Si empezamos con un enfoque bastante amplio: a escala regional ¿cuáles son para usted las primeras consecuencias de la guerra en Ucrania en América Latina?
En primer lugar, cuando estalla la invasión, la preferencia de la mayoría de gobiernos era, de alguna forma, apostar a que América Latina pudiera permanecer en una situación relativamente neutral. Ya antes de la invasión era evidente que para algunos países en América Latina, incluyendo algunos muy importantes, como por ejemplo Brasil y Argentina, era importante sacar provecho de las crecientes tensiones geopolíticas, manteniendo relaciones con Estados Unidos pero aprovechando espacios con países como Rusia para tratar de fomentar relaciones económicas y comerciales. Eso era visto como prioritario.
De hecho, teniendo en cuenta la importancia de la presencia china para las economías regionales, para América Latina es muy difícil insertarse sin reservas en un bloque en la disputa entre potencias porque eso le cierra grandes posibilidades, sobre todo desde el punto de vista económico. Esto incluso teniendo en cuenta que en América Latina los principales vínculos culturales e históricos siguen siendo con Estados Unidos. Sin embargo, creo que la invasión de Rusia fue tan burda y evidente, y la reacción de Occidente tan efectiva por su nivel de coordinación, que obligó, sobre todo en foros como las Naciones Unidas, a que los países latinoamericanos tuviesen que tomar una posición.
Al principio hubo bastante cautela en la región. Pero es evidente que tanto Europa como Estados Unidos hicieron un trabajo diplomático previo porque ellos estimaban muy importante la condena diplomática. Y al final países que uno hubiese pensado que eran reacios a tomar una posición frontal, como era el caso de Brasil, México, países importantes que actualmente son miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, terminaron votando a favor de la condena a la invasión.
Incluso los países que son ideológicamente – o que tienen vínculos – cercanos con Rusia, como Venezuela, Nicaragua y Cuba han reaccionado con una relativa cautela. Me parece que la razón fundamental detrás de eso, sobre todo en el caso de Cuba, es que hay conciencia que apoyar con medidas concretas o votos en Naciones Unidas u otros foros la invasión es básicamente justificar la posibilidad de que una potencia ejerza la fuerza para una intervención militar contra un Estado teóricamente más pequeño, frágil o débil. Por lo tanto, eso es básicamente abrir la puerta a que, así como Rusia hoy está invadiendo Ucrania, pues mañana Estados Unidos, quizás con otro gobierno, si quisiera hacer algo parecido, lo podría hacer y tratar de justificarse en la reacción actual.
Luego, para no extenderme mucho, está el tema económico. La guerra en Ucrania va a tener unas consecuencias económicas importantes en América Latina. Este era un momento que la región estaba viviendo como el inicio del fin del túnel de la pandemia y en el que se estaba apostando mucho a la recuperación económica post-pandemia. Esta invasión y sus consecuencias, hará esa recuperación mucho más difícil. Además, en un contexto en el que el mundo venía ya sufriendo una presión inflacionaria grande. Entonces, yo creo que ahora, si bien todavía hay intención en la mayoría de países de América Latina de diversificar sus vínculos económicos y políticos, de alguna forma, una consecuencia no prevista de la invasión es que, necesariamente, países latinoamericanos con exportaciones importantes a Rusia, tendrán que buscar otros mercados. Eso va a generar que, en alguna medida, los vínculos que América Latina había venido construyendo con Rusia se debiliten y en consecuencia, se fortalezcan los vínculos económicos y la dependencia con Occidente y otras regiones.
Con el despertar geopolítico de la Unión Europea del que se habla mucho, impulsado por la invasión rusa en Ucrania, ¿cree que podría haber una evolución en la relación entre la Unión Europea y América Latina dentro de ese marco de redefinición de un nuevo orden mundial?
Sí, pero de forma limitada. Me explico: creo que una de las características de este despertar geopolítico de Europa es básicamente una Unión que se da cuenta que su política exterior tiene que ser más coercitiva, en términos de hard power, y saber muy bien cuáles son los mecanismos que tienen para hacer valer su política exterior, cuáles son sus palancas, por decirlo en español. Yo creo que eso podría empezar a verse de forma más clara en América Latina. Igualmente, estimo que en el corto y mediano plazo seguirá prevaleciendo mucho la importancia que le dan Europa y América Latina a los vínculos diplomáticos, la negociación, los vínculos económicos, y la cooperación.
