Doctrinas de la China de Xi Jinping

Wang Hui y la Nueva Izquierda

Doctrinas de la China de Xi | Episodio 17

Líder de la Nueva Izquierda china y de la revista intelectual más influyente del país, Wang Hui es una voz destacada en el discurso académico, cultural y político de China. Antaño capilla ideológica que encarnaba a los críticos de las reformas económicas del Partido, la Nueva Izquierda ha abandonado en gran medida su postura crítica hacia el Estado para convertirse en caja de resonancia del régimen actual. Como testimonio de este cambio de paradigma, Hui ofrece aquí una reescritura del ascenso de China -mucho más cercana a la línea del Partido-.

Autor
David Ownby
Portada
© ZHANG KECHUN, «THE YELLOW RIVER»

Wang Hui (nacido en 1959) es considerado el líder de la Nueva Izquierda china, aunque él ha rechazado la etiqueta. Profesor de lengua y literatura chinas en la Universidad Tsinghua de Pekín, trabajó inicialmente sobre Lu Xun 鲁迅 (1881-1936), el escritor moderno más famoso de China, pero Wang ha publicado sobre una amplia gama de temas, como historia, filosofía, geopolítica y economía, además de literatura, siguiendo la estela de investigadores comprometidos posmodernos en Occidente. El campo de Wang, en sentido amplio, es el «discurso». Existen traducciones al inglés de algunas de sus principales obras 1, pero aún queda mucho por traducir, como su influyente libro en cuatro volúmenes The Rise of Modern Chinese Thought 2 (现代中国思想的兴起).

La Nueva Izquierda surgió en la década de 1990 como una forma de resistencia al neoliberalismo. Gran parte de esa resistencia era puramente intelectual, provocada por la arrogancia percibida en libros como El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama, que asumía que la «victoria» occidental en la Guerra Fría significaba que el capitalismo democrático liberal había ganado, que no había otras opciones para la humanidad. La afrenta se hizo aún más real por las reformas de mercado en curso en China en la década de 1990, reformas que amenazaban con desechar la herencia socialista china en una frenética búsqueda del desarrollo a cualquier precio. Para muchos, el «socialismo con características chinas» era inquietantemente similar al capitalismo, que parecía poner en peligro tanto al partido, corrompido por las nuevas oportunidades de dinero rápido, como al pueblo, tan dejado de lado. 

La Nueva Izquierda era «nueva» porque se diferenciaba de una «izquierda» más antigua y conservadora que nunca había respaldado realmente el programa de reformas de Deng Xiaoping ni la apertura a Occidente. La Nueva Izquierda (apodo elegido por sus adversarios liberales para intentar desprestigiarlos) era, en cambio, moderna (de hecho, a menudo posmoderna) e internacional. Prácticamente todos los miembros destacados del grupo aprovecharon el compromiso de China con el mundo para estudiar en Occidente (casi siempre en Estados Unidos), y se sintieron atraídos por diversas corrientes de la teoría crítica, popular en la izquierda académica de la época: postmodernismo, postcolonialismo, postestructuralismo (a menudo abreviado como «post-ismo» en China). Absorbieron rápidamente ese vocabulario y lo aplicaron a la situación en China.

Tres características básicas definieron a la Nueva Izquierda china en la década de 1990 y la mayor parte de la de 2000. En primer lugar, se oponían al neoliberalismo, tanto por su retórica hegemónica del «fin de la historia» como por el desafío que suponía para el legado del socialismo chino en las bases. En segundo lugar, los pensadores de la Nueva Izquierda fueron muy creativos a la hora de buscar nuevas posibilidades en el canon socialista, en China y en otros lugares. Eran nacionalistas chinos, por supuesto, pero releyeron a Marx, Proudhon, John Stuart Mill, James Meade, Antonio Gramsci, Roberto Unger… y Mao Zedong, en un intento de sugerir que otros mundos distintos al neoliberal no sólo eran deseables sino posibles. Los experimentos a gran escala emprendidos bajo el liderazgo de Bo Xilai 薄熙来 (nacido en 1949) en Chongqing, que pretendían combinar el desarrollo rápido con el servicio al «pueblo» -es decir, a los menos afortunados- inspiraron y fueron inspirados por la Nueva Izquierda. Cui Zhiyuan 崔之元 (nacido en 1963), otro destacado miembro de la Nueva Izquierda, pidió licencia para separarse de su puesto de politólogo en la Universidad de Tsinghua para trabajar en la administración de Chongqing. En tercer lugar, la Nueva Izquierda durante ese período por lo general fue genuinamente crítica con los resultados de la reforma y la apertura, y denunció la corrupción de lo que consideraba capitalismo de amigos y señalaó la constante erosión de las protecciones para los pobres y desprotegidos de China.

Fue en esa época cuando Wang Hui se curtió como profesor, como intelectual público y como editor de la principal revista literaria china, Dushu 读书, de 1996 a 2007. Publicó sobre una asombrosa variedad de temas -por no hablar del abanico que abarca Dushu-, como literatura -artículos sobre Lu Xun 3 y Mao Dun 4-, historia -artículos sobre Liang Qichao 5 y el movimiento del Cuatro de Mayo 6-, la naturaleza de la modernidad china -y la modernidad en general 7– y la identidad asiática 8, así como cuestiones relacionadas con el programa de reformas de la China contemporánea 9. No a todo el mundo le gustaba Wang Hui. Inevitablemente se granjeó enemigos, y su tono crítico se agudizó a raíz de agrios debates con los liberales -y otros- en las décadas de 1990 y 2000. Se le acusó de otorgarse a sí mismo el Premio Cheung Kong Dushu de Literatura en 2000, por ser el director de la revista que concedía el galardón 10. Se le acusó de plagio y falta de erudición. Pero todo esto es quizá normal en cualquier intelectual de altos vuelos, especialmente en uno que aprecia su voz crítica y la utiliza con frecuencia. 

El texto traducido aquí 11 apunta a una importante evolución del pensamiento de Wang Hui y de la Nueva Izquierda en general: en la última década, la Nueva Izquierda ha abandonado en gran medida su postura crítica hacia la economía política y el Estado chinos y se ha convertido en una especie de porrista del régimen actual y sus políticas. Este proceso no ha sido fácil. Como ya se mencionó, la Nueva Izquierda era una firme defensora del modelo de Chongqing, y cuando Bo Xilai cayó del poder en 2012, Wang Hui publicó un artículo crítico en el que denunciaba las maquinaciones neoliberales detrás de los acontecimientos 12. El texto que viene a continuación se publicó en 2010, lo que sugiere que Wang ya estaba haciendo las paces con el régimen. Los dos acontecimientos que llevaron a Wang a cambiar de opinión fueron el ascenso de China a la categoría de gran potencia (y el aparente declive de Occidente) y el ascenso de Xi Jinping a la presidencia de China. 

El ascenso de China a la categoría de gran potencia volvió concretas lo que antaño eran nociones fantasiosas de un «modelo chino». Si el modelo chino es una realidad, entonces la hegemonía del neoliberalismo ya no existe; el Consenso de Washington y la Escuela de Chicago de economía de libre mercado ya no son paradigmas universales. Para Wang, se trata de un cambio radical, un cambio de paradigma, un momento histórico. Además, Xi Jinping parece decidido a que el socialismo siga siendo una parte crucial del sueño chino en el futuro, aunque no esté del todo claro qué entiende él por socialismo. Dados estos cambios, proteger a China del neoliberalismo ya no puede ser el principal objetivo de Wang, y su texto debe leerse como un intento de formular una nueva comprensión del pasado, presente y futuro de China a la luz del declive del peligro neoliberal. 

En mi opinión, esto explica la extraña gravedad del texto de Wang, sus silencios y pausas. Wang intenta sinceramente trabajar en una nueva forma de ver el mundo ahora que ha pasado la crisis del neoliberalismo. Por supuesto, gran parte del texto sigue siendo una denuncia del neoliberalismo, pero esto se debe a que tiene que formular una nueva narrativa del éxito de China contra el telón de fondo del viejo paradigma. 

El éxito de China, insiste Wang, depende ante todo de haber conseguido la soberanía (¿es éste el lenguaje de la Nueva Izquierda para referirse al excepcionalismo chino?), lo que le permitió seguir su propio camino, a pesar de las presiones de las hegemonías de izquierda y derecha. Jiang Shigong expone un argumento similar en su libro Filosofía e Historia. En segundo lugar, la importancia de la teoría y la práctica. Aquí Wang afirma sus raíces marxistas (y maoístas), e insiste en que la historia política del movimiento comunista en China debe leerse no como una historia de lucha entre facciones, sino como una serie de debates teóricos resueltos por la «práctica» (una palabra terriblemente amable para el Gran Salto Adelante). En tercer lugar, a otro nivel discursivo, Wang se hace eco de Wang Shaoguang al citar pruebas de que los dirigentes posteriores a Mao, tras coquetear con el neoliberalismo, volvieron al pueblo. En concreto, esto se refiere a una serie de reformas que suelen asociarse con el periodo de Hu-Wen: las tres cuestiones rurales, la reforma del sector salud, la reforma del sistema de empresas estatales, etc. Estas medidas sugieren un compromiso socialista renovado, y cuando se combinan con la habilidad del régimen para negociar la crisis financiera de 2008 (además del terremoto de Wenchuan y los disturbios tibetanos), dan a Wang grandes esperanzas para el futuro.

