A primera vista, el Tratado de Pukpuk —literalmente, el «tratado del cocodrilo»— 1 puede parecer gracioso, ya que su nombre evoca más una onomatopeya exótica que un instrumento geoestratégico. Asociar a una potencia regional como Australia con un país tan discreto en la escena internacional como Papúa Nueva Guinea podría parecer, a primera vista, más una cuestión de folclore diplomático que de cálculo estratégico.
Sin embargo, tal interpretación sería un grave error de apreciación para cualquiera que se interese por las reconfiguraciones geopolíticas del Indo-Pacífico y las nuevas dinámicas suscitadas por la iniciativa china de las «Nuevas Rutas de la Seda».
En el corazón del Indo-Pacífico, Australia intensifica sus esfuerzos diplomáticos para recuperar la iniciativa frente al creciente dominio de China. 2
De hecho, ya sea con las Nuevas Rutas de la Seda o con formas de influencia más sutiles y difusas en la región, 3 Pekín combina hábilmente el poder blando y el poder duro, de una manera que a veces se denomina «poder afilado» para referirse al continuo entre la influencia económica, la seducción y la presión política. 4
Este artículo propone analizar el Tratado de Pukpuk, firmado el 2 de octubre de 2025 en Port Moresby entre Australia y Papúa Nueva Guinea, 5 como elemento clave de la contraofensiva diplomática y estratégica australiana en el Pacífico Sur. 6
El contexto estratégico, deteriorado desde hace varios años por los avances chinos, ha empujado a Australia a emprender una diplomacia bilateral más ofensiva, en particular tratando de multiplicar los acuerdos de seguridad y cooperación con varios Estados de la región. Esta nueva secuencia diplomática responde a una doble ambición: aflojar el control chino en las inmediaciones de las costas australianas y reafirmar la posición dominante de Canberra en Oceanía occidental.
Paradójicamente, el éxito de la diplomacia australiana con el tratado de Pukpuk no garantiza necesariamente la adhesión de otros socios del Pacífico a acuerdos de este tipo, dadas las reticencias políticas y simbólicas que han aumentado, sustentadas por las convicciones poscoloniales de los actores políticos de estos Estados y la competencia de China. La posición australiana también se examinará en un momento en que se cuestiona la fiabilidad de su principal aliado dentro de la alianza AUKUS, 7 Estados Unidos, en el contexto de la doctrina trumpista «America First», 8 que antepone los intereses estadounidenses a los de sus aliados.
La «variante del dragón» chino y el «pequeño enroque» australiano
Desde hace al menos una década, la «Iniciativa del Cinturón y la Ruta», o iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda, se está desplegando progresivamente en forma de múltiples operaciones diplomáticas, cooperaciones, influencias o negocios comerciales, dirigidas a los pequeños Estados del Pacífico. 9
Esta expansión china en un espacio marítimo hasta entonces dominado por Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda e incluso Francia, forma parte de una estrategia que, en el ajedrez, recuerda a la «variante del dragón» de la «defensa siciliana»: una defensa dinámica y agresiva, que busca un desequilibrio estratégico y no frontal. En el tablero indopacífico y desde hace una década, China avanza metódicamente sus peones, multiplicando sus posiciones de influencia en los archipiélagos del Pacífico Sur, especialmente en Melanesia.
La asociación con Australia plantea la cuestión del límite entre la influencia y la injerencia.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
Ante esta ofensiva, Canberra intenta un «pequeño enroque» geoestratégico: un movimiento defensivo controlado, destinado a consolidar sus posiciones periféricas antes de retomar la iniciativa. En términos más generales, Australia busca así relanzar su diplomacia regional para asumir plenamente el estatus que reivindica: el de una potencia media preocupada por garantizar ante todo su seguridad a escala regional.
Uno de los principales aspectos de esta reafirmación es el tratado Pukpuk, firmado en octubre de 2025, que marca un punto de inflexión geoestratégico para Australia, pero también un momento diplomático regional significativo. El tratado lleva a un nivel sin precedentes la cooperación entre las fuerzas armadas australianas y papúes; refuerza de manera innegable la seguridad de Australia y frena mecánicamente el avance de los intereses chinos en las «marchas» melanesias.
Un entorno estratégico deteriorado: China avanza sus peones
El Tratado de Pukpuk se inscribe en un entorno estratégico inestable y controvertido, y en un clima de tensión sin precedentes en materia de seguridad en el Pacífico. Para Canberra, el auge de la República Popular China (RPC), a escala mundial, pero sobre todo en la región, ya no es una fantasía geopolítica, sino una amenaza directa para la estabilidad regional y, por extensión, para su propia seguridad. 10
Una serie de acontecimientos recientes han corroborado esta preocupación: la firma del acuerdo de seguridad entre China y las Islas Salomón en 2022, la ruptura diplomática de Nauru con Taiwán 11 en 2024 o, entre otros, la multiplicación de las visitas militares y diplomáticas chinas en el Pacífico insular. 12 En este contexto, Papúa Nueva Guinea aparece como el último baluarte de la arquitectura defensiva australiana: situada a 150 kilómetros al norte de las costas de Queensland —en realidad, solo unos pocos kilómetros separan las islas australianas del estrecho de Torres y Papúa Nueva Guinea—, es a la vez la primera línea de defensa y la zona de amortiguación psicológica de un territorio percibido como vulnerable.
