A primera vista, el libertarismo parece ser una corriente de pensamiento especialmente floreciente en Estados Unidos en la actualidad. Sin embargo, la visión excesivamente estadounidocéntrica de esta escuela de pensamiento oculta parte de su historia. ¿Podrían repasar la historia transatlántica del libertarismo?

John Tomasi 

John Tomasi es Profesor Asociado de Ciencias Políticas en la Universidad Brown.

Aunque los libertarios estadounidenses de la posguerra, como Ayn Rand y Murray Rothbard, han influido considerablemente en la percepción moderna del libertarismo, un análisis más detenido de sus orígenes revela una génesis claramente europea de la doctrina. Esta trayectoria transatlántica subraya la naturaleza compleja y polifacética del desarrollo histórico del libertarismo.

El libertarismo, a menudo visto a través de un prisma estadounidense como una filosofía que defiende la libertad individual, tiene raíces más profundas que van más allá de Estados Unidos. Contrariamente a la creencia popular, su conceptualización no se originó en América, sino en Europa Occidental. Herbert Spencer en Inglaterra, Frédéric Bastiat en Francia y Gustave de Molinari, un belga que trabajó principalmente en Francia, fueron figuras centrales en este periodo. Desarrollaron y radicalizaron los principios del liberalismo clásico, tal y como eran defendidos por Adam Smith y John Locke, convirtiéndolos en una escuela de pensamiento ideológicamente más rigurosa y lógicamente más coherente. Esta transformación tuvo lugar a mediados del siglo XIX, en un momento en que Europa experimentaba un nuevo auge revolucionario, el socialismo emergía como ideal político-moral y se afirmaba una clara tendencia estatista. 

En 1849, Gustave de Molinari publicó su obra seminal De la production de la sécurité (Sobre la producción de la seguridad), en la que proponía que los mercados podían producir eficazmente servicios públicos. En su opinión, en la medida en que los mercados eran capaces de producir bienes de consumo cotidiano como jabón o alimentos, también podían gestionar servicios tradicionalmente monopolizados por el Estado, como la seguridad, la policía y las funciones judiciales. La hipótesis de Molinari, radical en sus implicaciones, sugería una evolución hacia el suministro por parte del mercado de funciones sociales esenciales, allanando el camino para lo que él concebía como una forma de «capitalismo anárquico». Este concepto ha sido un tema recurrente en el pensamiento libertario desde entonces, ilustrando la evolución de su filosofía y su ruptura con el liberalismo clásico.

El libertarismo surgió a mediados del siglo XIX, en un momento en que Europa experimentaba un nuevo auge revolucionario, el socialismo emergía como ideal político-moral y se afirmaba una clara tendencia estatista. 

JOHN TOMASI

Por lo tanto, es importante tener en cuenta que libertarios emblemáticos como Ayn Rand, cuyas novelas defienden la libertad individual y el interés propio, o Milton Friedman, que promovió la economía de mercado en su programa de televisión, han configurado efectivamente la concepción estadounidense del libertarismo, pero que esta concepción es relativamente reciente y sobre todo hunde sus raíces en la época de la Guerra Fría. De hecho, las raíces del libertarismo están firmemente ancladas en el suelo intelectual de la Europa del siglo XIX. 

El libertarismo contemporáneo también procede de la llegada de pensadores europeos a Estados Unidos, como Friedrich Hayek y Ayn Rand. ¿Hasta qué punto han remodelado el libertarismo estadounidense? ¿Qué aportó al proyecto libertario su experiencia de la historia y, en particular, de los traumas europeos de la primera mitad del siglo XX? 

Matt Zwolinski 

Matt Zwolinski es profesor de Filosofía en la Universidad de San Diego.

No se puede exagerar en el impacto transformador de la inmigración intelectual europea en el libertarismo estadounidense, especialmente por medio de figuras como Friedrich Hayek y Ayn Rand. Esta influencia se ejerció tanto directamente –a través de la llegada de pensadores europeos a suelo europeo– como indirectamente –a través de la difusión de sus ideas en libros, traducciones y artículos–.

En realidad, el fenómeno no surgió en la década de 1930. Desde finales del siglo XIX el libertarismo estadounidense, representado por figuras como Benjamin Tucker y su revista Liberty (1881-1908), ya estaba absorbiendo las ideas europeas. De forma al parecer sorprendente, la filosofía de Proudhon influyó profundamente en Tucker, como demuestra la adopción por parte de éste de la perspectiva de Proudhon según la cual el orden es una consecuencia, no una causa, de la dinámica social. Max Stirner, el filósofo alemán del egoísmo dialéctico, también tuvo un impacto significativo en esta primera “generación” libertaria.

