Todos creemos saber bastante sobre sus años en el Banco Central Europeo (BCE), pero ¿quién era Mario Draghi antes de convertirse en el principal banquero del whatever it takes? O más bien, ¿cómo se convirtió en Super Mario?

Actualmente, los medios lo presentan como un técnico o un tecnócrata, pero en realidad, a lo largo de su carrera, supo maniobrar la política con delicadeza, primero en Italia, luego en Europa. Algunos de sus detractores, para quienes el dinero y las finanzas constituyen estigmas, lo califican de “banquero”. Pero Draghi ha sido ante todo un civil servant, es decir, un alto funcionario gubernamental en su acepción inglesa.

Para algunos, Draghi es la encarnación del “neoliberalismo”, cualquiera sea la definición que se le dé, o del “ordoliberalismo” alemán. Sin embargo, nos equivocamos si nos limitamos a encasillarlo de manera simplista. Draghi ha sido pragmático en varias ocasiones. Las respuestas prefabricadas no le acomodan. Le gusta recordar que “complicated questions have easy, wrong answers” 1, citando al economista alemán Rudi Dornbusch, quien fuese su amigo y coautor, fallecido prematuramente.

Pero comencemos desde el principio. Draghi siempre ha comentado muy poco sobre su vida personal. Quizás su entrevista más íntima sea la que dio en 2015 a Die Zeit, en donde habla de la pérdida de sus padres cuando solo tenía 15 años. Desde su adolescencia, Draghi se ha visto obligado a ser the adult in the room, pagar las cuentas y ocuparse de las tareas de las que normalmente se encargan los adultos.

Es cierto que la figura y el ejemplo de su padre lo marcó. El padre de Draghi era un hombre de otra época, nacido a finales del siglo XIX. En la década de 1930, trabajó en el Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI), la “criatura” de Alberto Beneduce, fundado en 1933 y que guió el desarrollo económico italiano 2. En el IRI se convierte en colaborador estrecho de Donato Menichella. Si uno quiere entender verdaderamente a Draghi, es necesario comenzar estudiando a Menichella, quien fuese quizás el civil servant más grande de la historia de Italia, ahora en gran parte olvidado. Menichella fue el colaborador más cercano de Beneduce, como director general del IRI hasta la Segunda Guerra Mundial. Además, fue uno de los protagonistas esenciales del milagro italiano, como gobernador del Banco de Italia de 1947 a 1960, con una amplia red internacional (junto a De Gasperi durante las negociaciones entre Estados Unidos y la naciente República, un país derrotado por la Segunda Guerra Mundial) y una sensibilidad política particular que le llevó, por ejemplo, a “inventar” la Cassa per il Mezzogiorno, en el marco del Plan Marshall. Cuando Menichella se jubiló en 1960, era considerado el mejor banquero del mundo. Draghi, que lo conocía –una vez contó que viajó en tren con Menichella cuando era niño– lo consideró como un ejemplo a seguir desde siempre.

Para algunos, Draghi es la encarnación del “neoliberalismo”, cualquiera sea la definición que se le dé, o del “ordoliberalismo alemán”. Sin embargo, nos equivocamos si nos limitamos a encasillarlo de manera simplista. Draghi ha sido pragmático en varias ocasiones.

