La historia ha acelerado su latido, transformaciones que antes requerían años hoy se deciden en cuestión de semanas. Las crisis globales de los últimos años —la pandemia, la invasión de Ucrania, la escalada de violencia en Oriente Medio— han evidenciado las fisuras de un orden que muchos daban por sentado. A ello se suman la emergencia climática, el debilitamiento de las instituciones multilaterales, la carrera tecnológica, la fragmentación económica o la desinformación como arma de guerra. 

Todos estos acontecimientos están poniendo a prueba los pilares fundamentales que sostienen nuestro orden internacional y ante ellos no cabe el ensimismamiento, es necesaria la acción. 

Desde el final de la Guerra Fría no se había vivido un momento internacional más decisivo. Un punto de inflexión en el que se cuestiona el orden internacional que nos ha proporcionado las mayores décadas de paz, progreso y entendimiento de la historia moderna. 

Pero también un momento en el que la geopolítica ha regresado con fuerza, adquiriendo más sentido que nunca en la vida cotidiana de millones de personas y ofreciéndonos una oportunidad para ser protagonistas y decidir el mundo que queremos para las próximas generaciones.  

Una estrategia para una España global

El proyecto de país de España no puede pensarse ajeno a este momento geopolítico.

En este mundo donde la interdependencia es cada vez mayor, la política exterior deja de ser una cuestión técnica para convertirse en un instrumento esencial para la seguridad y el bienestar de nuestros ciudadanos y para la fortaleza de nuestra democracia. 

Por eso este Gobierno ha elaborado la Estrategia de Acción Exterior española 2025-2028, un documento que aúna reflexión y análisis con posicionamiento y acción. Es tiempo de diseñar respuestas estratégicas para los desafíos inmediatos, sin perder de vista el horizonte hacia el que queremos conducir a España y al mundo en los próximos años. 

Esta Estrategia constituye una apuesta clara por el futuro común, una hoja de ruta para los próximos cuatro años y, al mismo tiempo, una declaración de principios. 

Apuesta por una España global, segura de sí misma, que proyecta al mundo sus valores y defiende con firmeza sus intereses. Es un documento fruto del trabajo de actores muy diversos e impulsado por el Gobierno; una Estrategia que pertenece a todo el país concebida, al igual que toda la política exterior, como una política de Estado. 

Este momento geopolítico nos ofrece una oportunidad para ser protagonistas y decidir el mundo que queremos para las próximas generaciones.  

JOSÉ MANUEL ALBARES

Una España con presencia internacional

Ante ese mundo en transformación en el que vivimos, el Gobierno de España y el Ministerio de Asuntos Exteriores tenemos nuestro objetivo muy claro: en la defensa de nuestros valores e intereses queremos ser sujetos, no objetos. Queremos ser actores de ese cambio global y no espectadores de las decisiones que otros tomen por nosotros. 

En un tiempo en el que ya no basta con contemplar las grandes decisiones internacionales que otros toman, debemos elegir entre actuar como protagonistas o renunciar a dirigir nuestro propio destino. 

Hoy sabemos que confundir pasividad con neutralidad es un error grave que la historia no perdona. Si queremos una España que decida su futuro, debemos trabajar por una España con presencia y proyección global. Una España global porque es en ese escenario donde se definen los retos y las oportunidades que debemos afrontar y aprovechar.

La Estrategia de Acción Exterior española para los próximos años se articula en torno a tres ejes fundamentales: una España con presencia y voz global que se proyecta al mundo, profundamente enraizada en una Europa fuerte, y comprometida con la paz y el multilateralismo.

Estas líneas no son nuevas. 

España lleva ya décadas trabajando en ello, pero es el momento de consolidar el camino recorrido. La política exterior de nuestra democracia ha atravesado distintas etapas. Una primera, de asentamiento, con la entrada en la Unión Europea y el acercamiento a nuestros aliados; una segunda, en la que España fue conformando su voz europea. Hoy transitamos la tercera etapa, la de una España que ya no busca eco, sino que habla con voz e identidad propia.

Y así lo estamos demostrando: España abre camino

Nos hemos convertido en un referente, con una política exterior coherente y con identidad propia que mantiene la misma brújula en Kiev y en Gaza, que es escuchada desde Bruselas hasta Pekín y Washington. Una política exterior que se compromete con Europa y América Latina, con África y Oriente Medio, que defiende la paz y la igualdad bajo las reglas del orden internacional, cuya mejor expresión son las Naciones Unidas. 

