A través de sus actividades, Veolia se ocupa principalmente de los tres temas centrales del informe Draghi: innovación, descarbonización competitiva y refuerzo de la seguridad mediante la reducción de la interdependencia. ¿Está de acuerdo con sus recomendaciones?
Veolia ayuda a las ciudades y a las industrias a descarbonizar, descontaminar y regenerar los recursos. Utilizamos la innovación y la potencia de un gran grupo presente en todos los continentes para conciliar economía y ecología, con el objetivo de mantener las industrias en Europa e incluso desarrollarlas. Todo ello teniendo en cuenta los límites del planeta y las consecuencias del cambio climático. Desde este punto de vista, todo lo que figura en el informe Draghi coincide con nuestras convicciones.
Pero merece ser completado. Me gustaría ver una página más destacando el hecho de que el agua es un vector esencial para la industria, para la agricultura y para los servicios esenciales a la población. No lo olvidemos, porque podría convertirse en un factor limitante si no tenemos cuidado. La microelectrónica necesita agua. Para invertir en innovaciones en inteligencia artificial y centros de datos, hace falta agua. Por ejemplo, ¡necesitamos más de 1,5 millones de litros de agua por cada tonelada de litio extraída!
Ya existen conflictos por el agua en algunas partes del mundo, pero todavía no en Europa. Asegurémonos de que eso no ocurra, de que no haya competencia entre los distintos usos del agua. Para lograrlo, es crucial desarrollar nuevas fuentes de agua. Pero también, y sobre todo, trabajar por la reutilización de las aguas residuales, que merece desplegarse en Europa mucho más de lo que está actualmente. Con el tiempo, las plantas desalinizadoras también pueden llegar a ser necesarias, una vez agotadas todas las demás soluciones. También es esencial trabajar en la sobriedad y reducir las pérdidas de fluidos en las redes utilizando la inteligencia artificial, incluida la inteligencia artificial generativa. Podemos ser muy ingeniosos a la hora de minimizar costos.
Concretamente en lo que se refiere al primero de los tres ámbitos señalados por el informe Draghi, ¿qué papel desempeña la innovación en su empresa?
La innovación está en el centro de nuestro enfoque. No es suficiente, pero es absolutamente necesaria si queremos encontrar soluciones a los retos a los que nos enfrentamos. Ya existen soluciones para la mitad de ellos. Tenemos que acelerar su implantación. Para la otra mitad, tenemos que inventar nuevas soluciones, lo que significa ampliar las fronteras. Hoy sabemos reciclar cosas que ayer no sabíamos reciclar, y mañana sabremos reciclar aún más cosas. Por ejemplo, ahora somos capaces de reciclar baterías de vehículos eléctricos, algo impensable hace cinco años. Con Veolia, tenemos la suerte de contar con un campeón mundial del agua, la energía y los residuos, con raíces francesas y europeas. Mi trabajo consiste en combinar estos activos sin dejar de innovar en todo el mundo. Y, en segundo lugar, poner estas innovaciones al servicio de las regiones e industrias francesas y europeas.
¿Y qué hay de los otros dos pilares del informe Draghi: competitividad y seguridad?
Nuestra misión es precisamente desarrollar modelos económicos y soluciones que hagan compatibles competitividad y ecología. En Veolia, no dependemos de las subvenciones. Por ello, nos comprometemos a crear un marco en el que el respeto de las normas medioambientales se convierta en una auténtica palanca de competitividad y de creación de empleo.
La cuestión de la seguridad puede tener varios significados. En primer lugar, está la cuestión de la seguridad civil. No hay más que ver las recientes inundaciones en España para darse cuenta de que estas cuestiones son omnipresentes cuando se trata del agua, la energía y los residuos. De manera más general, la cuestión de la seguridad también está vinculada al refuerzo de nuestra autonomía estratégica, que a su vez está vinculada a la cuestión de la seguridad de nuestros suministros. No debemos depender de otros países para una serie de cosas. Reforzar nuestra autonomía estratégica significa, por tanto, maximizar el uso de los recursos disponibles localmente, con el fin de reducir nuestra dependencia de las importaciones. En Europa tenemos yacimientos de materias primas, energía y agua que se utilizan parcialmente o de forma muy imperfecta. En lugar de seguir importando algunos de estos recursos, tenemos la oportunidad de explotarlos localmente. El 30% de los combustibles fósiles que Europa importa actualmente podrían sustituirse por energía local, es decir, energía producida a partir de recursos que otros ya no quieren o no desean explotar: residuos no reciclables, calor residual, aguas residuales.
