Política

El estilo populista de Giorgia Meloni

¿Qué propone el partido de la mujer que está a punto de convertirse en la primera Presidenta del Consejo de Italia? Más allá de la estrategia política, hay que entender la mecánica de su estilo populista. Steven Forti comenta, línea por línea, la retórica de su discurso en el mitin de Vox en Marbella.

Autor
Steven Forti
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© SAMANTHA ZUCCHI /INSIDEFOTO/SIPA USA

El pasado 12 de junio, Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia, se desplazó a Marbella para participar al mítin de Vox y arropar así a Macarena Olona durante la campaña para las elecciones autonómicas andaluzas. El discurso de Meloni es interesante por diferentes razones. Por un lado, muestra las estrechas relaciones existentes entre FdI y Vox, partidos miembros, junto a los polacos de Ley y Justicia, de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), presididos desde 2020 justamente por Meloni. Por otro lado, pone de manifiesto el creciente interés que despierta internacionalmente Meloni que, tras las elecciones italianas del próximo 25 septiembre, podría convertirse en la primera mujer en presidir un gobierno en la historia del país transalpino.

Sin embargo, la intervención de Meloni resulta sintomática también porque resume en pocos minutos la Weltanschauung de las extremas derechas 2.0. En primer lugar, cobran centralidad los ya clásicos caballos de batalla ultraderechistas: la « amenaza » representada por los inmigrantes y una supuesta ideología « dominante » que mezclaría lo políticamente correcto, el ecologismo y el feminismo, impuesta por la izquierda y las « élites globalistas ». Meloni utiliza explícitamente la retórica y el lenguaje populistas construyendo una visión dicotómica de la sociedad donde el « pueblo », es decir el « nosotros », se contrapone a un « ellos », representado por unos enemigos fácilmente identificables. En segundo lugar, y de forma resumida en la parte final de su intervención, la líder de Fratelli d’Italia pone de manifiesto los valores ideológicos de su propuesta política que se fundan en la triada « Dios, Patria y Familia ». En tercer lugar, Meloni reivindica ser una mujer: en línea con lo que se ha denominado feminacionalismo, la extrema derecha concibe en la práctica la mujer únicamente como madre, un elemento clave para frenar así el declive demográfico de la población europea, blanca y cristiana. En cuarto lugar, Meloni utiliza una retórica que tiene ribetes aparentemente anticapitalistas, que comulgan perfectamente con el estilo populista: esto le sirve para presentarse como la única opción política que defiende las clases trabajadoras frente a una izquierda « vendida » al Gran Capital. Por último, cabe remarcar también el intento de apropiación de los conceptos de esperanza y cambio, tradicionalmente vinculados a la izquierda.

Se dijo que el discurso en Marbella fue posiblemente un error de Meloni por su tono encendido que pone en cuestión la estrategia de « desdiabolización » de la ultraderechista italiana. Sin embargo, más allá de los gritos que profirió en la plaza de Toros de la ciudad andaluza, el contenido del discurso es lo que la líder de FdI defiende desde siempre y que se encuentra en los programas de su partido político. Su lectura, en síntesis, merece la pena para entender mejor lo que propone el que según todos los sondeos será el primer partido en las próximas elecciones italianas.

Queridos amigos de Vox, ¡gracias por esta extraordinaria recepción! Gracias a mi amiga Macarena por la invitación, es un honor para mí volver a estar aquí con vosotros, estar junto a Santiago Abascal, que es un gran amigo -guapo- y que para todos los patriotas españoles y europeos supone una esperanza para hoy y para el futuro, de España y de Europa. 

Y estoy realmente encantada de estar aquí para apoyar a una amiga como lo es Macarena Olona -muchas gracias Macarena por lo que dijiste-, una mujer que yo creo ser extraordinaria, fuerte, valiente, competente y yo creo que ella es la mujer que necesita esta maravillosa tierra de Andalucía. Y eso no lo digo solo yo, lo dice el contundente entusiasmo que su campaña electoral está transmitiendo. El entusiasmo es enorme porque lo acompaña una gran esperanza, la esperanza de un cambio real. 

