Este año ha tenido lugar una de las reuniones más importantes para el futuro de la economía china. En la revista, analizamos en profundidad las lecciones clave del «Tercer Pleno» como parte de nuestra serie «Doctrinas de la China de Xi». Si te gusta nuestro trabajo y puedes permitírtelo, considera la posibilidad de suscribirte al Grand Continent
La economía china es ahora la mayor del mundo, o la segunda, según cómo se mida (en paridad de poder adquisitivo o en dólares corrientes). También es una de las más integradas con el resto del mundo en términos de relaciones comerciales, y es un importante inversor y prestamista, sobre todo en los países emergentes. Comprender la evolución de esta vasta economía es crucial no sólo para China, sino para el mundo en su conjunto. Un elemento esencial para comprender esta dinámica consiste en analizar las grandes reuniones del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCC), una de las más importantes que se celebra cada cinco años, el «Tercer Pleno», finalizó el 18 de julio.
Leer las hojas de té del Tercer Pleno
El Tercer Pleno siempre ha sido una reunión clave para los dirigentes chinos. En 1978, Deng Xiaoping lo utilizó para lanzar su programa de «reforma y apertura», centrado en tres reformas principales: las empresas estatales, el sistema financiero y la administración pública. A diferencia del Pleno de 1978, la primera sesión del Tercer Pleno de Xi Jinping en 2013 sentó las bases de una «economía socialista de mercado», reforzando el papel del Estado en la economía china frente al sector privado y alejándose aún más del modelo clásico de mercado. Por su parte, la segunda sesión del Tercer Pleno de Xi en 2018 levantó el límite constitucional de mandatos presidenciales, lo que le permitió permanecer en el poder para un tercer mandato en 2020, y potencialmente más allá.
Desde hace algunos años, la economía china se ralentiza y encuentra problemas estructurales, al tiempo que sufre una creciente contención por parte de Estados Unidos, sobre todo en el ámbito tecnológico. Por ello, los retos de este tercer pleno eran especialmente importantes, lo que suscitó un vivo debate entre los economistas chinos sobre la orientación de las reformas: mientras unos abogaban por estimular el consumo privado, otros defendían reforzar la innovación y la potencia industrial de China.
El texto completo del Tercer Pleno se publicó el 21 de julio. Aunque se mencionan hasta 300 reformas, su número no garantiza su calidad o pertinencia. Más allá de la enumeración de reformas, muchas de las cuales ya están en marcha, uno de los aspectos más llamativos del texto es el énfasis puesto en la amenaza exterior que se cierne sobre China, en particular la procedente de un Occidente percibido como agresivo. En segundo lugar, se hace hincapié en los retos internos de China, de los que hay tres principales: la crisis del sector inmobiliario, la mala salud financiera de los gobiernos locales y el riesgo financiero sistémico. En la misma línea, se identifican como prioritarias tres áreas clave de reforma: una aceleración de la urbanización con una nueva clasificación del suelo rural frente al urbano; la reorganización de las finanzas de los gobiernos locales frente a las del gobierno central; y la importancia de la innovación y la movilidad social.
En cuanto al primer punto, la reforma del régimen de tenencia de la tierra pretende acelerar la urbanización, cuestión crucial en un momento en que la inversión inmobiliaria, y en menor medida en infraestructuras, está en declive. Una urbanización más rápida debería estimular la demanda de infraestructuras y vivienda, manteniendo al mismo tiempo la mano de obra en las ciudades. Esto limitaría el impacto negativo de la despoblación general de China sobre la productividad. En realidad, una mayor urbanización sigue siendo una de las últimas palancas de que dispone China para frenar la desaceleración estructural en curso. Por lo tanto, es totalmente lógico que los dirigentes chinos hayan situado esta cuestión a la cabeza de las prioridades del pleno.
La segunda reforma se refiere a las finanzas públicas del gobierno central frente a las de los gobiernos locales. Por un lado, se centralizará más el gasto para reducir la carga de los gobiernos locales. Por otro lado, se distribuirá una mayor parte de los impuestos sobre el consumo a los gobiernos locales, dada su compleja situación desde el colapso de su principal fuente de financiación, la venta de terrenos, a mediados de 2021.