No se puede exagerar el impacto transformador de la inmigración intelectual europea en el libertarismo estadounidense.

MATT ZWOLINSKI

Esta infusión de pensamiento europeo sentó las bases para un cambio más radical en el siglo XX. La llegada de pensadores como Hayek, Rand y Ludwig von Mises trajo consigo la experiencia directa del socialismo de Estado, un fenómeno relativamente desconocido en Estados Unidos. Sus experiencias y reflexiones reconfiguraron la perspectiva libertaria estadounidense, sobre todo en lo que respecta a la percepción del socialismo.

De hecho, antes de este punto de inflexión, los primeros libertarios estadounidenses no veían el socialismo de Estado como una gran amenaza para la libertad. Algunos incluso se definían a sí mismos como socialistas. Creían en una forma de socialismo que hacía hincapié en el reparto comunitario y la asociación voluntaria, en contraposición a los modelos impulsados por el Estado. A lo largo del siglo XX, la orientación del libertarismo estadounidense cambió radicalmente en respuesta al auge a gran escala del socialismo, controlado por el Estado. Esto provocó un cambio significativo en las prioridades libertarias, que pasaron de una amplia gama de cuestiones –como la abolición de la esclavitud, el antiimperialismo, los derechos de la mujer y la libertad religiosa–, a una oposición centrada en el socialismo.

Como resultado, la orientación política del libertarismo sufrió una notable transformación. Mientras que el libertarismo estadounidense del siglo XIX era una ideología progresista y radical, en el siglo XX se alineó cada vez más con el conservadurismo político, principalmente por su postura antisocialista. Este alineamiento no fue sólo ideológico, sino que también se vio influido por la cambiante relación entre el libertarismo y diversas estructuras institucionales, grupos de reflexión y organismos de financiamiento. La necesidad de adaptar el propio mensaje para seguir siendo relevante y atractivo en entornos institucionales cambiantes ha desempeñado un papel crucial en el desarrollo del discurso libertario moderno.

John Tomasi

Al considerar el lugar de Europa en el pensamiento libertario estadounidense, es fundamental volver a mediados del siglo XIX, el periodo formativo de las ideas libertarias en Estados Unidos. Los libertarios estadounidenses de esta época estaban profundamente influidos por la filosofía de John Locke, en particular por sus opiniones sobre la propiedad individual y los derechos de propiedad. Se oponían vehementemente a la esclavitud, que consideraban una profunda violación de la libertad individual.

Estos libertarios no sólo se oponían a la esclavitud, sino que también examinaban críticamente la naturaleza del trabajo asalariado y del capitalismo, que consideraban opresivos. Su escepticismo se extendía a la estructura misma de la sociedad capitalista, e incluso experimentaron con formas de comunismo voluntario. La influencia de Proudhon en el desarrollo del primer momento libertario en Estados Unidos, especialmente en su postura crítica hacia el socialismo de Estado y el capitalismo desenfrenado, es un aspecto importante, y a menudo subestimado, de la historia libertaria.

En su radicalismo, el libertarismo tiene a veces más en común con el anarquismo que con el liberalismo clásico, aunque derive en parte de este último. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿cómo podemos ir más allá de la búsqueda de la utopía minarquista para empezar realmente a realizar el proyecto libertario?

Matt Zwolinski 

La intersección entre el libertarismo y las ideologías radicales, en particular el anarquismo, fue objeto de un intenso debate entre los colaboradores de la revista Liberty a finales del siglo XIX y principios del XX. Estos pensadores, más próximos a anarquistas sociales como Emma Goldman que a los partidos políticos dominantes, se esforzaban por pasar de los ideales utópicos a la aplicación práctica de los principios libertarios. En el centro de estos debates estaba la posición moral ante el Estado. Muchos de los primeros libertarios estadounidenses, cercanos al anarquismo, se oponían firmemente a cualquier cooperación con el Estado, al que consideraban intrínsecamente violento y opresor. Esta oposición se extendía al acto de votar, que consideraban inmoral, ya que implícitamente respaldaba la autoridad y la violencia del Estado.

