Mario Draghi: «Construir a la escala superior», el discurso de Roma en su totalidad
En un discurso esperado en el Senado de la República Italiana, el exbanquero central ha propuesto hoy una profunda actualización de su informe —proponiendo un método y un rumbo para definir la transición geopolítica de Europa—.
«Los ciudadanos nos dicen que están hartos de esperar».
Lo traducimos por primera vez al español.
- Autor
- El Grand Continent •
- Portada
- © JEANNE ACCORSINI/SIPA

Hoy, 18 de marzo, el expresidente del Consejo italiano, Mario Draghi, ha dado una audición en el Senado sobre la actualidad de su informe a la luz del nuevo contexto geopolítico de la Unión.
A dos días de un Consejo Europeo clave y cuando Donald Trump y Vladimir Putin han acordado un acercamiento histórico al abrir las negociaciones sobre el fin de la guerra de Ucrania, Mario Draghi ha vuelto a las prioridades que había identificado en septiembre.
Reducir las facturas de energía.
Flexibilizar la normativa.
Rearmar el continente.
Sobre estos tres temas, es categórico: «los ciudadanos nos dicen que están hartos de esperar».
Según el exbanquero central, para reforzar la defensa europea, son necesarias tres medidas clave: «definir una cadena de mando de escala superior», para coordinar ejércitos heterogéneos en un verdadero sistema de defensa continental. Concentrar los 110.000 millones de euros de gasto europeo en defensa en unas pocas plataformas comunes en lugar de en programas nacionales dispersos. Desarrollar una estrategia tecnológica unificada a escala europea, que abarque ámbitos como la nube y la ciberseguridad.
Para implementar este ambicioso programa, el método es explícito: hay que pasar a la escala superior. «El Estado tendrá que intervenir. El recurso a la deuda común es el único camino posible. Para implementar muchas de las propuestas del informe, Europa tendrá que actuar como un solo Estado».
Señor Presidente,
Señorías,
Es un gran placer tener la oportunidad de profundizar con ustedes en el contenido del Informe sobre el futuro de la competitividad europea.
Agradezco a los presidentes la invitación.
Les agradezco a todos su interés y sus contribuciones, que estoy seguro enriquecerán un debate que considero decisivo para el futuro de los ciudadanos italianos y europeos.
De hecho, es la primera vez que vuelvo al Parlamento tras el final de mi mandato como Presidente del Consejo.
Lo hago con cierta emoción y un gran agradecimiento por lo que esta institución ha logrado durante años muy difíciles para nuestro país —y por lo que sigue haciendo—.
Cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, me pidió que redactara un informe sobre competitividad, los retrasos acumulados por la Unión ya parecían preocupantes.
Durante décadas, la Unión Europea ha garantizado a sus ciudadanos paz, prosperidad, solidaridad y, junto con el aliado estadounidense, seguridad, soberanía e independencia. Estos son los valores fundacionales de nuestra sociedad europea.
Hoy, estos valores se cuestionan. Nuestro bienestar, ya amenazado por un bajo crecimiento durante muchos años, se basaba en un orden de relaciones internacionales y comerciales que ahora se ve trastocado por las políticas proteccionistas de nuestro principal socio. Los aranceles, tarifas y otras políticas comerciales que se han anunciado tendrán un fuerte impacto en las empresas italianas y europeas.
Nuestra seguridad se ha visto debilitada por el cambio de política exterior de nuestro principal aliado frente a Rusia, que, con la invasión de Ucrania, ha demostrado ser una amenaza real para la Unión Europea.
Europa se encuentra ahora más sola en los foros internacionales, como ocurrió recientemente en las Naciones Unidas, y se pregunta quién defenderá sus fronteras en caso de agresión exterior —y con qué medios—.
De todos modos, Europa debería haber luchado contra el estancamiento de su economía y haber asumido más responsabilidades para su propia defensa, ante una retirada estadounidense anunciada desde hace mucho tiempo. Pero las orientaciones de la nueva administración han reducido drásticamente el tiempo del que disponemos.
Esperemos que nos empujen con la misma energía a enfrentarnos a las complejidades políticas e institucionales que hasta ahora han frenado nuestra acción.
La cifra que mejor resume la persistente debilidad de la economía de nuestro continente es la cantidad de ahorro que sale cada año de la Unión Europea:
500.000 millones de euros sólo para 2024, un ahorro al que la economía europea no consigue ofrecer una tasa de rendimiento adecuada.
El informe analiza en profundidad las causas estructurales de esta inadecuación.