Sin embargo, esta ansiedad estratégica no es nueva. Desde la Guerra Fría, el pensamiento militar australiano oscila entre dos grandes paradigmas geoestratégicos que combina: la «fortaleza Australia» y la «defensa avanzada». 13
La primera de estas doctrinas, la «fortaleza Australia», privilegia una postura estrictamente defensiva, evitando cualquier proyección en conflictos externos. La segunda se basa en la proyección de las capacidades de defensa en el entorno inmediato —el Sudeste Asiático y el Pacífico—, interviniendo antes de que la amenaza alcance el territorio australiano. 14
Ahora, Canberra pretende asegurar su entorno regional de forma preventiva, antes de que otras potencias consoliden sus posiciones en él. 15 Australia ya no se ve simplemente como una isla-continente aislada, sino como un eje en el centro del Indo-Pacífico.
Históricamente, la defensa de Australia siempre ha seguido la estela de una potencia dominante: primero el Imperio Británico y luego Estados Unidos.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
Desde 2018, Australia se esfuerza, con la política «Pacific Step-up», 16 por reinvertir en su entorno insular en el ámbito de la cooperación y la seguridad con el fin de garantizar la estabilidad regional, lo que en realidad supone un reposicionamiento estratégico. De hecho, Canberra pretende contrarrestar la creciente influencia de China y reafirmar su papel de potencia dominante en el Pacífico Sur. Sin embargo, esta política sufrió un duro revés con el acuerdo entre China y las Islas Salomón de 2022, a pesar de que estas últimas se consideraban un «coto privado» de Australia.
Tras el cambio político en Australia en los últimos dos años, se han celebrado una serie de acuerdos bilaterales con varios Estados insulares. El Tratado Pukpuk encarna el resultado de esta nueva etapa, ya que concreta esta lógica de defensa avanzada frente a la creciente influencia de China.
El Tratado Pukpuk y la arquitectura regional de seguridad
Presentado por el primer ministro Anthony Albanese como un «hito histórico» de la cooperación regional, el Tratado Pukpuk se considera ahora una «alianza formal» 17 que va mucho más allá del marco de un simple acuerdo bilateral de defensa. Su firma formaliza la integración de Papúa Nueva Guinea en una arquitectura de seguridad regional dirigida por Canberra. 18 A través de este instrumento, Australia pretende asegurar la fachada norte de su dispositivo estratégico y convertir a Port Moresby en socio prioritario de su dispositivo de «defensa avanzada». 19
La firma se inscribe en una secuencia muy favorable al acercamiento entre ambos Estados. En efecto, mientras que el primer ministro papú, James Marape, se ha visto reafirmado en su cargo hasta 2027, tras ganar una moción de censura en abril de 2025, su homólogo australiano también ha sido reelegido triunfalmente en mayo de 2025. Esta doble estabilidad política ha permitido a ambos dirigentes reforzar y poner de manifiesto su cercanía personal —que los medios de comunicación describen gustosamente como «bromance»— y consolidar la formalización del tratado de seguridad bilateral.
El momento es aún más significativo si se tiene en cuenta que Papúa Nueva Guinea celebra en 2025 el 50º aniversario de su independencia. El tratado pretende reflejar una relación de igualdad, marcada por una amistad renovada y la superación del legado colonial. Sin embargo, para que entre en vigor, aún debe ser ratificado por los parlamentos de ambas naciones.
El tratado prevé, en particular, un marco de cooperación completo: 20 obligación de prestarse asistencia mutua en caso de ataques, intercambio de información sensible, formación conjunta de las fuerzas armadas, modernización de las infraestructuras, acceso facilitado a las infraestructuras militares y coordinación en materia de respuesta a las crisis.
Si Canberra encuentra en él una base jurídica para la presencia regular de personal militar australiano en suelo papú, el tratado permite integrar las fuerzas armadas de ambos países. Ofrece una vía para que hasta 10.000 papúes sirvan en las Fuerzas de Defensa Australianas (ADF) en virtud de acuerdos dobles, con la posibilidad de obtener la tan codiciada ciudadanía australiana para ellos y sus familias. Además, el texto compromete a ambas naciones a «no emprender actividades ni celebrar acuerdos que comprometan la aplicación del presente Tratado» (artículo 3).
La reacción regional al Tratado Pukpuk no se ha hecho esperar y parece contrastada.
Pekín, por ejemplo, que había pedido públicamente a Port Moresby 21 «no concluir ningún tratado que excluyera o impidiera a un tercer país cooperar con él», ha expresado su «preocupación» por lo que considera un nuevo intento de contener su influencia en el Pacífico.
Indonesia, vecina de Papúa Nueva Guinea y Australia, y socia de ambas naciones, reconoce «el derecho de cada país a reforzar sus sistemas de defensa» y considera que «cualquier cooperación de este tipo debería contribuir a la paz y la estabilidad en la región», pero espera que «Australia y Papúa Nueva Guinea respeten su soberanía e integridad territorial». 22 Estas dos reacciones oficiales ponen de manifiesto que el Tratado Pukpuk es tomado en serio por dos actores importantes del panorama regional.
La ambición australiana de garantizar la seguridad del Pacífico se enfrenta a una realidad: los países insulares tienen sus propias prioridades y pretenden decidir por sí mismos su futuro.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
El Tratado Pukpuk sella un acercamiento estratégico y operativo entre las Fuerzas Armadas Australianas (ADF) y las papúas, pero no es más que la culminación de una relación que siempre ha sido muy estrecha.
Los soldados de la Fuerza de Defensa de Papúa Nueva Guinea son probablemente entre 3.000 y 4.000, mientras que las fuerzas australianas cuentan con cerca de 90.000 hombres, de los cuales aproximadamente un tercio son reservistas. La mayor parte del escaso equipamiento de la marina y la fuerza aérea papúes procede de donaciones del ejército australiano, que también imparte formación a las fuerzas armadas y participa en operaciones de ayuda o seguridad en territorio papú.