Por ahora no veo a Europa en su relación con América Latina volviéndose un actor que trata de imponer su visión. Creo que va a seguir apostando por la diplomacia y su soft power con América Latina. Sin embargo, algo de ese cambio de perspectiva, donde la Unión Europea, de un día para otro, deja de discutir por ejemplo la conveniencia de desplegar cooperación militar, la va a acercar a utilizar más los instrumentos de poder coercitivo con los que cuenta.
Las relaciones comerciales entre la Unión Europea y América Latina son muy importantes porque, de alguna forma, Europa es la que logra colocar los estándares del comercio internacional, hacia Europa y hacia el resto del mundo. Desde mi punto de vista, si bien veo una Europa mucho más agresiva en su política exterior, no sólo en Europa pero también con respecto a China u otras regiones como África, creo que en América Latina prevalecerá el estatus quo. Pero, sí es cierto que, con algunos países latinoamericanos, sobre todo los cercanos a Rusia como Nicaragua, Cuba y Venezuela, este contexto dificulta la relación con la Unión Europea, y creo que se hará evidente en el caso de Nicaragua.
Mencionaba el caso venezolano. ¿Cómo puede verse y entenderse este descongelamiento, o tentativa de descongelamiento, de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela?
No creo que pueda hablarse de descongelamiento todavía. Lo que sucedió es que, obviamente, hay un reconocimiento estadounidense de que la política exterior con Venezuela, heredada de Trump, no está funcionando. Además, Estados Unidos tiene intereses importantes en Venezuela. En primer lugar, se encuentran los ciudadanos estadounidenses arbitrariamente detenidos en Venezuela. En segundo lugar, es verdad que hay ciertas empresas y, especialmente la petrolera Chevron, que tienen intereses en recuperar deudas pendientes. En tercer lugar, creo que en Estados Unidos hay un incipiente interés en tratar de desatrancar la crisis política en Venezuela, y han llegado a la conclusión de que la negociación es necesaria. Por lo tanto, hay intereses estadounidenses de recuperar la negociación.
Eso se combina con el deseo estadounidense de volver a tener presencia en Venezuela para asegurar la calidad de información y análisis que ellos pueden tener. Y no hay que olvidar la importancia para Washington que representa el aumento exorbitante del precio del petróleo. Es ese elemento el que termina de dar luz verde, de ser el catalizador, para que las altas autoridades de la Casa Blanca y el Departamento de Estado inicien este viaje. Un viaje que considero que es exploratorio, no definitivo, donde la principal prioridad es: uno, tratar de asegurar la liberación de algunos estadounidenses detenidos. Y dos, iniciar una revisión de la política exterior estadounidense, abrir la posibilidad de una conversación más directa con el gobierno venezolano. Esa conversación directa, personal y fluida con el gobierno de Maduro podría hacerl más evidente el mensaje de que Estados Unidos está dispuesto a relajar sanciones siempre y cuando haya avances en la negociación en México y en el restablecimiento de algunas garantías democráticas, sobre todo en el lapso de aquí a 2024 cuando debería haber elecciones presidenciales en Venezuela.
También quiero resaltar es que es un proceso frágil, que llevará tiempo. Es una apuesta de largo plazo. Es un proceso que, ya ha sido evidente en la última semana, tiene muchos enemigos. En Estados Unidos, gente dentro del Partido Republicano y Demócrata que estiman que no se puede tener comunicación con Maduro y que la estrategia estadounidense debería ser de mayor presión internacional. Pero también tiene enemigos dentro del gobierno venezolano. Gente que no ve con buenos ojos, dentro del chavismo, que haya tal acercamiento. Por lo tanto, hay muchas presiones y para avanzar va a hacer falta mucha cautela, tanto del gobierno venezolano como estadounidense. Y también que, de forma continua y progresiva, se vayan concretando concesiones de cada lado que aumenten la confianza entre las partes y hagan tangibles los beneficios de retomar el contacto. Justamente una de esas cosas la estamos viendo ahora, donde se está evaluando la posibilidad de que Estados Unidos emita unas licencias en favor de empresas petroleras, pero también para hacer eso está interesado en que el gobierno de Maduro regrese a México y se comprometa en buscar una solución negociada a la crisis.
Ha hablado del cambio de enfoque y estrategia, y la voluntad de cambiar el legado de Trump. Dentro de eso, ¿cómo interpretar el papel – o justamente la ausencia de papel – de Guaidó en esta secuencia?
