Comprender la política europea de Donald Trump: el plan Yarvin para Ucrania

La política de Donald Trump sobre Ucrania parece errática, enigmática.

En realidad, la Casa Blanca podría estar siguiendo una estrategia muy precisa.

Formulada por Curtis Yarvin en enero de 2022, debe ser estudiada de cerca hoy.

La traducimos.

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El Grand Continent
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© Peter Duke

No lo dice él, sino sus seguidores, las hordas de asesores políticos que lo leen a diario y forman la contraélite que ha tomado el poder en Washington: Curtis Yarvin tendría premoniciones pertubadoras.

En 2022, un mes antes de la invasión de Ucrania, escribió lo siguiente: «Hoy, el destino de Rusia es restablecer el orden en Europa. Pero como Estados Unidos es más fuerte que Rusia, Trump debe hacer saber a Putin que es aceptable hacerlo».

Desde el nuevo régimen imperial en Washington hasta el plan del presidente estadounidense para el futuro de Gaza, en varias ocasiones pareció anticiparse a las tendencias más extremas e inesperadas de la nueva administración estadounidense.

Para entender cómo Trump busca resolver la guerra de Ucrania y qué política pretende llevar a cabo Estados Unidos con respecto a Europa, hay que leer uno de los textos clave de Yarvin, escrito poco más de un mes antes de la invasión a gran escala del territorio ucraniano por parte de Rusia de Putin.

Su tesis es bastante simple: Estados Unidos debería dejar que Rusia tome el control de Europa.

De manera más sutil y bastante poco lineal, su plan es el siguiente: Washington aprovecharía la guerra que desataría Putin contra Ucrania —el «Texas de Rusia»— para retirarse del continente, dejando carta blanca a Moscú en esa región del mundo. Europa se convertiría entonces en un territorio inestable: un «laboratorio de reacción».

A diferencia de otras voces subordinadas al Kremlin, Yarvin no repite palabra por palabra la propaganda de Moscú: va más allá.

Como Vladislav Surkov, desvía una antigua tradición de las letras europeas —la profecía— para imaginar un mundo ordenado a la manera de un wargame en un futuro en el que Putin «probaría», en un Europa caótica por haber sido abandonada por los Estados Unidos de Donald Trump, su futuro político.

Si el escenario que escribe en el futuro en 2022 es preocupante, el desarrollo de los acontecimientos desde la investidura de Donald Trump nos obliga a no apartar la mirada. Detrás de la apariencia provocadora, hay que estudiarlo de cerca: muchos de los seguidores que llevan años recibiendo las profecías de Curtis Yarvin en sus buzones de correo ahora tienen los medios para hacerlas realidad.

O bien ese imbécil de Putin está a punto de invadir Ucrania, 1 o bien está actuando muy bien para hacérnoslo creer. 2 Para los payasos como yo que todavía creen en la historia, esto es muy alentador: sugiere que la historia, en este tardío año 2022, podría no haber terminado del todo.

Algunos estadounidenses consideran que esto es inaceptable, que, parafraseando a Franklin Delano Roosevelt, 3 la frontera de Estados Unidos se encuentra en los Cárpatos. Para aquellos que consideran que Europa, incluso Europa del Este, es Estados Unidos, llena de protoestadounidenses que aún no se han molestado en solicitar el pasaporte azul, ¡no hay otra alternativa que luchar! Defender la nación soberana de Ucrania (y sus importantes recursos energéticos, etc.), así como los principios fundamentales del derecho internacional.

Estados Unidos debe defenderse a sí mismo. Esta agresión no será tolerada. El concepto absolutamente realista de una guerra de guerrillas en la Europa del siglo XXI 4 ha sido incluso abordado directamente, por un ministerio razonable y adulto que dispone de 750 mil millones de dólares al año para defender Estados Unidos. Parece una buena idea, ¿no?

Empecemos recordando algunos hechos geopolíticos.

