Eurafrica vista desde el smartphone: la inmigración según la «Mafia Nigeriana» de Giorgia Meloni
Canibalismo, asesinatos rituales, prostitución infantil. En un libro publicado en 2019 con un controvertido periodista y criminólogo, Giorgia Meloni, entonces diputada de la oposición, exponía claramente su visión racista de la inmigración. Tres años antes de que suavizara la imagen de su partido, extractos comentados de este texto permiten comprender la persistencia de las obsesiones coloniales y racialistas de la extrema derecha europea.
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- El Grand Continent •
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En 2019, Giorgia Meloni publicó un libro junto a Alessandro Meluzzi, un polémico periodista conocido por sus posiciones conspiracionistas, antivacuna y de extrema derecha, titulado Mafia Nigeriana, en el que aborda el arraigo del crimen organizado en determinadas zonas de Italia y en el que lo vincula con una serie de teorías abiertamente racistas o conspiracionistas sobre la inmigración y los cambios en la sociedad italiana.
El libro fue escrito en colaboración con la criminóloga Valentina Mercurio. Aunque figura entre las publicaciones promovidas por el currículum de Meloni, había pasado bastante desapercibido hasta que estalló un escándalo en el que estaba implicado el general Roberto Vannacci. El 10 de agosto de 2023, Vannacci autopublicó, en Amazon, Il mondo al contrario, que también contenía numerosos pasajes racistas, homófobos y sexistas. Como consecuencia, el ministro de Defensa, Guido Crosetto, lo destituyó de su cargo de comandante del Instituto de Geografía Militar. La decisión de Crosetto fue, no obstante, criticada por otros miembros de la mayoría, que salieron en defensa de Vannacci: «No le corresponde a la política examinar la moralidad de las publicaciones. No para el gobierno ni para un partido minoritario», declaró Giovanni Donzelli, líder del grupo parlamentario Fratelli d’Italia.
Sin embargo, el libro del general no es un caso aislado. El periodista Lorenzo D’Agostino señaló que sus teorías le recordaban a las que defendía Meloni en su libro con Meluzzi. La prensa italiana ha hecho mucho eco de este paralelismo, lo que subraya las contradicciones de Fratelli D’Italia desde que inició su transición de partido de oposición de extrema derecha a componente dominante de una coalición de gobierno.
Este florilegio que traducimos por primera vez en español muestra cómo las teorías conspiracionistas y racistas no se limitan a grupos marginales de extrema derecha, sino que, también, son muy populares dentro de la corriente principal de la derecha que lleva casi un año en el poder.
Ver imágenes de nuestros policías atacados por inmigrantes provoca un terrible sentimiento de desasosiego, melancolía, compasión y tristeza, pero, también, una sensación de abdicación y derrota del Estado. La soberanía también se nutre de símbolos, imágenes e identificaciones. El heroísmo cotidiano de estos hombres, fieles servidores de la República, nuestros protectores, se tiñe de colores angustiosos y obscenos. Leer todas estas historias y ver que estos soldados son atacados por los jóvenes nigerianos que pueblan nuestras regiones. Apenas veinteañeros, altos como gigantes de entre noventa y cien kilos, ciertamente, bien alimentados y en forma gracias al gimnasio, le cuestan al Estado más de cien euros al día, cuarenta de los cuales se destinan a cooperativas y suscripciones de telefonía móvil. Todo esto provoca una mezcla de rabia, impotencia y miedo. Lo que lo hace aún más paradójico, grotesco y odioso es que estos aspirantes a asesinos, a menudo, quedan en libertad por dictamen de los jueces. Al fin y al cabo, son solicitantes de asilo africanos, de una zona de la que procede el 95 % de los deportados. Es el mismo porcentaje que alimenta a los narcotraficantes y proxenetas de la mafia nigeriana. Éstas son las personas que permanecerán aquí para causar más daño, probablemente, durante mucho tiempo, a costa de los contribuyentes. Y, si no ponemos un límite, se corre el riesgo de que la opinión pública, maltratada durante demasiado tiempo, acabe por despreciar, incluso, a los auténticos refugiados que realmente huyen de guerras y peligros y que llegan pacíficamente a nuestro país para trabajar y vivir honradamente.
El texto de Giorgia Meloni comienza con los supuestos ataques a la policía por parte de inmigrantes, en particular, nigerianos. La descripción del típico nigeriano hace alusión a muchos de los tropos del debate sobre la inmigración: los nigerianos son, exclusivamente, hombres, jóvenes, bien alimentados y cuidados, en contraste con la imagen de refugiados vulnerables o familias errantes. A continuación, se destaca su costo para la comunidad, con especial énfasis en los celulares y las cooperativas, considerados parte de una élite progresista que promueve la inmigración y que se beneficia de ella. Uno de los temas principales del texto que se introduce de inmediato es la oposición permanente entre la policía, que, según ella, sufre, sobre el terreno, la violencia de las mafias nigerianas, y la justicia, presentada, a menudo, como demasiado tolerante y alejada de la realidad.
