Algunos tuvieron la suerte, como yo, de nacer en los años 1940. Tuvieron el privilegio de presenciar toda la carrera del mejor futbolista de todos los tiempos. Para quienes no tuvieron ese privilegio, la muerte de Pelé parece un acontecimiento más en la vida de una persona. Pero para los amantes del fútbol, los recuerdos deportivos de esta extraordinaria carrera son experiencias inolvidables en una vida.

Para quienes han vivido esta larga y maravillosa carrera, no cabe duda de que Pelé fue el mejor futbolista de todos los tiempos. Empezó muy pronto: a los 15 años, ya encantaba a todos en el Santos.

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Era difícil apoyar al equipo contra el que jugaba Pelé, aunque yo era hincha del Palmeiras, el equipo que dominaba la liga en aquella época. Y era imposible no reconocer el brillante juego de Pelé.

Jugador que, desde muy joven, pateaba el balón con los dos pies con igual habilidad. Era igualmente excelente para cabecear, dotado como ningún otro, aunque no era muy alto. Regateaba como ningún otro jugador y marcaba goles únicos, driblando, esquivando, de la defensa al ataque, siempre hacia la portería. Su juego encarnaba la quintaesencia de una cierta época del fútbol.

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Para los brasileños, la consagración no tardó en llegar, gracias a su actuación sin parangón en el Mundial de Suecia, cuando aún tenía 17 años. Dirigió partidos extraordinarios, para cualquier jugador, a cualquier edad.

Llevó a Brasil al techo del mundo en tres ocasiones: 1958, 1962 y 1970. De nuevo, un récord sin parangón.

Afortunadamente, existen antologías de las incomparables obras que hizo, inventó, creó y recreó. De lo contrario, sería difícil hacer que las nuevas generaciones tomaran la medida de sus brillantes inspiraciones.

Pelé fue el jugador perfecto. Regateaba y pateaba con igual habilidad con el pie izquierdo que con el derecho, servía a sus compañeros, marcaba o simplemente bailaba mágicamente con el balón. No es exagerado decir que, en cierto modo, reinventó el fútbol.

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En los estadios, en nuestras pantallas de televisión, hemos nacido y crecido con él, durante varias generaciones, acostumbrados a verlo y a admirar sus hazañas. El hombre que había encandilado a Brasil encandiló al mundo entero. Al conseguir resultados sin precedentes con el Santos, al vencer a los mejores equipos del mundo, fue él quien convirtió a Brasil en el país del fútbol.

Como futbolista, era un genio. Sus opciones personales y políticas son otro asunto y no deben eclipsar lo que nos dio en términos deportivos -todo lo que aportó al fútbol-.

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Al recordar sus partidos con otro genio, Garrincha, o con su compañero Coutinho, o al ver las películas de su carrera, ha llegado el momento de agradecerle todo lo que hizo -por nosotros y por el fútbol-. Gracias, Pelé.

Créditos
Una versión original de este texto se publicó en Brasil 247.