ALESSANDRO ARESU y ANDREA GARNERO

Después de asistir a una escuela secundaria dirigida por jesuitas 3, Draghi continuó sus estudios en la Universidad de Roma, la Sapienza y, curiosamente para quienes intentan encasillarlo de manera simplista, se formó bajo la dirección de Federico Caffè, “el más keynesiano de los economistas italianos”. Su tesis se centra en el Plan Werner, precursor del euro. El futuro presidente del BCE demostró en su tesis que, en ese momento, no existían las condiciones para una moneda común. Caffè escribió en Il Messaggero, un diario romano de izquierda, e Il Manifesto, un diario comunista antiestalinista: hoy sería considerado un heterodoxo. Sin embargo, formó en su escuela a economistas de gran renombre y orientaciones divergentes, entre ellos Ignazio Visco, actual gobernador del Banco de Italia, Ezio Tarantelli, economista laboral asesinado por las Brigadas Rojas en 1985, y Maurizio Franzini, economista especialista en desigualdades. Caffe desapareció sin dejar rastro el 15 de abril de 1987, dos años después del asesinato de su alumno Tarantelli, que, al parecer, le había afectado de manera significativa. En ese momento, Draghi ya no era parte de su círculo íntimo, pero nunca olvidó a su profesor. Se refirió a él y a los recuerdos que tenía, entre otros, en 1998, en una conferencia en la que también participaron Kenneth Rogoff y Marcello De Cecco, y en una conferencia en Roma en 2014.

Después de su paso por la Sapienza, Draghi emprende su rumbo hacia el MIT, primero de manera transitoria y, luego, como parte de uno de los 20-25 estudiantes seleccionados para realizar un doctorado de investigación. En Boston, estudió bajo la supervisión de cinco premios Nobel: Paul Samuelson, Bob Solow, Franco Modigliani (que dirige su tesis doctoral), Peter Diamond y Bob Engle. La tesis de Draghi es una colección de tres ensayos diferentes sin relación alguna entre ellos (en economía, es un hábito que se mantiene hasta el día de hoy). A nuestro criterio, el más interesante es el tercero, sobre el equilibrio entre las políticas de estabilización a corto y largo plazo. La conclusión que surge de su análisis sigue siendo interesante hasta hoy: “si optamos por una vía de estabilización a corto plazo, nunca se alcanzará el óptimo a largo plazo”. Junto a estas renombradas personalidades, en el MIT, en esos años, se creó el “MIT gang” que reemplazaría a los “Chicago Boys”. En este grupo, además de Dornbusch (quien, según Krugman, pasó de ser en la década de 1970 un “economista de economistas”, conocido por la claridad de sus trabajos, a un “gurú de la política pública”), encontramos al ex presidente de la Fed de Estados Unido,s Ben Bernanke, el ex economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, su sucesor, Maurice Obstfeld, y Stanley Fischer, gobernador del Banco Central de Israel y vicepresidente de la Fed, así como Paul Krugman, premio Nobel de economía internacional y polémico articulista en el New York Times. Una red de amigos y contactos que todavía en la crisis actual sigue aconsejando a los grandes del mundo.

Fue Guido Carli, sucesor de Donato Menichella en el Banco de Italia, entonces presidente de Confindustria (el sindicato de empresarios italianos) y finalmente Ministro del Tesoro durante las negociaciones de Maastricht, quien llevó a Draghi al puesto más importante de su vida, el de Director General del Tesoro en 1991.

Fue Guido Carli, sucesor de Donato Menichella en el Banco de Italia, entonces presidente de Confindustria (el sindicato de empresarios italianos) y finalmente Ministro del Tesoro durante las negociaciones de Maastricht, quien llevó a Draghi al puesto más importante de su vida, el de Director General del Tesoro en 1991.

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En la década de los ochenta, Draghi inició una transición desde su carrera académica hacia un horizonte institucional, como asesor del ministro del Tesoro, Goria, y director ejecutivo del Banco Mundial.

Sin embargo, es la llamada de Carli la que lo cambia todo: Draghi se encuentra a la cabeza de un gran ente burocrático que debe hacer frente a la grave situación económica italiana en el dramático contexto que vive el país al final de la Guerra Fría. La vida de Mario Draghi como Director General del Tesoro es un momento a menudo subestimado en comparación con la gran cantidad de información que ofrece a quienes quieren entender el “caso” de Draghi.