Hoy, me gustaría detenerme en tres aspectos que se han vuelto aún más urgentes en los seis meses posteriores a su publicación: el coste de la energía, la regulación y la política de innovación.
***
En Europa, entre septiembre y febrero, el precio mayorista del gas natural aumentó una media de más del 40%, con picos de más del 65%, antes de estabilizarse en un +15% la semana pasada.
Los precios mayoristas de la electricidad también han aumentado en general en los distintos países europeos y siguen siendo entre dos y tres veces más altos que en Estados Unidos.
La situación es aún más marcada en Italia, donde los precios mayoristas de la electricidad en 2024 fueron, de media, un 87% superiores a los de Francia, un 70% superiores a los de España y un 38% superiores a los de Alemania. Los precios mayoristas del gas también fueron, de media, más altos que en otros mercados europeos.
La fiscalidad, una de las más altas de Europa en Italia, también repercute en los precios finales que pagan los consumidores. En el primer semestre de 2024, Italia era el segundo país europeo en cuanto a nivel de impuestos y gravámenes no recuperables para los consumidores no residenciales de electricidad.
Unos costes energéticos tan elevados colocan a las empresas, especialmente a las europeas e italianas, en una situación de desventaja permanente frente a la competencia extranjera. No sólo está en juego la supervivencia de algunos sectores tradicionales, sino también el desarrollo de nuevas tecnologías de alto crecimiento, como los centros de datos, que consumen mucha energía.
Por lo tanto, una verdadera política de reactivación de la competitividad europea debe tener como objetivo principal la reducción de las facturas de energía, tanto para las empresas como para las familias.
A nivel europeo, es necesario ejercer nuestro poder de compra en el mercado del gas natural, aprovechando nuestra posición como mayor consumidor mundial de gas.
Podemos coordinar mejor la demanda de gas entre países, por ejemplo, reponiendo las reservas con flexibilidad para evitar un endurecimiento de la demanda global.
También es necesario exigir una mayor transparencia de los mercados, evitar los riesgos de concentración y reforzar el nivel de supervisión. Gran parte de las transacciones financieras relacionadas con el gas se concentran en unas pocas empresas financieras sin que existan formas de control comparables a las aplicadas a otros intermediarios financieros. En consonancia con las recomendaciones del Informe, la Comisión (con el Clean Industrial Deal o y la creación de la Gas Market Task Force) ha presentado propuestas sustanciales para reforzar la supervisión y las normas de los mercados energéticos y financieros.
Debemos apoyar la acción de la Comisión en este ámbito y es fundamental una rápida aplicación de las medidas. También es necesario garantizar una mayor transparencia en los precios de compra del gas en origen.
Las ventajas de los menores costes de explotación de las energías renovables no serán plenamente visibles para los usuarios finales hasta dentro de varios años. Los ciudadanos nos dicen que están hartos de esperar. La descarbonización en sí misma está en peligro. Los precios mayoristas de la electricidad dependen del mix energético, pero también de cómo se forma el precio.
En Europa, en 2022, el gas representaba sólo el 20% del mix de producción eléctrica, pero aun así fijaba el precio global de la electricidad más del 60% del tiempo. En Italia, este fue el caso durante aproximadamente el 90% de las horas.
Sin duda, es necesario acelerar el desarrollo de energías limpias e invertir masivamente en flexibilidad y redes. Pero también hay que desvincular el precio de la energía producida por las energías renovables y la nuclear del de la energía fósil.
Sin embargo, no podemos esperar sólo a las reformas europeas.
En Italia, decenas de gigavatios de proyectos renovables están a la espera de ser autorizados o contratados. Es esencial simplificar y acelerar los procedimientos de autorización y poner en marcha rápidamente los instrumentos de desarrollo. Esto permitiría una nueva producción a costes inferiores a los del gas, que todavía representa en Italia alrededor del 50% del mix eléctrico (frente a menos del 1 % en España y menos del 10% en Francia).
Podemos, sin esperar a la reforma europea, desvincular la remuneración de las energías renovables de la del gas adoptando más ampliamente los Contratos por Diferencia (CfD) y fomentando y promoviendo los Acuerdos de Compra de Energía (PPA).
***
La normativa elaborada por la Unión en los últimos 25 años ha protegido a los ciudadanos, pero se ha ampliado constantemente, con el crecimiento de nuevos sectores como el digital y el aumento de las normas en otros. Hay 100 leyes centradas en el sector de la alta tecnología y 200 reguladores diferentes en los Estados miembros. No se trata de proponer una desregulación salvaje, sino un poco menos de confusión. Estas normas —demasiadas y demasiado fragmentadas— penalizan la iniciativa individual, especialmente en el sector de los servicios, frenan la innovación y limitan el crecimiento económico.
