La «guerra comercial» es la guerra
En abril de 2025, se produce un giro brutal en la política comercial y de seguridad de Estados Unidos: la administración de Trump anuncia un espectacular aumento del 145 % de los aranceles sobre las importaciones chinas. 1
Esta decisión supone mucho más que un simple endurecimiento económico. Se inscribe en un amplio retorno al proteccionismo, que se extiende a Canadá y México, y va acompañado de una ofensiva de seguridad sin precedentes.
Las fronteras estadounidenses ya no son solo líneas que hay que defender, sino frentes activos: despliegue de fuerzas de seguridad, militarización de los puntos de paso, persecución de los flujos migratorios y del tráfico ilícito. En segundo plano, la inteligencia artificial se convierte en una herramienta estratégica. Empresas como Palantir, en colaboración con la agencia Immigration and Customs Enforcement (ICE), ponen su tecnología al servicio de esta nueva doctrina de control, que combina la vigilancia algorítmica y la automatización de la selección humana. 2
El territorio se cierra, y todo un sistema técnico y político se activa para bloquear el acceso.
La respuesta de Pekín no se hace esperar.
La rivalidad entre China y Estados Unidos ya no es solo comercial o diplomática: se está convirtiendo en militar, distribuida y tecnológica.
Jean-Michel Valantin
En respuesta a las sanciones estadounidenses, China golpea fuerte: un recargo del 125 % sobre los productos estadounidenses, pero sobre todo un golpe estratégico importante: el bloqueo de las exportaciones de tierras raras a Estados Unidos. Ahora bien, estos recursos, discretos pero decisivos, son el combustible silencioso de la innovación digital y la inteligencia artificial.
Sin ellos, no hay semiconductores avanzados, ni baterías de alto rendimiento, ni IA de vanguardia.
Esta medida pone en peligro el corazón mismo del ecosistema tecnológico estadounidense, cuya supremacía científica, militar y económica se basa ahora en gran medida en el dominio de estas tecnologías. 3 Más aún, la inteligencia artificial ya no es solo una herramienta: se ha convertido en un vector de influencia mundial, un arma blanda de expansión estratégica.
En Washington, los gigantes digitales se sientan ahora muy cerca del poder ejecutivo, lo que revela hasta qué punto los intereses industriales y geopolíticos de la IA están ahora estrechamente entrelazados. 4
El giro militar de la inteligencia artificial representa un cambio estratégico importante en la doctrina estadounidense.
No solo redefine profundamente las capacidades operativas del ejército, sino que lo inscribe de manera frontal en una nueva carrera armamentística con China. Ya no se trata de una simple competencia tecnológica, sino de un enfrentamiento sistémico en el que los algoritmos se convierten en armas y las líneas de código se escriben con lógica bélica.
En este contexto, las fronteras entre el sector público de la defensa y las empresas de IA o espaciales se difuminan.
Se multiplican las asociaciones, se refuerzan las interdependencias y convergen los intereses.
A esto se suma un contexto cada vez más peligroso: en varios teatros de operaciones en todo el mundo, las fuerzas estadounidenses se enfrentan, directa o indirectamente, a adversarios apoyados, a menudo de forma discreta pero eficaz, por Pekín. La rivalidad entre China y Estados Unidos ya no es solo comercial o diplomática: se está convirtiendo en militar, distribuida y tecnológica.
El auge del neomercantilismo estadounidense 3.0
La administración de Trump afirma así su singularidad al orquestar una movilización simultánea —pero sobre todo integrada— de las palancas comerciales, de seguridad y militares.
Lo que distingue esta postura no es tanto el uso de estos instrumentos, ya probados en el pasado, como su fusión estratégica en una arquitectura coherente: una Gran Estrategia en el sentido pleno de la palabra.
Como bien ha demostrado Klaus Dodds en estas páginas, lo político, lo económico, lo militar, lo tecnológico e incluso lo cultural ya no son esferas separadas, sino vectores interdependientes de una misma ambición: asegurar el acceso a los recursos críticos y a los mercados clave, en un mundo estructurado por la rivalidad con China.
Esta interconexión se plasma especialmente en la industria de la inteligencia artificial, que se ha convertido a la vez en un reto de poder, una herramienta diplomática y el brazo armado del soft power. También se manifiesta en la transformación de las relaciones entre los actores privados y el Estado federal: de simples proveedores, algunas empresas tecnológicas se están convirtiendo en extensiones cuasi soberanas del poder público.