Bueno, todos los políticos y sus partidos suelen decir que quieren cambiar. Lo hacen aún más en las campañas electorales, pero no somos tan tontos como para no reconocer a quienes predican el cambio después de habernos llevado conscientemente a la debilidad con la que Europa afronta su época más difícil. 

Meloni aquí se apropia del concepto de cambio y, paralelamente, del de esperanza, tradicionalmente más vinculados a la izquierda. Hace una década, en tiempos del 15M, Occupy Wall Street y las primaveras árabes, eran la izquierda y los movimientos sociales los que hablaban de « cambio » y « esperanza ». Ahora es la extrema derecha. 

Desde hace años, nos han contado que una globalización sin reglas y el triunfo de la economía financiera sobre la economía real aportaría más democracia donde hay autocracias y más riquezas a nuestras democracias. Estaban equivocados. O nos mintieron. Porque hoy nos dimos cuenta de cuán alto es el precio que estamos pagando por haber permitido en los últimos años la deslocalización de nuestras empresas, la prolongación de las cadenas de valor y el desplazamiento de la riqueza de nuestras naciones. Nos vienen diciendo desde hace años que no hay alternativa a la ideología ecológica que nos hará vivir mejor en un mundo más limpio. Ellos están equivocados. O nos mienten. Dado que hoy estamos concientes de que nuestra dependencia energética es dramática y de que la idea de una transición completa a la electricidad sin tener el control de las materias primas necesarias solo nos hará depender de China aun más de lo que dependemos de Rusia. Y China será aún más rica sin preocuparse por nuestras normas medioambientales. Y por fin, no tendremos un mundo más limpio, sino una Europa más pobre. Porque seguir la ideología de Greta Thunberg nos llevará a perder miles de empresas y millones de puestos de trabajo en toda Europa. Pero esto no le interesa a la izquierda porque hoy somos los únicos que quedamos para defender el trabajo. 

En este pasaje, Meloni utiliza una retórica populista que le permite dibujar, aunque solo retóricamente, un discurso pseudo-izquierdista en defensa de las clases trabajadoras. Los enemigos serían el Gran Capital, la globalización neoliberal, la financiarización de la economía. El tono parcialmente anticapitalista de Meloni se conecta con la retórica utilizada tanto por el fascismo histórico como por el neofascismo. Esto se conecta a lo que se ha venido llamando Welfare Chauvinism, o chauvinismo del estado del bienestar. En realidad, el programa económico de Fratelli d’Italia no pone en cuestión el modelo neoliberal. Como se puede apreciar en el discurso de Meloni, este supuesto anticapitalismo ultraderechista se centra principalmente en atacar a la izquierda que ya no defendería el trabajo y que impondría una supuesta « ideología ecológica » o, como añade justo después, una ideología de « lo políticamente correcto » que se propondría « destruir la identidad » y « los logros de nuestra civilización ».

Y vosotros sois muy conscientes de lo que puede significar para la economía andaluza con el fundamentalismo climático del pacto verde, cuántos barcos en vez de llegar a Algeciras eligirán Tánger donde no existen estas normas y por tanto, estos costes. Con el fundamentalismo climático del pacto verde, cuántos agricultores andaluces podrán resistir a la competencia a la baja de los productos agrícolas africanos. Con el fundamentalismo climático del pacto verde, cuántos trabajadores andaluces se jugarán su puesto de trabajo y cuántos ciudadanos no podrán permitirse un nuevo coche eléctrico carísimo. Hacer estas preguntas es traer todo de vuelta a la realidad. Y sabemos que la realidad es el peor enemigo de la ideología, pero cuidado, la ideología dominante de lo políticamente correcto no es una utopía perseguida por soñadores de buena fe. Es el intento de dar una alta motivación a intereses siniestros: destruir la identidad, la centralidad de las personas, los logros de nuestra civilización, para engordar las grandes multinacionales de lo indistinto, de lo sintético, de la riqueza que tienen unos pocos en la piel de muchos. 

