El lunes 21 de febrero, unas horas después de que tuviera lugar una reunión excepcional del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, Vladimir Putin se dirigió a la nación durante más de una hora, tras varios meses de movilización militar rusa en las fronteras de Ucrania y de reuniones diplomáticas entre dirigentes occidentales y rusos.

En su discurso, Vladimir Putin anunció el reconocimiento de la independencia de las repúblicas separatistas de Donbass. Para justificar esta decisión, el Presidente ruso expuso en profundidad su visión sobre las relaciones entre Rusia y Ucrania desde una perspectiva histórica. Dada la longitud de un discurso a menudo redundante, se han seleccionado aquí los fragmentos más significativos. Estos fragmentos arrojan luz sobre la visión geopolítica del Presidente ruso, cuyas raíces deben encontrarse en un conjunto de agravios históricos que se remontan a la Revolución de 1917. Las referencias, a veces oscuras, abundan, pero se orientan siempre a un único objetivo: demostrar el absurdo histórico que representaría una nación ucraniana independiente y denunciar la agresión occidental de la que serían víctimas Rusia y los pueblos rusohablantes de su vecindad inmediata.

Esta traducción comentada debería permitir una mejor comprensión de la política histórica a la que recurrió Vladimir Putin el lunes por la noche.

¡Queridos ciudadanos rusos! ¡Queridos amigos!

Mi discurso versa sobre los acontecimientos en Ucrania y la razón por la cual son tan importantes para nosotros, para Rusia. Por supuesto, mi discurso se dirige también a nuestros compatriotas de Ucrania.

El término « compatriota » en la política exterior rusa fue popularizado por Boris Yeltsin en 1992. Hace referencia a aquellas personas que si bien viven fuera de Rusia experimentan un vínculo histórico, cultural y lingüístico con el « mundo ruso ». El concepto se ha ido transformando gradualmente en una justificación de la acción militar para proteger a esos « compatriotas ». Este fue particularmente el caso en 2013 y 2014 después del Euromaidán. De hecho, en su momento, Vladimir Putin ya señalaba que « con Ucrania, nuestros socios occidentales cruzaron una línea roja,… Después de todo, sabían a la perfección que millones de rusos viven en Ucrania y Crimea ». La anexión de Crimea se justificó con la alusión a la necesidad de defender a los compatriotas rusos de la « junta ucraniana ». El uso de ese término en la introducción del discurso marca el tono de los anuncios que siguen.

El asunto es muy serio y debe ser discutido en detalle.

La situación en el Donbass ha alcanzado un punto crítico. Hoy me dirijo a ustedes abiertamente no solo para explicarles lo que está ocurriendo, sino también para informarles de las decisiones adoptadas y de las posibles medidas futuras.

Me gustaría destacar que Ucrania no es solo un país vecino. Es una parte inalienable de nuestra historia, cultura y espacio espiritual. Son nuestros camaradas más queridos: no solo colegas, amigos y personas con las que hemos servido en el pasado, sino también parientes, unidos por lazos de sangre, por lazos familiares.

Vladimir Putin publicó un largo artículo sobre « la unidad histórica entre rusos y ucranianos » en julio de 2021. El artículo termina con una referencia a « los lazos de sangre que unen a millones de nuestras familias […] somos un pueblo ». Este argumento pretende justificar « la reunificación » de Ucrania y Rusia como un solo pueblo. 

Desde tiempos inmemoriales, la población que vive en el sureste de lo que históricamente se considera tierras rusas se llama a sí misma rusa y ortodoxa. Así era antes del siglo XVII, cuando una parte de este territorio pasó a formar parte del Estado ruso, y después…

Se trata de una referencia a la Rus de Kiev, cuya capital era Kiev desde finales del siglo IX. Rusia reivindica la Rus de Kiev como su cuna histórica.

El Imperio Ruso fue fundado en 1721 por Pedro el Grande. Incluía todo el territorio de la actual Ucrania y de la actual Bielorrusia a partir de Catalina II.

Es necesario remarcar algunos apuntes de historia para entender lo que está sucediendo hoy, y para comprender los motivos de la acción de Rusia y nuestros objetivos.

Pues bien, empezaré con el hecho de que la Ucrania moderna fue creada en su totalidad por Rusia, o para ser más precisos por la Rusia bolchevique y comunista. Este proceso comenzó justo después de la revolución de 1917. Lenin y sus camaradas lo hicieron de una manera muy dolorosa para Rusia, al separar, al quitar tierras históricamente rusas. Nadie pidió la opinión de los millones de personas que allí vivían.