Cabe recordar que esta proximidad era aún mayor antes de la independencia, hace 50 años, ya que Papúa Nueva Guinea fue una colonia australiana. Antes de la independencia, los militares papúes formaban parte del ejército australiano, como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial.
Tras la caída de Singapur el 15 de febrero de 1942, y cuando se suponía que debía proteger a Australia del avance japonés, Nueva Guinea (NG) fue invadida progresivamente por el ejército nipón; este fue el punto de partida de la campaña de Nueva Guinea. Las fuerzas japonesas inquietaban a las dos partes de la isla bajo tutela australiana: el Territorio de Nueva Guinea, bajo mandato australiano otorgado por la Sociedad de Naciones, y el Territorio de Papúa, colonia australiana heredada del Imperio Británico. Durante los combates entre las fuerzas estadounidenses y australianas y las japonesas, los que tuvieron lugar en la pista de montaña conocida como Kokoda, 23 entre julio y noviembre de 1942, tenían como objetivo detener el avance japonés hacia Port Moresby.
Estos combates siguen siendo el símbolo de la ayuda mutua entre los papúes —porteadores, pero también soldados en primera línea, como el Batallón de Infantería Papú creado en 1940— y los soldados australianos, poco acostumbrados a los combates y a los movimientos en la selva. La batalla de Kokoda, el Gallipoli de la campaña de Nueva Guinea, 24 sigue siendo hoy en día un vínculo conmemorativo entre los soldados de ambos países y constituye una forma de deuda de Australia hacia el sacrificio de los soldados y porteadores papúes. También marca la importancia de Papúa Nueva Guinea y Port Moresby como primera línea de defensa terrestre australiana.
La independencia de Papúa Nueva Guinea y la diferencia de desarrollo entre los dos Estados y los dos ejércitos han creado sin duda una brecha considerable entre los antiguos compañeros de armas (mateship en inglés australiano), pero el ejército australiano (ADF) ha ejercido desde la independencia una especie de patrocinio de la Fuerza de Defensa de Papúa Nueva Guinea. La denominación Pukpuk ya se utilizaba desde 2003 para designar los ejercicios militares conjuntos, que se centraban principalmente en operaciones de ingeniería.
Lejos de ser improvisada, la secuencia actual entre las dos naciones forma parte de una estrategia planificada y preventiva para consolidar la posición defensiva australiana: ocupar el terreno antes de que lo haga China, combinando asistencia militar, infraestructuras logísticas y apoyo político. Papúa Nueva Guinea, con una superficie de 463.000 km², una población de aproximadamente 10 millones de habitantes y su proximidad, se convertiría así en el eje de la línea de defensa avanzada de Australia.
El Tratado Pukpuk parece la continuación lógica de una «sucesión de regalos» a Papúa Nueva Guinea. 25 En los últimos meses, las ayudas más espectaculares corresponden a dos subvenciones de 600 millones de dólares australianos —unos 337 millones de euros—, una para la liga nacional de rugby a XIII de Papúa Nueva Guinea y otra para una ayuda presupuestaria excepcional. A esto se suma la ayuda oficial al desarrollo, que alcanzó los 637 millones de dólares australianos en 2024-2025 y que debería experimentar un aumento significativo del 11 % para 2025-2026.
La retórica de la asociación «entre iguales» suele ocultar una jerarquía implícita que perpetúa un orden regional asimétrico.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
Papúa Nueva Guinea se convierte así en el socio que más ayuda recibe de Australia, con un tercio de la ayuda oficial al desarrollo bilateral australiana en las islas del Pacífico según las estimaciones para 2025-2026 y el 18 % de toda la ayuda pública bilateral australiana en todo el mundo.
La firma del tratado se inscribe en una especie de contraofensiva diplomática de Australia, que ha sufrido numerosos reveses en los últimos años; China ha logrado multiplicar las iniciativas diplomáticas y de cooperación con los países de la zona, en particular los de Melanesia, esfera de proximidad e influencia australiana por excelencia.
Sin embargo, esta contraofensiva diplomática australiana tiene sus límites, ya que se encuentra con países insulares a veces poco receptivos, incluso reticentes, ante esta estrategia que consideran demasiado centrada en la seguridad. Paralelamente, y a otra escala, la alianza AUKUS también presenta algunas incertidumbres que debilitan la posición australiana.
Australia frente a sus dependencias: paradojas estratégicas
A primera vista, esta sucesión de iniciativas diplomáticas y acuerdos de seguridad pone de relieve el intento realizado en los últimos años por Australia para volver a ser una potencia hegemónica en el Pacífico Sur.
Ahora, Canberra busca vincular a sus vecinos insulares inmediatos a su propia seguridad y a la de sus aliados: este objetivo se ha convertido en una prioridad para su proyección estratégica.
Australia ha considerado durante mucho tiempo a los Estados del Pacífico Suroeste como dependencias, tanto geográficas como geopolíticas, en un espacio de influencia casi exclusivo, más que como verdaderos socios soberanos. Esta secuencia diplomática plantea importantes tensiones y algunas contradicciones para los Estados oceánicos: en efecto, ¿se trata de influencia o dependencia, de protección o tutela, de cooperación o control?
Australia, a través de esta doctrina regional de defensa y seguridad, corre el riesgo de reavivar las heridas de un pasado colonial 26 que muchos Estados insulares aún tratan de superar. Algunas cláusulas de los acuerdos firmados —que imponen, en particular, la exclusividad de la asociación — recuerdan, en la memoria política regional, las relaciones a menudo percibidas como neocoloniales 27 que Canberra mantenía con los microestados del Pacífico tras las independencias de los años setenta y ochenta.
