Premio Grand Continent

«Es mi honor profesional intentar comprender»: discurso de Emmanuel Carrère, Premio Grand Continent 2025

El jurado del Premio Grand Continent ha galardonado en su cuarta edición la novela Kolkhoze (P.O.L, 2025) de Emmanuel Carrère.

Frente al Monte Cervino, a 3.883 metros de altitud, aceptó el premio pronunciando un discurso de esperanza.

Autor
Emmanuel Carrère
Portada
© Mario Cruz/Prix Grand Continent

Es la primera vez que pronuncio un discurso en la cima de los Alpes, así que voy a intentar que sea un discurso inspirador. Un discurso lleno de esperanza. Entonces, empecemos. 

El punto de partida de este discurso lleno de esperanza sería la constatación de que hoy en día hay dos formas de ver las cosas: una relativamente optimista y otra radicalmente pesimista. Los relativamente optimistas piensan que la humanidad está atravesando una fase de caos trágico y aterrador, pero que ya le ha ocurrido antes en su historia y que, precisamente, la superará. Los radicalmente pesimistas piensan que nunca ha habido un caos así y que no se trata de una fase: es el fin. 

El principal y, en mi opinión, único argumento a favor del enfoque relativamente optimista es que, desde los albores de la humanidad, siempre ha habido gente que ha dicho que antes todo era mejor y que el fin del mundo era inminente. Un gran latinista, Lucien Jerphagnon, escribió un libro muy divertido que es una antología de estas predicciones angustiosas a lo largo de la historia romana. Nada nuevo bajo el sol: eso sería tranquilizador. 

Sin embargo, me parece evidente que no, que no siempre ha sido así. Aunque consideremos como una constante la propensión del ser humano a angustiarse, sus motivos para hacerlo son nuevos e inapelables. No hace falta ser muy inteligente ni estar muy informado para enumerarlos. El primero de todos es que somos ocho mil millones en la Tierra y eso es demasiado, sencillamente demasiado, y los demás motivos para angustiarse se derivan de ello. Primero: el desastre ecológico, ahora irreversible. Segundo: la crisis migratoria. Buena parte del planeta se está volviendo inhabitable, por lo que los habitantes de esa parte quieren irse a vivir a la otra, lo cual es legítimo, y los habitantes de la otra dicen que ya no hay sitio, que el barco está lleno, y su punto de vista también es legítimo. Tercero: la inteligencia artificial que nos está devorando, pero aún no sabemos cómo ni hasta qué punto, es el fenómeno más impredecible, el que nos lleva hacia lo radicalmente desconocido. Podemos añadir un pequeño punto cuatro, que es el fin de la democracia, el fin de todos nuestros valores, pero es menos importante, ya que solo nos afecta a nosotros y, fuera de nosotros, nadie parece considerarlo una gran pérdida.

He dicho que no hace falta ser muy inteligente ni estar muy informado para ser consciente de todo esto. Pero, aun así, ser muy inteligente e informado ayuda. No sabemos muy bien en qué, pero ayuda. Ayuda tener lo que describo a grandes rasgos como una conciencia más amplia y más aguda. Se llama conciencia histórica, se llama pensar out of the box. Incluso en la situación de la rana que se cuece a fuego lento en una olla y que solo descubre poco a poco lo que le está pasando, es bueno, a pesar de todo, comprender.

Como escritor, eso es lo que me gustaría: comprender, comprender un poco mejor y dar una apariencia de forma a lo que he comprendido. Considero que es mi honor profesional intentarlo, al menos intentarlo. Hay libros que me ayudan, pensadores y, sobre todo, narradores, porque creo más en la narración que en la argumentación. Hace mucho tiempo, escribí una biografía de Philip K. Dick, que murió en 1982, pero que contó todo lo que nos sucedió después con una presciencia y una precisión aterradoras que aún hoy lo convierten en una brújula. Nuestro mundo se ha convertido en el suyo, vivimos en el mundo de Dick.

Hay otros que nos ayudan, no a salir de él, eso no lo creo, sino a cartografiar este laberinto sin salida. Aquí hay al menos dos de estos cartógrafos del laberinto, a los que admiro y a los que leo con la impresión de aprender algo, de comprender algo: mi amigo Giuliano da Empoli, sobre los rostros contemporáneos del poder, Benjamín Labatut sobre las luces ciegas que oscurecen aún más nuestras tinieblas. Y también me resulta instructivo leer el Grand Continent. Lo hacen personas inteligentes e informadas, personas jóvenes también. Por eso, tal vez, son más optimistas que yo. No descartan del todo que, según la frase de Hölderlin tan citada en los manuales de desarrollo personal un poco sofisticados: «Donde crece el peligro, crece también lo que salva». Y yo, al verlos tan inteligentes e informados, no descarto del todo que tengan razón. Que sepan más que yo.

Si la lucidez fuera motivo de esperanza, sería una buena noticia. Y es bueno celebrarla, aunque solo se crea en ella a medias, o un cuarto, en la cima de los Alpes, a -15 grados.

Les prometí un discurso lleno de esperanza. Gracias por escucharlo. Gracias por este premio.

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