La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales fue clara y tomó desprevenidos a muchos observadores que esperaban una repetición de las interminables secuencias postelectorales de 2000 y 2020. Además, el bando republicano obtuvo una sólida mayoría en el Senado y una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes, completando la trifecta 1 tan esperada por ambos bandos antes de las elecciones. ¿Qué factores condujeron a esta victoria y qué lecciones podemos extraer para el futuro de la vida política estadounidense?
1 — La victoria de Trump es clara, pero no aplastante
El día después de las elecciones, muchos medios de comunicación describieron los resultados como un «maremoto» u “ola” republicana. A estas alturas, Donald Trump ha obtenido 75.9 millones de votos a nivel nacional, es decir, el 50.2% de los sufragios, frente a los 72.9 millones (48.2%) de Kamala Harris. La diferencia de 2 puntos y 3 millones de votos a favor del candidato republicano es, por tanto, sustancial, pero no deja de ser bastante inferior a las que se registraron a favor de Barack Obama para su reelección en 2012, por ejemplo —3.9 puntos y 5 millones de votos—, o de Joe Biden hace 4 años —4.5 puntos y 7.1 millones de votos—, dos elecciones que en su momento se calificaron de reñidas.
Sobre todo, esto no tiene en cuenta una de las características ya conocidas de las elecciones estadounidenses: el tiempo asombrosamente largo que toma contar los votos. En algunos estados, el proceso dista mucho de haber concluido: queda por contar el 4% de las papeletas en Colorado, el 5% en el estado de Washington, el 9% en Oregón y, sobre todo, el 13% en California. 2 Eso son todavía millones de papeletas, la gran mayoría de ellas en condados urbanos y progresistas de estados demócratas. La distancia actual entre los dos candidatos se irá reduciendo, por tanto, a medida que se cuenten los votos, lo que probablemente se prolongará aún durante semanas: en 2020, los resultados definitivos no se conocieron hasta el 10 de diciembre. El New York Times estima que la ventaja final de Donald Trump sobre su rival demócrata será de 1.6 puntos, lo que sin duda representa la primera victoria del antiguo empresario en términos de voto popular, pero aún está lejos de la definición generalmente aceptada de «maremoto» electoral.
A modo de comparación, la diferencia entre Valéry Giscard d’Estaing y François Mitterrand en las elecciones presidenciales de 1974 fue de 1.4 puntos, la elección más reñida de la historia de la V República, que siempre se presenta, con razón, bajo este prisma.
Finalmente, en los estados indecisos donde el recuento ya concluyó, o casi, la ventaja de Donald Trump es superior a la que obtuvo Joe Biden en 2020, pero la diferencia entre ambos candidatos sigue siendo limitada: 0.8 puntos para Donald Trump en Wisconsin, 1.4 puntos en Michigan, 1.9 puntos en Pensilvania, 2.2 puntos en Georgia… Por supuesto, en teoría, Donald Trump sólo habría necesitado obtener 43 mil votos más repartidos en tres estados para vencer a Joe Biden en el Colegio Electoral en 2020. Kamala Harris, en cambio, habría necesitado 252 mil votos más en tres estados: una diferencia mucho mayor, pero que no deja de ser muy pequeña para unos comicios que movilizaron a unos 157.5 millones de votantes.
2 — Elevada participación en los estados indecisos
La participación en estas elecciones fue inferior a la de hace cuatro años: las últimas estimaciones la sitúan en el 62.3% de la población, 3 4.1 puntos menos que en 2020 (66.4%). No obstante, esta tasa sigue siendo récord, ya que es la segunda mejor cifra desde las elecciones presidenciales de 1968. En general, esto confirma que el proceso de polarización que enfrenta a dos partidos que representan opciones ideológicas cada vez más radicalmente opuestas tiende al menos a tener un efecto beneficioso en términos de participación de los ciudadanos en la vida política.
En detalle, la participación fue más elevada en los estados indecisos (70.1% de media) y, sobre todo, se mantuvo perfectamente estable en ellos con respecto a 2020. Estos son también los estados donde el voto demócrata ha caído menos en cuatro años, lo que parece ser una señal de que la maquinaria electoral del partido ha sido eficaz a la hora de movilizar a su electorado, aunque esto claramente no haya sido suficiente.
