El declive de la influencia económica y política de Francia
En un tuit reciente, el ministro francés de Defensa, Sébastien Lecornu, se quejó de la representación de las tropas francesas en la taquillera película Black Panther: Wakanda Forever. Una escena de la película muestra a un grupo de mercenarios franceses, aparentemente, que están desfilando por haber conspirado para robar los recursos de la mítica Wakanda. La irritación de Lecornu ante lo que consideraba una representación negativa de los soldados franceses resume el estado actual de las relaciones entre África y Francia.
La influencia de Francia en sus antiguas colonias africanas se ha cuestionado desde hace décadas. Las protestas contra el CFA, apodado «la última moneda colonial», se han intensificado en los últimos años. Entre otros agravios, este acuerdo monetario priva a catorce países africanos de su soberanía sobre la política monetaria y los obliga a depositar la mitad de sus reservas en el Tesoro francés. En consecuencia, los llamados al fin del CFA son, ahora, bastante frecuentes. Los comentaristas suelen señalar el doble problema de la falta de soberanía sobre la política monetaria y de intrigas políticas históricas de Francia (golpes de Estado, corrupción, apoyo a autócratas) para mantener la zona monetaria y el estado de dependencia de sus miembros.
Los recordatorios periódicos del historial de saqueo colonial de Francia en la región, como los casos judiciales de corrupción y soborno en los que están implicadas empresas francesas (con frecuencia, revelados a través de memes de WhatsApp), han reforzado la percepción negativa de Francia. Los comentarios degradantes por parte de dirigentes franceses sobre los africanos no han ayudado. Cuanto más interviene París directamente en los asuntos económicos, políticos y de seguridad de sus antiguas colonias, más se le recuerda a la población de estos países el desestabilizador (y proautocrático) historial poscolonial de Francia en África. Es importante señalar que Francia ya no es la gran potencia indiscutible en las relaciones exteriores de los países africanos francófonos. En las dos últimas décadas, China ha sustituido a Francia como principal socio comercial de estos países. China es, ahora, un socio comercial más importante para los Estados africanos que Estados Unidos, Reino Unido y Francia juntos. Más recientemente, países como la República Centroafricana (RCA), Burkina Faso, Guinea y Mali han estrechado sus lazos en materia de seguridad con Rusia. El comercio regional con Rusia se mantiene estable durante el mismo periodo.
La situación de Francia es aún peor si se considera su participación en el comercio total con o desde sus antiguas colonias africanas. Entre estos países, la cuota de Francia en el comercio ha caído más de una cuarta parte, a principios de los noventa, a poco más del 5 %. El dominio francés de las economías francófonas ya no es lo que era. Aunque el CFA puede seguir existiendo como mecanismo importante para transmitir la influencia de París, el mecanismo comercial se ha debilitado considerablemente en las dos últimas décadas.
Los acontecimientos políticos en varios países francófonos han agravado estos cambios económicos. Burkina Faso y Mali, que, hasta hace poco, acogían a miles de tropas francesas en la guerra contra los yihadistas en el Sahel, le ordenaron a París que retirara a sus soldados. Ambos países, junto con Guinea y la República Centroafricana (RCA), se han dirigido, desde entonces, a Rusia en busca de ayuda en materia de seguridad sin demasiadas condiciones ni bagaje neocolonial francés. En la actualidad, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, es un visitante habitual de África Occidental y el Grupo Wagner se perfila como un importante socio en materia de seguridad para estos Estados.
Este cambio en la estructura de la alianza ha introducido un problema de delimitación entre los Estados africanos francófonos. En la situación actual, Chad y Nigeria son los últimos reductos incontestados de la influencia francesa en el Sahel. Si estos gobiernos caen en manos de líderes revisionistas, los gobiernos de Costa de Marfil, Benín, Senegal y Togo se enfrentarán, probablemente, a la presión popular para demostrar públicamente su distanciamiento (al menos, simbólico) de París.