La tercera y última área de reforma se refiere a la innovación y la política industrial. Esto no es ninguna sorpresa, ya que la promoción de «nuevas fuerzas productivas de alta calidad» ocupaba un lugar destacado en la agenda política mucho antes del pleno. Sin embargo, dos frases destacan especialmente en el documento: «el nuevo sistema de movilización de recursos a escala nacional para lograr avances tecnológicos clave» y «el talento». Es difícil saber si este «nuevo sistema» es realmente algo nuevo o si se trata de una continuación de la política industrial centrada en la innovación. Lo que sí parece claro es que los dirigentes chinos están satisfechos con su modelo de crecimiento basado en la oferta, a pesar de las críticas internacionales sobre la sobreproducción o el dumping de exportaciones baratas en los mercados mundiales. Esto se debe probablemente a la urgencia con la que Xi Jinping desea reducir la dependencia tecnológica de China respecto a Estados Unidos y reforzar su autonomía. Además, la innovación debería mejorar la productividad y, por tanto, mitigar los efectos negativos del envejecimiento de la población sobre el crecimiento.
Ante estos tres retos, la respuesta de China a la desaceleración estructural es profundizar en su actual modelo de crecimiento, centrado en la oferta y la innovación, aprovechando al mismo tiempo las oportunidades que ofrece la continua urbanización y dando a los gobiernos locales un mayor margen de maniobra. Se espera que estas tres medidas creen un círculo virtuoso, reduciendo los riesgos sistémicos asociados al sector inmobiliario y a la gestión de las finanzas locales.
Los 10 puntos conflictivos de China frente a la desaceleración
Para evaluar si las medidas anunciadas en el Tercer Pleno bastarán para reactivar la economía china, o al menos para mitigar su desaceleración estructural, podemos repasar brevemente los principales retos a los que se enfrenta. Nos centraremos en diez de ellos.
1 – Un margen de maniobra fiscal prácticamente inexistente
Durante años, China ha sido la envidia de muchas economías gracias a su margen de maniobra fiscal. En particular, esto le permitió aplicar un vasto plan de estímulo en 2008 en respuesta al desplome de la demanda de sus exportaciones durante la crisis financiera mundial. Pero este estímulo masivo también contribuyó a la acumulación de una considerable deuda pública, que ahora equivale al 100% del PIB.
Aunque este nivel de deuda sigue siendo inferior al de Estados Unidos, sigue siendo muy elevado en comparación con otros países con una renta per cápita similar a la de China. Este aumento de la deuda pública se debe principalmente a los grandes déficits presupuestarios, amplificados por el endeudamiento de las administraciones locales, sobre todo a través de vehículos especiales de financiación, muy utilizados para financiar proyectos inmobiliarios y de infraestructuras.
2 – Una política monetaria limitada por la presión sobre el yuan y la rentabilidad bancaria
La política monetaria es otro ámbito en el que China dispone desde hace tiempo de un margen de maniobra considerable. Sobre todo después de que gran parte del mundo, en particular las economías desarrolladas, introdujeran políticas monetarias muy laxas en respuesta a la pandemia de 2020, reduciendo sus tasas de interés a niveles cercanos a cero, o incluso negativos. China, por su parte, mantuvo sus tasas por encima del 3% durante la mayor parte de este periodo, pero se vio obligada a bajarlas recientemente ante el estancamiento económico. Aunque el Banco Popular de China todavía puede recortar las tasas o introducir medidas de relajación cuantitativa, la realidad es que su política monetaria es ahora más restrictiva de lo que nunca ha sido, al menos si tenemos en cuenta medidas cuantitativas como el desplome de los agregados monetarios M1 y, en menor medida, M2.
El balance del banco central chino se está reduciendo en lugar de crecer, a pesar de que las tasas de interés se están reduciendo muy gradualmente. Este endurecimiento monetario «a regañadientes» se explica por dos grandes condicionantes. Por un lado, la creciente debilidad del yuan está limitando la capacidad del Banco Popular de China para flexibilizar aún más su política: sus intervenciones para apoyar el yuan están, por el contrario, contribuyendo a una política monetaria más restrictiva de lo que el estado de la economía requeriría.
Por otra parte, los bancos chinos, que ya se enfrentan a una baja rentabilidad, corren el riesgo de ver su margen de interés neto aún más reducido si las tasas de interés siguen bajando, lo que empeora su situación.
3 – Un modelo de crecimiento basado en la oferta sin suficiente capacidad de demanda interna
La producción industrial china sigue creciendo muy por encima del crecimiento del PIB, y más de tres veces por encima de las ventas al por menor según los últimos datos de 2024.
