Todo va según lo previsto. Las elecciones generales muestran un giro a la derecha. Las predicciones de las encuestas se verificaron con los votos, especialmente en los resultados de las coaliciones. La izquierda desunida pierde, el Movimiento 5 Estrellas con su plataforma social recupera votos (15%), la coalición de centro-derecha obtiene la mayoría absoluta en ambas cámaras y gobernará.
Los tres puntos clave de esta elección
1) La capacidad de Fratelli d’Italia para drenar el electorado de derechas a costa de la Liga, que cayó al 9%, mostrando los vasos comunicantes dentro del centro-derecha y la dificultad de mantener el consenso dentro del gobierno para Salvini;
2) La transformación del Movimiento 5 Estrellas en una fuerza populista de izquierdas, capaz de restar votos al Pd, con tirón sureño;
3) El crecimiento del consenso del único partido que se opuso a la mayoría de unidad nacional, Fratelli d’Italia, y del partido que desencadenó la crisis del gobierno de Draghi, el Movimiento 5 Estrellas.
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Se trata de una muestra más de la división que sigue existiendo en el país entre las dinámicas políticas reales y las que se pueden observar: por un lado, Draghi en la cima de su popularidad nacional y su prestigio internacional, y por otro, el éxito de los partidos más escépticos con su ejecutivo. La campaña electoral definió las prioridades de los italianos: la credibilidad de la clase dirigente, la economía, la seguridad. Ni el peligro del fascismo, ni los derechos civiles, ni la Agenda Draghi (la concepción de las reformas legadas por el Presidente) han afectado a los procesos de movilización de gran parte del electorado.
¿Qué perspectivas?
Muchos predicen un gobierno de corta duración debido a las diferencias entre las fuerzas políticas de la coalición de «centro-derecha». La política exterior, las relaciones con Europa y la política fiscal son sin duda puntos de fricción, susceptibles de provocar chispas entre los aliados. Sin embargo, otros factores influirán en la duración eventual del gobierno. Los destinos personales de los líderes jugarán un papel clave: en lo político, el de Salvini, muy debilitado por el voto, y la fuerza residual, incluso física, de Silvio Berlusconi; las tendencias de las encuestas tras la votación; los nombres que serán llamados a ocupar las funciones gubernamentales más importantes; y, sobre todo, las condiciones internacionales y las tendencias económicas jugarán un papel fundamental.
El gobierno que surja de la votación tiene un fuerte cemento, pero nunca podrá controlar todos los parámetros y, por tanto, está expuesto, en una democracia parlamentaria transformista y porosa como la italiana, a la inestabilidad. Esto no significa, sin embargo, que un gobierno de derechas con una sólida mayoría esté inevitablemente destinado a ser efímero. Especialmente con los equilibrios parlamentarios surgidos de la votación, con Giorgia Meloni como nueva líder absoluta de la coalición, la Liga aniquilada y Forza Italia un partido en declive desde hace años, los riesgos de un colapso en poco tiempo se reducen.
Siempre hay una fase de luna de miel con el electorado que suele durar unos meses, a la que sigue un proceso de deshacer esa inercia por las luchas intestinas entre partidos o líderes dentro de la coalición, y finalmente, ante una crisis de convivencia, los partidos y facciones tienen que encontrar una alternativa real para mantener el gobierno.
Es en esta etapa cuando se imponen los cálculos electorales, las relaciones entre los dirigentes, la construcción de alianzas alternativas y la presión internacional. En la última legislatura esto ocurrió tres veces, pero cada gobierno duró más de un año. Además, la situación de partida de esta legislatura es diferente: mientras que en 2018 no hubo vencedores y una alianza populista rompió la coalición de centro-derecha, hoy se parte de una mayoría absoluta en esa coalición.
En resumen, sobre todo si no hay una crisis económica e internacional perturbadora, no es seguro que el castillo de naipes del centro-derecha se derrumbe en unos meses. Los próximos días nos mostrarán qué tipo de gobierno tiene en mente Giorgia Meloni y cuál será su estrategia.
Los signos de un proceso de constitucionalización están ahí: la conciencia de la gravedad de la situación económica, de las limitaciones externas europeas e internacionales, de las dificultades de la acreditación diplomática, de la necesidad de no confiar únicamente en una clase política inexperta. Por ello, Meloni ha mantenido un canal abierto con Mario Draghi en los últimos meses, siguiendo sus consejos sobre política internacional y fiscal. Esto también tendrá un impacto en la composición del gobierno, especialmente en los ministerios clave.
Con este reparto de fuerzas dentro de la coalición, Giorgia Meloni va camino de convertirse en una de las mujeres más poderosas de Europa. Tiene una gran oportunidad de gobernar el país y llevar al grupo conservador al centro de la política europea. Los próximos meses dirán si su liderazgo será lo suficientemente fuerte como para afrontar este reto.