Miren la ideología de género, si vais más allá de los eslóganes, fácilmente os daréis cuenta de que el objetivo de la ideología de género no es la lucha contra la discriminacion ni la superación de las diferencias entre hombres y mujeres; el verdadero objetivo, no declarado, pero trágicamente evidente, es la desaparición de la mujer y, sobre todo, el fin de la maternidad. El individuo indiferenciado al que se tiende con las teorías de género no es tan indiferenciado, es masculino. El hombre hoy puede ser todo, padre y madre, en un amplio rango que va desde lo femenino hasta lo masculino, mientras que las palabras más censuradas por lo políticamente correcto son “mujer” y “madre”. ¿Por qué? Porque la maternidad tiene una fuerza simbólica extraordinaria. En el vientre de la madre aprendemos a ser dos, del amor de la madre descubrimos la abnegación, la madre es la humanidad misma. Esta es la razón por la que defenderemos a las mujeres y a las madres porque es su tiempo dentro y fuera de la familia. Esa es la razón por la que queremos a las mujeres y madres, como Macarena Olona dirigiendo a las instituciones de nuestra tierra. Defender a las mujeres significa también no callarse ante la inseguridad de nuestros barrios con la creciente violencia étnica en nuestra sociedad. 

Las referencias a la mujer son fundamentales en el discurso de Meloni. Por un lado, Meloni se reivindica como mujer: su liderazgo, como el de Le Pen en Francia, Weidel en Alemania y, aunque fue solo momentáneo, de Olona en Andalucía, pone sobre la mesa el fenómeno de la feminización del rostro en la extrema derecha. Por el otro, oponiéndose a una supuesta « ideología de género », Meloni reivindica la mujer entendida como madre para remachar la importancia de la natalidad. Viene a afirmar consecuentemente que existe un problema demográfico en los países occidentales que estarían sufriendo una supuesta « sustitución étnica » impulsada por las « élites mundialistas ».

Hace unos días en Italia, cientos de jóvenes norteafricanos destrozaron una ciudad turística y en el tren rodearon y abusaron sexualmente de seis niñas. Gritaron: “¡Las mujeres blancas no pueden subirse aquí!” Basta pensar qué hubiera pasado si unos jóvenes delincuentes italianos o españoles hubieran hecho lo mismo contra niñas africanas. Hubiéramos escuchado a la izquierda gritar: “¡Monstruos racistas y machistas!”. En cambio, una vez más, todos callan, ¡porque la izquierda defiende a la mujer hasta que se enfrenta con un criminal extranjero! En ese momento, por el reflejo ideológico, ¡el criminal extranjero vale más que la mujer!

Por ello, durante años, a una izquierda que pretendía definir a los inmigrantes ilegales -como los que asaltan Ceuta y Melilla, como los que desembarcan en Lampedusa-, como refugiados, hemos intentado explicar que esas personas no huyen de una guerra. Los que huyen de una guerra son los ucranianos. Y de hecho, las imágenes que nos llegan son principalmente de mujeres y niños. Porque cuando hay una guerra, los hombres tienden a quedarse a luchar. En estos años, sin embargo, solo nos llegaban hombres solteros en edad de trabajar. Y la izquierda, que es el brazo armado de los intereses de las grandes concentraciones económicas, les ha tendido alfombras rojas sabiendo que esa obra de mano barata competía a la baja con nuestros trabajadores. ¡Eso no es solidaridad! ¡Para ellos eran nuevos esclavos para explotar! Y la civilización europea luchó contra la esclavitud y la abolió hace siglos. No aceptaremos que regrese.