Wang mantiene un espíritu crítico y se abstiene de anunciar un nuevo y audaz paradigma. Sus críticas son familiares, pero justas. China necesita abandonar su economía basada en la exportación y crear un mercado interno. China debe prestar mucha atención a sus problemas medioambientales, que son también problemas globales. Cuando Wang pregunta «¿Qué tipo de democracia debería tener China?», creo que la pregunta es genuina. Hace tiempo que advirtió que la democracia neoliberal no es democrática en absoluto, pero una cosa es denunciar al adversario y otra alabar el modelo propio. Mientras reimagina el pasado, el presente y el futuro de China a la luz del fracaso neoliberal, aún no está seguro de qué forma concreta debe adoptar su compromiso de Nueva Izquierda con la democracia. Pero al parecer ha decidido que tendrá más influencia como iniciado, como parte del equipo de Xi Jinping, cumpliendo el sueño chino desde dentro.

El desarrollo de la economía china ha desafiado muchas predicciones. Desde 1989, se ha predicho muchas veces el colapso de China, pero China no se ha derrumbado. Por el contrario, se derrumbaron las teorías sobre el colapso. Por esta razón, la gente empezó a buscar una explicación de por qué China no sólo no se derrumbó, sino que continuó desarrollándose. En el proceso de reforma y apertura ha habido muchos debates a favor y en contra de la reforma que se han centrado en cómo evaluar las cuestiones relacionadas con la era socialista y la era de la reforma. Cada vez son más los que creen que, independientemente de cómo se evalúen los logros y las dificultades del periodo socialista y del periodo de reforma y apertura, la economía china se construyó sobre la base de estas dos tradiciones. Al mismo tiempo, la actual crisis financiera mundial y las contradicciones acumuladas durante un largo periodo de tiempo también indican que China no puede ni debe simplemente volver al modelo de desarrollo del pasado, ya nos refiramos con ello al modelo tradicional de economía planificada o al modelo desarrollista cuyo único objetivo era el crecimiento del PIB. Tenemos que encontrar una nueva forma de analizar la experiencia de China de los últimos 60 años.

La soberanía independiente y su significado político

En los debates sobre el modelo chino, muchos académicos hacen hincapié en la estabilidad del desarrollo de China, argumentando que no ha habido grandes crisis. Esto es incorrecto. Durante los treinta años de reforma y apertura, la mayor crisis de China fue la de 1989. China sobrevivió a esa gran crisis, pero las huellas del desafortunado desenlace aún pueden encontrarse en diversos ámbitos. Esa crisis también tuvo un aspecto internacional, aunque era política y no económica. La crisis de China puede considerarse un preludio de la crisis de la Unión Soviética y Europa del Este. Al igual que China, esos países también eran países socialistas gobernados por partidos comunistas, así que ¿por qué China no cayó como ellos? ¿Cuáles son las características que han mantenido la estabilidad de China e impulsado su rápido crecimiento? Tras 30 años de reforma, ¿cómo han cambiado las condiciones que lo hicieron posible? Si queremos hablar del camino chino o de la singularidad de China, ésta es la primera pregunta que debemos responder.

El colapso de la Unión Soviética y Europa del Este tuvo causas históricas complejas y profundamente arraigadas, como la oposición entre el burocratismo y las masas, la política autoritaria de la época de la Guerra Fría y las dificultades de subsistencia de la población causadas por una economía de la escasez, entre otras. En comparación, la capacidad de autorrenovación del sistema chino ha demostrado ser mucho más fuerte. Incluso después de los conflictos de la Revolución Cultural, durante la cual funcionarios de alto nivel del Estado y del partido fueron enviados por Mao Zedong a trabajar y vivir en las bases de la sociedad, el Estado se mostró receptivo a las necesidades del pueblo cuando esos funcionarios volvieron al poder a finales de la década de 1970. No fue así en la Unión Soviética ni en Europa del Este. Pero no voy a entrar aquí en una discusión detallada de los entresijos de estas cuestiones. Mi punto principal es subrayar la diferencia entre el sistema chino y los de la Unión Soviética y Europa del Este, a saber, que China buscó de forma independiente y autónoma su línea de desarrollo social, y sobre esa base creó su posición soberana única.

En sus memorias, Egon Krenz (nacido en 1937), último secretario general del Partido Comunista de la antigua Alemania Oriental, explicó las razones del colapso del país después de 1989, y mencionó muchos factores, el más importante de los cuales fueron los cambios internos en todo el bloque URSS-Europa del Este provocados por los cambios en la Unión Soviética. Durante la Guerra Fría, los economistas occidentales utilizaron a menudo la noción de la «regla Brezhnev» para burlarse de la «soberanía incompleta» de los países de Europa del Este. Según los términos del «Consenso de Washington», los países de Europa del Este no tenían plena soberanía, sino que estaban bajo el control de la Unión Soviética, de modo que, si ésta se metía en problemas, todo el sistema URSS-Europa del Este se derrumbaría. 

Tras la Segunda Guerra Mundial, se afirmó el sistema de soberanía nacional, pero de hecho, en el mundo de entonces, muy pocos países tenían soberanía real. Esto era cierto no sólo para los países del bloque soviético, sino también para los de la alianza occidental. En Asia, la soberanía de países como Japón y Corea en la estructura de la Guerra Fría estaba sujeta a la estrategia global estadounidense, lo que significaba que no eran naciones plenamente soberanas. Dentro de la estructura de la Guerra Fría, ambos bandos eran sistemas de naciones aliadas, y si la hegemonía de cualquiera de ellos sufría un cambio o transformación política, los demás países se verían forzosamente muy afectados.

Al finalizar la guerra civil en China, se creó la RPC. Al principio de la historia de la RPC, China estaba en el bando socialista del sistema bipolar de la Guerra Fría, y el conflicto entre Estados Unidos y China en Corea a principios de la década de 1950 no hizo sino aumentar el antagonismo entre China y Estados Unidos y sus aliados. Durante ese periodo, y especialmente durante el periodo del Primer Plan Quinquenal (1953-1957), el desarrollo industrial, la reconstrucción de posguerra y el estatus internacional de China recibieron una inmensa ayuda de la Unión Soviética y, en cierto sentido, podría decirse que China mantenía una relación de dependencia con la URSS. 

Sin embargo, al igual que el proceso revolucionario chino tuvo su propio camino, China también buscó finalmente su propio camino de desarrollo. Desde mediados de la década de 1950, China apoyó activamente el movimiento de los no alineados, y más tarde también desarrolló disputas abiertas con la Unión Soviética, no sólo en cuestiones políticas, sino también en asuntos económicos y militares, y se desligó gradualmente de lo que algunos estudiosos han llamado su «relación de linaje» 宗主关系 con la URSS, estableciendo su propia posición independiente en el sistema socialista y en el mundo. 

A pesar de la división del Estrecho de Taiwán, el carácter político de la nación china es soberano y altamente independiente y autónomo, y los sistemas económicos e industriales nacionales configurados bajo la dirección de tal carácter político son también altamente independientes y autónomos. Sin esta autonomía como condición previa, es muy difícil imaginar el camino de apertura y reforma de China, y también es muy difícil imaginar el destino de China después de 1989. Al principio del proceso de reforma y apertura, China ya contaba con un sistema económico nacional independiente y autónomo, que era una condición previa para la reforma. La reforma china tiene su propia lógica interna; es una reforma autónoma, una reforma dinámica y no pasiva, completamente distinta de las diversas «revoluciones de colores» de Europa del Este y de Medio Oriente y de sus complejos contextos. 

El desarrollo de China no sólo difiere de las economías dependientes de América Latina, sino también del modelo de Asia del Este representado por las experiencias de Japón, Corea del Sur y Taiwán (aunque en lo que respecta al papel desempeñado por el Estado, la política industrial gubernamental y determinadas estrategias de desarrollo, existen similitudes e interacciones). Pero desde un punto de vista político, la condición previa para la reforma de China fue la autonomía, mientras que, en gran medida, el desarrollo de esos países puede considerarse dependiente (la diferencia con América Latina es que las relaciones de dependencia de la Guerra Fría se han convertido en la condición política previa para el desarrollo).

Esta naturaleza soberana, relativamente independiente y completa, fue creada por la práctica de un partido político, y es una característica notable de la política del siglo XX. Por muchos errores teóricos o prácticos que cometiera el Partido Comunista Chino, su antiimperialismo y su posterior debate con la Unión Soviética fueron los elementos básicos que condujeron a la soberanía de China, y sobre estas cuestiones no se puede hacer un juicio limitado basado en detalles menores. Gracias a ese debate abierto con el Partido Comunista de la Unión Soviética, China se deshizo primero de la relación de linaje entre los dos partidos, y después de la relación de linaje entre los dos países, convirtiéndose así en un nuevo modelo independiente. 

En otras palabras, las raíces de esta soberanía son políticas, una independencia política particular desarrollada en el curso de las relaciones entre los partidos políticos y el progreso político, y expresada en los ámbitos del Estado y la economía, entre otros. Es difícil entender el significado de independencia y autonomía a partir de las nociones estándar de soberanía. En la historia del colonialismo, las nociones estándar de soberanía pueden no haber tenido nada que ver con la independencia y la autonomía; por ejemplo, los países que firmaban tratados desiguales eran, desde el punto de vista del derecho internacional, naciones soberanas, pero esa soberanía no tenía nada que ver con la independencia y la autonomía. De hecho, la disolución gradual de la estructura altamente polarizada de la época de la Guerra Fría está vinculada a la constante crítica y lucha de China contra esa estructura bipolar; si China no hubiera entrado en escena, la posibilidad de que EUA y la URSS entablaran una resistencia directa habría sido mucho mayor.  

