
Una musiquita se ha instalado en Washington. Para describir el acercamiento entre Trump y Putin, los maestros estrategas estadounidenses estarían llevando a cabo una gran maniobra: un «Kissinger inverso» para abrir una brecha entre Pekín y Moscú y debilitar al Partido Comunista Chino.
Sin embargo, esta versión no tiene en cuenta un dato clave: ante la ofensiva comercial de la Casa Blanca, la China de Xi ya comenzó a desplegar una amplia estrategia global desde enero.