Frente a esta posición filosófica, estos libertarios rechazaron rotundamente la noción de cambio a través de la violencia o la revolución. En su lugar, se centraron en la educación y la reforma cultural a largo plazo como caminos viables. Se dedicaron a publicar artículos y a debatir, aunque los resultados tangibles de estos esfuerzos hayan sido limitados.

La intersección entre el libertarismo y las ideologías radicales, en particular el anarquismo, fue objeto de un intenso debate en el siglo XIX. 

MATT ZWOLINSKI

Sin embargo, hubo una excepción importante a este enfoque no violento: la lucha contra la esclavitud. A pesar de su oposición, por principios ideológicos, al Estado, muchos libertarios estaban profundamente vinculados al movimiento abolicionista. Reconociendo la profunda injusticia de la esclavitud, creían en el imperativo moral de resistir activamente y desmantelar la institución, abogando a veces por la resistencia armada. Destacados libertarios desempeñaron un papel importante en los movimientos clandestinos que suministraban armas a la gente esclavizada y apoyaban las rebeliones violentas contra la esclavitud. Esta participación destaca una compleja dinámica dentro del pensamiento libertario: la tensión entre una estrategia de principios a largo plazo y la obligación moral inmediata de hacer frente a graves injusticias. Los libertarios radicales estadounidenses del siglo XIX no sólo eran partidarios teóricos del abolicionismo, que alineaban con los principios constitucionales, sino que también participaron en acciones más radicales, abogando por la resistencia armada contra los esclavistas.

La evolución del libertarismo, especialmente en su transición del radicalismo decimonónico al conservadurismo del siglo XX, plantea profundos cuestionamientos sobre la realización práctica de los ideales libertarios. Los libertarios del siglo XIX se enfrentaron al inmenso reto de salvar la distancia entre su visión utópica y las realidades sociales de su época. Esta lucha allanó el camino para una importante transformación de la estrategia y el pensamiento libertarios en los albores del siglo XX. Parte de esta transformación implicó una inserción estratégica del libertarismo en las instituciones dominantes y un esfuerzo deliberado por influir en las políticas públicas tanto en Estados Unidos como a escala internacional. Una manifestación destacable de esta estrategia fue la aparición de figuras como Milton Friedman y el influyente papel de la Escuela de Economía de Chicago y la Sociedad Mont-Pèlerin, cofundada por Friedrich Hayek. Estos organismos desempeñaron un papel esencial en la formación de la opinión pública y de las élites, en particular defendiendo políticas alineadas con los principios libertarios.

La influencia de la Sociedad Mont-Pèlerin, sobre todo en los círculos neoliberales, ha sido considerable. El neoliberalismo, como término, capta el ethos surgido de esta sociedad, con defensores clave como Hayek y Friedman a la cabeza. The Great Persuasion (La Gran Persuasión), de Angus Burgin, examina la evolución de estas ideas y su profundo impacto en instituciones mundiales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Estas instituciones han desempeñado un papel decisivo en la promoción de la liberalización y la reforma del comercio en todo el mundo, a veces en oposición a la opinión pública local.

Esta forma de libertarismo, que coincide con el neoliberalismo, representa una variante menos radical de la ideología más arraigada en las estructuras institucionales. Carece de las aspiraciones utópicas de su predecesor más radical, pero tiene una mayor capacidad para provocar cambios políticos sustanciales. Esta evolución pone de manifiesto la tensión existente entre el liberalismo clásico y el libertarismo, y subraya la compleja interacción entre la pureza ideológica y el compromiso institucional pragmático.

Desde los liberales clásicos hasta los neoliberales, encontramos la idea persistente de que las constituciones y las leyes carecen de significado en sí mismas y son meros objetos inertes; son las costumbres de un pueblo y el consentimiento del cuerpo social los que pueden darles vida. Este énfasis analítico en las «costumbres» –por utilizar un concepto tocquevilliano– pesa mucho en el pensamiento liberal, que vincula la posibilidad de establecer la libertad con la atención puesta en el mundo tal y como es. Hayek, piedra angular del pensamiento libertario, defiende una idea similar: en Derecho, legislación y libertad rechaza la tradición cartesiana según la cual las instituciones sociales deben ser deliberadamente concebidas para ser eficaces y en su lugar defiende la idea de que las sociedades deben evolucionar de forma natural. ¿Cómo conciliar esta defensa de un orden espontáneo con el deseo de cambio radical y brutal que anima a los libertarios?