Por otra parte, la participación bajó bastante en los estados en que alguno de los dos candidatos tenía asegurada la victoria: 61.7%, es decir 5 puntos. Pero la tendencia fue muy diferente entre los estados republicanos y los demócratas: en los primeros, la participación fue sólo 2.9 puntos inferior a la de 2020, mientras que en los estados «azules», la caída fue mucho más acentuada (-7 puntos). De hecho, los estados en los que la caída de la participación superó los 8 puntos fueron todos bastiones demócratas: -13.1 puntos en California, -12.9 puntos en Maryland, -10.9 puntos en el Distrito de Columbia, -8.3 puntos en Oregón y Nueva Jersey… La desmovilización del electorado demócrata en los estados en los que el resultado de las elecciones parecía bien conocido es, por tanto, a veces muy fuerte, lo que no tuvo ningún impacto en el resultado pero es señal de un cierto malestar respecto a la candidata o al balance de la administración saliente.
3 — «It’s the economy, stupid!»
En efecto, durante toda la campaña, la situación económica —y en particular el nivel de inflación— fueron las principales preocupaciones de los estadounidenses, que se mostraron críticos con la gestión económica de la administración de Joe Biden. Es más, la mayoría de los votantes consideraba que Donald Trump era más creíble en cuestiones económicas y de inflación que su oponente demócrata. Un contexto naturalmente difícil para el partido del burro, siendo lógicamente bastante limitadas las posibilidades de elección de un candidato que sufre un déficit de credibilidad sobre el tema principal de la campaña.
El predominio de la cuestión económica se confirmó el día de los comicios: según el sondeo a pie de urna realizado para la CNN, el 46% de los electores consideraba que la situación financiera de su familia había empeorado en los últimos cuatro años —el 81% de los cuales votó por Donald Trump—, frente a sólo el 24% que consideraba que había mejorado —el 82% de los cuales eligió a Kamala Harris—. Por encima de todo, el 68% de los electores consideraba que la situación económica del país era mala, y de ellos, el 70% votó por el candidato republicano, que además seguía gozando de mayor credibilidad (52%) en la materia que su oponente (46%). Hace cuatro años, el simple hecho de que Joe Biden fuera considerado tan competente en temas económicos como Donald Trump el día del escrutinio —un 49% cada uno— le permitió en gran medida ganar las elecciones.
Bajo la dirección de Giuliano da Empoli.
Con contribuciones de Josep Borrell, Lea Ypi, Niall Ferguson, Timothy Garton Ash, Anu Bradford, Jean-Yves Dormagen, Aude Darnal, Branko Milanović, Julia Cagé, Vladislav Surkov o Isabella Weber.
4 — Aborto e inmigración: temas con impacto limitado
Los otros temas que fueron ampliamente destacados por los candidatos en sus campañas parecen haber tenido un efecto mucho más débil en el electorado.
En la cuestión del aborto, los votantes que acudieron a las urnas tenían una opinión mucho más favorable de este derecho que en 2020: el 65% de ellos pensaba que debería ser posible en «todos los casos» o en «la mayoría de los casos», mientras que solo el 51% compartía esta opinión hace cuatro años.
Sin embargo, la decisión del Tribunal Supremo de 2022 que revocó Roe vs. Wade, que protegía el derecho al aborto a nivel federal, hizo que el tema se polarizara más: el 87% de los estadounidenses que pensaban que el aborto debería ser legal «en todos los casos» eligieron a Kamala Harris, 7 puntos más que en 2020, mientras que el 91% de los que pensaban que debería ser ilegal en «todos» o «la mayoría» de los casos votaron por Donald Trump, 15 puntos más en cuatro años.
Pero para Kamala Harris, el problema radicó sobre todo en la decisión de los partidarios «moderados» del derecho al aborto: entre los que creen que debería ser legal «en la mayoría de los casos», el voto se repartió a partes iguales entre los dos candidatos: un 49% para cada uno. Esto parece indicar que la cuestión del aborto fue un factor clave sólo entre los votantes que tenían una opinión muy firme sobre el tema, pero también se trata de votantes que, en cualquier caso, habrían votado demócrata si estuvieran muy a favor del derecho al aborto, y republicano si estuvieran en contra. Al no llevar a los partidarios «moderados» del aborto a votar por los demócratas, esta cuestión no parece haber desempeñado un papel significativo en los resultados electorales. 4 La observación es más o menos la misma para el impacto de la cuestión migratoria, que no parece haber influido en un número significativo de electores, aunque haya podido consolidar la movilización de las bases electorales de ambos partidos.
5 — El avance de Donald Trump es bastante uniforme social y geográficamente
Otra señal de la importancia de la economía en las decisiones electorales de los estadounidenses se observa en la ausencia de cambios notables en las coaliciones electorales formadas por los dos candidatos. Donald Trump tiende a progresar en casi todas las categorías de población a niveles relativamente cercanos a la evolución de su resultado nacional entre 2020 y 2024: un aumento de alrededor de 3 puntos. Esto refleja la importancia de un tema transversal como la economía, en lugar de cuestiones como el aborto, la inmigración o la relación con la democracia, que habrían movilizado a segmentos más específicos del electorado. Las únicas categorías que destacan son los hispanos, así como los grupos en los que los hispanos están particularmente presentes: los jóvenes y los católicos en particular.