España es hoy un actor con presencia en todos los grandes foros globales y con voz ante todos los grandes retos y escenarios internacionales. Una voz que se alza como referente para otros países y millones de personas en el mundo. 

Un claro ejemplo de ello es el liderazgo que España está ejerciendo en su apuesta por la paz en Palestina y la solución de los dos Estados. Hemos sido pioneros en el reconocimiento del Estado Palestino, que han seguido otros países, pioneros en la propuesta de medidas que frenen la violencia en Gaza o en promover la suspensión del Acuerdo europeo de Asociación con Israel; medidas respaldadas recientemente por la Comisión y Parlamento Europeos.

España lleva décadas escribiendo su historia en tinta europea.

JOSÉ MANUEL ALBARES

Ese nuevo espacio y esa nueva voz de España se ha materializado en hitos recientes que hablan de más presencia y más reconocimiento. 

Fuimos anfitriones de la Cumbre de la OTAN en 2022, en la que se aprobó el Concepto Estratégico de Madrid, un punto de inflexión en la Alianza que abrió la mirada al Sur; asumimos la Presidencia del Consejo de la Unión Europea en 2023, que se saldó con el mayor número de expedientes legislativos cerrados en una presidencia rotatoria. 

Este año celebramos la reunión del grupo de Madrid+, con más de 20 países, incluyendo a los principales actores de la crisis de Gaza, y en julio acogimos la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo Sostenible en Sevilla, la primera celebrada en un país del norte, subrayando el compromiso de España con una arquitectura financiera más inclusiva y representativa. Y nuestro papel internacional lo seguimos consolidando a futuro. En 2026, celebraremos la Cumbre Iberoamericana en España, nuestro espacio natural de proyección exterior junto a la Unión Europea. 

Este protagonismo institucional se ha acompañado de una creciente presencia de españoles en puestos clave del sistema internacional. Desde la vicepresidencia ejecutiva y comisaria de Transición limpia, justa y competitiva, hasta la presidencia del BEI o la presidencia de la Autoridad Bancaria Europea; desde el Enviado Especial del Secretario General de la OTAN para el flanco sur hasta el Alto Representante de la Alianza de Civilizaciones. En los últimos tres años también dos españoles han liderado tanto la misión de paz de la ONU en el Líbano como la misión de asesoramiento de la OTAN en Iraq.

Cada nombramiento no es solo un reconocimiento personal, sino la señal de un país que ha ganado peso y confianza en el concierto de las naciones. 

Una diplomacia para la paz

Precisamente porque el mundo cambia y la historia se mueve, nuestra política exterior necesita una orientación clara y bien definida, un horizonte al que dirigirse. 

Nuestra política exterior se ancla firmemente en dos valores irrenunciables que reflejan el sentir de la sociedad Española, la confianza y la coherencia en la defensa de la paz. Confianza en que lo que defendemos es justo y coherencia para hacerlo siempre, sea en Palestina o en Ucrania, frente al terrorismo o frente a la agresión militar. 

La violencia no distingue banderas ni credos, tampoco nuestra defensa de la paz y la ayuda humanitaria debe hacerlo. Ningún futuro puede construirse sobre cenizas, y la humanidad común nos obliga a sostener la misma voz contra cualquier injusticia.

Para lograrlo, el multilateralismo no es una opción entre muchas, sino la única vía eficaz para avanzar juntos en paz y estabilidad. 

Tengo la certeza de que somos mayoría los países que apostamos por reforzar las instituciones internacionales y profundizar en la cooperación, frente a esa minoría que recurre a la violencia, la imposición o un unilateralismo incapaz de construir un futuro de prosperidad. 

Los desafíos que trascienden fronteras exigen también respuestas y estrategias que las superen, y a ello responde nuestra estrategia de acción exterior. 

En un tiempo de incertidumbre esta Estrategia reafirma con claridad el rumbo que queremos seguir: un mundo regido por la paz, la seguridad y la fuerza de la ley, cuyo camino solo puede marcar el multilateralismo. Es una hoja de ruta que preserva nuestros intereses y valores, protege nuestro modo de vida y proyecta al exterior la identidad europea y democrática que nos define. 

El patriotismo del siglo XXI tiene nombre europeo

Y precisamente cuando el mundo se fractura y las certezas se tambalean, Europa —la mayor unión política y económica del planeta— debe convertir su peso económico en presencia e influencia real. 

España lleva décadas escribiendo su historia en tinta europea, y hoy más que nunca sabemos que no basta con aspirar a una Europa fuerte, hay que construirla, paso a paso, decisión tras decisión.