En los campos de la economía, la política y la cultura, las exploraciones de China en el camino hacia el socialismo y sus experimentos de reforma produjeron todo tipo de errores, problemas e incluso resultados trágicos, pero durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, el gobierno y el partido político chinos ajustaron continuamente sus políticas. Los ajustes no estaban dirigidos por fuerzas externas, sino que eran en su mayoría autoajustes basados en problemas encontrados en la práctica. Como mecanismo por el que un partido político corrige su rumbo, los debates teóricos, y especialmente los debates teóricos abiertos, desempeñaron un papel importante en el proceso de autoajuste y autorreforma en el que estaban inmersos el partido y la nación. Debido a la falta de un mecanismo democrático en el seno del PCC, las luchas de línea pueden convertirse a menudo en luchas de poder alimentadas por ataques despiadados, pero esos factores no deben ocultar la importancia histórica de los debates sobre la línea o la teoría. 

Desde esta perspectiva, debemos replantearnos algunas de las interpretaciones habituales de la época de la reforma, por ejemplo, la idea de que la reforma no tenía un modelo o estrategia preconcebidos, que «cruzamos el río tanteando las piedras». Eso es cierto, pero de hecho, la ausencia de un modelo preconcebido es la característica particular de toda la revolución china, y Mao Zedong dijo algo al respecto en «Sobre la contradicción». ¿En qué nos basamos cuando no tenemos modelo? Nos basamos en el debate teórico, en la lucha política, en la práctica social. Sobre lo que llamamos «de la práctica a la práctica». 

Pero la conclusión de Mao sobre la práctica es en sí misma teórica; la práctica no puede carecer de condiciones previas ni de orientaciones. Sin la orientación de los valores fundamentales, no sabríamos adónde vamos cuando «cruzamos el río tanteando las piedras». En «Sobre la práctica», Mao Zedong cita a Lenin: «Sin teoría revolucionaria, no habría movimiento revolucionario». La creación y promoción de la teoría revolucionaria también desempeña un papel decisivo en determinados momentos clave. Cuando hay algo que hacer (y no importa qué) en ausencia de un programa, método, plan o política, la forma de decidir un programa, método, plan o política tiene una importancia decisiva. Cuando la política, la cultura, la superestructura, etc., obstaculizan el desarrollo de la base económica, entonces la política y la cultura son los elementos centrales y se convierten en lo más decisivo.

© Zhang Kechun, «The Yellow River»

En el proceso de revolución y reforma de China, el debate teórico ha desempeñado un papel muy importante. Los orígenes de las teorías de la reforma se encuentran en las ideas relacionadas con la economía mercantil socialista, lo que significa que se desarrollaron a partir de discusiones sobre conceptos como mercancías, economía mercantil, leyes del valor y derechos burgueses, al igual que fueron moldeadas por la práctica socialista. El debate sobre la ley del valor surgió en la década de 1950 con la publicación de los ensayos de Sun Yefang 孙冶方 (1908-1983) y Gu Zun 顾准 (1915-1974), en el contexto más amplio de la escisión sino-soviética y el análisis de Mao Zedong de las contradicciones del socialismo chino. La misma cuestión volvió a ser un tema central en los debates internos del partido a mediados de la década de 1970. 

Sun Yefang fue un destacado economista chino que promovió las reformas de mercado mucho antes de que el partido las aplicara finalmente. Gu Zhun fue una figura importante en el desarrollo de la disciplina contable en la China de la era republicana, que más tarde se pasó al marxismo y finalmente al liberalismo económico cuando fue encarcelado por decir lo que pensaba en la década de 1950. La publicación póstuma de sus diarios de la cárcel en los años 90, que ilustraban su «reinvención» de los principios de una economía liberal, causó un gran revuelo.

En ausencia de tales debates teóricos, es muy difícil imaginar cómo podrían haberse desarrollado las reformas posteriores de acuerdo con la lógica de la ley del valor, la distribución a partir del trabajo, la economía mercantil socialista e incluso la economía socialista de mercado. Hoy en día, los debates sobre el camino a seguir ya no se limitan a los debates internos del partido, como ocurría en el pasado, pero la importancia de los debates teóricos para el ajuste de la línea política sigue siendo muy importante. Si en la década de 1990 no hubiera habido críticas y resistencia al desarrollismo puro basado en el PIB desde dentro y fuera de la clase dirigente, la exploración del nuevo modelo de desarrollo científico 科学发展模式 nunca habría estado en la agenda.

Con «desarrollismo», Wang Hui se refiere a una visión neoliberal del crecimiento económico que hace hincapié en el desarrollo por encima de todo. El nuevo modelo de desarrollo científico fue aprobado por las autoridades del PCC en octubre de 2005 en el V Pleno del XVI Comité Central y pretendía ser un correctivo al «desarrollismo ciego».

En la década de 1990, tras el cambio en la estructura política de China, los debates en los círculos intelectuales chinos sustituyeron parcialmente la función de lo que hasta entonces habían sido debates internos de la línea del partido, y tuvieron importantes repercusiones en los ajustes de la política nacional sobre los tres 三农 problemas rurales de la década de 1990, sobre las reformas médicas 医疗改革 después de 2003, sobre la reforma de las empresas estatales 国企改革 y los derechos laborales 劳动权利 en 2005, y sobre la teoría, la propaganda y los movimientos sociales ligados a la protección medioambiental. 

Hoy en día, la gente suele hablar de la democracia como un mecanismo correctivo, pero de hecho, los debates teóricos o los debates sobre la línea del partido también son mecanismos correctivos, mecanismos correctivos para el PCC. Debido a la falta de mecanismos democráticos en el seno del PCC, en la historia del siglo XX, los debates sobre la línea del partido han producido a menudo violencia y autoritarismo, y deberíamos reflexionar mucho al respecto, pero la crítica a la violencia que ha caracterizado la lucha interna del partido no debería llevarnos a negar la lucha teórica o la lucha sobre la línea del partido, porque de hecho, nos sirven de mecanismo para deshacernos del autoritarismo y encontrar el camino de la autocorrección. El lema «la práctica es la única prueba de la verdad» afirma la importancia absoluta de la práctica, pero esta cuestión fundamental es en sí misma teórica, y sólo podemos comprender la importancia de este lema si captamos la importancia del debate teórico.

El dinamismo campesino

Tanto en las primeras luchas revolucionarias como durante la era de la construcción y de las reformas socialistas, los sacrificios y contribuciones de la clase campesina han sido enormes, y su espíritu dinámico y creatividad, profundamente impresionantes. En comparación con otros países del Tercer Mundo, durante el siglo XX la movilización de la sociedad rural china y sus reformas organizativas fueron revolucionarias y no tuvieron precedentes. A raíz de la revolución y la reforma agraria, se reorganizó a fondo todo el orden rural. 

Este largo e intenso periodo de reforma rural produjo tres importantes resultados: en primer lugar, la clase campesina adquirió un fuerte sentido de la conciencia política; incluso en Europa del Este o en la Unión Soviética, rara vez hemos visto una lucha armada y una revolución agraria tan sostenidas. Sin este contexto, la movilización campesina a largo plazo, con las relaciones y la reforma agrarias en su centro, habría sido imposible. En comparación con muchos países socialistas y postsocialistas, el valor de la igualdad está más arraigado en el corazón del pueblo chino.

En segundo lugar, si realmente queremos entender la relación entre los movimientos socialistas chinos y los movimientos campesinos, también tenemos que entender el papel del partido revolucionario chino. La creación del PCC fue un producto del movimiento comunista internacional, pero la diferencia era que la misión principal de este partido socialista era movilizar a los campesinos, y mediante la movilización de los campesinos crear una nueva política y una nueva sociedad. Tras treinta años de revolución armada y lucha social, este partido ha llegado a estar vinculado a los movimientos sociales en su nivel más básico, y su carácter popular y su capacidad de organización y movilización son muy diferentes de los partidos de los países socialistas de Europa del Este. 

Los medios de comunicación y los comentaristas actuales atribuyen con demasiada frecuencia el éxito o el fracaso de la revolución china a tal o cual figura, y no discuten a fondo el propio proceso revolucionario. Y debido a las reflexiones sobre la violencia que se produjo durante la revolución, ignoran o incluso niegan que el proceso produjera un nuevo organismo social. Para llevar a cabo la revolución socialista en una sociedad compuesta mayoritariamente por campesinos, debemos conceder una importancia crucial al dinamismo subjetivo, a la voluntad subjetiva de los dirigentes, pero considerar únicamente este aspecto nos incapacita para comprender la historia.

En tercer lugar, las nuevas relaciones agrarias producidas por la revolución y la reconstrucción chinas proporcionaron la condición previa para las reformas. Sin este tipo de profunda transformación social, es difícil imaginar que los campesinos tradicionales y su organización social hubieran podido mostrar ese tipo de dinamismo. Sobre este punto, bastará con observar las condiciones de las sociedades campesinas o de mercado en Asia (especialmente en el sur de Asia) y en América Latina para comprender claramente que, en esas sociedades, donde aún hoy no se han experimentado reformas agrarias tan intensas, los campesinos siguen dependiendo en su mayoría de los terratenientes o de la encomienda, y no desarrollan ni pueden desarrollar un fuerte sentimiento de autonomía. El proceso de reforma agraria está íntimamente ligado a la difusión de la educación rural y al aumento de la alfabetización, así como al crecimiento de la autoorganización y las capacidades técnicas. Bajo las condiciones de la reforma del mercado, el legado de esas experiencias anteriores se ha transformado y se ha convertido en las condiciones previas de una economía laboral madura.

