Tras meses de decirle a Putin que tenía todo bajo control y que no era vulnerable a los golpes de Estado, su autoridad se ve ahora directamente desafiada de una forma que puede tener implicaciones de largo alcance para el régimen, así como para el curso de la guerra 1. La confianza en que no habría un golpe se debía a que no había nadie obvio para liderarlo, dado que un candidato serio necesitaría estar respaldado por capacidades militares creíbles.
Ahora tenemos un candidato. Este golpe está siendo liderado por el jefe de los mercenarios Wagner, Yevgeny Prigozhin. En un primer momento se apostó por su fracaso, ya que todo el peso del Estado ruso está en su contra. Antes de que hiciera sus movimientos, fue declarado traidor, sus oficinas fueron asaltadas y sus bases bombardeadas. Pero el Estado ruso es inepto y decrépito. Si el objetivo era pillar desprevenido a Prigozhin y silenciarlo, fracasó, porque parece que se dio cuenta de lo que se le preparaba y tomó sus propias iniciativas. Si vas a moverte contra tus oponentes, tienes que ser decisivo. Prigozhin se escapó (como Zelenski en febrero de 2022).
En su lugar, una columna de sus hombres cruzó del Donbas a Rusia, sin obstáculos, avanzando hacia Rostov del Don, un centro de mando y logística vital para la guerra. Mientras lo hacía, su gente, al parecer, hackeó la televisión y la radio locales, y emitió llamados de apoyo, afirmando que los que apoyan al ministro de Defensa Sergei Shoigu son los verdaderos traidores y partidarios de Ucrania.
Putin aprecia ahora el peligro del que debería haberse dado cuenta hace semanas. En su discurso del sábado por la mañana denunció a quienes apuñalaban a Rusia por la espalda en tiempos de guerra, insistió en que serían castigados, confirmó que en Moscú se había instaurado un régimen «antiterrorista» y prometió a su pueblo que todo estaba bajo control. Todo ello sin pronunciar el nombre de Prigozhin. El jefe de Wagner se ha convertido en Voldemort.
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Hay mucha incertidumbre sobre la evolución de los acontecimientos sobre el terreno. Son situaciones en las que los rumores se abonan y crecen rápidamente, por lo que no es prudente hablar todavía con gran seguridad de lo que está ocurriendo y mucho menos de cómo se desarrollarán los acontecimientos. Pero en momentos como éste la especulación es inevitable.
¿Cómo llegamos aquí?
Estamos en un terreno razonablemente seguro a la hora de trazar el desarrollo de esta crisis para el Estado ruso. La tensión ha sido evidente durante meses, y se hizo más evidente con las frecuentes quejas de Prigozhin de que se le estaba privando de munición durante la larga batalla por la ciudad de Bajmut. En un momento dado, amenazó con abandonar la batalla si no se satisfacían sus necesidades, accedió a continuar cuando se le dijo que recibiría suministros, y luego siguió refunfuñando porque no eran suficientes. Una vez tomada Bajmut, tras meses de agotadores combates urbanos, hubo más quejas de que la debilidad de las fuerzas regulares rusas había permitido a los ucranianos recuperar territorio en los flancos, haciendo inútiles los esfuerzos de sus hombres.
Esto llevó a una crítica más amplia de la calidad de los altos mandos rusos por no estar en contacto con las duras realidades de la guerra, restar importancia a las bajas y hablar como si todo fuera bien cuando claramente no era así. Entonces Shoigu presionó para que el grupo Wagner y otras empresas militares privadas quedaran bajo su control directo. Prigozhin hizo todo lo posible por rechazar las órdenes de Shoigu. Ya estaba planeando el motín.
A través de eso se asumió que Prigozhin era lo suficientemente cercano a Putin como para tener cierta latitud a la hora de hacer ruido. Quizá a Putin le convenía que un crítico amistoso mantuviera en vilo a sus principales asesores militares. Pero, ¿tan amigo era? Cuanto más agudas eran las críticas, más cerca estaban de Putin. La acusación de que sus subordinados mantenían al presidente deliberadamente desinformado no era un gran respaldo a su liderazgo. O era crédulo o cómplice.