¿Seguridad o dependencia? La ambivalencia de la red australiana en el Pacífico Sur
La serie de acuerdos firmados desde 2023 marca una contraofensiva diplomática iniciada después de que Canberra se viera «sorprendida» por la firma del pacto de seguridad entre China y las Islas Salomón en 2022, percibido como una amenaza directa para la estabilidad regional y para el control de Australia sobre su entorno estratégico inmediato.
En respuesta, Australia firmó en diciembre de 2024 un acuerdo con las Islas Salomón. 28 Este acuerdo, por un total de 190 millones de dólares australianos, 29 prevé la modernización de las infraestructuras portuarias y la formación de las fuerzas policiales locales, al tiempo que establece una mayor cooperación operativa entre las fuerzas australianas y las de las Islas Salomón, exactamente igual que lo previsto en el acuerdo de seguridad entre China y las Islas Salomón de 2022.
Al movilizar la protección, la ayuda económica y la asignación de cuotas de visados, Australia obtiene cláusulas de seguridad que consolidan su presencia en la región.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
La policía de las Islas Salomón se perfila como un verdadero reto geopolítico para Pekín y Canberra, que buscan orientar la formación, el apoyo logístico y la cooperación operativa de las fuerzas del orden para consolidar su influencia.
Cabe recordar que Australia desempeñó un papel importante en la misión RAMSI (Misión de Asistencia Regional a las Islas Salomón) entre 2003 -2017, tras un embrión de guerra civil, en la que intervino para restablecer la seguridad interior. El acuerdo de seguridad celebrado con Nauru en diciembre de 2024 confirma esta lógica de bloqueo preventivo: 30 otorga a Australia un derecho de supervisión sobre cualquier futura asociación en materia de seguridad del microestado con un tercer país.
La batalla por las islas
El mensaje dirigido a Pekín es explícito: el margen de maniobra diplomático de los pequeños Estados del Pacífico debe ejercerse a partir de ahora en un marco estructurado por las potencias regionales.
En 2025, este primer acuerdo de seguridad se complementa con un acuerdo migratorio 31 que prevé el traslado a la isla de ciudadanos extranjeros sujetos a expulsión del territorio australiano, pero que no pueden ser repatriados. Este acuerdo, valorado en cerca de 2.500 millones de dólares australianos a lo largo de 30 años —1.400 millones de euros, es decir, aproximadamente diez años del PIB de Nauru en 2024—, prolonga la lógica del tratamiento extraterritorial de los migrantes iniciada en 2013: asegura a Nauru una renta financiera considerable, al tiempo que suscita críticas sobre el costo y las implicaciones humanitarias de esta política, así como la extrema dependencia en la que coloca al microestado.
En la misma línea, el acuerdo celebrado con Tuvalu entre 2023 y 2024 —la Unión Falepili— 32 se presenta como un «acuerdo de migración climática», pero incluye cláusulas significativas en materia de seguridad y defensa. El acuerdo prevé, entre otras cosas, la asistencia australiana en caso de crisis y la protección de infraestructuras críticas.
Uno de sus puntos importantes se refiere a un programa de «migración climática» con la oferta de emigrar a Australia para «vivir, trabajar y estudiar como residente permanente». 33 Para ello, Australia abre a los tuvaluanos una cuota anual de visas especiales «Treaty Stream», 34 dentro de una categoría preferencial 35 para los nacionales de las islas del Pacífico, la de las visas «Pacific Engagement».
Australia, a través de su doctrina regional de defensa y seguridad, corre el riesgo de reavivar las heridas del pasado colonial.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
Detractores, observadores y medios de comunicación han señalado que, bajo la apariencia de un enfoque humanitario y solidario frente a los efectos del cambio climático (falepili significa «ayuda mutua entre vecinos» en lengua tuvaluana), Canberra obtiene a cambio ventajas estratégicas: refuerzo de las capacidades de vigilancia marítima, acceso a infraestructuras portuarias y aéreas, coordinación en ejercicios militares conjuntos. Este acuerdo ilustra la forma en que Canberra combina la seguridad, la defensa y la «resiliencia medioambiental» para reforzar su presencia estratégica y mejorar su imagen deteriorada en el Pacífico Sur, especialmente en cuestiones ecológicas.
En la misma línea, Australia ha iniciado negociaciones con Vanuatu para un nuevo acuerdo de seguridad denominado acuerdo Nakamal. Firmado en agosto de 2025, pero aún sin ratificar, este texto prevé una cooperación marítima reforzada, que incluye la vigilancia conjunta de las zonas económicas exclusivas, ejercicios de seguridad y el intercambio de información sobre la pesca y el tráfico marítimo. También incluye un apoyo económico específico con financiación para infraestructuras portuarias, formación de las fuerzas del orden y refuerzo de la capacidad de respuesta en caso de crisis. 36
Al igual que en otros acuerdos bilaterales, el objetivo declarado es combinar el desarrollo y la seguridad regional; sin embargo, la ratificación del Acuerdo Nakamal aún no es segura debido a las reticencias internas en Vanuatu. 37 Algunos responsables políticos y miembros de la sociedad civil ven en él un riesgo de dependencia excesiva de Australia y temen que la cooperación en materia de seguridad vulnere la soberanía nacional, ya que Australia refuerza su creciente implicación militar en los asuntos internos.
