Política

Después de Washington, hay que ocupar Bruselas: el discurso de Viktor Orbán en la CPAC de Budapest

Desde hace unos meses, Orbán ya no es sólo el caballo de Troya de Putin en Europa —sino también el de Trump—.

En su último discurso en la CPAC, con aires de mitin de campaña europea, el primer ministro húngaro —que nunca ha estado tan débil en el plano interno— responde al llamamiento de la Casa Blanca y articula un plan para derrocar a la Unión.

Lo traducimos y comentamos línea por línea.

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El Grand Continent
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© CPAC/GOBIERNO HÚNGARO

En un acto titulado «La era de los patriotas», celebrado en Budapest el 27 de mayo, la muy influyente Conservative Political Action Conference (CPAC) continuó su operación de expansión internacional. Pero esta vez, desde Wilders hasta Abascal, pasando por Morawiecki, Alice Weidel o el australiano Abbott, la cita se asemejaba más a una reunión de perdedores.

Viktor Orbán, cuyo partido se encuentra en su nivel más bajo en las encuestas desde hace diez años, pronunció el discurso principal.

En cuanto a la Unión Europea, el fondo no ha cambiado: complacientes con el Kremlin y disfrutando de los favores de la nueva administración estadounidense, los conservadores húngaros no serían antieuropeos, sino que simplemente tendrían una estrategia «patriótica» para «ocupar» Bruselas.

Sin embargo, se ha producido un cambio notable en el argumento hábilmente construido por Orbán desde 2018: su proyecto para la Unión se basa y depende cada vez más explícitamente de la buena voluntad de Washington.

Sin dudar en retomar casi textualmente algunos elementos del discurso de J. D. Vance o Samuel Samson, hace un llamamiento a ganar las elecciones en Europa con el apoyo de Estados Unidos:

«Cuando llegue la batalla decisiva, tendremos que estar unidos. Pero por ahora, queridos amigos, todos tenemos que ganar en casa.

Para los polacos, este domingo; para los checos, en otoño; para nosotros, la próxima primavera; y luego para los franceses, y entonces habremos terminado. Podremos empezar a recuperar Bruselas, a devolver el poder a los patriotas.

Para ello, necesitamos a Estados Unidos. Necesitamos la administración del presidente Trump y sus éxitos. Necesitamos desmantelar la casta liberal estadounidense y bruselense —ese Estado profundo transatlántico—.

Necesitamos que se cierre la trampa del dinero liberal estadounidense.

En otras palabras, los patriotas europeos y estadounidenses se necesitan mutuamente.

La misión está clara.

La tarea no es tan complicada».

El año pasado dije aquí que Donald Trump ganaría las elecciones estadounidenses. Ganó.

Justo antes de la intervención de Orbán —ponente principal de la CPAC húngara— se emitió un mensaje grabado por Donald Trump desde el Despacho Oval de la Casa Blanca dirigido a los miembros presentes en Budapest. 

Si bien el primer ministro húngaro no ha dejado de destacar su proximidad con el presidente estadounidense desde la elección de Donald Trump, este énfasis también parece una operación de seducción, ya que parte de la élite trumpista ve con malos ojos el acercamiento entre Budapest y Pekín apoyado por Orbán.

El año que viene habrá elecciones en Hungría. ¿Hay más preguntas?

Por primera vez desde su ascenso y su largo reinado, el Fidesz de Viktor Orbán se ve amenazado: como recordamos, se encuentra en su momento más débil desde hace una década, cuando falta sólo un año para las próximas elecciones legislativas. 

El partido Tisza de su opositor Peter Magyar, que ha experimentado un rápido ascenso en la opinión pública, obtenía en mayo un 41% de las intenciones de voto frente al 36% del Fidesz.

Queridos amigos, ¡buenos días! Antiguos y nuevos miembros de la CPAC, ¡bienvenidos! 

Este año estamos muy bien acompañados. Nadie en Europa podría reunir hoy una mejor compañía. ¡Gracias por reunirnos! Hoy contamos con los líderes políticos más fuertes, patriotas y soberanos de Europa. También están presentes muchos estadounidenses. Los líderes más duros, decididos y experimentados. Gente que lleva décadas luchando por su país en todo el mundo. Que ha sufrido innumerables ataques, pullas y campañas de desprestigio. Que sabe que no hay victoria sin sufrimiento. Que sabe que la victoria no es sólo algo por lo que hay que trabajar, sino también algo por lo que hay que sufrir. Así nos lo demuestra el ejemplo del presidente Trump.