Putin tampoco hizo ningún esfuerzo por distanciarse de Shoigu. Cada vez que habla de operaciones militares, lo que ha estado haciendo últimamente con más frecuencia que en cualquier otro momento desde que comenzó la contraofensiva ucraniana, adopta la línea de Shoigu de que todo va bien, que los ucranianos están recibiendo una paliza, que el equipo de la OTAN no es nada especial y que sus fuerzas se están preparando para un largo recorrido en caso de que sea necesario. Una continuidad en sus declaraciones es que sigue estando mucho más seguro de por qué tuvo que librarse la guerra que de cómo puede ganarse. A este respecto, sigue siendo notablemente impreciso.
En ebullición
Es la cuestión de la necesidad de la guerra lo que ha hecho que las últimas acusaciones de Prigozhin sean tan incendiarias. Las formuladas el viernes eran muy diferentes en naturaleza y dirección a todo lo anterior, y desafiaban no sólo la conducción de la guerra sino toda la base sobre la que fue lanzada. Aunque los disparos iban dirigidos a Shoigu y al general Valery Gerasimov, comandante en jefe, Vladimir Putin estaba claramente en la línea de fuego.
Recuérdese que el pretexto para la guerra era que Ucrania estaba organizando un «genocidio» contra la población rusoparlante del Donbas, alentada por la OTAN. Eso hizo que la invasión fuera urgente, tanto para salvaguardar a las víctimas potenciales como para eliminar al odioso régimen neonazi que estaba llevando a cabo tan terribles actos. Toda la secuencia de acontecimientos que condujeron a la invasión del 24 de febrero de 2022 se orquestó de acuerdo con esta teoría, empezando por la reunión del Consejo de Seguridad en la mañana del 21 de febrero, en la que se preguntó si se reconocía la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk (DNR/LNR).
Putin decidió inmediatamente que sí, confirmó al día siguiente que esto abarcaba las fronteras clásicas de dichos oblasts y no los enclaves de las DNR/LNR, y obtuvo la autoridad de la Duma para hacer lo que fuera necesario para defenderlos. A esto siguió un incidente simulado en Luhansk, una petición de ayuda para hacer frente a la agresión de Kiev y, a continuación, la invasión a gran escala.
En su video del viernes por la mañana, Prigozhin desmontó todo ese teatro. Explicó que no había ninguna amenaza extraordinaria para el Donbas antes de la invasión, que los intercambios de artillería no eran más que lo habitual, y que todo el asunto era un montaje de Shoigu y otros oficiales corruptos, respaldados por oligarcas que ganaban dinero con la concentración militar. La acusación fue tan contundente que el FSB, la agencia de seguridad, abrió una investigación penal contra Prigozhin. Más tarde, Prigozhin volvió a salir al aire, mostrando imágenes de las secuelas de un ataque con misiles y helicópteros rusos contra un campamento de los Wagner. Pasó aún más a la ofensiva retórica. “Hay que poner fin al mal que llevan a cabo los dirigentes militares del país». Los medios oficiales rusos negaron los ataques e insistieron con sorna en que seguían preocupados por la lucha contra las fuerzas ucranianas.
¿Qué está ocurriendo?
Tal vez se trató de una lucha de élites que se les fue de las manos, consecuencia de un sistema militar que no logró la unidad de mando y permitió que varias de esas empresas militares privadas, no sólo Wagner, operaran de forma independiente y según sus propios programas. Desde que salió de las sombras en el transcurso de esta guerra, Prigozhin ha mostrado interés en una posible carrera política. Tiene su propio aparato de propaganda y un gran reconocimiento entre la población. Y lo que es más importante, está al mando de un importante cuerpo de hombres: hasta 25 mil participan en sus maniobras actuales.