Es el momento de que Europa se convierta en una potencia política y una referencia ética, demostrando al mundo que es posible crecer con más derechos y más cohesión social. La historia nos enseña que nuestra unión es nuestra fuerza y como demostró la respuesta conjunta ante la pandemia, Europa es capaz de actuar con una sola voz y ganamos todos cuando lo hacemos.

Por eso España está impulsando un salto cualitativo en la integración europea, un proyecto que requiere valentía política y visión de futuro. 

Este salto exige reformas estructurales que no admiten demora. Reforzar las instituciones comunitarias, aumentar la financiación conjunta y adaptar la Unión a los desafíos del siglo XXI, con una mayor ambición presupuestaria, la extensión del voto por mayoría cualificada y una verdadera integración en materia de defensa.

La seguridad contemporánea abarca múltiples dimensiones y exige proteger nuestra democracia. Por eso Europa debe asumir mayores responsabilidades en su propia seguridad. La autonomía estratégica no es una opción política sino una necesidad existencial que debe concebirse como un enfoque integral: defensa, política exterior y ciberseguridad, pero también fortalecimiento de la base tecnológica europea, dotación de medios reales a los instrumentos de acción exterior y mejora de la coordinación entre Estados miembros.

Hoy en día es fundamental incorporar la seguridad económica en nuestras decisiones. 

Esto implica reducir vulnerabilidades y dependencias críticas, garantizar cadenas de suministro y acceso a materias primas y tecnologías clave, anticipar y responder a las guerras comerciales, y diversificar la red de socios comerciales para ganar autonomía estratégica. 

Afrontar la brecha en innovación y productividad requiere una respuesta conjunta europea que combine inversión pública y escala industrial. Y es que la seguridad europea descansa también sobre fundamentos económicos sólidos.

Todo ello debe acompañarse de la conversión de la transición ecológica y digital en motores del crecimiento económico. 

Porque la seguridad económica es indispensable no solo para sostener nuestro crecimiento, sino también para proyectar estabilidad hacia fuera. De poco sirve blindar nuestra economía si no somos capaces, al mismo tiempo, de construir un mundo más justo y solidario. 

Pero Europa no solo enfrenta desafíos externos a sus fronteras. También desde dentro la acechan quienes siempre rechazaron los valores de paz, justicia social y democracia sobre los que se erigió el proyecto europeo. Un euroescepticismo que trabaja contra Europa y contra el propio interés de cada país que la integra. 

La respuesta debe ser contundente. 

El verdadero patriotismo del siglo XXI se expresa en el compromiso europeo. 

Defender a España es hoy defender a Europa —pero también a nuestros socios europeos—. Pensar en grande, actuar con rapidez y coordinarse con visión compartida ya no es una opción sino una necesidad vital. En este tiempo de cambio, el mundo nos observa con expectación. 

El futuro de Europa se decide ahora y España trabajará incansablemente por la unidad de una Europa fuerte, autónoma, soberana y global. 

De poco sirve blindar nuestra economía si no somos capaces, al mismo tiempo, de construir un mundo más justo y solidario. 

JOSÉ MANUEL ALBARES

España, puente entre regiones

Nuestra proyección europea se complementa con una mirada global que abraza nuestras regiones naturales de influencia. 

España seguirá priorizando las excelentes relaciones que tenemos con los países vecinos, especialmente aquellos con los que compartimos frontera terrestre, y continuaremos trabajando con nuestros socios europeos más allá de la Unión, fortaleciendo las relaciones con Reino Unido, apoyando a los Balcanes Occidentales en sus respectivos procesos de adhesión, y defendiendo la soberanía e integridad de Ucrania el tiempo que sea necesario.

España mira y sigue mirando a nuestras otras regiones hermanas. América Latina y el Caribe seguirán siendo una prioridad esencial de nuestra política exterior porque son parte de nuestra propia identidad. Seguiremos liderando la acción de la Unión Europea en la región, como ya demostramos a través del impulso de la III Cumbre UE-CELAC en 2023 y volveremos a demostrar con la Cumbre UE-CELAC que se celebrará en Colombia el próximo noviembre, así como con la Cumbre Iberoamericana que Madrid acogerá en 2026.

Mantendremos relaciones estrechas con Estados Unidos, sobre la base del diálogo, el respeto y el beneficio mutuo, como corresponde entre países socios y aliados. 

Prestaremos especial atención a las regiones del Magreb y Oriente Medio. 

