El mando ruso acaba de anunciar la retirada de todas sus fuerzas a la izquierda del Dniéper. Más concretamente, Vladimir Putin aceptó la propuesta (que debía ser bastante antigua) de sus generales de retirar el 49º Ejército y el 22º Cuerpo de Ejército de esta posición insostenible. Tal vez, fue lo suficientemente reflexivo como para esperar a que terminaran las elecciones estadounidenses para no ofrecer una victoria indirecta a la política ucraniana de Joe Biden.
Putin renuncia, así, a cualquier idea de conquistar Odessa y acepta la afrenta de abandonar Kherson, proclamada «rusa para siempre» hace sólo 41 días. Declarar intocable el suelo ruso de un territorio que, de hecho, se está perdiendo mientras hablamos en este momento es elevar la apuesta política bruscamente con un débil juego militar en la mano y sin la excusa de no conocer el juego del otro. Entonces, tenía que esperar perder su fachada en proporción al énfasis de su discurso.
En un intento de salvar tal fachada, esta retirada se acompañó de una maniobra de justificación (salvar la vida de la población y de sus soldados) y de distracción, no en el sentido de diversión, sino de desviar la atención. Los hilos de la distracción ya se conocen bien. La acusación, con «próxima» evidencia, de haber hecho o preparado algo muy sucio es el procedimiento más clásico. Por muy descabellada que sea la acusación, mantiene a los medios y a las mentes ocupadas mientras sea terrible. Incluso, es posible combinar la justificación y la acusación, como en el caso del anuncio de que el plan ucraniano de destruir la presa de Kakhovka es para proteger a la población (léase «secuestrar a poblaciones enteras y saquear todo lo que se pueda saquear»). Y lo que es más trágico: la maniobra de distracción también puede ser una represalia, por ejemplo, aumentando significativamente la dosis de ataques con misiles y drones sobre la infraestructura vital de la población. También es probable que se maniobre para mitigar la derrota con la idea del señuelo, como con la ofensiva inicial sobre Kiev (un señuelo del que el ejército ruso nunca se recuperó), o explicando que el enemigo estaba colocado en este objetivo y que sufrió grandes pérdidas. Siempre que la maniobra de repliegue esté bien ejecutada, será posible, incluso, convertirla en una cuasi-victoria a la defensiva contra fuerzas superiores de la OTAN.
Cabe destacar la innovación rusa, sin precedentes, de anunciar por televisión una maniobra táctica con antelación, una maniobra de repliegue que, por lo demás, es difícil de gestionar y cuyo éxito depende de una buena planificación y de la sorpresa. Por supuesto, la idea era hacer recaer el peso de la desafortunada decisión sobre el ministro y no sobre Vladimir Putin, quien, de repente, estuvo muy ausente de los medios de comunicación, y era transmitirle a la población los mensajes descritos anteriormente. Es cierto que la retirada ya había comenzado de todos modos y que no hubo sorpresas durante mucho tiempo.
Tácticamente, una retirada bajo fuego no es una maniobra fácil. Hasta ahora, los rusos han tenido bastante éxito, aunque sea a muy pequeña escala, en la Isla de la Serpiente, desde la parte de la ciudad de Kharkiv que ocuparon y, por supuesto, desde el norte de Ucrania, a finales de marzo, a pesar de que las retiradas de los ejércitos 35 y 36 al noroeste de Kyiv hayan sido derrotados algunas veces. El despeje de la cabeza de puente de Kherson se ha preparado durante semanas y muchos medios pesados ya se retiraron al otro lado. Por lo tanto, es probable que veamos una maniobra clásica de frenado, que se basa en obstáculos minados, unidades de retardo y descargas de artillería a lo largo de varias decenas de kilómetros, hasta los puntos de cruce a lo largo del río. La defensa podría reforzarse en estos puntos de cruce, en especial, en Kherson, para cubrir las operaciones de cruce del Dniéper, que, sin duda, constituirían la fase más peligrosa de la maniobra.
En cualquier caso, esta compleja maniobra será una «prueba de choque» de la fuerza del ejército ruso. Si la retirada es ordenada, sin demasiadas pérdidas ni abandono de equipos, se demostrará que un ejército ruso en retirada puede realizar maniobras complejas y mantener su cohesión. Si no es así, y si se produce alguna forma de huida desordenada, de captura masiva de equipos o, peor aún, de muchos combatientes, como en el avance en la provincia de Kharkiv, el golpe a la moral e, incluso, al potencial será muy fuerte.
Las fuerzas ucranianas, cuyo modo de acción del asedio a gran escala es válido, habrán incitado lógicamente a ejercer la máxima presión sobre los rusos en retirada, para intentar transformar el buen orden en una estampida. Sin embargo, también se trata de una maniobra delicada por parte del atacante, que tiene que exponerse y al que le puede resultar costosa ante un adversario algo hábil. En los mencionados repliegues en torno a Kiev, los ucranianos han sido más bien cautelosos en su persecución; lo mismo ocurrirá, probablemente, en la zona de Kherson. Si pueden, deberían infiltrarse en la ciudad y confiar en la resistencia interna para facilitar la llegada de las brigadas de maniobra (supuestamente, la 28ª Brigada Mecanizada primero).
Sólo con este acoso, la noción de «trampa», el buzzword del momento, sólo puede tener sentido más allá de los escenarios de catástrofes como inundaciones, bombas sucias o, incluso, como el uso de armas nucleares. La férrea defensa de la ciudad por parte de los rusos, al estilo de «Stalingrado en el Dniéper», ya no parece relevante. En cualquier caso, se trataba de una misión casi suicida y, en realidad, de una trampa para los rusos apoyados en el río. Los ucranianos lo intentaron en Severodonetsk antes de rendirse rápidamente.