La inmigración es el caballo de batalla principal de la extrema derecha 2.0. A Meloni, pero también a Salvini, Le Pen, Abascal u Orbán, le sirve para identificar un enemigo, un « ellos », que representaría supuestamente una amenaza existencial para la nación, el « nosotros ». Para esto también Meloni utiliza bulos y fake news, como el de los destrozos de una ciudad y el abuso de unas niñas, que sirven para aumentar la reacción emotiva de su público. Los migrantes sirven también para reforzar su discurso feminacionalista, poniendo de relieve que es solo la extrema derecha la que realmente defiende los derechos de las mujeres frente a una izquierda amiga de los « fundamentalistas islámicos ». 

Cabe señalar también dos cosas más muy interesantes. En primer lugar, la diferenciación entre inmigrantes « ilegales » africanos y asiáticos –negros y musulmanes– y refugiados ucranianos –blancos y cristianos–, es decir la idea de unos migrantes de primera y de segunda categorías. En segundo lugar, la lectura falseada de la inmigración como una especie de « ejército industrial de reserva », sin citar a Marx.

Defendemos la libertad de las personas, los derechos de los trabajadores y la riqueza que crean las empresas cuando se les permite operar y contratar. Y una vez más, nos dijeron durante décadas que la patria también estaba muerta. Me parece que aquí también estaban equivocados. Quienes nos dicen hoy que tenemos que cambiar son los mismos que se han equivocado en todos estos años. Los que nos mintieron, ¿con qué credibilidad pueden prometer cambios? Lo que se necesita no es un falso cambio, es un cambio real. 

Es interesante la apropiación que Meloni hace del concepto de patria, vinculándolo siempre, directa o indirectamente como se puede apreciar en las demás partes de su intervención, a la triada de época fascista « Dios, Patria y Familia ». Cabe recordar aquí que Fratelli d’Italia se define como « movimiento de los patriotas ». Como explicó Meloni en su autobiografía, la patria es « aquella voluntad de compartir las raíces y participar en el destino de una comunidad ». En la tradición del nacionalismo reaccionario, surgido a finales del siglo XIX, FdI explica en su principal documento programático, las Tesis de Trieste de 2017, que las naciones son unos « organismos vivientes ».

Pero el camino hacia un cambio real será muy difícil. Incluso en los últimos días de campaña electoral. He pasado por ahí, unos años antes que vosotros, sé lo que significa. Desde su nacimiento Fratelli d’Italia, ha sido dado por acabado. Dijeron que no había esperanza para nosotros. Pero hoy, nosotros somos el primer partido en Italia, y lo somos porque no hemos aceptado los límites que otros querían imponernos. 

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Vosotros, Santi, Macarena, tenéis la misma fuerza, el mismo coraje, la misma integridad y por eso, estoy segura de que pronto seréis el primer partido de España. Y ellos dirán que sois extremistas, racistas, fascistas, negacionistas, homofóbicos, dirán que sois impresentables, que no tenéis dirigentes capaces de gobernar, dirán que es inútil votar por vosotros porque de todos modos no podéis ganar. Sabéis qué, no tengáis miedo. Porque no deciden ellos. Decide el pueblo. El pueblo es la primera fuerza que un partido necesita. Incluso Goldman Sachs vino a Italia a decir que si ganaba Fratelli d’Italia las próximas elecciones parlamentarias habría problemas con la deuda pública. Amenazan a los italianos. Pero aparte de que la deuda pública es culpa de los que gobiernan -y no de la oposición-, la cuestión es que los bancos de inversión americanos no deciden quién debe gobernar en Italia.Y tampoco lo deciden los círculos de izquierda. Lo deciden los ciudadanos. ¡Y lo mismo será para Andalucía, y luego para toda España!

En este pasaje, Meloni utiliza explícitamente la retórica populista, de todas formas bien presente en toda su intervención. Por un lado, opone claramente un supuesto « pueblo » a unas supuestas « élites », reforzando así la contraposición entre un « nosotros » y un « ellos ». Por el otro, deja entrever la amenaza de una especie de Deep State, nacional o internacional, que decidiría quién gobierna un país, es decir la más clásica de las teorías del complot que, para poner solo un ejemplo, Donald Trump ha utilizado continuamente en sus intervenciones.

