Tras las de 2017 y 2022, ¿qué sentido tiene la actualización de la Revista Nacional Estratégica publicada el 14 de julio?

Se inscribe en un enfoque racional de vigilancia y adaptación de nuestra política de defensa.

Entre 2022 y hoy, la guerra en Ucrania ha trastocado las condiciones de seguridad en Europa, mientras que nuestra retirada del Sahel señalaba un aggiornamento necesario de nuestra política de intervenciones exteriores. Por otra parte, otros conflictos —en Gaza, en Líbano, contra Irán— ponen de relieve una revolución militar que se está desarrollando ante nuestros ojos.

La robotización del campo de batalla y el uso masivo de algoritmos y de la inteligencia artificial están cambiando el arte de la guerra.

También asistimos a la militarización del espacio y al desplazamiento de los factores determinantes de la superioridad hacia las altitudes más elevadas. Con el despliegue de las aplicaciones cuánticas, muchos dispositivos de seguridad y protección pronto podrán ser vulnerados.

[Texto íntegro de la revista nacional estratégica]

Esta revolución militar, que premia la iniciativa y la rapidez, favorece la lógica de las acciones preventivas.

Acelera el cuestionamiento de las normas internacionales que regulan el uso de la fuerza por parte de los Estados y desata el paso a la acción.

A esto se suma, para los europeos, el doble reto que plantean la actitud beligerante de Rusia y la desintegración de su sistema de alianzas centrado en la OTAN. Ante las acciones hostiles de Moscú contra nuestras sociedades y la confusión que genera la errática política estadounidense, los europeos deben restablecer unas relaciones de fuerza favorables.

Este cambio de época implica una revisión en profundidad de nuestras opciones estratégicas y de nuestro modelo de ejército.

2017, 2022, 2025: los ejercicios se repiten, pero la época avanza más rápido. El alcance de esta tercera revista estratégica radica menos en la pertinencia de los diagnósticos y las constataciones que en las decisiones estructurales que exige.

Se trata de reequilibrar, mediante un nuevo compromiso estratégico, las fuerzas contrarias y contrarrestar las amenazas híbridas que se multiplican.

Una revolución militar se está desarrollando ante nuestros ojos.

Louis Gautier

¿Qué significa concretamente la expresión «amenazas híbridas»?

Este término se refiere a acciones agresivas que se sitúan por debajo o en umbral de las acciones militares, pero que pueden complementarlas si es necesario. Hoy en día, este modus operandi va más allá de las operaciones tradicionales de guerra secreta concomitantes o preparatorias de un conflicto. El objetivo ya no es solo la infiltración y el sabotaje de los dispositivos militares o industriales de un Estado enemigo, sino, incluso al margen de un conflicto declarado, atacar a toda la sociedad para «incapacitar» sus reacciones o incluso sus fuerzas morales. Mediante una combinación de ciberataques, acciones a largo plazo contra infraestructuras críticas o redes de comunicación, desinformación y represalias económicas, se trata de aumentar gradualmente la presión para desestabilizar un país objetivo, perturbando su buen funcionamiento y sembrando la discordia.

El objetivo es coaccionar mediante la intimidación y la coerción, sin recurrir necesariamente a las manos ni a disparar un arma.

¿Qué respuestas se pueden dar ante esta estrategia?

Protegerse.

Debemos reforzar nuestras redes, aumentar la resiliencia de nuestras infraestructuras críticas y ser capaces de movilizar a la sociedad civil en caso de crisis grave. La coordinación entre el sector público y el privado es esencial en este sentido para detectar y neutralizar las amenazas antes de que se produzcan.

En Europa, ¿cómo se puede restablecer el equilibrio de poder frente a Rusia y otras amenazas que se ciernen sobre el continente?

El primer objetivo es contribuir a restablecer una relación de fuerzas favorable a los europeos en su continente, en sus periferias y en sus vías de abastecimiento.

Más allá de la energía nuclear, debe darse prioridad a los medios de superioridad estratégica, en particular los satélites militares, los misiles y las flotas de combate. Esta es la clave de todas las demás decisiones. Esto implica definir con nuestros socios, en primer lugar con los británicos y los alemanes, una postura común de protección y disuasión, tanto convencional como nuclear. A esto tiende, por cierto, en lo que respecta a los aspectos nucleares, la reciente declaración franco-británica de Northwood.

