Puntos claves
  • La globalización se enfrenta a cinco vientos contrarios: los efectos distributivos, la seguridad nacional, la seguridad económica, la política industrial y el cambio climático.
  • La solución económica no puede ser una defensa absolutista del libre comercio, sino que hay que definir las políticas adecuadas caso por caso.
  • Los riesgos de represalias, escaladas y guerras comerciales son elevados, y con ellos una desglobalización ineficiente y costosa.

La globalización —la creciente interconexión de las economías y los pueblos del mundo, impulsada por el comercio internacional de tecnología, servicios y bienes, así como por los flujos de inversión e información— se enfrenta al menos a cinco vientos en contra. Permítanme examinar cada uno de ellos e indicar cómo podrían abordarse.

1 — Los efectos de distribución

Se trata de un viejo tema del debate sobre el comercio. El comercio mejora la situación de los países, pero algunos trabajadores y empresas salen perdiendo. No se trata de una consecuencia accidental; el comercio implica producir donde es más barato hacerlo, lo que significa que algunos productores nacionales, que son más caros, se verán perjudicados.

Sabemos que el comercio no es la única fuente de pérdida de empleo, ni siquiera la principal. Sin embargo, es más fácil identificar el origen de las pérdidas y atribuir la responsabilidad cuando procede del aumento de las importaciones o de la deslocalización de empresas a otros países.

¿Por qué es tan pertinente hoy este argumento? Una razón es el fracaso general de las medidas destinadas a ayudar a los trabajadores que pierden su empleo como consecuencia del comercio. Otra razón es que es más fácil identificar al culpable del desempleo cuando se puede señalar a un país concreto —como ocurrió con el «choque chino»—. Estimaciones fiables sugieren que las pérdidas brutas de empleo resultantes de la creciente competencia de las importaciones chinas durante el período 1999-2011 fueron del orden de 2 a 2,4 millones y, dada la distribución de estas pérdidas en los distintos Estados, probablemente condujeron a la victoria electoral de Donald Trump en 2016. Otro ejemplo son los agricultores franceses, que se movilizan contra las importaciones agrícolas más baratas de Polonia y Hungría culpando a las reglas de la Unión Europea.

Es más fácil identificar al culpable del desempleo cuando se puede señalar con el dedo a un país concreto.

OLIVIER BLANCHARD

Como ocurre con las demás fuerzas que se examinan a continuación, no se pueden ignorar estas preocupaciones. Los programas de ayuda al ajuste comercial no han funcionado y probablemente no puedan funcionar. Y puede tener sentido proteger a determinados sectores o trabajadores por razones distributivas. Por ejemplo, puede tener sentido proteger a los pequeños agricultores franceses, aunque sus productos sean más caros. Esto significa precios más altos para los consumidores franceses, pero puede ser un precio socialmente aceptable para mantener vivo el campo francés y evitar la aparición de «desiertos geográficos». La cuestión obvia es cómo hacerlo sin perder la mayor parte de los beneficios comerciales.

2 — La seguridad nacional

En un mundo de crecientes tensiones geopolíticas, tiene sentido evitar la dependencia de países hostiles, ya sea la dependencia de Estados Unidos del comercio con China, la dependencia mundial de tierras raras procedentes en parte de países políticamente inestables o la dependencia mundial respecto a Taiwán para los semiconductores.

La experiencia de Alemania, que ha reducido su dependencia del gas ruso en los últimos tres años, demuestra que las empresas y los países pueden adaptarse, cambiar sus métodos de producción y encontrar otros proveedores. Sin embargo, puede ser difícil adaptarse a muy corto plazo a un embargo o a algo peor, y tiene sentido tomar medidas para evitar encontrarse en esta situación.

El riesgo es que este argumento se utilice por razones equivocadas para proteger a un sector. Las objeciones de la administración estadounidense a la compra de U.S. Steel por parte de Nippon Steel son un ejemplo de ello. Japón no es enemigo de Estados Unidos, y el Pentágono compra menos del 3% de la producción total de acero estadounidense.

3 — La seguridad económica

Aunque la proporción del comercio de bienes intermedios se ha mantenido más o menos constante a lo largo del tiempo —en torno al 60% del comercio total—, las cadenas mundiales de suministro se han vuelto más complejas y, por tanto, potencialmente más expuestas a fallos. Las inundaciones de Tailandia, la catástrofe de Fukushima, las perturbaciones causadas por las pandemias, los ataques de los hutíes en el Mar Rojo y el riesgo de cierre del Estrecho de Ormuz dan fe de ello. Ello sugiere una mayor necesidad de on-shoring, o al menos de friend-shoring para determinadas actividades.

Aunque la proporción del comercio de bienes intermedios se ha mantenido más o menos constante a lo largo del tiempo, las cadenas mundiales de suministro se han vuelto más complejas y, por tanto, potencialmente más expuestas a fallos.

OLIVIER BLANCHARD

El papel de la política es menos claro en este caso, ya que se podría suponer que las empresas están mejor situadas para evaluar los riesgos y reorganizar sus cadenas de suministro. Pero las cuestiones de red, no muy diferentes de las planteadas durante la crisis financiera mundial, pueden ser relevantes. Las empresas pueden conocer a sus proveedores, pero no a los proveedores de sus proveedores, y así sucesivamente. También pueden tener un plan B que resulte ser el mismo que el de otras empresas, sólo para descubrir que el proveedor alternativo con el que contaban es incapaz de suministrarles. Por tanto, la política puede ser útil para determinar la resiliencia del sistema en su conjunto.