El lenguaje que utilizamos para describir estos acontecimientos a menudo no capta su naturaleza singular. Cuando hablamos de golpes de Estado nos imaginamos a hombres armados entrando a toda prisa al Kremlin para detener o matar a Putin e instalar a un nuevo líder, con los principales medios de comunicación incautados para garantizar que todo el mundo sepa quién manda ahora. En ese sentido, no se trata de un golpe de Estado y Prigozhin ha insistido en que no está organizando uno. Su objetivo es únicamente destituir a Shoigu y a Gerasimov y sustituir las estrategias de «trituración de carne» que han seguido en la guerra. En cualquier caso, tras el discurso de Putin, fuera o no ésta su intención, Prigozhin se encuentra en una confrontación directa con el presidente ruso. Uno de los dos saldrá perdiendo.
Prigozhin tendrá algunos partidarios entre la élite civil y militar, por sus argumentos si no por su carácter, y después de todo no le faltan fondos cuando se trata de comprar favores e inteligencia. Y aunque la mayoría dará por sentado que sus carreras y su bienestar dependen de la supervivencia de Putin, a pocos les quedarán muchas ilusiones sobre la mala gestión de la guerra y los costos que está imponiendo a la sociedad y la economía rusas. Por ahora, la mayoría agachará la cabeza, pero si esto va mucho más lejos, habrá exigencias de lealtad que conllevarán sus propios riesgos.
Ha habido algunos combates, lo suficientemente graves como para que Wagner afirme haber derribado tres helicópteros, pero aún no se ha llegado a una guerra civil, lo que significaría que las fuerzas armadas estuvieran completamente divididas entre sí como si se enfrentaran a un enemigo exterior. Sobre el terreno, Wagner no parece haber encontrado mucha resistencia, ni siquiera al entrar en el principal centro de mando del ejército ruso.
Tampoco se trata de una insurrección. Prigozhin ha instado a la gente a salir a la calle para deshacerse de su «gobierno débil», («encontraremos armas»). En la medida en que sepan lo que está pasando, es probable que los rusos se alarmen y queden perplejos, pero no van a salir corriendo a las calles y empezar a construir barricadas. Desde luego, no se trata de una campaña en favor de la paz. En Rostov, Prigozhin se ha encargado de demostrar que no interfiere en los asuntos del Mando Sur en su intento de gestionar la guerra, aunque hay que suponer que los oficiales implicados deben estar un poco distraídos en estos momentos. Quiere parecer patriótico y afirma que tiene una forma mejor de luchar en la guerra.
Sin embargo, se trata de un motín. Como tal, todo depende de si las acusaciones de Prigozhin suenan verdaderas a otras tropas y las llevan a unirse a sus filas, o al menos a negarse a luchar contra sus hombres. En general, Wagner ha demostrado más disciplina e ímpetu que muchas otras fuerzas rusas y no sería sorprendente que se impusieran en los combates. Esto podría repercutir pronto en la cohesión de la respuesta militar leal al gobierno.
Está claro que Prigozhin no está solo en su desdén por el mando superior de esta guerra. Hay muchos blogueros militares, a menudo extremadamente nacionalistas y favorables a la guerra, que se sinceran sobre los fallos de las fuerzas rusas y también culpan a la corrupción y la complacencia de los altos mandos. Lo que lo distingue de los demás es que tiene a su disposición una fuerza numerosa y aparentemente leal. A diferencia de otros generales, también tiene en su haber victorias reales, aunque de naturaleza pírrica. Sus hombres estuvieron en primera línea en la captura de Soledar y Bajmut. En otros lugares, durante la reciente ofensiva rusa sólo hubo costosos fracasos.