A menudo, los Estados miembros no adaptan sus normas nacionales a la introducción de nuevas normas europeas y, cuando las directivas prevén una armonización mínima, añaden requisitos nacionales diferentes de un país a otro.
Por último, la defensa del mercado único ante el Tribunal de Justicia de la Unión se ha vuelto cada vez más infrecuente.
Un estudio reciente del FMI ha demostrado cómo el exceso de regulación y, sobre todo, su fragmentación han creado barreras internas en el mercado único equivalentes a un arancel del 45% sobre los bienes manufacturados y del 110% sobre los servicios.
Por lo tanto, no debe sorprendernos que nuestros mejores inventores elijan establecer sus empresas en Estados Unidos y que los ciudadanos europeos sigan su ejemplo con sus ahorros.
En cuanto a la simplificación normativa y administrativa, siguiendo las recomendaciones del informe, la Comisión ha presentado recientemente propuestas para reducir las obligaciones de información sobre sostenibilidad, que ya no afectarán a las empresas de menos de 1000 empleados. Este es sólo un primer paso en la dirección correcta. Los Estados miembros no han tomado ninguna iniciativa significativa de simplificación.
***
El informe examina todo el ciclo de la innovación, desde la investigación hasta la comercialización, y presenta numerosas propuestas para reducir la brecha con Estados Unidos y China, y permitir que las empresas más innovadoras se desarrollen en Europa en lugar de irse a Estados Unidos. Desde la publicación del informe, el retraso europeo se ha acentuado.
Los modelos de inteligencia artificial se han vuelto cada vez más eficaces, con costes de entrenamiento diez veces menores que en el momento de la publicación del informe.
Según los últimos avances, los modelos de inteligencia artificial se acercan cada vez más, o incluso superan, las capacidades de los investigadores con doctorado. Los agentes autónomos están a punto de ser capaces de tomar decisiones operando de forma totalmente autónoma.
En Europa, estamos perdiendo terreno en esta cuestión: 8 de los 10 modelos más grandes de LLM se desarrollan en Estados Unidos y los otros dos en China.
El informe constata que este retraso probablemente sea irrecuperable, pero propone que la industria, los servicios y las infraestructuras desarrollen el uso de la IA en sus sectores. La urgencia es esencial porque los LLM (gran modelo de lenguaje) también se desarrollan de forma vertical.
La falta de financiación se cita a menudo como una de las principales debilidades del ciclo de innovación en Europa. El informe ofrece una lectura diferente.
Un proyecto innovador se vuelve interesante cuando puede crecer más allá de las fronteras nacionales. Sin embargo, esto es difícil en Europa, donde el mercado de servicios está muy fragmentado. Así, el inversor de ultramar no sólo ofrece financiación al proyecto innovador, sino también acceso al mercado estadounidense.
La creación de un verdadero mercado único europeo de servicios para 450 millones de personas es, por tanto, una condición indispensable para el lanzamiento de un ciclo de innovación amplio y dinámico. Un mercado de capitales capaz de orientar el ahorro hacia las empresas emergentes más dinámicas proporcionará la financiación necesaria.
De acuerdo con el informe, la Comisión ha anunciado la propuesta de un 28.º régimen jurídico para las empresas innovadoras, que estarán sujetas en los 27 Estados de la Unión a las mismas normas de derecho de sociedades, quiebra, trabajo y fiscalidad. Este es también un proyecto que merece un apoyo firme.
***
El informe, en su tercer apartado, aborda las principales vulnerabilidades a las que está expuesta la Unión Europea y, entre ellas, la defensa.
Es necesario definir una cadena de mando de mayor escala que pueda coordinar ejércitos heterogéneos por su lengua, sus métodos y su armamento, y que pueda liberarse de las prioridades nacionales operando como un verdadero sistema de defensa continental.
Desde un punto de vista industrial y organizativo, esto significa favorecer las sinergias industriales europeas concentrando los desarrollos en plataformas militares comunes (aviones, barcos, vehículos terrestres, satélites), para permitir la interoperabilidad y reducir la dispersión y las actuales duplicaciones en las producciones de los Estados miembros.
En las últimas semanas, la Comisión Europea ha puesto en marcha un importante plan de inversiones en defensa de Europa.
Incluso cuando se prevén nuevos recursos, sería necesario que el actual mercado público europeo de defensa —unos 110.000 millones de euros en 2023— se concentrara en unas pocas plataformas de vanguardia, en lugar de en una multitud de plataformas nacionales, ninguna de las cuales es realmente competitiva porque están diseñadas principalmente para sus mercados nacionales.