El contexto histórico

Ucrania fue el núcleo del estado ruso original 5 y, hasta que New Order fue un grupo de rock y más o menos desde que Jacobo II fue rey de Estados Unidos, fue una provincia de Rusia. 6 Ucrania es apenas menos rusa que Texas es estadounidense, y mucho más rusa de lo que Alsacia es francesa. Hubo algunos siglos en los que fue sitiada por los turcos, o algo así.

Este tipo de argumento es siempre el punto de partida de la propaganda rusa. Como recordaba Bruno Tertrais en la revista casi al mismo tiempo que el texto de Curtis Yarvin: «Según el relato del Kremlin, la existencia de Ucrania no sería más que una especie de accidente de la historia, y Crimea un regalo injusto hecho a Kiev con motivo del 300 aniversario del tratado de Pereiasliv, que unía Ucrania a Rusia. En 2014, Putin recordó la decisión, en su opinión acertada, de Catalina la Grande, que había anexionado el sur de la actual Ucrania. Y estigmatizó la de los bolcheviques («que Dios los juzgue») que habían aceptado que tierras rusas formaran parte de un Estado independiente. A su juicio, las fronteras de este país son «arbitrarias». No es de extrañar, por tanto, que los dos oblasts del Donbas se hayan llamado «Nueva Rusia», región del imperio de los zares entre 1721 y 1917, y ahora confederación secesionista proclamada en mayo de 2014».

Todo ucraniano civilizado habla perfectamente ruso; la «lengua ucraniana» es un dialecto campesino. El presidente de Ucrania, 7 ni siquiera habla con fluidez ese argot «ucraniano», que apenas tiene más importancia en la vida civilizada normal que el galés en Gales.

Con esta serie de términos despectivos hacia Ucrania, Yarvin aplica aquí lo que Anna Colin Lebedev llamó en nuestras páginas el «filtro ruso»: «la mirada rusa es la de un centro sobre su periferia; la de una potencia dominante sobre aquellos a los que ha dominado durante mucho tiempo. Es un relato que se da el derecho de definir la gran cultura y las culturas periféricas, la lengua de la civilización y las lenguas subalternas, los acontecimientos importantes y las historias locales, los grandes hombres y los grandes traidores».

Al igual que «Sudán del Sur», la «nación» moderna de «Ucrania» es una broma inventada por el Departamento de Estado, una coincidencia histórica concebida en connivencia entre Stalin y Alger Hiss para dar al primero un voto en la ONU, en la importantísima Asamblea General, por cada una de sus provincias, y que luego nació durante una de las borracheras de vodka de Boris Yeltsin. Y Guillermo II también está involucrado, 8 de alguna manera. Fue una excelente manera de desmantelar la Unión Soviética.

En todo este artículo, Yarvin antepone el artículo «the» a la palabra Ucrania, mientras que, en inglés, los nombres de países no llevan artículo, salvo excepciones. Es el tipo de provocación que le gusta especialmente: añadir un artículo es una forma sutil de hacer como si Ucrania siguiera siendo una provincia soviética.

La situación tal como yo la veo

Recién coronada con laureles por su ascenso y cubierta de confeti tras la victoria en Afganistán, la administración estadounidense dirige su mirada hacia una guerra terrestre en Europa, con el objetivo de salvar esta construcción burocrática de los años noventa, surgida de Bill Clinton a través de Alger Hiss y Boris Yeltsin.

En la versión original, Clinton es llamado «Kaiser Bill». El diplomático estadounidense Alger Hiss fue acusado de espiar a Estados Unidos para la URSS en 1948 y fue objeto de varios rumores que podrían convertirlo en un agente soviético, aunque esta hipótesis no está demostrada. Es el tipo de figuras históricas que le gustan a Yarvin porque le permiten tomar fácilmente este tipo de atajos.

Estadounidenses, amigos, compatriotas: si tenemos un perro en esta lucha, entonces todos los perros son nuestros. Yo sostengo que no todos los perros son nuestros. Por favor, no me conviertan en un paria solo porque dudo que todos los perros sean nuestros, o incluso porque creo que no deberíamos tener perros en esta lucha.