En primer lugar, sorprende la duración de su mandato: de 1991 a 2001. Draghi aparece como un elemento de continuidad en la política económica italiana de los años noventa. Ningún ministro pone en duda su permanencia en el cargo, a medida que el sistema político cambia profundamente, pasando de Mani pulite a Berlusconi, y luego al euro… Así, queda a cargo de las negociaciones de Maastricht, con Carli, y las del euro, con Ciampi. Pero esta experiencia se compone de muchos otros elementos. Por ejemplo, Draghi tuvo que lidiar con los asuntos relativos al comercio exterior, a través de la intervención y reforma de SACE, para el crédito a la exportación, del que Draghi era presidente. Además, tuvo lugar la reorganización del cuerpo legislativo en materia financiera (comenzando por la denominada ley “Draghi”). Otro de estos elementos es, evidentemente, el episodio sobre privatizaciones; uno de los más controvertidos, por el que a menudo se acusa a Draghi de ser el liquidador de la industria italiana. Las privatizaciones llevadas a cabo por su gestión en el Tesoro son impresionantes, aunque insuficientes para reducir la deuda pública de manera significativa. De estas  privatizaciones surgen operaciones fructíferas, con grandes grupos cotizados en la bolsa con participación pública (como Eni y Enel, que siguen siendo el núcleo principal del capitalismo italiano), y los hechos de dispersión de la capacidad tecnológica del país, cuyo ejemplo más doloroso es el de Telecom Italia, hoy Tim. Pero el asunto de Telecom es tan complejo que requeriría más atención de la que podemos acordarle en este retrato. En cualquier caso, Draghi no actuó sin transparencia durante este polémico período. Se mantuvo regularmente en contacto con el Parlamento a través de audiencias francas y directas. Y los argumentos, tanto como las operaciones, están liderados por Draghi.

En 2020, uno de nosotros (Alessandro Aresu) tradujo y publicó por primera vez el discurso pronunciado por Draghi en el yate Britannia el 2 de junio de 1992. El entonces Director General del Tesoro insistió en la relación entre decisiones técnicas y orientación política, siendo consciente de que ante la nueva situación del mercado se necesitaría instrumentos para reducir el desempleo y cerrar las brechas regionales. En resumen, se requería encontrar herramientas para gobernar lo que hacía la industria pública a través de regalías inapropiadas. En cualquier caso, la figura de Draghi en materia de rendición de cuentas, en las audiencias y en sus respuestas a las cartas, que un público más amplio ha llegado a conocer en el BCE, comienza con su experiencia en el Tesoro.

Lo que hizo Draghi en el Tesoro sigue siendo fundamental para tratar de entender lo que hará a partir de ahora. La diferencia entre Draghi y muchos actores de la vida pública italiana, ya sean técnicos o políticos, es su capacidad organizacional. Draghi, en el Tesoro, era también un gestor de la organización: en externo, en la relación con los tenedores de la deuda pública y con los socios europeos; en interno, en la construcción y adaptación de la estructura, en el lugar dado al profesionalismo (por ejemplo, mediante la constitución de un consejo de expertos) y en la movilización de las competencias profesionales internas de la estructura. El Tesoro bajo Draghi fue la aventura de una generación de ejecutivos: la historia más llamativa es, sin duda, la de Dario Scannapieco, originario de la costa amalfitana (Maiori) que, tras empezar en el sector de las telecomunicaciones (la SIP en aquella época), consiguió ser admitido en la Harvard Business School a mediados de los años noventa. Scannapieco no sueña con trabajar para un gran fondo de inversión, sino para la administración italiana, convencido de que “el sector público, si es eficiente y fuerte, representa el alma de un país, lo clasifica en el mundo y hace posible un verdadero camino de desarrollo y crecimiento”. El estudiante compra los derechos de uso del logotipo de Harvard para imprimirlo en el membrete de las cartas de solicitud que envía a las principales figuras de las instituciones económicas, y Draghi le ofrece trabajar con él justo antes de las Navidades de 1996.

La experiencia del Tesoro señala las cualidades que hacen de Draghi un ejemplo de capacidad de ejecución. Son estas cualidades las que le serán más útiles para instaurar el Piano di Ripresa e Resilienza (Plan de recuperación italiano en el marco de Next Generation EU, ndlr) a nivel nacional.