John Tomasi

La esencia del pensamiento libertario, como bien lo identificas, está profundamente ligada al respeto por el orden espontáneo y orgánico de la sociedad, también defendido elocuentemente por Hayek. Esta perspectiva, enraizada en la Ilustración escocesa, hace hincapié en la humildad ante la complejidad del mundo, reconociendo nuestra limitada capacidad para comprender y controlar la compleja red de interacciones sociales.

Esta humildad es un componente esencial de la filosofía libertaria, que aboga por un enfoque prudente del cambio social. Hayek, entre otros, compara metafóricamente la intervención social con el martilleo sobre un plato abollado: cada intento de rectificar un problema puede provocar inadvertidamente otro. Este punto de vista, que hace hincapié en nuestra limitada comprensión de la dinámica social en su conjunto, aboga por un enfoque moderado del cambio legislativo e institucional.

La esencia del pensamiento libertario está profundamente vinculada al respeto del orden espontáneo y orgánico de la sociedad.

JOHN TOMASI

Por el contrario, existe una corriente más asertiva dentro del libertarismo, que podría describirse como «inflexible». Esta perspectiva se basa en dos posturas: la certeza moral y el rigor lógico. Defiende la idea de que ciertos principios pueden conocerse y deben defenderse sin concesiones. Por ejemplo, el argumento de Molinari a favor de extender los principios del mercado a todos los aspectos de la sociedad, incluidas las funciones tradicionalmente gestionadas por el Estado, forma parte de esta postura inflexible. Postula que, si los mercados son eficientes en la producción de ciertos bienes, deberían, en teoría, ser capaces de gestionar todas las necesidades de la sociedad, negando así la necesidad del Estado.

Otro ejemplo es el axioma de no agresión de Murray Rothbard, un principio libertario fundamental que afirma la inmoralidad del uso de la fuerza contra otros. Según este axioma, la agresión, ya sea por parte de un individuo o de un actor estatal, es intrínsecamente mala, lo que refuerza el elevado nivel moral del pensamiento libertario.

Esta cuestión puede extenderse incluso a los asuntos internacionales; tomemos el ejemplo de Richard Cobden, una figura importante en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Cobden se opuso fervientemente a las “Leyes de los cereales”, que imponían elevados aranceles a las importaciones de granos, aumentando el precio del pan y beneficiando a la aristocracia. Su defensa del libre comercio total y la abolición de los aranceles ilustra el compromiso libertario con la libertad económica y la oposición a las distorsiones del mercado impuestas por el Estado.

El libertarismo navega entre estas dos corrientes: la corriente de la humildad, que aboga por un enfoque prudente que reconozca nuestra limitada comprensión de las complejidades de la sociedad, y la corriente de la intransigencia, que hace hincapié en la claridad moral y la aplicación estricta de los principios libertarios, incluso ante la incertidumbre. Esta dualidad refleja el reto permanente para los libertarios de conciliar el deseo de un cambio radical con el reconocimiento del orden espontáneo inherente a la evolución de la sociedad.

Matt Zwolinski

Esta divergencia dentro del libertarismo refleja la dicotomía que Thomas Sowell presenta en A Conflict of Visions (Un conflicto de visiones) (William Morrow, 1987), entre lo que él denomina la visión constreñida y la visión no constreñida de la humanidad. Aunque es libertario, Sowell adopta una postura más moderada, criticando la perspectiva libertaria radical. Su análisis del anarquismo de William Godwin pone de manifiesto una postura epistemológica radical: si una institución no puede soportar una justificación racional, debe ser desmantelada y sustituida por otra que sí pueda.

El planteamiento de Hayek, por otra parte, resuena a la par del conservadurismo tradicional manifestado en Edmund Burke y Michael Oakeshott, e insta a la cautela. Según este punto de vista, la incapacidad para comprender la justificación de una institución no tiene por qué desembocar necesariamente en su destrucción. Hayek aboga por la humildad ante las viejas instituciones, reconociendo que pueden haber evolucionado para servir a fines que no son inmediatamente evidentes, por lo que no deben descartarse antes de tiempo.