Reforzar nuestra autonomía estratégica significa también desarrollar el reciclaje de metales estratégicos. La transición energética requiere litio, cobalto y níquel. Estos metales se encuentran en Chile, Rusia, China y el Congo. Pero tenemos una alternativa, al menos parcial, reciclando nuestros residuos. Dentro de unas semanas, Veolia abrirá una planta de reciclaje de baterías de vehículos eléctricos en el este de Francia, donde se utilizará la hidrometalurgia para recuperar metales que luego podrán utilizarse para abastecer parte del mercado europeo. Evitar la dependencia es una verdadera cuestión de seguridad y de autonomía estratégica. Ello permite conciliar las preocupaciones económicas, geoestratégicas y medioambientales.
Pero estas cuestiones no siempre coinciden. Por ejemplo, dado el liderazgo de China en varios ámbitos clave de la economía baja en carbono, como la energía fotovoltaica y la industria automovilística, ¿cómo conciliar la necesidad de una transición ecológica rápida con la necesidad de preservar y desarrollar el tejido industrial europeo?
En cuanto a la transición energética, los estadounidenses, con la ley IRA, han hecho una elección singularmente diferente a la que ha hecho Europa con el Green Deal. En Europa, tendemos a subvencionar a los consumidores. Con la ley IRA, los estadounidenses han optado por subvencionar a los fabricantes –a los que producen baterías o paneles fotovoltaicos, por ejemplo– y luego dejar que encuentren consumidores en el mercado estadounidense. Esto les permite evitar los debates que estamos teniendo aquí sobre la importación de productos como las bombas de calor chinas.
Sea como fuere, la industria sigue estando en el centro de la batalla: conciliar ecología e industria es absolutamente crucial. Si Europa se aleja de su industria, se empobrecerá. Sería un error soñar con una Europa sin industria, porque sin ella no tendremos los medios para garantizar la prosperidad del continente. La competitividad de la energía descarbonizada es, por tanto, una cuestión clave.
El informe Draghi subraya que a las empresas europeas les resulta muy difícil aumentar su escala para ser competitivas a escala mundial. ¿Ve usted esta dificultad en su sector?
Veolia es una empresa industrial líder mundial en su sector. Así que creo que hemos superado el reto de la ampliación de escala. Con casi 220 mil empleados en todo el mundo, Veolia es un ejemplo perfecto de lo que puede lograr una empresa global. Estamos presentes en 45 países y figuramos sistemáticamente entre los mejores operadores en cada uno de los mercados en los que operamos. Alrededor del 60% de nuestro volumen de negocios se genera en Europa, mientras que el 40% restante procede de nuestras actividades internacionales, especialmente en Estados Unidos, Australia, Japón y Medio Oriente.
El tema de la escala, esencial para crear campeones, se basa en dos grandes ejes. El primero se refiere a los mercados de capitales. Es esencial facilitar el apoyo a los campeones, para que las empresas europeas puedan acceder a los recursos que necesitan para desarrollarse en cada etapa clave de su crecimiento. Estas etapas son cruciales para su crecimiento y competitividad. El segundo ámbito se refiere a las cuestiones de competencia. Se trata de permitir la aparición y el reconocimiento de auténticos campeones europeos. Tenemos que darnos los medios para construir estos líderes, a escala europea y mundial. Es lo que hemos conseguido con Veolia, que se ha convertido no sólo en un campeón europeo, sino también en un actor mundial de primer orden.
Concretamente, ¿cómo ha logrado Veolia superar las dificultades que impiden a tantos grupos europeos implantarse a escala mundial?
Yo diría que el primer factor clave del éxito de Veolia, en comparación con otras empresas, reside en una profunda convicción: para tener éxito, hay que ser útil. Esta idea está en el corazón de nuestra identidad. Una Veolia más grande, más fuerte, más influyente, no es sólo una buena noticia para nosotros, es una buena noticia para todos: para los habitantes del planeta, para los europeos, para nuestros empleados. Esta convicción nos lleva a un círculo virtuoso. Si estás en contra de algo y no a favor, tarde o temprano te encontrarás con grandes obstáculos. No es una garantía absoluta, pero creo que es lo que nos hace fuertes y útiles. Veolia se posiciona como un recurso para muchas partes interesadas, no sólo para los actores financieros. Esta es una de las claves de nuestro éxito.
El segundo elemento es que somos útiles a la escala adecuada. Veolia es una empresa a la vez profundamente global y localmente arraigada. Tengo la suerte de dirigir una organización en la que los puestos de trabajo no pueden deslocalizarse. Respondemos a las necesidades locales con equipos locales, dando prioridad al aprovisionamiento y las compras locales. Esta dualidad es un punto fuerte: nuestro tamaño nos permite innovar e invertir a gran escala, sin dejar de estar firmemente arraigados en las realidades locales.