África ocupa también un papel central en nuestra Estrategia de Acción Exterior, dando un salto cualitativo en nuestras relaciones con el continente y particularmente con África occidental. 

Apostaremos también por profundizar nuestra presencia en Asia-Pacífico, a través de una nueva estrategia regional que está en preparación.

Instrumentos para una acción exterior comprometida con la justicia

Esta nueva orientación de nuestra política exterior, exige también nuevos y reforzados instrumentos. En los próximos años seguiremos potenciando nuestra diplomacia económica y comercial, la diplomacia pública, la diplomacia científica y tecnológica, y la internacionalización del sistema español de ciencia e innovación. Seguiremos aprovechando y potenciando esa enorme riqueza que es el español y el resto de lenguas cooficiales, como estamos haciendo en Europa con el reconocimiento pleno de nuestras lenguas cooficiales.

Una convicción sencilla pero poderosa y profundamente democrática es la apuesta por una diplomacia feminista. 

La Política Exterior Feminista que ha adoptado España es una línea estratégica, política y ética que está en el núcleo de nuestra Estrategia. Y es una línea que se ha trasladado del papel a la acción. Contamos con la mayor representación de mujeres en puestos clave de nuestra historia. Dos embajadoras en las dos potencias globales, la Vicepresidenta de la Comisión Europea y la presidenta del BEI. Y, por primera vez, España cuenta con promociones paritarias en el acceso a la carrera diplomática.

Hemos creado la figura de Embajadora en Misión Especial para la Política Exterior Feminista, el Embajador en Misión Especial para los derechos LGTBIQ+ y el Embajador en Misión Especial para la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Estamos a la vanguardia internacional en derechos e igualdad de género en política exterior. España es actualmente y, sin lugar a dudas, un referente en la defensa de un mundo más justo e igualitario. 

Estamos con los derechos humanos, con el multilateralismo, con la paz justa y segura, con la justicia social. 

JOSÉ MANUEL ALBARES

No son tiempos fáciles para la cooperación y precisamente por eso es más necesaria que nunca. España ha decidido mantener en alto la bandera de la solidaridad, convencida de que solo a través de ella podremos alcanzar una convivencia pacífica y duradera. Nuestra Estrategia de Acción Exterior trabaja por y desde una España comprometida con la paz, la cooperación para el desarrollo, la acción humanitaria, la defensa del derecho internacional, los derechos humanos y el multilateralismo.

La cooperación, el desarrollo y la ayuda humanitaria ocupan un lugar central en esta Estrategia, porque son herramientas esenciales frente a desafíos globales como el hambre, la pobreza o la salud pública. Pero también porque son puentes que nos permiten avanzar juntos, nunca unos contra otros.

Con este espíritu hemos transformado de raíz nuestra política de cooperación, adaptándola a las necesidades actuales y al peso que España ha adquirido en el mundo.

La nueva Ley de Cooperación —aprobada con el respaldo de la mayoría de las fuerzas en las Cortes— fija la meta del 0,7% en 2030, mientras que reformas clave, como la de la AECID o el nuevo Estatuto del Cooperante, han reforzado nuestra capacidad de acción. 

Todo ello se acompaña de un incremento de la ayuda oficial al desarrollo hasta los 4.000 millones de euros, que nos permite estar presentes en los escenarios humanitarios más urgentes —Gaza, Ucrania, el Sahel o Sudán— y consolidar alianzas con socios en África, América Latina, el Caribe y Oriente Medio.

España en un mundo en transición

En estos tiempos vertiginosos no toda transformación implica progreso ni todo cambio conduce al horizonte que imaginábamos. 

Analizar y actuar para orientar el curso de la historia es hoy un imperativo. 

Frente a estas transformaciones necesitamos políticas valientes y voluntad firme, con visión para pensar más allá de la inmediatez, para tomar decisiones estratégicas que consoliden a España como un actor con voz propia e identidad reconocida en el mundo.

La posición del Gobierno de España es clara ante el escenario internacional que se reconstruye. 

Estamos con los derechos humanos, con el multilateralismo, con la paz justa y segura, con la justicia social. 

Estamos con Europa, con una Europa soberana, más fuerte, más unida y con mayor influencia global. 

Estamos por profundizar los lazos de amistad y hermandad con América Latina y la cooperación con todos nuestros socios y amigos.

El mundo nos observa. Y España ha elegido su camino, ser un país que no se conforma con contemplar la historia desde la grada, sino que la escribe desde el centro del escenario, decidida a construir un futuro más justo y más humano para todos.