¿Cómo ha interpretado esta declaración y el anuncio de Emmanuel Macron, el 13 de julio, de consultas con los socios europeos sobre la disuasión? ¿Podría evolucionar la doctrina francesa de aquí a finales de año?

Es de sentido común: no se puede plantear una ampliación de la cobertura de nuestra disuasión a otros países sin algunos requisitos previos.

En primer lugar, para los países europeos que solicitan esta protección, la reafirmación de una comunidad de destino entre ellos. A continuación, la convergencia de posturas. Por último, en la práctica, una coordinación a largo plazo de los medios estratégicos de los países afectados: espaciales, antimisiles y misiles de largo alcance.

La disuasión nuclear es, en cierto modo, el techo de una posible casa común. Supone unos cimientos doctrinales compartidos y unos muros de carga constituidos por medios convencionales centrales mutualizados.

El alcance de esta tercera revista estratégica radica menos en la pertinencia de los diagnósticos y las constataciones que en las decisiones estructurales que exige.

Louis Gautier

¿Cuáles son nuestras palancas?

Esto pasa, por supuesto, por la movilización de financiación adicional.

Pero también es fundamental reforzar la industria de defensa europea para que sea eficaz en materia de desarrollo tecnológico y producción de material.

Ahora bien, en este punto hay un problema, especialmente en Francia, debido a la irregularidad de los pedidos, que no permite alimentar sin interrupciones las cadenas de fabricación: la industria necesita previsibilidad y continuidad para mejorar sus procesos internos.

La tercera palanca pasa por la racionalización indispensable de los arsenales militares europeos para colmar las carencias colectivas, evitar duplicidades innecesarias y mutualizar las inversiones.

Por último, aunque nos alejemos del ámbito de los programas estrictamente militares, la cuestión de las redes de comunicación y la autonomía digital de los europeos merece ser abordada sin demora. Es esencial tener en cuenta, en un esfuerzo global, el desarrollo de infraestructuras soberanas en materia de nube, satélites e inteligencia artificial, a fin de no depender de proveedores externos que, ante la primera divergencia de intereses, aprieten el botón «off» para ejercer presión.

Esta es también una de las lecciones de la guerra de Ucrania.

Francia se ha comprometido a aumentar su gasto en defensa hasta el 3,5 % del PIB para 2035, con 64.000 millones en 2027. ¿Es realista?

En cualquier caso, es difícil.

Nuestro país se encuentra en una situación delicada en lo que respecta a sus finanzas públicas.

Dado su endeudamiento y sus déficits, el ajuste de las cuentas públicas resulta una cuadratura del círculo para los próximos ejercicios. Hay que velar por que se comprendan y se acepten las decisiones presupuestarias adoptadas y los esfuerzos exigidos a los franceses. Es una condición para mantener el consenso nacional en materia de defensa, que es un bien muy preciado para nuestro país.

¿Queda aún margen de maniobra presupuestario?

La fijación de los créditos militares para los próximos años se inscribe en un contexto presupuestario especialmente tenso, marcado por la necesidad imperiosa de reducir nuestro déficit público.

Es cierto que las nuevas normas europeas adoptadas en 2025 ofrecen un cierto margen de maniobra para los gastos de defensa, pero no modifican ni las exigencias de los mercados financieros ni el costo de refinanciación de nuestra deuda.

En este marco restrictivo, es necesario garantizar el aumento de las dotaciones en la ley de presupuestos inicial, tal y como anunció el presidente de la República, es decir, superar entre 2025 y 2027 una cifra de casi 14.000 millones de euros, ¡lo cual no es poco!

A continuación, hay que velar por que los créditos militares se utilicen íntegramente, sin congelaciones ni aplazamientos. Por lo que se refiere a las fuerzas armadas, esto supone también el control de las licitaciones y los contratos: para los militares, lo que cuenta son los créditos de pago efectivos; para los industriales, los compromisos de los carnets de pedidos.

La disuasión nuclear es, en cierto modo, el techo de una casa posible.