Frente al neoliberalismo, la sociedad china, en comparación con otras sociedades, ha sido más fuerte a la hora de exigir igualdad y rechazar la corrupción, y por esta razón las clases bajas han desempeñado un papel importante de contrapeso. Esto es diferente de la situación a principios de los años 90, cuando varios países avanzaron rápidamente hacia la oligarquía, y la razón de ello no sólo tiene que ver con el país o el partido, sino que también debe explicarse en términos de fuerza social. A finales del siglo XX, las cuestiones relacionadas con los tres problemas rurales y la mano de obra migrante, como la forma de tratar los problemas urbano-rurales en una economía de mercado o de resolver el problema de la tierra, han vuelto a ser temas de debate en la China contemporánea. Debido al alto grado de dependencia de la economía rural con respecto a la urbana y al proceso de comercialización, muchos campesinos han emigrado y se han convertido en una nueva clase trabajadora urbana, y un campesinado antaño arraigado en las relaciones agrarias rurales se está transformando en una fuente de mano de obra barata para las zonas costeras, la industria y el comercio urbanos. Este proceso guarda una profunda relación con la crisis contemporánea de las zonas rurales.

El papel del Estado

Otro elemento crucial para entender la China de la era de la reforma es comprender la naturaleza del Estado chino y su transformación. Como han demostrado muchos historiadores, Asia del Este tiene una rica y antigua tradición de Estados y relaciones estatales. Por ejemplo, Giovanni Arrighi (1937-2009) ha argumentado en su reciente libro, Adam Smith en Pekín, que: «En el contexto de los Estados-nación y los sistemas interestatales, la economía nacional no es un invento de Occidente…. A lo largo del siglo XVIII, el mercado nacional más importante del mundo no estaba en Europa, sino en China». A continuación, analiza las razones del desarrollo de la economía china contemporánea y, en particular, su atractivo para el capital extranjero, y sostiene que «El principal atractivo de la RPC para el capital extranjero no son sus ricos recursos de mano de obra barata…, sino la alta calidad de esa mano de obra en términos de salud, educación y capacidad de autogestión, unida a la rápida expansión de la capacidad de producción de la economía nacional china». En su concepción, Adam Smith no fue un líder en la creación del orden de mercado, sino más bien un pensador con ideas penetrantes sobre la naturaleza de la regulación estatal del mercado. Siguiendo en general esta línea de análisis, el economista de la Universidad de Pekín Yao Yang 姚洋 (nacido en 1964), en un resumen de las condiciones del desarrollo económico de China, sostenía que un gobierno o Estado neutral era el requisito previo para el éxito de las reformas chinas.

La capacidad del Estado es una cuestión importante en el contexto de las reformas. Tengo dos observaciones que hacer para complementar lo que han dicho Arrighi y Yao Yang. La opinión de Arrighi se basa en una narrativa en la que los mercados nacionales chinos y asiáticos tienen una larga tradición. Sin embargo, en ausencia de la revolución china y de su reorganización de las relaciones sociales, es difícil imaginar que el «mercado nacional» tradicional se transforme automáticamente en un nuevo mercado nacional. Los esfuerzos de finales de la dinastía Qing por construir una fuerza militar y un sistema comercial a través del poder del Estado, y los incansables esfuerzos de reforma agraria tras la revolución de 1911, crearon un mercado nacional diferente al de los tiempos tradicionales, de nueva configuración interna y en las relaciones con el extranjero. 

Al criticar el «Plan Nacional de Desarrollo» de Sun Yat-sen, Lenin subrayó que la revolución agraria y un nuevo programa nacional con tintes socialistas o de bienestar popular cumplirían las condiciones previas para el desarrollo del capitalismo agrario. Al debatir la naturaleza del Estado chino moderno, no podemos abstraerlo de las condiciones previas de las relaciones agrarias provocadas por la revolución china y el cambio de estatus del campesinado. Por ejemplo, la gente critica la experiencia del Gran Salto Adelante, pero rara vez señala que esa misma experiencia fue el resultado de los continuos cambios en las relaciones agrarias en la China moderna. Por un lado, la pequeña economía campesina de linajes y familias llegó a su fin y, por otro, las relaciones de propiedad familiar, linaje y tierra se reorganizaron en un nuevo conjunto de relaciones sociales. Las reformas de las aldeas fueron reformas del sistema comunal, pero al mismo tiempo se construyeron sobre la base de las relaciones sociales creadas por esa experiencia. Las primeras reformas de las aldeas fueron iniciadas por el Estado, un movimiento de reforma que implicaba muchos esfuerzos para gestionar y ajustar los precios de los productos rurales. De hecho, este movimiento de reforma heredó muchos elementos, y el desarrollo de la industria municipal en empresas municipales tuvo lugar según una lógica que no era neoliberal. 

Sobre este tema, véase Barry Naughton, «Chinese Institutional Innovation and Privatization from Below», The American Economic Review 84.2 (mayo de 1994): 266-270.

En cuanto al argumento de Yao Yang de que la historia de la revolución y el socialismo modernos produjo un gobierno neutral, la condición previa para ello no era en realidad la neutralidad. La práctica socialista china se dedicó a crear un Estado que representara los intereses universales de la mayoría del pueblo, y la condición previa para ello era romper con la idea de que el Estado o el gobierno estuvieran vinculados a intereses particulares. Desde un punto de vista teórico, esta práctica estatal socialista se produjo gracias a una temprana revisión de la teoría marxista, y textos como «Sobre las diez grandes relaciones» y «Sobre el correcto manejo de las contradicciones en el seno del pueblo» de Mao Zedong constituyen la base de esta nueva teoría del Estado. Dado que un Estado socialista asume como misión la representación de los intereses de la mayoría, en condiciones de mercado es más libre que otras formas de Estado atadas a grupos de interés. Sólo en este sentido podemos describirlo como un Estado neutral. 

© Zhang Kechun, «The Yellow River»

Este es un elemento clave para el éxito de las primeras reformas, y es la base de su legitimidad. Sin esta condición previa, a los distintos estratos sociales les resultará difícil creer que la reforma impulsada por el Estado representa los intereses de ese estrato. Además, el término técnico «neutral» oculta su contenido real, a saber, que el carácter universal de los intereses representados por el Estado se construye sobre la base de la revolución china y la práctica socialista. Al menos en el período inicial de la reforma, la legitimidad del programa se derivaba precisamente del hecho de que los intereses representados por el Estado socialista eran universales. 

Es difícil definir la naturaleza del Estado chino a partir de una única fórmula, pues contiene muchas tradiciones. En el proceso de reforma, la gente ha utilizado etiquetas como «reforma» y «antirreforma», «progresista» y «conservadora», para describir las contradicciones y luchas entre las tradiciones, desde el punto de vista de la historia de las tendencias de desarrollo, las tensiones, contrapesos y contradicciones entre las tradiciones también han desempeñado un papel importante. Durante el periodo socialista vimos dos, o incluso más, fuerzas que se alimentaban mutuamente, así como la sublimación de la «extrema izquierda» y la «extrema derecha»; cuando las reformas de mercado se convirtieron en la corriente dominante, si no fuera por los pesos y contrapesos de la fuerza socialista dentro del Estado, el partido y todas las esferas sociales, el Estado habría sido rápidamente monopolizado por los grupos de interés. A mediados de los años ochenta, hubo llamados a la privatización, pero frente a la fuerte resistencia de dentro y fuera del establishment, prevaleció primero la idea de establecer el mecanismo de mercado. Esa es la clave de la capacidad de China para resistir el tratamiento de choque al estilo ruso. 

En otras palabras, el capital social acumulado durante el periodo socialista fue un freno para la política social en ese momento clave de transformación. Incluso en este sentido, nos resulta difícil decir que esas fuerzas críticas se oponían a la revolución. De hecho, en los debates ideológicos que estallaron en la década de 1990, podemos encontrar un fenómeno similar. La crítica del desarrollismo acabó estimulando la aparición de ideas relacionadas con el desarrollo científico o de otro tipo. La condena universal de la sociedad china y su resistencia a la corrupción fue también una fuerza que impulsó la reforma del sistema. La neutralidad del Estado nació de la interacción mutua entre las fuerzas no neutrales mencionadas.

Hay muchas lecciones que aprender de la reforma, como el talento humano y la estrategia, la reforma de la educación y otras políticas y medidas económicas, pero creo que los puntos anteriores son fundamentales y por eso a menudo se pasan por alto. Estos puntos se encuentran entre las características más singulares de la experiencia china en el siglo XX. 

Cambios en la estructura de la soberanía

En las nuevas condiciones de globalización, regionalización y comercialización, todas las condiciones anteriores se enfrentan a un reto importante: las bases de las relaciones sociales, las actividades económicas y los sujetos políticos están experimentando cambios. Si no comprendemos las nuevas condiciones históricas ni la dirección en que evolucionan, será difícil conseguir políticas y mecanismos nuevos y eficaces. Para comprender estos cambios, es necesario añadir algunas observaciones sobre nuevas tendencias del mundo contemporáneo.

En primer lugar, con la tendencia a la globalización, la soberanía tradicional está experimentando una gran transformación. El actual proceso de globalización se expresa de dos formas básicas. El primero es la globalización de los movimientos transnacionales de capital, que conduce a la producción, el consumo y los viajes transnacionales, lo que implica a muchos migrantes en una relación de dependencia de los mercados creados por el comercio, la inversión y los peligros asociados a ellos. El segundo son las nuevas agencias internacionales reguladoras creadas para gestionar y responder a los movimientos transnacionales de capital y sus peligros, como la OMC, la Unión Europea y otras organizaciones nacionales o regionales. El primer tipo de globalización se parece más a una fuerza no gubernamental, mientras que el segundo es un mecanismo diseñado para coordinar y controlarla, y ambos operan simultáneamente.