Al igual que en su artículo de julio, Putin cree que Ucrania es una nación artificial. Condena la decisión de los bolcheviques de separar el imperio ruso en repúblicas nacionales dentro de una federación. Lenin condenaba al imperio ruso, como « una prisión de naciones », y deseaba ver en la URSS una libre asociación de diferentes nacionalidades, sobre la base de una completa igualdad de derechos, liberada del yugo zarista. Sobre la posición de Lenin respecto al nacionalismo ucraniano, véase aquí.

Luego, antes y después de la Gran Guerra Patria, Stalin incorporó a la URSS y transfirió a Ucrania tierras que antes habían pertenecido a Polonia, Rumanía y Hungría. En el proceso, compensó a Polonia con trozos de tierras que tradicionalmente eran propiedad de Alemania. En 1954, Jruschov le quitó Crimea a Rusia por alguna razón y se la dio también a Ucrania. Así es como se creó el territorio de la Ucrania moderna.

Crimea fue « entregada » a la República Socialista Soviética de Ucrania con motivo del 300º aniversario del Tratado de Pereiaslav por el que los cosacos de Ucrania habían proclamado su lealtad a Moscú.

En lo que respecta al destino histórico de Rusia y sus pueblos, el principio de desarrollo estatal adoptado por Lenin no solo fue un error, sino más que eso, tal como se hizo evidente tras la disolución de la URSS en 1991. […]

Putin condena la decisión de Lenin de conceder a las repúblicas el derecho de autodeterminación. Para Putin, fue una « bomba atómica bajo el edificio llamado Rusia, que luego explotó », lo que llevó al fin de la URSS. Por el contrario, Stalin no quería dar a las repúblicas el derecho a abandonar la Unión Soviética.

No estoy tratando de culpar a nadie. La situación del país en ese momento, antes y después de la Guerra Civil, era muy complicada; era crítica. Lo único que quiero decir hoy es explicar lo que pasó. Los hechos históricos. Como ya mencioné, la República Soviética de Ucrania es el resultado de la política bolchevique y puede realmente llamarse « la Ucrania de Vladimir Lenin ». Fue su creador y arquitecto. Todo esto es verificable en los archivos, incluyendo las instrucciones de Lenin con respecto al Donbass, que fue empujado a Ucrania. Y hoy, sus « descendientes agradecidos » han derribado los monumentos a Lenin en Ucrania. Lo llaman descomunización.

Vladimir Putin menciona por segunda vez únicamente el Donbass, que se supone que constituye el meollo de su discurso. Se considera la región como artificialmente anexada a Ucrania.

¿Queréis la descomunización? Muy bien, eso nos conviene. Pero, ¿por qué detenerse a mitad de camino? Estamos dispuestos a mostrarles lo que significaría una verdadera descomunización para Ucrania.

«декоммунизацию» en ruso es un término utilizado para referirse al proceso de desmantelamiento del legado soviético en sus aspectos culturales, sociales, institucionales… Dado que según el presidente ruso Ucrania es una creación artificial del periodo comunista, esta frase suena especialmente amenazante para Kiev.

[…]

En el Pleno [CM6] del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre las Nacionalidades, celebrado en septiembre de 1989, se aprobó un documento fatal: la llamada política étnica del Partido en un contexto contemporáneo. Este documento incluía los siguientes principios, cito: « las repúblicas de la URSS deben poseer todos los derechos apropiados a su condición de estados socialistas soberanos ».

Esta reunión pretendía establecer la nueva relación entre las repúblicas dentro de la URSS.

El siguiente punto: « Los órganos representativos supremos del poder de las repúblicas de la URSS pueden impugnar y suspender la aplicación de las resoluciones y directivas del gobierno de la URSS en su territorio ». Y por último: « Cada república de la URSS tendrá su propia ciudadanía, que se aplicará a todos sus residentes ». ¿No estaba claro a qué conducirían estas fórmulas y decisiones?

Vladimir Putin denuncia así no solo la acción de Lenin, sino también la de los responsables soviéticos del final de la URSS. Se apunta especialmente a Gorbachov por su política de apertura.