En otras palabras, China está produciendo mucho más de lo que puede vender en el mercado interno. Aunque Pekín siempre se ha centrado en la industria manufacturera como motor de crecimiento, este enfoque se ha intensificado masivamente desde 2021 con el colapso del mercado inmobiliario. De hecho, la inversión en activos fijos en el sector manufacturero está creciendo mucho más rápido que el PIB, mientras que la inversión inmobiliaria se ha desplomado.
En algunos sectores específicos —en particular las tecnologías verdes— la inversión de las empresas chinas es tan importante que representa el 80% de la inversión mundial, como es el caso de los páneles solares.
4 – La demanda externa como principal motor del crecimiento chino frente a la inestabilidad geopolítica
La buena noticia para China —al menos hasta ahora— es que la proporción de las exportaciones chinas en el comercio mundial ha aumentado considerablemente desde la pandemia. Mientras que sus importaciones se han estancado, China ha logrado mantener un importante superávit comercial, convirtiéndose en uno de los principales motores de su crecimiento en los últimos años.
La participación de China en el comercio mundial ha aumentado hasta el 18%, mientras que la de la Unión Europea ha caído hasta alrededor del 13%. Sin embargo, este impulso puede ser difícil de mantener ante el aumento del proteccionismo en todo el mundo.
Estados Unidos, con la guerra comercial iniciada por Trump y continuada con aranceles adicionales bajo Biden, ya ha reducido sus importaciones de China. La Unión Europea y el mundo emergente, en cambio, han experimentado un aumento. Sin embargo, la Unión ha dado un giro recientemente al imponer aranceles a los vehículos eléctricos chinos, una medida seguida por otros países como India, Turquía, Canadá y Brasil. En el futuro, parece poco probable que China pueda seguir dependiendo tanto de los mercados extranjeros para sostener su enorme capacidad industrial, como ha hecho en el pasado.
5 – El exceso de capacidad provoca presiones deflacionistas
Incluso con el importante apoyo de las importaciones del resto del mundo, la capacidad industrial de China es simplemente demasiado grande para absorberla, lo que significa que el exceso de capacidad sigue acumulándose en muchos sectores. La tasa de utilización de la capacidad de China —equivalente a la cantidad de capacidad instalada en las fábricas chinas— ha vuelto a caer desde el reciente máximo alcanzado en 2021 y se encuentra ahora cerca de los niveles prepandémicos, todavía más altos que durante el peor episodio de exceso de capacidad de China en 2015.
Una consecuencia de esta situación, como también ocurrió en 2015, es la deflación de los precios de producción, que está ejerciendo una presión a la baja sobre los márgenes de las empresas, pero también sobre los precios de consumo, que siguen siendo bajos, sobre todo en comparación con el resto del mundo.
El hecho de que sople un viento de proteccionismo en casi todas partes —y en particular en Estados Unidos— no puede sino exacerbar las presiones deflacionistas en China, a menos que Pekín se concentre en promover su propio consumo.
6 – Un consumo privado condenado a seguir siendo débil sin apoyo político
Aunque el aumento del consumo privado parece ser la solución milagrosa a los desequilibrios de China, la realidad es mucho más compleja. La relación entre consumo privado y PIB en China sigue siendo muy baja, sobre todo si se compara con la inversión en activos fijos. Además del exceso de inversión, China se enfrenta a un problema aún más profundo relacionado con su tasa de ahorro, la más alta del mundo.
La mayor parte de este exceso de ahorro está en manos de los hogares, a diferencia de las empresas o el sector público. Esto refleja un importante déficit en los seguros privados y públicos. Para rectificar esta situación, serían necesarias importantes reformas, como reforzar el Estado del bienestar —pensiones, subsidios de desempleo, etc.— o mejorar el acceso a los seguros privados. Sin embargo, leyendo las conclusiones del Tercer Pleno, estas soluciones parecen contar con escaso apoyo por parte de los dirigentes chinos. Esta falta de apoyo no es sorprendente, dado que el propio Xi Jinping ha expresado sus reservas ante un modelo basado en el Estado del bienestar, que califica de «welfarismo».
7 – Un ajuste incompleto del sector inmobiliario que contribuye a la deflación de los precios de los activos
El sector inmobiliario chino, durante mucho tiempo motor del crecimiento económico, con un tercio de la inversión total y un tercio de la inversión en activos fijos, se desplomó en 2021 con la quiebra del mayor promotor inmobiliario del país, Evergrande. Desde entonces, la contribución del sector al crecimiento ha sido negativa durante dos años consecutivos, aunque ya se había debilitado fuertemente desde 2018.
