Federico Chabod fue uno de los más grandes historiadores del siglo XX1. Llamarle «historiador europeo» parece evidente, tanto por el prestigio que le rodeaba como por los temas que trataba. Muchos pensarán inmediatamente en el volumen, traducido a muchos idiomas, que reúne (fusionándolos infelizmente en un solo texto) los cursos universitarios que Chabod dedicó durante quince años a la Historia de la idea de Europa. Sin embargo, una mirada más atenta a la relación de Chabod con Europa y su historia tiene su parte inesperada. También en este aspecto su figura es ejemplar: no sólo por lo que escribió e hizo, sino por lo que su atormentada trayectoria puede enseñarnos.

1.

En el centro de la relación de Chabod con Europa y su historia está su relación con Francia: esto es evidente, aunque hay razones subjetivas además de las objetivas. Chabod, nacido en Aosta en 1901, hijo de un notario de una antigua familia del Valle de Aosta y de madre de Ivrea, hablaba italiano en casa pero conocía perfectamente el francés, la lengua de su padre (así como el patois franco-provenzal que se hablaba en Valsavarenche)2. Federico era el mayor de tres hijos; Leonardo, tres años menor que él, se unió al movimiento fascista en 1921 y participó en muchos actos de violencia escuadrista. En 1923, se suicidó3. Ese suicidio fue una herida indeleble para Federico Chabod, lo que explica su reserva extrema, advertida por todos los que le conocieron.

En 1921 Federico Chabod comenzó a asistir a los cursos de la Facultad de Letras de la Universidad de Turín. Quienes lo conocieron en esa época, como el crítico literario Mario Fubini, destacan el aislamiento de Chabod en un entorno dominado por la extraordinaria personalidad de Piero Gobetti. De hecho, este último se había dado cuenta de la originalidad de los estudios del joven Chabod sobre El Príncipe y le había pedido que escribiera una monografía sobre Maquiavelo4. En 1924-1925, gracias a una beca, Chabod asistió al Instituto de Estudios Avanzados de Florencia, donde enseñaba Gaetano Salvemini, quien lo impresionó profundamente por su humanidad y erudición5. En 1925, Salvemini fue detenido y condenado por antifascismo; amnistiado y liberado, consiguió escapar de Italia cruzando el Puerto del Pequeño San Bernardo, ayudado por Chabod, Natalino Sapegno y Carlo Guido Mor. La intensidad de su relación con Salvemini, que se encontraba entonces en el exilio, queda atestiguada por tres cartas que Chabod le escribió desde Berlín en 1926, en las que expresaba sus sentimientos y los de sus amigos. Cito un extracto:

«Tú estás lejos, nosotros estamos divididos; y todo alrededor de este triste estruendo, al que reaccionamos, pero que sólo puede dejar una triste amargura en el alma»6.

La figura de Chabod es ejemplar: no sólo por lo que escribió e hizo, sino por lo que su atormentada trayectoria puede enseñarnos.

carlo ginzburg

La agitación interior de este periodo aparece también en una carta que Chabod le escribió en 1925 a Natalino Sapegno (también originario del Valle de Aosta) cuando dejó Ferrara, donde había dado su primer curso como profesor sustituto:

«Si hay algo de lo que me arrepiento al haber dejado Ferrara, es haberte tenido que  dejarte a ti, querido y buen amigo. Nos conocemos bien, ¿no? Cada uno sabe que puede contar con el otro, y que puede hablar con él de forma sencilla, pero profunda, muy profunda.

Es cierto que para el tormento íntimo de cada uno de nosotros, el afecto de los demás poco o nada puede hacer: no porque no sepan y no busquen, sino porque no pueden, y deben dejar que el tormento se cumpla”7.

El 31 de julio de 1933, tras muchas dudas, Chabod se afilia al Partido Fascista. Este fue el precio que tuvo que pagar para poder entrar al mundo académico8.

2.

Las bases de las relaciones de Chabod con el mundo académico europeo se establecieron durante dos viajes fuera de Italia: a Berlín, en 1925-1926, y a Simancas en 1928. Durante el primer viaje, Chabod participó en un seminario coordinado por Friedrich Meinecke; en el segundo, participó en un grupo de investigación dirigido por Pietro Egidi, que recogía material de archivo relacionado con la historia del dominio español en Italia al inicio de la época moderna. En Simancas, Chabod conoció a Fernand Braudel, con quien entabló una amistad que daría frutos intelectuales muchos años después. 

En 1929, Chabod fue llamado a formar parte de la escuela de historia moderna y contemporánea dirigida por Gioacchino Volpe9. Este último, que fue uno de los historiadores fascistas más influyentes, lo suficientemente desprovisto de prejuicios como para acoger entre los miembros de la escuela a su antiguo alumno Nello Rosselli, que había sido condenado a la deportación en dos ocasiones: en primer lugar, por ser antifascista, y en segundo lugar, por ser sospechoso de haber ayudado a su hermano Carlo —fundador del grupo «Giustizia e Libertà» en París y partidario de la publicación de los «Quaderni» que eran su expresión— a escapar de Lipari. (Como es sabido, los Rosselli pertenecían a una rica familia judía, profundamente vinculada a la historia del Risorgimento: Giuseppe Mazzini había muerto escondido en la casa de Pellegrino Rosselli en Pisa). 

En noviembre de 1932 se celebró en Roma, en la Fundación Volta, una conferencia internacional sobre Europa, organizada por la Real Academia de Italia: el tema principal fue el proyecto de Unión Federal Europea que Aristide Briand había presentado a la Sociedad de Naciones en 193010. Unos meses antes de la conferencia, Nello Rosselli había lanzado el proyecto de una Rivista di storia europea dedicada a «estudios de historia política y económica del siglo XIX». Se trataba de una respuesta implícita a la Storia d’Europa nel secolo decimonono de Benedetto Croce, publicada ese mismo año, una obra en la que la historia económica estaba totalmente ausente11. El objetivo declarado de la revista era superar las «deficiencias de una historiografía de la época moderna y contemporánea concebida sobre la base de compartimentos nacionales impermeables; mientras que muchas voces autorizadas se alzan con la esperanza de que la historia de las naciones individuales de Europa en los últimos siglos sea mejor iluminada y comprendida al ponerla en contacto inmediato con la historia colectiva de Europa».