A pesar de todas estas injusticias, mentiras y verdadero saqueo de Rusia, fue nuestro pueblo el que tuvo que aceptar la nueva realidad geopolítica que se estableció tras la disolución de la URSS al reconocer a los nuevos estados independientes. Rusia no solo reconoció a estos Estados, sino que ayudó a sus socios de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en un momento en que ella misma se encontraba en una situación difícil. Esto también se aplica a nuestros colegas ucranianos, que han acudido a nosotros en busca de apoyo financiero una y otra vez desde que declararon su independencia. Nuestro país prestó ese apoyo con respeto de la dignidad y la soberanía de Ucrania.

Organización formada tras la disolución de la URSS y compuesta por 12 de las 15 antiguas repúblicas soviéticas hasta que se fueron Ucrania, Georgia y Turkmenistán. Los Estados bálticos nunca han formado parte de la CEI.

Según las estimaciones de expertos, y esto puede confirmarse con un simple cálculo de los precios de la energía, los préstamos subvencionados que Rusia proporcionó a Ucrania, además de los acuerdos económicos y comerciales preferenciales, aportaron un beneficio de 250.000 millones de dólares al presupuesto ucraniano entre 1991 y 2013.

Durante ese período, los sucesivos gobiernos ucranianos han adoptado una postura mayoritariamente pro-Moscú (excepto entre 2005 y 2010, durante el mandato de Viktor Yushchenko, que llegó al poder tras la Revolución Naranja de 2004). El « apoyo » financiero de Moscú ha sido ampliamente utilizado como palanca para promover esos intereses.

[…]

Al mismo tiempo, llama la atención cómo las autoridades ucranianas siempre han preferido negociar con Rusia para asegurarse de que pudieran disfrutar de todos sus derechos y privilegios sin tener ninguna obligación. Los responsables de Kiev han sustituido una asociación por una actitud parasitaria, al actuar en algunos casos de forma extremadamente brutal. Alcanza con ver el constante chantaje sobre el tránsito energético y el hecho de que robaran literalmente el gas.

La cuestión energética genera tensiones entre Rusia y Ucrania. Ya en 2006, Rusia cortó el suministro de gas tras una disputa entre la compañía de gas Naftogaz y el gigante ruso Gazprom. La empresa ucraniana fue acusada por Rusia de desviar el gas destinado a los países europeos para su uso doméstico. En 2009, Rusia también trató de aprovechar las divisiones políticas dentro de Ucrania y la debilidad económica en el contexto de la crisis de 2008 para subir el precio del gas. Esto provocó un corte de gas de dos semanas, que afectó sobre todo al sureste de Europa, antes de que se alcanzara un acuerdo desfavorable para Ucrania. Ucrania aceptó entonces comprar mucho más gas del que necesitaba.

Puedo añadir que Kiev trató de utilizar el diálogo con Rusia como moneda de cambio en sus relaciones con Occidente, al utilizar la amenaza de un acercamiento a Rusia para chantajear a Occidente para obtener beneficios y alegar que, de lo contrario, Rusia tendría mayor influencia en Ucrania.

Al mismo tiempo, las autoridades ucranianas –quiero subrayar este punto– empezaron a construir su nación sobre la negación de todo lo que nos une, intentando cambiar la mentalidad y la memoria histórica de millones de personas, de generaciones enteras que viven en Ucrania. No es de extrañar que la sociedad ucraniana se enfrente al auge de la extrema derecha nacionalista, que se ha convertido rápidamente en una agresiva rusofobia y en neonazismo.

Para deslegitimar el Euromaidán en 2014, las autoridades rusas se centraron en la participación –real– de grupos neonazis en las manifestaciones y combates en el Donbass. Sin embargo, el Kremlin y los medios de comunicación estatales rusos han exagerado enormemente la magnitud del fenómeno para crear una imagen de una Rusia que volvería a luchar contra el nazismo, como en la Segunda Guerra Mundial.

Esto ha llevado a la participación de nacionalistas ucranianos y neonazis en grupos terroristas del Cáucaso Norte y a las crecientes reclamaciones territoriales a Rusia.

Vladimir Putin confunde aquí dos « guerras » que presenta como bisagras de su ejercicio del poder: la guerra contra el terrorismo islámico en el Cáucaso y la guerra contra el « neonazismo » en Ucrania.

Fuerzas externas desempeñaron un papel en este proceso al utilizar una red ramificada de ONG y servicios especiales para cultivar a sus clientes en Ucrania y llevar a sus representantes a puestos de autoridad.