Las ambigüedades de la asociación de “entre iguales”
Así, esta serie de acuerdos basados en la ayuda, la cooperación y la estabilidad contiene cláusulas de seguridad y estratégicas que a veces suscitan reacciones de desconfianza, incluso de franca reticencia. Algunas de estas críticas están sin duda alentadas por China, pero la mayoría provienen de los partidos de la oposición, de observadores o incluso de algunos dirigentes.
El Tratado de Nauru de 2024, considerado por algunos observadores como una forma de «protectorado por consentimiento», cristaliza esta ambigüedad; del mismo modo, en Tuvalu, el acuerdo Falepili ha suscitado críticas que consideran que tiene una dimensión neocolonial. Algunos representantes electos denuncian un «intercambio desigual» 38 en el que la ayuda medioambiental y su «visa climática» se canjean por una tutela estratégica. 39 El exprimer ministro del archipiélago, Enele Sopoaga, llegó a calificar este acuerdo de «cesión de soberanía», 40 mientras que los diputados destacaron la ausencia de debate público en el Parlamento. 41
Australia ha considerado durante mucho tiempo a los Estados del Pacífico Suroeste como dependencias, tanto geográficas como geopolíticas, en un espacio de influencia casi exclusivo.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
En Vanuatu, la ratificación del Acuerdo Nakamal se pospuso tras las advertencias del ministro del Interior, Andrew Napuat, quien recordó que «los pequeños Estados deben ser respetados por las grandes potencias». 42 Estas posiciones reflejan una preocupación compartida: ver cómo la cooperación en materia de seguridad se convierte en dependencia política, estratégica y diplomática.
Todas estas preocupaciones se expresaron en el Foro de las Islas del Pacífico (FIP) celebrado en Honiara 43 en septiembre de 2025, durante el cual los jefes de Estado afirmaron querer «un océano de paz»; el anfitrión, el primer ministro de las Islas Salomón, expresó su deseo de que «nuestros mares, nuestro aire y nuestras tierras nunca más se vean arrastrados por la vorágine de la rivalidad entre las grandes potencias», en alusión directa a las iniciativas competitivas de Australia, China y Estados Unidos.
Estos dispositivos civiles y militares contenidos en los distintos acuerdos reflejan una estrategia que articula el poder blando y el poder duro, recordando en algunos aspectos al poder afilado chino mencionado anteriormente. Al movilizar la protección, la ayuda económica, la «resiliencia climática» y la asignación de cuotas de visados como palancas de influencia, Australia obtiene cláusulas de seguridad que consolidan su presencia en la región. 44
Si bien Australia, al igual que otras potencias, se presenta como garante de la seguridad y el desarrollo, la retórica de la asociación «entre iguales» 45 a menudo enmascara una jerarquía implícita que perpetúa un orden regional asimétrico. 46
Sin embargo, la ambición australiana de garantizar la seguridad del Pacífico se enfrenta a una realidad que Canberra a veces subestima: los países insulares tienen sus propias prioridades y pretenden decidir por sí mismos su futuro. Para ellos, la soberanía no es solo un principio jurídico: constituye un recurso político, simbólico y económico, así como un medio para diversificar sus alianzas.
Por lo tanto, detrás de los acuerdos de seguridad se esconde una tensión fundamental: ¿hasta qué punto la presencia australiana es una forma de protección? ¿Y a partir de qué momento se convierte en un instrumento de control? La asociación con Australia plantea la cuestión de la frontera entre la influencia y la injerencia.
Papúa Nueva Guinea parece ser el último baluarte de la arquitectura defensiva australiana.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
Ante esto, los dirigentes oceánicos recuerdan su apego al Pacific Way, 47 un concepto de cooperación basado en el consenso, el diálogo y la igualdad entre Estados, enunciado en 1971 con la creación del Foro de las Islas del Pacífico. Según este concepto, la soberanía es indisociable de la dignidad y la emancipación.
Desde hace casi medio siglo, Papúa Nueva Guinea se esfuerza por seguir el principio establecido por Michael Somare: «Amigo de todos, enemigo de nadie». 48 En un contexto de polarización entre China y Occidente, esta línea, adoptada por varios Estados insulares, tiene por objeto preservar la autonomía diplomática sin herir la sensibilidad de los aliados tradicionales. Esta filosofía del Pacific Way explica que hoy en día Port Moresby, al igual que otros Estados de la región, se enfrente a una ambigüedad diplomática.
La entrada en vigor del Tratado Pukpuk pone a prueba este frágil equilibrio: ¿cómo seguir siendo «amigo de todos» cuando se convierte en el eje de un dispositivo cuyo objetivo implícito es contener a China? Como recordaba Aristóteles, «el que es amigo de todos no es amigo de nadie». 49 A pesar del giro hacia un acercamiento estratégico con Canberra, Papúa Nueva Guinea sigue reafirmando su voluntad de mantener relaciones activas con China y otras potencias regionales. 50
En estos diferentes acuerdos, Australia se beneficia en gran medida de las asimetrías de poder y de su posición dominante en la región. Sin embargo, si cambiamos de escala —la de la alianza AUKUS—, la situación se invierte: entonces es Australia la que se encuentra en una posición subordinada frente a su poderoso «amigo» estadounidense.
Australia y el complejo de «potencia media»
Si bien la influencia australiana es a veces denunciada como una forma de dominación sobre los Estados insulares del Pacífico Sur, a través de un paternalismo estratégico y diplomático, Canberra se encuentra simétricamente dominada por sus aliados occidentales, principalmente Estados Unidos, con la alianza AUKUS.
