A pesar de las importantes dificultades económicas de los últimos años, de un gran terremoto que mató a más de 50000 personas en febrero y de las predicciones de los encuestadores que mostraban una posibilidad muy significativa de victoria de la oposición, el hombre fuerte de Turquía –el presidente Erdoğan– demostró ser resiliente y obtuvo otra victoria para gobernar el país durante otros cinco años, lo que prolonga su reinado por tercera década. 

Con el 49.5 % de los votos en la primera ronda, el 14 de mayo, la segunda ronda, el 28 de mayo, fue bastante fácil para Erdoğan, que se llevó más del 52 % de los votos frente al candidato de la oposición, Kemal Kılıçdaroğlu. Aunque su éxito en las elecciones parlamentarias fue menor (el AKP obtuvo en torno al 35 % de los votos), su «Alianza Popular», conformada por partidos de derecha e islamistas, también obtuvo la mayoría en el Parlamento. Los resultados tendrán importantes consecuencias para la política interna: debido a la alianza islamonacionalista que Erdoğan mantiene desde 2016, se espera un mayor afianzamiento de la política nacionalista autoritaria con un mayor tono islamista.

Más allá de la política nacional, las elecciones turcas de mayo de 2023 también fueron seguidas de cerca en todo el mundo por sus implicaciones geopolíticas y económicas más amplias. Por estas razones, por ejemplo, los medios de comunicación que van desde The Economist al Washington Post y desde Foreign Policy a Politico la han descrito como las elecciones más importantes de 2023. Por lo tanto, es importante analizar y comprender estas elecciones y sus consecuencias desglosando el autoritarismo neoliberal de Turquía desde una perspectiva crítica de economía política y clase social.

Sin embargo, hay que destacar, en primer lugar, el carácter extremadamente injusto de las elecciones, que favorecieron al presidente y que dificultaron enormemente la victoria de la oposición. En el análisis convencional de ciencia política, este fenómeno suele describirse como «autoritarismo competitivo»; en el caso de Turquía, se manifestó en un estricto control de los medios de comunicación por parte del régimen, que utilizó los tribunales para amenazar a los políticos disidentes con el destierro de la vida política o con el encarcelamiento.

La importancia de las clases sociales: una visión a largo plazo del AKP y de la clase trabajadora

La clase trabajadora conservadora, tanto en Anatolia como en los suburbios de grandes ciudades como Estambul, ha sido una importante fuente de apoyo para el AKP y para Erdoğan durante las dos últimas décadas. Dada la gestión neoliberal autoritaria de las relaciones laborales por parte del AKP y de las diversas reformas emprendidas para hacer más competitivo el mercado laboral turco mediante una mayor flexibilización, privatizaciones y una mano de obra, generalmente, mal pagada, este apoyo, algo debilitado, pero continuo para Erdoğan, debe explicarse en el contexto de la transformación neoliberal más amplia de la economía política turca desde la década de 1980.

Esperamos un nuevo arraigamiento de las políticas nacionalistas autoritarias, con mayor énfasis en el islamismo.

MEHMET ERMAN EROL & ÇAĞATAY EDGÜCAN ŞAHIN

La transición al neoliberalismo supuso el rechazo de la anterior estrategia de industrialización orientada hacia el interior y un tipo diferente de integración en el mercado mundial, basada en la orientación a la exportación, cuya condición previa era una mano de obra barata, disciplinada y no organizada. Como tal, esta transición pudo contar con el golpe militar de la década de 1980; la nueva estrategia orientada a la exportación, acompañada de diversos incentivos estatales, permitió que pequeñas y medianas empresas (PyME) conservadoras y con sede en Anatolia florecieran después de 1980 y que se convirtieran en una importante fracción del capital en la década de 1990, representada por MÜSİAD (la asociación de industriales y empresarios independientes), lo que le dio empleo a una gran parte de la clase trabajadora.