Es evidente que la tesis del gobierno interino de Guaidó, con estos contactos, queda debilitada. En teoría, Estados Unidos sólo tenía relaciones con Guaidó y, de un día para otro, sin ni siquiera que Guaidó estuviera al tanto, se presenta en Caracas y tiene a un alto funcionario de la Casa Blanca en una reunión directa con Maduro. Es un reconocimiento de la realidad que existe en Venezuela. Que, a pesar de que su legitimidad está cuestionada, realmente Maduro sigue controlando, a su manera, el territorio y gobierno venezolano.
Pero tampoco la oposición queda del todo derrotada. Porque el propio Guaidó había estado buscando que Estados Unidos diera concesiones para que reinicie la negociación de México. Todavía no está claro si eso va a suceder, pero podría ser una consecuencia del viaje estadounidense. En la medida en que se cristalice esta ruta entre Maduro y el gobierno estadounidense, es evidente que la situación va a llegar a un punto donde el gobierno de Maduro va a pedir que Estados Unidos ya no reconozca a Guaidó. Sobre todo, si, como es evidente, Estados Unidos está interesado en alguna medida en reestablecer su presencia en Venezuela. Y, por lo tanto, ese pudiese ser, de alguna forma, la estocada final para el reconocimiento de la oposición como gobierno.
Esa posibilidad latente pudiese ser aprovechada por la oposición venezolana para buscar superar su fragmentación interna, que en el último año o más no ha sido posible. Una de las razones por las que no ha sido posible es porque el gobierno interino ha tratado de decir que ellos tienen la legitimidad dentro de la oposición porque Estados Unidos los reconoce, dejando de lado que la legitimidad de liderazgo no es tanto por quién lo reconozca internacionalmente, sino por el apoyo y los vínculos que tienen en la sociedad venezolana.
Por las circunstancias en las que se hizo este acercamiento estadounidense, lo primero que se mencionó fue la discusión energética, el petróleo venezolano. ¿Cuál podría ser el futuro de esa relación? ¿Podrían Estados Unidos y Venezuela ser aliados energéticos, como se ha mencionado?
La respuesta corta es que sí. Estados Unidos mantiene importantes vínculos económicos con países no democráticos y que no tienen respeto por los derechos humanos. Un caso paradigmático es Arabia Saudí. Ahora, yo creo que en el caso de Venezuela va a ser distinto, por como se ha venido desarrollando la historia. Aunque sí son posibles esos vínculos económicos, en Washington va a haber mucha presión para que cualquier restablecimiento de vínculos económicos venga atado a concesiones que tenga que hacer el gobierno de Maduro. Entonces, en la medida en la que el gobierno de Maduro haga efectiva ciertas concesiones, el gobierno estadounidense tendrá razones para empezar un proceso progresivo que no va a ser inmediato. Va a tomar mucho tiempo. Principalmente porque la industria petrolera venezolana está bastante destruida.
En este momento, Venezuela no está en capacidad de suplantar la cantidad de barriles de petróleo que Estados Unidos importaba de Rusia. Ni tampoco pienso yo que la producción petrolera de Venezuela, inclusive si se logra aumentar en un lapso corto de tiempo, pueda tener un impacto importante en el aumento de los precios de la gasolina a nivel mundial. Pero sí es verdad que hay espacio para que, en un proceso largo y progresivo, Venezuela pueda, uno, apoyarse en empresas estadounidenses para recuperar su industria petrolera. Y, dos, volver a exportar petróleo a Estados Unidos. Pero, yo creo que esas posibilidades estarán atadas a acuerdos o negociaciones con el gobierno de Maduro. Hay una realidad, y es que en el gobierno estadounidense hay preocupación de que cualquier ingreso económico adicional en favor de Maduro se traduzca en que ese gobierno no democrático, que no respeta los derechos humanos, termine afincándolo aún más en el poder.
¿Diría que Estados Unidos aprovechó las circunstancias para, más allá de la discusión energética, cambiar el enfoque y la perspectiva sobre el caso venezolano?