A raíz de estos importantes cambios, la forma de la soberanía estatal también ha cambiado: en el contexto de los movimientos mundiales de capital, desde principios de los años ochenta, la economía china pasó gradualmente a un modelo orientado hacia la exportación, con una producción transnacional que convirtió a China en la «fábrica del mundo», lo que era completamente diferente de la relación pasada entre el trabajo y el capital, y provocó también cambios en la forma de las nuevas relaciones entre las zonas costeras y el interior, y entre las ciudades y las zonas rurales. Con la apertura gradual del sistema financiero, las reservas de divisas de China subieron a los primeros puestos de la clasificación mundial, y la economía se volvió muy dependiente de los mercados internacionales, especialmente del estadounidense. La idea de «Chimérica» puede ser una exageración, pero dada la transformación de la economía nacional, relativamente independiente, en una economía con una considerable dependencia [de los mercados exteriores], el término transmite un poderoso mensaje.

«Chimérica» es un concepto acuñado por el historiador Niell Fergeson y se refiere a la relación económica simbiótica y codependiente entre China y Estados Unidos. Véase The Ascent of Money: A Financial History of the World, de Fergeson (Nueva York: Penguin, 2008).

En el contexto de las nuevas agencias reguladoras, China se ha adherido a la OMC y a otros tratados y acuerdos internacionales, y participa activamente en organizaciones regionales, hasta el punto de que resulta difícil discutir la estructura de la soberanía china desde una perspectiva tradicional. La actual crisis financiera ha puesto de manifiesto que la raíz de la propia crisis reside precisamente en la amenaza a la autonomía social, es decir, una crisis en cualquier lugar puede convertirse en nuestra propia crisis. Y no podemos resolverla simplemente usando las viejas herramientas de la soberanía (por ejemplo, cuando las prácticas comerciales internacionales de China son acusadas de dumping, subvenciones o proteccionismo especial, China no puede resolver el problema simplemente con la soberanía nacional, sino que debe pasar por la mediación internacional; los peligros de las elevadas reservas de divisas tampoco pueden resolverse con las herramientas de la soberanía nacional, sino que deben pasar de nuevo por los tratados internacionales y la protección; las enfermedades contagiosas y su prevención son ahora también cuestiones internacionales). La cooperación internacional es una opción inevitable. Por tanto, en las condiciones de la globalización, en redes internacionales abiertas, cómo configurar una nueva forma de soberanía autónoma es una nueva cuestión que requiere consultar la historia y emprender una reflexión renovada.

En segundo lugar, no sólo en el ámbito de la globalización, sino también a nivel nacional, la naturaleza del Estado también está cambiando. Describir simplemente a China como un «Estado altamente soberano» es confundir con demasiada frecuencia lo positivo con lo negativo. A diferencia de Rusia, las reformas de China no han pasado por el «tratamiento de choque», y la capacidad del Estado para guiar la economía sigue siendo bastante fuerte. El sistema financiero chino es relativamente estable, ya que el país no ha seguido completamente la senda neoliberal; la tierra china no ha sido privatizada (aunque la tierra puede cambiar fácilmente de manos para satisfacer las demandas del mercado), lo que no sólo ha sentado las bases para la preservación de la naturaleza de bajo costo de la sociedad rural china, sino que también ha permitido que las organizaciones nacionales que utilizan los recursos de la tierra inicien y promuevan certificados de tierras. 

Los certificados de tierras se asocian a la Nueva Izquierda y se consideran un medio de compensar a los campesinos por las tierras no deseadas, lo que les permite emigrar a las ciudades, y al Estado le permite reestructurar el sector rural. Véase Cui Zhiyuan, «Partial Intimations of the Coming Whole: The Chongqing Experiment in the Light of the Theories of Henry George, James Meade, and Antonio Gramsci», Modern China 37.6 (2011): 646-660.

Todos estos temas están relacionados con la capacidad del Estado y su significado. El Estado chino debe asumir sus responsabilidades, por ejemplo, resolviendo activamente la crisis rural, reconstruyendo el sistema de seguridad social, protegiendo el medio ambiente, aumentando la inversión en educación y reformando el sistema educativo. En esos frentes, el gobierno chino necesita transformar su postura de gobierno desarrollista a gobierno del bienestar, una transformación que también obligará a la economía china a dejar de depender excesivamente de las exportaciones y pasar a ser una economía impulsada por la demanda interna.

La capacidad de llevar a cabo estas políticas sociales positivas no dependerá únicamente de la voluntad del Estado. Tras 30 años de reformas y los esfuerzos de quienes las impulsan, los organismos estatales están tan implicados en las actividades del mercado que ya no es apropiado calificar de «neutrales» a las distintas oficinas y ministerios estatales. El Estado no marcha solo, sino que se integra en la estructura social y en relación con los grupos de interés. La cuestión de la corrupción hoy en día no es sólo una cuestión de corrupción de funcionarios individuales, sino que también está relacionada con las políticas sociales, las políticas económicas y la cuestión de los intereses especiales. 

Por ejemplo, el desarrollo de proyectos industriales y energéticos con altas emisiones de carbono ha estado a menudo dominado o incluso monopolizado por determinados grupos de interés. Los esfuerzos para contener a esos grupos mediante políticas públicas incluyen debates públicos, movimientos de bienestar social y diferentes tradiciones dentro del Estado y del partido. A finales de los 90, por ejemplo, el gran debate sobre los «tres problemas rurales» condujo a un ajuste de la política rural nacional; en 2003, la crisis del SARS dio lugar a un gran debate sobre el sistema sanitario y propició cambios; en 2005, el debate sobre la reforma del sistema de empresas públicas y un movimiento obrero a gran escala dieron lugar a una serie de políticas relacionadas; los llamados desde dentro del sistema estatal para acabar con la corrupción y una estricta disciplina de partido impulsaron los movimientos anticorrupción. Pero las relaciones de intereses nacionales e internacionales han penetrado en los mecanismos del Estado a un grado sin precedentes, hasta el punto de que incluso el proceso de elaboración de leyes, la cuestión de cómo garantizar que el Estado y sus políticas públicas representen intereses amplios y no los intereses de grupos de interés minoritarios, se ha convertido ya en una cuestión acuciante.

Este conjunto de políticas emprendidas por el régimen de Hu-Wen ha señalado un renovado interés del Estado por los medios de subsistencia básicos de la población.

© Zhang Kechun, «The Yellow River»

La paradoja de la estabilización del partido 政党国家化

El debate sobre el Estado tiene una relación directa con la cuestión del desarrollo de los mecanismos democráticos. Los debates sobre la cuestión del Estado chino tienen que enfrentarse a una paradoja fundamental: por un lado, en comparación con los gobiernos de muchos otros Estados, la capacidad del gobierno chino está ampliamente reconocida, como demuestra la movilización de ayuda tras el terremoto de Wenchuan 汶川大地震, ocurrido en mayo de 2008, el rápido desarrollo de los planes de rescate de los mercados tras la crisis financiera, el éxito de la organización de los Juegos Olímpicos de 2008 y la eficacia de varios gobiernos locales en términos de desarrollo organizativo y resolución de crisis, todo ello apunta a las ventajas excepcionales de la capacidad del Estado chino. 

Pero, por otra parte, aunque los sondeos de opinión muestren que el pueblo está generalmente satisfecho con la actuación del gobierno, hay regiones y periodos en los que las contradicciones entre los funcionarios y el pueblo son muy agudas, y la capacidad de aplicación de las políticas de los distintos niveles de gobierno y su grado de honradez son a menudo cuestionables. La cuestión más crucial es que ese tipo de contradicciones suelen desencadenar crisis de legitimidad. Por otra parte, en algunos países, aunque la capacidad del Estado sea débil y el gobierno ineficaz, aunque la economía esté rezagada y las políticas sociales no estén implicadas, sigue sin haber una crisis política sistémica. Esta cuestión está íntimamente ligada a la democracia como fuente de legitimidad política.

En los años ochenta, la cuestión de la democracia parecía bastante sencilla. Tras 20 años de movilización democrática, por un lado, la democracia seguía siendo la fuente más importante de legitimidad política; por otro, la simple importación de métodos democráticos occidentales a la región asiática en los años ochenta y noventa parecía menos atractiva. Tras la crisis de las nuevas democracias y el desvanecimiento de las «revoluciones de colores», los movimientos democráticos de Europa del Este, Medio Oriente y otras regiones entraron en declive después de 1989. 

Al mismo tiempo, en las democracias occidentales y del Tercer Mundo (como India), el vacío de democracia se convirtió en una crisis universal. La crisis de la democracia está íntimamente ligada a las condiciones de la mercantilización y la globalización: 

  • La principal forma de democracia política en el periodo de posguerra fue el sistema parlamentario multipartidista o bipartidista, pero en las condiciones de la mercantilización, los partidos políticos perdieron gradualmente la capacidad que tenían en el periodo anterior de representar al pueblo y, para conseguir votos, los valores políticos de los partidos se hicieron cada vez más ambiguos, lo que condujo al eclipse de la democracia representativa en todo menos en el nombre. 
  • La relación entre la democracia y el Estado en condiciones de globalización también se ha enfrentado a un reto: dado que las relaciones económicas han trascendido cada vez más el ámbito de la economía nacional tradicional, escapando así al control del Estado, todos los Estados han tenido que configurar sus acuerdos políticos de acuerdo con los requisitos del sistema internacional;
  • Como resultado de la conversión de los partidos políticos en grupos de interés, o incluso de la aparición de oligopolios, las democracias formales se convirtieron gradualmente en estructuras políticas desconectadas de los niveles de base de sus sociedades, de modo que las demandas de los grupos desposeídos no podían estar representadas en la esfera política, lo que los llevó a recurrir a medios de protección no gubernamentales (como el auge de Mao Zedong en la India). En esas condiciones, en muchos lugares la democracia formal, y a veces incluso el propio Estado, han quedado vacíos de sustancia.
  • Dado que el proceso electoral depende de grandes cantidades de dinero y poder financiero, ha habido formas legales e ilegales de corrupción electoral en varios países democráticos, que han minado la confianza pública en las elecciones.