Pero, ¿por qué liberan a estos delincuentes? Sencillamente, los liberan porque son solicitantes de asilo nigerianos: una categoría que todos nosotros hemos mantenido y que se beneficia de una tolerancia judicial digna de los privilegios de los que goza una nobleza por encima de la ley. En una especie de racismo inverso, para los italianos, existe la ley, mientras que, para los solicitantes de asilo, todo se vale. Y, dentro de ese todo, no hay leyes ni trabajo, sino una protección absoluta que alimenta un sentimiento de injusticia y de descontento que acabará por desencadenar una especie de locura colectiva.
Ahora, corremos el riesgo de que el derechismo que han generado esta leucemia migratoria y este sentimiento de injusticia y al que ha contribuido una parte de la judicatura dando respuestas equivocadas, acabe por hacerle perder toda credibilidad al Estado (por el desfase entre seguridad real y seguridad percibida). Sin embargo, también, se corre el riesgo de hacerle perder humanidad a la comunidad italiana, que, siempre, se ha caracterizado por su sentido de bienvenida y hospitalidad.
Los supuestos fracasos de las autoridades judiciales le dieron a Meloni la oportunidad de denunciar el «racismo inverso», que les daría a los nigerianos inmunidad total. El clima de injusticia generalizada originaría la explosión de ira entre los ciudadanos italianos, que, de no ser por eso, serían «buena gente», acogedores y tolerantes por naturaleza. Este discurso les atribuye la culpa de la «locura colectiva» no a quienes la perpetran, sino a las instituciones y personas, supuestamente, «de derecha» que apoyan el «inmigracionismo». Aunque no se hace explícito, este discurso se refiere, sin duda, al atentado de Macerata perpetrado por Luca Traini en febrero de 2018, pocos días después del homicidio de Pamela Mastropietro, una joven de Macerata asesinada por un nigeriano, Innocent Oseghale.
Por desgracia, estos hechos se repiten a diario. Es tan brutal como intolerable y absurdo. Esperamos que las instituciones –y, en particular, un gobierno en el futuro- intenten ponerle fin a esta deriva bárbara y estúpida. Las fuerzas del orden conocen el peligro y están conscientes de las razones por las que los inmigrantes huyen de Nigeria, pero no pueden cometer un desliz sin arriesgarse a ser acusados de racismo. El Estado debería apoyarlas y empezar a formarlas en un nuevo enfoque de autodefensa y de defensa nacional. Evidentemente, esta metodología no implicaría violencia, pero haría su trabajo más funcional. Es posible que lo único que se le pueda enseñar a la policía es historia. La mafia nigeriana es un fenómeno que se deriva de un complejo ritual cuyas raíces son muy antiguas y se arraigan en culturas que practican el asesinato ritual o el canibalismo; todos deberíamos conocerlas mejor.
Las primeras páginas, que comienzan con la policía, dejan claro el objetivo del libro. Ante la incapacidad de las autoridades y las acusaciones de racismo, es necesario aportar un «nuevo enfoque de autodefensa y de defensa nacional» para hacerle frente a la mafia nigeriana. No es operativo, sino cultural. Se trataría de ilustrar, ante los agentes y ante la opinión pública, la historia de Nigeria, salpicada de «canibalismo» y asesinatos rituales con «raíces ancestrales». Éste es el marco en el que se inserta una serie de estereotipos y de teorías conspiracionistas en las 110 páginas que siguen.
Existe, ciertamente, un riesgo de sustitución étnica, ya que vivimos en un mundo en el que el globo islámico (o, al menos, una parte de él) tiene cinco hijos por pareja neta, por no hablar de la poligamia, mientras que el mundo italiano tiene menos de un hijo por pareja. Esto sólo puede hacernos reflexionar sobre el futuro de nuestra nación, de nuestra identidad y de nuestro modo de vida. Hasta ahora, nuestra civilización ha considerado que la tradición cristiana y la de la Ilustración eran un activo, pero algunos miembros de la intelectualidad políticamente correcta han intentado, suicidamente, borrar este patrimonio, lo que ha provocado desastres.
En resumen, el mundo de los celulares [o smartphones] pobló África mucho antes de la nacionalización del sector terciario. Esta desmaterialización, combinada con la fertilidad explosiva de los hombres, ha producido un coctel mortal alimentado por los celulares: grupos enteros se dejan llevar por el sueño de una especie de «tierra de leche y miel», percibida como una especie de Disneyland gracias a las redes.