También, nos podemos imaginar cómo los rusos bombardearían Kherson hasta la muerte una vez que sea ocupada por las fuerzas ucranianas. Pasaremos por alto el hecho de que se trataría de un asalto a una ciudad declarada rusa por parte los rusos, para considerar la inutilidad de la cosa. Una ciudad es el lugar donde uno está mejor protegido de la artillería. Hay que disparar cientos de proyectiles para esperar matar a un hombre. La artillería puede romper posiciones o equipos que localizados con precisión (por ejemplo, en el contexto del fuego de contrabatería), puede matar hombres en masa en campo abierto, pero, por lo demás, su papel es neutralizar, si es posible, en coordinación con las maniobras terrestres; de lo contrario, tiene un valor limitado. Neutralizar temporalmente a las tropas enemigas obligándolas a esconderse y protegerse sólo funciona si se emplea una maniobra. En resumen, sí habrá proyectiles rusos cayendo sobre Kherson y sus alrededores y, quizás, hasta ataques aéreos. Esto dará lugar a una larga batalla de fuego en la que la artillería ucraniana (ahora, libre para acercarse al río Dniéper) podrá atacar con HIMARS gran parte del sur ocupado por Rusia y hasta el borde de Crimea.
Sin embargo, es probable que las maniobras se detengan ahí. Aunque puede ser interesante dejar en el aire la amenaza de un cruce forzoso, hay que comprender la dificultad del ejercicio que, con la anchura del río, sería similar a una operación de desembarque anfibio a gran escala. Ultimadamente, una verdadera operación anfibia para acercarse al sur de Kherson a través del Golfo de Dniprovska y a la punta avanzada del Parque Natural de Heroiske podría ser más fácil. En cualquier caso, se necesitaría mucho esfuerzo y riesgo para crear unal cabeza de puente frágil.
Es mucho más útil para ambas partes mover las fuerzas a otro lugar. Actualmente, hay catorce brigadas ucranianas, una quinta parte de las unidades de combate disponibles aproximadamente, concentradas alrededor de la cabeza de puente; cuatro o cinco unidades de la guardia nacional territorial para mantener la orilla izquierda del Dniéper. En cambio, las ocho brigadas de maniobra, después de la reposición y el descanso, representan un recurso importante que puede ser decisivo en otro aspecto. Obviamente, el general Surovikin hizo lo mismo con lo que quedaba de las fuerzas del 49º Ejército y del 22º Cuerpo una vez completado el cruce. El 5º Ejército, ya presente en la orilla izquierda, puede mantener la línea y lo que quedará de las fuerzas retiradas, inferiores en número y en peor estado que las ucranianas, también podrá replegarse.
Si echamos un vistazo más amplio, en este 11 de noviembre, la guerra sigue en pie como en 1918. La estrategia operativa de los ucranianos aún es martillear el frente con ofensivas de 10 a 15 brigadas y con «operaciones corsarias» hasta que, en el mejor de los casos, el ejército ruso se derrumbe bajo los golpes o, en el peor, hasta que el enemigo sea expulsado gradualmente de todos los territorios que ocupe en el transcurso de 2023. El horizonte estratégico ucraniano termina aquí, con la perspectiva de un conflicto congelado en la frontera ruso-ucraniana o con la aceptación de la derrota por parte de Rusia mediante un tratado de paz.
De lado de Rusia, se está jugando una postura defensiva general en el frente con tres ejes: presionar a la población ucraniana con la «campaña de la energía» para que ellos mismos presionen a su gobierno, influir en la opinión pública occidental para que deje de apoyar a Ucrania y, por último, transformar al ejército ruso mediante una movilización parcial para romper el impulso ucraniano. Nótese de paso su parecido con las últimas esperanzas de Alemania en 1944: armas milagrosas, paz separada con Occidente, Volkssturm. En esta etapa, los rusos considerarían, sin duda, la conservación de los logros de las conquistas como una victoria aceptable.
En la confrontación de estas estrategias, todo es, pues, una cuestión de economía de fuerzas. Aquí, el traslado de las brigadas de maniobra de Kherson puede tener un efecto estratégico, ya sea participando en otra batalla o rotando con brigadas de cobertura hacia el norte. El mayor reto era que los ucranianos mantuvieran su superioridad en número de unidades de combate tácticamente sólidas y, con ello, multiplicar las victorias en el menor tiempo posible. Los Aliados necesitaron doce ofensivas exitosas, entre julio y noviembre de 1918, para doblegar completamente al ejército alemán y acelerar el cambio político en Alemania. Se necesitarían menos (quizás, cinco o seis) para romper al ejército ruso, si es posible, antes de que lleguen los 200.000 hombres que se están preparando en Rusia.
Dando por sentada la victoria en Kherson, los ucranianos ganaron dos en tres meses. Todavía quedarían tres o cuatro grandes batallas por ganar de aquí a la primavera, como mínimo, en cualquier lugar mientras rompan el ejército ruso. Como en noviembre de 1918, ni siquiera sería necesario penetrar en el territorio para obtener la victoria. Alsacia-Lorena no fue liberada por conquista, sino por el colapso del ejército alemán. En este contexto, la estrategia orgánica era tan importante como la estrategia operativa. Gana el que mejor emplea sus fuerzas, pero también gana el que es más capaz de crear, entrenar, reconstituir y transformar sus fuerzas, por ejemplo, en un «ejército alpino» para el invierno. Las cinco victorias ucranianas que vendrán en los próximos seis meses se están forjando en la retaguardia.