El efecto de esta fragmentación es devastador: a pesar de las inversiones globalmente elevadas, los países europeos acaban comprando una gran parte de sus plataformas militares a Estados Unidos.
Entre 2020 y 2024, Estados Unidos aseguró el 65% de las importaciones de sistemas de defensa de los Estados europeos miembros de la OTAN.
En el mismo periodo, Italia importó aproximadamente el 30% de su equipamiento de defensa de Estados Unidos.
Si Europa decidiera crear su propia defensa y aumentar sus inversiones superando la fragmentación actual, en lugar de recurrir masivamente a las importaciones, sin duda obtendría un mayor beneficio industrial, así como una relación más equilibrada con el aliado atlántico, también en el plano económico.
Esta gran transformación es, de hecho, indispensable, no sólo debido a las complejidades geopolíticas actuales, sino también a la evolución tecnológica extremadamente rápida, que ha trastocado por completo el concepto mismo de defensa y guerra.
Tomemos el ejemplo de los drones: según una estimación de las fuerzas armadas ucranianas, desde el inicio del conflicto, alrededor del 65% de los objetivos alcanzados lo han sido por aeronaves no tripuladas.
Pero no se trata sólo de drones: la inteligencia artificial, los datos, la guerra electrónica, el espacio y los satélites, así como la ciberguerra silenciosa, tienen ahora un papel fundamental dentro y fuera de los campos de batalla.
La defensa actual ya no se reduce a las armas, sino que también es tecnología digital.
Es el propio concepto de defensa el que está evolucionando hacia una noción más amplia de seguridad global.
La convergencia entre las tecnologías militares y las digitales conduce a la sinergia de los diferentes sistemas de defensa aérea, marítima, terrestre y espacial.
Por lo tanto, es necesario dotarse de una estrategia continental unificada para la nube, la supercomputación, la inteligencia artificial y la ciberseguridad.
Esta evolución sólo puede llevarse a cabo a escala europea. La defensa común de Europa se convierte así en un paso obligado para aprovechar al máximo las tecnologías que garantizarán nuestra seguridad.
Incluso nuestra forma de medir la inversión en defensa, que actualmente se basa únicamente en los gastos militares, deberá revisarse para incluir las inversiones en tecnología digital, espacio y ciberseguridad, que ahora son esenciales para la defensa del mañana.
Para todo esto, es necesario iniciar un proceso que nos lleve a superar los modelos nacionales y pensar a escala continental. Todo esto no sólo afecta a nuestra seguridad, sino también al lugar de Europa entre las grandes potencias.
Las decisiones a las que el Informe llama a Europa son ahora aún más urgentes, ya que la necesidad de defenderse y hacerlo rápidamente es una de las principales preocupaciones de la mayoría de los ciudadanos europeos.
Una Europa que crece podrá financiar más fácilmente necesidades que ahora superan las previsiones del Informe.
Una Europa que reforma su mercado de servicios y capitales verá cómo el sector privado participa en esta financiación.
Pero la intervención del Estado seguirá siendo necesaria.
Los estrechos márgenes presupuestarios no permitirán que algunos países aumenten significativamente su déficit, y es igualmente inimaginable reducir los gastos sociales y sanitarios: no sólo sería un error político, sino sobre todo una negación de la solidaridad que forma parte de la identidad europea, la misma identidad que queremos defender frente a la amenaza de las autocracias.
El recurso a la deuda común es el único camino posible.
Para poner en práctica muchas de las propuestas contenidas en el Informe, Europa tendrá que actuar como un solo Estado.
Esto puede significar una mayor centralización de las decisiones y de las capacidades de gasto, o una coordinación más rápida y eficaz entre los países que, compartiendo orientaciones comunes, logren alcanzar los compromisos necesarios para avanzar juntos.
En cada etapa de este proceso, los Parlamentos nacionales y el Parlamento Europeo desempeñarán un papel esencial.
Las decisiones que nos esperan son de una importancia histórica, quizás como nunca desde la fundación de la Unión Europea.
La política —y en particular la política interior de cada Estado miembro— estará en el centro de todo.
Ustedes, diputados, serán los actores, respondiendo con sus decisiones a las aspiraciones, pero también a las preocupaciones de los ciudadanos.
Así construiremos una Europa fuerte y cohesionada, porque cada uno de sus Estados sólo es fuerte si está unido a los demás y si es coherente en su interior.
Gracias.