Una geopolítica francesa poco inspirada
Francia se enfrenta a mucho. Sin su control geopolítico sobre sus antiguas colonias africanas, Francia sería una Italia con armas nucleares y un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Una Italia con armas nucleares y un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU no es nada desdeñable, pero supondría un importante declive de la influencia mundial de Francia (incluso, dentro de la Unión Europea). Los países africanos francófonos le aportan a Francia no sólo votos en la ONU y otras organizaciones internacionales, sino, también, peso estratégico en la escena mundial.
El hecho es que el mayor mal que puede aquejar a Francia no es la pérdida de cuota comercial. Al fin y al cabo, el comercio con África siempre ha representado una parte ínfima del comercio francés (menos del 3 %). El comercio con las antiguas colonias se ha mantenido muy por debajo del 1 % del comercio total francés durante la mayor parte de la última década; también hay que señalar que el comercio entre Francia y sus antiguas colonias en la región ha representado menos de la mitad del comercio total de Francia en África desde principios de la década del 2000. Más que la evolución del comercio, lo que más debería preocuparle a París es la erosión de la dependencia económica (participación de Francia en el comercio de las antiguas colonias) y la llegada de nuevas grandes potencias competidoras en forma de China y Rusia.
Las tendencias de los datos de votaciones de la Asamblea General de la ONU refuerzan la idea de un declive de la influencia francesa en la región. El índice promedio de similitud de voto entre Francia y sus antiguas colonias africanas tiende a disminuir. En los 20 años transcurridos desde el final de la Guerra Fría, se ha producido un aumento de la similitud de voto (anteriormente, varios Estados francófonos se inclinaban hacia la Unión Soviética). Sin embargo, desde 2010 aproximadamente, la tendencia ha sido de disminución, hasta los niveles registrados por última vez durante la Guerra Fría.
Mientras Francia lucha por recuperar su equilibrio, los responsables políticos deberían entender que vale la pena tener aliados fuertes. La razón por la que China ha podido dominar completamente el comercio con los Estados francófonos es que éstos siguen exportando, en gran medida, materias primas e importando bienes de consumo baratos. Se trata de la misma dependencia que París ha cultivado por décadas, pero a una escala mucho mayor. Del mismo modo, el impacto de la decadencia política y de la erosión del poder estatal en la RCA, Chad, Burkina Faso, Malí y Nigeria puede atribuirse, en parte, a los errores y deducciones estratégicas de Francia que han ahogado el verdadero desarrollo político de estos Estados.
En lugar de invertir en aliados poscoloniales fuertes, Francia optó, durante seis décadas, por establecer un sistema neocolonial de dependencia económica, política y de seguridad conocido como Françafrique. Hoy, las gallinas regresaron al gallinero. En lugar de insultar la inteligencia de los malienses o los burkineses sugiriendo, por ejemplo, que sus actuales elecciones (ciertamente, subóptimas) de alianzas de seguridad son el resultado de la propaganda rusa antifrancesa, los responsables franceses deberían tratar de entender cómo los últimos 60 años, si no más, han conducido a la situación actual.
En resumen, el público africano francófono no necesita tutela rusa o china para formarse una opinión sobre Francia. Conocen su historia.
¿Qué significa todo esto para la política africana de Francia?
Aún no está claro si París ha interiorizado plenamente las causas reales del declive de la influencia francesa en sus antiguas colonias. Por lo tanto, es poco probable que se produzcan cambios significativos en la política africana de Francia. En cambio, es más probable que se produzca lo siguiente:
- Francia redoblará sus esfuerzos para evitar el contagio del independentismo radical de Burkina Faso, la RCA, Guinea y Malí. A pesar de su expulsión de Burkina Faso y Malí, Francia todavía mantiene bases militares en Chad y Nigeria. Y, esta semana, se anunció su intención de reforzar su presencia militar en Costa de Marfil a cambio de Burkina Faso. También, es probable que Francia abra una brecha entre países «leales» y el cuarteto «rebelde» formado por la RCA, Burkina Faso, Guinea y Malí. Sin embargo, este enfoque implica riesgos. Si Francia juega una carta demasiado represiva contra el cuarteto (por ejemplo, en caso de cambio de régimen), la potencial reacción popular podría dificultar las relaciones comerciales, incluso, con los países leales.
