Mientras el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, habla de crear una reserva federal estratégica de bitcoins, la senadora Cynthia Lummis ha presentado un proyecto de ley en ese sentido. Brasil también ha anunciado que se embarcará en un proyecto del estilo, y la oposición polaca ha indicado que quiere crear un fondo de este tipo cuando vuelva al poder… Otros numerosos proyectos en otros lugares del mundo siguen guardados en los cajones.
Pero, ¿de qué se trata exactamente? ¿Para qué podría «utilizarse» esa reserva de bitcoins y cuál sería su finalidad?
El plan de Lummis es lanzar un programa de compra de bitcoins con el objetivo de que Estados Unidos adquiera una participación total de alrededor del 5% de la oferta total de bitcoins, es decir, 1 millón de bitcoins, por valor de casi 100 mil millones de dólares a precios actuales.
Los partidarios de la idea sostienen que una reserva de este tipo podría servir de cobertura contra la inflación y evitar una mayor devaluación del dólar, manteniendo al mismo tiempo una posición mundial dominante en la innovación financiera. Sus detractores la consideran más bien una solución en busca de un problema, y muy arriesgada dada la volatilidad e incertidumbre que rodean a esta clase de activos relativamente nuevos.
El proyecto también especifica que pretende proteger los «derechos de autotitularidad» de los tenedores privados de bitcoins y subraya que la reserva estratégica de bitcoins no debe vulnerar las libertades financieras individuales.
¿Cómo funcionaría esta reserva?
En primer lugar, el plan es invertir sólo en bitcoins y no en otros criptoactivos. Aunque no se da ninguna explicación de esta elección, la lectura de los discursos y documentos elaborados por los promotores del proyecto sugiere que sólo el bitcoin —en virtud de su nivel de capitalización bursátil, su adopción por el público y sus características intrínsecas— podría cumplir los objetivos de una reserva de criptoactivos. Tal elección tendría el efecto de acentuar la hegemonía del bitcoin sobre cualquier otro criptoactivo, en particular el Ether, que parece ser más una infraestructura tecnológica a la que se pueden conectar otros protocolos específicos que satisfagan tal o cual necesidad.
Según el «proyecto de ley Bitcoin» presentado por la senadora Lummis, esta reserva «servirá como reserva de valor adicional para reforzar el balance de Estados Unidos y garantizar la gestión transparente de las tenencias de bitcoins del gobierno federal». Más concretamente, el plan consiste en establecer una red descentralizada de cajas fuertes de bitcoins gestionadas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos con requisitos legales que garanticen «el más alto nivel de seguridad física y cibernética» para las tenencias de bitcoins de la nación norteamericana.
¿Nueva clase de activos o nueva moneda?
Concebido originalmente como método de pago alternativo a la moneda de curso legal y como activo de inversión, como puede ser la moneda de curso legal, el proyecto de reserva estratégica de bitcoin hace hincapié en la dimensión de «activo de reserva» de este criptoactivo en detrimento de su funcionalidad de pago.
¿Qué es una reserva estratégica? Puede considerarse como una reserva de un activo de importancia sistémica para un país que puede liberarse o utilizarse para gestionar graves perturbaciones en el funcionamiento del país, en particular en su economía. Este podría ser el caso de las reservas alimentarias o energéticas, por ejemplo. El ejemplo más conocido es la reserva estratégica de petróleo creada en respuesta al embargo petrolero árabe de 1973-1974 y a las obligaciones de reserva del programa energético internacional. Desde los años setenta en Estados Unidos, esta reserva se ha utilizado más de veinte veces por diversos motivos: desde proporcionar suministros críticos de petróleo tras catástrofes naturales hasta reducir las presiones inflacionistas sobre los precios de la energía tras la invasión rusa de Ucrania más recientemente. Además, si se gestiona bien, la reserva puede reducirse cuando Estados Unidos puede vender crudo a precios altos y recomprarlo cuando los precios son bajos. Este es también el caso de las reservas de petróleo y gas de Francia y otros países.
Desde este punto de vista, una reserva estratégica de bitcoins formaría parte de un marco ya existente y no presentaría nada especialmente nuevo.
Lo que la distingue de otras reservas es tanto el activo objeto de la reserva como el papel que se le asigna.
En efecto, no se trata de un bien esencial —para el funcionamiento de la economía, como puede ser la energía, o para la paz social, como son las reservas alimentarias— sino de un bien que, a primera vista, no parece estar vinculado al funcionamiento y al bienestar de una sociedad. En cuanto a las condiciones de utilización, no se trata de hacer frente a una escasez o a una caída drástica de la oferta del bien objeto de la reserva, como es el caso del petróleo o del trigo. De la lectura de las explicaciones que figuran en la propuesta se desprende que esta reserva representa esencialmente un nuevo medio de garantizar la confianza en el dólar, en particular en su papel de moneda internacional.
¿Una nueva norma para el dólar?
El dólar, como todas las demás monedas, no está vinculado al oro desde 1971. Su precio viene determinado libremente por la oferta y la demanda, ya que no existen restricciones de cambio, a diferencia de otras monedas, empezando por el yuan. El concepto de patrón oro o de cualquier tipo de patrón ha desaparecido del vocabulario de banqueros centrales y economistas.