Creo que si Estados Unidos pudiera decidir que no tenemos perros en ninguna batalla que no sea la nuestra —¿y quién nos combatiría, si no es para combatir a nuestros perros?—, ese «mundo sin aliados» resultaría mejor no solo para todos los estadounidenses, sino también para todos los demás. Los perros deberían ser libres de correr y jugar, no deberían estar encadenados todo el día. El derecho a hacer la guerra 9 es el atributo más fundamental de la soberanía nacional. En nuestro futuro neo-westfaliano, 10 no hay Estados títeres ni países falsos; cada nación es independiente: existe por su propia potencia. Si esta potencia fracasa, desaparece.

Un hombre puede soñar. Pero este aislacionismo de principios no es más que una forma de posponer la cuestión de lo que realmente debería suceder aquí. Acerquémonos un poco y analicemos la situación desde el punto de vista de los dos actores, porque puede que haya un plan de cooperación en el que todos salgan ganando.

La situación vista por Putin

Si miramos las cosas como en un wargame en el que estuviéramos en el bando de Putin, el Anschluss de Ucrania es una gran idea. Pero el problema con Putin es que sus grandes ideas solo son grandes en abstracto; de alguna manera, casi nunca logra la grandeza en lo concreto.

Por ejemplo: ¿por qué Crimea, una de las joyas inmobiliarias del mundo, no está salpicada de charter cities llenas de trabajadores nómadas globales? Crimea podría ser California, pero con una policía de verdad. En cambio, por lo que sé, es un pantano medio arruinado, dirigido por un pequeño matón local.

Parece importante aclarar que si el verdadero Putin invade Ucrania, probablemente no será algo bueno para Ucrania, ni a largo ni a corto plazo. Pero debería serlo. Dado que este ensayo trata sobre la teoría de la política exterior y no es un ejercicio verbal patrocinado por Moscú, imaginemos un Putin abstracto, ideal. Invadir Ucrania probablemente será bastante positivo para los dos Putines: el real y el ideal.

El Putin real reforzará su imagen de restaurador de la Gran Rusia y consolidará su posición de poder a nivel interno. Las sanciones contra Rusia no perjudicarán su actividad de exportador de energía con superávit comercial; perjudicarán a la oposición occidentalizada de Putin. (E imaginemos si Rusia pidiera oro a cambio de su gas natural).

El Putin ideal transformaría Ucrania en una joya perfectamente gobernada de la nueva y revitalizada Europa Central, post-estadounidense y post-liberal, con ropa tradicional, medios de transporte modernos e internet optimizado con fibra óptica, pero sin porno, K-pop ni gays. Aunque parece que, por desgracia, eso no va a suceder. Paseen por Moscú 11 —preferiblemente desde su casa en San Francisco— y midan la distancia con el ideal.

La situación vista por Trump

Pero al diablo con Putin. Olvidemos a esos eslavos en cuclillas, esos monos de las nieves con chándal.

¿Qué hay en todo esto para nosotros? ¿Dónde está Estados Unidos? (Aquí todos somos «buenos estadounidenses», ¿no?)

Obviamente, este blog no tiene ninguna influencia en la administración de Biden. Pero, a menos que uno de estos dos lagartos muera, nos dirigimos directamente a un Biden-Trump 2024. Un 2024 salvaje y violento, un verdadero duelo de lanzamiento de platos en la desunión de Estados Unidos. Todos sentimos cómo aumenta la tensión.

No hace falta hablar del Trump real —evidentemente, no conozco al Trump real—, pero ¿qué haría el Trump ideal?

Si un triunfante Trump vuelve al poder en 2024, su primer objetivo no debe ser hacer uso del poder, sino tomar el poder, hacer crecer implacablemente el alcance de su poder a través de acciones valientes y decisivas. Y el ámbito adecuado para estas acciones es la política exterior.

