Doctrinas de la Rusia de Putin

Guerra, familia, patria: leer el discurso de Año Nuevo de Vladimir Putin

«Seguiremos adelante, sin nunca retroceder».

Al pasar página a veinticinco años como Jefe de Estado, los deseos de Año Nuevo de Vladimir Putin dejan entrever su estrategia para preservar la hegemonía sobre Rusia.

Los traducimos.

Autor
Guillaume Lancereau
Portada
© ALEXANDER GRONSKY

Tras felicitar el Año Nuevo a una corta lista de jefes de Estado y de Gobierno —entre ellos Viktor Orbán, el Papa Francisco y Kim Jong-Un—, el Presidente de la Federación Rusa lo celebró, como cada año, con un breve discurso televisado ante una imagen iluminada del Kremlin. Sólo cambió esta disposición en 2022, cuando posó como señor de la guerra, rodeado por el personal del Distrito Militar Sur. En tono e intención, este discurso de Año Nuevo difiere poco de los que ha pronunciado desde el inicio de la invasión de Ucrania. En 2022, había declarado que el año en que se lanzó la operación ucraniana representaba un punto de inflexión, que sentaba las bases de un futuro común y de la verdadera independencia de Rusia; en 2023, fijaba el significado de un «destino de la Patria» como elemento clave de la unidad nacional rusa, en un momento en que cada uno tenía que sentir en lo más hondo la magnitud de las responsabilidades históricas del país.

El 31 de diciembre de 2024, Vladimir Putin repitió estos mismos «elementos lingüísticos», haciendo hincapié en tres puntos principales.

Sin mencionar la «operación militar especial» ni siquiera Ucrania, su discurso no dejó de rendir homenaje a los soldados que luchan actualmente por la «defensa de Rusia» y la preservación de su soberanía, y aprovechó la ocasión para confirmar que 2025 sería declarado «Año del Defensor de la Patria» —último avatar de la festomanía rusa—. Dirigiéndose a toda la comunidad nacional, Vladimir Putin subrayó la importancia de los sentimientos patrióticos, verdadera fuerza aglutinante de la sociedad rusa y garantía de su continuidad histórica. Por último, y no sin relación con lo anterior, este discurso televisado, retransmitido por una docena de canales y seguido por millones de rusos en sus hogares, celebró los valores de la familia, la amistad, la camaradería y las relaciones entre generaciones. En una sociedad en la que la vida política lleva décadas exprimida, el hogar es el lugar en el que las autoridades rusas desearían que la vida volviera a centrarse, para encontrar consuelo y realización individuales en ausencia de cualquier acción orientada hacia el exterior. 

Hay que señalar, sin embargo, que este año el discurso presidencial se ha reducido a lo estrictamente necesario —unos cuatro minutos—. Esta brevedad tiene una explicación sencilla: los puntos esenciales ya se habían expuesto durante un discurso anterior, el 19 de diciembre, ampliamente difundido y aún más comentado, durante el cual Vladimir Putin había respondido a una serie de preguntas —hábilmente seleccionadas— de periodistas y ciudadanos de todo el país. En ese contexto, se habían abordado más directamente los temas candentes, empezando por la incursión ucraniana en la región de Kursk. Vladimir Putin se declaraba incapaz de adelantar un calendario para la expulsión de las tropas ucranianas.

A pesar de ello, señalaba que el Estado había invertido 108.000 millones de rublos (algo menos de mil millones de euros) en el reasentamiento de los residentes afectados por el conflicto, al tiempo que anunciaba planes de reconstrucción de carreteras, escuelas y otras infraestructuras.

Otro punto, aún más central, se refería al nuevo misil Oreshnik, utilizado por primera vez el pasado mes de noviembre. En esencia, Vladimir Putin presentaba este dispositivo como una respuesta a las provocaciones de Estados Unidos: aunque Rusia les había pedido expresamente que no desplegaran sistemas antimisiles en Europa, estos últimos sí habían instalado su «misil estándar 3» en Rumanía y Polonia durante la década de 2010. Durante su discurso, el presidente ruso había presentado los elementos técnicos que hacen imposible interceptar un misil Oreshnik, cuyo alcance (hasta 5.500 kilómetros) es mucho mayor que el de los SM-3, y cuyas bases están situadas a demasiada profundidad en territorio ruso para ser alcanzadas en el momento del lanzamiento —se trata de una respuesta a las estimaciones de los expertos occidentales según las cuales el misil Oreshnik sería especialmente vulnerable durante esa fase—. Sea cual sea la legitimidad de las garantías rusas y la seriedad de las amenazas de Vladimir Putin, está claro que el nuevo año se perfila como una carrera armamentística desenfrenada, en el mismo momento en que la GUR (Dirección General de Inteligencia) ucraniana anuncia que un dron naval Magura V5 modificado para portar misiles antiaéreos ha derribado, por primera vez, un helicóptero ruso Mi-8 en la costa occidental de Crimea.