Verdaderas empresas privadas al servicio del Estado, 5 una especie de nuevas Compañías de las Indias, operan ahora en el ámbito soberano, difuminando las fronteras entre la iniciativa privada y el imperativo nacional.
En otras palabras, la promoción y la protección de la globalización centrada en Estados Unidos está dando paso a una gran estrategia que calificamos aquí de neomercantilismo. 6
China, adversario y competidor estratégico de la administración de Trump
El recurso al concepto de mercantilismo se impone aquí de forma natural, ya que la coacción —comercial, política, estratégica— se moviliza de forma explícita y sistemática en las estrategias de acceso a los mercados y a los recursos. Este neomercantilismo estadounidense, profundamente teñido de proteccionismo, se basa en una lógica de poder asumido, en la que la presión económica se convierte en una herramienta central de la política exterior. Y en todas partes, China se impone como el horizonte estructurante de esta doctrina: su presencia es constante en los discursos, las justificaciones y los mecanismos de formalización de esta estrategia económica militarizada.
Recíprocamente, tras una fase de escalada entre abril y mayo de 2025, las dos potencias se embarcan en una serie de negociaciones que desembocan en un primer compromiso: los aranceles estadounidenses se reducirán temporalmente del 145 % al 30 %, mientras que los chinos pasarán del 125 % al 10 %.
En Moscú, el 9 de mayo, el mensaje es claro: China y Rusia se presentan ahora como una co-potencia.
Jean-Michel Valantin
Pero esta distensión arancelaria no debe ocultar la realidad más profunda: la tensión geopolítica no disminuye.
Se prolonga, se transforma, se desplaza.
Cada vez más, se materializa en enfrentamientos indirectos, híbridos, ocultos en los márgenes de los conflictos regionales, donde los dos gigantes se enfrentan a través de actores interpuestos. El enfrentamiento entre China y Estados Unidos, aunque de baja intensidad, tiende así a convertirse en una forma de guerra prolongada, implacable, difusa y estructural.
El 9 de mayo de 2025, con motivo del desfile militar que celebra el 80.º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, se envía una poderosa señal geopolítica desde Moscú. Junto a Vladimir Putin, Xi Jinping ocupa el primer lugar, rodeado de una veintena de jefes de Estado, de gobierno y altos representantes internacionales. En la Plaza Roja, las imágenes hablan por sí solas: unidades chinas y rusas desfilan juntas, sistemas de armas rusos exhiben con orgullo componentes chinos. No se trata de un simple ejercicio de protocolo militar, sino de una demostración de fuerza simbólica, una coreografía de la alianza. El mensaje es claro: China y Rusia se presentan ahora como una co-potencia, unidas por una asociación estratégica cada vez más estrecha.
En este contexto, la carta abierta de Xi Jinping, publicada el 7 de mayo, cobra todo su sentido. Al expresar el agradecimiento de Pekín por el apoyo de Moscú a su política de «unidad territorial», el presidente chino hace una alusión apenas velada a la reintegración de Taiwán en el seno de la República Popular China.
Pero detrás de los gestos diplomáticos y los símbolos militares se perfila otra realidad: la de una escalada potencial, real, palpable, que ya está en marcha. La escalada hacia los extremos ya no es una hipótesis teórica, sino que se insinúa en las dinámicas de las alianzas, en los conflictos periféricos y en la reconfiguración de los equilibrios mundiales.
En este clima tenso, en el que se cristalizan las líneas divisorias, se inscribe este nuevo artículo de nuestra serie dedicada a la guerra que se avecina entre Estados Unidos y China.
En primer lugar, analizaremos en qué medida la guerra comercial desencadenada por Washington constituye el acto fundacional de un neomercantilismo asumido.
A continuación, veremos cómo la industria estadounidense de la inteligencia artificial se está convirtiendo en uno de sus pilares fundamentales.
Por último, estudiaremos cómo este neomercantilismo busca extenderse a Groenlandia y Ucrania, dos territorios ricos en recursos estratégicos, en el centro de la competencia tecnológica mundial con China.
Más allá del enfrentamiento arancelario, la administración estadounidense se embarca aquí en algo mucho más que una simple lucha comercial: reactiva el papel de la frontera como herramienta central de soberanía.
Jean-Michel Valantin
La guerra comercial y la estrategia de bloqueo territorial: formas del neomercantilismo estadounidense
Make Mercantilism Great Again: hacer política con las fronteras
Desde el 4 de abril de 2025, la guerra comercial abierta entre Washington y Pekín pone de manifiesto una profunda reconfiguración del orden mundial.
