejemplo, la Comisión Europea, en concreto, Thierry Breton, se opuso a la participación de varios países externos a la Unión (entre ellos, Reino Unido, Suiza e Israel), aunque estuvieran asociados con el programa Horizon Europe, en proyectos sobre tecnologías cuánticas, pues se subrayó que el objetivo era «crear capacidades europeas independientes en el desarrollo y la producción de tecnologías […] de importancia estratégica» con aplicaciones duales16. Por el contrario, las comunidades científicas presionan para mantener los programas de investigación cuántica abiertos para los países asociados con el argumento de que la exigencia de soberanía tecnológica no debe ir en detrimento de la colaboración científica. 

Por último, más allá de las asociaciones de colaboración y el financiamiento, las múltiples dimensiones estratégicas de las tecnologías cuánticas plantean, incluso, interrogantes sobre la pertinencia de difundir los resultados de la investigación a través de publicaciones académicas. ¿Y si los resultados de la investigación pública de un país se desarrollan en tecnologías por empresas privadas extranjeras con más recursos o qué tal si sirven para los intereses de adversarios? Por ejemplo, Amazon anunció que está desarrollando un ordenador cuántico basado en un concepto de qubit autocorrectivo publicado por la start-up Alice & Bob, una spin-off de Mines ParisTech. Las empresas privadas que realizan investigación cuántica fundamental no publican necesariamente sus resultados, lo que vuelve a crear una asimetría. También, podemos citar el caso de China y su estrategia de aprovechar la apertura de las comunidades científicas extranjeras para servir a los intereses del gobierno de Pekín.

Cooperación internacional y soberanía en las tecnologías emergentes: compromisos difíciles

¿Hasta qué punto debe «hacerse segura» la investigación en tecnologías cuánticas? Los dilemas que se plantean en este ámbito repercuten en todas las tecnologías emergentes altamente disruptivas, como las biotecnologías, la IA o los nanomateriales. También, se plantea, en términos más generales, la cuestión de la colaboración científica y tecnológica en un contexto de competencia internacional, un tema que los gobiernos abordan cada vez más y que no dejará de suscitar debates entre las comunidades científicas y los agentes de seguridad nacional.

En las tecnologías emergentes, la innovación procede, en gran medida, de los ecosistemas de investigación académica. En consecuencia, «[las] tecnologías emergentes clave […] son aquellas sobre las que los organismos públicos tienen más influencia, ya que las tecnologías más maduras, por definición, están bajo el control de las empresas»17. Los Estados pueden intentar utilizar estos resortes para orientar la investigación hacia tecnologías prioritarias, pero, también, para asegurar la investigación pública e imponer restricciones a la cooperación. Tales restricciones tienen diversos objetivos: sancionar un acto de guerra, proteger contra el espionaje y las prácticas desleales o desarrollar tecnologías soberanas y mantener una ventaja comparativa. En función del objetivo, el compromiso entre apertura y cierre es más o menos fácil. En los casos más críticos, la cooperación científica puede simplemente interrumpirse. Así, tras la invasión de Ucrania, en febrero de 2022, la colaboración científica con Rusia fue objeto de sanciones: se suspendieron todos los nuevos proyectos de cooperación científica y se interrumpieron algunas asociaciones existentes.

Para hacer frente a los problemas de espionaje y prácticas desleales, los poderes públicos pueden recurrir, al menos, a la sensibilización de las comunidades de investigadores y a la creación de mecanismos de selección de investigadores extranjeros. La elección del alcance de estas restricciones es política. El enfoque europeo se resume en las conclusiones del Consejo de la Unión (septiembre de 2021), en las que la Unión Europea reafirma su compromiso de «mantener la apertura de la cooperación internacional en materia de investigación e innovación con el fin de seguir reforzando la calidad de la investigación en la Unión, al mismo tiempo que se hace un esfuerzo por lograr la igualdad de condiciones y una apertura recíproca equilibrada en la investigación y la innovación, en cooperación con los países socios, sobre la base de principios y valores fundamentales comunes»18. Además, la Unión intenta sensibilizar a las comunidades científica y tecnológica y, en particular, a las universidades al publicar directrices sobre libertad académica, seguridad de datos y protección de la propiedad intelectual, modalidades de investigación de casos de injerencia extranjera.

La Unión intenta sensibilizar a las comunidades científica y tecnológica y, en particular, a las universidades al publicar directrices sobre libertad académica, seguridad de datos y protección de la propiedad intelectual, modalidades de investigación de casos de injerencia extranjera.

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A la hora de gestionar los riesgos que pueden derivarse de las colaboraciones internacionales en ciencia y tecnología, la Unión adopta un planteamiento no discriminatorio con respecto a otros países y los clasifica, a todos, como «externos a la Unión». Esto contrasta con el enfoque de Estados Unidos, donde las políticas pueden dirigirse a países individuales, como la muy debatida «China Initiative», lanzada bajo la administración de Trump. La iniciativa ha sido revisada por la administración de Biden para adoptar un enfoque más amplio que no sólo se dirija a China, sino que, también, aborde «las amenazas que plantean Rusia, Irán y otros países»19. Aunque la Unión no adopte un enfoque discriminatorio, un reciente informe del Senado alertaba sobre la estrategia china de influencia orquestada, planificada y a largo plazo: las colaboraciones académicas, las asociaciones de investigación, las empresas conjuntas y los programas de captación de talentos desempeñan un papel central en la estrategia china de adquisición y desarrollo de tecnologías20.  Por lo tanto, existe un consenso, como mínimo, sobre la necesidad de establecer restricciones para contrarrestar las prácticas desleales de determinados Estados.