John Tomasi

Por el contrario, la rama intransigente del libertarismo encuentra una analogía histórica en la Revolución Francesa. Este enfoque se basa en la idea de que las estructuras sociales pueden alterarse radicalmente y que el comportamiento y las creencias de las personas pueden transformarse de manera fundamental. La Revolución Francesa encarnó este punto de vista, abogando por una revisión completa de los sistemas y tradiciones existentes. Los revolucionarios pretendían reinventar la sociedad desde cero, rechazando las estructuras y normas tradicionales a favor de un orden nuevo y ostensiblemente mejorado.

La rama intransigente del libertarismo encuentra una analogía histórica en la Revolución Francesa. 

JOHN TOMASI

Esta corriente firme y bien convencida del libertarismo, similar al espíritu ético de la Revolución Francesa, postula que un cambio significativo y radical no sólo es posible, sino deseable. Está personificada por figuras como Murray Rothbard, que representa un enfoque libertario radical y que aboga por cambios significativos en el statu quo en pos de un ideal político.

En resumen, las revoluciones estadounidense y francesa sirven como puntos de comparación históricos para entender el debate interno dentro del libertarismo. Por un lado, el modelo estadounidense refleja un enfoque más limitado y evolutivo. Por otro, el modelo francés representa una perspectiva revolucionaria sin restricciones. Esta dicotomía pone de manifiesto la continua lucha filosófica dentro del pensamiento libertario: el equilibrio entre el respeto a las instituciones establecidas y el deseo de un cambio radical y global. 

Murray Rothbard sostenía que no debería haber «política exterior» porque no debería haber Estado. Dejando a un lado esta postura maximalista, ¿existe una geopolítica propiamente libertaria?

Matt Zwolinski

Personalmente, descubrí el libertarismo cuando tenía unos 16 años, sentado con mi madre en nuestro coche frente a una señal de alto de semáforo detrás de un camión aparcado estacionado delante de nosotros. Era en New Hampshire, un estado conocido por sus inclinaciones libertarias. Me fijé en una pequeña calcomanía pegada en el camión que me llamó la atención: «Free Trade, Free Migration and Peace” (Libre comercio, libre migración y paz). Este sucinto mensaje resume los principios libertarios clave en cuestiones geopolíticas. 

El libertarismo, por su propia naturaleza escéptica respecto al Estado, aboga por la reducción de las barreras entre individuos y empresas a escala mundial. Defiende el libre comercio como medio de promover la libertad económica, apoya la libre migración como derecho humano fundamental y promueve la paz oponiéndose al militarismo y a los conflictos violentos a menudo iniciados por los Estados. Estos principios, derivados de una perspectiva libertaria de la apatridia, ponen de manifiesto un enfoque particular de las interacciones globales.

Sin embargo, la tradición libertaria no es monolítica y abarca diversos puntos de vista. Ludwig von Mises, también inmigrante europeo y pensador libertario afincado en Nueva York durante la Guerra Fría, ofrece una perspectiva diferente en su libro Liberalismus, publicado en 1927. Propone la idea de un Estado mundial, pues cree que la eliminación de fronteras y barreras comerciales requiere una autoridad global que garantice la libertad de cada individuo. Esta visión sugiere que, paradójicamente, el desmantelamiento del Estado debería conducir a la formación de un Estado mundial.

Originalmente, el libertarismo defendía el libre comercio como medio de promover la libertad económica, apoyaba la libre migración como derecho humano fundamental y promovía la paz oponiéndose al militarismo y a los conflictos violentos iniciados a menudo por los Estados.

MATT ZWOLINSKI

La geopolítica libertaria es a la vez diversa y contradictoria. Los libertarios, a su manera única y a menudo poco ortodoxa, participan continuamente en nuevas exploraciones y debates sobre el papel del Estado, la libertad individual y las interacciones globales.

Estas contradicciones parecen haberse exacerbado desde el colapso de la Unión Soviética, el enemigo común de todos los libertarios, lo que ha contribuido a la dispersión de las facciones libertarias. ¿Cómo describiría el panorama intelectual del movimiento en la actualidad?

La amenaza unificadora del socialismo, como ideología y práctica política, fue un factor definitorio del libertarismo durante la mayor parte del siglo XX. Este enemigo común enmascaraba desacuerdos subyacentes entre libertarios y conservadores, pero también dentro de las distintas facciones libertarias.

Inicialmente, el consenso era dar prioridad a la erradicación del socialismo, posponiendo otros debates ideológicos. Los debates pospuestos incluían el papel de la virtud moral en la teoría política, la importancia del carácter y la responsabilidad, y el papel potencial del Estado a la hora de fomentar o preservar estos rasgos. Un ala conservadora del libertarismo hacía hincapié en las cuestiones de carácter, en contraste con un ala más radical y pluralista que advertía contra la imposición estatal de normas morales específicas.