En Simancas, Chabod conoció a Fernand Braudel, con quien entabló una amistad que daría frutos intelectuales muchos años después. 

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Todo ello inspiraría, subrayaba el texto, «la investigación sobre las relaciones entre las naciones (gobiernos, pueblos, élites), sobre las influencias recíprocas, sobre las causas comunes de las experiencias comunes, sobre el porqué y el cómo de las divergencias persistentes, y al mismo tiempo sobre el porqué y el cómo de una primera afirmación, en el seno de las naciones europeas, de la conciencia de un destino común, de intereses comunes, de una cultura común».

Hoy, estas observaciones pueden parecer banales: pero no lo eran en absoluto en la Italia fascista de principios de los años treinta. Insistir en la «conciencia de un destino común, de intereses comunes, de una cultura común» ligada a «la historia colectiva de Europa» era rechazar la ideología nacionalista (aunque con pretensiones universalistas) basada en el culto a la romanidad. No sorprende que este rechazo implícito fuera formulado por un historiador como Nello Rosselli, dos veces condenado a la deportación por antifascismo. Lo sorprendente es que creyera que podía difundir estas ideas en la Italia fascista de los años 30. 

Nello Rosselli parece haberse dado cuenta poco a poco de las dificultades de su proyecto. Por un lado, se puso en contacto con una serie de personalidades influyentes, todas ellas firmantes del Manifiesto de Intelectuales Antifascistas iniciado por Benedetto Croce: el sociólogo Guglielmo Ferrero, el economista Luigi Einaudi, el historiador Gino Luzzatto y el abogado Francesco Ruffini. Por otra parte, implicó a sus amigos, empezando por Leone Ginzburg, que en septiembre de 1932 había publicado bajo seudónimo, en el número 4 de los Quaderni di Giustizia e Libertà, un artículo titulado «Il concetto di autonomia nel programma di G. L.»12.

Al principio, Nello Rosselli había pensado en publicar la revista en francés, posiblemente en Ginebra (donde Guglielmo Ferrero daba clases), aunque el verdadero objetivo seguía siendo el público italiano. “Pero vale la pena señalar», escribió Rosselli a Ferrero el 15 de octubre de 1932, «que si quiere que la revista circule libremente también en Italia y tenga colaboradores italianos, debe evitar bajo cualquier circunstancia que aparezca como una emanación de personalidades mal vistas por el gobierno actual». Fue entonces cuando, el 17 de mayo de 1933, tras varios meses de reflexión (mientras tanto, Hitler había tomado el poder total en Alemania), Nello Rosselli escribió a Carlo Morandi: «Someteré el caso a Volpe, a quien veré en los próximos días, y le pediré consejo y ayuda»13.

La conversación con Gioacchino Volpe, que tuvo lugar en Roma los días 9 y 10 de junio, puede reconstruirse gracias a las notas tomadas por Rosselli:

«El momento sería especialmente apropiado, en Italia, para lanzar nuestra revista. Después de la conferencia de Volta, Mussolini nos invitó a continuar y a retomar, de manera científica, la dirección ya tomada. Nuestra revista podría convenir a las orientaciones de M[ussolini], mientras sea ajena a la política. Si la revista se va a producir, V[olpe] se compromete a hablar de ella en las altas esferas y a obtener previamente la aprobación necesaria.»

Ese mismo día, el 10 de junio, Rosselli registró en sus notas las impresiones de una conversación que había mantenido con Chabod: «Es mucho más favorable a la revista de lo que yo pensaba; y lejos de estar en contra, me parece, de la posible entrada en una editorial, siempre y cuando Volpe esté a la cabeza»14.

Sin embargo, poco después, todo se vino abajo. Carlo Morandi declaró que dejaba la redacción porque su relación con Nello Rosselli lo había perjudicado (no se sabe por qué, ni ante quién). Chabod, comentó Rosselli con amargura, seguiría sin duda a Morandi15.

El 23 de abril de 1934, Gioacchino Volpe escribió a Rosselli:

«Le habrán dado la respuesta que obtuve del jefe del gobierno sobre la publicación de esta revista en particular: ¡nada en contra! Le digo esto por si la idea no está muerta”16.

La actitud favorable de Mussolini se habría visto reforzada por los Protocolos de Roma, que preveían un acuerdo tripartito entre Italia, Austria y Hungría, firmados el 17 de marzo de 1934 por el canciller austriaco Engelbert Dollfuss (asesinado el 25 de julio del mismo año). En esta fase de tensión entre los regímenes fascista y nazi, que pronto llegaría a su fin, algunos —incluido el propio Volpe— pueden haber visto la futura Rivista di storia europea como un posible instrumento para contrarrestar los planes de hegemonía cultural de Alemania. Pero para Rosselli, el proyecto estaba ya liquidado, como demuestra la carta que escribió a Volpe el 29 de abril de 1934:

«Ahora usted me dice (algo que yo no sabía) que en las altas esferas nada se opondría a la publicación de la revista. Una circunstancia esencial, sin duda: sin embargo, me temo que las dificultades subsisten. En resumen, ¿podría la revista, incluso ahora, seguir llevando a cabo su programa exclusivamente científico sin problemas?»17.

«Incluso ahora», y quizás «especialmente ahora». Detrás de la amarga pregunta retórica de Nello Rosselli, podemos ver un sentimiento de profunda soledad. Federico Chabod y Carlo Morandi lo habían abandonado; el 13 de marzo, Leone Ginzburg fue detenido por conspiración antifascista (el día anterior había escrito a Rosselli ofreciéndole publicar un libro en la nueva editorial fundada por Giulio Einaudi). La Rivista di storia europea, si se convertía en una realidad y no se quedaba en un simple proyecto, corría el riesgo de ser utilizada como instrumento de propaganda por el régimen.

En 1937, Nello se une a su hermano Carlo en Francia. Poco después, ambos fueron asesinados en Bagnoles-de-l’Orne por militantes de La Cagoule, presumiblemente por orden de Mussolini.

3.