La estrategia del Equidna
Históricamente, la defensa de Australia siempre ha seguido la estela de una potencia dominante: primero el Imperio Británico y luego Estados Unidos. Hoy en día, sin embargo, la solidez de esta defensa mediante alianzas ya no está garantizada y los analistas señalan que Australia no sería un punto vital a defender para los aliados estadounidenses o británicos en caso de conflicto.
Sam Roggeveen, en su obra publicada en 2023, The Echidna Strategy, 51 considera que el poder estadounidense, ante el auge de China, puede retirarse progresivamente de la defensa de Asia, lo que haría que Australia perdiera su red de seguridad. Utilizando la metáfora del equidna, animal endémico de Australia y Nueva Guinea, Roggeveen considera que Australia debería organizar su defensa para ser, al igual que el monotremado, poco amenazante pero lo más disuasorio posible.
En el tablero de ajedrez indopacífico, China avanza metódicamente sus peones, multiplicando sus posiciones de influencia en los archipiélagos del Pacífico Sur.
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
Quizás paradójicamente, la alianza tripartita AUKUS de 2021 entre Estados Unidos, Australia y el Reino Unido tiene dificultades para presentarse como una garantía inquebrantable. Su implementación acumula importantes retrasos y siembra dudas sobre su viabilidad y eficacia. El «pilar 1» de la alianza AUKUS, que corresponde al suministro de submarinos de propulsión nuclear, aún no ha comenzado, mientras que la implementación del «pilar 2» sobre «capacidades avanzadas», como las tecnologías cuánticas, las capacidades cibernéticas, la inteligencia artificial o las capacidades hipersónicas y antihipersónicas, sigue sin tranquilizar a los observadores.
Los importantes retrasos —ningún submarino australiano SSN de nuevo diseño estará operativo antes de principios de la década de 2040— y los crecientes costos 52 demuestran, en definitiva, que la dependencia no es exclusiva de los pequeños Estados. No obstante, la aclaración sobre la entrega de los submarinos por parte de la administración Trump II, con motivo de la visita del primer ministro australiano a la Casa Blanca en octubre de 2025, tranquilizó temporalmente a Canberra. 53 Sin embargo, mientras espera los nuevos modelos SSN, Australia tendrá que conformarse con submarinos de segunda mano de la clase Virginia en la década de 2030.
La confianza transmitida por Donald Trump 54 no disipa todas las dudas y algunos expertos australianos, como el profesor emérito Hugh White, 55 temen que Australia se convierta en un puesto militar avanzado de Estados Unidos en el Pacífico, en primera línea frente a China, pero sin una verdadera autonomía operativa.
La ambivalencia de Estados Unidos
Varios elementos respaldan este punto de vista.
Durante la entrevista entre A. Albanese y D. Trump, las conversaciones sobre AUKUS quedaron eclipsadas por un acuerdo sobre las tierras raras australianas, una prioridad estratégica para Estados Unidos, que se ve presionado por la posición dominante y las amenazas de China en este mercado altamente estratégico.
Del mismo modo, aunque la administración de Trump II insistió en la importancia de la base submarina en construcción en Perth, financiada por Australia, que acogerá los submarinos nucleares estadounidenses y británicos a la espera de la esperada llegada de los submarinos nacionales, los opositores a A. Albanese señalan que la entrega de submarinos es quimérica, dado el ritmo de construcción de los estadounidenses, y que la asociación AUKUS no garantiza ninguna entrega a Australia. 56 Incluso en un escenario favorable, los analistas predicen para Australia una probable ventana de vulnerabilidad geoestratégica 57 entre 2027 y 2032.
El proyecto de hegemonía regional de Canberra se enfrenta, por tanto, a una doble contradicción: querer afirmar su autonomía estratégica al tiempo que se vincula cada vez más estrechamente a un conjunto occidental del que no controla ni el calendario ni las prioridades y, paradójicamente, mantener una importante interdependencia económica y comercial con China, 58 a la que, sin embargo, trata de contener en la parte occidental del Pacífico Sur.
En este juego de espejos, en el que Australia busca atenuar sus dependencias al tiempo que reproduce lógicas de tutela en el Pacífico Sur, el Tratado Pukpuk actúa como un revelador: el de una potencia regional que debe lidiar con las contradicciones entre autonomía y alineación.
Afrontar el «agujero negro» melanesio
El Tratado Pukpuk refuerza la posición geoestratégica de Australia y, como tal, constituye una baza importante en el tablero regional. También ofrece a Canberra un instrumento diplomático destinado a convencer a los demás Estados del Pacífico Sur de que una asociación más profunda con Australia representa una vía más segura —y quizás más ventajosa— que un acercamiento a China.
Sin embargo, esta influencia tiene efectos limitados. El pasado colonial de Australia en la región, al igual que el de otras potencias occidentales, sigue alimentando las reticencias, mientras que los pequeños Estados insulares tratan de preservar su margen de maniobra, evitar cualquier alineamiento impuesto por la fuerza y maximizar las oportunidades que ofrece la competencia entre las grandes potencias.
Detrás de los acuerdos de seguridad se esconde una tensión: ¿hasta qué punto la presencia australiana es una medida de protección? ¿Y a partir de qué punto se convierte en un instrumento de control?
Pierre-Christophe Pantz y Gilles Pestana
En este contexto, la capacidad de Australia para contrarrestar los avances chinos sigue estando limitada. Canberra aún debe recuperar una posición de influencia duradera, demostrando que es un socio fiable y respetuoso, al tiempo que se apoya en el respaldo de sus aliados tradicionales y otros actores regionales importantes, entre los que destacan Indonesia y Francia. Estos últimos son, para Australia, actores regionales importantes para consolidar un «arco de estabilidad melanesio» y limitar al mismo tiempo la expansión china.