¿Quién gobernará aquí? ¡No lo decidirán los grupos financieros o los grandes medios de comunicación o los intelectuales progres, lo decidirán los españoles porque esta es la democracia! ¡Así se hace en las democracias! Y ese es un mensaje que la izquierda debe entender. Pero los partidos de centro también lo deben entender. Quizás aquí los llamáis los partidos de la “derechita”, esos que se han quedado con millones de votos conservadores secuestrándolos durante años y luego los usaron para hacer los peores tratos con la izquierda. Pasa en España, pasa en muchos países europeos y también pasa en Bruselas. La experiencia de Vox, como la de Fratelli d’Italia así como muchos otros partidos patrióticos de toda Europa nos enseña esto: si los populares sufren la hegemonía de izquierda, al final pierden. Y la izquierda gana. En vez de estar angustiados por la pesadilla de perder votos a favor de la derecha, mi consejo para los populares es: vuestro adversario no es la derecha. ¡Reencontraos con vosotros mismos y volved a defender los verdaderos valores para los que nacisteis!

Este pasaje es de suma importancia. Mientras ataca y critica a los conservadores tradicionales, Meloni les lanza también una especie de assist, intentando llevarlos a su propio terreno con el objetivo de radicalizarlos y canibalizarlos ideológica y electoralmente. Para Meloni y toda la extrema derecha este es el objetivo prioritario : conscientes de no poder obtener la mayoría absoluta, excepto en Hungría y Polonia, la ultraderecha sabe que debe sellar un acuerdo con los populares.

Porque ya no hay tiempo para pensamientos débiles, ya no es tiempo de compromisos a la baja, de continuas mediaciones que igualan a todos y debilitan a nuestras naciones. ¡Este es el momento de la toma de posiciones claras! Hace 530 años, la rendición de Granada puso fin a la reconquista, Andalucía volvió a España y Europa a la cristianidad. Hoy en día, el laicismo de izquierdas y el radicalismo islámico amenazan nuestras raíces. Hace 530, el italiano Cristóbal Colón partió de un puerto andaluz para descubrir las Américas. Hoy hay quienes quieren derribar las estatuas dedicadas a él, borrar nuestra historia como europeos, cristianos, occidentales. Frente a este reto, no hay mediaciones posibles. O se dice sí, o se dice no. 

Aquí Meloni utiliza la historia, tergiversándola, en un sentido presentista. Esto no solo le sirve para ofrecer imágenes emotivas a sus oyentes, sino también para volver a dos temas cruciales estrechamente interrelacionados en el discurso ultraderechista : la amenaza de una supuesta « invasión islámica » y la importancia de las raíces cristianas de Europa.

¡Sí a la familia natural! ¡No a los lobbys LGBT! ¡Sí a la identidad sexual! ¡No a la ideología de género! ¡Sí a la cultura de la vida! ¡No al abismo de la muerte! ¡Sí a la universalidad de la cruz! ¡No a la violencia islamistas! ¡Sí a fronteras seguras! ¡No a la inmigracion masiva! ¡Sí al trabajo de nuestros ciudadanos! ¡No a las grandes finanzas internacionales! ¡Sí a las soberanías de los pueblos! ¡No a los burócratas de Bruselas! ¡Y sí a nuestra civilización! ¡Y no a quienes quieren destruirla! ¡Viva Macarena Olona, presidenta de Andalucía! ¡Viva Santiago Abascal, presidente de España! ¡Viva España! ¡Viva Italia! 

El final de la intervención de Meloni es un crescendo paradigmático : una serie de mensajes, gritados con fuerza, que se parecen a breves tuits. El objetivo es doble. En primer lugar, colocar unos mensajes claros y fáciles de entender y memorizar. En segundo lugar, remachar la idea de dos supuestas visiones del mundo y del futuro que serían contrapuestas, la de los « patriotas » y la de la « izquierda globalista ».

¡Viva la Europa de los patriotas! 

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