Me detuve en este episodio aparentemente intrascendente —una revista que nunca vio la luz— por dos razones:

(a) porque el recuerdo de las discusiones relacionadas con el proyecto de la Rivista di storia europea contribuyó, diez años después, en un contexto profundamente diferente, a la primera formulación del tema al que Federico Chabod dedicó tres cursos universitarios: la historia de la idea de Europa;    

b) porque la estrategia utilizada, sin éxito, por Nello Rosselli para realizar su proyecto implicaba un panorama lleno de matices, de «zonas grises», para retomar la metáfora que, gracias a Primo Levi, se ancló en nuestro vocabulario18. (Se trata de una metáfora que no debe confundirse con «bigi«19, palabra con la que se denominaba a los antifascistas en Florencia en los años 30)20. En esta gama de grises estaba sin duda Chabod, a quien Nello Rosselli consideraba digno de confianza, a pesar de ser miembro del partido fascista (aunque en el momento decisivo, Chabod no acudió al llamado)21. Rosselli, y otros con él, incluso percibieron un matiz de gris, de potencial flexibilidad, en un personaje inequívocamente «negro» como Gioacchino Volpe.  

La existencia de estas categorías, formuladas de forma diversa según los actores, debe tenerse en cuenta para evaluar, a la luz de nuestras propias categorías, la trayectoria de Federico Chabod como «historiador europeo»22.

Nero su Bianco #2 © Davide Camisasca

4.

El término «historiador europeo» que usé para el título de este artículo es deliberadamente indeterminado. Se refiere sobre todo al enfoque de Chabod, como político y como historiador, sobre el tema de Europa, a lo largo de los siglos y de los años, a largo y a muy corto plazo, para retomar las categorías que hizo famosas su amigo Fernand Braudel. Pero Chabod fue también un «historiador europeo» por la importancia que su obra historiográfica ha tenido y tendrá a nivel internacional23. Tanto sus escritos sobre Maquiavelo como sus conferencias sobre la Italia contemporánea pronunciadas en francés en la Sorbona en 1950 han sido traducidos a muchos idiomas. Y sin embargo, si tuviera que señalar una cumbre absoluta en la obra de Chabod, citaría un libro que nunca ha sido traducido: Per la storia religiosa dello Stato di Milano durante il dominio di Carlo V, publicado en 1938. Citaré una página (pido disculpas por la longitud del extracto):

«En 1544, sin poder precisar mejor la fecha, en la cancillería secreta, en una hoja de papel preparada —y que, poco después, habría servido al mismo gran canciller Taverna para una carta a Del Vasto [Alfonso d’Avalos, gobernador del estado de Milán] sobre asuntos financieros—, una mano desconocida, pero sin duda la de uno de los secretarios o escribas, comenzó a trazar, en la tranquilidad de su despacho y en el intervalo entre un trabajo y otro, unas notas que resumen la vida interior de aquellos días, con sus pensamientos y preocupaciones: una especie de liberación confiada en secreto al papel y no a los amigos. Así, a este funcionario que, sólo para sí mismo, concreta sus preocupaciones en una hora de oficina, no le viene otra cosa a la mente que el libre albedrío y la predestinación; al hombre que, por un momento, se retira de su papeleo y, espoleado por Dios24, se deja inspirar por su propia imaginación, no le vienen a la mente lemas o poemas juguetones, como ha ocurrido en el pasado y ocurrirá en el futuro con otros funcionarios, sino referencias a Juan Crisóstomo, Ambrosio Caterino y, en general, a los «proverbios» en materia religiosa, es decir, a las afirmaciones que aplastan al hombre bajo el peso de la predestinación o, por el contrario, a las afirmaciones que confieren libre albedrío a la criatura humana, para no hacerla más miserable que todas las bestias (…) Pero es precisamente la inquieta superposición de proposiciones no homogéneas, su sucesión sobre el papel una al lado de la otra, lo que revela el profundo interés suscitado por tales cuestiones, así como la molestia que causaban en el alma de los hombres acostumbrados a vivir en las creencias heredadas de sus antepasados con sus nombres y sus bienes, y llevados de repente a plantearse el angustioso problema de la salvación…”25.

Chabod fue también un «historiador europeo» por la importancia que su obra historiográfica ha tenido y tendrá a nivel internacional.

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Déjenme contarles un recuerdo personal. Leí esta página por primera vez, junto con el documento que se comenta en el apéndice del libro de Chabod —un libro que formaba parte del temario de mi examen de historia moderna con Armando Saitta— en el verano de 1959; tenía veinte años. Me quedé asombrado: en los pocos libros de historia que había leído hasta entonces, nunca había visto nada parecido. No sabía que Delio Cantimori (en quien ya reconocía a mi maestro) había dedicado una reseña al libro de Chabod en el Archiv für Reformationsgeschichte, donde destacaba el valor de la página que tanto me había impresionado:

«Aquí nos ofrece uno de esos análisis histórico-psicológicos que dan a sus obras tanta viveza y tanta fuerza de persuasión»26.

En 1960, poco después de la muerte de Chabod, Cantimori retomó estos pasajes, citándolos extensamente, y los calificó de «admirables páginas analíticas sobre el renacimiento religioso, articuladas en torno a una lectura muy fina e igualmente experta en el plano literario»27.

Todo esto es cierto. Pero, junto a la psicología y la calidad literaria, yo insistiría, hoy más que nunca, en la capacidad de Chabod para transformar frases en latín, garabateadas en el reverso de un documento por un asistente desconocido de la cancillería, en un testimonio histórico revelador. Uno recuerda inevitablemente una famosa página de la Apología para la Historia de Bloch:

«En nuestra inevitable subordinación al pasado, condenados, como lo estamos, a conocerlo únicamente por sus huellas, por lo menos hemos conseguido saber mucho más acerca de él que lo que tuvo a bien dejarnos dicho (…) bien mirado, es un gran desquite de la inteligencia sobre los hechos”28.

Llevar los testimonios involuntarios al conocimiento histórico; leer los testimonios involuntarios de forma inesperada. La convergencia a este nivel entre dos historiadores tan diferentes como Marc Bloch y Federico Chabod me parece innegable.

5.