Más allá del tratado de Pukpuk, el verdadero reto ahora es transformar Melanesia —que el geógrafo François Doumenge describió como un «agujero negro» 59 del Pacífico debido a su inestabilidad y tensiones— en un espacio en el que los Estados insulares recuperen su autonomía estratégica y Canberra logre afirmarse como un socio comprometido y atento.
En este sentido, el anuncio, en noviembre de 2025, de un probable tratado de seguridad con Indonesia, presentado por Anthony Albanese y Prabowo Subianto como un instrumento destinado a «garantizar la paz y la estabilidad regionales», 60 constituye un nuevo ladrillo septentrional en el edificio de la defensa avanzada australiana. Este acercamiento se inscribe en la continuidad del Tratado Pukpuk y de la estrategia australiana: reforzar y diversificar la cooperación bilateral en materia de seguridad, al tiempo que se consolida una arquitectura regional libre de las grandes potencias externas.
En un futuro próximo, la estrategia australiana tendrá que hacer frente a las reticencias locales y a los intereses contrapuestos de China y su aliado estadounidense.
La verdadera cuestión para Canberra sigue siendo si esta combinación de alianzas e instrumentos diplomáticos y estratégicos será suficiente para reposicionarla como potencia dominante en el Pacífico Sur.
Notas al pie
- En tok pisin, la lengua vehicular y pidgin de Papúa Nueva Guinea.
- Sémir Al Wardi, Jean-Marc Regnault (dir.), L’Indo-Pacifique et les Nouvelles Routes de la soie, Papeete, API Tahiti Éditions & Publications de la SFHOM, 2022.
- Paul Charon Jean-Baptiste Jeangène Vilmer, «Les opérations d’influences chinoises, un moment machiavélien», Institut de recherche stratégique de l’Ecole militaire, 2021.
- Christopher Walker, Jessica Ludwig, «What Is “Sharp Power”?», Journal of Democracy, vol. 29, n° 3, Washington D.C., Johns Hopkins University Press, 2018, p. 9-23.
- «Australia and Papua New Guinea sign Mutual Defence Treaty», Comunicado del Gobierno australiano, 6 de octubre de 2025.
- Ver «How the Historic Australia-Papouasie-Nouvelle-Guinée Pukpuk Treaty Could Reshape Pacific Security», Center for Strategic and International Studies, 14 de octubre de 2025.
- AUKUS Joint Leaders’ Statement, The White House, 15 de septiembre de 2021.
- «‘America First’ : reconfiguration idéologique de la puissance américaine», IRSEM, 2025.
- Sébastien Goulard, «Une nouvelle route de la soie sur le Pacifique ?», Outre-Terre, n° 60-61, 2022/1, París, Éditions Ghazipur, p. 211-226.
- 2023 National Defence Strategy, Canberra, Australian Department of Defence, 2023.
- Ver Helen Davidson y Amy Hawkins, «Nauru to sever diplomatic ties with Taiwan in favour of China», The Guardian, 15 de enero de 2024.
- «Japan says China is ‘expanding’ military presence in Pacific after aircraft carriers spotted in economic zone», ABC News, 10 de junio de 2025.
- 2024 National Defence Strategy, Canberra, Australian Department of Defense, 2024.
- Hugh White, «Beyond the Defence of Australia: Finding a New Balance in Australian Strategic Policy», Sydney, Longueville Media / Lowy Institute Paper No. 16, 2006.
- Grant Wyeth, «Australia’s Pacific Step-Up: More Than Just Talk», The Diplomat, 8 de febrero de 2019.
- «Stepping up Australia’s engagement with our Pacific family», Canberra, Australian Government, Department of Foreign Affairs and Trade, 2019.
- «Transcript: Prime Minister Anthony Albanese on the Signing of the Australia–Papua New Guinea Mutual Defence Treaty», Australian Government, 6 de octubre de 2025.
- «How the historic Australia-Papouasie-Nouvelle-Guinée Pukpuk Treaty could reshape Pacific security», Center for Strategic and International Studies, 14 de octubre de 2025.
- Ronan Wordsworth, «Australia, Papua New Guinea and China: The Strategic Pivot in the Pacific», Geopolitical Futures, 23 de septiembre de 2025.
- Papua New Guinea – Australia Mutual Defence Treaty, Australian Government, 6 de octubre de 2025.
- Marjorie Finkeo, Kate Lamb, Virginia Harrison, «China issues warning to Papua New Guinea over defence deal with Australia», The Guardian, 19 de septiembre de 2025.
- Hellena Souisa, Erwin Renaldi, «Indonesia urges respect for its sovereignty after Australia-Papouasie-Nouvelle-Guinée defence treaty», ABC News, 10 de octubre de 2025.
- Ruta que conecta Kokoda y Port Moresby.
- Durante la Primera Guerra Mundial, la batalla de Gallipoli, o batalla de los Dardanelos, enfrentó entre marzo de 1915 y enero de 1916 a las tropas francesas y británicas contra el Imperio Otomano. El objetivo de los Aliados era asegurarse el control de los estrechos de los Dardanelos y el Bósforo, para poder abastecer a su aliado ruso.
- Mihai Sora, «Aust-Papouasie-Nouvelle-Guinée relations at 50: Pride, politics and price of partnership», The National, 21 de agosto de 2025.
- Hermann Mückler, «Australia – A Hegemonic Power in the Pacific Region», The Journal of Pacific Studies, 36(2), 2016, p.139–158.