Los liberales y progresistas europeos no habrían podido soportar ni la mitad de lo que han soportado nuestros líderes. Han aguantado, han resistido, se han levantado cuando ha sido necesario y han ganado. Los liberales europeos llorarían ante la mitad de los ataques, huirían y se esconderían detrás de las faldas de los periodistas progresistas. Nuestros líderes no se han contentado con mantenerse en pie, sino que han logrado cosas fantásticas en sus propios países.

Veo a nuestro amigo Matt Schlapp, que es el ejemplo perfecto de la perseverancia.

Antiguo asesor de George Bush y editorialista de Fox New, Matt Schlapp es el actual presidente de la CPAC. Acusado además de agresiones sexuales, se encuentra en el centro de la internacionalización de esta conferencia y perfectamente integrado en el ecosistema trumpista.

A partir de 2017, durante la presidencia de Trump, mientras su esposa Mercedes trabajaba como directora de comunicaciones estratégicas de la Casa Blanca, Schlapp fue el principal impulsor de la expansión mundial de la CPAC, que comenzó a organizar cumbres en Japón, Corea del Sur, Australia, Brasil, México y Hungría. Ahora es el animador —aún poco conocido por el gran público— de la red de líderes conservadores más importante del mundo.

Ha convertido a la CPAC en una marca mundial. A medida que se acerca la próxima edición de esta conferencia, los liberales de todo el mundo tiemblan. Fue él quien reconoció, en la época de Biden, que la fuente del renacimiento intelectual conservador se encontraba en Europa Central. Comprendió que lo que podemos hacer aquí a pequeña escala, a escala de Hungría, se puede hacer a gran escala, en Estados Unidos. Organizó la primera reunión europea de la CPAC en Hungría. Gracias a él y a nuestro amigo Miklós Szánthó estamos hoy aquí. ¡Muchas gracias!

También veo a Irakli Kobakhidze, un héroe del movimiento patriótico internacional en Georgia.

El primer ministro georgiano, apoyado por Viktor Orbán, suspendió el proceso de adhesión de Georgia a la Unión el pasado mes de noviembre. Las elecciones presidenciales, en las que ganó el candidato de su partido, Sueño Georgiano, fueron además impugnadas.

Irakli Kobakhidze llegó al poder el 8 de febrero de 2024 tras la dimisión de su predecesor, Irakli Garibashvili. Ambos pertenecen al partido Sueño Georgiano, del que Kobakhidze era presidente hasta su nombramiento. Este cambio en la cabeza del Gobierno coincidió con el anuncio oficial del regreso a la política del oligarca Bidzina Ivanishvili, fundador de Sueño Georgiano, antiguo primer ministro y considerado el hombre más influyente de la política georgiana.

Ganó unas elecciones contra todo el mundo, contra el mundo liberal. Eliminó a los progresistas, que rara vez reciben una paliza así. Y, de paso, provocó el mayor boom económico de Europa. Todo ello, amigos míos, cuando el 20% de su país está bajo el yugo del oso ruso. No permitió que Bruselas los empujara a la guerra. No les permitió convertirse en el número dos de Ucrania. ¡Qué victoria! ¡Qué éxito! ¡Bienvenido, Irakli!

También veo a nuestro héroe macedonio, Hrisztijan Mickoszki. Ha ganado las elecciones, amigos míos, cuando todo Bruselas apoyaba a su adversario. Es el capitán de nuestra fortaleza, que defiende las fronteras meridionales de Europa contra la inmigración. ¡Viva Macedonia!

Primer ministro de Macedonia del Norte desde junio de 2024, el conservador Hrisztijan Mickoszki ha demostrado desde el comienzo de su mandato su cercanía a Viktor Orbán sin renunciar, como su homólogo georgiano, a que su país se integre en la Unión. En la CPAC de Washington el pasado mes de febrero, adoptó una postura especialmente dura contra la Unión, denunciando sus «injerencias» en un tropo retórico al estilo de J. D. Vance.