El libro Per la storia religiosa dello Stato di Milano se publicó en 1938. Fue en ese año —el de las leyes raciales— cuando comenzó el desprendimiento (no documentado) de Chabod del fascismo29. Lo cierto es que, en 1942, Chabod entró en contacto con el clandestino Partido de Acción. Poco después, en el curso de Historia Moderna sobre «La idea de Europa», impartido en la Universidad de Milán en 1943-1944, bajo los bombardeos, las alusiones polémicas a temas relacionados con el presente fueron, como se puede ver en los folletos, muy explícitas. Este es el caso, por ejemplo, de este pasaje:

«La exaltación actual de la ‘sangre’ y del ‘suelo’, la transformación de la idea de nación en la de población como comunidad de sangre, son la conclusión lógica del modo naturalista de apreciar el carácter de las naciones: que es, por tanto, el modo más primitivo y burdo»30.

Pero incluso el nacionalismo espiritual, teorizado a muy alto nivel por Herder, el inventor del término, se caracteriza, según Chabod, por verdaderos «absurdos»: 

«De él [Herder] oímos preceptos que ciertamente no están lejos de los de los nacionalistas extremistas de nuestro tiempo: ‘La nación más ignorante, la más rica en prejuicios, suele ser la primera: la época de las inmigraciones de los deseos extranjeros, de los viajes de las esperanzas al extranjero, es ya una enfermedad, una plenitud de aire, una hinchazón malsana, un presagio de muerte’. Autarquía espiritual, en definitiva: ¡qué contraste con el deseo de abrazar el mundo que caracterizó a la Ilustración!”31.

Chabod retomó la oposición entre las dos «formas de considerar la nación, la naturalista, que conduce inevitablemente al racismo, y la voluntarista» en su curso universitario, y subrayó que «desde el principio en tierra alemana, la evaluación étnica (es decir, naturalista) se hace sentir (…) El pensamiento italiano, en cambio, desarrolla la idea de nación sobre una base decididamente ‘voluntarista’»32.

Tras la expresión de esta divergencia, llegamos al presente: así termina la primera parte del curso, dedicada a la nación. Comienza la segunda parte, dedicada a la idea de Europa.

6.

Llegados a este punto, conviene dar un paso atrás. La introducción del curso comienza así:

«En los últimos años se ha hablado y se sigue hablando mucho de Europa y de la civilización europea, del antieuropeísmo y de las fuerzas opuestas a la civilización europea (…) Pero si uno se detiene a analizar un poco más de cerca lo que se entiende por ‘Europa’, se da cuenta inmediatamente de la enorme confusión que reina en las mentes de quienes hablan y escriben sobre ella con tanto ahínco e insistencia. El valor exacto de este término permanece oculto (…) No se trata, por tanto, de la historia de Europa, tal y como se entiende comúnmente, como la historia de los acontecimientos políticos, militares y económicos, ni de la historia de una sucesión cronológica de acontecimientos, ni siquiera de la historia de la civilización y la cultura que florecieron en Europa, sino de la historia de los ‘pensamientos’ sobre Europa.

Es una historia que todavía se conoce muy poco”33.

¿Qué pudo impulsar a Chabod a elegir este tema, más allá de que estaba en boga? Stuart Woolf recordaba que Ernesto Sestan (amigo cercano de Chabod), en la sección «Europa» de la Enciclopaedia Treccani, esperaba que se produjera «una obra que tratara orgánicamente de la formación de una conciencia europea, es decir, de la conciencia de una unidad espiritual europea». Pero este deseo se contradice con la aclaración de Sestan de que este elemento puede encontrarse «en las llamadas historias universales, que son entonces, en esencia, historias europeas»34. Por tanto, yo dejaría de lado a Sestan y formularía otra hipótesis.

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El material del curso de Chabod se abre con una crítica mordaz a la conferencia sobre Europa celebrada, como ya mencioné, en la Fundación Volta en 1932. Sin embargo, en una nota titulada «Problèmes d’Europe», publicada en los Annales d’histoire économique et sociale en 1935, Marc Bloch había formulado una crítica igualmente severa:

«Llama la atención, además, constatar en estos dos volúmenes [de la Fundación Volta], entre tantas disertaciones en las que el nombre de Europa se repite constantemente, la ausencia de cualquier intento serio de arrojar luz sobre la historia de esta noción, de remontar su génesis, tanto en las representaciones mentales como en los hechos, y de precisar sus vicisitudes. No es mi intención resolver estos grandes problemas en unas cuantas líneas. El propio destino de la palabra, que yo sepa, nunca ha sido descrito”35.

Esta última frase fue retomada por Chabod casi palabra por palabra:

«El valor exacto de dicho término sigue siendo oscuro»36.

La «semántica histórica» de Bloch fue mencionada por Denis Hay en 1957 al presentar su libro Europe. The Emergence of an Idea37. Pero Chabod, siguiendo a Bloch, ya había emprendido este camino muchos años antes.

Nero su Bianco #4 © Davide Camisasca

7.

Lo que llama la atención de la Historia de la idea de Europa de Chabod medio siglo después, escribe Stuart Woolf, es quizá «su absoluto eurocentrismo (…) Las colonias existían para Chabod sólo como peones en las luchas de poder entre las grandes potencias: Estados Unidos en primer lugar, Japón, la Unión Soviética y la Commonwealth británica»38.

Esta crítica, formulada en un ensayo notable en muchos aspectos, me parece inaceptable. Como hemos visto, Chabod no se propuso reconstruir la historia de Europa, sino la formación de la conciencia europea. En esta perspectiva, destacó la importancia de los descubrimientos geográficos:

«El conocimiento de nuevos mundos impulsa, por una tendencia natural, a los europeos a tratar de delinear con mayor claridad sus propios caracteres en ‘contraste’ con los de los demás: el momento del ‘contraste’ es siempre decisivo en tal proceso»39.