Esta ruptura brutal con los principios del libre comercio, pilares de la globalización desde la década de 1980, 7 marca el regreso con fuerza de las prácticas neomercantilistas.
La administración de Trump encarna este giro al concentrar un conjunto de medidas destinadas a garantizar el acceso de las empresas y el Estado estadounidenses a los recursos y mercados considerados estratégicos. Estos objetivos ya no se persiguen mediante la negociación multilateral, sino por medios coercitivos, asumidos y reivindicados. La doctrina «Make America Great Again» toma aquí una forma concreta: una política ofensiva, en la que la economía se instrumentaliza al servicio del poder.
En el mismo sentido, la Casa Blanca reafirma la centralidad de las fronteras, no como simples líneas geográficas, sino como espacios que hay que defender y cerrar. El proteccionismo económico y la seguridad territorial son las dos caras de una misma estrategia: reafirmar el poder estadounidense en sus fundamentos nacionales, materiales y simbólicos.
Poniendo esto en perspectiva histórica, la articulación entre poder político, intereses económicos y proyección de fuerza se inscribe en una larga tradición: la del mercantilismo.
Desde el siglo XVI hasta el XVIII, este modo de organización estratégica dominó las relaciones internacionales, especialmente en el seno de las rivalidades entre las potencias europeas en busca de recursos, rutas marítimas y mercados en los continentes americano y asiático. 8
Lejos de ser una anomalía, el neomercantilismo contemporáneo reactiva, por tanto, lógicas antiguas en un contexto tecnológico y geopolítico profundamente transformado.
El mercantilismo histórico vio nacer un actor híbrido, emblemático de esta imbricación entre intereses privados y poder público: las grandes compañías comerciales. Entre ellas, la Compañía Británica de las Indias Orientales era oficialmente una empresa privada. 9 Sin embargo, llevaba a cabo operaciones militares, practicaba la guerra de corso, se encargaba del comercio de materias primas estratégicas e incluso administraba territorios. A caballo entre el mercado y el Imperio, actuaba como una prolongación armada de la Corona británica, sin ser una emanación directa de esta. Esta ambivalencia es la base de su eficacia estratégica: aunque aparenta ser una iniciativa mercantil, participa plenamente en la política de dominación global de la monarquía. El mercantilismo no oponía al Estado y a la empresa, sino que los articulaba en una sinergia imperial.
En los Estados Unidos de los años veinte, la fusión neomercantilista de lo político, lo económico, lo comercial y lo militar adquiere una forma singular bajo la administración de Trump: pasa por la reafirmación brutal de las fronteras como principio estructurante de la acción pública.
Este recentramiento territorial del interés nacional se basa en una estrecha articulación entre la diplomacia, la coacción securitaria y el uso estratégico de la fuerza. Las fronteras ya no son solo líneas de defensa: se convierten en instrumentos activos de proyección de poder. A cambio, varios sectores clave de la economía estadounidense —industrias tradicionales como la energía, pero también sectores emergentes como el digital y la inteligencia artificial— se movilizan plenamente para apoyar esta redefinición ofensiva del interés nacional. La economía no se resiste a esta lógica: se alinea con ella, se adapta a ella y, a veces, incluso la precede. 10
El mercantilismo no oponía al Estado y a la empresa, sino que los articulaba en una sinergia imperial.
Jean-Michel Valantin
El 3 de abril de 2025, Donald Trump anuncia la instauración de barreras arancelarias masivas: un recargo del 145 % grava ahora las importaciones procedentes de China. Al día siguiente, Pekín contraataca con aranceles del 125 % sobre una amplia gama de productos estadounidenses, en particular agrícolas.
Más allá del enfrentamiento arancelario, la administración estadounidense se embarca aquí en algo mucho más que una simple lucha comercial: reactiva el papel de la frontera como herramienta central de soberanía, devolviendo al poder del Estado una intensidad de acción sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra comercial es, por tanto, también una guerra de formas de globalización: cuestiona frontalmente los principios del libre comercio, así como el conjunto de acuerdos internacionales que han estructurado el orden económico mundial desde la década de 1990.
El repliegue proteccionista no es coyuntural, sino doctrinal, estratégico y asumido.
Donald Trump, el anti-Bill Clinton
El ejemplo más espectacular de esta ofensiva proteccionista sigue siendo la imposición de aranceles a las importaciones procedentes de Canadá y México.