Hoy, señoras y señores, también nos dirigirá unas palabras el primer ministro eslovaco, Robert Fico. No olviden que es el más duro de todos nosotros. Le han disparado cinco veces, casi le dan en la cabeza. La pandilla liberal de rebeldes, enfurecida, le disparó cinco balas. Y aquí está hoy, luchando como si nada hubiera pasado. ¡El mundo nunca ha visto nada igual! Es el mayor regreso de Europa. ¡Gracias, Robert, por dar ejemplo!

Veo a Andrej Babiš, antiguo y futuro primer ministro de la República Checa.

El actual primer ministro checo lidera por ahora las encuestas para las próximas elecciones que se celebrarán en octubre.

Querido Andrej, ¡qué lucha hemos librado durante años, hasta altas horas de la noche, en Bruselas! Hemos tenido que luchar contra primeros ministros proinmigración que contaban con una enorme mayoría. Andrej, Hungría es hoy una zona libre de migrantes. No podríamos haberlo conseguido sin ti. ¡Gracias y hasta pronto!

Doy la bienvenida a Santiago Abascal, nuestro héroe español.

Gracias a sus conexiones con América Latina, el líder de VOX se ha convertido en un eslabón central de la internacional conservadora. Al reunir en Madrid a la extrema derecha mundial hace un año, Abascal se impuso como el principal «puente transatlántico» del conservadurismo junto con Orbán.

Amigos míos, hoy en España sufrimos la represión más brutal. Es cierto que los franceses y los alemanes no tienen nada de qué quejarse, ¡pero lo que está pasando en España no tiene precedentes! Si se tratara de una competición justa, VOX llevaría mucho tiempo en cabeza en España, y ese momento no está lejos. Querido Santiago, ¡buenos días, capitán!

Y les pido, queridos amigos, que den la bienvenida a Mateusz Morawiecki. Viene de un auténtico campo de batalla. El domingo son elecciones presidenciales en Polonia. ¡Viva Nawrocki!

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Polonia este domingo será una de las más reñidas: lea el retrato cruzado de los dos candidatos.

Si quieren saber, queridos amigos, qué es una verdadera democracia liberal, ¡pregúntenle a él! Están sucediendo cosas increíbles en Polonia. Se están pisoteando todas las normas europeas y todos los principios constitucionales. Y Bruselas lo tolera. ¿Tolerar qué? ¡Lo apoya! ¡Qué vergüenza! Llevo 35 años en la política europea, pero nunca en mi vida he visto algo tan vergonzoso como lo que le están haciendo a los polacos, lo que le están haciendo al PiS. Los dirigentes de Bruselas deberían dejarlo estar. ¡Bienvenido, Mateusz!

Tenemos entre nosotros a la presidenta Alice Weidel, que representa a la familia del partido de la Europa de las naciones soberanas. Señora Presidenta, su visita es especialmente importante para nosotros. Todos sabemos que nuestro principal adversario en Bruselas es un alemán, Herr Weber. Hungrofóbico, mezquino y vengativo. Y es bueno para nosotros, los húngaros, ver que hay alemanes honestos que aman a su país más que a Bruselas. ¡Bienvenida, señora Presidenta!

Manfred Weber, blanco preferido de Viktor Orbán en el Parlamento Europeo, dirige el Partido Popular Europeo desde 2022: también es el principal artífice, tras largas vacilaciones, de la expulsión de Fidesz del grupo de la derecha popular europea.

También tenemos un gran luchador austriaco: Herbert Kickl. Por invitación suya, colocamos en Viena la primera piedra de los Patriotas, sobre la que se ha construido desde entonces este gran partido. Si hubiera justicia, el canciller de Austria se llamaría hoy Herbert Kickl. Ganó las elecciones, pero le robaron la cancillería. Querido Herbert, quizá la política no sea justa, quizá no siempre lo sea, pero créeme, existe un equilibrio moral. Tu hora llegará y celebraremos una gran fiesta en Viena cuando Austria vuelva al club de los países patriotas. ¡Te doy la bienvenida!