En la introducción de su curso universitario, Chabod mencionó los precedentes de este movimiento estratégico: los libros de Gilbert Chinard (L’exotisme américain dans la littérature française au XVIème siècle y L’Amérique et le rêve exotique au six-septième et dix-huitième siècle) y La crisis de la consciencia europea de Paul Hazard40. Los descubrimientos geográficos habían permitido criticar ciertos aspectos de la sociedad europea: el ensayo de Montaigne sobre los caníbales es un ejemplo excelente. Pero, advirtió Chabod, «la polémica antieuropea no se lleva a cabo porque se quiera realmente el fin de Europa, sino porque se quiere una vida más elevada para ella; no deriva del odio, sino de un gran amor. Nadie es más europeo que esos hombres que acusan a las costumbres de Europa; nadie aprecia más que ellos los altos valores de civilización que representa la tradición europea. Precisamente para salvaguardar estos valores civiles y humanos, estos filósofos y hombres de letras, desde Montaigne hasta Voltaire, deploran las malas costumbres de Europa, especialmente en materia de política, es decir, deploran las constantes guerras y odios entre Estados y entre partidos».

La insistencia en el valor decisivo de la tradición francesa, que culmina con la Ilustración, en la construcción de la idea europea puede parecer obvia. Si se examina el contexto en el que (y contra el que) escribía Chabod, no sucedía lo mismo en aquella época. Que yo sepa, este contexto ha sido extrañamente ignorado por quienes han estudiado su curso sobre la Idea de Europa.

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Por ello, Chabod observó que «con respecto a la historia del concepto de Europa, esta última corriente polémica antieuropea tiene una importancia fundamental, precisamente porque a través de ella se establecen las características consideradas típicas de Europa, en contraposición a las de los demás continentes»41.

Estas características consisten en «la vida de la sociedad (…) que se convierte en un factor de civilización no menos importante que una sólida organización política o el racionalismo económico: y se convierte en ello sobre todo por los franceses»42.

De ahí la conclusión del curso: «Hemos insistido en los escritores franceses del siglo XVIII», en particular, Montesquieu y Voltaire, «porque en verdad la formulación definitiva del concepto de Europa es sobre todo obra suya. Nadie ha dado más sentido a Europa que ellos; nadie ha hecho más por imponerla y hacerla triunfar»43.

8.

Hoy, esta insistencia en el valor decisivo de la tradición francesa, que culmina con la Ilustración, en la construcción de la idea europea puede parecer obvia. Si se examina el contexto en el que (y contra el que) escribía Chabod, no sucedía lo mismo en aquella época. Que yo sepa, este contexto ha sido extrañamente ignorado por quienes han estudiado su curso sobre la Idea de Europa.

El 1 de marzo de 1941, la revista Primato, dirigida por Giuseppe Bottai, publicó una respuesta de Camillo Pellizzi a Le Università e la cultura. He aquí un extracto:

«La [guerra] en curso, que al principio aparece como un conflicto de intereses, es decir, los intereses sacrosantos de los pueblos pobres, trabajadores y explotados secularmente, se le aparecerá finalmente al historiador desde el ángulo de un gran conflicto cultural. Es la cultura occidentalizante de los dos o tres últimos siglos la que se derrumba, la cultura franco-británica, protestante y racionalista, individualista y analítica, utilitaria y estetizante; una gran cultura, y grande, trágica y ruinosa aparece en su derrumbe. ¿Quién tomará el relevo?”44.

A pesar del trabajo realizado por los fascistas y los nacionalsocialistas, concluye Pellizzi, aún queda mucho por hacer: «Es inútil tener ideas si no se tienen bayonetas; pero es aún más inútil, y en última instancia, perjudicial, tener bayonetas si no se tienen ideas”.

Camillo Pellizzi, director del Instituto Nacional de Cultura Fascista, estaba estrechamente vinculado a Giuseppe Bottai, director de Primato, la revista que, poco después de la entrada de Italia en la guerra, había lanzado un debate sobre el «nuevo romanticismo» que debía oponerse a la cultura del humanitarismo y del progreso, que «Italia y Alemania, obedeciendo a las exigencias más profundas de su historia», habían «enterrado»45. El curso de Chabod de 1943-1944 se abrió con una severa crítica al coloquio sobre la idea de Europa que Pellizzi (a quien no nombró) había organizado en 1942, y terminó señalando que «la formulación definitiva del concepto de Europa» había sido principalmente obra de los escritores franceses del siglo XVIII. Este mensaje, no sólo historiográfico sino también político, era extremadamente claro. En cambio, la línea de Primato, dictada por su director, Giuseppe Bottai, estaba marcada por muchas ambigüedades. Luisa Mangoni veía la revista no sólo como un testimonio de la crisis que atravesaba el fascismo, sino también como preludio de la evolución futura: así, atribuyó al debate sobre el «nuevo romanticismo» una «importancia casi decisiva en la historia de la revista Primato y, en general, de la cultura italiana. La fractura que representó, que marca un límite entre un antes y un después, tiene, nos parece, un valor que (…) va más allá de los años de la guerra»46.

Un texto bastará para aclarar el significado de la declaración de Luisa Mangoni. Se trata de un artículo de Giaime Pintor, publicado en Primato el 15 de agosto de 1941, en el que se rechaza violentamente el llamado al «nuevo romanticismo», que se había presentado desde varios ángulos:

«Son precisamente los vestigios de este pathos romántico los que constituyen el mayor peso muerto que arrastra la Europa intelectual. Los mitos románticos brillan con todo su vigor en nuestro cielo; y románticos son los ídolos a los que se sacrifica la parte más corrupta de Europa. Frente a esta decadencia unánime, la diosa Razón de Robespierre, objeto de muchos sarcasmos, aparece bajo una luz noble y serena; y los hombres y momentos del siglo XVIII olvidados o condenados como antihistóricos retoman su función ejemplar”47.

Delio Cantimori, a quien Pintor consideraba uno de sus maestros, escribió a su joven amigo (tenía entonces 22 años) que le había gustado su artículo, pero añadió: «Estoy de acuerdo en lo de la diosa Razón, pero no era la diosa de Robespierre, que era más bien el instigador del culto al Ser Supremo (…) el sentimentalismo del Ser Supremo es uno de los aspectos menos agradables de este hombre».

El significado político del artículo de Pintor (que Cantimori obviamente se abstuvo de comentar) no había escapado a la atención del editor de Primato, Giuseppe Bottai. El artículo iba precedido de una breve nota editorial que comenzaba así:

«En un punto, podemos estar inmediatamente de acuerdo en que Pintor tiene razón cuando dice que las preguntas mal hechas siempre tienen mucho éxito».