Esto no impide, por supuesto, que los bancos centrales mantengan grandes reservas de oro y que algunos países introduzcan un programa de compra de oro para aumentar sus reservas de este metal precioso. Si bien sabemos que el mayor tenedor de oro del mundo es la Reserva Federal estadounidense, con más de 8 mil toneladas de oro, le siguen Alemania con 3.300 toneladas, Italia y Francia con 2.400 toneladas —tras la venta en 2004 de más de 500 toneladas de oro bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy— y Rusia y China con 2.600 toneladas de oro. Lo que a menudo se pasa por alto es el hecho de que el Banco de Inglaterra ha vendido casi todas sus tenencias de oro y ahora sólo posee 300 toneladas, aproximadamente el mismo nivel que Líbano.
En total, los bancos centrales poseen más de 34 mil toneladas de oro, es decir, alrededor del 20% de las reservas mundiales.
Pero la proporción del oro en las reservas de los bancos centrales ha disminuido considerablemente desde los años sesenta. Mientras que antes representaba más del 60% de estas reservas, en la actualidad sólo representa el 15% en total —con diferencias significativas de un país a otro— como consecuencia de la abolición del patrón oro. Como sabemos, la diferencia la constituyen el dólar, el euro en menor medida y algunas otras divisas como la libra esterlina y el franco suizo de forma marginal.
¿Para qué sirve esta montaña de oro? No sirve para nada, al menos para los países de moneda fuerte, y sirve para todo, en caso de catástrofe monetaria. El oro de los bancos centrales se registra como reserva en el balance del banco. El oro del banco central es, por tanto, la «garantía última» de un país —o, más exactamente, su «activo último»— contra la depreciación de su moneda. Constituye una «prenda» de confianza para los tenedores de estas monedas, aunque no tengan ningún derecho sobre estas reservas. Sin embargo, disponer de grandes reservas de oro en proporción a la moneda emitida no basta para evitar la caída de una divisa: la lira turca y la libra libanesa son ejemplos de ello.
Aquí es donde entra en juego la Reserva Estratégica de Bitcoin.
Sin embargo, representa una diferencia importante con respecto al oro: en lugar de mantenerse en el balance del banco central estadounidense, esta reserva estaría bajo la supervisión del Tesoro y, por tanto, directamente a cargo del gobierno. El bitcoin, que no dependería de una institución independiente del poder político, sería así no sólo uno, sino el nuevo activo estratégico de reserva.
¿Cómo se financiarán todas estas compras? No a través de la deuda federal, sino vendiendo parte de las reservas de oro de la Reserva Federal y recurriendo a sus beneficios. En otras palabras, recurriendo a las cuentas del banco central, desafiando su independencia.
Más allá de esta forma heterodoxa de trabajar, lo que complica las cosas en este proyecto son los múltiples objetivos asignados —de forma más o menos vaga— a esta reserva. Por una parte, se pretende que sirva de cobertura contra «los riesgos económicos y las incertidumbres monetarias» y, por otra, que garantice «el liderazgo financiero y la seguridad de los Estados Unidos de América en el siglo XXI». En otras palabras, esta reserva funcionaría a la vez con fines monetarios, como las reservas de oro de los bancos centrales, pero también con el objetivo de garantizar el dominio estadounidense de la innovación. Todo esto no está muy claro, sobre todo en lo que se refiere a cómo se utilizaría el bitcoin para cumplir estos objetivos.
Aunque el proyecto de ley detalla las condiciones del programa de compra de bitcoins y su financiación, no dice nada sobre cómo podrían venderse los bitcoins o qué ocurriría con los ingresos. La propuesta establece que, durante un periodo de veinte años, «ningún bitcoin mantenido en la reserva estratégica de bitcoins podrá ser vendido, intercambiado, subastado, gravado o transferido para ningún fin que no sea el reembolso de las obligaciones de la deuda federal». Más allá de los veinte años, el proyecto recomienda que no se venda más del 10% de la reserva en un periodo de dos años. Esta referencia al reembolso de la deuda da una idea más clara de uno de los objetivos de este proyecto, dados los 7 billones de dólares de deuda pública estadounidense, el 37% de la deuda pública mundial. Bitcoin sería el nuevo activo que garantizaría a los acreedores, mejor que el oro, según sus promotores, la solvencia de Estados Unidos.
¿Qué pensar entonces de este proyecto?
Es ciertamente innovador en la medida en que «consagra» el bitcoin como un activo de reserva que complementa o incluso sustituye al oro. Como tal, nos obliga a pensar fuera de la caja ortodoxa en materia monetaria, ya sea para aprobarlo o criticarlo. Pero ahí radica precisamente su debilidad: la falta de precisión sobre las condiciones de utilización de esta reserva una vez creada.
El proyecto, vea o no la luz, ha permitido al bitcoin disparar su cotización. La necesidad de transparencia en democracia hace que, de aprobarse el proyecto, lo mínimo sea indicar la cantidad de bitcoins que poseen los patrocinadores del proyecto, incluido el presidente Trump. Esto podría revelar algunas sorpresas.