Esta tendencia relativamente estable del voto por Donald Trump respecto a hace cuatro años se aprecia en la geografía electoral: el voto republicano crece en casi todo el país, con muy pocas zonas en las que Kamala Harris consigue mejores resultados que Joe Biden en 2020. Este cambio uniforme confirma que los demócratas se enfrentaban a un problema nacional: como ya hemos dicho, parecen aguantar un poco mejor en los estados indecisos, lo que confirma que el problema de la campaña de Kamala Harris no es la falta de focalización o de organización sobre el terreno.
Es más, el avance de Donald Trump respecto a 2020 tiene muy poco que ver con la composición social de los condados. Está claro que los demócratas sufrieron sobre todo un contexto nacional difícil en el que les costó imponerse.
6 — El giro de los hombres jóvenes latinos
Sin embargo, una categoría de la población ha cambiado considerablemente su comportamiento electoral en cuatro años: el 52% de los electores hispanos votó por Kamala Harris, frente al 46% que se decantó por Donald Trump. Esto supone un aumento de 13 puntos en el resultado del republicano respecto a 2020, y de 18 puntos respecto a 2016. Aunque la hipótesis de un ascenso de Donald Trump entre los afroamericanos también fue muy comentada durante la campaña, apenas parece tangible en los sondeos a pie de urna: Donald Trump obtuvo un escaso 13% de los votos en esta comunidad, frente al 12% de 2020 y el 8% de 2016.
En detalle, este avance republicano en el electorado hispano se concentra de forma impresionante entre los hombres jóvenes: Donald Trump ha ganado 27 puntos en cuatro años entre los hombres latinos menores de 30 años, con el 58% de los votos. La tendencia es significativa, pero mucho menos marcada, entre las mujeres hispanas menores de 30 años (+9 puntos hasta el 35%), así como entre los hombres hispanos de 60 años o más (+10 puntos hasta el 48%). Del mismo modo, la tendencia en el voto por Donald Trump entre los hombres jóvenes blancos (-2 puntos, 52%) y los hombres afroamericanos (+6 puntos, 22%) no es tan masiva.
7 — «¡Es la economía, estúpido!»
La evolución del voto en los condados de muy alta mayoría hispana nos ayuda a comprender que también aquí la dimensión económica resultó crucial. En los condados muy pobres y rurales de la frontera entre México y Texas, el voto demócrata se ha desplomado en pocos años, cayendo del 79% para Hillary Clinton en 2016 al 42% este año en el condado de Starr, donde el 98% de la población es hispana y el 51% vive por debajo del umbral de la pobreza. La tendencia es igual de brutal en condados vecinos con población casi exclusivamente hispana y muy necesitada como Maverick (-37 puntos para los demócratas en ocho años), Zapata (-27 puntos) o Webb (-24 puntos).
En otros condados de muy amplia mayoría hispana en estados fronterizos con México, donde la situación económica y social está bastante menos deteriorada, el voto demócrata sigue siendo más sólido: en el condado de Imperial (85% hispano) en California, Kamala Harris obtuvo el 61% de los votos, bajando «sólo» 7 puntos; obtuvo el 67% de los votos (-4 puntos) en el condado de Santa Cruz (Arizona, 84% hispano), el 63% (-5 puntos) en el condado de San Miguel (Nuevo México, 75% hispano) y el 58% (-7 puntos) en el condado de Mora (Nuevo México, 79% hispano). Por tanto, el contexto económico influye claramente en el aumento del voto republicano entre los hispanos, siendo tanto mayor el aumento del voto por Trump cuanto peores son las condiciones sociales.
8 — Suburbios blancos acomodados: ¿un freno al giro hacia los demócratas?
En 2016, al igual que en 2020, uno de los principales cambios en el comportamiento de voto de los estadounidenses se refería al giro gradual hacia los demócratas en los suburbios de las grandes ciudades, en particular en los estados tradicionalmente republicanos del Sun Belt: Georgia con Atlanta, Texas con Dallas-Fort Worth, Houston y Austin, Arizona con Phoenix, Carolina del Norte con Charlotte y Raleigh-Durham-Chapel Hill. En estas zonas predominantemente blancas, a menudo acomodadas y bien educadas, que formaron una de las bases electorales de Ronald Reagan o George W. Bush, el giro trumpista del Partido Republicano provocó rápidamente un vuelco de los votantes moderados hacia el campo demócrata.