La política exterior es otra área de controversia, en particular el grado apropiado de no intervencionismo. El dilema es si una sociedad libertaria debe promover activamente la libertad a escala internacional o adoptar una postura estrictamente no intervencionista. Este debate se ha intensificado recientemente, sobre todo en el contexto de acontecimientos mundiales como la invasión rusa de Ucrania. Los libertarios se oponen universalmente a la agresión militar, pero están divididos sobre cómo deben responder terceras partes a los conflictos internacionales.

Durante la Guerra Fría, el consenso fue dar prioridad a la erradicación del socialismo, posponiendo otros debates ideológicos.

MATT ZWOLINSKI

Estas divisiones internas son evidentes en el Partido Libertario de Estados Unidos, actualmente dominado por el Mises Caucus. Nombrado en honor a Ludwig von Mises y con inspiraciones intelectuales situadas más del lado de las posiciones paleolibertaria y paleoconservadora de Murray Rothbard, este grupo se ha alineado con posiciones sociales populistas y conservadoras. Ha moderado algunas posturas libertarias tradicionalmente radicales en cuestiones como la inmigración, la libertad sexual y la autonomía individual. Recientemente, se ha producido un notable cambio en la retórica del partido, prestando mayor atención a los debates en torno a los derechos de los transexuales y los homosexuales, que antes se consideraban cuestiones sin importancia dentro del libertarismo. Sin embargo, esta tendencia conservadora dentro del partido no es universalmente aceptada.

Es importante señalar que si nos centramos únicamente en el Partido Libertario corremos el riesgo de tener una visión trunca del libertarismo en Estados Unidos. Mientras que la tendencia paleoconservadora predomina dentro del partido, el pensamiento libertario es mucho más diverso. Muchos libertarios adoptan una visión más cosmopolita del mundo, haciendo hincapié en principios como el libre comercio, la libre migración, la paz y la autonomía individual. Otros, como yo, se alinean con lo que se ha dado en llamar «libertarismo de corazón sangrante», que trata de conciliar los principios del libre mercado y el gobierno limitado con los ideales progresistas de justicia social. Esta corriente del libertarismo considera incluso que conceptos como la renta básica universal son compatibles con los valores libertarios.

Argentina acaba de elegir a un admirador declarado de Murray Rothbard, que también defiende posiciones ultraconservadoras en la mayoría de las cuestiones sociales. En el conjunto del continente americano, la alineación entre el libertarismo y ciertos movimientos de extrema derecha parece acentuarse en Estados Unidos. ¿Cómo puede explicarse esto, si no es por su rechazo a la justicia social? Del mismo modo, el caso de Christopher Cantwell, un nazi-libertario, no parece tener sentido: ¿podrían decirnos cómo concilia él estas dos tendencias? 

La carrera intelectual de Christopher Cantwell ilustra un cambio desconcertante dentro de los círculos libertarios. Inicialmente partidario de figuras libertarias como Murray Rothbard y Hans-Hermann Hoppe, Cantwell ha abandonado desde entonces el libertarismo para abrazar abiertamente el fascismo. Este cambio, aunque singular, no está totalmente aislado dentro del movimiento libertario.

Hace unos años, un artículo introdujo la idea de que existía una conexión entre los libertarios y la derecha alternativa, un fenómeno desconcertante dadas las marcadas diferencias ideológicas entre el individualismo del libertarismo y la naturaleza colectivista y estatista del fascismo. En parte, esta conexión puede ser el resultado de traslapes históricos entre grupos libertarios y conservadores, que comparten plataformas en conferencias y actos sociales. Estas interacciones pueden haber contribuido a cambiar la composición ideológica de algunas plataformas libertarias.

Otra explicación reside en la atracción de ciertos individuos por las ideologías radicales. Una personalidad atraída por desafiar las narrativas de la corriente dominante podría alinearse inicialmente con el libertarismo cuando la narrativa se centra en el statu quo. Sin embargo, cuando la corriente dominante adopta posturas progresistas en cuestiones como la igualdad racial o los derechos sexuales, esta misma personalidad puede rebelarse contra estos puntos de vista, no por una conexión intelectual con el libertarismo, sino como una forma de rechazar la perspectiva dominante.