Mario Draghi ha calculado que se necesitarán 800 mil millones de euros al año de aquí a 2030 para alcanzar los objetivos climáticos fijados por la Unión Europea. ¿Cree que esta cifra es realista?
En cierto modo, no hay elección: no actuar siempre es más caro que actuar. Como hemos visto, cuando se producen fenómenos extremos, los costos son mucho mayores que si hubiéramos previsto y atajado los problemas a tiempo. El cambio climático se está imponiendo. Una de sus primeras consecuencias ya es visible en el agua. No es casualidad que las inundaciones sigan a periodos de intensa sequía, y esta tendencia no hará sino acelerarse. La verdadera cuestión no es si Europa puede permitirse mantener sus objetivos climáticos en un contexto de empobrecimiento. Más bien, la cuestión es si estos objetivos no son precisamente la clave para garantizar la prosperidad a mediano plazo. No es sólo una cuestión de descarbonización. También hay problemas de contaminación y de recursos hídricos. El reto es mucho más amplio que el del CO2.
El reto global es proteger nuestra calidad de vida, nuestro poder adquisitivo, nuestra salud y nuestra capacidad para mantener la industria y el empleo en Europa. Lejos de ser una limitación, la descarbonización es en realidad una oportunidad para que nuestras industrias sean más competitivas. Así que no es una cuestión de oposición. No debemos contraponer el objetivo de salvar el planeta al de preservar la calidad de vida de las personas que viven en él. La verdadera cuestión es: cómo lograr una prosperidad sostenible y no sólo la supervivencia, en Francia y en Europa, frente a los numerosos retos que se nos plantean.
Por tanto, son necesarias inversiones colosales, pero ¿cómo financiarlas?
Para financiar todo esto, necesitamos encontrar más recursos. Esto incluye, por supuesto, recurrir al sector privado. Pero el sector privado no sólo aporta dinero: también ofrece eficacia, innovación y soluciones técnicas. Sin embargo, este marco debe estar definido por la normativa, la ley y los objetivos políticos, no por el propio sector privado. El papel del sector privado es cumplir los objetivos fijados. El verdadero reto no es hacer que el sector privado pague por lo que el sector público ya no puede proporcionar. Se trata más bien de trabajar con actores como el nuestro para garantizar que estas inversiones se realizan con la mejor relación calidad-precio, poniendo al mismo tiempo nuestra eficacia y capacidad de acción al servicio de la reducción de costos para el público.
La clave es centrarse en los resultados, no en los recursos. El objetivo debe ser claro: reducir al máximo las emisiones de carbono. Dejemos que las empresas y la innovación encuentren las mejores soluciones tecnológicas, aunque aún no existan. No corresponde a Bruselas prescribir todos los medios para alcanzar nuestros objetivos; la innovación y la I+D pueden sorprendernos. Volviendo al tema del agua, actualmente representa alrededor del 1% de los presupuestos domésticos, o incluso un poco menos, en la mayoría de los países europeos. Si no hacemos nada, el agua se convertirá con el tiempo en una fuente de costos adicionales, debido a las sequías y la escasez. Sin embargo, si aprovechamos la innovación, las herramientas digitales y las soluciones técnicas, puedo decirles que podemos mantener este costo por debajo del 1% de los presupuestos familiares. Por lo tanto, necesitamos una combinación de financiación pública, inversión privada y asociaciones industriales para garantizar el suministro de agua en las mejores condiciones posibles, tanto en términos de calidad como de rentabilidad económica, con el fin de proteger el poder adquisitivo de los europeos.
Su pregunta también plantea una cuestión importante: el mercado de capitales. En Europa, nuestras empresas tienen mucho menos peso financiero que las estadounidenses. Si queremos promover y proteger a nuestros campeones industriales, debemos reformar el mercado de capitales.
Veolia tiene una fuerte presencia en Estados Unidos. ¿La elección de Donald Trump no pone en entredicho los objetivos medioambientales que están en el centro de su actividad?
Podría darle una respuesta como ciudadana sobre las cuestiones políticas que rodean las elecciones, pero prefiero responderle como responsable de Veolia. En general, gran parte de lo que hacemos no se verá directamente afectado. En primer lugar, no firmamos contratos con el gobierno estadounidense ni con los gobiernos de los distintos países. Firmamos contratos en California y Nueva Jersey. Y ese es el nivel al que trabajamos. A ese nivel ocurren muchas cosas. Y no veo que California deje de ser ambiciosa en lo que se refiere a cuestiones medioambientales.