A partir de febrero de 2025, Washington golpea a sus dos principales socios fronterizos con importantes subidas de aranceles.
Tras varias rondas de negociaciones, el 50 % de los productos mexicanos y el 38 % de los canadienses estarán sujetos a aranceles punitivos. A estas medidas se suman aranceles específicos sobre sectores estratégicos como el acero y la energía, pilares de la economía norteamericana.
Y ello a pesar de que Canadá, México y Brasil son los tres principales proveedores de acero y piezas de recambio de la industria automovilística estadounidense.
Por lo tanto, esta política arancelaria no es un simple reajuste económico, sino que supone un desafío directo a varios tratados fundacionales de la globalización, entre los que destaca el TLCAN. Firmado en 1994, bajo la presidencia de Bill Clinton 11 —el primer presidente que encarnó plenamente la visión globalizadora del poder estadounidense—, este acuerdo de libre comercio simbolizaba la integración económica continental.
El giro neomercantilista de la administración de Trump también se afirma mediante una estrategia de fusión de frentes: los aranceles , la militarización de las fronteras y la lucha contra el narcotráfico ya no se tratan como cuestiones separadas, sino que se integran en una misma lógica de seguridad territorial y económica. A partir de febrero de 2025, Washington insta al gobierno canadiense a reforzar el control de sus fronteras.
Detrás de esta exigencia se esconde una justificación de seguridad: apoyar el esfuerzo estadounidense contra el tráfico de fentanilo, 12 una lacra sanitaria que se ha convertido en un tema geopolítico por derecho propio. Esta droga sintética, en el centro de una red de suministro transnacional, cristaliza las tensiones entre Estados Unidos, China —principal proveedor de los precursores químicos—, México —plataforma de transformación y transporte— y Canadá —punto de entrada secundario pero estratégico—. Así, la frontera norteamericana se convierte, a su vez, en escenario de esta nueva doctrina de poder en la que se entrelazan el comercio, la seguridad y la coacción.
Más allá del enfrentamiento arancelario, la administración estadounidense se embarca aquí en algo mucho más que una simple lucha comercial: reactiva el papel de la frontera como herramienta central de soberanía.
Jean-Michel Valantin
Geopolítica del fentanilo
En el centro de la crisis de opiáceos que asola Estados Unidos desde principios de la década de 2000, el fentanilo se impone como la sustancia más mortífera.
Se trata de un opiáceo sintético extremadamente potente que puede provocar una sobredosis mortal a partir de tan solo 2 miligramos. Desde el año 2000, más de un millón de estadounidenses han perdido la vida por el consumo de opiáceos, en gran parte relacionados con el fentanilo.
Esta droga circula según dos grandes modalidades.
O bien se produce directamente en China y se envía a México o Canadá antes de ser introducida clandestinamente en Estados Unidos por redes de narcotraficantes.
O bien se fabrica localmente por los cárteles mexicanos —y, de forma más marginal, por algunos grupos criminales canadienses— a partir de precursores químicos importados de China, a través de los circuitos mafiosos chinos. 13
Consciente de la magnitud del problema, el presidente Joe Biden inició en 2023 una cooperación trilateral con China y México, y obtuvo un acuerdo de principio de sus respectivos presidentes para reforzar la coordinación en la lucha contra la producción y el tráfico de fentanilo. Pero este intento de cooperación tiene dificultades para frenar dinámicas transnacionales arraigadas, en las que se entrecruzan lógicas criminales, industriales y geopolíticas.
Desde la toma de posesión de Donald Trump en 2025, la lucha contra la producción y el tráfico de fentanilo se presenta como uno de los pilares de la nueva doctrina de seguridad estadounidense.
Esta crisis sanitaria justifica no solo la instauración de barreras aduaneras con México, Canadá y China, sino también el endurecimiento espectacular del control físico de las fronteras. El narcotraficante se convierte así en una figura central en el relato de la amenaza, al mismo nivel que el competidor estratégico o el terrorista.
En marzo de 2025, Tulsi Gabbard, recién nombrada directora federal de inteligencia y encargada de coordinar todas las agencias de inteligencia estadounidenses, oficializó esta orientación: el fentanilo figura ahora entre las amenazas prioritarias en el informe anual sobre seguridad nacional de Estados Unidos.