Louis Gautier

Para alcanzar más fácilmente los objetivos previstos para 2030/2035, se puede considerar la posibilidad de recurrir a un préstamo comunitario a escala de la Unión.

Una financiación mutualizada del orden de 450.000 millones de euros, repartida a prorrata entre los presupuestos nacionales, cubriría, a título indicativo, más de una cuarta parte del esfuerzo de defensa francés durante la próxima década. Si bien esta solución es una vía seria, sigue siendo hipotética.

En el plano operativo, ¿cómo imagina la «transformación» de las Fuerzas Armadas francesas en este nuevo ciclo estratégico?

Con la guerra de Ucrania y la retirada de Mali, ya entramos en un tercer ciclo de la política de defensa de Francia bajo la V República.

Las operaciones exteriores ya no tienen la misma prioridad, pero este tercer ciclo aún busca su rumbo.

Si bien es necesario adaptar en profundidad nuestro modelo de ejército, hay que tener cuidado de no mermar la eficacia de un instrumento militar que debe seguir estando listo para usarse.

¿Es esta una situación sin precedentes?

En realidad, no del todo. Durante la V República, la política militar de nuestro país ya ha conocido dos grandes ciclos que han implicado la transformación de nuestras fuerzas armadas.

El ejército de la Guerra Fría, que desde 1960 se basaba en el trío disuasión, reclutamiento y primacía de la independencia, se convirtió, a partir de 1991, en un ejército de intervención que respondía a tres imperativos: proyección exterior, profesionalización e integración en la Unión Europea y la OTAN.

Lo que hay que escribir hoy es el escenario estructurante para los ejércitos y sus contratos operativos.

¿Cómo debería ser?

Para mí, este escenario estructurante se deriva de lo que debe ser, en términos de sistemas centrales (satélites, disuasión nuclear, misiles de largo alcance, etc.), de medios convencionales de alto nivel y de capacidades de combate robustas, nuestra contribución a la seguridad colectiva en Europa.

Frente a algunos países, la evolución de las intenciones hostiles supone anticipar, mediante operaciones de penetración más sistemáticas, cuáles serían nuestras respuestas en caso de que pasaran a la acción.

Louis Gautier

Nuestras fuerzas armadas, tradicionalmente divididas en tierra, aire y mar, también deben evolucionar en sus modos de organización, aún demasiado compartimentados, y en la programación de sus equipos para aprovechar al máximo una tecnología que ahora integra todos los espacios y todas las dimensiones y que, con los drones, se libera cada vez más de las limitaciones del entorno.

Ante la lógica de la intimidación y el chantaje, especialmente ejercida por amenazas híbridas, también es necesario reforzar, como ya he indicado, la protección de nuestras redes e infraestructuras de seguridad.

Por último, hay que cambiar de software: Francia es una potencia pacífica que no pretende ser la primera en recurrir a la fuerza. No obstante, ante la evolución de las intenciones hostiles de algunos países, es necesario anticipar, mediante operaciones de penetración más sistemáticas, cuáles serían nuestras respuestas en caso de que se pasaran a la acción. Las garantías deberían resultar disuasorias.

Sobre el terreno, ¿qué forma adoptaría la presencia francesa en África o en el Indo-Pacífico?

Para recuperar la agilidad en Europa, África, el Océano Índico y Asia-Pacífico, es necesario establecer nuevas alianzas.

En particular, hay que encontrar o reforzar apoyos en lo que respecta a nuestras fuerzas de presencia, nuestros despliegues y nuestros modos de acción exterior.

En el futuro, Francia podría tener que prestar ayuda a un aliado, intervenir en sus territorios de ultramar, garantizar el rescate de sus ciudadanos o interponerse.

¿Cuáles serán, en su opinión, los indicadores de un éxito cuantificable de esta Revista Nacional Estratégica?

Más allá de 2026 y 2027 —que contribuirá a blindar en el presupuesto—, el éxito de esta revista estratégica se medirá por la consecución de cuatro objetivos determinantes: la evolución de nuestro modelo de ejército en el sentido de aumentar su solidez; la rapidez en la ejecución de los programas de armamento; el surgimiento de asociaciones europeas e internacionales estructurantes; y el refuerzo tangible de nuestras capacidades cibernéticas y espaciales.