Para Vladimir Putin, las « revoluciones de colores » de Ucrania, Georgia y Kirguistán fueron el resultado de la presión de los países occidentales para cambiar el régimen a través de las ONG y poder así llevar al poder a líderes con una postura antirrusa.

Los nacionalistas radicales se aprovecharon de la legítima ira popular y del Euromaidán para dar un golpe de Estado en 2014. Recibieron el apoyo directo de las potencias extranjeras. Según informes, la embajada estadounidense aportó un millón de dólares al día para apoyar el llamado campamento de protesta en la Plaza de la Independencia de Kiev.

El actual gobierno de Kiev no es reconocido legítimamente por Rusia porque llegó al poder tras las protestas.

Euromaidán no acercó a Ucrania a la democracia y al progreso. Tras dar un golpe de Estado, los nacionalistas y las fuerzas políticas que les apoyaron llevaron a Ucrania a un callejón sin salida y sumieron al país en el abismo de la guerra civil. Ocho años después, el país está dividido. Ucrania afronta una aguda crisis socioeconómica.

Según Rusia, como las fuerzas ucranianas se enfrentan a los separatistas, el conflicto no tiene que ver con Rusia, sino que debe definirse como una guerra civil. En realidad, las tropas separatistas han sido apoyadas en gran medida por Rusia. Miembros del ejército ruso ya habían participado en los combates de 2014, al igual que mercenarios del Grupo Wagner. Así, Ucrania insiste en que la guerra que libra implica a Rusia. Esta diferencia en la definición del conflicto representa un importante punto de desacuerdo que no ha conducido a un acuerdo de paz desde entonces, y Rusia utiliza este argumento para presionar a Kiev a debatir abierta y únicamente con los separatistas.

En virtud de las leyes educativas que establecen la lengua ucraniana como lengua estatal, el ruso no tiene cabida en las escuelas ni en los espacios públicos, ni siquiera en las tiendas.

Después de 2014, una serie de leyes fueron aprobadas por Ucrania para reducir el lugar de la lengua rusa. Las escuelas que impartían clases en ruso tuvieron que cambiar al ucraniano y los clientes de las tiendas o restaurantes debían ser saludados y atendidos en ucraniano, a menos que pidieran expresamente cambiar al ruso. Estas medidas fueron denunciadas por Rusia como una discriminación contra la población rusohablante en Ucrania. Tras la aprobación de las leyes, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso dijo que Kiev estaba inculcando una « atmósfera de resentimiento y miedo» y destruyendo el « espacio multicultural único » del país.

Kiev sigue preparando la destrucción de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana adscrita al Patriarcado de Moscú. No se trata de un juicio emocional; las pruebas de ello se encuentran en decisiones y documentos concretos. Las autoridades ucranianas han convertido cínicamente la tragedia del cisma en un instrumento de política estatal. Las autoridades actuales no responden a los llamamientos del pueblo ucraniano para que se deroguen las leyes que vulneran los derechos de los creyentes. Además, se han registrado en la Rada Suprema nuevos proyectos de ley contra el clero y millones de feligreses de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú.

El presidente ruso se refiere a la independencia de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana decidida en 1992, el « cisma» que menciona, que contó con el reconocimiento del Patriarca de Constantinopla en 2019, con el que se puso fin a más de trescientos años de sumisión de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana al Patriarcado de Moscú. Desde el reconocimiento de Constantinopla, las parroquias ucranianas se han alejado de Moscú para jurar fidelidad a la Iglesia ucraniana. Para una investigación más profunda de la relación de Putin con Ucrania, lea el análisis de Bruno Tertrais en nuestras columnas.

Como sabemos, Ucrania quiere crear sus propias armas nucleares, y no lo dice solo para presumir. Ucrania dispone de la tecnología nuclear desarrollada durante el periodo soviético y de los vehículos necesarios para lanzar dichas armas, incluidos aviones, así como de los misiles tácticos de precisión soviéticos Tochka-U, con un alcance de más de 100 kilómetros. Pero es solo cuestión de tiempo que hagan más. Tienen la base para ello desde el periodo soviético.