Sobre el auge de Mao Zedong en India, se puede consultar Tilak P. Gupta, «Maoism in India: Ideology, Programme and Armed Struggle», Economic and Political Weekly 41.29 (22-28 de julio de 2006): 3172-3176.

No quiero decir que el valor de la democracia haya desaparecido. La cuestión es: ¿qué tipo de democracia necesitamos y qué forma debe adoptar? ¿Cómo podemos hacer que la democracia sea algo más que una forma vacía, cómo podemos hacer que tenga un contenido real?

El sistema político chino también está experimentando importantes cambios, uno de los cuales es la naturaleza cambiante del Partido. En los años ochenta, el objetivo de la reforma política era la separación del Partido y el gobierno. Después de la década de 1990, este ya no es un eslogan popular, y en la práctica real y en los acuerdos institucionales, la unidad del Partido y el gobierno se ha convertido en un fenómeno más comúnmente observado. Yo llamo a esto la estatización del Partido. 

Los orígenes de esta tendencia merecen un análisis profundo. Según la teoría política tradicional, un partido político representa los intereses de las masas y, a través de las luchas y los debates en el parlamento, es decir, a través de la democracia procedimental, se convierte en el interés común del Estado, en la expresión de la voluntad pública soberana. En China, el sistema multipartidista cooperativo dirigido por el PCC también se basa en la representatividad de los partidos. Pero en las condiciones de la sociedad de mercado, cuando los órganos del Estado intervienen directamente en las actividades económicas, los distintos poderes estatales acaban entremezclándose con intereses particulares, y el «Estado neutral» del primer periodo de reformas se está transformando.

Aunque se suele decir que China es un «Estado de partido único», en realidad existen varios pequeños partidos políticos legales, la mayoría vestigios del periodo republicano. Sin embargo, ninguno de ellos tiene poder real.

Dado que el Partido puede mantenerse a cierta distancia de la actividad económica, puede, desde una posición «neutral» relativamente autónoma, expresar la voluntad de la sociedad. Por ejemplo, las actividades de lucha contra la corrupción dependen principalmente de los mecanismos del Partido para su aplicación efectiva. Desde la década de 1990, la voluntad nacional se ha plasmado principalmente a través de los objetivos del Partido, como fue el caso de las «tres representaciones», la «sociedad armoniosa» o el «desarrollo científico». Esas consignas ya no expresan directamente el carácter representativo particular del Partido, sino que defienden directamente los intereses de todo el pueblo. En este sentido, el Partido se ha convertido en el núcleo interno de la soberanía.

Sin embargo, la estatización del Partido plantea dos retos. En primer lugar, si la frontera entre el Partido y el Estado desaparece por completo, ¿qué fuerza o mecanismo puede garantizar que el Partido -al igual que el Estado- no sea capturado por los intereses de la sociedad de mercado? Además, la representatividad universal del Partido tradicional (incluido el carácter neutral de los primeros países socialistas), se logró gracias a sus claros valores políticos, y si el Partido se estatiza, significa el debilitamiento y la transformación de los valores políticos del Partido. 

Si la construcción de un «país neutral» está estrechamente vinculada a los valores políticos de un partido político, entonces, en las nuevas condiciones, ¿cuál es el mecanismo que garantizará que China pueda mantener su representatividad? ¿Cómo se expresará la voz del pueblo en la esfera pública? ¿Cómo pueden ajustarse la línea básica y las políticas del Estado y del Partido mediante una auténtica libertad de expresión, mecanismos consultivos y un intercambio constante entre los funcionarios y el pueblo? ¿Cómo podemos absorber ampliamente la fuerza nacional e internacional para crear el tipo más amplio de democracia? Son cuestiones que no pueden eludirse en los debates sobre la autorreforma del Partido.

Cuando pensamos en la cuestión de la reforma política en China, debemos considerar estas cuestiones para imaginar el camino democrático del país. En concreto, sostengo que hay tres aspectos a tener en cuenta: 

En primer lugar, en el siglo XX, China atravesó una larga y muy profunda revolución, y las demandas de justicia social e igualdad de la sociedad china son muy fuertes; ¿cómo transformar esta historia y tradición en demandas democráticas en las condiciones actuales? En otras palabras, ¿qué es la línea de masas o la democracia de masas en la nueva era? 

En segundo lugar, el PCC es un gran partido político que ha experimentado enormes cambios y absorbe cada vez más los mecanismos del Estado. ¿Cómo puede democratizarse este sistema que gira en torno al Partido? ¿Cómo podemos garantizar, a medida que cambia el papel del Partido, que el Estado pueda representar los intereses universales?

En tercer lugar, ¿cómo crear, sobre una base social, nuevas formas políticas que permitan a la sociedad de masas adquirir capacidad política y superar las tendencias a la «despolitización» que surgen de la comercialización neoliberal? China es una sociedad abierta, pero los trabajadores, campesinos y ciudadanos de a pie carecen de espacios adecuados y garantías para la participación pública. Cómo debe China permitir que la voz y las demandas de la sociedad se expresen en el contexto de la política estatal y limitar así la capacidad de monopolio y las exigencias del capital: éste es el quid de la cuestión. Libertad para el capital o libertad para la sociedad; hay una gran diferencia. 

La «despolitización» de la política es un tema que Wang Hui viene destacando desde hace tiempo. Se refiere al proceso por el que el poder tecnocrático sustituye al auténtico debate político en detrimento de la democracia y la representación. Véase Wang Hui, «Depoliticized Politics, from East to West», New Left Review 41 (2006): 29-45.

Todas estas son preguntas concretas, pero contienen los inicios de importantes cuestiones teóricas, por ejemplo: ¿cuál es la dirección de la reforma política en la República Popular China en condiciones de globalización y comercialización? ¿Cómo concebir, en condiciones de apertura, la autonomía de la sociedad china? En el contexto de la crisis universal de la democracia, la importancia universal de esta exploración es evidente.

La crisis financiera y finales de los años 1990

Tomaremos la actuación de China durante la crisis financiera como forma de observar las crisis a las que se enfrenta China. Los especialistas chinos tienen una visión diferente de las crisis financieras que los habitantes de otras sociedades. Un debate entre muchos: en última instancia, ¿estamos hablando de una crisis financiera o de una crisis económica? Por supuesto, ambas han estado siempre vinculadas, pero a nivel teórico las distinciones son importantes. 

Tras el estallido de la crisis financiera, la mayoría de los análisis de los medios de comunicación se centraron en la crisis de las hipotecas subprime estadounidenses y la especulación financiera, pero algunos economistas políticos, como Robert Brenner (nacido en 1943), también señalaron que no se trataba de una crisis financiera ordinaria ni de un problema de derivados financieros, sino que tenía su origen en una crisis económica causada por la sobreproducción. Merece la pena estudiar la relación entre las crisis financieras y las crisis económicas. Si se trata simplemente de derivados financieros, entonces es una cuestión de especulación excesiva y falta de regulación eficaz. Si se trata de una crisis económica, significa que hay una crisis estructural en el capitalismo, no sólo unas cuantas personas especulando; es una crisis creada por problemas en los medios de producción. 

Robert Paul Brenner es un profesor emérito estadounidense de Historia que escribe desde una perspectiva socialista. Es conocido por sus tesis sobre los orígenes del capitalismo y, sobre todo, por el debate que suscitó su análisis del paso del feudalismo al capitalismo.

De hecho, ambas están relacionadas. La crisis financiera no puede ser ajena al conjunto de los medios de producción. La situación china difiere de la estadounidense en que, en el caso de Estados Unidos, la crisis se concentró en la economía real, con una estructura económica muy dependiente de los mercados internacionales. En China, en cambio, el consumo sigue siendo drásticamente insuficiente, y aunque el paquete de medidas de estímulo del gobierno y los recortes fiscales han mantenido el crecimiento económico, a falta de una reforma económica estructural que aumente la demanda interna incrementando la seguridad social y la igualdad social, puede crearse una nueva oleada de sobreproducción.

Al igual que en el ámbito financiero, las cuestiones están entrelazadas. Por ejemplo, las grandes reservas de divisas de China y la seguridad de la deuda pública estadounidense adquirida por China son motivo de preocupación. Ante la aparición de este problema, además de sus vínculos con la fuerte dependencia de la economía china de las exportaciones y la posición hegemónica del dólar estadounidense, contribuye también el compromiso de los especuladores internacionales en la especulación financiera sobre el futuro calendario de la subida del valor del renminbi. La crisis de la economía real va de la mano de la crisis financiera, y no hay una división clara.

Otro debate es si la crisis actual es cíclica o estructural. Por el momento, de nuevo, parece que ambas están relacionadas. Una crisis cíclica es aquella que puede volver por sí sola a la situación anterior a la crisis; si es estructural, significa que no podrá volver a su estructura anterior sin grandes dificultades y que se producirá un cambio estructural. Mirando las cosas ahora, la situación económica ha mejorado, lo que podría llevarnos a pensar que la crisis fue cíclica, pero eso no significa necesariamente que la estructura vaya a volver a su postura pasada. 