En esta sala también tenemos a un hombre que es el luchador más valiente de Europa. Ha pasado por pruebas extraordinarias. Nunca habla de ello. No lo dice porque es modesto y porque es neerlandés: los neerlandeses piensan que es indecente hablar de los sentimientos personales. Nuestro héroe neerlandés vive en peligro permanente, bajo la sombra de las amenazas. Está protegido por guardaespaldas. No tiene ni un momento de respiro, salvo quizá aquí, en Hungría. Es el número uno en la lista negra de los fanáticos. Mientras tanto, no recibe ni una sola palabra amable de sus propios compatriotas de izquierda y progresistas, sólo ataques. He aquí un hombre que no se queja, sino que sirve. Con firmeza y sin pestañear. ¡Bienvenido! ¡Estamos orgullosos de ti, Geert Wilders!

Y tenemos franceses, israelíes, cristianos de Oriente Medio, el presidente de Paraguay, Tony Abbott de Australia. Todos ellos grandes luchadores y grandes personas. ¡También les doy la bienvenida! ¡Bienvenidos a Hungría!

Amigos míos, ¡qué cambio en un año! ¡Un verdadero cambio de civilización! Donald Trump ha ganado, el tornado Trump ha barrido el mundo y lo ha cambiado por completo. Ha devuelto la esperanza al mundo. No nos estamos ahogando en un océano de wokismo. No estamos inundados de migrantes. Nos ha devuelto la esperanza de una vida normal. Nos ha devuelto la esperanza de la paz. Muchos le han ayudado. Enhorabuena a quienes han contribuido a la fantástica victoria estadounidense. Es el mayor comeback que ha conocido el mundo occidental. El único, el gran y hermoso comeback.

Queridos amigos, es una bofetada para la izquierda. No sólo hemos vuelto, sino que estamos cumpliendo lo que prometimos a nuestros votantes. Yo también observo la escena con incredulidad. ¿Es posible? ¿Es posible no sólo en Hungría? Los primeros 100 días del presidente Trump son un verdadero suero de la verdad, no sólo para Estados Unidos, sino para todo el mundo occidental. ¿Estás aquí ilegalmente? ¡Vuelve a tu país! Ha abolido las regulaciones de género. Ha prohibido la teoría crítica de la raza. Ha prohibido la ideología woke en el ejército. Ha derribado el Estado profundo. Ha desenmascarado la red liberal mundial. Todo lo que creíamos cierto ha resultado ser cierto: agentes secretos, instituciones en la sombra, máquinas de blanqueo de dinero, financiación de la política y de los políticos en países extranjeros, incluida Hungría. ¡Todo el imperio Soros se muestra desnudo ante nosotros! ¡El rey está desnudo! Es un espectáculo espantoso.

La obsesión por George Soros es un viejo lugar común, teñido de antisemitismo, que se encuentra evidentemente en la Hungría de Orbán, pero también en los círculos trumpistas: «Los multimillonarios y el establishment van a las mismas fiestas elegantes en los Hamptons, en casa de George Soros. Todos son progresistas, todos son demócratas; todos los herederos de las antiguas dinastías son progresistas», en palabras del ideólogo trumpista Curtis Yarvin.

Queridos amigos, por fin brilla la luz en los rincones más oscuros. También hay un chirrido aterrador. Aquí también, también en Hungría. Esta es la nueva ley: quien se dedique a la política no puede aceptar dinero del extranjero. Así de sencillo. Y ha vuelto la esperanza de paz. Esperemos que pronto dejen de morir cientos de personas cada día en el frente. Esperemos que ya no tengamos que disparar contra las ciudades. Y esperemos que no tengamos que gastar miles de millones de dólares en una guerra imposible de ganar. La victoria de Donald Trump y la caída de los liberales son como un sueño. Estados Unidos puede salvarse y el sueño americano puede volver.

El final del texto de Orbán es una «pieza maestra» típica de los largos discursos del líder húngaro.

En esta nueva diatriba contra la Unión Europea, retoma un tópico manido al oponer un «proyecto liberal» y un «proyecto patriota»: los conservadores deberían ganar las elecciones en todas partes para recuperar el poder y «ocupar Bruselas». 