Ucrania desmanteló su arsenal nuclear de la era soviética tras su independencia a cambio de las garantías de seguridad consagradas en el Memorándum de Budapest de 1994, que reunió entre otros a Estados Unidos y Rusia. Ucrania tenía entonces poco margen de maniobra para conservar la parte del arsenal nuclear soviético que permanecía en su territorio. Hoy en día es muy difícil imaginar que Ucrania disponga de los medios para volver a adquirir armas nucleares.

En los últimos años, los contingentes militares de los países de la OTAN han estado presentes casi constantemente en el territorio ucraniano con el pretexto de realizar ejercicios. El sistema de control de tropas ucraniano ya se ha integrado en la OTAN. Esto significa que el cuartel general de la OTAN puede dar órdenes directas a las fuerzas armadas ucranianas, incluso a sus unidades y escuadrones por separado. […] Ucrania alberga misiones de entrenamiento de la OTAN que son, en realidad, bases militares extranjeras. Simplemente llamaron a una base una misión y eso fue todo.

Finalmente, por primera vez en este discurso, Vladimir Putin menciona a la OTAN y su apoyo a Ucrania. El Kremlin denuncia la expansión de la Alianza como una amenaza para Rusia y el origen del conflicto con Ucrania. Puede sorprender que la primera mención a la OTAN aparezca tan tarde en este discurso: sugiere que el origen de las tensiones es la propia existencia de la nación ucraniana, más que la organización occidental.

[Los occidentales] dieron muchas garantías verbales que resultaron ser frases vacías. Más tarde, empezaron a asegurar que el ingreso en la OTAN de los países de Europa Central y Oriental solo podría mejorar las relaciones con Moscú, aliviar a estos países de los temores arraigados en su amarga herencia histórica, e incluso crear un cinturón de países amigos de Rusia.

Putin se refiere aquí a las promesas hechas por Estados Unidos sobre la expansión de la OTAN. Este punto histórico está abierto al debate. Véase, por ejemplo, el análisis de Sergei Radchenko disponible en francés en las columnas del Grand Continent.

El pasado mes de diciembre, presentamos a nuestros socios occidentales un proyecto de tratado entre la Federación Rusa y los Estados Unidos de América sobre garantías de seguridad, así como un proyecto de acuerdo sobre medidas para garantizar la seguridad de la Federación Rusa y los Estados miembros de la OTAN. Estados Unidos y la OTAN respondieron con declaraciones vagas. Había algunas cosas razonables en estas declaraciones, pero se referían a cuestiones de importancia secundaria y todo parecía indicar un intento de alargar el tema y desviar la discusión. Respondimos en consecuencia e indicamos que estábamos dispuestos a seguir el camino de las negociaciones siempre que todas las cuestiones se consideraran como parte de un paquete que incluyera las propuestas centrales para Rusia, que consisten en tres puntos. En primer lugar, evitar una mayor expansión de la OTAN. En segundo lugar, garantizar que la Alianza se abstenga de desplegar sistemas de armas de asalto en las fronteras de Rusia. Y por último, volver a traer allí donde estaba en 1997 la capacidad e infraestructura militar del bloque en Europa, cuando se firmó el Acta Fundacional OTAN-Rusia. Estas propuestas de principio que hemos hecho han sido ignoradas.

Esto implicaría el cese por parte de la OTAN de todo el apoyo militar a los Estados que son miembros de la Unión desde 2004 y que también han firmado el Pacto Atlántico: Polonia, Hungría y la República Checa solicitaron su adhesión en diciembre de 1997; Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia no se incorporaron a la Alianza hasta marzo de 2007. Esta es, sin duda, una de las exigencias más amenazantes para la Unión Europea en su forma actual.

Permitidme ser claro y directo: en las circunstancias actuales, cuando nuestras propuestas de diálogo en igualdad de condiciones sobre cuestiones fundamentales han quedado sin respuesta por parte de Estados Unidos y la OTAN, cuando el nivel de amenazas contra nuestro país ha aumentado considerablemente, Rusia tiene todo el derecho a responder para garantizar su seguridad. Esto es exactamente lo que haremos.

En cuanto a la situación en el Donbass, vemos que la élite gobernante en Kiev ha dejado claro de forma constante y pública su falta de voluntad de cumplir los acuerdos de Minsk para resolver el conflicto. No está interesado en un acuerdo pacífico. Por el contrario, está tratando de orquestar una guerra relámpago en el Donbass como lo hizo en 2014 y 2015. Todos sabemos cómo terminaron estas imprudentes estratagemas.