El caso de Rand Paul es indicativo de la política libertaria en Estados Unidos. Muchas personas que se identificaron como libertarias durante sus campañas presidenciales apoyaron posteriormente a Donald Trump, a pesar de sus profundas diferencias políticas. Esto sugiere una atracción por figuras populistas y antiestablishment más que una adhesión estricta a las políticas libertarias.

Me preocupa profundamente el traslape actual entre el libertarismo y las ideologías populistas de la derecha alternativa. Representa un alejamiento significativo de los ideales cosmopolitas tradicionalmente asociados al libertarismo, una tendencia que, en mi opinión, traiciona los principios fundamentales del movimiento. Sin embargo, esta intersección es una realidad en el panorama libertario actual.

La aparición de Javier Milei como figura política en Argentina ilustra esta complejidad. En las últimas dos décadas, ningún libertario, con la posible excepción de Ron Paul, ha tenido tanta influencia como Milei. Su ascenso marca posiblemente la evolución más significativa en la práctica política libertaria desde mediados del siglo XX.

La personalidad política de Milei es un tanto enigmática. Su estilo, similar al de Donald Trump, se caracteriza por un sentido de la actuación que resuena con fuerza entre el público. Pero a diferencia de Trump, e incluso de Ron Paul, Milei tiene un formidable bagaje intelectual como economista de formación. Su amplitud de conocimientos, subrayada por citas que van desde Jeremy Bentham y Friedrich Hayek hasta Antonio Gramsci, subraya una cierta profundidad intelectual. Su admiración por líderes como Trump y Bolsonaro parece provenir no de sus posiciones nacionalistas o antiinmigración, sino de lo que él percibe como su oposición al socialismo. El antisocialismo radical de Milei es central en su filosofía política.

El ascenso de Milei marca posiblemente la evolución más significativa en la práctica política libertaria desde mediados del siglo XX. 

MATT ZWOLINSKI

En el contexto de Argentina, donde el discurso socialista está todavía muy presente, el libertarismo de Milei está indudablemente influido por la dinámica local. Parece un verdadero libertario, pero que adapta su interpretación de los principios libertarios para atraer a una base que es a la vez conservadora y populista. 

Algunas figuras destacadas de Silicon Valley, en particular Peter Thiel, han expresado abiertamente su fascinación por una forma de libertarismo que, en su caso, tiende al aristocratismo. ¿Marca la revolución digital una nueva era en la historia del pensamiento libertario?

En nuestra investigación, nos hemos fijado en particular en el darwinismo social, tal y como lo definió Herbert Spencer. En este caso, el concepto de «darwinismo social» puede ser algo engañoso en el contexto libertario. Aunque condenan universalmente el uso de la violencia salvo en defensa propia, no respaldan el tipo de darwinismo social que justificó el colonialismo imperialista en el siglo XIX, una postura a la que el propio Spencer se oponía firmemente.

No obstante, el pensamiento libertario se caracteriza por una importante vertiente antiigualitaria. Muchos libertarios creen en la desigualdad descriptiva entre los seres humanos: variaciones en la inteligencia, la productividad, la honradez, etcétera. Esta perspectiva no cuestiona la creencia de que todos los individuos tienen los mismos derechos morales, independientemente de sus capacidades o productividad. Sin embargo, conduce a un cierto escepticismo sobre las políticas destinadas a igualar los resultados o a distribuir la riqueza. Los libertarios que defienden este punto de vista también pueden cuestionar las normas igualitarias de la sociedad, en particular las que atribuyen las disparidades de ingresos o educación entre grupos raciales únicamente a la discriminación.

El pensamiento libertario se caracteriza por una importante vertiente antiigualitaria.

MATT ZWOLINSKI

Esta postura antiigualitaria ha llevado a algunos libertarios a alinearse con grupos que se oponen al igualitarismo, aunque estos grupos pueden no compartir el compromiso del libertarismo con la igualdad de derechos. Una corriente importante del libertarismo, encarnada por pensadores como Herbert Spencer, Murray Rothbard y otros, lo ve no sólo como un marco para respetar los derechos individuales, sino también como un medio para que prosperen los individuos más capaces de la sociedad. Esta perspectiva elitista festeja a los «grandes héroes de la industria» y postula que una sociedad libertaria permite que florezcan los mejores elementos de la humanidad.

