Por primera vez en la historia reciente, estamos asistiendo a una amenaza que afecta a todo el planeta de manera simultánea, con consecuencias similares en todas las latitudes y en un contexto de interconectividad e interdependencia sin precedentes. El impacto de la pandemia de la Covid-19 en nuestras vidas y relaciones internacionales nos ofrece una oportunidad para repensar la política global.
Sin embargo, la pandemia se ha convertido también en un elemento más de competición estratégica entre los estados, envueltos en una urgente carrera para obtener recursos y equipamiento sanitario y, finalmente, la vacuna. Las esperanzas en un mundo más cooperativo han coincidido con una tentación de repliegue que ya formaba parte de las dinámicas internacionales anteriores a la pandemia.
El documental de CIDOB “Bouncing Back. World Politics after the Pandemic” plantea las dinámicas de conflicto y las oportunidades para la cooperación internacional, de la mano de diversos expertos, y destaca la necesidad de una acción política decidida para hacer frente al mundo post-pandemia.
¿Hacia una nueva globalización?
Desde el inicio de la pandemia se ha debatido sobre su impacto real sobre la globalización. Las consecuencias de la Covid-19 han sido múltiples y de distinta intensidad en todos los continentes, pero todas ellas convergen, según argumenta Anne-Marie Slaughter, presidenta de New America, en una “re-globalización, es decir, en una globalización distinta y más cuidada”. La fragmentación del orden internacional, preexistente a la pandemia, es otro elemento en este complejo escenario de transición.
El FMI alerta de que la población en situación de pobreza extrema se ha incrementado en el último año por primera vez en dos décadas. Es un dato alarmante, más aun cuando las posibilidades de recuperación tras la pandemia no se están distribuyendo de manera equitativa, a riesgo de alimentar todavía más los discursos populistas y xenófobos. El malestar ante la corrupción y las desigualdades son causa de inestabilidad y violencia, y por tanto es urgente abordar las desigualdades dentro de las sociedades y entre estados. Si hay una lección que la Unión Europea y Estados Unidos deben aprender de esta pandemia es, según Robert Malley, antiguo presidente del Crisis Group, “repensar la distribución de la riqueza”.
Pero no sólo las desigualdades se han agravado como consecuencia de la pandemia. Otros fenómenos, como la desafección con la política y las instituciones internacionales, el populismo o el cambio climático, ya estaban presentes dentro y entre nuestras sociedades, y la actual emergencia sanitaria, económica y política nos lleva a preguntarnos cómo serán nuestras sociedades cuando la pandemia esté bajo control.
La Covid-19 ha sido un ejemplo de lo que significa una amenaza global, y esto nos conduce forzosamente a plantear una nueva manera de cooperar a escala internacional, a una refundación de la cooperación global. En este sentido, la gestión de la vacuna aparece como una primera oportunidad para repensar y establecer los primeros pasos hacia una nueva cooperación: ¿Debe ser una vacuna universal? ¿Quién debe pagar por ella? ¿Quién se debe vacunar primero y en qué circunstancias? ¿Cómo se debe gestionar la distribución de la vacuna en países de renta media y baja? Este es un debate esencial que se debe producir en la sociedad internacional, ya que “la distribución de la vacuna pondrá de manifiesto las desigualdades entre sociedades y dentro de una misma sociedad”, advierte la vice-presidenta del King’s College, Funmi Olonisakin, agravando desigualdades preexistentes e incluso incrementándolas en el futuro.
La apuesta por una cooperación internacional más eficiente también se pone de relieve ante un posible descontrol de la pandemia en cualquier zona del mundo que provoque inseguridad en otros lugares. Según Robert Malley, la urgencia de una cooperación de carácter sanitario y económico eficiente debe evitar el colapso de estados y sus sociedades en cualquier latitud.
Efectivamente, la salud global, argumenta el presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich Wolfgang Ischinger, “es un terreno ideal para desarrollar una cooperación internacional constructiva, incluso con países que al mismo tiempo mantienen importantes diferencias”. Una cooperación que, más allá del ámbito de los estados, puede resultar más dinámica y efectiva si se complementa con actores no estatales como las ciudades, las regiones, las empresas o las universidades, entre otros.
Otro ámbito en el que la pandemia ha mostrado sus efectos ha sido la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China por la supremacía mundial. China ha salido reforzada por su capacidad de control sobre la pandemia. Y aunque, a nivel económico, la Covid-19 ha demostrado el peligro que representa depender sobremanera de cadenas de suministro procedentes de China, el comercio entre China y el resto del mundo continuará creciendo, como también lo hará su influencia económica y en materia de seguridad.
Las obsesivas referencias de Donald Trump a la pandemia como ‘el virus chino’ no han ayudado a rebajar la tensión entre ambos países, que ahora vive un momento de sosiego tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Malley, ahora miembro de la nueva administración americana, cree que la competencia con Beijing pasará a ser más previsible o, en todo caso, menos expuesta a las erráticas declaraciones de Trump.
Sin embargo, la aceleración del desplazamiento del poder global de Occidente a Oriente es ya una realidad. El diplomático Kishore Mahbubani advierte desde Singapur que “el conflicto geopolítico entre EEUU y China es ineludible y evitable a la vez: inevitable porque responde a fuerzas estructurales profundas, y evitable porque si el objetivo de EEUU es mejorar el bienestar de su población y no conservar la supremacía mundial, debería centrarse en reducir la confrontación geopolítica con China”.