Para saber más sobre estos acuerdos anulados por el reconocimiento ruso de las repúblicas separatistas, se puede leer en francés, por ejemplo, el análisis de Shahin Vallée.

No pasa un solo día sin que las comunidades de Donbass sean bombardeadas. La masacre de civiles, el bloqueo, los abusos contra la población, incluidos niños, mujeres y ancianos, no cesan. Como decimos, no se ve la luz al final del túnel. Mientras tanto, el llamado mundo civilizado, del que nuestros colegas occidentales se han proclamado únicos representantes, prefiere no ver esto, como si este horror y genocidio, al que se enfrentan casi 4 millones de personas, no existiera. Pero existe. Todo esto solo porque la gente no estaba de acuerdo con el golpe de Estado respaldado por Occidente en Ucrania en 2014 y se opuso a la transición al hombre de Neanderthal, al nacionalismo agresivo y al neonazismo que hoy forman parte de la política nacional ucraniana. Luchan por su derecho básico a vivir en su propia tierra, a hablar su propia lengua y a preservar su cultura y sus tradiciones.

Rusia acusa a Ucrania de cometer un « genocidio » contra la población de Donbass por su identidad rusa. El supuesto « genocidio » constituye un casus belli ideal para Moscú y refleja una convicción muy arraigada de Vladimir Putin: en un mundo dominado por Occidente, el Kremlin debe ser el encargado de proteger las poblaciones rusas en todos los territorios de las antiguas repúblicas soviéticas. El término genocidio se ha utilizado repetidamente en Rusia como símbolo del nazismo y del mal absoluto. Durante el periodo de inestabilidad económica de la década dl noventa, escritores nacionalistas como Sergei Glaziev se hicieron populares al referirse a las políticas liberales occidentales como « genocidio económico » contra la raza rusa. Este escritor se convirtió en asesor de Putin en temas regionales en 2012.

¿Cuánto tiempo puede durar esta tragedia? ¿Cuánto tiempo más podremos aguantar esto?

A este respecto, creo que es necesario tomar una decisión largamente esperada y reconocer inmediatamente la independencia y la soberanía de la República Popular de Donetsk y de la República Popular de Lugansk. Quisiera pedir a la Asamblea Federal de la Federación Rusa que apoye esta decisión y que ratifique el Tratado de Amistad y Asistencia Mutua con las dos repúblicas.

Esta decisión permite legitimar el envío oficial de tropas a Donbass en apoyo de las fuerzas separatistas. ¿Cuáles son las implicaciones de este reconocimiento? Eso depende de la forma que adopte, ya que hay muchas posibilidades. Vladimir Putin puede optar por reconocer la independencia de las repúblicas, decidir anexionarlas a la Federación Rusa ​​como propuso Sergei Narychkin, director del Servicio de Inteligencia Exterior de la Federación Rusa, durante una de las escenas más extrañas del Consejo de Seguridad del 21 de febrero– o incluso emprender acciones militares para reconocer todas las regiones de Donetsk y Luhansk. Esta última opción, sugerida por el ministro ruso del Interior, Kolokoltsev, consistiría en la anexión de territorios aún bajo control ucraniano, como el puerto de Mariupol. En cualquier caso, los tres escenarios pondrían fin al proceso de paz y a los acuerdos de Minsk. El lunes, los líderes de las repúblicas separatistas pidieron a Rusia que les proporcionara ayuda militar y financiera. Por supuesto, estos escenarios no son mutuamente excluyentes. Rusia podría reconocer su independencia antes de responder militarmente al llamamiento de los separatistas.

La solicitud de cese de hostilidades establece el mecanismo necesario para responder militarmente a Ucrania. Si las acusaciones de violaciones del alto el fuego se vuelven a hacer contra el ejército ucraniano mientras las tropas rusas están en el Donbass, el presidente ruso puede añadir un nuevo casus belli para justificar una ofensiva.

Ambos documentos se prepararán y firmarán en breve. Queremos que los que han tomado y siguen manteniendo el poder en Kiev cesen inmediatamente las hostilidades. De lo contrario, la responsabilidad de cualquier nuevo derramamiento de sangre recaerá por completo en la conciencia del régimen en el poder en Ucrania. Al anunciar las decisiones de hoy, sigo confiando en el apoyo de los ciudadanos rusos y de las fuerzas patrióticas del país.

Gracias.

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