Por ejemplo, ¿puede el sistema financiero volver al modelo del alto periodo neoliberal? En el proceso de respuesta a la crisis, las estructuras financieras estadounidenses y europeas fueron fuertemente nacionalizadas, los gobiernos de todos los países intervinieron masivamente en la economía y el sector financiero, y aunque los gobiernos ya empezaron a ajustar sus paquetes de estímulo y a retirarse de los bancos, todavía es poco probable que el sector financiero vuelva a su modelo original.

© Zhang Kechun, «The Yellow River»

Por poner otro ejemplo, debido a la crisis medioambiental, al problema de los recursos naturales y a la necesidad de restaurar las relaciones sociales destruidas en el periodo anterior de desarrollo, el crecimiento económico a gran velocidad ha creado un estilo de desarrollo expoliador que será difícil de mantener, e inevitablemente tendremos que aumentar en gran medida la compensación social del trabajador medio y mejorar gradualmente la ecología y el medio ambiente.  Recientemente, Estados Unidos ha planteado las cuestiones del calentamiento global y la conservación de la energía, y las cuestiones medioambientales se han convertido gradualmente en temas importantes en la política internacional, mientras que, en China, algunas personas han notado que esto contiene la cuestión del neoimperialismo en su interior. Utilizar las cuestiones medioambientales para presionar a los países del Tercer Mundo y permitir que los países avanzados eludan sus responsabilidades es algo que ocurre. 

Sin embargo, no podemos negar los efectos universales del cambio climático. El calentamiento global es un problema grave y sus efectos se hacen patentes rápidamente. Problemas como el deshielo de los casquetes polares, la desaparición de humedales, la desertización de ciertas regiones, la grave contaminación de ríos y lagos, la falta de recursos hídricos, hacen que nuestro modo de vida actual no pueda sostenerse. En su ensayo, Wen Jiajun 文佳筠, que lleva mucho tiempo investigando estas cuestiones, citó los ejemplos de los calentadores solares de agua y los digestores rurales de biogás para ilustrar que China ha hecho muchos esfuerzos en materia de ahorro energético y protección del medio ambiente. Además, en los últimos tiempos, la tecnología limpia del carbón ha ido adquiriendo gradualmente una posición de liderazgo, y la energía eólica también se está desarrollando con rapidez (aunque algunos han criticado este hecho, afirmando que en los últimos tiempos se han realizado esfuerzos desmesurados). Pero el problema es que el desarrollismo y el consumismo siguen influyendo profundamente en el modelo de desarrollo chino, lo que se traduce rápidamente en presión medioambiental.  

Wen Jiajun fue investigador del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de Pekín y es experto en globalización y cambio climático.

Desde esta perspectiva, la economía orientada hacia la exportación debe cambiar. En primer lugar, para evitar los riesgos económicos a largo plazo y estimular la demanda interna a fin de cambiar nuestra excesiva dependencia de las exportaciones, es necesario introducir un cambio estructural en la economía; en segundo lugar, en las condiciones del mercado mundial, la mejora de los productos de exportación es también una forma de responder a la nueva estructura globalizada de la economía y una opción necesaria para transformar el excesivo agotamiento de la mano de obra y los recursos naturales nacionales; en tercer lugar, con el declive gradual de la posición de la economía estadounidense, debe darse una transformación significativa de las relaciones económicas mundiales durante un largo periodo de tiempo, transformación que debe reflejarse en las relaciones económicas en China. 

Por ejemplo, los cambios en el valor del dólar estadounidense y el fortalecimiento del valor del RMB en la contabilidad internacional, así como su creciente importancia en el comercio local, etc., provocarán cambios en las estructuras económicas. Puede que esos cambios no sean periódicos y cíclicos, sino más bien globales y estructurales. En la actualidad, la economía china muestra signos de recuperación, pero sin ajustes estructurales, pronto podríamos encontrarnos con otra crisis estructural, especialmente si un mayor exceso de capacidad crea inestabilidad a través del sistema financiero y otros problemas sociales. En respuesta a la crisis económica, debemos reconstruir inevitablemente todo el sistema de seguridad social, elevar el nivel de los proyectos medioambientales y fomentar la mejora continua de la economía, reconstruir las relaciones orgánicas y pacíficas entre la ciudad y el campo, reparar y desarrollar las relaciones sociales dañadas por el desarrollismo ciego. Ninguno de estos problemas es de corto plazo; todos son problemas estructurales de largo plazo.

Históricamente, tras las crisis económicas a gran escala, los sistemas sociales y el pensamiento social experimentan los cambios correspondientes. Además de las nuevas políticas sociales creadas por las crisis económicas, la guerra, la revolución y los movimientos sociales son también subproductos de las crisis. El antiguo modelo de movimientos sociales a gran escala -como el movimiento campesino o el movimiento obrero o la lucha de clases- parece haber cambiado de forma, y aunque hay guerras limitadas, no hay guerras como las dos guerras mundiales; las guerras limitadas no exigieron las tumultuosas revoluciones del siglo XX, sino nuevas formas de resistencia. 

En China, los conflictos provocados por la reforma de las empresas públicas se han prolongado durante años por la falta de una solución eficaz al problema. Algunos grupos de interés y gobiernos de nivel inferior han impulsado planes de privatización, lo que ha provocado recientes luchas sociales y violencia. Las diferencias regionales, las divisiones entre zonas urbanas y rurales y entre ricos y pobres han provocado crecientes contradicciones entre la población, y la venganza social indiscriminada está sustituyendo al modelo de movimientos sociales de un periodo anterior. 

Desde un punto de vista político, la relación entre las crisis económicas y los cambios políticos no está clara. Por ejemplo, en Estados Unidos, el plan del presidente Obama para promover el seguro médico ha mostrado al menos un sesgo izquierdista, independientemente de su éxito o fracaso, pero los resultados finales dejan poco margen para el optimismo. En Europa, la política se mueve hacia la derecha, como ilustran las elecciones de Sarkozy, Merkel y Berlusconi. El Partido Laborista británico está sumido en la confusión, más allá de que no pueda decidir si es de izquierda o de derecha. Los recientes incidentes en Corea del Norte e Irán señalan la continuación de los problemas políticos regionales. ¿Cómo analizar los cambios importantes en este contexto? Lo más importante es no cambiar de líder, porque incluso si alguien que parece progresista acaba en la cima, es difícil decir qué tipo de papel podría desempeñar en el frente internacional. 

Un cambio positivo provocado por la crisis económica es el declive del neoliberalismo de su posición dominante. La posición hegemónica del neoliberalismo se fortaleció a lo largo de la década de 1980, y alcanzó su punto álgido en 1990, pero tras la guerra de Kosovo y después del 11-S, el neoliberalismo y el imperialismo neoliberal se vieron desafiados en la escena mundial, y ante esta crisis, la hegemonía del neoliberalismo se vio cuestionada. Con la llegada de la crisis económica, las teorías económicas neoclásicas ya no gozan de una confianza absoluta en muchas sociedades. Esto no significa que la influencia del neoliberalismo vaya a desvanecerse rápidamente, ni que sus desafortunadas consecuencias vayan a evaporarse. De hecho, las desafortunadas consecuencias del neoliberalismo nos perseguirán durante mucho tiempo, pero su posición hegemónica se ha visto profundamente sacudida, y la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo se ha convertido ya, en cierta medida, en un objetivo del pensamiento ilustrado y de los valores políticos. Los debates sobre los valores fundamentales asociados al neoliberalismo continuarán, pero son debates que acompañan al proceso de decadencia.

Otro cambio importante se observa en las relaciones regionales. Las transformaciones en las relaciones regionales y en las relaciones de poder mundiales son procesos a largo plazo, pero la crisis económica ha sido un acontecimiento decisivo. Desde el punto de vista de la historia del capitalismo, todas las grandes crisis del pasado han ido seguidas de cambios en las relaciones de poder. Por ejemplo, la posición hegemónica de Estados Unidos se estableció gradualmente tras la Primera Guerra Mundial, y la de la URSS tras la Segunda Guerra Mundial. La estructura de la Guerra Fría fue el resultado de esas dos hegemonías enfrentadas. Con el auge de ambas, el antiguo sistema hegemónico decayó inevitablemente. 

Hoy ya no estamos en la era del simple imperialismo o colonialismo, y tenemos que analizar la transformación de las nuevas relaciones políticas regionales y las relaciones de poder. Por ejemplo, la crisis financiera no ha socavado profundamente la hegemonía del dólar estadounidense, pero se ha debilitado, y su declive será un proceso a largo plazo. Cuando Hilary Clinton visitó China, el primer ministro Wen Jiabao 温家宝 (nacido en 1942) expresó sinceramente su «preocupación» por la seguridad de los activos chinos en Estados Unidos. Las preocupaciones de los dirigentes chinos son reales y tienen su origen en una relación económica dependiente. Pero desde fuera, que los líderes de un país en desarrollo expresen tan directamente a un dirigente estadounidense su preocupación por la hegemonía del dólar estadounidense es algo que no podría haber ocurrido una década antes. Si la fe de China en el dólar estadounidense flaquea, y si China encuentra el valor para cambiar su relación de dependencia con Estados Unidos, tendrá un impacto a largo plazo en la posición hegemónica de Estados Unidos. 