Lo que hizo Draghi en el Tesoro sigue siendo fundamental para tratar de entender lo que hará a partir de ahora. La diferencia entre Draghi y muchos actores de la vida pública italiana, ya sean técnicos o políticos, es su capacidad organizacional.

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Al final de su mandato en el Tesoro, Draghi tiene 55 años. Ya es considerado como una “fuerza de reserva de la República”. Su principal oponente, el “superministro” Giulio Tremonti, está a punto de entrar en la escena política italiana. Una de las funciones que podría asumir, de la que se habla mucho en los círculos financieros italianos, sería la de suceder a Enrico Cuccia en Mediobanca, el “templo” del equilibrio del capitalismo italiano. En particular, Massimo D’Alema trabaja en esta hipótesis, según el testimonio de Ferruccio De Bortoli. Al final, esta opción no termina de materializarse, porque Cuccia elige a Vincenzo Maranghi como su heredero. Draghi optó por centrarse en las oportunidades universitarias, por un lado, y aceptó un puesto en Goldman Sachs, por otro.

El 29 de diciembre de 2005 4, Draghi es nombrado director del Banco de Italia tras el “escándalo Fazio”. En Via Nazionale, en la sede del Banco de Italia, la ascensión se hace tradicionalmente siempre en interno. Draghi, en cambio, viene de fuera, aunque puede contar con el ejemplo de Menichella y la relación histórica con Carli y Ciampi. Aporta pequeñas pero sustanciales innovaciones: desde la contratación de investigadores económicos del mercado laboral estadounidense para superar la rigidez y falta de atractivo de los concursos públicos, hasta la introducción de Internet en los ordenadores de los empleados. Los discursos de fin de año de Draghi se convierten entonces en auténticas lectio magistralis, que analizan en profundidad los males de un país que, desde finales de los años noventa, ha visto cómo se paraba el motor del crecimiento. No sólo se evocan cuestiones bancarias y monetarias. Draghi trae a Via Nazionale temas como los jóvenes, la educación, la mafia. “Un sistema político que no permite la innovación social tampoco permite la innovación económica”, señala en recuerdo de Guido Carli, en 2009.

Los discursos de fin de año de Draghi se convierten entonces en auténticas lectio magistralis, que analizan en profundidad los males de un país que, desde finales de los años noventa, ha visto cómo se paraba el motor del crecimiento.

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Donde Draghi quizás no logra hacer un gran avance es en el área del sistema bancario y la vigilancia. La consolidación bancaria se hace bajo su mandato. Nos deja, años después, con una situación que sigue siendo problemática, en los cambios de supervisión a nivel europeo (la responsabilidad de los bancos sistémicos ha sido transferida al BCE). La fuerza de la actual Intesa Sanpaolo es sin lugar a duda el resultado de la transformación del período Draghi, mientras que el destino del otro gran actor italiano (Unicredit, tras la fusión con Capitalia) es más incierto. Sin hablar del MPS y otras peripecias 5.

Y, en efecto, si al principio de la crisis de 2008, Italia se deja mecer por la musiquita de “no hablamos inglés” y aún no sabe qué son las subprimes, los futuros o los CDS, ni cómo se pronuncian, los nudos surgen poco a poco. Se revelan en 2014, con el Asset Quality Review, una prueba de resistencia coordinada de los bancos europeos, de la que Italia sale con las costillas rotas: nueve bancos a finales de 2013 y dos en octubre de 2014 no pasan la prueba. La culpa es de un sistema que depende demasiado de la política (a menudo local) y demasiado poco del mercado. Desde luego, no es un descubrimiento de 2014, ya que Draghi había llegado a Via Nazionale después del escándalo de Fiorani. La responsabilidad no es suya, ya que ha estado ocurriendo durante décadas. Pero es evidente que los cambios han sido demasiado limitados o demasiado lentos.