Escritas hace tres años, las palabras de Yarvin resuenan obviamente de manera bastante profética. No es casualidad: desde 2016, el bloguero siguió la noche electoral en compañía de Peter Thiel, el primer magnate de Silicon Valley en apostar por Trump; se sabe que es cercano a Marc Andreessen; y mantiene un intercambio con el vicepresidente estadounidense J. D. Vance. Sobre todo, muchos miembros del personal que forman la nueva élite contrarrevolucionaria en el poder en Washington son lectores asiduos de su blog desde sus inicios. Desde la investidura de Trump, los lectores de Yarvin han ido avanzando cada vez más abiertamente en una agenda de subversión de la democracia estadounidense, hasta el punto de normalizar la referencia a Donald Trump como un rey: la cuenta oficial de la Casa Blanca transmitió así una imagen del presidente estadounidense coronado con la leyenda: «Long Live the King».

El objetivo de Trump es ampliar su poder en lugar de obtener resultados, porque los resultados son ingresos económicos y el poder es capital. En lugar de pescar con las manos desnudas, fabrica una caña de pescar. La acción forma el poder porque la acción crea un precedente.

Si Trump puede actuar a una escala que ningún presidente que se recuerde se ha atrevido a actuar, sus enemigos se sentirán desconcertados y asustados; sus partidarios se sentirán exaltados y fortalecidos; y le resultará más fácil no solo obtener resultados, sino también tomar aún más poder. El triunfo engendra más triunfo. Y el exceso de poder no existe.

Por supuesto, si estos actos son extraños, imprudentes o perjudiciales para los objetivos estadounidenses, serán más contraproducentes que productivos. Trump no solo necesita grandes acciones, necesita grandes victorias, lo más rápido posible y lo más grandes posible.

Y estos triunfos deben aplastar las creencias y presunciones más profundas de sus enemigos dentro del Estado administrativo, y luego demostrarse a sí mismos con un éxito tangible.

Es mucho más fácil para un nuevo presidente afirmar su derecho constitucional a controlar el poder ejecutivo controlando la política exterior, ya que la política exterior, por definición, no sigue completamente los intereses nacionales. El derecho del presidente, como jefe ejecutivo del poder ejecutivo, a imponer el presupuesto, la política y el personal de este poder, se expresa más claramente en la diplomacia y la defensa en el extranjero.

Por lo tanto, Trump necesita un triunfo espectacular en política exterior, que será bueno de manera tangible para Estados Unidos y para el resto del mundo, pero que solo podrá lograrse aniquilando ciertas redes de poder dentro de ese famoso «poder ejecutivo». Idealmente, el triunfo político es tan total que ninguna organización puede subsistir de manera plausible: el problema simplemente desaparece.

Lo que describe aquí Yarvin se parece mucho a la técnica de «flood the zone», por usar un término del fútbol americano: saturar el espacio mediático y político para impedir cualquier respuesta posible. Ian Garner ha firmado en estas páginas un ensayo que intenta sistematizar bajo este prisma las primeras semanas de Trump con un concepto: la destrucción espectacular.

El objetivo de la política exterior estadounidense en Europa

Bajo la administración de Trump, el objetivo de la política exterior estadounidense en Europa es tener un impacto en la política interior estadounidense.

No hay objetivos realistas, en el sentido habitual del término, para la política exterior estadounidense en Europa. Los objetivos de política exterior realistas son militares o económicos. Europa no representa de ninguna manera una amenaza militar para Estados Unidos, tiene un superávit comercial con ellos, lo que significa que detener el comercio con Europa haría crecer por definición la economía estadounidense.

Bajo una administración de Trump, el objetivo de la política exterior estadounidense en Europa es más bien tener un impacto en la potencia estadounidense en el interior. Por ejemplo, la caída de Afganistán liquidó las estructuras organizativas dentro de los ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa que apoyaban a este caótico estado títere. Estas estructuras son sólidas, pero no pueden sobrevivir a la desaparición de su propósito.