Antes de la crisis, la reforma del sistema financiero chino tendía hacia el neoliberalismo, pero durante la crisis, los bancos chinos se convirtieron en los bancos con mayor valor de mercado del mundo, y el sistema bancario chino también demostró ser un sistema bancario relativamente estable. En otras palabras, el sistema económico-financiero directamente centrado en Estados Unidos y Europa está siendo cuestionado. Si la economía china tiene su propio modelo es un tema muy debatido en estos momentos, pero este debate es el resultado de las dudas sobre los viejos modelos y hegemonías, y por eso, el entusiasmo por el modelo chino es a veces mayor en otros lugares que en China.

© Zhang Kechun, «The Yellow River»

En los últimos siglos, el centro del poder mundial ha cambiado varias veces, sin dejar de estar en Occidente. Esta vez es diferente, porque mientras Europa y Estados Unidos se enfrentan a fuertes desafíos, las posiciones de Asia y especialmente de China han cambiado. Estados Unidos ha sido una hegemonía importante durante mucho tiempo, pero ya no es una hegemonía absoluta, y continuará un declive necesario. A largo plazo, este cambio tendrá una gran influencia en el mundo. Lo que es importante señalar es que los cambios no sólo se están produciendo en China; recientemente, la 2ª Conferencia de los BRIC y la Conferencia de los Seis de Shanghai se celebraron muy cerca la una de la otra, y ambas expresaron su visión de la globalización. En las discusiones de la conferencia de los BRIC, los debates y las divisiones fueron bastante amplios, pero la voluntad de desafiar al viejo orden era clara. El porcentaje del comercio chino calculado en RMB está creciendo, y su importancia no se limita a los dos socios comerciales, sino al mundo en su conjunto, y supone un desafío a la hegemonía existente.

Los Seis de Shanghai fueron un paso en el desarrollo de lo que hoy se conoce como la Organización de Cooperación de Shanghai, un foro que reúne a varios Estados euroasiáticos para facilitar el debate de estrategias y preocupaciones comunes.

Con el desplazamiento de la mayor parte del desarrollo económico a la región del Pacífico o a Asia Oriental, las relaciones de poder mundiales están experimentando cambios estructurales. Incluso en condiciones de crisis, la velocidad del desarrollo económico chino se ha ralentizado, pero en un contexto global se ha mantenido alta. Este crecimiento económico es un factor positivo en la economía mundial, aunque el mero crecimiento económico acarrea muchos problemas al ajuste estructural de la economía china. El rápido crecimiento económico de China no es un fenómeno aislado; en comparación con otras regiones, toda Asia del Este está creciendo rápidamente, y la integración económica de la región también es rápida. El ascenso de China no significa que vaya a sustituir a Estados Unidos, pero el ascenso de China y Asia del Este en el conjunto de la economía mundial cambiará la situación del Tercer Mundo tradicional y contribuirá a la creación de un mundo multipolar. Esta crisis financiera fue una señal, no una corrección del curso normal, sino un eslabón de una transformación estructural mayor.

Lo que es especialmente interesante señalar es que la antigua estructura de poder hegemónico mundial no era sólo pura hegemonía económica y estructura económica, sino que iba acompañada de un conjunto de relaciones políticas y sociales y de valores culturales. En la actualidad se están llevando a cabo ajustes estructurales económicos, mientras que los cambios culturales y políticos exigen un trabajo más creativo. Las nuevas pautas y relaciones sociales no surgen de forma natural, sino que tienen que ser creadas por las personas. Si las transformaciones estructurales provocadas por esta crisis son sólo transformaciones en las relaciones regionales, entonces no serán más que cambios en las relaciones hegemónicas. La cuestión que realmente hay que debatir hoy es: ¿qué tipo de posición internacional ocupa China en la actualidad? ¿Qué tipo de relaciones sociales quiere China? ¿Qué tipo de cultura política? En otras palabras, debemos reflexionar sobre la crisis económica y su relación con la nueva política y la nueva cultura. Durante la Primera Guerra Mundial, China experimentó el movimiento de la nueva cultura, que también condujo a la creación de una nueva política. Del mismo modo, hoy debemos preguntarnos por la relación entre la crisis financiera y la política.

A raíz de su crecimiento económico, China ha tratado de ampliar su cooperación y sus mercados internacionales. La presencia de China en África y otras regiones ha provocado mucho debate e inquietud en Occidente. La cuestión es si China, ante la globalización económica, puede no sólo crear una vía de desarrollo alternativa, sino también evitar tratar con el resto del mundo a la manera occidental. 

Se trata de un reto importante. China tuvo en su día una tradición internacionalista y prestó gran atención a la difícil situación del Tercer Mundo, y su reputación en África y América Latina y el resto del Tercer Mundo sigue beneficiándose de esta tradición. ¿Pueden estas tradiciones seguir siendo útiles en condiciones de mercantilización y globalización? El capitalismo es expansivo por naturaleza; sus necesidades de recursos son expansivas, ya sea en un país o en el escenario mundial. Por eso creo que hay que revitalizar las tradiciones internacionalistas modernas de China, no un internacionalismo diseñado para exportar la revolución, sino un internacionalismo que se preocupe de verdad y respete la existencia, el desarrollo y los derechos sociales de los países del Tercer Mundo, y busque un camino hacia la paz, la democracia y el desarrollo común en el marco global. Si abandonamos el análisis de la estructura de la hegemonía mundial, es imposible hacer un análisis profundo y preciso de la posición global de China.

Las cuestiones de posición internacional están vinculadas a los cambios en las relaciones internas. ¿Qué tipo de cultura empresarial y política quiere desarrollar China? ¿En qué se diferenciará China de la hegemonía estadounidense? China debería diferenciarse del capitalismo primitivo. El mercado desempeña un papel importante en la cultura y la política, pero no podemos permitir que su lógica se convierta en la lógica dominante. Desde el punto de vista de la estructura económica, hay que elevar significativamente la posición de los trabajadores y mejorar la ecología y el entorno natural. Dejar de centrarse en las relaciones políticas y económicas es algo que rara vez se discute. La actual crisis estructural es una crisis del viejo modelo dominante, y ha llegado el momento de crear un nuevo modelo político.

Se acabaron los años noventa. El año 2008 fue una señal. En los últimos años, el proceso posterior a 1989 ha dado muestras de estar llegando a su fin, aunque el acontecimiento ha conservado cierta importancia. Pero ese proceso terminó en 2008, porque la crisis marcó el hecho de que la línea económica neoliberal se encontró con un importante desafío en todo el mundo. En China, ese proceso siguió a una serie de acontecimientos, desde los disturbios en el Tíbet, que tuvieron lugar en marzo de 2008, hasta el terremoto de Sichuan, pasando por los Juegos Olímpicos de Pekín y, por último, la crisis financiera. La sociedad china tenía una lectura divergente de su propio lugar en el mundo global, y su mecanismo de gestión de riesgos se expresaba de forma diferente. Las sociedades occidentales llevaban tiempo debatiendo sobre el ascenso de China, pero durante la crisis, la gente se dio cuenta de que China era un actor económico a tener en cuenta, sólo superado por Estados Unidos, y con una confianza en sí misma que se había desarrollado más rápidamente de lo esperado. 

Este cambio es espectacular y, en cierta medida, producto de la suerte, pero no es accidental. Es posible que el problema sea que la sociedad china aún no se ha adaptado a su nuevo estatus en la sociedad internacional; las contradicciones acumuladas por la sociedad china en el proceso de comercialización y los riesgos que entraña el proceso de globalización tampoco tienen precedentes. A modo de propuesta, digamos que el verdadero significado de «finales de los años 1990» es la búsqueda de un nuevo tipo de política, un nuevo camino y una nueva dirección.

Notas al pie
  1. Ver por ejemplo Wang Hui, China’s New World Order (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2003); Wang Hui, The End of Revolution: China and the Limits of Modernity (Londres: Verso, 2009); Wang Hui, The Politics of Imagining Asia, ed. Theodore Huters (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2011); Wang Hui, China from Empire to Nation-State (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2014) ; para más detalles, ver https://ccr.ubc.ca/wang-hui/
  2. (Beijing : Shenghuo, Dushu, Xinzhi Sanlian Shudian : 2005)
  3. « 20世纪初期的文化冲突与鲁迅的文化哲学, « 中国社会科学 1989年第2期
  4. « 关于<子夜>的几个问题, « 中国现代文学研究丛刊,1989年第1期
  5. « 梁启超的科学观及其与道德, 宗教之关系, » 学人 第2辑,1992
  6. « ‘赛先生’在中国的命运–中国现代思想中的科学概念及其运用, » 学人 第7辑,1992
  7. « 当代中国的思想界状况与现代性问题, » 天涯 1997年第5期
  8. « 亚洲想象的谱系, « 视界 第8辑, 2002.
  9. « 改制与中国工人阶级的历史命运, « 天涯, 2006年第1 期 ; « 去政治化的政治、霸权的多重构成与六十年代的消失, « 台湾社会研究季刊2006年12月,第六十四期;开放时代2007年第2期.
  10. Ver Barmé, Geremie R. y Gloria Davies, «Have We Been Noticed Yet? Intellectual Contestation and the Chinese Web», en Edward Gu y Merle Goldman (eds.), Intellectuals Between State and Market (Nueva York: Routledge, 2004): 75-108.
  11. 汪晖, « 中国崛起的经验及其面临的挑战, » 文化纵横 (Beijing Cultural Review), 2010.2 : 24-35.
  12. «The Rumor Machine: Wang Hui on the Dismissal of Bo Xilai «, London Review of Books, 34.9 (10 de mayo de 2012): 13-14.
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