Sí. Creo que estaban tratando de encontrar el momento preciso, y esta situación, como dije antes, fue el catalizador. Ahora, en torno a las reacciones luego de la visita, sorprendentemente, pareciera que el gobierno estadounidense no se esperaba las fuertes críticas que iban a recibir en Washington y en menor medida, en Venezuela. Por eso, ahora están en una posición de pausa o de reevaluar cómo realmente se puede avanzar por el costo político. Recordemos algo que no he mencionado todavía, y es que este año hay elecciones en medio término en el Congreso estadounidense. Es muy probable que el Partido Demócrata no obtenga un resultado favorable. Y hay una notable cautela para tratar de no entregarle una inmensa mayoría en la Cámara Baja y en el Senado al Partido Republicano. Entonces, hay unas importantes implicaciones asociadas a esta jugada. Y, por lo tanto, es posible que se termine imponiendo en el gobierno estadounidense lo que había venido prevaleciendo, que era el piloto automático y no tocar mucho el expediente de Venezuela.
No hay un triunfo rápido en materia de política exterior con Venezuela, y cualquier movimiento es una apuesta de largo plazo plagada de riesgos y que puede debilitar más las posibilidades del Partido Demócrata, no sólo en las elecciones de medio término, sino también en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024.
Si es sin duda muy temprano para hablar de una salida de crisis para Venezuela, ¿se podría ver al menos una señal débil de un cambio estructural en las relaciones entre ambos países?
No, la visita me parece muy importante, pero eso no necesariamente significa que se va a traducir en medidas concretas. Eso está por verse. La percepción que yo tengo es que ahora están reevaluando. Porque no se esperaban lo que era obvio, que iba a haber un costo político asociado a esto. Una vez que se asume ese costo político, tendría poco sentido echar para atrás, pero es posible que suceda.
Lo que quiero resaltar es que la idea de este movimiento, por parte de Estados Unidos, necesariamente conduce a un proceso de largo plazo donde, uno, el gobierno de Maduro no va a cortar de un día para otro sus vínculos con Rusia. El gobierno de Maduro va a seguir explorando otras opciones, además de su acercamiento a Estados Unidos. Y dos y tres, el gobierno de Maduro se siente en una posición cómoda y la oposición venezolana está fragmentada. Pensar que de aquí a 2024 se puede conseguir una solución total o comprensiva a los múltiples aspectos de la crisis venezolana creo que es bastante irreal.
Hemos hablado de lo que se ha llamado el pragmatismo estadounidense. ¿Existe también un pragmatismo venezolano en el hecho de ese estar consciente que en estas circunstancias se puede jugar en varios tableros?
Sí, en el lado venezolano es evidente que es un gobierno que viene desde hace mucho tiempo trabajando vínculos cercanos con Rusia, económicos, diplomáticos, militares y que ahora se hacen más costosos ya que Rusia ha iniciado una invasión. En este momento, la intención del gobierno venezolano, a mi parecer, sigue siendo mantener esos vínculos. Pero, sabe que vienen momentos complejos producto de las sanciones de Occidente. Por tanto, hay pragmatismo y se ve con buenos ojos la posibilidad de poder exportar nuevamente petróleo al mercado estadounidense. Ahora, también debe haber consciencia de que para lograr eso el gobierno de Maduro tendrá que hacer concesiones costosas, concesiones que en el fondo no quiere hacer.
Por lo tanto, creo que en este momento el gobierno de Maduro está haciendo un análisis de qué opciones tiene. Y, va a tratar de jugar en varios tableros, sacar el máximo de las distintas relaciones que tiene con distintos países de Oriente. Y, llegará el momento en el que tendrán que decidir si están dispuestos o no a realizar las concesiones costosas que Estados Unidos pide para abrir la puerta sobre todo a esa bocanada de oxígeno desde el punto de vista económico, en el que compañías estadounidenses y occidentales puedan tener mayores operaciones en Venezuela, y eso se traduzca en un mantenimiento y mayores exportaciones petroleras, que al final son más ingresos para un gobierno que necesita buscar una estabilidad económica de cara a las eventuales elecciones de 2024.
¿Se puede esperar alguna reacción o respuesta rusa en el territorio venezolano o alguna señal frente a ese acercamiento estadounidense en Caracas?
Bueno, los rusos lo están viendo cautelosamente como algo positivo. Como una muestra de que al final el gobierno de Estados Unidos busca negociar salidas en contextos donde ha impuesto fuertes sanciones. Pero yo creo que también hay preocupación sobre la posibilidad de que Maduro termine acercándose a EEUU, por las implicaciones que eso tendría para ellos. Hasta ahora, la respuesta rusa ha sido tratar de recordar a Maduro el apoyo que ellos le han dado en los últimos años, que ha sido instrumental para que el gobierno de Maduro pudiese mantenerse en el poder. Tratar de mantener los vínculos estrechos que tiene con Maduro en múltiples áreas y ver cómo se desarrolla la situación.