La liquidación de «Ucrania», de los presidentes-comediante, de los magnates de la petroquímica y de otros, supondrá un duro golpe tanto para el Departamento de Estado como para el Pentágono. Sugerirá a todos los demás Estados-clientes del Departamento de Estado que Washington ya no puede garantizar su «soberanía», ya sea por la diplomacia o por la fuerza.

Dar a Rusia carta blanca en el continente

Pero pensar las cosas solo en términos de el «Texas de Rusia» es pensar demasiado a pequeña escala.

Trump debería dar carta blanca a Rusia no solo en los territorios de habla rusa, sino hasta el Canal de la Mancha.

El objetivo de la política exterior de Trump en Europa es eliminar por completo la influencia estadounidense en el continente.

Esto garantizará la derrota del liberalismo allí, mientras que aquí, en Estados Unidos, mostrará a liberales y conservadores que el liberalismo es mortal, con efectos considerables en la moral de unos y otros. Como dijo Clausewitz, todos los conflictos son sobre todo una cuestión de moral.

Las ideas liberales no son originarias de esta región. Son ideas angloamericanas. Fueron traídas por una marea de dinero, moda y bombas. ¿Y qué nación ha hecho más y mejor en los dos últimos siglos para vencer al liberalismo en Europa? Los alemanes del siglo XX quizá lo intentaron, pero los rusos del siglo XIX lo consiguieron.

Rusia venció al dictador revolucionario Bonaparte. Los cascos de los caballos cosacos resonaron en las calles de París. Rusia fundó la Santa Alianza y estableció la Liga de los Tres Emperadores, abocada a la reacción europea más oscura. Las tropas rusas reprimieron la revolución de 1848 y liberaron a Hungría de la tiranía liberal. Como recompensa, Rusia sufrió la insensata agresión franco-británica del conflicto de Crimea, una encarnación temprana y desquiciada del imperialismo liberal del siglo XX.

Hoy en día, el destino de Rusia es restablecer el orden en Europa. Pero como Estados Unidos es más fuerte que Rusia, Trump debe hacer saber a Putin que es aceptable hacerlo.

Y solo hay una forma de transmitir este mensaje sin ambigüedades: retirarse de Europa.

La política de un Trump ideal

Trump ordenará la retirada de todas las fuerzas estadounidenses y diplomáticos, de todas las bases, embajadas y consulados, del continente europeo. Todas las conversaciones diplomáticas, si es que aún son necesarias, pueden llevarse a cabo por correo electrónico o por Zoom. (La diplomacia pública —los «acuerdos abiertos, concluidos abiertamente» de Woodrow Wilson— sigue siendo la mejor).

Si estos medios no existieran, nadie los inventaría. En su objetivo nominal —la comunicación de igual a igual entre gobiernos soberanos— son anacrónicos. En su objetivo real —la supervisión cliente-servidor de gobiernos satélites— son detestables. Al retirar a todo el personal estadounidense estacionado en Europa, Trump no abandona a Europa, la libera. Al igual que Gorbachov liberó al Pacto de Varsovia.

La nueva condición de Europa es que no necesita responder ante Estados Unidos por su forma de gobierno. Quienquiera que gobierne Francia es el gobierno de Francia: el gobierno de jure es el gobierno de facto. Como dijo el presidente Monroe hace 200 años: 12

Nuestra política hacia Europa consiste en no inmiscuirnos en los asuntos internos de una u otra de sus potencias; considerar al gobierno de facto como el gobierno legítimo para nosotros; cultivar relaciones amistosas con él y preservar estas relaciones mediante una política franca, firme y viril, respondiendo en todos los casos a las justas reivindicaciones de cada potencia y no sometiéndonos a ningún perjuicio de su parte.

Es increíblemente fundado.

Francia no tiene interés en meterse con nosotros.