- El soft power en las antiguas colonias le ayudará a París a ganar tiempo (aunque no está claro cuánto tiempo más). Aproximadamente, la mitad de los estudiantes extranjeros en centros de enseñanza superior franceses proceden de África. Las élites africanas francófonas siguen consumiendo buena parte de los productos culturales franceses. Salvo sorpresas importantes, Francia seguirá teniendo un costo bastante bajo para hacer negocios con países francófonos que no formen parte del cuarteto. Dicho esto, los cambios en la opinión pública pueden producirse con bastante rapidez, en especial, en un mundo en el que los funcionarios franceses optan por ignorar las repercusiones de la política francesa en la opinión pública.
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- Tales acontecimientos pondrían a las élites de importantes democracias electorales como Senegal, Costa de Marfil y Benín a la defensiva y las obligarían a mostrar públicamente su independencia de París. Mantener buenas relaciones con organizaciones africanas clave, como la Unión Africana (UA) o la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), es esencial para la influencia francesa en la región. Mientras la UA, la CEDEAO y otras organizaciones regionales sigan siendo amistosas, Francia puede permitirse perder el apoyo de algunas antiguas colonias y seguir presentándose como un intermediario global para los asuntos africanos.
- Como ya se dijo, en África, la parte del comercio francés con las antiguas colonias ya es inferior a la del resto de la región. Es probable que Francia prosiga sus recientes esfuerzos para animar a su sector privado a aventurarse más allá de la comunidad franco-africana. Esta diversificación adoptará, probablemente, la forma de inversión extranjera directa y ayuda oficial para el desarrollo. Francia destina aproximadamente un tercio de su ayuda bilateral (un total de 3000 millones de dólares) a los países africanos.
El problema estructural de seguir una política inadecuada no desaparecerá. Mientras la política africana de Francia siga basándose en relaciones personales, diplomacia secreta, gobiernos autocráticos que no rinden cuentas y redes corruptas de élites africanas, empresas francesas y políticos franceses, París tendrá dificultades para recuperar el terreno perdido en sus antiguas colonias y en la región en general.
Cabe señalar que la resistencia histórica de Françafrique dependió, principalmente, de la fuerza de las personalidades clave implicadas: desde Félix Eboué, que proporcionó seguridad en las colonias del África ecuatorial francesa para la «Francia libre» de Charles de Gaulle, hasta Jacques Foccart, que orquestó la política africana de Francia durante décadas, y antiguos aliados africanos como Félix Houphouët-Boigny, Léopold Senghor, Omar Bongo, Blaise Compaoré e Idris Deby. Sin la sustitución adecuada de estas figuras, Francia no puede esperar tener éxito con la misma postura política histórica. Hoy en día, las élites africanas tienen motivos para hacer amigos en otros lugares. La democracia electoral significa que muchos tienen un horizonte temporal corto. También, se ha vuelto muy difícil ignorar la opinión pública, incluso, en las autocracias electorales. En consecuencia, el neocolonialismo francés abiertamente personalista de antaño ya no es creíble.
Justo antes de su visita a cuatro países africanos a principios de marzo, el presidente francés Emmanuel Macron afirmó que Francia no tenía una política para África y que, en cambio, abordaría sus relaciones con los Estados africanos con humildad debido a la comunidad de destino entre el continente y Francia. Evidentemente, pocos creerán esta afirmación. O bien es una flagrante prevaricación, o bien una prueba de que el a menudo frágil establishment de la política exterior francesa no quiere o no puede aprender las lecciones adecuadas del momento presente.