Esta clasificación marca un punto de inflexión: la crisis de los opiáceos ya no es solo un problema de salud pública, sino que se convierte en un factor determinante de la política exterior, comercial y de defensa. 14
El anuncio de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional se produce en un contexto de intenso debate dentro de la comunidad de seguridad nacional estadounidense.
En el centro del debate se encuentra la cuestión de si las organizaciones criminales transnacionales implicadas en el tráfico de fentanilo —en su mayoría procedentes de América Latina— y la propia sustancia deben ser designadas oficialmente como armas de destrucción masiva por el Departamento de Defensa. 15
Tal cambio conceptual tendría importantes implicaciones políticas y militares.
Al clasificar el fentanilo como arma de destrucción masiva, Estados Unidos abriría la vía a una mayor movilización, incluso excepcional, de sus instrumentos de poder: agencias de inteligencia, fuerzas especiales, ejército regular. El narcotráfico ya no se trataría como un problema de seguridad interior, sino como una amenaza estratégica a nivel estatal.
Este cambio de estatus transformaría profundamente la doctrina de intervención estadounidense, difuminando aún más las fronteras entre la guerra, la policía y la política exterior.
La crisis de los opiáceos ya no es solo un problema de salud pública, sino que se convierte en un factor determinante de la política exterior, comercial y de defensa.
Jean-Michel Valantin
Así, durante los inicios de la «guerra contra el terrorismo», que se extendió desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 hasta la evacuación de Afganistán en 2021, la comunidad de seguridad nacional estadounidense acusó a Irán, Irak y Corea del Norte de dedicarse a la proliferación de armas de destrucción masiva.
Ante este «eje del mal», la comunidad de seguridad nacional y de defensa estadounidense se movilizó enérgicamente para contrarrestar esta amenaza. El resultado fue, entre otras cosas, la invasión de Irak, así como la «guerra secreta» llevada a cabo mediante ciberataques y operaciones especiales contra el programa nuclear iraní. 16
Por lo tanto, definir o no el fentanilo como «arma de destrucción masiva» parece ser un debate cuyas conclusiones, sean cuales sean, tendrán una importancia potencialmente estratégica.
Esto podría desencadenar una lógica de compromiso militar y de seguridad similar a la que ha estructurado dos décadas de intervencionismo estadounidense. Por lo tanto, el debate no es meramente semántico: es estratégico y posiblemente determinante para la futura arquitectura del poder estadounidense.
Siguiendo esta misma lógica, se han movilizado las fuerzas aduaneras, el Departamento de Seguridad Nacional, el FBI y la CIA para reforzar el control de la frontera sur. A cambio, México y Canadá están destinando recursos considerables: varios cientos de millones de dólares y, por parte de México, más de 10.000 soldados desplegados contra los narcotraficantes, en coordinación con las agencias estadounidenses. Este compromiso también sirve de argumento en las negociaciones para reducir los aranceles aduaneros. Entre febrero y abril de 2025, México anuncia la detención de más de 6.000 personas relacionadas con el narcotráfico.
Para la administración de Trump, las fronteras estadounidenses no son solo instrumentos de política comercial y de seguridad, sino que también son fundamentales para el control de los flujos migratorios.
Estos últimos, en particular los pasos clandestinos, están en gran parte orquestados por las mismas redes mafiosas que las del narcotráfico, ya que representan una fuente de ingresos enorme. La crisis migratoria, por su parte, se ha agravado desde finales de la década de 2010. Ya en 2017, durante su primer mandato, Donald Trump prometió construir un muro en la frontera con México, una promesa que reafirmó en el centro de su segundo mandato.
La crisis migratoria en la frontera sur alcanza una magnitud sin precedentes: entre 2021 y 2024, cerca de 7,2 millones de personas intentaron cruzar ilegalmente la frontera estadounidense, una cifra que no tiene en cuenta las entradas no detectadas. 17 La mayoría de estos migrantes proceden de América Central, en particular de Honduras, Nicaragua y El Salvador, empujados por la miseria, los efectos del cambio climático y el deterioro de las condiciones de vida en megaciudades que se han vuelto inhabitables. 18
Definir el fentanilo como «arma de destrucción masiva» podría desencadenar una lógica de compromiso militar y de seguridad similar a la que ha estructurado dos décadas de intervencionismo estadounidense.
