Desde noviembre de 2024, Serbia vive una movilización ciudadana masiva contra la corrupción y a favor de la democracia. Esta movilización supera incluso en magnitud la que precipitó la caída de Milošević a finales de los años noventa.

Esta ola prodemocrática, que se desencadenó espontáneamente en las universidades, contrasta con el auge de las tendencias autoritarias en Occidente y demuestra la capacidad de resistencia de la sociedad civil serbia.

Si bien constituye una poderosa respuesta a la dinámica autoritaria y nacionalista que domina los Balcanes desde la década de 2010, este movimiento también interpela a la Unión sobre la necesidad de repensar su estrategia de ampliación frente a un contexto internacional en constante cambio.

Deshacer los Balcanes: nacionalismo y autoritarismo

Durante mucho tiempo, la comunidad internacional se ha interesado por los Balcanes principalmente desde el punto de vista de la política exterior —en particular, el influjo ruso—, descuidando las dinámicas internas.

Sin embargo, dos fuerzas importantes desestabilizan la región desde dentro.

La primera es el resurgimiento del nacionalismo étnico. Contrariamente a la creencia popular, no es inherente a las sociedades balcánicas. Después de los años 2000, se habían logrado avances hacia el multiculturalismo, pero la falta de una perspectiva clara de integración europea, especialmente después de la declaración de Jean-Claude Juncker en 2014 que puso en pausa la ampliación, había favorecido su regreso.

La segunda fuerza interna proviene del aumento del autoritarismo. Como señaló Jan Zielonka, existe un vínculo entre el autoritarismo y el nacionalismo étnico, ya que este último es antidemocrático: favorece la concentración de poder y el rechazo del pluralismo. Sin embargo, es precisamente un giro autoritario el que está teniendo lugar actualmente en Serbia a través de los ataques contra la sociedad civil y los movimientos democráticos en el país.

Durante mucho tiempo, la comunidad internacional se ha interesado por los Balcanes principalmente desde el punto de vista de la política exterior, en particular el influjo ruso, descuidando las dinámicas internas.

Francesco Ronchi

La impugnación del orden de posguerra de los Balcanes

El actual nacionalismo autoritario cuestiona el orden político establecido por los Acuerdos de Dayton de 1995 y la Resolución 1244 de las Naciones Unidas de 1999, que pusieron fin a los conflictos étnicos de la década de 1990. Esta orden posterior a 1999, apoyada por la comunidad internacional occidental, se basaba en tres pilares: el multiculturalismo, el equilibrio de fuerzas entre los Estados de la región y el acompañamiento de los procesos de democratización.

En esta lógica, ninguno de los Estados surgidos de los conflictos se había concebido como étnicamente homogéneo. Bosnia-Herzegovina, en particular, se había construido como un Estado multinacional y multicultural para evitar cualquier hegemonía étnica.

Con el fin de lograr un equilibrio entre los países, se redujo el territorio de Serbia, que era la principal potencia regional antes de las guerras, con la separación de Montenegro y Kosovo, una decisión dictada por el deseo de frenar sus ambiciones dominantes.

La democratización constituía otro pilar clave de este orden político, percibido como un baluarte contra el etnonacionalismo. Este proceso de apertura democrática suscitó grandes esperanzas a principios de la década de 2000, especialmente en Serbia y Bosnia, donde la comunidad internacional fomentó enérgicamente la transición democrática.

Sin embargo, sería simplista considerar los nacionalismos que actualmente se extienden por los Balcanes como un conjunto monolítico. Por el contrario, no son homogéneos y se presentan en dos formas distintas.

La primera es un nacionalismo defensivo, que tiene como objetivo preservar el orden posterior a 1999 con sus pilares, en particular el equilibrio regional entre países y el principio de Estados multinacionales. Este nacionalismo es reactivo, en gran medida antiserbio, y se manifiesta a través del movimiento Vetëvendosje en Kosovo y el frágil nacionalismo bosnio musulmán.

En el extremo opuesto surge un nacionalismo revisionista, que cuestiona el orden posterior a 1999 y se opone, en particular, a la idea de los Estados multinacionales. Coquetea con la idea de un expansionismo territorial y busca redefinir las fronteras y los equilibrios regionales sobre la base del principio de homogeneidad étnica. Este nacionalismo, impulsado en particular por algunos líderes serbios y sus aliados, constituye hoy una gran amenaza para la estabilidad de los Balcanes.

El concepto de «mundo serbio», desarrollado por el ministro serbio Aleksandar Vulin, que pretende reunir a los serbios de Bosnia, Montenegro y Kosovo en un proyecto político común, sirve de justificación ideológica.

Francesco Ronchi

El revisionismo serbio

Este revisionismo se distingue por su ambición de rediseñar el mapa de los Balcanes creando una nueva región serbia. Ya no se trata de un proyecto de Gran Serbia, como el que han apoyado históricamente los nacionalistas serbios radicales, sino de un sistema gravitacional más flexible estructurado en torno a Belgrado. Este sistema uniría una República Srpska en Bosnia y un norte de Kosovo serbio que se independizarían, sin ser anexionados formalmente a Serbia. Esta dinámica de fragmentación podría extenderse a Montenegro, donde el influjo proserbio es significativo y donde la fractura entre montenegrinos y serbios, provocada por la independencia de Montenegro en 2006, nunca se ha resuelto.

El concepto de «mundo serbio», desarrollado por el ministro serbio Aleksandar Vulin, que pretende reunir a los serbios de Bosnia, Montenegro y Kosovo en un proyecto político común, sirve de justificación ideológica.