4 — La política industrial

Durante mucho tiempo, la política industrial no gozó de buena reputación entre los economistas. Se consideraba que ayudaba más a los grupos de presión que a tomar las decisiones tecnológicas correctas. Hoy, la mayoría de los economistas están más abiertos, al menos por dos razones. 

La posición anterior era demasiado extremista, y a menudo había argumentos económicos: la estrategia china de subvencionar fuertemente los sectores de los paneles solares y los vehículos eléctricos ha demostrado que puede compensar ir más rápido que otros países. La red ARPANET (Advanced Research Projects Agency Network), precursora de Internet, se considera un gran éxito con un gran impacto económico. Del mismo modo, parece más probable que las nuevas tecnologías, en particular la inteligencia artificial (IA), vayan acompañadas de externalidades sustanciales y grandes rendimientos crecientes —dos factores que justifican la intervención estatal—.

El problema es que las preocupaciones anteriores siguen siendo pertinentes, y la política industrial bien puede utilizarse para otros fines, a saber, principalmente para mejorar la competitividad de los productores nacionales. Esta es claramente una motivación relevante detrás de muchos de los subsidios de la Ley de Reducción de la Inflación, los requisitos de ensamblaje final para vehículos eléctricos o las baterías.

5 — Las medidas para combatir el calentamiento global

La necesidad de que los gobiernos tomen medidas para combatir el calentamiento global está ampliamente reconocida. También se acepta que la principal herramienta deben ser los impuestos sobre el carbono o sobre el uso de energía marrón. Pero como estos impuestos son impopulares, una alternativa interesante —si ignoramos las implicaciones presupuestarias— es subvencionar el uso de la energía verde. Incluso dejando de lado las implicaciones presupuestarias, las subvenciones no son exactamente equivalentes a los impuestos, pero es evidente que pueden ofrecer los incentivos adecuados para aumentar la cuota de energía verde en la producción energética.

La cuestión aquí es, una vez más, las implicaciones para la competitividad. Europa ha adoptado en gran medida impuestos y tasas sobre el carbono. Estados Unidos, en cambio, ha optado por las subvenciones. El resultado —a los tipos de cambio actuales— es una evidente pérdida de competitividad para las empresas europeas, un problema que no se resuelve con un impuesto fronterizo sobre el carbono, si es que se introdujera. Si una empresa estadounidense y otra europea lograran ambas cero emisiones, la primera mediante impuestos y la segunda mediante subvenciones, no se aplicaría ningún impuesto en frontera, pero la empresa europea perdería competitividad frente a la estadounidense. Las tensiones comerciales ya están apareciendo y bien podrían desencadenarse guerras arancelarias.

Incluso dejando de lado las implicaciones presupuestarias, las subvenciones no son del todo equivalentes a los impuestos, pero es evidente que pueden ofrecer los incentivos adecuados para aumentar la cuota de energía verde en la producción energética.

OLIVIER BLANCHARD

6 — Los retos del futuro

Cada una de estas fuerzas tiene sus propias implicaciones, pero es probable que todas reduzcan los intercambios. Podríamos añadir a la lista dos fuerzas que he omitido intencionadamente: el uso de aranceles como fuente sustancial de ingresos, que es sencillamente una mala idea, y la vieja visión mercantilista —una mala idea que nunca muere— de que los países deben tener una balanza por cuenta corriente positiva.

Algunas de estas ideas pueden entrar en conflicto entre sí. En su lucha contra el calentamiento global, ¿deben los gobiernos comprar paneles solares chinos baratos o deben imponer aranceles para proteger a sus productores nacionales y pagar más? Creo que en este caso la batalla está perdida y la mejor solución es utilizar paneles chinos. Si Estados Unidos aumenta los derechos de aduana sobre los vehículos eléctricos chinos —lo que lleva a China a intentar aumentar sus ventas en otros lugares, especialmente en la Unión—, ¿debería la Unión Europea aumentar también los derechos de aduana, a riesgo de represalias chinas contra las empresas europeas en China? ¿El aumento de los aranceles sobre los automóviles chinos debería ir acompañado de restricciones a la inversión extranjera directa (IED) de los fabricantes chinos de automóviles en la Unión o, por el contrario, fomentar esa IED provocada por los aranceles?

La solución económica no puede ser una defensa absolutista del libre comercio. Detrás de cada una de las cinco fuerzas mencionadas hay buenas y malas razones. A veces tiene sentido proteger ciertos sectores a expensas de los consumidores, y sin duda tiene sentido preocuparse por la seguridad nacional y económica. La política industrial no puede descartarse de plano y, guste o no, tiene un impacto en la competitividad. Si los impuestos sobre el carbono son un obstáculo político pero la lucha contra el calentamiento global es esencial, puede tener sentido recurrir a las subvenciones. Pero al mismo tiempo, en todos los casos, es posible cometer un error, utilizar el argumento como pretexto para un proteccionismo anticuado.

La solución económica no puede ser una defensa absolutista del libre comercio. Detrás de cada una de las cinco fuerzas mencionadas hay buenas y malas razones.

OLIVIER BLANCHARD

Definir las políticas adecuadas es, por tanto, una tarea que debe realizarse caso por caso. En otros tiempos, la Organización Mundial del Comercio habría sido el organismo natural para evaluar y dictaminar lo que es o no es comercio justo. Hoy en día, es demasiado débil e incapaz de hacerlo. Los riesgos de represalias, escaladas y guerras comerciales son elevados y corren el riesgo de desembocar en una desglobalización ineficaz y costosa. Hasta ahora los efectos han sido limitados, pero me temo que el proceso no ha hecho más que empezar.

Créditos
Una primera versión de este artículo se publicó en el sitio web del Instituto de inversión de AXA IM.