Está claro que el debate sobre el «nuevo romanticismo» estaba tomando un cariz peligroso: había que detenerlo cuanto antes, y así fue48. En términos decididamente poco convencionales, Pintor subrayó que una generación más joven (la suya) podría retomar aquellos «hombres y momentos del siglo XVIII que habían sido olvidados o condenados como antihistóricos» y «convertirlos en la piedra angular de la acción revolucionaria». Y continuó:

«Se entiende que con esta sentencia se abandona el campo de las consideraciones históricas y se pasa a otro problema: el de la elección y el de la polémica activa»49.

La decisión que tomó Pintor dos años después —unirse a los partisanos— le costó la vida.

9.

Chabod también tomó una decisión. En 1944, bajo el elocuente nombre de «Lazzaro», se unió a un grupo de partisanos dirigido por su primo Remo50. Pero en ese momento, en el vacío creado por el colapso del fascismo, surgió un plan francés para anexionar el Valle de Aosta. Esto se expuso en un documento, aparentemente dictado por el propio general De Gaulle, en noviembre de 1943, Medidas a tomar contra Italia51. Fue una respuesta tardía a la «puñalada por la espalda», como el presidente Roosevelt había llamado a la agresión italiana de 1940 contra la Francia derrotada por Alemania. El proyecto de anexión había obtenido el apoyo de algunos grupos pro-franceses del Valle de Aosta. En octubre de 1944, en un clima de gran tensión, el comando partisano de Valtournenche publicó un texto, escrito por Federico Chabod y algunos miembros del clero del Valle de Aosta, Pronunciamento degli esponenti valdostani contrari dell’annessione alla Francia. El 10 de octubre de 1944, Chabod detalló su postura en una carta dirigida a su amigo Ugo La Malfa, líder del Partito d’Azione, que posteriormente se incluyó en un memorando enviado a Alessandro Casati, ministro de Guerra del gobierno de Bonomi:

«Me parece que sería hermoso y noble que la nueva Italia fuera la primera de Europa en iniciar una política de gran libertad en sus zonas fronterizas, es decir, en aquellas zonas donde los viejos nacionalismos europeos han hecho sentir siempre su peso con mayor dureza. (…) En cambio, debemos forjar vínculos entre naciones, puentes de paso sobre los que los hombres de los distintos países puedan encontrarse y aprender a limar asperezas, a abandonar sus desconfianzas, a dejar de lado la arrogancia de las naciones. Para mí, el problema del Valle de Aosta es sólo un episodio, que además es muy fácil de resolver, porque tanto la historia como la geografía lo unen a Italia de forma indisoluble»52.

El destino estratégico que Chabod asignó, en una perspectiva europea, a las regiones fronterizas de diferentes lenguas —transformarlas en puentes que conecten una nación con otra, en lugar de en focos de irredentismo—  fue acompañado, en el caso del Valle de Aosta, de una clara opción a favor de Italia. En esta perspectiva, la pertenencia regional, nacional y europea se integró fácilmente. Pero la tensión surgió a nivel nacional, entre Italia y Francia. El 26 de marzo de 1946, grupos favorables a la anexión a Francia atacaron el edificio de la prefectura y pusieron en peligro la vida de Federico Chabod, primer presidente electo del Consejo del Valle. Poco después, Chabod volvió, lleno de amargura, a sus estudios y a la enseñanza. Su vida política tocaba su fin.

Nero su Bianco #1 © Davide Camisasca

10.

En 1946, Chabod fue llamado a enseñar historia moderna en la Universidad de Roma y a dirigir el Instituto Italiano de Estudios Históricos fundado por Benedetto Croce. En 1950, pronunció una serie de conferencias en su lengua materna —el francés— en el Instituto de Estudios Políticos de la Sorbona, recogidas en un volumen titulado L’Italie contemporaine, traducido a varios idiomas y reeditado en numerosas ocasiones53. Para él, hablar de la historia de la Italia contemporánea de 1918 a 1948 significaba también reflexionar, con el distanciamiento de un académico, sobre su propia trayectoria biográfica. Incluso en esa ocasión, Chabod se mantuvo fiel a su característica reserva: ninguna concesión a la autobiografía (los pocos pasajes en los que aparece la palabra «yo» se refieren a episodios completamente marginales, relatados en un tono neutro).

Las conferencias impartidas en la Sorbona marcaron claramente el estudio de la historia contemporánea de Italia. Leídas (o releídas) hoy, llaman la atención por su silencio sobre dos temas: por un lado, la posibilidad de analizar el fascismo desde una perspectiva comparada; por otro, la relación entre el régimen fascista y los intelectuales.

Este último tema reapareció poco después, de forma indirecta, y en un contexto privado: las cartas que intercambiaron Federico Chabod y Arnaldo Momigliano en 1959, y que fueron publicadas en 2002 por Gennaro Sasso. Se han comentado varias veces, pero no, que yo sepa, desde el punto de vista que voy a presentar54. Esta correspondencia nació con motivo del obituario de Carlo Antoni, filósofo e historiador de las ideas, escrita por Momigliano para la Rivista storica italiana, dirigida por Franco Venturi (y, hasta hace poco, por Chabod). En la versión enviada a Chabod, Momigliano había argumentado que el libro de Antoni La lotta contro la ragione, publicado en 1942, «expresaba el malestar de los intelectuales antifascistas italianos de aquellos años, formados en una cultura predominantemente romántica y nacionalista y que ahora tenían que darse cuenta de que los románticos, al pisotear la razón y la naturaleza, habían abierto la puerta a los superhombres y a las razas superiores». Todo esto había ocurrido, escribió Momigliano, en el transcurso de una «década que no sólo fue la del nazismo en Alemania, sino también la de la nazificación de Italia»55.