Aunque el movimiento fue aún demasiado limitado en 2016, lo que impidió a Hillary Clinton compensar la pérdida de los estados del Rust Belt con ganancias en el Sun Belt, sí explica la ajustada victoria de Joe Biden hace cuatro años. Fue el primer candidato demócrata que dio la vuelta al condado de Maricopa, Phoenix, con 4.4 millones de habitantes, desde Lyndon Johnson en 1964, lo que le permitió ganar Arizona por un estrecho margen. Del mismo modo, su capacidad para amplificar las ajustadas victorias de Hillary Clinton en varios condados tradicionalmente republicanos y muy poblados de los suburbios de Atlanta —el condado de Gwinnett, de 980 mil habitantes, y el condado de Cobb, de 750 mil habitantes— explica su victoria en Georgia.
Este año, el electorado de los afluentes suburbios blancos ha frenado, en general, esta dinámica. Esto se notó especialmente en Texas: en el condado de Tarrant —Fort Worth, 2.2 millones de habitantes— la histórica victoria de Joe Biden por 0.2 puntos se convirtió en un déficit de 5.2 puntos para Kamala Harris; en el condado de Williamson, un suburbio de Austin de 800 mil habitantes, la victoria pasó de Joe Biden con 1.4 puntos de ventaja a Donald Trump con 2.5 puntos de margen. Los condados de Fort Bend, un suburbio de Houston de 890 mil habitantes, y Hays, suburbio de Austin de 270 mil habitantes, siguen en manos demócratas, pero con un margen de victoria mucho menor que en 2020. El mismo fenómeno se observa en los suburbios de Washington, Virginia, así como en Florida y Carolina del Norte. Solo el área metropolitana de Atlanta, en Georgia, destaca, con un giro continuado a favor de los demócratas, pero a una escala demasiado pequeña para compensar las ganancias republicanas en los condados rurales.
9 — El nivel de educación es cada vez más una variable explicativa del voto, al contrario del nivel de ingresos
El desplazamiento progresivo de las clases medias altas blancas hacia el campo demócrata, aunque se haya detenido este año, está vinculado a la relación cada vez más estrecha entre nivel de estudios y comportamiento electoral.
A principios de los años 1990 y 2000, este vínculo existía, pero estaba enmascarado por la importancia del nivel de ingresos: en 1996, la diferencia de voto para Bill Clinton era de 21 puntos entre los hogares más pobres (59%) y los más acomodados (38%); en 2000, seguía siendo de 14 puntos para Al Gore. En cambio, la diferencia entre los votos por Bill Clinton era de sólo 7 puntos entre los que no tenían ningún título (59%) y los que tenían un título universitario (52%), y las cifras eran las mismas para Al Gore cuatro años más tarde.
Ahora, la variable ingreso, que seguía sin ser despreciable en 2016, con una diferencia de 6 puntos entre el voto de los más modestos y el de los más pudientes a favor de Hillary Clinton, ya no parece influir, e incluso se ha invertido ligeramente: Donald Trump obtuvo el 50% de los votos entre los hogares que ganan menos de 50 mil dólares al año, el 51% entre los que perciben entre 50 mil y 99 999 dólares y el 46% entre los que ganan 100 mil dólares o más. Por primera vez, un candidato republicano obtuvo resultados muy ligeramente mejores entre los sectores más modestos de la población estadounidense. Por otra parte, el comportamiento electoral se alinea cada vez más con el nivel de educación, con diferencias considerables: el 63% de los estadounidenses que sólo tienen título de secundaria votaron por Donald Trump, frente al 38% de los que tienen un título universitario.
La intersección de estas dos variables muestra lo profundamente que han cambiado las dos coaliciones electorales en las últimas elecciones. Desde la década de 1950, los votantes blancos, acomodados y con educación superior han votado sistemáticamente más a favor del Partido Republicano que el electorado medio. Desde 2016, la tendencia se ha invertido a favor de los candidatos demócratas, y cada elección amplifica esta tendencia. Por ejemplo, el 58% de los votantes blancos con un título universitario o superior y que ganan 100 mil dólares o más eligieron a Kamala Harris.
Por el contrario, desde la década de 1950 hasta la de 2010, el electorado blanco, modesto y con un bajo nivel educativo era un electorado muy disputado entre los dos partidos. Desde 2016, este electorado parece haberse decantado claramente hacia el bando republicano. Por ejemplo, el 68% de los votantes blancos sin título universitario y con ingresos inferiores a 50 mil dólares votaron por Donald Trump.