La novedad, muy marcada en este discurso, es que el primer ministro húngaro parece dar ahora por sentado que los Estados Unidos de Donald Trump deben desempeñar un papel de primer orden en esta operación.

Pero ¿qué hay de nosotros? ¿Qué hay del sueño de los europeos? 

Nosotros también teníamos un sueño. Nuestro sueño europeo era que, si los pueblos de Europa nos uníamos, no habría más guerras y viviríamos en prosperidad y seguridad.

Trabajemos juntos, dejemos que los Estados soberanos se unan y creemos el continente más seguro y desarrollado del mundo. Eso sería la Unión Europea, la integración europea. 

Pero, amigos míos, ese sueño ha sido desviado. Ha sido desviado por Bruselas. Ha descarrilado nuestro futuro. En lugar del sueño europeo, tenemos una pesadilla. Los ciudadanos europeos no se sienten seguros en su propio país, en su propia ciudad, en sus propias calles. Se han convertido en extranjeros allí donde, hace veinte años, estaban en su casa. Es matemático: se les está expulsando de sus ciudades. No se trata de integración, sino de un intercambio organizado de poblaciones. En lugar de prosperidad europea, las empresas quiebran. Pagamos la electricidad y el gas entre dos y cuatro veces más caro que en Estados Unidos. El Pacto Verde está matando nuestras economías. Poco a poco se está convirtiendo en una parodia. Y ahora, cuando se supone que debemos negociar el comercio y los aranceles con un presidente estadounidense que lucha en la categoría de los pesos pesados, resulta que sólo tenemos líderes de peso pluma. Y es la libertad europea la que se va. Las cosas se están poniendo feas en Europa. Se está librando la lucha por el poder más despiadada. No conocen ni a Dios ni a los hombres. Marine Le Pen ha sido descalificada para la presidencia por una decisión judicial. Salvini está siendo llevado ante los tribunales. La AfD es objeto de una investigación de seguridad nacional. Las concentraciones de patriotas son violentamente bloqueadas. Matones comunistas de izquierda atacan a gente de derecha. J. D. Vance tiene razón: hoy en día, en Europa, la libertad no está amenazada desde el exterior, sino que está siendo derrocada desde dentro. Y todo el mundo ve claramente que hay problemas. El conjunto se está tambaleando y derrumbando. Hay que cambiar. ¡Esto no puede seguir así! Nuestros adversarios lo saben.

Orbán retoma una vez más de forma muy explícita la retórica de la Administración Trump, que hemos documentado en la revista al comentar el discurso de J. D. Vance en Múnich, el intento teledirigido por la Heritage Foundation y apoyado por think tanks húngaros y polacos de subvertir la Unión, o el reciente llamamiento al cambio de régimen en Europa lanzado por el Departamento de Estado estadounidense.

Amigos míos,

Hay dos proyectos sobre la mesa.

Uno es el proyecto liberal para Europa, el otro es el proyecto patriótico.

El proyecto liberal considera obsoleta la antigua Europa cristiana y cultural. Quieren superarla. Llevan décadas trabajando en la fabricación de una nueva identidad que sustituya al cristianismo y a la nación. Al principio —lo recuerdo— agitaban la bandera de la prosperidad: abandonen sus tradiciones y Europa será un mundo de consumo feliz y desenfrenado. No funcionó. Luego nos dijeron que Europa sería un continente de inclusión. Y hemos llegado a un punto en el que el fútbol tiene que jugar sus partidos en Budapest en lugar de en Bruselas. Y ahora, tras la victoria de Trump, surge otra idea: Europa quiere ser el bastión del imperio liberal mundial. Después de Washington, Bruselas es su nueva Meca.

Amigos míos,

El principal problema de Bruselas no es que esté dominada por burócratas liberales progresistas. El principal problema es que Bruselas está a favor de la guerra.

Mientras que Estados Unidos por fin se ha vuelto favorable a la paz, Bruselas está atrapada en la guerra.

El proyecto liberal consiste en centralizar Europa con el pretexto de la guerra. 

Cuanta más guerra, más Bruselas, y menos soberanía. El proyecto liberal consiste en que Europa construya un nuevo modelo económico, un modelo de economía de guerra, con el pretexto de la guerra. En su mente, la guerra es el motor de la economía. Deuda común, control central y tesoro de guerra.