El tercer objetivo, desarrollar tecnologías soberanas, crea otros dilemas. En el caso de tecnologías con un vínculo directo con la R&D de defensa, las restricciones específicas a la difusión de conocimientos y la colaboración internacional son una práctica habitual. Sin embargo, las tecnologías de la información tienen, obviamente, un alcance mucho más amplio.  Dentro de la Unión, la respuesta es clara: la competencia económica entre Estados miembros se mezcla a la perfección con la cooperación científica transfronteriza. ¿Y más allá de eso? Los fines de cooperación en tecnologías emergentes van más allá de la lógica científica. La cooperación científica puede utilizarse para influir, para ejercer un poder blando y para forjar vínculos más allá de la ciencia. Al compartir conocimientos con fuertes implicaciones militares y económicas, también, se plantea la cuestión política de las comunidades de intereses estratégicos y las asociaciones tecnológicas que sustentarán las alianzas de los próximos años.

Notas al pie
  1. P. Hérault, « Comment renforcer la souveraineté à l’heure des chaînes de valeur mondiales ? », Études de l’Ifri, diciembre de 2021.
  2. Cheminat, « Le contrat open bar Microsoft de l’Armée rentre dans les rangs de l’Ugap », Le Monde informatique, 28 de diciembre de 2022.
  3. M. Velliet, « Convaincre et contraindre  : les interférences américaines dans les échanges technologiques entre leurs alliés et la Chine », Études de l’Ifri, febrero de 2022.
  4. B. Bimber y S. W. Popper, « What is a critical technology  ? », RAND, DRU-605-CTI, février 1994.
  5. Reglamento (UE) 2019/452 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de marzo de 2019, por el que se establece un marco de control de las inversiones extranjeras directas en la Unión. La lista incluye «inteligencia artificial, robótica, semiconductores, ciberseguridad, aeroespacial, defensa, almacenamiento de energía, tecnologías cuánticas y nucleares, así como nanotecnología y biotecnología», así como infraestructuras relacionadas.
  6. Discurso de la Presidenta electa von der Leyen en la sesión plenaria del Parlamento Europeo con motivo de la presentación de su Colegio de Comisarios y su programa, 29 de noviembre de 2019. «[…] tenemos que dominar las tecnologías clave y los europeos tenemos que adueñarnos de ellas,» traducción (oficial) del alemán: «Erste, müssen Schlüsseltechnologien beherrschen und in Europa besitzen».
  7. Artículo R151.3 del Código Monetario y Financiero.
  8. Direction Générale du Trésor, « Les secteurs d’activités dans lesquels les investissements sont soumis à autorisation préalable », 25 de noviembre de 2021.
  9. A. Swanson and L. Hirsch, « U.S. Aims to Curtail Technology Investment in China », The New York Times, 9 de febrero de 2023.
  10. P. Marlier y J.-F. Mathieu , « Technologies clés émergentes : outil de politique publique pour la recherche », rapport du BIPE pour le Sénat, febrero de 2008, p.6.
  11. Los ordenadores cuánticos podrían suponer avances significativos en la simulación de sistemas complejos, con aplicaciones en la investigación farmacéutica, la modelización del transporte y el análisis climático. También tienen el potencial de descifrar muchos de los algoritmos de encriptación actualmente en uso, amenazando tanto las comunicaciones gubernamentales seguras como las transacciones en línea. Y hay otros posibles usos de las tecnologías cuánticas (comunicaciones, sensores).
  12. A. Pannier, « Calcul stratégique : Le calcul haute performance et l’informatique quantique dans la quête de puissance technologique de l’Europe », Études de l’Ifri, octubre de 2021.
  13. Ver A. Pannier, op. cit.
  14. M. Julienne, « Le rêve quantique chinois : les aspirations d’un géant dans l’infiniment petit », Études de l’Ifri, febrero de 2022.
  15. Florin Zubascu, « EU rewrites rulebook on science and technology cooperation with the rest of the world », Sciences Business, 29 de junio de 2021.
  16. E. Kelly, « Viewpoint  : EU Will Be ‘Shooting Itself in Foot’ If It Bars UK, Switzerland, Israel from Quantum and Space Projects », Science Business, 18 de marzo de 2021.
  17. P. Marlier y J.-F. Mathieu , « Technologies clés émergentes », op. cit., p.11.
  18. Conclusiones del Consejo sobre el Enfoque Global de la Investigación y la Innovación – Estrategia europea de cooperación internacional en un mundo cambiante, septiembre de 2021.
  19. J. Gerstein, « DOJ shuts down China-focused anti-espionage program », Politico, 23 de febrero de 2022.
  20. A. Gattolin, « Rapport d’information fait au nom de la mission d’information sur les influences Étatiques extra-européennes dans le monde universitaire et académique français et leurs incidences », Sénat, n°873, 29 de septiembre de 2021. Voir aussi NCSC, « Fact sheet – Protecting critical and emerging U.S. technologies from foreign threats », 21 de octubre de 2021.