Giorgia Meloni expresa las ansiedades demográficas características de la extrema derecha denunciando el riesgo de sustitución étnica –una forma de referirse a la teoría del Gran Reemplazo– debido al declive demográfico occidental y a la supuesta fertilidad del mundo «islámico». El desafío demográfico se presenta como una amenaza existencial, capaz de sumergir a toda la «civilización» occidental por una «élite políticamente correcta» que intenta restar importancia a los riesgos. La «fecundidad explosiva» se combina con los nuevos medios de comunicación, sobre todo, con los celulares, para dirigir los flujos migratorios hacia Europa.
Hoy en día, la brujería representa la mayor amenaza para la vida de los africanos porque, inconscientemente, han desarrollado una mentalidad que los hace vivir en un estado permanente de miedo, de impotencia y de intimidación, lo que los obliga a acogerse en rituales diabólicos (Okon, 2012), en los que la sangre, tanto humana como animal, se equipara a la vida y, por lo tanto, es parte indispensable del sacrificio.
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Yoruba, Nigeria: en algunas regiones de Nigeria, incluida la zona habitada por la tribu Yoruba, se sigue practicando el canibalismo, estrechamente vinculado con el comercio de carne humana. Las razones están relacionadas con la persistencia de antiguas supersticiones, pero, también, con creencias médicas. Hay mercados abiertos donde se pueden comprar productos frescos de carne humana, así como ciertas partes del cuerpo.
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Un ritual Yoruba es una ceremonia con fines malévolos en la que se invoca al espíritu de los muertos para infligir la muerte. El palomberos realiza el ritual por interés personal o porque se lo encargó un tercero. El objeto esencial es la ganga, un caldero que contiene cabezas y huesos humanos mezclados con sangre, restos de animales y elementos naturales como madera y metales (Pokines, 2015). La ganga es donde reside el espíritu del difunto al que se va a invocar. A menudo, los huesos son robados de los cementerios y la sangre es de origen animal. El alma de la víctima aún viva debe ser domada antes de ser servida a la divinidad, para que el cerebro y el cuerpo de la víctima puedan pensar y actuar mejor en presencia de los espíritus. Los cadáveres de personas blancas son bienvenidos, ya que, según la tradición, los cerebros de los blancos son mucho más fáciles de domar que los de los negros. Además de los elementos naturales, se añaden, a la ganga, la sangre, la cabeza, los dedos de los pies, las costillas y las espinillas de un cadáver.
Giorgia Meloni considera que la brujería es el más importante de todos los retos a los que se enfrenta África, desde el desarrollo hasta el cambio climático. A continuación, describe fantásticos rituales africanos, en particular, los de la «tribu Yoruba». Se dice que los Yoruba, un grupo étnico de África Occidental de más de 50 millones de personas, se dedican al asesinato ritual y al comercio a gran escala de carne humana. Los detalles son grotescos, rayanos en el fetichismo racial, cuando se especifica que los «cadáveres de personas blancas» son bienvenidos y que las partes del cuerpo humano buscadas se enumeran como «los dedos de los pies, las costillas y las espinillas».
«El salvaje se presenta, a menudo, como un ser degradado y maldito, que no refleja nada positivo, sino que parece actuar como condensador de todas aquellas cualidades negativas que son prerrogativa de las clases criminales en las sociedades civilizadas» (Lorenzoni, 2015). Así describía Emilio Salgari al hombre salvaje en la primera mitad del siglo XX. Esta definición parece encajar bien con la mafia nigeriana.
Para definir al criminal nigeriano, Giorgia Meloni recurre a un pasaje de Emilio Salgari, escritor activo en el apogeo del colonialismo europeo, en las décadas previas a la Primera Guerra Mundial. La cita está claramente influida por el clima cultural en el que estaba inmerso el autor.
Ríos de dinero fluyen de las manos de ciertos africanos de Castel Volturno que pagan alquileres, compran locutorios y lavan dinero en tiendas. Envían dinero a África e invierten comprando agencias de transferencia de dinero. Las transferencias de dinero son continuas: el dinero de los blancos va directamente a los negros.
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Se trata de Campania 2 [un distrito electoral], el único territorio italiano donde la mafia africana opera en simbiosis con el crimen organizado local. Un crimen de inmediatez y omertá. Campania 2 es la principal provincia africana de Italia. La basura, la inmigración, la prostitución, la corrupción política, el crimen organizado, el deterioro de los edificios y los vertidos tóxicos son ya una realidad arraigada e inmutable de este territorio.