La clave de este plan liberal es Ucrania.

La adhesión acelerada del Estado ucraniano a la Unión Europea es el pretexto para la reorganización bélica de Europa. El proyecto liberal conduce a una Europa en guerra, centralizada e endeudada, sin otra libertad que la obediencia.

Al presentar el conflicto en Ucrania —el más sangriento de Europa desde la Segunda Guerra Mundial— como un simple instrumento del «plan liberal», Viktor Orbán retoma casi textualmente parte del lenguaje del régimen de Vladimir Putin.

¡Ese es el problema con Hungría! Los húngaros son una raza libre, se reproducen libremente y nos cuesta mucho doblegarnos. En lugar de obedecer y someterse, se rebela contra sus propios líderes.

Nosotros también tenemos un plan: el proyecto patriótico.

Consta de cuatro puntos.

En primer lugar, queremos la paz. No queremos un nuevo frente oriental y, por lo tanto, no queremos que Ucrania se convierta en miembro de la Unión Europea.

En segundo lugar, queremos la soberanía. No queremos impuestos comunes, no queremos préstamos comunes y no queremos un control económico centralizado. Y no queremos que nuestro dinero se envíe a una guerra en un tercer país.

En tercer lugar, debemos defender la libertad. Debemos devolver a las personas su libertad política, su libertad de pensamiento y su libertad de opinión.

En cuarto lugar, queremos recuperar Europa de manos de los migrantes. Queremos una cultura cristiana, escuelas nacionalistas, calles y barrios sin miedo. Queremos estar orgullosos de nuestras naciones. Este es el proyecto patriótico.

Señoras y señores, queridos amigos,

La política europea de hoy y de los próximos años se reducirá a la cuestión de qué plan prevalecerá.

Esta batalla debe ganarse primero en cada país y luego juntos en Bruselas. Las elecciones europeas del año pasado fueron un éxito rotundo. 

En realidad, los resultados de Hungría en las elecciones europeas de 2024 fueron mucho más matizados de lo que afirma Orbán.

Si bien, como era de esperar, su partido Fidesz quedó en cabeza, el alto resultado de Péter Magyar, antiguo miembro del Gobierno que lanzó un movimiento de oposición, puso en aprietos al poder, que, por otra parte, obtuvo un resultado peor que en las elecciones europeas de 2019.

Si sumo los tres grupos de derecha, somos más importantes que el PPE.

Si este dato es cierto —cuatro escaños—, pone de manifiesto una contradicción muy fuerte del «proyecto patriota»: su profunda división en Europa. Orbán, antiguo miembro expulsado del Partido Popular Europeo, incluye en su recuento al grupo más extremista, Europa de las Naciones Soberanas, que incluye, entre otros, Reconquista y la AfD, después de que esta última se viera obligada a abandonar las filas de ID.

Por supuesto, la política no es sólo una cuestión de aritmética, pero la perspectiva es clara. Debemos trabajar juntos. 

Poco a poco, paso a paso, con seguridad.

Cuando llegue la batalla decisiva, tendremos que estar unidos. Pero por ahora, queridos amigos, todos tenemos que ganar en casa. 

Para los polacos, querido Mateusz, este domingo; para los checos, querido Andrei, en otoño; para nosotros, la próxima primavera; y luego para los franceses, y entonces habremos terminado. Entonces podremos empezar a recuperar Bruselas, a devolver el poder a los patriotas.

Para ello, necesitamos a Estados Unidos. Necesitamos la administración del presidente Trump y sus éxitos. Necesitamos desmantelar la casta liberal estadounidense y bruselense, ese Estado profundo transatlántico.

Necesitamos que se cierre la trampa del dinero liberal estadounidense.

En otras palabras, los patriotas europeos y estadounidenses se necesitan unos a otros.

La misión está clara.

La tarea no es tan complicada.

Tenemos que volver a casa y ganar nuestras propias elecciones, simplemente ganar. El resto vendrá solo.

Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, los europeos recuperaremos nuestros sueños y ocuparemos Bruselas.

¡Devolvamos a Europa su grandeza! ¡Adelante, Hungría, adelante, patriotas! ¡Dios salve a Hungría!

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