Jean-Michel Valantin
La militarización de la IA y la interpenetración «público-privada» del Estado y Silicon Valley
La IA en las fronteras
Ante la magnitud de esta crisis, la administración está restableciendo en gran medida los controles fronterizos, al tiempo que apoya la firma de una asociación entre la agencia de control de fronteras y Palantir, el gigante del análisis de datos sociales, a veces apodado el «Google de los espías». 19
La capacidad de Palantir para cruzar y procesar mediante inteligencia artificial los flujos de información procedentes de todos los sensores y de la observación y vigilancia por satélite debería permitir mejorar la calidad de la vigilancia fronteriza, al tiempo que se convierte en parte integrante del «muro digital» que las autoridades estadounidenses están construyendo. 20
Sin embargo, Palantir y sus dirigentes están profundamente implicados en la actual dinámica de militarización de la inteligencia artificial.
Esta dinámica forma parte de una profunda evolución de la industria militar y de la carrera armamentística.
Este proceso se está desarrollando gracias a la integración de las capacidades de inteligencia artificial en los sistemas de armas y, a la inversa, al desarrollo de arquitecturas de IA que procesan los flujos de datos generados por los servicios armados estadounidenses y por los teatros de operaciones. 21
Militarización de la IA y estrategia neomercantilista
Las fuerzas armadas estadounidenses se ven ahora reforzadas y «aumentadas» por capacidades de inteligencia artificial cada vez más autónomas, rápidas e interconectadas.
Los diferentes niveles de mando acceden más rápidamente a opciones tácticas y estratégicas basadas en un análisis en tiempo real de las situaciones operativas. 22
Esta militarización de la IA se ve respaldada por un aumento continuo del presupuesto de defensa: de 770.000 millones de dólares en 2023, pasa a 840.000 millones en 2024 y a 850.000 millones en 2025.
El objetivo es claro: acelerar la integración de las tecnologías de innovación y la inteligencia artificial en el corazón del aparato militar.
Según el presidente Trump y el secretario de Defensa Pete Hegseth, el presupuesto militar estadounidense debería alcanzar la cifra histórica de 1 billón de dólares en 2026. 23 Sin embargo, este aumento masivo tiene como objetivo principal integrar las innovaciones tecnológicas, en particular en el ámbito de la inteligencia artificial. Se basa en estrechas colaboraciones con empresas de Silicon Valley, entre las que se encuentran Palantir, Anduril (especialista en drones de combate), SpaceX, Starlink o Scale AI. 24
Esta dinámica alimenta directamente el surgimiento del neomercantilismo estadounidense.
Los presupuestos militares y los proyectos asociados refuerzan la integración de Silicon Valley en la esfera de la defensa, tanto a nivel industrial como estratégico. El resultado es una progresiva desaparición de las fronteras entre el Pentágono y las grandes empresas privadas de tecnología e inteligencia artificial. Entre 2022 y 2025, estos actores desempeñaron un papel crucial en la resiliencia del Estado y las fuerzas armadas ucranianas. Las constelaciones de satélites de Starlink y las antenas suministradas por la empresa de Elon Musk permitieron mantener las comunicaciones por internet en Ucrania, garantizando la continuidad de los servicios estatales y militares. 25
Este servicio estratégico, prestado por Starlink, está financiado con 400 millones de dólares al año desde septiembre de 2022. Sin embargo, Elon Musk interrumpió brevemente el acceso a internet del ejército ucraniano durante una ofensiva, lo que suscitó dudas sobre los usos militares de su red. Este incidente coincidió con las negociaciones en curso entre SpaceX y el Pentágono. 26 Hoy en día, Starlink, al igual que Palantir, Amazon, Anduril y otros, se impone como un actor privado de la influencia estadounidense, estrechamente integrado en las funciones de defensa, seguridad y proyección estratégica del Estado federal. 27
A su vez, el ejecutivo estadounidense apoya activamente el auge de estas empresas, a las que moviliza en el territorio, en las fronteras y en el extranjero. La militarización de la IA se convierte así en un componente central del neomercantilismo estadounidense, en el marco del enfrentamiento estratégico global con la República Popular China.
De Ucrania a Groenlandia, ha comenzado la guerra híbrida entre Estados Unidos y China
Los métodos y las dimensiones de la estrategia neomercantilista se cristalizan en la atención estratégica que el ejecutivo estadounidense presta a los recursos minerales de Groenlandia y Ucrania.
Estas tierras parecen haberse convertido en fundamentales para alimentar la industria nacional de la inteligencia artificial, pero también para contrarrestar el cuasi monopolio chino sobre su extracción.
Desde la reelección de Donald Trump en noviembre de 2024, las propuestas estadounidenses para anexionar Groenlandia son una constante.