En 2006, Draghi es llamado a presidir el Financial Stability Board que, aunque comparte sus iniciales con la principal agencia de inteligencia rusa, es ante todo un organismo internacional cuyo objetivo es vigilar el sistema financiero mundial. Se creó en 1999 al mismo tiempo que el G20, y hasta 2008 fue un lugar de encuentro inactivo para los ministros de finanzas y los banqueros centrales. Es con la crisis financiera que se convierte en el centro operativo de la respuesta mundial a la crisis. A partir de ahí, Mario empieza a convertirse en Super Mario. A partir de ahí, comienza la historia de la última década: Draghi es el candidato más serio para tomar el relevo de Jean-Claude Trichet en el Banco Central Europeo, aunque este nombramiento sea “improbable”, según Die Zeit. Improbable era más bien el nombramiento de su principal rival, Axel Weber, un profesor de provincias y luego gobernador del Bundesbank, que nunca había puesto un pie fuera de Alemania. Y efectivamente, a pesar de la absoluta debilidad del gobierno italiano en ese momento (y es un eufemismo), Draghi gana fácilmente. Dentro del gobierno, a pesar del conflicto con Tremonti, pudo contar con el apoyo constante de Gianni Letta, subsecretario de Berlusconi en la presidencia del Consejo. En este sentido, lo que Berlusconi ha afirmado en los últimos días es cierto: fue él quien llevó a Draghi a sus puestos más prestigiosos, primero en el Palazzo Koch (Banco de Italia) y luego en la Eurotower (BCE).

Son los años del “Whatever it takes” y del Quantitative Easing, golpes extremadamente políticos, siempre al borde de la ruptura con el Bundesbank, pero basados en un fuerte eje con Merkel (sobre los años en el BCE los remitimos al libro de Jana Randow y Alessandro Speciale que lo siguieron de cerca en Frankfurt).

Lo que Berlusconi ha afirmado en los últimos días es cierto: fue él quien llevó a Draghi a sus puestos más prestigiosos, primero en el Palazzo Koch (Banco de Italia) y luego en la Eurotower (BCE).

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¿Y ahora qué? Desde el comienzo de la pandemia, Draghi se ha pronunciado en cuatro ocasiones, estableciendo prioridades muy claras. La primera ocasión fue el 25 de marzo de 2020, cuando el mundo arreglaba su salón para reinventar el trabajo desde casa y los economistas rivalizaban en su imaginación para encontrar la propuesta más original para afrontar el choque del siglo. “Higher public debt levels will become an economic feature and be accompanied by private debt cancellation”, escribe Draghi en el Financial Times en ese momento. Mala suerte para el ordoliberalismo.

El 18 de agosto de 2020, vuelve a hablar en una reunión de Comunione e Liberazione (CL) en Rimini 6: “La ayuda es necesaria para sobrevivir, para empezar de nuevo. Pero hay que darle más a los jóvenes: las ayudas se acabarán y, si no se hace nada, faltará cualificación profesional, lo que podría sacrificar su libertad de elección y sus ingresos futuros”. Se introduce la dicotomía entre “deuda buena” y “deuda mala”, que marcará el debate italiano en otoño. Luego, a principios de septiembre, aparece en Internet una sorprendente entrevista con el redactor jefe del European Heart Journal, un cardiólogo, en el congreso de la Sociedad Europea de Cardiología, que deja incrédulos a decenas de periodistas económicos que habían intentado conseguir una entrevista en los últimos ocho años. “The stress is stressful depending on how stressed you are”, dice Draghi en la entrevista. Pero sobre todo, reitera la importancia de invertir mucho más en sanidad y educación, ya que la deuda acumulada la pagarán las generaciones más jóvenes. Por último, a finales de 2020, Draghi retoma el tema de la deuda de las empresas en un informe del G30 redactado con otros economistas y en una entrevista con el Corriere: “Habrá un aumento de los préstamos deteriorados y debemos esforzarnos por evitar una crisis crediticia en los próximos meses y años”. Y sobre Next Generation EU: “Es importante que los países altamente endeudados evalúen muy cuidadosamente la tasa de rendimiento de los proyectos que van a financiar”. Palabras sencillas y claras que probablemente basten por sí solas para imaginar los pilares de una “Agenda Draghi”. Pero también dan una señal del reto que tendrá que asumir Draghi. Contener al Bundesbank requirió habilidades políticas muy sutiles y llevó a Draghi a hablar con Merkel y Schäuble, pero también con el viejo Helmut Schmidt, el decano de la socialdemocracia. La gestión de la administración pública italiana, de las regiones y las agencias promete ser mucho más difícil.