Sin embargo, las políticas neoliberales aplicadas desde la década de 1980 también han aumentado las desigualdades dentro de la sociedad y la clase trabajadora se ha visto perjudicada, sobre todo, en los sectores ocupacionales no organizados; la informalidad en el mercado laboral ha aumentado como consecuencia de la migración de las zonas rurales a las urbanas, de las políticas agrícolas y del conflicto entre el PKK y el Estado turco en el este y sureste de Anatolia. La década de 1990 también estuvo marcada por crisis económicas y financieras causadas por flujos de capital no regulados, producto del neoliberalismo. 

Estas desigualdades y el descontento con el establishment crearon un terreno fértil sobre el cual pudieron organizarse las políticas islamistas: la izquierda socialdemócrata, socia de coalición de 1991 a 1995, no podía representar los intereses de la clase trabajadora y suscribía, en gran medida, la agenda neoliberal; la izquierda socialista no pudo funcionar de la misma manera desde que fue aplastada por los militares a principios de la década de 1980. En estas condiciones, el principal partido político islamista de la época, el Welfare Party, gracias a su exitosa política popular y a su discurso antineoliberal denominado «Orden Económico Justo», se ganó el apoyo político del creciente proletariado informal. Durante un breve periodo, el partido gobernó Turquía como parte de una coalición del primer ministro islamista Erbakan, pero, finalmente, fue derrocado por los militares, en 1997, y sustituido por coaliciones precarias de centro-derecha y de centro-izquierda hasta 2002.

Estas desigualdades y el descontento con el establishment crearon un terreno fértil sobre el cual pudieron organizarse las políticas islamistas.

MEHMET ERMAN EROL & ÇAĞATAY EDGÜCAN ŞAHIN

Una de las razones de la primera victoria electoral del AKP, en 2002, fue la gran crisis financiera de 2001, que supuso un punto de inflexión para muchos sectores de la sociedad. Aunque la dirección del AKP bajo Erdoğan se escindió del principal movimiento islamista (Milli Görüş/Movimiento de Perspectivas Nacionales), en 2001, y el AKP tenía una orientación pragmática, en gran medida prooccidental y, claramente, neoliberal en sus primeros años, este apoyo continuó e, incluso, aumentó. Así, las reformas neoliberales del mercado laboral y el estancamiento salarial han ido de la mano de ciertos mecanismos mitigadores y amortiguadores, cuyos puntos más importantes son la política social neoliberal y las estrategias de bienestar dirigidas a los pobres, así como la creciente financiarización de los hogares: estas políticas han sido capaces de crear una ilusión de prosperidad. 

Cabe destacar que las favorables condiciones de liquidez mundial ayudaron al gobierno del AKP a acceder a dinero barato durante este período. Por otro lado, los sindicatos perdieron poder debido a la actitud hostil y autoritaria del AKP hacia los sindicatos disidentes y hacia la promoción de los sindicatos progubernamentales. La influencia y el éxito de la retórica política populista de Erdoğan, que ha promovido sistemáticamente una política basada en la identidad, también ha contribuido a consolidar el apoyo de la clase trabajadora conservadora frente a las denominadas «élites» seculares. Sin embargo, no puede decirse que este apoyo fuera incondicional y, en un contexto económicamente difícil, tendió a disminuir, como se observó en las elecciones locales de 2009, en las elecciones generales de junio de 2015 y en las elecciones locales de 2019. Este declive fue más evidente en las principales ciudades metropolitanas (es decir, Estambul y Ankara, donde el AKP perdió las municipales en 2019), donde problemas como los costos de vida son más agudos.

Con la economía turca en tan graves apuros en los últimos años, empezando por la crisis monetaria de 2018-19 que continuó con una inflación muy alta, la coalición de la oposición («Mesa de los Seis») liderada por Kemal Kılıçdaroğlu era muy optimista sobre que estos males económicos –combinados con el desastre del terremoto de febrero de 2023 y su mala gestión– promoverían la derrota electoral de Erdoğan y de su alianza en las elecciones de mayo de 2023.