Los precios de los inmuebles residenciales llevan varios años bajando, acompañados de una caída de las transacciones. El Tercer Pleno no abordó el futuro de este sector; dejó esta cuestión crucial sin resolver.
8 – Un exceso de inversión a costa de rendimientos cada vez más bajos
El exceso de ahorro de China ha alimentado un enorme auge de la inversión en el país. Si bien este auge ha permitido un rápido crecimiento, ha seguido siendo la principal fuente del mismo durante demasiado tiempo, hasta el punto de volverse excesivo, lo que ha provocado una caída de los rendimientos. Este fenómeno afecta no sólo a las empresas estatales, sino también a las privadas.
9 – Un envejecimiento de la población que podría acabar afectando al crecimiento
China destaca por la rapidez con que envejece su población. La introducción de la política del hijo único por Deng Xiaoping en 1980 fue el primer choque demográfico que condujo a la situación actual, pero la tasa de fertilidad también ha caído desde 2019.
Aunque la población china ya alcanzó su pico y la población activa está en declive, la urbanización sigue compensando este efecto manteniendo una contribución positiva de la población activa al crecimiento del PIB. Sin embargo, se estima que este proceso de urbanización llegará a su fin en 2035. En ese momento, el descenso de la población activa se producirá también en las zonas urbanas, lo que tendrá un importante impacto negativo en la productividad y podría reducir el crecimiento en torno a 1.3 puntos porcentuales al año.
10 – Competir contra la contención tecnológica de Washington
Si el afán innovador de China es innegable, también lo es el de Estados Unidos. Washington ha acelerado su gasto en investigación y desarrollo (I+D) como porcentaje del PIB mucho más que China.
Esto podría conducir a un aumento, en lugar de una reducción, de la brecha en la capacidad de innovación entre ambos países. Estados Unidos mantiene una clara ventaja en tecnologías emergentes como la inteligencia artificial generativa (IA), la tecnología cuántica y el diseño de semiconductores.
Esta ventaja podría reforzarse aún más si la política de contención tecnológica iniciada por Trump —y continuada por Biden— resulta eficaz. Hasta ahora, China parece estar sufriendo las consecuencias de los controles a la exportación impuestos por la administración de Biden, sobre todo en lo que se refiere a semiconductores y otras tecnologías de doble uso.
Sin embargo, sigue sin estar claro si Pekín podrá alcanzar la autosuficiencia tecnológica invirtiendo los recursos necesarios: las conclusiones del Tercer Pleno muestran que la autosuficiencia tecnológica es ahora un objetivo prioritario para los dirigentes chinos.
Conclusiones
La economía china se enfrenta claramente a vientos en contra, algunos de los cuales fueron reconocidos en el Tercer Pleno del XX Comité Central del Partido Comunista de China, pero las medidas anunciadas no parecen realmente capaces de aportar soluciones reales a los numerosos puntos conflictivos que acabamos de enumerar.
Aunque la economía china necesita recuperar su dinamismo, es poco probable que los anuncios del Tercer Pleno tengan un impacto positivo en la confianza de consumidores e inversores. Una de las lagunas es cómo reequilibrar el comercio exterior, lo que exigiría un fortalecimiento del consumo privado. Esto exigiría la creación de un Estado de bienestar eficaz, que no parece formar parte de los planes de los dirigentes chinos. En segundo lugar, y en relación con esta primera cuestión, no se tiene realmente en cuenta el creciente problema de la sobreproducción en China, en un momento en que se intensifica el proteccionismo mundial contra las importaciones chinas. Por último, aunque el sector privado chino suele ser más productivo que las empresas estatales, se ha visto cada vez más socavado por estrictas normativas y otras medidas coercitivas del gobierno. No hay indicios de un cambio de rumbo en este ámbito, e incluso el papel «decisivo» del sector privado, mencionado en los plenos de 2013 y 2018, se ha omitido esta vez.
En conclusión, el Tercer Pleno claramente no marcó un avance en términos de reformas, a pesar de los muchos desafíos, tanto externos como internos. Parece que las autoridades chinas prefieren gestionar la situación actual sin abandonar sus principios, pero con un entorno cada vez más complejo que dominar.