El miércoles 21 de agosto, muchos usuarios rusos informaron de que ya no podían acceder a varias redes sociales, servicios de mensajería y plataformas, entre ellas: Telegram, WhatsApp, Skype y VKontakte, el equivalente ruso de Facebook.

  • El Servicio Federal de Supervisión de las Comunicaciones, las Tecnologías de la Información y los Medios de Comunicación, Roskomnadzor, se apresuró a señalar a un ataque DDOS dirigido contra los operadores de telecomunicaciones rusos1.
  • Según los expertos, el método utilizado es similar al observado desde principios de año en Daguestán, Yakutia y Bashkiria tras las manifestaciones2.
  • Para contener lo que el Kremlin calificó de «acciones extremistas», las autoridades rusas bloquearon el acceso local a varias plataformas. Sin embargo, la interrupción del miércoles fue la primera de este tipo a nivel federal.

No es la primera vez que el régimen ruso intenta bloquear el acceso a determinadas redes sociales. Tras negarse a entregar información sobre sus usuarios al FSB, el acceso al servicio de mensajería ruso Telegram fue bloqueado por sentencia judicial en abril de 2018. Dada la imposibilidad técnica de prohibir el acceso (el servicio de mensajería seguía siendo accesible con una VPN), la prohibición se levantó en junio de 2020.

  • Para el servicio de mensajería Telegram, esta es al menos la tercera interrupción importante observada desde principios de mes. «Averías» similares al del 21 de agosto también afectaron al servicio los días 19 y 12 de agosto.
  • Es probable que estas interrupciones de acceso sean «sesiones de entrenamiento» diseñadas para poner a prueba la capacidad del Kremlin de bloquear el acceso a Telegram en territorio ruso durante cualquier periodo de tiempo3.
  • En julio, las autoridades rusas ralentizaron considerablemente el acceso a YouTube, con el pretexto de un fallo técnico de Google. Pocos días después, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso declaró: «YouTube no es una plataforma neutral, sino que sirve a la agenda política de Washington»4.

Las plataformas y redes sociales como TikTok, YouTube y Telegram albergan grandes cantidades de contenidos sobre los que el Kremlin no tiene ningún control sistemático. Prohibirlas permitiría al régimen ruso controlar mejor el flujo de información y, en particular, imponer una narrativa en la guerra que libra contra Ucrania.