Contener al Bundesbank requirió habilidades políticas muy sutiles y llevó a Draghi a hablar con Merkel y Schäuble, pero también con el viejo Helmut Schmidt, el decano de la socialdemocracia. La gestión de la administración pública italiana, de las regiones y las agencias promete ser mucho más difícil.

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Sin embargo, Draghi no es un extraterrestre catapultado a una realidad que no conoce. Su historial como servidor civil o alto funcionario del Estado está plagado de negociaciones políticas y capacidad organizacional. Sus vidas pasadas le ayudarán, así como el ejemplo de Menichella que mencionamos al principio.

Draghi puede apoyarse en una célebre oración, hecha famosa por los Alcohólicos Anónimos y a menudo atribuida (erróneamente) a San Francisco o a Tomás Moro. En su discurso en Rimini en 2020, Draghi identificó correctamente a su autor: el teólogo y teórico de las relaciones internacionales Reinhold Niebuhr. Esta oración es: “Deme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje para cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para entender la diferencia”. Este equilibrio entre la serenidad, el coraje y la sabiduría, ¿no es eso, en definitiva, la política?

Notas al pie
  1. «Las preguntas complicadas tienen respuestas fáciles e incorrectas»
  2. «El Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI) fue fundado en 1933, por iniciativa de Mussolini y sobre la base de un proyecto de Alberto Beneduce, con el objetivo de evitar el colapso de los principales bancos y empresas de Italia y, en consecuencia, el hundimiento de la economía, que ya había sido golpeada por la crisis mundial que estalló en 1929. A partir de la posguerra, el IRI desempeñó un papel destacado, primero en la reconstrucción y luego en el milagro económico. Tras las dificultades surgidas en los años setenta y el programa de reestructuración y recuperación de los años ochenta, el IRI concluyó sus actividades en 2002 tras las operaciones de privatización que contribuyeron significativamente a la consecución de los objetivos de las finanzas públicas y a la adhesión de Italia al euro». Valerio Castronovo, Storia dell’IRI, vol. 1, Dalle origini al dopoguerra (1933-1948), Roma-Bari, Laterza, 2012.
  3. La formación de la formación de la escuela secundaria clásica se dedica a la literatura clásica (latín, griego antiguo, literatura, historia), se considera una de las ramas de élite de la educación italiana y en su momento se consideró casi indispensable para la preparación de los estudios superiores.
  4. En julio de 2005, la prensa italiana reveló, a partir de unas escuchas telefónicas, una connivencia entre el entonces gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, y varios empresarios para facilitar una OPA. Este escándalo y una serie de revelaciones sucesivas provocaron la caída de Fazio en diciembre.
  5. Tras haber suspendido las dos pruebas de resistencia del BCE y de la Autoridad Bancaria Europea en 2014 y 2016, el histórico banco Monte dei Paschi di Siena solo podrá salir a flote en 2017 gracias a un importante plan de rescate (recapitalización por valor de 8.100 millones de euros, de los cuales 5.400 millones serán aportados por el Estado italiano) y a un drástico esfuerzo de reestructuración (cierre de 600 sucursales y reducción de 5.500 puestos de trabajo).
  6. Comunione e Liberazione es un movimiento católico fundado en 1954 por Luigi Giussani, especialmente influyente en Lombardía y el norte de Italia, situado en la línea del catolicismo social y la democracia cristiana.