La vertiente antiigualitaria del pensamiento libertario, como ya se ha mencionado, encuentra eco en la obra de figuras como Ayn Rand. Los primeros escritos de Rand están fuertemente influidos por Nietzsche, sobre todo en su enfoque de las cuestiones sociales y políticas. Este aspecto de su filosofía se alinea con la idea de que el libertarismo no sólo debe salvaguardar los derechos individuales, sino también crear un entorno en el que puedan prosperar los individuos más excepcionales. La perspectiva de Rand destaca una forma de elitismo libertario, haciendo hincapié en la importancia de la libertad no sólo como principio de los derechos universales, sino también como condición previa para la aparición de la excelencia en los mejores elementos de la humanidad.

Esta búsqueda de un entorno propicio para el florecimiento de lo «mejor» es un tema recurrente en algunos círculos libertarios. Refleja la creencia en la desigualdad inherente a las capacidades humanas y el consiguiente papel de la libertad a la hora de permitir que los individuos con más talento y capacidad alcancen su pleno potencial. Desde esta perspectiva, el libertarismo se ve como un medio de enseñar la forma «correcta» de vivir, reconociendo la excelencia individual más que la colectiva.

Hay una fuerte influencia nietzscheana en los primeros escritos de Rand, sobre todo en su enfoque de las cuestiones sociales y políticas. 

MATT ZWOLINSKI

Sin embargo, esta perspectiva contrasta con una línea más igualitaria dentro del libertarismo, que se remonta a Adam Smith. Este último enfatizaba el papel del entorno institucional en la formación de los individuos, sugiriendo que las disparidades en materia de capacidades intelectuales son más el resultado de las circunstancias que de diferencias innatas. Esta escuela de pensamiento abogaba por cambios institucionales para remodelar el entorno, transformando así la naturaleza humana y atajando los males sociales. Los primeros anarquistas estadounidenses, influidos por este punto de vista, creían que los problemas sociales como la delincuencia y la prostitución no se debían a la depravación inherente al ser humano, sino a la influencia corruptora de las instituciones existentes.

Esta línea igualitaria del libertarismo, que aboga por un cambio transformador de las instituciones para mejorar las condiciones humanas, ha perdido tristemente su importancia, pero sigue siendo un aspecto esencial del pensamiento libertario, listo para una renovación.

Si nos fijamos en el Estados Unidos de hoy –la marihuana es legal en un número cada vez mayor de estados; los neoconservadores han sido totalmente derrotados y el país probablemente nunca ha sido tan antiintervencionista; el matrimonio gay es ahora legal en todos los estados–, parecería que en una serie de elementos clave las ideas libertarias estarían en una posición mucho mejor y mucho más aceptadas hoy que hace 20 años. ¿Al respecto, cree que, en cierto modo, los libertarios han conseguido hacer avanzar su agenda mucho más que cualquier otro movimiento político en los últimos 20 años?

Hay argumentos para ello. Si comparamos al Estados Unidos de hoy con el Estados Unidos de hace 40 años, o incluso 50 años, en términos de libertad humana, ¿qué tan libres somos hoy en comparación con lo que éramos entonces? Creo que la respuesta obvia es que somos mucho más libres en varios ámbitos. La libertad sexual ha progresado notablemente; las actitudes y las posiciones jurídicas hacia las relaciones y el matrimonio entre personas del mismo sexo han cambiado drásticamente desde los años noventa, cuando aún existía una oposición generalizada. La igualdad racial también ha aumentado, y los distintos grupos disfrutan ahora de mayores libertades y oportunidades.

Los grandes cambios políticos, como la abolición del servicio militar obligatorio, representan importantes victorias desde el punto de vista libertario. Del mismo modo, la desregulación de industrias como las aerolíneas y el transporte interestatal por carretera a finales de los años setenta y ochenta supuso avances significativos. Estos cambios, unidos a una evolución social más amplia hacia la tolerancia y la aceptación de estilos de vida diversos, han contribuido a crear un panorama en el que los estadounidenses disfrutan de una libertad considerablemente mayor que en el pasado.

Personalidades como Milton Friedman desempeñaron un papel crucial en los cambios políticos de las décadas de 1970 y 1980. Sus ideas influyeron en las políticas públicas, a menudo adoptadas por los responsables políticos en tiempos de crisis. Esta influencia indirecta sugiere que la estrategia libertaria de difundir ideas en la sociedad ha sido bastante eficaz.