En la versión final del obituario de Antoni, Momigliano cambió esta última frase por «años» (en lugar de «una década») y puso «la penetración de las ideas nazis en Italia [no la «nazificación de Italia»]»56. La doble corrección había sido probablemente provocada por la violenta reacción de Chabod, que se había sentido personalmente afectado. «Es un error», escribió a Momigliano, «que cambia toda la historia italiana y europea, que pasa por alto el primer período de enfrentamiento entre Mussolini y Hitler hasta 1935, y que pasa por alto las divergencias, una vez más, desde 1935-1937 hasta después de la primavera de 1938»57. Esta aclaración del contexto fue precedida por un testimonio personal:

«Quizá el recuerdo más fuerte de mi vida universitaria sea el del curso que impartí en Milán, durante la ocupación alemana, en el invierno de 1943-1944: era un curso sobre la idea de nación y la idea de Europa, en el que me opuse tajantemente a la idea germánica de la nación-raza, misma que combatí, y a la idea de la nación como plebiscito cotidiano, según la expresión de Renan (…) Como entonces, como antes de 1942, como ahora, le aseguro que no repudio ni purgo un ápice de la herencia romántica de la nación: me refiero a la herencia que no sólo fue la de Mazzini, sino la de los moderados italianos y la de Cavour”.

La nación, Renan, Mazzini, los moderados italianos, Cavour. ¿Qué hacer con la exaltación de la Ilustración que estaba en el centro del curso sobre la idea de Europa?

carlo ginzburg

La nación, Renan, Mazzini, los moderados italianos, Cavour. ¿Qué hacer con la exaltación de la Ilustración que estaba en el centro del curso sobre la idea de Europa? Chabod abordó este tema en una carta posterior a Momigliano:

«En todo caso, no es cierto que hacia 1935 estuviéramos todos ocupados persiguiendo los problemas del romanticismo (…) Ya que también quiere citarme, le diré que [si] es cierto que en 1947 situé la Ilustración en el centro de la idea de Europa, no es menos cierto que en 1932 o 1933, en el artículo sobre la Ilustración de la Enciclopaedia, había exaltado esta gran época del espíritu humano. Hoy, quizá retocaría tal o cual juicio: pero no añadiría ni una línea a este elogio de la Ilustración escrito en su momento, tan exhaustivo ya”58.

Chabod se cuidó de mencionar que, en 1943-1944, en el Milán controlado por las fuerzas nazi-fascistas, había reconocido en la Ilustración «la formulación definitiva del concepto de Europa», oponiéndose a los intelectuales fascistas que habían proclamado el hundimiento de la «cultura franco-británica, protestante y racionalista». ¿Este singular silencio implicaba, quince años después, un distanciamiento? Es difícil responder. Este gran historiador sigue siendo una figura enigmática. El entretejido de su vida y su obra debería analizarse de forma mucho más exhaustiva que en la lectura inevitablemente parcial e inadecuada que se ha propuesto aquí.