Pero, sea el régimen francés fascista, comunista, monárquico, racista o anarquista, les compraremos su vino y les venderemos nuestros productos de Disney. Nos da igual si Francia sigue siendo Francia: podría dividirse en pequeños baronatos o ser una provincia de Rusia. El terroir seguirá siendo el mismo.

La política de un Putin ideal

Con carta blanca en Europa, Putin ni siquiera necesitará usarla.

No habrá ejércitos de tanques atravesando la brecha de Fulda, como en un wargame de los años setenta. Incluso un corte de gas en invierno sería innecesariamente torpe. ¿Invadieron Estados Unidos los países del Pacto de Varsovia en 1989? No lo necesitaron, ya eran claramente el centro de gravedad. Rusia simplemente debe reforzar y apoyar a los regímenes antiamericanos que surgirán naturalmente cuando el poder estadounidense se retire.

Los militares franceses, que ya fantasean con un golpe de Estado, 13 pronto se darán cuenta de que nada impide este golpe de Estado, ni siquiera exige que la junta resultante sea temporal. De hecho, nada impide que un golpe de Estado restaure a Luis XX, 14 que no debe confundirse con Luis X. 15

Un régimen así podría justificarse simplemente por el restablecimiento de la seguridad pública urbana: calles seguras y limpias, sin zonas de anarquía. Nadie que haya vivido en la época democrática tardía olvidaría la diferencia, o la locura, de considerar la vieja realidad como algo adquirido. Imagínense que la miseria urbana al estilo de 2022 se considerara «normal».

Muchas de las acciones de Putin parecen estar destinadas a reforzar su autoridad nacional. Esta es muy débil en comparación con los estándares históricos, ya que Putin no es de hecho un zar, sino que se ve obligado a fingir ser un político electo y democrático, sujeto al Estado de derecho.

Esta concesión es su propia rendición, y la de su país, a la orden mundial de la democracia, que es —o era— la orden mundial angloamericana. Pero eso fue antes, y hoy es hoy: Estados Unidos se ha retirado de Europa (a excepción de Gran Bretaña).

De ello se desprende que, al igual que la antigua Europa de la posguerra fue un laboratorio de la democracia, la nueva Europa post-Trump debe convertirse en un laboratorio de la reacción.

Una vez que Putin tenga carta blanca en el continente, cada antigua nación europea encontrará una pata de oso que le ayude a restaurar su cultura tradicional y su forma de gobierno; cuanto más autocrática y legítima sea, mejor.

El problema fundamental del régimen de Putin es cómo extender su poder personal tanto en extensión como en tiempo. En extensión, debe ser más autocrático, más capaz de mandar personalmente en cualquier cosa y en cualquier lugar. En tiempo, su régimen debe durar no solo toda su vida, sino mucho más allá de su vida.

La ilegitimidad de las dictaduras del siglo XX es una mancha negra en la autocracia, porque contradice la autocracia. Una autocracia temporal es inestable. Dado que el dictador de otra nación postsoviética falsa, Lukashenko, 16 debe fingir ser un político electo, nadie puede estar seguro de lo que sucederá cuando muera Lukashenko. Esa es la debilidad en los regímenes más fuertes, bajo los hombres fuertes más fuertes.

Por lo tanto, el interés de Putin en ocupar Europa es poner a prueba sobre el terreno el futuro de Rusia como autocracia legítima, es decir, una monarquía absoluta al estilo zarista. Dado que todos los países europeos han sido alguna vez monarquías, y que el concepto de violencia colectiva, guerra-guerrilla, etc. en la Europa moderna es cómico, parece el enfoque más obvio fomentar una serie de experiencias en materia de reacción, monarquía y autocracia, experiencias cuyos resultados podrán aplicarse en la propia Rusia.

Existe cierto peligro para Rusia al restaurar la vitalidad de la vieja Europa. Rusia rara vez ha podido competir en todos los ámbitos con Francia o Alemania. Pero teniendo en cuenta el estado de estas naciones hoy en día, pasarán muchos años antes de que esto se convierta en una preocupación seria para ella.

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