¿Cómo afecta este escenario de reconfiguración del orden mundial a la Unión Europea? ¿Puede una mayor alianza entre EEUU y la UE, o una mayor cooperación de estos dos bloques frente a China, ser una consecuencia de la pandemia?
La Unión Europa, por su esencia híbrida entre organización internacional y Estado, tiene una mayor capacidad de renovarse y ser más competente que otras organizaciones internacionales. Wolfgang Ischinger insiste en que uno de los retos más urgentes para la UE para convertirse en un actor internacional de primer nivel es el desarrollo de una política exterior más armonizada y que se exprese con una sola voz -en definitiva, más europea. La rivalidad sistémica de Bruselas con Beijing no debería obstaculizar una cooperación al más alto nivel.
Un aspecto sorprendente de la pandemia es su limitada influencia sobre los conflictos, a pesar del alto al fuego promovido por el Secretario General de la ONU, António Guterres, en marzo de 2020. Si bien el llamamiento al cese de las hostilidades fue bien acogido por la comunidad internacional, los actores involucrados reaccionaron con cautela. Recientemente han resurgido conflictos congelados que habían pasado demasiado desapercibidos por el hecho de que la atención pública internacional ha estado monopolizada por la pandemia y sus derivadas.
Ischinger pronostica que “los efectos secundarios de la pandemia harán surgir estados fallidos en África, producirán una mayor radicalización en países pobres, habrá más hambre y más enfermedades, y esto provocará más incertidumbres e inestabilidad en la seguridad internacional en los próximos años”. En palabras del diplomático británico, Martin Griffiths, “la pandemia ha arrasado el mundo entero, lo está destruyendo en muchos aspectos, pero la capacidad humana para resistir la miseria y la guerra no se ha visto mermada”.
Nuevas amenazas, ¿Cómo abordarlas?
El Covid-19 ha sido también un potente recordatorio de lo vulnerables que todavía somos ante los fenómenos naturales. El cambio climático se vislumbra como el desafío a largo plazo más importante para nuestro modelo de vida y para la estabilidad internacional. El calentamiento global supone un desafío que ningún estado podrá abordar por sí solo, y requiere de una buena dosis de generosidad en la cooperación internacional.
De hecho, en palabras del antiguo alto representante de la diplomacia europea Javier Solana, “en la lucha contra el cambio climático iniciamos un período de cierta esperanza, y este es un tipo de cooperación que EEUU y China podrían desarrollar sin demasiados problemas”, como también lo podría ser la batalla contra la Covid-19 a corto plazo. El regreso de EEUU al Acuerdo de París, justo en el primer día de la nueva Administración Biden, supone un atisbo de esperanza.
Sin embargo, la cooperación global requiere de los instrumentos, recursos y foros internacionales adecuados, y los marcos de cooperación actuales obedecen a un escenario internacional de hace más de 75 años. La pandemia ha puesto de relieve la necesidad de revitalizar y reformar las organizaciones internacionales para dotarlas de instrumentos eficientes, efectivos, creíbles y legítimos a ojos de la población. Estos espacios de gobernanza multilateral deben aportar soluciones prácticas a los problemas reales de los ciudadanos y, para ello, debemos dotarnos de sistemas de representatividad más equitativos, dando voz y voto a países actualmente infra-representados. De lo contrario, se corre el riesgo de perpetuar un sistema deficiente e ineficaz.
¿Cómo reconstruir el internacionalismo?
Ante el dilema de hacer frente a una reconstrucción del internacionalismo, ¿debemos intentar restaurar un mundo a imagen y semejanza de lo anterior? ¿O debemos reconstruirlo en base a nuevos valores y fundamentos tras la pandemia? Ante la certeza de que no habrá una vuelta a la normalidad anterior, ¿qué tipo de resurgimiento en nuestras sociedades se llevará a cabo?
El reto de redefinir los cimientos de una cooperación internacional renovada y reinventar una nueva forma de internacionalismo y solidaridad internacional entre estados y actores no-estatales se hace más presente que nunca. Conceptos como la equidad, la igualdad y la toma de conciencia de las desventajas que la globalización ha provocado están hoy en el centro del debate sobre un nuevo internacionalismo y la creación de mecanismos más efectivos para abordar las amenazas y la gobernanza mundial, de un modo más cooperativo.
En este sentido, dos elementos merecen especial atención: el impulso de las nuevas generaciones, que encarnan una nueva manera de relacionarse e interactuar a través de redes transnacionales y que defienden una justicia igualitaria a nivel global, superando los límites de las fronteras estatales; y, por otro lado, la ciencia, cuyo espectacular avance nos obliga a utilizarla de manera inteligente y cooperativa.
El gran interrogante sobre si volveremos a la normalidad previa a la pandemia no augura posturas muy optimistas, tal y como afirma la ex-alta representante de la diplomacia europea Federica Mogherini: “no volveremos a recuperar la normalidad que teníamos porque habremos vivido circunstancias imprevisibles e inimaginables hace un año”.
“La pandemia es un problema de seguridad”, afirma Javier Solana. La Covid-19 ha acentuado el momento de transición que sacude el orden internacional y, por tanto, lo que está en juego hoy es la negociación de las normas que lo deben regir, la distribución del poder, y el acceso a los recursos. Este es, sin duda, un escenario complejo, en el cual las decisiones políticas que se tomen adquirirán una trascendencia máxima.