Notas al pie
  1. Una primera versión de este discurso fue pronunciada por Carlo Ginzburg en el Archiginnasio de Bolonia el 27 de mayo de 2022, dentro del ciclo organizado por el Institut Français Italie en colaboración con el Grand Continent, Una idea franco-italiana de Europa.
  2. A. Dallou, Federico Chabod. Lo storico, il politico, l’alpinista, Aosta, 2014, pp. 24-25.
  3. Ibid., pp. 50-58.
  4.  Ibid., p. 115. Gobetti le pidió a Chabod una biografía de Maquiavelo: cfr. P. Gobetti, Carteggio, 1918-1922, E. Alessandrone  Perona (ed.), Turín, 2003, p. 315, n. 294, nota 1.
  5. Dallou, Federico Chabod, pp. 135-140.
  6. R. Vivarelli, “Tre lettere di Federico Chabod a Gaetano Salvemini”, en Fra storia e storiografia. Scritti in onore di Pasquale Villani, P. Macry y A. Massafra (eds.), Bolonia 1994, pp. 233-243, en particular p. 241.
  7. B. Germano, “Chabod e Sapegno compagni di scuola”, en Gli anni della svolta: la Valle d’Aosta fra tradizione e modernità (1900-1922), M. Cuaz (ed.), Aosta, 2003, p. 14.
  8. El certificado de inscripción aparece reproducido en A. Dallou, Federico Chabod, p. 494.  Cfr. S. Levis Sullam, “Federico Chabod, il consenso degli   intellettuali e i suoi limiti”, en I fantasmi del fascismo. La metamorfosi degli  intellettuali italiani nel dopoguerra, Milán, 2021,  p.  164, nota 47 (y ver el ensayo completo, pp. 25-51, 157-173).
  9. Ibid., p. 266.
  10. Una selección de las intervenciones se publicó en Il fascismo e l’idea d’Europa. Il convegno dell’Istituto Nazionale di Cultura Fascista (1932), G. Longo (ed.), Roma, 2000.
  11. La carta en la que Nello Rosselli le informó a Guglielmo Ferrero que había hablado del proyecto de la revista con su esposa, Gina Lombroso, tiene fecha del 15 de octubre de 1932: cf. N. Rosselli. Uno storico  sotto il fascismo. Lettere e scritti vari (1924-1937), Z. Ciuffoletti (ed.), Florencia 1979, p. 81. Ver en general ibid., pp. LI-LIX, pp. 86-154; y cfr. D. Zucàro, “In un carteggio inedito di Nello Rosselli il progetto di una rivista di storia europea”, Il Ponte, 28 (1972), pp. 764-794.
  12. L. Ginzburg, Scritti, D. Zucàro (ed.), pref. de L. Mangoni, intro. de N. Bobbio, Turín 2000, pp. 3-9.
  13. N. Rosselli, Uno storico, p. 124.
  14. Ibid., pp. 130-132.
  15. N. Rosselli,  Uno storico p. 148 (a la madre, 29 de septiembre de 1933): “Morandi no puede seguir formando parte del consejo de redacción por razones que yo mismo reconozco como fundadas; su salida provocó casi con toda seguridad la salida de Chabod, y todo esto se esfumará”.
  16. N. Rosselli, Uno storico, p. 132.
  17. N. Rosselli, Uno storico, pp. 133-134.
  18. Y durante el periodo siguiente: R. Liucci, Spettatori di un naufragio. Gli intellettuali italiani nella seconda guerra mondiale, Turín, 2011.
  19. Bigio (que literalmente significa gris) es una persona que en política adopta una actitud ambigua o indecisa. Para los fascistas, una persona gris no era, en esencia, «negra»: era una forma de designar a los que no se adherían al movimiento (nota de los traductores).
  20. Cfr. E. Montale, Il secondo mestiere, I, Milán, 1996, p. 1668.
  21. «En la época del fascismo, todo el mundo sabía de qué lado del espectro político estaba Chabod, pero él se mantuvo cauto en sus palabras y escritos». (W. Maturi, citado por R. Vivarelli, «Tre lettere», p. 236).
  22. C. Ginzburg, “Le nostre parole e le loro”, en La lettera uccide, Milán, 2022, pp. 69-85.
  23. Per Federico Chabod. Seminario internazionale, “Materiali di storia. Annali della Facoltà di scienze  politiche”,  17 (1980-81), 2 vol.
  24. En el texto original, esta expresión está en latín: «Deo agitante» (nota de los traductores).
  25. Nueva edición: Lo Stato e la vita religiosa a Milano nell’epoca  di  Carlo V, Turín, 1971, pp. 227-465, pp. 334-35.
  26. D. Cantimori, “Le Note per la storia della vita religiosa dello Stato di Milano”, en Storici e storia, Turín, 1971, p. 314.
  27. Ibid.,  pp. 330-333.
  28. Cité y comenté este pasaje en “Rivelazioni involontarie.  Leggere la storia in  contropelo”, en La lettera uccide, pp. 25-28.
  29. S. Woolf, “Reading Federico Chabod’s Storia dell’idea d’Europa half a century later”, en Nazione, nazionalismi ed Europa nell’opera di Federico Chabod, Actas de la conferencia Aosta 5-6 de mayo de 2000, M. Herling y  P. G. Zunino (eds.), Florencia, 2002, pp. 203-246, p. 215, nota 26: “To my knowledge, the racial laws aroused no public comment from Chabod or his peers”.
  30. F. Chabod, Corso di storia moderna, lezioni raccolte da Bianca Maria Cremonesi, anno accademico 1943-1944, Istituto editoriale Cisalpino, Milán-Varese, s. a., p. 28.
  31. Ibid., p. 28.
  32. Ibid.,  pp. 49-50.
  33. Chabod, Corso di storia moderna, p. 9, cit. de B. Vigezzi, Federico Chabod e l’idea di Europa. Tra politica e storia, en M. Herling, P. G. Zunino (eds.), Nazione, nazionalismi  ed Europa, p. 182.
  34. S. Woolf, “Reading Federico Chabod’s Storia dell’idea d’Europa half a century later”, en Nazione, nazionalismi ed Europa, en particular, p. 225.
  35. M. Bloch,  « Problèmes d’Europe », Annales d’histoire économiques et sociales, tomo 7, núm. 35, 1935, p. 473. La nota original remite a la edición italiana del artículo: M. Bloch,  Storici e storia, tr. G. Gouthier, intr. F. Pitocco, Turín, 1997, pp. 148-160, p. 19. Cf. también  Problemi d’Europa, versión italiana con texto original, introducción de F. Mores, Milán, 2017.
  36. Esta convergencia hace más que plausible la hipótesis formulada por G. Imbruglia según la cual Chabod pudo leer el ensayo de Bloch («Idea di nazione e illuminismo in Chabod. A proposito di una polemica del 1959 con Momigliano», ibid., p. 58, nota 19).
  37. D. Hay, Europe. The Emergence of an Idea, Edimburgo, 1968, que cita el prefacio de la primera edición (1957) p. VII.
  38. S. Woolf, «Reading Federico Chabod’s Storia dell’idea d’Europa half a century later», en Nazione, nazionalismi ed Europa nell’opera di Federico Chabod, Actas de la conferencia Aosta 5-6 de mayo de 2000, M. Herling y P. G. Zunino (eds.), Florencia 2002, pp. 203-246, en particular p. 243.
  39. F. Chabod, Corso di storia moderna, p. 85.
  40. F. Chabod, Corso di storia moderna, p. 10.
  41. F. Chabod, Corso di storia moderna, p. 96.
  42. F. Chabod, Corso di storia moderna, p. 109.
  43. F. Chabod, Corso di storia moderna, p. 138.
  44. C. Pellizzi, Primato, II, n. 5, 1 de marzo de 1941, pp. 4-5.
  45. Subtítulo de redacción de un artículo de «Disma», «Un sogno svanito», Primato, I, n. 11, 1 de agosto de 1940, pp. 2-3. Sobre esta cuestión cfr. M. C. Calabri, Il costante piacere di vivere. Vita di Giaime Pintor, Turín 2007, p. 249 y ss.
  46. “Primato” 1940-1943, antología editada por L. Mangoni, Bari, 1977, pp. 50-51.
  47. G. Pintor, Il sangue d’Europa (1939-1943), V. Gerratana (ed.), Turín, 1950, pp. 159-163, en particular p. 162.
  48. Siguen una intervención de E. Fulchignoni («Romanticismo», Primato, 15 de octubre de 1941) que critica a Pintor, y una intervención de A. Airoldi («Conclusioni sul romanticismo», Primato, 1 de octubre de 1941).
  49. Citado en M. C. Calabri, Il costante piacere di vivere, p. 253.
  50. Cf. también para lo que sigue, S. Soave, Federico Chabod politico, Bolonia, 1989.
  51. G.  Ferraioli, Federico  Chabod e la Valle d’Aosta tra Francia e Italia, Roma, 2010, p. 165.
  52. A. Dallou, Federico Chabod, pp. 476-477 (carta inédita); G.P. Ferraioli, Federico Chabod e la Valle d’Aosta, p. 191.
  53. F. Chabod, L’Italie contemporaine, París, 1950; L’Italia contemporanea, pref. de L. Valiani, Turín, 1961.
  54. Sobre la correspondencia entre Momigliano y Chabod, véase el ensayo, muy útil, de G. Imbruglia, «Idea di nazione», op. cit.
  55. F. Chabod-A. Momigliano, Un carteggio del 1959, G. Sasso (ed.), postfacio de R. Di Donato, Bolonia, 2002,  pp. 104-105.
  56. A. Momigliano, Terzo contributo alla storia degli studi classici e del mondo antico, Roma, 1966, pp. 821-825.
  57. F. Chabod-A. Momigliano, Un carteggio, pp. 103-105.
  58. F. Chabod-A. Momigliano, Un carteggio, pp. 123.