En el orden del día de la reunión figuraba la elaboración de un programa para restaurar la imagen de Rusia entre los búlgaros, con el consentimiento y la instrumentalización del partido de Malinov «Rusófilos por el Renacimiento de la Patria»1.

  • Durante su gira por Moscú, Malinov, acusado de espionaje, también se reunió con Konstantin Malofeyev, un oligarca ruso vinculado a varios partidos de extrema derecha, ultraortodoxo y com una visión del mundo similar a la del «eurasista» Alexander Dugin. 

En el marco de public and people diplomacy, este encuentro no es la única palanca de influencia que tiene Moscú con respecto a Sofía, siendo la principal la de la energía: Bulgaria fue uno de los primeros países en ver cortados sus suministros de gas ruso la pasada primavera. Desde entonces, debido al cierre de los gasoductos Yamal y Nord Stream, el país se convirtió en septiembre en el principal punto de entrada del gas ruso en Europa.

El ambiente político en Sofía no sólo es inestable, sino que también está marcado por la corrupción y los ataques al poder judicial. Este caótico escenario -a estas alturas han fracasado todos los intentos de formar gobierno tras las elecciones del 2 de octubre– tiene un doble impacto en la relación ruso-búlgara.

  • Por un lado, algunos movimientos minoritarios, como el de Malinov, tienen la tentación de jugar la «carta rusa» para buscar el apoyo de una parte de los búlgaros, sobre todo los de mayor edad, que todavía tienen una imagen positiva de Moscú, aunque esta cuota haya ido disminuyendo desde la invasión de Ucrania.
  • Por otro lado, la fragmentación política búlgara impide la aparición de una figura de hombre fuerte (como Orbán o Vučić) que pueda liderar el país estrechando lazos con el Kremlin.
  • El último en intentarlo, Boïko Borissov, líder del partido derechista GERB (Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria), reforzó la dependencia del gas búlgaro de Rusia durante sus años en el poder, aunque luego adoptara una postura pro-Ucrania tras la agresión.

Un tercer punto que vale la pena considerar es la corrupción en Bulgaria, que favorece la inserción de actores extranjeros en su escena política. Además, el partido de Malinov no es el único partido rusófilo en Bulgaria, también hay movimientos políticos con posiciones similares en el arco parlamentario búlgaro:

  • Stefan Janev, ministro de Defensa del anterior gobierno liberal, que fue destituido durante la primera semana de la guerra (que calificó de «operación especial»), ilustra cómo casi todo el panorama político búlgaro es permeable a la influencia del Kremlin.
  • Janev es ahora el jefe de un partido (Bulgarski vuzkhod, o BV para el Despertar Búlgaro) que ganó casi el 5% en las últimas elecciones y ahora tiene 12 escaños en la Asamblea.

En las últimas elecciones, el partido rusófilo «Renovación» de Kostadin Kostadinov obtuvo el 10% de los votos, lo que le dio 27 escaños en el nuevo Parlamento. Junto con el partido Renovación, el número de diputados búlgaros afiliados a partidos de habla rusa asciende a 47, un número significativo en un parlamento en el que el último gobierno perdió el voto de confianza por sólo 7 votos2.