Esto tiene poca importancia para el presidente ruso, por una razón muy simple, expresada una vez más el 19 de diciembre en una serie de frases que quizás contengan la clave de toda su política. En respuesta a una pregunta sobre la posición de Rusia en «un mundo a punto de volverse loco», Vladímir Putin respondía: «Saben que cuando todo está tranquilo, mesurado, estable, uno se aburre. Nos estancamos. Ansiamos acción. En cuanto empieza la acción, todo vuela a nuestro alrededor, los segundos como las balas. Por desgracia, las balas ya silban en nuestros oídos. Entonces nos asustamos: ‘Es un horror’. Bueno, sí, ‘es un horror’. Pero todavía no es un ‘horror absoluto’».

Aquí podemos ver en qué se diferencia la política de Vladimir Putin de la de los actuales jefes de Estado occidentales: entre la exaltación vitalista del movimiento por el movimiento y el culto al horror, al miedo, a los sentimientos apasionantes que espolean la acción y elevan el alma, parece remontarse a otro siglo. En LTI. Lingua Tertii Imperii, el filólogo Victor Klemperer observaba algo parecido sobre la lengua política del Tercer Reich: la lengua de una fuerza que avanza, sacrificándolo todo al movimiento, que no admite ninguna «invasión» enemiga, ninguna «derrota», sino, en el peor de los casos, «irrupciones» o «rectificaciones del frente», una fuerza incapaz de retroceder o estancarse, porque cualquier retroceso o estancamiento significaría la muerte para ella. 

El 31 de diciembre de 2024, Vladimir Putin dijo: «Seguiremos adelante, sin nunca retroceder». Así, la Rusia que gobierna avanza y seguirá haciéndolo hasta que sus adversarios decidan oponerle otra fuerza, cuyo uso significaría inmediatamente que todo dejaría de ser tan «tranquilo, mesurado, estable» —sobre todo en el oeste de Europa—. 

¡Queridos conciudadanos, queridos amigos! 

Dentro de unos minutos comenzará el Año Nuevo, que marcará el final del primer cuarto del siglo XXI.

Durante este periodo, Rusia ha sido testigo de muchos acontecimientos importantes, algunos de los cuales son ya históricos. Nos hemos fijado objetivos ambiciosos y los hemos alcanzado, superando una y otra vez los obstáculos a los que nos enfrentábamos porque estábamos juntos.

En el proceso, nuestra solidaridad y nuestra fe en nosotros mismos, en nuestras fuerzas y en nuestras capacidades se han reforzado considerablemente. Por supuesto, nos quedan enormes tareas por delante, pero ya tenemos todos los motivos para estar orgullosos de nuestros logros. Este es nuestro patrimonio común, el pilar de todos los desarrollos futuros. 

Nuestro país es independiente, libre y fuerte. Ha estado a la altura de los retos más difíciles. Hoy, en vísperas de un nuevo año, todos nuestros pensamientos se dirigen hacia el futuro, con la certeza de que todo saldrá bien. Seguiremos adelante, sin nunca retroceder. Sabemos perfectamente que el valor absoluto, para todos nosotros, sigue siendo y será siempre el destino de Rusia y el bienestar de sus ciudadanos. Los sentimientos sinceros y profundos hacia la Madre Patria llenan nuestras vidas de un alto sentido de propósito; todos nuestros esfuerzos por defender su soberanía, su seguridad, sus intereses y su libre desarrollo son para nosotros una verdadera cuestión de honor.

En esta Nochevieja, los pensamientos y esperanzas de las familias y seres queridos de millones de personas en toda Rusia están con nuestros soldados y sus comandantes. Sois verdaderos héroes, cumpliendo hoy vuestros deberes militares, defendiendo a Rusia y proporcionando a nuestro pueblo sólidas garantías de paz y seguridad. Estamos orgullosos de vuestro coraje y valentía; tenemos fe en vosotros.

En vuestro honor, en celebración del octogésimo aniversario de la Gran Victoria, y como homenaje a la memoria de nuestros antepasados que lucharon por su Patria a lo largo de la historia rusa, el próximo año ha sido proclamado «Año del Defensor de la Patria». Somos hijos, nietos y bisnietos de la generación que triunfó sobre el nazismo, y nos mantenemos fieles a los principios y tradiciones de nuestros veteranos. 

Queridos amigos, 

Siempre damos la bienvenida al Año Nuevo con calidez y entusiasmo. Esperamos que todos nuestros sueños, todos nuestros pensamientos, todas nuestras más nobles intenciones, se hagan realidad. Queda poco tiempo para la llegada del Año Nuevo. En estos momentos, estamos rodeados de nuestros seres más queridos: nuestra familia, nuestros amigos, nuestros padres, nuestros nietos, nuestros camaradas y hermanos de armas. 

Deseo felicidad y prosperidad a todos los hogares, a cada una de nuestras familias y a nuestro querido país, Rusia.

Cuando estamos unidos, todo es posible.

Feliz Año Nuevo, queridos amigos, ¡feliz año 2025!

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