Groenlandia, tierra de conquista
Esta orientación política se puso de manifiesto el 28 de marzo de 2025, durante la visita del vicepresidente J. D. Vance y su esposa a la base de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Groenlandia.
En esa ocasión, declaró que la situación del territorio estaba evolucionando ante las ambiciones chinas, los cambios medioambientales y la «incapacidad de Dinamarca» para garantizar su seguridad. Precisó que pensaba que «no sería necesario recurrir a la fuerza militar», aunque se expresaba desde una base instalada en el lugar desde 1942. 28 El 2 de mayo, Donald Trump afirma en la NBC que «no descarta recurrir a la fuerza» para «recuperar» Groenlandia. 29
Groenlandia, situada a la salida del paso del Noroeste y clave para la seguridad del Atlántico Norte, también posee importantes yacimientos de tierras raras. 30 Esta riqueza la convierte en un objetivo estratégico fundamental para Washington, sobre todo desde el embargo chino a la exportación de tierras raras a Estados Unidos, impuesto en 2024 y reforzado tras la imposición de barreras arancelarias por parte de la administración de Trump en abril de 2025. 31
El método empleado por el ejecutivo estadounidense en Groenlandia ilustra perfectamente la interrelación entre las dimensiones de seguridad, comercial y militar.
Al designar el acceso al territorio como una prioridad, denunciar la impotencia europea y recordar su capacidad para recurrir a la fuerza, Washington articula diplomacia, presión estratégica y voluntad de apropiación.
Este enfoque revela hasta qué punto el desarrollo y la militarización de la inteligencia artificial están vinculados al control de los recursos, en un contexto en el que la política, la industria y el poder militar ya no pueden disociarse.
El método empleado por el ejecutivo estadounidense en Groenlandia ilustra a la perfección la interrelación entre las dimensiones de seguridad, comercial y militar.
Jean-Michel Valantin
El carácter neomercantilista de la nueva gran estrategia estadounidense también se manifiesta en el acuerdo impuesto a Ucrania, destinado a garantizar el acceso de Estados Unidos a los yacimientos minerales, en particular de tierras raras, al igual que en Groenlandia. El 28 de febrero de 2025, durante la visita de Volodimir Zelenski a la Casa Blanca, este aspecto se expresó con una brutalidad poco habitual. Ante la negativa del presidente ucraniano a firmar un acuerdo que incluía el uranio, el litio y las tierras raras, Donald Trump y J. D. Vance ejercieron presión política y mediática pública.
Su postura es clara: la ayuda estadounidense, estimada en 500.000 millones de dólares desde 2022, debería «reembolsarse» con un acceso privilegiado a los recursos del subsuelo ucraniano.
Tras la negativa inicial del presidente Zelenski, Estados Unidos suspende brutalmente su apoyo: se interrumpen las entregas de munición, armamento e inteligencia, en particular electrónica y espacial. Sin embargo, la reanudación de las negociaciones conlleva el restablecimiento gradual de la ayuda.
Las negociaciones entre Washington y Kiev concluyen el 30 de abril de 2025, coincidiendo con los primeros 100 días del segundo mandato de Donald Trump. El acuerdo prevé la creación de un fondo de inversión bilateral destinado a la reconstrucción de Ucrania. Este fondo se financiará en parte con los ingresos procedentes de la explotación conjunta de los yacimientos ucranianos de minerales —uranio, litio, tierras raras— y de petróleo y gas. A cambio, Ucrania queda exenta del reembolso de la ayuda civil y militar proporcionada por Estados Unidos desde 2022. 32
Al igual que con Groenlandia, la administración de Trump muestra un interés activo, incluso agresivo, por los recursos minerales de Ucrania, en particular el litio y las tierras raras. Estos materiales son esenciales para las tecnologías digitales, la inteligencia artificial, los sistemas de armas, las aplicaciones espaciales y las nuevas generaciones de baterías. El acceso al subsuelo ucraniano permitiría a Estados Unidos diversificar sus fuentes de suministro y reducir su dependencia de China.
Al igual que con Groenlandia, la administración de Trump muestra un interés activo, incluso agresivo, por los recursos minerales de Ucrania, en particular el litio y las tierras raras.