Además, sabemos que, para muchos en el frente, especialmente los que han estado luchando en el Donbas, las condiciones han sido miserables, las bajas extremadamente cuantiosas, y los comandantes han estado ausentes. El grupo Wagner ha afirmado que las tropas rusas contratadas preferirían estar con ellos que bajo la cadena de mando de Gerasimov. Los que están en el Donbas supuestamente han servido como parte de las milicias de LNR y DNR, pero éstas se han vaciado, ya que sus tropas seguían siendo asesinadas, y ahora parecen estar dirigidas por los señores de la guerra locales restantes. Una de las muchas tragedias de esta guerra es cómo los que supuestamente estaban siendo protegidos de las míticas atrocidades ucranianas han sufrido un duro trato a manos de sus protectores. Ciudades vitales han quedado reducidas a la ruina. Desde los primeros movimientos en el Donbas para desafiar a las autoridades ucranianas en la primavera de 2014, esta región se ha empobrecido.
¿Y ahora qué?
Es revelador que la respuesta instintiva de Moscú sea insistir en que el motín ya está fracasando y que los combatientes de Wagner están viendo el error de sus caminos y regresando para unirse a sus verdaderos camaradas. Hay una esperanza, presente en el discurso de Putin, de que las tropas de Wagner puedan separarse de su líder. Negar las malas noticias es la posición por defecto del régimen, pero por ahora no hay pruebas de que el motín esté flaqueando.
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La gran pregunta es cómo responderá el resto de las fuerzas armadas. Uno de los vídeos más notables que han aparecido hasta ahora muestra a Prigozhin hablando en Rostov con el viceministro de Defensa, Yunus-Bek Yevkurov, y con Vladimir Stepanovich Alekseev, jefe adjunto del servicio de inteligencia militar de Rusia, ambos presumiblemente de servicio en el cuartel general del mando, y que ahora parecen ser rehenes efectivos. Alekseev había publicado poco antes su propio video instando a Prigozhin a abandonar su empresa. Curiosamente, desde la misma sala, el principal aliado de Prigozhin en el alto mando, el general Sergei Surovikin (por cierto, uno de los participantes en el golpe de 1991 contra Gorbachov), había hecho un llamado similar, más con tristeza que con rabia. ¿Dónde está ahora Surovikin? Es un actor potencialmente clave.
Shoigu y Gerasimov, de quienes Prigozhin también dijo que estaban en Rostov, no parecen estar allí ahora. Como siguen contando con el respaldo de Putin, dependerá de ellos organizar el contramotín. Prigozhin tiene que decidir ahora si continúa con su marcha hacia Moscú, como prometió, sabiendo que se hay preparativos para recibirlo. El Ministerio de Defensa británico afirma que sus hombres ya alcanzaron un punto intermedio en Voronezh. Lo que ocurra ahora depende de la lealtad de las tropas. Hay informes -rumores- de que algunas de las fuerzas principales se pasarán a Wagner. Muchos más pueden ser espectadores pasivos. Si no puede movilizar unidades leales importantes, Putin tendrá problemas. Si lo consigue, Prigozhin quedará aislado y podría ser aplastado. Un factor en todo esto es de dónde proceden las tropas leales, dado que gran parte del ejército está empantanado en Ucrania.
Incluso si Wagner es derrotado rápidamente, cosa que yo no daría por segura, esto no dejará de ser una gran conmoción para el régimen, que se verá debilitado. Si la confrontación va en la dirección contraria, entonces todas las apuestas están perdidas y el pánico puede empezar a apoderarse del Kremlin. El problema para los autócratas como Putin es que no saben realmente lo que está pasando entre su pueblo, y eso tiende a aumentar el pánico. Además, una vez que el alto mando se vea vulnerable, ¿qué harán los comandantes subalternos en sus batallas con las fuerzas ucranianas? ¿Estarán dispuestos a morir por una causa que parece perdida? Por el momento, los que observan los acontecimientos con mayor entusiasmo son los altos mandos ucranianos. Se abren oportunidades para operaciones ofensivas que nunca esperaron.
Notas al pie
- El texto está disponible aquí en inglés.