Sin embargo, hay varios problemas con este tipo de lectura. Se puede argumentar que la oposición subestimó la capacidad y flexibilidad del régimen de Erdoğan para controlar y amortiguar, si no revertir por completo, el empeoramiento del panorama económico. El proceso de administración de la crisis dio lugar a técnicas de gestión no convencionales que evitaron la austeridad brutal y la contracción económica y que mantuvieron en marcha el engranaje de la economía. Mientras que las subidas del tipo de cambio se mantuvieron bajo control gracias a la estrategia de «liratización», mediante controles de capital flexibles y nuevos productos financieros respaldados por el Estado, que garantizaban pérdidas en caso de una nueva caída del valor de la lira, el gobierno también pudo aumentar el empleo global, los niveles del salario mínimo y los salarios de los pensionistas (aunque, en términos reales, estos aumentos fueron la fuente de las pérdidas).

Estos intentos se han complementado con la exitosa promoción de productos de la «economía política nacionalista», manifestada en el auto eléctrico TOGG de producción local y en diversos vehículos de la industria de defensa nacional. Erdoğan y su alianza también se han presentado como los defensores de la nación frente a diversas amenazas, ya sean de organizaciones terroristas nacionales o internacionales o de potencias extranjeras que socavarían Turquía desde adentro (en particular, Estados Unidos y Occidente). Además, debido al apoyo del movimiento kurdo al candidato de la oposición, la alianza de Erdoğan argumentó que la oposición estaba coaligada con «terroristas» y que, por lo tanto, suponía una amenaza para la seguridad nacional. No cabe duda de que hay graves fallos y contradicciones en estos argumentos ni de que existen diversos problemas con la gestión de la economía que han provocado graves consecuencias distributivas para la clase trabajadora. No obstante, los argumentos de la alianza han funcionado de alguna manera, gracias a la maquinaria de propaganda orquestada por el Estado, lo que ha limitando las pérdidas electorales de la alianza de Erdoğan al mantener a raya a la clase obrera tradicional, sobre todo, en Anatolia. En las elecciones parlamentarias, algunos votantes escépticos de la clase trabajadora tradicional optaron por otros partidos islamistas y nacionalistas de la alianza de Erdoğan, por lo que la deserción hacia el campo de la oposición no dejó de ser limitada.

Frente a ello, el programa económico y la orientación política general de la oposición no resultaron suficientemente convincentes y siguieron siendo, más bien, vagos y abstractos. A pesar de algunos elementos progresistas y de las promesas hechas a diversos segmentos de la sociedad, la visión económica no superó el marco de la anterior gestión económica del AKP (hasta 2013), producto del FMI y basada en un banco central independiente que tenía como objetivo la inflación y tasas de interés más altas para atraer capital financiero mundial –y que, también, pretendía mejorar el clima de inversión a través del Estado de derecho y la democracia.

La visión de política exterior de la oposición se orientaba, en gran medida, hacia Occidente y la OTAN, que se percibía como defensora de un «statu quo» poco inspirador, dada la composición del electorado. 

MEHMET ERMAN EROL & ÇAĞATAY EDGÜCAN ŞAHIN

También, podría argumentarse que la oposición no interpretó muy bien la dinámica general de la sociedad. Los problemas económicos se manifiestan de forma diferente en las metrópolis y en las ciudades pequeñas, lo que habría requerido una visión más específica. Tras el decepcionante resultado de la primera ronda, la campaña de la oposición se volvió más nacionalista y antimigrante, pero fue un intento bastante desesperado que, una vez más, no ofreció una estrategia coherente. Además, la visión de política exterior de la oposición se orientó, en gran medida, hacia Occidente y la OTAN, que se percibía como defensora de un «statu quo» poco inspirador, dada la composición del electorado.