Mientras que el avance de Donald Trump entre los votantes hispanos indica una disminución de la importancia de la variable racial en el voto, el nivel de estudios es, por el contrario, un factor cada vez más importante para explicar el voto de los estadounidenses.
10 — La coalición republicana está perdiendo eficacia electoral
En 2016, al inclinar hacia el campo republicano los estados indecisos del Rust Belt (Pensilvania, Michigan, Wisconsin) por primera vez desde 1988, Donald Trump dio a su partido una ventaja estructural en el Colegio Electoral. Esta ventaja se vio reforzada por los enormes pero inútiles márgenes de victoria de los demócratas en sus bastiones de California y Nueva York. De hecho, el estado que dio la victoria a Donald Trump en 2016 fue Pensilvania, donde aventajó a Hillary Clinton en 0.7 puntos, mientras que su oponente demócrata tenía una ventaja de 2.1 puntos a nivel nacional. La diferencia entre el estado «decisivo» para ganar el Colegio Electoral 5 y el voto popular fue, por tanto, de 2.8 puntos a favor de los republicanos. Este sesgo favorable a los republicanos en el Colegio Electoral había aumentado incluso a 3.8 puntos en 2020. 6
Este año, la ventaja republicana en el Colegio Electoral se ha desvanecido. De hecho, el estado decisivo que permitió a Donald Trump superar la barrera de los 270 electores fue Pensilvania, que ganó por 1.9 puntos, es decir, menos que su ventaja de 2 puntos en el voto popular. Esta diferencia significa que si el voto popular a nivel nacional hubiera resultado en un empate perfecto entre los dos candidatos, Kamala Harris probablemente habría ganado el estado decisivo y, por tanto, se habría convertido en presidenta.
Este cambio significativo en comparación con las dos elecciones anteriores puede explicarse por una distribución del voto demócrata más eficaz que en el pasado y, por el contrario, por una pérdida de eficacia de la coalición republicana. En los estados demócratas muy poblados, la ventaja de Kamala Harris se ha erosionado significativamente en comparación con la de Joe Biden en 2020: perdió 3.9 puntos en Illinois, 5.1 puntos en California, 5.5 puntos en Nueva Jersey, 5.7 puntos en Nueva York… Una tendencia ligada al declive demócrata entre las minorías y las clases medias y altas blancas, pero que permite una distribución geográfica más eficaz de su electorado. Por otro lado, Donald Trump sigue avanzando en los bastiones republicanos, 7 lo que lleva a la coalición republicana a sufrir el mismo problema que los demócratas en los últimos años: un exceso de votos «inútiles» en los bastiones.
El mismo declive en la eficacia electoral de la coalición de Trump puede observarse en las elecciones a la Cámara de Representantes: mientras que los republicanos tienen a estas alturas una ventaja de 4.2 puntos en el voto popular nacional, las proyecciones para el resto de distritos les dan una ventaja de apenas un puñado de escaños. Hace ocho años, cuando Donald Trump fue elegido por primera vez, consiguieron una sólida mayoría de 241 escaños frente a los 194 de los demócratas, con una ventaja nacional de solo 1.1 puntos.
Si bien esta secuencia electoral ha permitido a los republicanos ganar la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes, nada hace pensar a estas alturas que este dominio vaya a durar.
Notas al pie
- Control por un solo partido de la presidencia y de ambas cámaras del Congreso.
- Al 14 de noviembre de 2024 a las 12.00 horas (París).
- En Estados Unidos, la tasa de participación se calcula sobre la base del conjunto de la población adulta o de la población con derecho a voto (ciudadanos adultos salvo los privados de sus derechos cívicos por orden judicial). En Francia, el mismo cálculo se basa en la población inscrita en el censo electoral. Por tanto, no es posible una comparación directa.
- Constatamos que las mujeres republicanas no votaron por Kamala Harris (5%) más de lo que votaron por Joe Biden hace cuatro años (5%).
- El tipping-point state es el estado que, en la lista de estados clasificados en orden descendente según el margen de victoria del ganador de las elecciones, le permite superar en primer lugar el umbral de 270 electores que le permite convertirse en presidente.
- El estado «decisivo», Wisconsin, dio a Joe Biden una ventaja de 0.6 puntos, mientras que ganó el voto popular a nivel nacional por un margen de 4.4 puntos.
- Ganó 4.2 puntos en Texas, 3.7 puntos en Mississippi, 3.5 puntos en Tennessee, 3.2 puntos en Idaho, 3.1 puntos en Carolina del Sur y 2.6 puntos en Alabama.