La elección de Trump de J.D. Vance como su compañero de fórmula es al menos tan sorprendente como esperada. Tradicionalmente, los candidatos presidenciales eligen a un vicepresidente cuyo nombre e imagen ayudan a «equilibrar» el ticket presidencial, es decir, a atraer el voto de un sector del electorado considerado difícil de alcanzar por el candidato en solitario.

  • En 2008, el candidato republicano John McCain eligió a la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, para atraer, en particular, el voto femenino.
  • Ese mismo año, Barack Obama, que entonces tenía 47 años, eligió como compañero de fórmula al veterano senador y experimentado político Joe Biden para tranquilizar a los votantes sobre su «juventud».
  • Kamala Harris, actual vicepresidenta de Biden, fue elegida para encarnar el nuevo rostro de una América en transformación: una mujer afroamericana licenciada en Económicas (algo muy raro en Estados Unidos para una mujer de color), nacida de padre jamaicano y madre india.

La elección de J.D. Vance refleja tanto consideraciones electorales como un cambio de actitud hacia su posible futura administración. El senador de Ohio es visto por Trump como un poderoso argumento para atraer el voto de las clases medias blancas, rurales y poco cualificadas de los estados indecisos parcialmente atravesados por el cinturón de óxido del noreste: Pensilvania, Ohio, Michigan y Wisconsin.

Vance, de nuevo en gracia de Trump desde que se retractó públicamente de sus insultos y críticas al anterior presidente, es una figura leal y totalmente entregada a Trump y a su agenda.

En muchos aspectos, Trump considera a Vance un hombre de su confianza y uno de los portadores de su legado ideológico. Aunque coincide con el ex presidente en muchos puntos, también va más allá en un gran número de temas (en comparación con las declaraciones públicas de Trump): sobre la estructura de la familia tradicional, sobre la prohibición del aborto incluso en casos de incesto o violación, sobre la violencia doméstica, sobre el lugar del cristianismo en la construcción nacional…

Notas al pie
  1. Aunque hubiera querido, Mike Pence no podría haber rechazado el resultado de las elecciones presidenciales. La Duodécima Enmienda no proporciona nada más que un papel en gran medida ceremonial para el vicepresidente, que simplemente tiene el poder de «contar los votos», no de rechazarlos.
  2. Tal Axelrod, « JD Vance says he’s wouldn’t have certified 2020 race until states submitted pro-Trump electors », ABC News, 4 de febrero de 2024.