Implicaciones geopolíticas de las elecciones

Curiosamente, la victoria de Erdoğan fue acogida con satisfacción por varios países y actores de la política mundial. Debido a la postura mayoritariamente prooccidental y pro-OTAN de la oposición, el resultado de las elecciones también fue acogido con satisfacción por el presidente ruso Putin. En los últimos años, debido a tensiones y fisuras en las relaciones entre Turquía y Estados Unidos y a la postura de Ankara en diversas cuestiones relacionadas con la OTAN (como la imposición de condiciones para la adhesión de Suecia a la OTAN, la compra del sistema de misiles de defensa ruso S-400 y no compartir la misma postura que Occidente sobre la invasión rusa de Ucrania), la victoria de Erdoğan resultó muy útil para Putin, a pesar de las considerables diferencias entre Turquía y Rusia sobre determinadas cuestiones geopolíticas. 

Algunos líderes izquierdistas de la «marea rosa» latinoamericana (Lula, Maduro, Morales) también apreciaron la victoria de Erdoğan, ya que su crítica a la gobernanza mundial liderada por el Norte y su énfasis en la multipolaridad están resultando atractivos para estos líderes. Como Erdoğan restableció, recientemente, relaciones con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, estos países del Golfo también recibieron muy bien su victoria. 

Sin embargo, no puede concluirse que Erdoğan sólo haya asegurado el apoyo de los llamados países «autoritarios». Occidente (con la excepción de EEUU) y, en particular, la UE y el Reino Unido, se han mostrado, en general, positivos, ya que una victoria de la oposición podría haber dado un vuelco a la postura de Turquía con respecto a los refugiados sirios y a otros migrantes de Oriente Próximo y Medio Oriente. De hecho, tras la crisis de refugiados de 2015, la UE llegó a un acuerdo con Turquía para garantizar que los refugiados permanecieran en el país a cambio de 6000 millones de euros y de la exención de visados para ciudadanos turcos (aunque esto último aún no se ha materializado, como era de esperarse). El presidente ucraniano Zelensky también le dio la bienvenida a este resultado, ya que Turquía, que tiene una postura, más bien, blanda con respecto a Rusia, ha seguido apoyando a Ucrania suministrándole drones militares de fabricación turca desde el comienzo de la guerra.

¿Qué significa todo esto para la política exterior y las ambiciones geopolíticas de Turquía durante el nuevo mandato de Erdoğan? Erdoğan goza de un inusual nivel de flexibilidad y no suele enfrentarse a las consecuencias políticas internas de sus contradicciones en política exterior. Por lo tanto, podemos esperar que continúe esta orientación pragmática, «equilibrada» y «pluralista» en política exterior. 

El presidente ucraniano Zelensky también le dio la bienvenida a este resultado, ya que Turquía, que tiene una postura, más bien, blanda con respecto a Rusia, ha seguido apoyando a Ucrania suministrándole drones militares de fabricación turca desde el comienzo de la guerra.

MEHMET ERMAN EROL & ÇAĞATAY EDGÜCAN ŞAHIN

Sin embargo, en general, los límites de la autonomía de la política exterior de Erdoğan están marcados por los retos de la economía política nacional. Así, dadas las crecientes preocupaciones sobre la sostenibilidad de la postura poco ortodoxa de la política económica y sobre el déficit crónico de Turquía que debe financiarse, cabe esperar algunos intentos de recuperar la credibilidad en los mercados financieros y la confianza de los círculos financieros occidentales. La primera señal de este intento es el nombramiento de Mehmet Şimşek –execonomista de Merrill Lynch y ministro de Finanzas de Erdoğan, muy apreciado por los mercados financieros– para el cargo de ministro del Tesoro y Finanzas. Al mismo tiempo, otro economista ortodoxo (con carrera en la banca en Estados Unidos) fue nombrado gobernador del banco central. 

Cuando se trata de política exterior y de gestión económica, el verdadero éxito de Erdoğan, en las últimas dos décadas, ha sido su habilidad para presentar sus maniobras y volteretas como acciones necesarias para defender los intereses de «su pueblo». Cabe esperar que haga más de esto en la nueva legislatura, pero no podrá producirse ningún cambio progresista real mientras la clase obrera aún sea «una clase en sí misma» en lugar de «una clase para sí misma», por utilizar la terminología marxiana.