Además, hayas votado por Trump o por Harris, cuando abres el grifo, no quieres que el agua esté contaminada. Hay multitud de cuestiones sanitarias y medioambientales en las que lo que está en juego no es fundamentalmente político. La contaminación, en particular la atmosférica, es un problema ampliamente reconocido como crucial, independientemente del tinte político. Así que la verdadera cuestión no es si un país está o no en el Acuerdo de París. Para abrir una fábrica o una mina, se necesita agua y hay que cumplir las normas medioambientales.
No digo que la elección de Trump no tenga impacto, pero hay muchas cosas que trascienden estas cuestiones políticas. Por ejemplo, hemos creado barómetros de población en 26 países de todo el mundo, que abarcan a casi 30 mil personas, incluso en países europeos, pero también en Estados Unidos, Arabia Saudita, India y Australia. Los resultados son muy claros: la gente, sea cual sea su voto, entiende que no actuar ahora costará mucho más en el futuro. También reconocen que la salud es una cuestión fundamental. Esto demuestra claramente que la descarbonización es una cuestión de ritmo y urgencia. Aunque la elección de Trump tenga un impacto, todavía hay muchas cuestiones que, a pesar de todo, siguen siendo cruciales, y son las mismas a las que también nos enfrentamos en Europa.
Pero, ¿no es también la victoria de Trump el síntoma de una reacción antiecológica mucho más estructurada y profunda?
Observamos una ausencia casi total de temas medioambientales en las elecciones europeas y estadounidenses, así como en las legislativas francesas. ¿Significa esto que estos temas ya no existen? La respuesta es no. No se puede dar prioridad a los temas porque, de hecho, están relacionados. Si no nos ocupamos de las cuestiones del agua, las materias primas y la energía, nos volveremos dependientes. Esto nos lleva de nuevo a las cuestiones geoestratégicas. Lo mismo podría decirse de la inmigración o de la seguridad alimentaria y sanitaria. Todas estas cuestiones están interrelacionadas. Por ejemplo, en el tema de la crisis energética, deshacernos de nuestra dependencia del gas ruso importado o de los combustibles fósiles en general es también una forma de hacer que Europa sea más autosuficiente energéticamente y, por tanto, más independiente y menos vulnerable a posibles guerras.
Nos repiten una y otra vez, cosa que me parece totalmente equivocada, que debemos elegir entre las distintas cuestiones como si unas fueran más serias o más importantes que otras. Algunos dicen que la seguridad civil es la cuestión prioritaria. Otros dicen que se trata del poder adquisitivo y de la calidad de vida cotidiana de la gente. Los políticos consideran que el medio ambiente es una cuestión que hay que abordar después de las demás, si tenemos tiempo y medios para hacerlo. Esta competencia de temas es una absoluta falsedad.
¿No es también un problema de narrativa? Sabemos cómo estudiar y estructurar el mundo que viene, pero mucho menos cómo imaginarlo.
La narrativa política actual parece oponer dos extremos. Por un lado, una forma de inmovilismo encarnada por quienes afirman que la ecología no es su problema, o que es asunto de organismos como la ONU. Por otro, un fatalismo radical, convencido de que es demasiado tarde, de que ninguna solución será suficiente y de que cualquier respuesta está condenada al fracaso. Estas dos posturas, aunque diferentes, conducen al mismo resultado: la inacción. Y eso es precisamente lo que debemos evitar. Mi obsesión es actuar, y actuar rápido. Así que tenemos que encontrar una tercera vía.
En lugar de buscar responsabilidades, encontremos la manera de reunir una coalición para avanzar en este tema. Lo importante es crear cohesión en torno a soluciones concretas. Veolia intenta crear una ecología para las clases medias. No hay que decir que los votantes de Donald Trump no han entendido nada. Nos están diciendo algo y tenemos que escucharlos. Para avanzar, no sirve de nada despreciar a los que votan diferente ni estancarse en la búsqueda de responsabilidades. Escuchemos las preocupaciones de todos, incluidas las expresadas por los votantes de Trump, y despleguemos las soluciones que ya están a nuestro alcance.
La buena noticia es que hay soluciones para muchos de los retos a los que nos enfrentamos. Cuando hablamos de energía local, estamos resolviendo un problema ecológico, pero también de autonomía estratégica. Cuando hablamos de reciclaje, estamos resolviendo un problema ecológico, pero también de economía, independencia y autonomía. Busco una ecología que proteja, incluido el poder adquisitivo. Las soluciones ecológicas deben permitir combinar la ecología con la conveniencia, pero no dejo de lado la cuestión económica. Creo que sería un error. Una empresa también está para ofrecer resultados con la mejor relación calidad-precio, y así poner todo nuestro poder de innovación y saber hacer al servicio de los consumidores.