- Fabrice Argounès, «L’Australie : la tentation de la puissance régionale», Pouvoirs, n° 141, 2012, p. 103–116.
- Stephen Dziedzic, «Australia unveils $190 million security deal for Solomon Islands», ABC News, 20 de diciembre de 2024.
- Un poco más de 100 millones de euros.
- Nauru-Australia treaty between Australia and Nauru, Australian Government Department of Foreign Affairs and Trade, 9 de diciembre de 2024.
- Nicole Hegarty, «Federal government inks $400m deal with Nauru to resettle people who have ‘no legal right to stay in Australia’», ABC News, 30 de agosto de 2025.
- Cameron Diver, «L’Union Falepili : un accord sans précédent mêlant climat et défense entre l’Australie et Tuvalu», París, Institut français des relations internationales, 2024.
- Australia-Tuvalu Falepili Union, Australian Government Department of Foreign Affairs and Trade, 28 de agosto de 2024.
- Pacific Engagement visa (subclass 192) – Treaty stream (Tuvalu), Australian Governement, Department of Home Affairs.
- Sin embargo, esta categoría no incluye el estatus de residente permanente.
- Estas crisis son frecuentes en la región, ya que el archipiélago está expuesto regularmente a terremotos, ciclones, tsunamis y otras catástrofes.
- La ratificación del acuerdo sigue siendo incierta; Vanuatu afirma que quiere preservar su soberanía, mientras que Canberra considera que Pekín ha ejercido presiones para retrasar o complicar el acuerdo. Antoine Masungai, Virginia Harrison, «Vanuatu open to signing deal with Australia but will not be subject to ‘bullying’ from larger countries», The Guardian, 2 de octubre de 2025.
- «Ex-Tuvalu PM running for office in 2024 will ‘throw away’ Falepili Treaty», RNZ, 29 de noviembre de 2023.
- La Unión Falepili prevé, en particular, una cuota anual de 280 visas que permiten a los ciudadanos de Tuvalu emigrar a Australia en el marco de un programa de movilidad climática.
- «Australia-Tuvalu falepili union ‘shameful’ – former Tuvalu PM», Toda Peace Institute, 29 de noviembre de 2023.
- «Tuvalu’s parliament debates the Falepili Union», Development Policy Centre, 29 de noviembre de 2023.
- Helen Davidson, «Vanuatu open to signing deal with Australia but will not be subject to bullying from larger countries», The Guardian, 2 de octubre de 2025.
- 54th Pacific Islands Forum Leaders Communiqué, Pacific Islands Forum Secretariat, Honiara, 2025.
- Nicole Hegarty, «Federal government inks $400m deal with Nauru to resettle people who have ‘no legal right to stay in Australia’», ABC News, 30 de agosto de 2025.
- Esta retórica se expresa a menudo con términos como «familia del Pacífico», «asociación vuvale» o «asociación entre iguales».
- Sarah, Mohamed-Gaillard, «L’Océanie à la croisée des vagues : enjeux internationaux et régionaux d’un continent peu visible», in Jean-Vincent Holeindre y Julian Fernandez (dir.), Annuaire français de relations internationales 2023, París, Éditions Panthéon-Assas, 2023, pp. 481–491.
- Ratu Sir Kamisese Mara, The Pacific Way: A Memoir, Honolulu, University of Hawai‘i Press, 1997.
- Ver Michael Somare, Discurso en el 30th Pacific Islands Forum Leaders Meeting, Nauru, 16 de agosto de 2001.
- Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro IX, 5 (1166b6).
- «El Tratado Pukpuk no se ha elaborado basándose en la geopolítica ni en ninguna otra razón, sino en la geografía, la historia y la realidad sostenible de nuestra vecindad compartida», declaración del primer ministro J. Marape durante la firma del Tratado Pukpuk, Port Moresby, 2 de octubre de 2025.
- Sam Roggeveen, The Echidna Strategy, Collingwood, La Trobe University Press, 2023.
- Lewis Jackson, «Australia’s nuclear submarine plan to cost up to $245 billion by 2055», Reuters, 13 de marzo de 2023.
- «Trump rassure Canberra sur ses sous-marins», Les Nouvelles Calédoniennes, 20 de octubre de 2025.
- Ben Doherty, «Donald Trump says Australia will get the Aukus submarines – but the decision won’t be his to make», The Guardian, 24 de octubre de 2025.
- Hugh White, Sleepwalk to War: Australia’s Unthinking Alliance with America, Melbourne, Quarterly Essay, 2022.
- «Trump meets Albanese, and leaves with his wallet, his keys and his bank details», Australian Greens, 10 de octubre de 2025.
- «Could Unconventional Deterrence Meet Australia’s Defence Challenges?», Australian Strategic Policy Institute, 15 de octubre de 2025.
- «Tensions commerciales: l’Australie et la Chine cherchent un terrain d’entente», La Tribune, 12 de julio de 2025.
- François Doumenge, «La Mélanésie, ‘trou noir’ du Pacifique», Tahiti – Pacifique Magazine, n° 138, octubre de 2002, pp. 15–23; Éric Witterhseim, «Noir c’est noir : l’‘Africanisation’ du Pacifique en question», in Laurent Dousset, Barbara Glowczewski, Marie Salaün, Les sciences humaines et sociales dans le Pacifique Sud, Marsella, Pacific-Credo publications, 2014, chap. 18, pp. 377–400.
- «L’Australie et l’Indonésie vont signer un nouveau traité pour ‘garantir la paix’ régionale», AFP, 12 de noviembre de 2025.