• A principios de 2024 el memorándum se renovará automáticamente, a menos que una de las dos partes anuncie su deseo de retirarse unilateralmente. La Presidenta del Consejo, Giorgia Meloni, siempre se ha mostrado muy crítica con la decisión de 2019 y ha explicado en repetidas ocasiones que no firmaría la renovación del memorándum. Su posición atlantista exige una clara elección de bando, pero la cuestión es muy delicada y el Gobierno no parece dispuesto aún a comunicar su decisión.
  • Desde su toma de posesión, el Gobierno ha insinuado la posibilidad de no renovar la adhesión de Italia a las Nuevas Rutas de la Seda, sin llegar a declararlo oficialmente. Según Bloomberg, Meloni aseguró al presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, que visitó Roma a principios de mayo, que Italia era partidaria de abandonar el acuerdo, pero aún no se ha tomado una decisión definitiva.
  • Desde un punto de vista comercial, la firma del memorando no ha cambiado radicalmente las relaciones entre Italia y China. El desequilibrio es evidente en la balanza comercial: mientras que las exportaciones italianas pasan de 11.000 millones en 2016 a 16.400 millones en 2022, las importaciones procedentes de China aumentan drásticamente. En 2016, Italia importó bienes por valor de 27.300 millones de euros, cantidad que aumentaría a 57.500 millones de euros en 2022.
  • Más allá del aumento de los intercambios comerciales, el enfriamiento de las relaciones políticas con Pekín está en marcha desde hace tiempo. Mario Draghi también encarnó una posición atlantista cuando era Presidente del Consejo y mantenía escasos contactos con Pekín. Ejerció su «Golden Power» en cinco ocasiones, contra los intentos chinos de adquirir empresas estratégicas italianas.
  • Sin embargo, Roma se enfrenta a una elección delicada: una renovación sería arriesgada para Giorgia Meloni, que ha adoptado una línea atlantista muy firme en el apoyo a Ucrania, mientras que el aliado estadounidense lleva tiempo pidiendo a Italia que se distancie de Pekín; pero, por otro lado, una salida del acuerdo implicaría una postura diplomática pública muy clara, que podría irritar a Pekín y exponer a Italia a posibles represalias, sobre todo en el frente comercial.
  • El camino de una tácita renovación del acuerdo, ahora considerado «papel mojado», para evitar posibles represalias chinas parece difícil de mantenerse sin consecuencias políticas: la opinión pública está atenta a la elección del ejecutivo, y la oposición ya ha pedido explicaciones al gobierno.