Este enfoque podría salir reforzado de las ambiguas posiciones de la nueva administración estadounidense, como las del enviado especial Richard Grenell. Las recientes tensiones en Bosnia-Herzegovina, exacerbadas por el proyecto secesionista serbobosnio y la condena del presidente separatista Milorad Dodik, ponen de manifiesto un importante deterioro de las condiciones políticas.

La miseria de los pequeños Estados

En su obra Miseria de los pequeños Estados de Europa del Este (1948), el escritor húngaro István Bibó subrayó los riesgos relacionados con la disolución de los grandes imperios de Europa.

Según Bibó, la anarquía de los pequeños países del Este, con fronteras étnicas inestables, representaba una amenaza para la estabilidad de toda Europa. Los actuales impulsos revisionistas en los Balcanes actualizan y amplifican su advertencia. La fragmentación podría generar graves tensiones, o incluso conflictos a corto plazo. En la República Serbia de Bosnia, la presencia de una importante comunidad bosnia musulmana garantiza el multiculturalismo de la región. Sin embargo, el presidente separatista Milorad Dodik rechaza cualquier convivencia con esta comunidad. Si su proyecto de secesión tuviera éxito, el futuro de los bosnios musulmanes en esta región sería incierto.

En Serbia y Bosnia, la duplicidad de los dirigentes sobre Europa es evidente: apoyan oficialmente la ampliación, pero adoptan un discurso antieuropeo.

Francesco Ronchi

Doctrina de la ampliación estratégica: eludir el dilema de la no injerencia

El etnonacionalismo autoritario es la principal fuente de desestabilización de esta parte de Europa.

Para asegurar la región, es clave volver a situar en el centro de la política europea la oposición al etnonacionalismo autoritario y, por tanto, la cuestión de la democratización de los países de la región.

Pero al volver a situar la cuestión democrática en el centro de su agenda para los Balcanes, la Unión se enfrenta a un dilema. La necesaria ayuda a las fuerzas democráticas conlleva un riesgo de injerencia: apoyar a las fuerzas democráticas favorecería sin duda la estabilización de la región al frenar el autoritarismo, pero también podría ser percibido como una injerencia, lo que reforzaría los discursos nacionalistas que ridiculizan cualquier movilización democrática como manipulada desde el extranjero. Por otro lado, no hacer nada en nombre del principio de no injerencia podría, sin embargo, permitir que prosperen regímenes autoritarios que saboteen la estabilidad de la región.

El propio proceso de ampliación proporciona una respuesta a este callejón sin salida: es el resultado de un compromiso voluntario de los Estados balcánicos.

Recordar a los Estados candidatos el respeto de los valores fundamentales de la Unión, especialmente el respeto de la democracia, no tiene nada que ver con la injerencia. Al contrario, constituye un elemento decisivo del proceso de ampliación al que se han adherido soberanamente.

Reintroducir la cuestión democrática en la ampliación de la Unión requiere un enfoque más político y estratégico, que dé prioridad a lo político sobre la economía y la geopolítica.

Entre 2019 y 2024, a nivel europeo, se hizo hincapié en la aproximación económica, en particular a través del Plan de Crecimiento para los Balcanes. Tras la invasión rusa de 2022, el objetivo principal pasó a ser evitar que los países de la región se alinearan con Moscú. Este enfoque geopolítico ha tenido efectos positivos, pero sigue debilitado por Serbia, que sigue negándose a adoptar sanciones contra Rusia.

El proceso de ampliación proporciona una respuesta al callejón sin salida de la no injerencia: es el resultado de un compromiso voluntario de los Estados balcánicos.

Francesco Ronchi

Esta doble estrategia de la Unión —económica y geopolítica— debería ser ahora más estratégica y prestar más atención a la dinámica política interna de los países candidatos. Esto permitiría aclarar la voluntad real de los Estados balcánicos de adherirse a la Unión y evitar así cualquier instrumentalización oportunista, como en el caso de Hungría. En la región, especialmente en Serbia y Bosnia, la duplicidad de los líderes sobre Europa es evidente: apoyan oficialmente la ampliación mientras adoptan un discurso antieuropeo.

Por lo tanto, la Unión debería reforzar las negociaciones sectoriales de adhesión mediante el establecimiento de un nuevo diálogo político entre los Estados candidatos y las instituciones europeas, incluido el Parlamento Europeo. Este foro abordaría cuestiones democráticas esenciales en los países candidatos, como la protección de los derechos civiles y políticos, la libertad de los medios de comunicación y la integridad de los procesos electorales, especialmente vulnerables en Serbia.

En particular, podría centrarse en las dinámicas sustanciales y reales que operan en los sistemas políticos, en lugar de en los compromisos formales de sus dirigentes.

La soledad de Europa

La integración sistemática de la sociedad civil en un diálogo de este tipo sería crucial y podría llevarse a cabo a través de nuevas herramientas democráticas.

La creación de asambleas ciudadanas compuestas por miembros elegidos por sorteo ofrecería a la Unión un interlocutor representativo para un debate político transparente y sin tabúes.

Por lo tanto, la Unión debería reforzar las negociaciones sectoriales de adhesión mediante el establecimiento de un nuevo diálogo político entre los Estados candidatos y las instituciones europeas, incluido el Parlamento Europeo.

Francesco Ronchi

De este modo, la Unión podría llenar el vacío dejado por Estados Unidos, que acaba de interrumpir sus actividades de apoyo a la democracia, privando así a numerosas iniciativas de financiación y protección política y creando un clima de incertidumbre.

¿Podría la Unión contar en el futuro con el apoyo de Estados Unidos en caso de crisis política o de seguridad en la región? Esta duda aumenta el riesgo de desestabilización y conflicto en los Balcanes. Para evitar una nueva escalada nacionalista, los europeos deben actuar con firmeza y apoyar claramente a las fuerzas democráticas de la región antes de que sea demasiado tarde.