Dentro de este interregno que estamos viviendo a escala mundial, en el que parece definirse un nuevo orden mundial, ¿la movida estadounidense podría tener consecuencias a escala regional en América Latina?
Creo que sí. Pienso que sobre todo los países que están actualmente enemistados con Estados Unidos tienen mucha esperanza que la administración de Biden finalmente tenga una posición más pragmática en sus relaciones con ellos. Pero obviamente con mucha cautela, porque países como Cuba, Nicaragua u otros países que tienen una relación a ratos tensas con Estados Unidos, como podría ser el caso de Argentina también, saben que las posibilidades, el pragmatismo, o el nuevo impulso que pudiera tratar de darle Estados Unidos a sus relaciones con la región siempre va a ir atada a ciertas condicionalidades.
Esa es también una de las principales razones por la que los gobiernos que se enemistan con Estados Unidos terminan acercándose mucho a Rusia o China, porque no ponen grandes condiciones a las relaciones con los países latinoamericanos. Creo que hay expectativas sobre lo que esto puedo significar para la región. La región está a la expectativa sobre si este escenario es el momento de epifanía de Estados Unidos para estrechar vínculos con América Latina, y en cierta medida también por parte la Unión Europea. Que redoblen la apuesta de Occidente por el desarrollo de Latinoamérica. Pero, obviamente, teniendo en cuenta el contexto geopolítico y económico, que es bastante difícil, pues ese pragmatismo que pudiese empezar a mostrar Estados Unidos también tendrá que estar presente en los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua si quieren obtener pasos en positivo.
¿Hay que ver un cambio de paradigma o de enfoque de la política estadounidense en América Latina?
Es muy temprano para llegar a conclusiones. En la región existe esa perspectiva. Creo que América Latina va a necesitar entender que sólo con una coordinación efectiva van a lograr ser un actor relevante a nivel mundial y tener una mejor capacidad negociadora, no sólo con Estados Unidos o la Unión Europea, sino también con otras potencias como China. Sin esa coordinación todos los países son más débiles y están más expuestos.
Realmente, creo que, hasta este momento, dos semanas después, salvo el movimiento en Venezuela, no hemos vistos grandes señales de que Estados Unidos ni la Unión Europea vayan a desplegar un esfuerzo importante para fortalecer relaciones con la región. Más bien es evidente que las capacidades de Estados Unidos y la Unión Europea en geopolítica exterior están siendo muy absorbidas por la guerra en Ucrania y otros asuntos geopolíticos que estiman como más prioritarios que las relaciones con América Latina.
Ha hablado de coordinación regional, ¿a qué se refiere: a una estructura ya existente que habría que mejorar o a algo que habría que inventar?
Me parece que, en este momento, inicios del año 2022, llegamos con una coordinación regional muy fracturada y casi inexistente. Sin embargo, el panorama político en la región está cambiando. Los gobiernos de izquierda que históricamente o muy recientemente lograron cierta coordinación, están volviendo a llegar al poder, y eso pudiese abrir las puertas a una mayor coordinación. Creo que el contexto geopolítico llevará a los gobiernos a una posición pragmática de tratar de buscar acuerdos. Sobre todo, después de la experiencia del coronavirus, donde básicamente cada país latinoamericano tuvo que tratar de buscar una solución por su parte, con consecuencias económicas negativas importantes. También desde el punto de vista social, en algunos países de América Latina todavía no se ha concretado el regreso a las clases escolares. Todo eso va a pesar mucho para poner de relieve o resaltar la importancia de que la región recupere un mecanismo de coordinación efectiva, donde no pese tanto lo ideológico, sino sobre todo los intereses económicos y sociales de la población latinoamericana. En este momento yo no veo una instancia que sea capaz de eso. Tampoco creo que la solución vaya a ser crear una nueva. Pero hay que estar atentos, sobre todo en el mediano y largo plazo, a los esfuerzos de gobiernos que recién asumen, como el gobierno de Chile, de hacer énfasis en sus contactos con el resto de países en la región de la importancia de tratar de resolver estos temas. En la medida en la que la coordinación regional no se torne efectiva y logre recuperarse, América Latina estará en una situación mucho más precaria para afrontar los profundos desafíos que tiene por delante.