Jean-Michel Valantin
Sin embargo, la aplicación de este acuerdo depende de una condición fundamental: el establecimiento de una paz duradera y la rehabilitación de las redes de transporte y energía. Esta exigencia es aún más crucial si se tiene en cuenta que la apertura de una mina requiere un plazo de entre 12 y 18 años. 33 A ello se añade una restricción geoestratégica: dos de los cuatro yacimientos de litio identificados se encuentran en el este de Ucrania, en zonas actualmente ocupadas por las fuerzas rusas, al igual que muchos otros yacimientos mineros. El comunicado de la Casa Blanca concluye sin ambigüedades: «Ningún Estado ni persona que haya financiado o suministrado la maquinaria bélica rusa podrá beneficiarse de la reconstrucción de Ucrania». 34
Desde 2022, China presta un apoyo multidimensional a Rusia. Durante la cumbre que marcó el décimo aniversario de la «Nueva Ruta de la Seda», celebrada en Pekín del 16 al 18 de octubre de 2023, se firmaron importantes acuerdos comerciales entre ambos países, entre ellos, por primera vez, un acuerdo para la importación de productos agrícolas rusos.
Las medidas adoptadas por Pekín permiten a Moscú compensar parcialmente los efectos de las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos. La puesta en servicio del gasoducto Power of Siberia, que transporta gas natural ruso a China, va acompañada de negociaciones para la construcción de un segundo. Estos acuerdos preparan la firma, en Moscú, de una «asociación estratégica sin límites» entre ambos países, en gestación desde 2022. Esta asociación abarca el comercio, la energía, la electromecánica —incluida la robótica y la inteligencia artificial—, los recursos, la industria, las infraestructuras y la cooperación militar. Esta alianza refuerza la economía rusa y apoya su esfuerzo bélico. La prohibición estadounidense que afecta a cualquier actor que haya apoyado la maquinaria bélica rusa en la reconstrucción de Ucrania apunta, por tanto, de forma implícita, a China.
Las barreras arancelarias impuestas por la administración de Trump señalan claramente a China como un rival estratégico de primer orden, un competidor directo en la lógica neomercantilista que estructura ahora la política estadounidense.
Para contener la escalada, Washington y Pekín iniciaron negociaciones que culminaron en Ginebra el lunes 12 de mayo con una reducción provisional de los aranceles: del 145 % al 30 % por parte estadounidense, y del 125 % al 10 % por parte china, durante un periodo de 90 días.
El reto inmediato es ahora gestionar el periodo posterior, el fin de esta tregua arancelaria temporal, en un momento en que la rivalidad entre las dos potencias se extiende a otros ámbitos.
Esta confrontación comercial y política se extiende ahora al ámbito militar, a través de la implicación indirecta de sus fuerzas armadas en varios conflictos en curso.
Este será el tema del tercer artículo de esta serie.
Notas al pie
- Maggie Bannerman, Eric Shmitt y Hamed Aleaziz, «Trump directive calls for turning border strip into “military installation”», The New York Times, 11 de abril de 2025.
- Alayna Alvarez, «Palantir’s partnership with ICE deepens», Axios, 1 de mayo de 2025.
- Jean-Michel Valantin, Hyperguerre. Comment l’IA révolutionne la Guerre, París, Éditions Nouveau Monde, 2024.
- Jean-Michel Valantin, «Trump Geopolitics – Trump as the AI Power President», The Red Team Analysis Society, 20 de enero de 2025.
- Arnaud Orain, Le Monde confisqué. Essai sur le capitalisme de la finitude, París, Flammarion, 2025.
- Jean-Michel Valantin, «Militarizing the Warming Arctic – The Road to Neo-Mercantilism(s)», The Red Team Analysis Society, 12 de noviembre de 2018.
- Jean-Michel Valantin, «Trump Geopolitics (2) – The US vs China geoeconomic War», The Red Team Analysis Society, 5 de mayo de 2025; y Benjamin Bürbaumer, Chine/États-Unis, le capitalisme contre la mondialisation, París, La Découverte, 2024.
- François Crouzet, La Guerre économique franco-anglaise au XVIII° siècle, París, Fayard, 2008.
- Willliam Dalrymple, The Anarchy. The relentless rise of the East Indian company, Londres, Bloosmbury, 2019.
- Alexander Karp y Nicholas W. Zamiska, The Technological Republic, hard power, soft belief and the future of the West, Londres, Penguin, 2025. Ver aquí una reseña en francés publicada en la revista.
- Andrew Chatzky, James McBride y Mohamed Aly Sergie, «NAFTA and USMCA: Weighing the impact of the North american trade», Council on Foreign Relations, 1 de julio de 2020.
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