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Entre Castel Volturno, Mondragone, Pescopagano, el pueblo de Coppola, de Baia Verde y de Pinetamare, cada etnia tiene sus propios rituales. Por un lado, está la comunidad africana, con sus dioses animistas, ritos mágicos y vudú, que se convierten en sacrificios humanos en suelo italiano; por otro, están los blancos, que observan estas manifestaciones con sorpresa y burla, pero que, al mismo tiempo, le llaman por teléfono al mago de turno para predecir el amor, la suerte y el trabajo. Los dioses locales son seres humanos que ocupan cargos políticos… para bien o para mal.
En esta sección, Meloni se centra en los efectos de la mafia nigeriana en Italia, sobre todo, en el norte de Campania. Por un lado, denuncia los perjuicios económicos causados por sus remesas, que detraen dinero de la economía local. Hay que señalar que se suprime toda forma de matización y se le da el paso a un crudo lenguaje racial, que ni siquiera se caracteriza por la división entre nigerianos e italianos, sino, únicamente, entre «blancos» y «negros». Por otra parte, al movilizar los estereotipos sobre los italianos del sur, se pone de relieve una especie de convergencia tanto en las actividades delictivas conjuntas de la mafia campanesa y nigeriana como en los estilos de vida: se dice que incluso los campaneses «blancos» viven en la ignorancia y la superstición.
Esta migración incontrolada es, exactamente, lo contrario de lo que se necesita para fomentar una migración controlada, más compleja y dinámica, que beneficiaría tanto a los países de acogida como a los de origen. Por ejemplo, la gente de los Balcanes se ha integrado muy bien en Italia. Sin las empresas rumanas ni los inmigrantes moldavos, el sector sanitario habría tenido un problema de mano de obra calificada. Sin embargo, estos flujos colosales, que sólo benefician a una peligrosa mafia, le han devuelto, por fin, algo de cordura a la Iglesia católica, que, a veces, ha parecido convertirse en el principal agente de la inmigración descontrolada. Este inmigracionismo está suscitando oposiciones hasta en el corazón mismo del gobierno, donde el mundo de los católico-comunistas ideológicos y el de las cooperativas rojas y blancas especulativas se ven contrarrestados por una línea más racional que, esperemos, logre imponerse con más fuerza.
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Creemos que la caridad puede seguir existiendo, siempre que tenga ciertas características: transparencia en el financiamiento, filantropía auténtica, rechazo hacia cambios geopolíticos radicales y una actitud compasiva y tolerante hacia los débiles. El inmigracionismo actual está financiado por alguien que quiere cambiar la etnia europea para crear una Euráfrica o una Eurasia. También, acogemos a personas que ya son delincuentes antes de marcharse y que muestran un comportamiento monstruoso en nuestro país.
Giorgia Meloni vuelve a analizar las fuerzas responsables del «inmigracionismo» y sus consecuencias. Además de las cooperativas ya mencionadas, la Iglesia católica es retratada, aquí, como una «agencia de inmigración incontrolada», en reacción a la atención prestada por Francisco a las cuestiones migratorias. En 2019, el pontífice inauguró, en la plaza de San Pedro, la escultura Angeles Unawares, dedicada a los migrantes y a refugiados y que recuerda «el desafío evangélico de la hospitalidad». Los esfuerzos humanitarios para ayudar a los migrantes también podrían ser aceptables si se limitaran a una forma de filantropía desinteresada, pero, para Giorgia Meloni, estos esfuerzos forman parte de un proyecto coordinado y bien financiado para cambiar e hibridar la composición étnica de Europa para transformarla en «Euráfrica» o «Eurasia», según la teoría ya muy extendida del Gran Reemplazo.
A esto, se le añade el triste fenómeno de los menores obligados a prostituirse. Además, están los traficantes extranjeros que alimentan el mercado de la droga, ahora, firmemente bajo el control de la mafia nigeriana.
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Las cuentas de migrantes, aparentemente, por encima de toda sospecha, reciben sumas de dinero de capos negros que viven en América o Canadá. A lo largo de la Autoroute du Soleil, donde tiene lugar el tráfico nacional de órganos, pueden encontrarse restos de cadáveres descuartizados.
El texto termina con más especulaciones sobre el comercio de cadáveres. Según admite el propio autor, estas especulaciones no han sido confirmadas por la policía.
Sin embargo, la policía no ha confirmado esta información. En Nigeria, por otra parte, se dice que la extracción de órganos y la profanación de cadáveres para rituales religiosos son fenómenos muy extendidos. Se trata de ritos para recibir poder, riqueza y buena fortuna. Son los mismos ritos que practican los nuevos adeptos de la mafia nigeriana.